Lali
estaba en la cocina, preparándose una taza de café, cuando oyó que la puerta de
la casa se cerraba.
Peter
había vuelto.
Se
le hizo un nudo en la garganta y se preguntó qué iba a pasar ahora. Desde su
visita a la consulta del tocólogo, sus conversaciones se habían limitado a un
intercambio tan breve de palabras que apenas duraba unos segundos. Todavía no
le había contado todo lo sucedido en la consulta, pero tenía buenos motivos
para callarse. Peter la había apartado de él por completo. No se trataba
únicamente de que ahora durmiera sola en el dormitorio principal. Había trazado
una línea y hacía lo posible para que no la cruzara.
En
cualquier caso, el embarazo era muy importante para Lali. Habría preferido que Peter
estuviera a su lado, apoyándola; pero si no le dejaba más opciones, afrontaría
el proceso en soledad.
Al
oír sus pasos en el pasillo, se puso tensa. Peter entró en la cocina y ella se
giró para mirarlo a los ojos.
—Me
voy a duchar. ¿Te encuentras bien? ¿Necesitas algo?
Peter
sonó como el hombre del que se había enamorado, pero no era exactamente el
mismo. En sus ojos no había ni rastro de calidez; solo un vacío intenso.
—Sí,
estoy bien. Ya te lo he dicho... Solo tengo que tomarme las cosas con calma y
no esforzarme mucho.
Él
asintió.
—De
todas formas, no quiero que saques a Azul de la cuna. Mi hija pesa demasiado
—dijo—. Ya la levantaré yo cuando se despierte.
Peter
se dio media vuelta y se fue.
Se
había acostumbrado a hacer ese tipo de cosas. Se iba de casa cuando Azul estaba
durmiendo y volvía cuando estaba a punto de despertar o cuando la tenían que
acostar. Y siempre que la veía con la niña en brazos, se enfadaba. Pero Lali no
estaba dispuesta a dejar de hacer su trabajo. A fin de cuentas, era la niñera
de Azul.
Se
preguntó si su relación iba a ser así a partir de entonces; un intercambio
continuo de palabras superficialmente amables que excluían todos los asuntos
importantes salvo su estado de salud. Una parte de ella quiso seguirlo,
detenerlo y obligarlo a afrontar lo que pasaba. Forzarlo a reconocer lo que
habían compartido antes de que él supiera que estaba esperando un niño.
Descubrir si entre ellos había algo más que una relación sexual.
Pero
la mirada de Peter le había dicho todo lo que necesitaba saber. Esa relación
había desaparecido, había terminado para siempre. Peter no quería saber nada de
ella. Las tensiones y las alegrías del embarazo iban a ser cuestión
exclusivamente suya; una época solitaria sin nadie que estuviera a su lado para
maravillarse por la vida que crecía en su interior.
Por
suerte, no había vuelto a sufrir ninguno de los síntomas que la habían llevado
al ambulatorio. El doctor Taylor había acertado al decir que no le pasaba nada,
que ese tipo de cosas eran relativamente comunes durante los tres primeros
meses.
Sin
embargo, Lali no se sentía segura en absoluto. Estaba llena de temores, y la
enorme brecha que se había abierto entre Peter y ella la condenaba a la
soledad. Desde luego, podría haber hablado con su familia, pero no les quería
contar lo sucedido porque aún albergaba la esperanza de que Peter cambiara de
actitud.
Suspiró
y pensó que, al menos, tenía a Catherine. Había llamado por teléfono y le había
dicho que pasaría de visita. Y cuando la suegra de Peter llegó, a Lali le bastó
una mirada para saber que algo andaba mal.
Estaban
mirando a Azul mientras jugaba con sus juguetes cuando Catherine declaró:
—Peter
se puso en contacto conmigo hace un par de días.
—¿Y
eso?
—Quiere
que busque otra niñera para Azul. Una mujer que se encargue de ella hasta que
yo me encuentre mejor.
Lali
se sintió como si le hubieran dado una bofetada.
—¿Quiere
que me vaya?
—Bueno,
no dijo eso... por lo menos, no con esas palabras —contestó Catherine—. Pero me
ha pedido que empiece a buscarla de inmediato.
—No
sabía nada. No me ha dicho nada.
Catherine
cambió de posición en la silla.
—¿Es
verdad que estás embarazada?
—Sí.
—¿De
cuántos meses?
Lali
suspiró.
—De
nueve semanas.
—¿Y
estás bien?
—¿Te
ha contado lo que pasó el lunes? Me tuvo que llevar al ambulatorio porque me
sentía mal... y dos días más tarde, fuimos a ver al obstetra de Euge.
Catherine
sacudió la cabeza.
—No,
no me lo ha contado, pero ya sabía que pasaba algo. Ha cambiado de actitud. Se
comporta como se comportaba cuando Euge falleció.
Catherine
se levantó de la silla y se sentó junto a Lali, en el sofá. Luego, le pasó un
brazo por encima de los hombros y dijo:
—Cuéntamelo.
Lali
se lo contó.
Dejó
atrás sus temores y se lo dijo todo, aunque no sabía cómo reaccionaría
Catherine al saber que se había estado acostando con el esposo de su difunta
hija.
Por
fortuna, Catherine se mostró más comprensiva de lo que había imaginado. Se
limitó a escucharla con atención y a abrazarla con fuerza o susurrar unas
palabras de apoyo cuando la ocasión lo requería.
Al
terminar de hablar, los ojos Lali se habían llenado de lágrimas.
Catherine
sacó un pañuelo y se lo dio.
—Pobrecilla...
Te has enamorado de él, ¿verdad?
Lali
asintió.
—Sí
—dijo—. ¿No estás enfadada conmigo?
—¿Por
qué me iba a enfadar? —replicó, perpleja.
—Porque
Peter es el viudo de Euge. Aún no ha pasado ni un año de su muerte y ya me he
arrojado a sus brazos.
Catherine
soltó una carcajada.
—Oh,
querida mía... No digas esas cosas. —Catherine le dio una palmada en la
pierna—. Echo terriblemente de menos a mi hija, pero está muerta y nadie me la
puede devolver. En cuanto a Peter y tú... a decir verdad, te estoy agradecida
por lo que has hecho. Cuando tú llegaste, Peter estaba en el fondo de un pozo
oscuro. Pero tú le has devuelto la vida y le has dado algo por lo que luchar.
Lali
la miró con extrañeza.
—¿Algo
por lo que luchar? No te entiendo...
—Se
había encerrado en sí mismo para no volver a sentir nada, ni siquiera por Azul.
Aún recuerdo la cara que tenía en el hospital, cuando miraba la incubadora. En
sus ojos no había el menor rastro de emoción —dijo Catherine—. Entonces me di
cuenta de que Azul iba a necesitar ayuda... De que los dos la iban a necesitar.
Lali
no dijo nada.
—Cuidar
de Azul me ayudó a superar la pérdida de Euge —siguió Catherine—. Estoy segura
de que también le habría ayudado a Peter, pero la niña estuvo tan enferma
durante su primer mes de vida, que se alejó un poco más.
—No
sé cómo pudo hacer eso.
Catherine
se encogió de hombros.
—Yo
diría que es obvio. Peter es un hombre fuerte, de emociones intensas. Emociones
que a veces le superan y que no puede refrenar.
—Sí,
pero...
—No
seas tan dura con él. El padre de Bree se parecía mucho a Peter, ¿sabes? De
hecho, estoy segura de que mi hija estaba enamorada de Peter por los mismos
motivos que yo de mi esposo —le confesó—. Él también se encerraba en sí mismo
cuando se sentía vulnerable. No lo podía evitar.
Azul
dejó sus juguetes, se puso de pie y avanzó hacia su abuela, que la tomó entre
sus brazos y la sentó sobre sus piernas.
—Peter
no sabía lo que se estaba perdiendo hasta que tú llegaste, Lali.
—Es
posible que tengas razón, pero ya no hay nada que hacer. Lo de mi embarazo ha
destruido la relación que teníamos.
—Puede
que sí y puede que no. Yo creo que solo necesita tiempo para pensar.
—Pues,
si es verdad que está buscando a una niñera, a mí no me queda mucho tiempo...
—observó Lali.
Catherine
dio un beso a Azul y la dejó en el suelo.
—No
te rindas, Lali. Si crees que Peter merece la pena, lucha por él.
Catherine
se marchó pocos minutos después, tras prometerle que la llamaría al día
siguiente.
Odiaba
tener que admitirlo, pero echaba de menos a Lali. Sinembargo, había tomado una
decisión y se mantendría firme.
Lali
se tenía que ir.
Lamentablemente,
Catherine no se encontraba en condiciones de cuidar a Azul, así que no tenía
más remedio que encontrar una niñera tan pronto como fuera posible. Entre
tanto, se dedicaba a vigilar a Lali para asegurarse de que no hiciera
demasiados esfuerzos. Por un lado, odiaba la idea de perderla de vista; por
otro, ardía en deseos de que se fuera de una vez. Y nunca, jamás, se permitía
el lujo de pensar en el hijo que estaba esperando.
Entró
en la casa y se pasó una mano por el pelo. Iba a hablar con ella para
informarle de que estaba buscando una niñera y de que, dentro de poco, ya no
necesitaría sus servicios. Pero no le apetecía en absoluto.
Entró
en el cuarto de baño, abrió el grifo de la ducha, se desnudo y se metió bajo el
agua. Tenía frío porque había estado todo el día en los viñedos, podando las
viñas. Era un trabajo lento y metódico que, no obstante, le había ofrecido una
ocasión excelente para pensar.
Cerró
los ojos y alcanzó el bote de champú. Cuando los volvió a abrir, se dio cuenta
de que se había equivocado de bote y había tomado el de Lali, que olía a
flores. Se excitó tanto que lanzó el bote contra la pared, desesperado.
Lali
parecía estar en todas partes. En sus pensamientos, en sus sueños, hasta en el cuarto
de baño.
Salió
de la ducha, se secó a toda prisa y se vistió, decidido a hablar con Lali y
poner fin a esa situación tan pronto como fuera posible.
Lali
estaba en la cocina, con Azul. Azul miró a su padre y sonrió de oreja a oreja.
—Tengo
que hablar contigo esta noche. ¿Cuándo te viene bien?
Lali
arqueó una ceja.
—¿Que
cuándo me viene bien? ¿Crees que tienes que pedir una cita para hablar conmigo?
—preguntó con humor.
—No
sé si necesito una cita, pero se trata de algo importante.
Lali
asintió.
—Si
me quieres decir que estás buscando una niñera, olvídalo. Catherineme informó
ayer —dijo—. ¿Ya la has encontrado?
Peter
la miró con sorpresa.
—No,
aún no... Tengo varias candidatas.
—Me
alegro.
Él
no dijo nada.
—He
pensado que, por el bien de Azul, sería bueno que tuviéramos un periodo de
transición cuando llegue la nueva niñera —continuó Lali —. Un par de semanas...
Lo justo para que la niña se acostumbre a ella.
—¿Te
parece necesario?
—Sería
conveniente, ¿no crees? Si me voy antes de que Azul se acostumbre, lo pasarán
mal las dos.
—Sí,
es posible.
—También
sería bueno que estés más a menudo en casa.
—¿Por
qué?
Lali
suspiró.
—Porque
eres su padre y necesita la estabilidad que tú le proporcionas.
—Creo
que exageras. Dentro de poco volverá con Catherine y tendrá toda la estabilidad
del mundo —alegó.
—¿Estás
decidido a dejarla con Catherine? ¿Lo dices en serio? ¿Vas a dejar a Azul con
su abuela?
—Por
supuesto. Aquí no se puede quedar.
Lali
frunció el ceño.
—¿Por
qué no?
—Porque
no tengo tiempo —sentenció.
—Eso
es una tontería, Peter. Si vas a contratar a una niñera, no tendrás que
preocuparte por Azul. No hay motivo por el que no pueda estar en tu casa.
—Bueno...
Peter
se quedó repentinamente sin palabras. Al mirar a su hija, se dio cuenta de que
quería tenerla a su lado. No se sentía capaz de cuidar de ella sin ayuda, pero Lali
tenía razón. Entre la niñera nueva y Catherine, que sin duda estaría encantada
de echarle una mano, la podría sacar adelante sin descuidar sus obligaciones en
la bodega.
Se
había acostumbrado a Azul hasta el extremo de que ya no imaginaba su vida sin
aquel rostro angelical que le sonreía cada vez que estaban en la misma
habitación. Sin ella, se habría sentido perdido, vacío.
—¿Peter?
—Está
bien, me lo pensaré.
Ella
sonrió con debilidad.
—Bueno,
es un avance...
Peter
se quedó de pie en la cocina, sin saber qué hacer.
—¿Qué
tal te ha ido esta semana? —preguntó tras un silencio incómodo.
Ella
se encogió de hombros.
—Bien...
—¿Cuándo
tienes que volver al médico?
—Tenía
una cita para dentro de cuatro semanas —contestó—. Pero si no voy a estar aquí
para entonces, buscaré otro especialista cuando llegue a casa.
—Yo
me encargaré de todos los gastos.
—Gracias.
—Y
de los gastos del bebé, claro... Cuando nazca.
—Te
llamaré si necesito tu ayuda.
—Lo
digo en serio. Estoy dispuesto a asumir mis responsabilidades.
Ella
soltó un bufido.
—Oh,
sí... todas tus responsabilidades menos las que importan —ironizó.
Él
se ruborizó.
—No
insistas con eso, Lali. Me pides demasiado.
—¿En
serio? Me extraña que digas eso, teniendo en cuenta que Azul y el hijo que
estoy esperando te lo dan todo sin esperar nada a cambio. No creo que pedir que
los quieras sea pedir demasiado.
Peter
apretó los puños con tanta fuerza que se clavó las uñas en las palmas de las
manos. Necesitaba el dolor para refrenarse, para no abalanzarse sobre ella y
demostrarle lo mucho que la quería.
—Ya
he dicho lo que he venido a decir. No me esperes para cenar —declaró, muy
serio—. Volveré tarde.
Lali
se quedó en la cocina, deprimida. Había sido una estúpida al pensar que tenía
alguna esperanza con él. Por lo visto, su relación estaba condenada desde el
principio. ¿Cómo era posible que no se diera cuenta de que se necesitaban?
Le
dolía pensar que Peter se estaba negando el amor porque estaba tan destrozado
que no tenía fuerzas ni para intentarlo otra vez. Pero, a pesar de ello, no
entendía que, puestos a elegir entre el amor y la soledad, alguien pudiera
elegir la soledad.
Durante
los días siguientes, fue testigo de sus entrevistas a niñeras. Cada vez que
llegaba una, le pedía que llevara a Azul para presentársela.
Algunas
de las entrevistas fueron bien; otras, no tanto. Y por fin, a finales de
semana, Peter le informó de que había encontrado a la persona adecuada.
Lali
se sintió como si la tierra se hubiera abierto bajo sus pies. Su tiempo estaba
contado. Dentro de poco, se marcharía.
Pero
aún había un destello de luz en mitad de la oscuridad. Faltaban unos días para
el cumpleaños de Azul, y Catherine había sugerido que lo celebraran en la
guardería porque había sitio de sobra y, de esa manera, la niña podría jugar
con sus amigos.
A
Lali le pareció bien, pero Peter se negó a ir.
—No
—dijo categóricamente cuando Lali lo invitó.
—Es
el cumpleaños de tu hija...
—No
se dará ni cuenta.
Lali
suspiró.
—Esa
no es la cuestión.
—No,
claro que no es la cuestión. ¿No te has parado a pensar que, además del
cumpleaños de Azul, también es el aniversario de la muerte de Euge?
—Por
supuesto que sí —replicó ella—. Pero, ¿qué vas a hacer? ¿Castigar a Azul
durante el resto de su vida? ¿Le vas a negar que celebre su cumpleaños porque
su madre falleció ese mismo día? ¿Por qué te empeñas en aferrarte al dolor?
—He
dicho que no voy a ir. Punto.
Las
semanas siguientes pasaron muy deprisa. La niñera nueva, Jenny, era una chica
muy competente.
Lali
hacía verdaderos esfuerzos por llevarse bien con ella, pero no podía negar que
sentía celos de su relación con Azul, que la trataba como si llevaran toda la
vida juntas. Hasta Catherine pensaba que Jenny estaba haciendo un trabajo excelente.
Como
ahora tenía más tiempo libre, Lali volvió a pensar en sus diseños y se
concentró en el desarrollo de una idea que se le había ocurrido: una gama de
ropa para mujeres embarazadas. No tenía ningunaexperiencia al respecto, pero
era todo un desafío. Y siempre le habían gustado los desafíos.
Además,
necesitaba distraerse con algo. Dejar a Peter iba a ser la decisión más difícil
de su vida. Y por si eso fuera poco, aún tenía que
hablar
con su padre para contarle que se había quedado embarazada. Sabía que se
llevaría una decepción, pero esperaba que se le pasara con el tiempo.
Aunque
no todo iba a ser tan difícil. Volver a la casa de su padre implicaba volver a
estar cerca de Ana y de su marido, Christian, un hombre que casi era un hermano
para ella.
—¿Esos
diseños son tuyos? —preguntó Jenny al ver los bocetos en la mesa de la cocina—.
Tienes mucho talento...— Lali sonrió.
—Gracias.
Estoy pensando en hacer una gama de ropa para embarazadas.
—¿Eres
diseñadora? Pensaba que eras niñera...
—Bueno,
soy las dos cosas. Empecé como niñera, pero luego me interesé por el diseño y
fundé mi propia empresa —le explicó—. Antes de venir a casa de Peter, estuve
viajando por Europa, buscando inspiración, ya sabes.
Jenny
miró los bocetos con detenimiento.
—¿Por
eso te vas? ¿Para trabajar en tus diseños?
Lali
no tuvo ocasión de responder. Peter entró en ese momento en la cocina y alcanzó
una cafetera para servirse una taza.
—Ya
hemos molestado bastante a Lali —dijo él, que había escuchado la última parte
de su conversación—. Es hora de que vuelva a sus cosas.
Lali
pensó que no quería volver a ninguna parte, que estaba donde quería estar. Pero
él no la quería allí ni como amante ni como compañera ni como simple amiga.
Al
notar la tensión que había entre ellos, Jenny les dio una excusa rápida y los
dejó a solas.
—Jenny
cuida muy bien de Azul.
—Ya
me he dado cuenta. Mi hija está a salvo con ella.
—¿A
salvo, Peter? ¿A salvo? ¿Eso es todo lo que te preocupa? ¿Y qué me dices del
amor? ¿No crees que es tan importante como la seguridad? ¿Es que tus padres no
te quisieron cuando eras niño? Por supuesto que te quisieron... Estuvieron todo
el tiempo, contigo, porque es lo que los padres hacen. No renuncian a criar a
sus hijos.
—Es
curioso que digas eso, teniendo en cuenta que eres niñera. Si los padres fueran
como tú dices, las niñeras no tendrían trabajo.
Ella
gimió.
—Sabes
que no me refiero a eso. Me refiero a que un padre de verdad no rompe los
vínculos emocionales con...
—¡Ya
basta! —bramó él—. Deja de castigarme, Lali. Azul está bien con Jenny y, si es
necesario, estoy seguro de que Catherine me ayudará. Si quieres, te puedes ir
hoy mismo. Te pagaré a final de mes y hablaré con mis abogados para que se
encarguen de prestarte todo el apoyo que necesites cuando des a luz.
—¿Hoy?
¿Quieres que me vaya hoy? Pero si aún me queda una semana...
Lali
se sentó en una de las sillas de la cocina, sintiéndose repentinamente débil.
No podía creer que Peter la estuviera echando de su casa.
—Sí,
quiero que te vayas de inmediato —contestó—. Ya no te necesito.
—Lo
sé... Ese es el problema —dijo ella en voz baja—. Que nunca me has necesitado.
CONTINUARÁ...
K necio es Peter!!!
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