viernes, 31 de julio de 2015

Capítulo 10

Lali estaba en la cocina, preparándose una taza de café, cuando oyó que la puerta de la casa se cerraba.
Peter había vuelto.
Se le hizo un nudo en la garganta y se preguntó qué iba a pasar ahora. Desde su visita a la consulta del tocólogo, sus conversaciones se habían limitado a un intercambio tan breve de palabras que apenas duraba unos segundos. Todavía no le había contado todo lo sucedido en la consulta, pero tenía buenos motivos para callarse. Peter la había apartado de él por completo. No se trataba únicamente de que ahora durmiera sola en el dormitorio principal. Había trazado una línea y hacía lo posible para que no la cruzara.
En cualquier caso, el embarazo era muy importante para Lali. Habría preferido que Peter estuviera a su lado, apoyándola; pero si no le dejaba más opciones, afrontaría el proceso en soledad.
Al oír sus pasos en el pasillo, se puso tensa. Peter entró en la cocina y ella se giró para mirarlo a los ojos.
—Me voy a duchar. ¿Te encuentras bien? ¿Necesitas algo?
Peter sonó como el hombre del que se había enamorado, pero no era exactamente el mismo. En sus ojos no había ni rastro de calidez; solo un vacío intenso.
—Sí, estoy bien. Ya te lo he dicho... Solo tengo que tomarme las cosas con calma y no esforzarme mucho.
Él asintió.
—De todas formas, no quiero que saques a Azul de la cuna. Mi hija pesa demasiado —dijo—. Ya la levantaré yo cuando se despierte.
Peter se dio media vuelta y se fue.
Se había acostumbrado a hacer ese tipo de cosas. Se iba de casa cuando Azul estaba durmiendo y volvía cuando estaba a punto de despertar o cuando la tenían que acostar. Y siempre que la veía con la niña en brazos, se enfadaba. Pero Lali no estaba dispuesta a dejar de hacer su trabajo. A fin de cuentas, era la niñera de Azul.
Se preguntó si su relación iba a ser así a partir de entonces; un intercambio continuo de palabras superficialmente amables que excluían todos los asuntos importantes salvo su estado de salud. Una parte de ella quiso seguirlo, detenerlo y obligarlo a afrontar lo que pasaba. Forzarlo a reconocer lo que habían compartido antes de que él supiera que estaba esperando un niño. Descubrir si entre ellos había algo más que una relación sexual.
Pero la mirada de Peter le había dicho todo lo que necesitaba saber. Esa relación había desaparecido, había terminado para siempre. Peter no quería saber nada de ella. Las tensiones y las alegrías del embarazo iban a ser cuestión exclusivamente suya; una época solitaria sin nadie que estuviera a su lado para maravillarse por la vida que crecía en su interior.
Por suerte, no había vuelto a sufrir ninguno de los síntomas que la habían llevado al ambulatorio. El doctor Taylor había acertado al decir que no le pasaba nada, que ese tipo de cosas eran relativamente comunes durante los tres primeros meses.
Sin embargo, Lali no se sentía segura en absoluto. Estaba llena de temores, y la enorme brecha que se había abierto entre Peter y ella la condenaba a la soledad. Desde luego, podría haber hablado con su familia, pero no les quería contar lo sucedido porque aún albergaba la esperanza de que Peter cambiara de actitud.
Suspiró y pensó que, al menos, tenía a Catherine. Había llamado por teléfono y le había dicho que pasaría de visita. Y cuando la suegra de Peter llegó, a Lali le bastó una mirada para saber que algo andaba mal.
Estaban mirando a Azul mientras jugaba con sus juguetes cuando Catherine declaró:
—Peter se puso en contacto conmigo hace un par de días.
—¿Y eso?
—Quiere que busque otra niñera para Azul. Una mujer que se encargue de ella hasta que yo me encuentre mejor.
Lali se sintió como si le hubieran dado una bofetada.
—¿Quiere que me vaya?
—Bueno, no dijo eso... por lo menos, no con esas palabras —contestó Catherine—. Pero me ha pedido que empiece a buscarla de inmediato.
—No sabía nada. No me ha dicho nada.
Catherine cambió de posición en la silla.
—¿Es verdad que estás embarazada?
—Sí.
—¿De cuántos meses?
Lali suspiró.
—De nueve semanas.
—¿Y estás bien?
—¿Te ha contado lo que pasó el lunes? Me tuvo que llevar al ambulatorio porque me sentía mal... y dos días más tarde, fuimos a ver al obstetra de Euge.
Catherine sacudió la cabeza.
—No, no me lo ha contado, pero ya sabía que pasaba algo. Ha cambiado de actitud. Se comporta como se comportaba cuando Euge falleció.
Catherine se levantó de la silla y se sentó junto a Lali, en el sofá. Luego, le pasó un brazo por encima de los hombros y dijo:
—Cuéntamelo.
Lali se lo contó.
Dejó atrás sus temores y se lo dijo todo, aunque no sabía cómo reaccionaría Catherine al saber que se había estado acostando con el esposo de su difunta hija.
Por fortuna, Catherine se mostró más comprensiva de lo que había imaginado. Se limitó a escucharla con atención y a abrazarla con fuerza o susurrar unas palabras de apoyo cuando la ocasión lo requería.
Al terminar de hablar, los ojos Lali se habían llenado de lágrimas.
Catherine sacó un pañuelo y se lo dio.
—Pobrecilla... Te has enamorado de él, ¿verdad?
Lali asintió.
—Sí —dijo—. ¿No estás enfadada conmigo?
—¿Por qué me iba a enfadar? —replicó, perpleja.
—Porque Peter es el viudo de Euge. Aún no ha pasado ni un año de su muerte y ya me he arrojado a sus brazos.
Catherine soltó una carcajada.
—Oh, querida mía... No digas esas cosas. —Catherine le dio una palmada en la pierna—. Echo terriblemente de menos a mi hija, pero está muerta y nadie me la puede devolver. En cuanto a Peter y tú... a decir verdad, te estoy agradecida por lo que has hecho. Cuando tú llegaste, Peter estaba en el fondo de un pozo oscuro. Pero tú le has devuelto la vida y le has dado algo por lo que luchar.
Lali la miró con extrañeza.
—¿Algo por lo que luchar? No te entiendo...
—Se había encerrado en sí mismo para no volver a sentir nada, ni siquiera por Azul. Aún recuerdo la cara que tenía en el hospital, cuando miraba la incubadora. En sus ojos no había el menor rastro de emoción —dijo Catherine—. Entonces me di cuenta de que Azul iba a necesitar ayuda... De que los dos la iban a necesitar.
Lali no dijo nada.
—Cuidar de Azul me ayudó a superar la pérdida de Euge —siguió Catherine—. Estoy segura de que también le habría ayudado a Peter, pero la niña estuvo tan enferma durante su primer mes de vida, que se alejó un poco más.
—No sé cómo pudo hacer eso.
Catherine se encogió de hombros.
—Yo diría que es obvio. Peter es un hombre fuerte, de emociones intensas. Emociones que a veces le superan y que no puede refrenar.
—Sí, pero...
—No seas tan dura con él. El padre de Bree se parecía mucho a Peter, ¿sabes? De hecho, estoy segura de que mi hija estaba enamorada de Peter por los mismos motivos que yo de mi esposo —le confesó—. Él también se encerraba en sí mismo cuando se sentía vulnerable. No lo podía evitar.
Azul dejó sus juguetes, se puso de pie y avanzó hacia su abuela, que la tomó entre sus brazos y la sentó sobre sus piernas.
—Peter no sabía lo que se estaba perdiendo hasta que tú llegaste, Lali.
—Es posible que tengas razón, pero ya no hay nada que hacer. Lo de mi embarazo ha destruido la relación que teníamos.
—Puede que sí y puede que no. Yo creo que solo necesita tiempo para pensar.
—Pues, si es verdad que está buscando a una niñera, a mí no me queda mucho tiempo... —observó Lali.
Catherine dio un beso a Azul y la dejó en el suelo.
—No te rindas, Lali. Si crees que Peter merece la pena, lucha por él.
Catherine se marchó pocos minutos después, tras prometerle que la llamaría al día siguiente.
Odiaba tener que admitirlo, pero echaba de menos a Lali. Sinembargo, había tomado una decisión y se mantendría firme.
Lali se tenía que ir.
Lamentablemente, Catherine no se encontraba en condiciones de cuidar a Azul, así que no tenía más remedio que encontrar una niñera tan pronto como fuera posible. Entre tanto, se dedicaba a vigilar a Lali para asegurarse de que no hiciera demasiados esfuerzos. Por un lado, odiaba la idea de perderla de vista; por otro, ardía en deseos de que se fuera de una vez. Y nunca, jamás, se permitía el lujo de pensar en el hijo que estaba esperando.
Entró en la casa y se pasó una mano por el pelo. Iba a hablar con ella para informarle de que estaba buscando una niñera y de que, dentro de poco, ya no necesitaría sus servicios. Pero no le apetecía en absoluto.
Entró en el cuarto de baño, abrió el grifo de la ducha, se desnudo y se metió bajo el agua. Tenía frío porque había estado todo el día en los viñedos, podando las viñas. Era un trabajo lento y metódico que, no obstante, le había ofrecido una ocasión excelente para pensar.
Cerró los ojos y alcanzó el bote de champú. Cuando los volvió a abrir, se dio cuenta de que se había equivocado de bote y había tomado el de Lali, que olía a flores. Se excitó tanto que lanzó el bote contra la pared, desesperado.
Lali parecía estar en todas partes. En sus pensamientos, en sus sueños, hasta en el cuarto de baño.
Salió de la ducha, se secó a toda prisa y se vistió, decidido a hablar con Lali y poner fin a esa situación tan pronto como fuera posible.
Lali estaba en la cocina, con Azul. Azul miró a su padre y sonrió de oreja a oreja.
—Tengo que hablar contigo esta noche. ¿Cuándo te viene bien?
Lali arqueó una ceja.
—¿Que cuándo me viene bien? ¿Crees que tienes que pedir una cita para hablar conmigo? —preguntó con humor.
—No sé si necesito una cita, pero se trata de algo importante.
Lali asintió.
—Si me quieres decir que estás buscando una niñera, olvídalo. Catherineme informó ayer —dijo—. ¿Ya la has encontrado?
Peter la miró con sorpresa.
—No, aún no... Tengo varias candidatas.
—Me alegro.
Él no dijo nada.
—He pensado que, por el bien de Azul, sería bueno que tuviéramos un periodo de transición cuando llegue la nueva niñera —continuó Lali —. Un par de semanas... Lo justo para que la niña se acostumbre a ella.
—¿Te parece necesario?
—Sería conveniente, ¿no crees? Si me voy antes de que Azul se acostumbre, lo pasarán mal las dos.
—Sí, es posible.
—También sería bueno que estés más a menudo en casa.
—¿Por qué?
Lali suspiró.
—Porque eres su padre y necesita la estabilidad que tú le proporcionas.
—Creo que exageras. Dentro de poco volverá con Catherine y tendrá toda la estabilidad del mundo —alegó.
—¿Estás decidido a dejarla con Catherine? ¿Lo dices en serio? ¿Vas a dejar a Azul con su abuela?
—Por supuesto. Aquí no se puede quedar.
Lali frunció el ceño.
—¿Por qué no?
—Porque no tengo tiempo —sentenció.
—Eso es una tontería, Peter. Si vas a contratar a una niñera, no tendrás que preocuparte por Azul. No hay motivo por el que no pueda estar en tu casa.
—Bueno...
Peter se quedó repentinamente sin palabras. Al mirar a su hija, se dio cuenta de que quería tenerla a su lado. No se sentía capaz de cuidar de ella sin ayuda, pero Lali tenía razón. Entre la niñera nueva y Catherine, que sin duda estaría encantada de echarle una mano, la podría sacar adelante sin descuidar sus obligaciones en la bodega.
Se había acostumbrado a Azul hasta el extremo de que ya no imaginaba su vida sin aquel rostro angelical que le sonreía cada vez que estaban en la misma habitación. Sin ella, se habría sentido perdido, vacío.
—¿Peter?
—Está bien, me lo pensaré.
Ella sonrió con debilidad.
—Bueno, es un avance...
Peter se quedó de pie en la cocina, sin saber qué hacer.
—¿Qué tal te ha ido esta semana? —preguntó tras un silencio incómodo.
Ella se encogió de hombros.
—Bien...
—¿Cuándo tienes que volver al médico?
—Tenía una cita para dentro de cuatro semanas —contestó—. Pero si no voy a estar aquí para entonces, buscaré otro especialista cuando llegue a casa.
—Yo me encargaré de todos los gastos.
—Gracias.
—Y de los gastos del bebé, claro... Cuando nazca.
—Te llamaré si necesito tu ayuda.
—Lo digo en serio. Estoy dispuesto a asumir mis responsabilidades.
Ella soltó un bufido.
—Oh, sí... todas tus responsabilidades menos las que importan —ironizó.
Él se ruborizó.
—No insistas con eso, Lali. Me pides demasiado.
—¿En serio? Me extraña que digas eso, teniendo en cuenta que Azul y el hijo que estoy esperando te lo dan todo sin esperar nada a cambio. No creo que pedir que los quieras sea pedir demasiado.
Peter apretó los puños con tanta fuerza que se clavó las uñas en las palmas de las manos. Necesitaba el dolor para refrenarse, para no abalanzarse sobre ella y demostrarle lo mucho que la quería.
—Ya he dicho lo que he venido a decir. No me esperes para cenar —declaró, muy serio—. Volveré tarde.
Lali se quedó en la cocina, deprimida. Había sido una estúpida al pensar que tenía alguna esperanza con él. Por lo visto, su relación estaba condenada desde el principio. ¿Cómo era posible que no se diera cuenta de que se necesitaban?
Le dolía pensar que Peter se estaba negando el amor porque estaba tan destrozado que no tenía fuerzas ni para intentarlo otra vez. Pero, a pesar de ello, no entendía que, puestos a elegir entre el amor y la soledad, alguien pudiera elegir la soledad.
Durante los días siguientes, fue testigo de sus entrevistas a niñeras. Cada vez que llegaba una, le pedía que llevara a Azul para presentársela.
Algunas de las entrevistas fueron bien; otras, no tanto. Y por fin, a finales de semana, Peter le informó de que había encontrado a la persona adecuada.
Lali se sintió como si la tierra se hubiera abierto bajo sus pies. Su tiempo estaba contado. Dentro de poco, se marcharía.
Pero aún había un destello de luz en mitad de la oscuridad. Faltaban unos días para el cumpleaños de Azul, y Catherine había sugerido que lo celebraran en la guardería porque había sitio de sobra y, de esa manera, la niña podría jugar con sus amigos.
A Lali le pareció bien, pero Peter se negó a ir.
—No —dijo categóricamente cuando Lali lo invitó.
—Es el cumpleaños de tu hija...
—No se dará ni cuenta.
Lali suspiró.
—Esa no es la cuestión.
—No, claro que no es la cuestión. ¿No te has parado a pensar que, además del cumpleaños de Azul, también es el aniversario de la muerte de Euge?
—Por supuesto que sí —replicó ella—. Pero, ¿qué vas a hacer? ¿Castigar a Azul durante el resto de su vida? ¿Le vas a negar que celebre su cumpleaños porque su madre falleció ese mismo día? ¿Por qué te empeñas en aferrarte al dolor?
—He dicho que no voy a ir. Punto.
Las semanas siguientes pasaron muy deprisa. La niñera nueva, Jenny, era una chica muy competente.
Lali hacía verdaderos esfuerzos por llevarse bien con ella, pero no podía negar que sentía celos de su relación con Azul, que la trataba como si llevaran toda la vida juntas. Hasta Catherine pensaba que Jenny estaba haciendo un trabajo excelente.
Como ahora tenía más tiempo libre, Lali volvió a pensar en sus diseños y se concentró en el desarrollo de una idea que se le había ocurrido: una gama de ropa para mujeres embarazadas. No tenía ningunaexperiencia al respecto, pero era todo un desafío. Y siempre le habían gustado los desafíos.
Además, necesitaba distraerse con algo. Dejar a Peter iba a ser la decisión más difícil de su vida. Y por si eso fuera poco, aún tenía que
hablar con su padre para contarle que se había quedado embarazada. Sabía que se llevaría una decepción, pero esperaba que se le pasara con el tiempo.
Aunque no todo iba a ser tan difícil. Volver a la casa de su padre implicaba volver a estar cerca de Ana y de su marido, Christian, un hombre que casi era un hermano para ella.
—¿Esos diseños son tuyos? —preguntó Jenny al ver los bocetos en la mesa de la cocina—. Tienes mucho talento...— Lali sonrió.
—Gracias. Estoy pensando en hacer una gama de ropa para embarazadas.
—¿Eres diseñadora? Pensaba que eras niñera...
—Bueno, soy las dos cosas. Empecé como niñera, pero luego me interesé por el diseño y fundé mi propia empresa —le explicó—. Antes de venir a casa de Peter, estuve viajando por Europa, buscando inspiración, ya sabes.
Jenny miró los bocetos con detenimiento.
—¿Por eso te vas? ¿Para trabajar en tus diseños?
Lali no tuvo ocasión de responder. Peter entró en ese momento en la cocina y alcanzó una cafetera para servirse una taza.
—Ya hemos molestado bastante a Lali —dijo él, que había escuchado la última parte de su conversación—. Es hora de que vuelva a sus cosas.
Lali pensó que no quería volver a ninguna parte, que estaba donde quería estar. Pero él no la quería allí ni como amante ni como compañera ni como simple amiga.
Al notar la tensión que había entre ellos, Jenny les dio una excusa rápida y los dejó a solas.
—Jenny cuida muy bien de Azul.
—Ya me he dado cuenta. Mi hija está a salvo con ella.
—¿A salvo, Peter? ¿A salvo? ¿Eso es todo lo que te preocupa? ¿Y qué me dices del amor? ¿No crees que es tan importante como la seguridad? ¿Es que tus padres no te quisieron cuando eras niño? Por supuesto que te quisieron... Estuvieron todo el tiempo, contigo, porque es lo que los padres hacen. No renuncian a criar a sus hijos.
—Es curioso que digas eso, teniendo en cuenta que eres niñera. Si los padres fueran como tú dices, las niñeras no tendrían trabajo.
Ella gimió.
—Sabes que no me refiero a eso. Me refiero a que un padre de verdad no rompe los vínculos emocionales con...
—¡Ya basta! —bramó él—. Deja de castigarme, Lali. Azul está bien con Jenny y, si es necesario, estoy seguro de que Catherine me ayudará. Si quieres, te puedes ir hoy mismo. Te pagaré a final de mes y hablaré con mis abogados para que se encarguen de prestarte todo el apoyo que necesites cuando des a luz.
—¿Hoy? ¿Quieres que me vaya hoy? Pero si aún me queda una semana...
Lali se sentó en una de las sillas de la cocina, sintiéndose repentinamente débil. No podía creer que Peter la estuviera echando de su casa.
—Sí, quiero que te vayas de inmediato —contestó—. Ya no te necesito.
—Lo sé... Ese es el problema —dijo ella en voz baja—. Que nunca me has necesitado.



CONTINUARÁ...

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