Había
pasado una semana y Peter no se la podía quitar de la cabeza.
¿Qué
lo había empujado a hacerle el amor? ¿Qué lo había empujado a entrar en la
ducha con ella, repetir la experiencia de la noche anterior y pedirle que
siguiera tomando la píldora?
Durante
los siete días transcurridos, se había repetido una y mil veces que él no tenía
derecho a pedirle nada. Pero eso no había impedido que la deseara con más
fuerza que nunca ni que recordara cada detalle de aquella noche.
Desde
el jardín, podía ver que Lali se había quedado dormida en el sofá. Tenía un
aspecto absolutamente apacible, como si fuera el ser más inocente del mundo. Peter
la admiró y pensó que se estaba convirtiendo en una parte fundamental de su
vida; una presencia que agradecía de día y que añoraba de noche, cuando se
acostaba solo en la cama y revivía sus dos encuentros amorosos.
Lali
no le había hecho la menor recriminación. A decir verdad, ni siquiera había
contestado mal a sus múltiples salidas de tono, fruto de la frustración que
sentía. Se había limitado a concederle más espacio y marcar las distancias.
Un
momento después, Lali abrió los ojos. Luego, sin darse cuenta de que él la
estaba observando desde el jardín, se levantó del sofá y se estiró.
Al
hacerlo, la camiseta se le subió un poco y él pudo ver la suave piel de su estómago,
que le excitó tanto como siempre. Había sido una semana muy difícil. Habría
dado cualquier cosa por tomarla allí mismo. Pero seguía convencido de que Lali
merecía algo mejor que un hombre como él. Merecía un hombre capaz de amar.
Se
alejó hacia la bodega. Necesitaba hacer algo para gastar la energía que estaba
acumulando. Pero tenía la sospecha de que etiquetar botellas no era
precisamente lo que necesitaba.
Varias
horas después, se sentía profundamente satisfecho. Había estado etiquetando
botellas todo el día y no tenía ninguna duda de que su pinot noir era el mejor
vino que había salido jamás de su bodega. Solo había alrededor de cuatrocientas
cajas, pero bastarían para dar un impulso a la marca, Vinos Benoit. Y si la
cosecha del año siguiente era tan buena como la de ese año, su reputación
subiría como la espuma.
Al
oír la puerta, se sobresaltó. Era Lali, que cruzó la bodega y entró en su
pequeño despacho con el sol de última hora de la tarde a la espalda.
—¿Dónde
está Azul? —preguntó él.
—Con
Lucas, en casa de Agus y Cande —respondió ella—. Pasaré a recogerla dentro de
una hora.
—¿Dentro
de una hora?
Peter
arqueó una ceja. No estaba pensando en su hija, sino en las cosas que podía
hacer con Lali en sesenta minutos.
—Sí,
Lucas y ella se llevan muy bien. Además, me ha parecido que es bueno que salga
de vez en cuando de casa. La semana que viene, le devolveré el favor a Cande.
Espero que no te importe... Quizá te lo debería haber preguntado.
Peter
se maldijo en silencio. Se había portado tan mal con ella que ahora se sentía
obligada a disculparse constantemente.
—No
te preocupes, Lali. Si a ti te parece bien, está bien —sentenció—. Pero, ¿qué
haces aquí? ¿Necesitas algo?
—Quería
saber si esta noche vas a cenar con nosotras. Si no te apetece, dejaré tu
comida en el horno.
—Déjala
en el horno.
Ella
suspiró.
—¿Qué
ocurre? —preguntó Peter.
Ella
se encogió de hombros.
—Nada.
—Acabas
de suspirar. Es obvio que te pasa algo.
—Bueno,
si te empeñas... Sinceramente, me estoy cansando de que nos evites a Azul y a
mí. ¿Es porque nos acostamos? ¿O por otra cosa?
Esta
vez fue él quien suspiró.
—Es
porque no quiero que te hagas ilusiones.
—¿Porque
no quieres que me haga ilusiones? —repitió ella—. Ah, comprendo... Crees que me
voy a volver loca por ti, ¿verdad?
Peter
no dijo nada.
—Pues
no te preocupes por mí. Conozco el terreno que piso —continuó ella—. Sin
embargo, tu comportamiento de esta semana me parece inadmisible. Te guste o no,
Azul es tu hija. Puedo entender que marques las distancias conmigo, pero no con
ella. ¿Cuándo vas a asumir tus responsabilidades?
—Por
Dios, Lali... ¿Es que le falta algo? Tiene cama, comida, ropa y un techo bajo
el que dormir. ¿Qué más necesita?
—Tu
amor.
Peter
se levantó y se pasó una mano por el pelo.
—No
me necesita a mí. Ya os tiene a Catherine y a ti.
—Eso
no es suficiente —alegó.
—Pues
tendrá que serlo. Yo no le puedo ofrecer nada.
—No
digas tonterías.
Él
frunció el ceño.
—¿Tonterías?
¿Qué pasa, que ahora me conoces mejor que yo mismo? —ironizó.
—Simplemente,
te conozco lo necesario como para saber que no eres el hombre frío y distante
que finges ser. Peter Lanzani no es así.
—¿Y
cómo es?
Ella
dio un paso adelante y se detuvo tan cerca que Peter podía sentir el calor de
su cuerpo; tan cerca que estuvo a punto de dejarse llevar y tomarla entre sus
brazos. Entonces, ella le clavó un dedo en el pecho.
—Es
el hombre que está aquí dentro, el que tú no dejas salir —afirmó—. No sé por
qué te empeñas en aislarte del mundo, pero es hora de que te liberes de tu
pesar. ¿No crees que ya has sufrido bastante? ¿No crees que mereces vivir un
poco?
Lali
se apartó.
—Lo
dices como si me estuviera imponiendo algún tipo de penitencia.
—¿Y
cómo lo llamarías tú? Te estás castigando por algo que no es culpa tuya y que
no puedes cambiar. Tú no mataste a Euge. No eres responsable de lo que pasó.
Peter
le dio la espalda. No quería que viera su cara de angustia.
—¿
Peter?
Lali
le puso una mano en el hombro.
—Estás
muy equivocada, ¿sabes? Soy responsable de lo que pasó. Euge murió por culpa de
mis expectativas.
—Eso
no es verdad...
—Si
no hubiera estado tan obsesionado con tener una familia, con llenar la casa de
niños, Euge no habría perdido la vida.
—No
digas esas cosas, Peter. No sabes lo que habría pasado en otras circunstancias...
Además, también era su sueño. En la carta que me escribió, decía que estaba
dispuesta a hacer cualquier cosa y a correr cualquier riesgo por ser madre.
—¡Pero
murió, Lali! —la interrumpió él, desesperado—. ¡Y es culpa mía!
Lali
lo miró con desconcierto. Era verdad. Se sentía culpable de la muerte de su
esposa.
—Pasó
lo que pasó, Peter. Ni tú ni ella lo podíais saber. Ni los propios médicos
habrían pensado que...
—Tú
no lo entiendes, Lali. Yo no sabía nada de su enfermedad. Lo mantuvo en
secreto. No me habló de los riesgos que corría si se quedaba embarazada... Si
yo lo hubiera sabido, me habría asegurado de que no diera ese paso.
—Estoy
segura de ello, pero la decisión también era suya —le recordó—. Y tu esposa
quería tener hijos.
—Y
yo la quería a ella.
La
voz de Peter sonó tan triste que, durante unos segundos, Lali se quedó callada.
Pero se acordó de la niña y dijo:
—En
cualquier caso, no puedes culpar a Azul. Ella no tiene la culpa. No lo merece.
—Yo
no la culpo.
—¿Y
esperas que te crea? No eres capaz de estar con ella más de cinco minutos, y
nunca si estáis solos —le recriminó.
Peter
sacudió la cabeza.
—No
es lo que piensas. No la culpo. Es que no me puedo arriesgar a quererla.
Lali
se quedó anonadada.
—¿Cómo
puedes decir eso?
—Lo
digo porque es verdad. No la puedo amar, no la quiero amar. ¿Qué pasaría si la
pierdo como perdí a Euge?
—¿Y
qué pasará si vive cien años? —replicó con rapidez.
—Azul
nació antes de tiempo y estuvo muy enferma durante el primer mes de vida...
—¿Y
qué? Lo ha superado. Es una luchadora; una niña fuerte y saludable que necesita
un padre, no un cobarde capaz de pagar a otra persona para que se haga cargo de
sus obligaciones.
Peter
la miró con ira.
—¿Me
estás llamando cobarde?
Lali
tuvo que hacer un esfuerzo para no apartar la mirada. Había ido demasiado
lejos, pero ya no tenía remedio.
—Me
temo que sí.
—Lali...
—Ni
siquiera puedes hablar conmigo de lo que pasó la semana pasada, de lo que
ocurrió entre nosotros —siguió ella—. Te has dedicado a esconderte y a evitarme
durante días. ¿Por qué, Peter? ¿No puedes admitir que te gustó? ¿No puedes
admitir que hasta tú mereces un poco de felicidad?
—¡No,
no la merezco! —gritó—. ¡Es una traición!
—¿A
Euge? Por duro y cruel que sea, Euge está muerta y tú estás vivo, aunque te
comportes como si no lo estuvieras —declaró—. Además, Euge no habría querido
que te encerraras en vida y te alejaras de todas las personas que te quieren;
sobre todo, de una hija que te necesita desesperadamente.
—¿Qué
estás diciendo? ¿Qué me acueste contigo cada vez que me apetece? ¿Qué finja que
estoy vivo?
—Si
es necesario...
Él
se acercó y la agarró por los brazos. Vibraba de energía. Lali pensó que estaba
con el verdadero Peter Lanzani; un hombre tan apasionado como incapaz de
hacerle daño en ningún sentido.
—Y
si digo que te quiero ahora, aquí mismo, ¿qué contestarías?
Lali
lo miró a los ojos.
—Que
solo tenemos cuarenta minutos. Si te parece suficiente...
—Lo
será. Por ahora.
Peter
la besó. Lali le metió las manos por debajo del jersey y le acarició el
estómago. Los siete días transcurridos desde su noche de amor solo habían
servido para que se desearan con más fuerza que antes.
Al
cabo de unos segundos, él le desabrochó el botón de los vaqueros, le bajó la
cremallera e introdujo una mano entre sus braguitas. Ella intentó separar las
piernas, pero el pantalón se lo impedía y le molestó tanto que se lo quitó a
toda prisa, junto con los zapatos y las propias braguitas. Luego, lo desnudó
con la misma desesperación y cerró los dedos sobre la larga y dura superficie
de su sexo.
En
respuesta, Peter le introdujo un dedo y dijo:
—Estás
tan húmeda...
Mientras
la acariciaba con una mano, le levantó la sudadera y el sostén de algodón. Al
verse así, ella deseó haberse puesto algo más bonito, más excitante; pero dejó
de pensar cuando él encontró el cierre del sostén, se lo quitó de encima y le
empezó a succionar un pezón. Lali gritó, encantada. Peter le lamió el otro pezón sin dejar de masturbarla.
Pero ella quería más, mucho más, de modo que se sentó en la mesa y separó los
muslos para que la penetrara. Peter no se hizo de rogar. Entró en ella e impuso
un ritmo que los dejó sin aliento. Lali estaba tan cerca del orgasmo que lo
alcanzó en uninstante, asombrada de su intensidad. Peter la llevaba a cumbres
que no había conocido con ningún otro hombre. En su estado apenas consciente,
completamente dominada por el placer que sentía, casi no notó la última
acometida de su amante, que soltó un gemido de satisfacción y, por fin, se
quedó inmóvil.
Minutos
después, Peter se apartó de ella y dijo:
—Quédate
aquí.
Ella
sonrió.
—Creo
que no me podría mover aunque quisiera...
Peter
soltó una carcajada y se visitó con rapidez. Luego, salió del pequeño despacho
de la bodega y volvió enseguida con un paño húmedo, que usó para limpiar a Lali.
—No
es necesario que hagas eso —dijo ella—. Puedo hacerlo yo.
Peter
volvió a sonreír.
—De
todas formas, ya he terminado...
Él
volvió a salir de la habitación. Lali bajó de la mesa y alcanzó las braguitas.
Se sentía tan débil que tuvo la impresión de que las piernas no la sostendrían,
pero hizo un esfuerzo y se empezó a vestir.
Ya
había terminado cuando Peter regresó y la miró con intensidad.
Lali
respiró hondo y se preguntó qué iba a pasar ahora.
—Tenemos
que hablar —dijo él.
—¿Es
que no estábamos hablando antes? —replicó ella con humor.
Él
sacudió la cabeza.
—Me
refería a hablar de nosotros.
—¿De
nosotros? ¿No quieres que volvamos a...?
Lali
no fue capaz de terminar la frase. Tenía miedo de que Peter quisiera poner fin
a lo que compartían.
—Por
supuesto que quiero. Pero también quiero dejar claro que solo te puedo dar una
relación puramente sexual, Lali. Es lo único que te puedo ofrecer. Te has
empeñado en que vuelva a vivir y estoy dispuesto a concederte ese deseo... Sin
embargo, tendrá que ser con mis condiciones. Seremos amantes, nada más —dijo—.
Si te parece suficiente, claro.
Él
la miró con detenimiento, esperando su respuesta. Esperaba que su expresión la
traicionara y le diera alguna pista
sobre sus sentimientos; pero ella se limitó a asentir y a devolverle la mirada
con gesto impasible.
—¿Estás
segura, Lali? Porque, si no lo estás, es mejor que no sigamos adelante. No
quiero que te hagas ilusiones y empieces a pensar en el amor y en un futuro
juntos. No volveré a transitar ese camino. No me siento capaz.
Ella
se mordió el labio inferior, con una expresión de tristeza tan reveladora que a
Peter se le hizo un nudo en la garganta. Lali necesitaba más. Por supuesto que
necesitaba más. Estaba en su forma de ser; quería amar y ser amada a cambio. Desgraciadamente,
él no buscaba el amor. Ni podía aceptar el suyo ni estaba dispuesto a
devolvérselo.
—Necesito
tiempo para pensarlo, Peter.
—Si
necesitas tiempo para pensarlo, es que tienes dudas. Y, si tienes dudas, quizás
sea mejor que lo olvidemos todo.
A
Lali le cambió la expresión. Sus ojos pasaron de la tristeza a una intensidad
repentina y, después, para sorpresa de Peter, asintió.
—Muy
bien. Acepto.
—¿Aceptas?
Peter
no lo podía creer. Le estaba dando la respuesta que deseaba escuchar.
—Sí...
—contestó tras un momento de inseguridad—. Seré tu amante.
—¿Sin
vínculos emocionales?
Ella
asintió otra vez.
—Sin
vínculos emocionales.
—Y
seguirás tomando la píldora. No quiero que cometamos ningún error. Lamento no
haber usado preservativo el otro día.
Peter
se dijo que sería mejor que lo usara a partir de entonces. Toda precaución era
poca.
—Sigo
tomando la píldora, Peter. No tengo intención de dejarla.
—Excelente.
—¿Hay
más cosas que debamos tratar?
—Solo
una más.
—¿Cuál?
—¿Qué
vamos a hacer con las habitaciones? Yo no puedo dormir en la tuya.
Ella
se encogió de hombros.
—Entonces,
me quedaré en tu dormitorio. Si me quieres en él toda la noche.
—Desde
luego que sí.
Lali
respiró hondo.
—¿Eso
es todo?
—Sí.
—Entonces,
iré a buscar a Azul
Peter
se acercó a la ventana y miró a Lali, que se alejó por la colina.
Se
sentía como si hubiera cambiado algo entre ellos y no fuera precisamente para
mejor. Ni siquiera estaba seguro de haber tomado la decisión correcta.
Cuando
volvió al trabajo, prefirió no pensar en lo mucho que había deseado abrazarla y
hacerle el amor, una y otra vez. Prefirió pensar que ya tendrían tiempo por la
noche, en la oscuridad de su habitación.
CONTINUARÁ.... ¡Hola! Primero que todo, lo siento por no subir. Realmente no tengo excusas,no tenia muchas ganas de meterme en el ordenador simplemente. Pero bueno, aquí estoy y voy a compensar por no haber subido estos días haciendo una maratón, así que en un rato subo el próximo capítulo.
Massssss
ResponderEliminarYa extrañaba la Nové !!!
ResponderEliminarTiene tanto amor para dar ,pero se niega a si mismo
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