viernes, 31 de julio de 2015

Capítulo 11

Lali tomó sus bocetos y salió de la habitación. Al llegar al dormitorioprincipal, se puso a recoger sus cosas. Y entonces, rompió a llorar.
Estaba acostumbrada al dolor. Había perdido a su madre y, poco después, a Euge. Pero aquello era distinto; no se parecía nada. Peter no la necesitaba, no la quería, no la amaba. Y le dolía terriblemente.
Entró en el vestidor para sacar la maleta y, al ver la ropa de Euge, se emocionó un poco más.
—Lo siento, Euge. Te he fallado —se dijo en voz alta—. Pensé que lo conseguiría, que, si tenía la paciencia necesaria, lograría que Peter volviera a vivir. Pero he fallado. Lo siento, amiga mía. Lo siento por todo, pero, especialmente, porque permití que mis sentimientos por Peter seinterpusieran en nuestra amistad.
En ese momento, oyó que Azul se había despertado y que Peter había entrado en la habitación para cuidar de su hija.
—Al menos, he conseguido que se sienta más cerca de ella, que se comporte como un padre de verdad...
Lali alcanzó la maleta, la llevó al dormitorio y empezó a guardar suspertenencias. A continuación, se secó las lágrimas e hizo un esfuerzo por recuperar el aplomo. Necesitaba estar tranquila para despedirse de Azul y, quizás, del propio Peter.
Respiró hondo y salió del dormitorio tras echar un vistazo al que había sido su hogar durante tantas semanas. Habría dado cualquier cosa por quedarse allí, pero no podía. Sería mejor que lo asumiera y se marchara sin mirar atrás.
Mientras avanzaba por el pasillo, apareció Jenny con la niña en brazos.
En cuanto la vio, Azul saltó al suelo y corrió hacia ella. Lali la abrazó con fuerza y se la devolvió a la niñera, intentando mantener la calma.
—Bueno, será mejor que me marche... Si me he dejado algo, te ruego que me lo envíes. Catherine tiene mi dirección.
Jenny sonrió.
—Así lo haré. Y gracias por haberme ayudado tanto esta semana. Si no hubieras estado presente, habría sido mucho más difícil.
Lali le devolvió la sonrisa.
—De nada... ¿Sabes dónde está Peter? Me gustaría despedirme de él.
—Creo que ha ido a la bodega. Ha dicho que tenía que cargar unas cajas de vino en un camión, o algo así.
—Comprendo.
Lali respiró hondo y tomó la maleta, que había dejado en el suelo.
—Bueno, me voy. Me espera un largo viaje.

* * *
—Voy a matar a ese hombre —bramó Cristian Gomez—. No voy a permitir que traten así a mi hermanastra.
Carlos, el padre de Lali, había quedado con Ana y su marido para ir a recoger a Lali a Akaroa. Pero Carlos estaba tan fuera de sí que, al final, optaron por dejarlo en casa.
—No es culpa suya, Cris —dijo Lali —. Peter no me ha engañado. Me metí en ese lío sola, a sabiendas de lo que podía ocurrir.
—Lo que ha hecho ese tipo no tiene justificación alguna —insistió Cris, furioso.
—Vamos, Cris... Intenta ponerte en su lugar. Imagina que te has casado con una mujer que se queda embarazada sin decirte que el parto puede acabar con su vida. Imagina que muere cuando da a luz y que, después, por si eso fuera poco, te cruzas con otra mujer que te vuelve a mentir en un asunto importante.
Ana se acercó a su marido y le pasó un brazo alrededor de la cintura.
—Déjalo ya, Cris. Lali necesita nuestro apoyo, no tu censura.
—Yo no estoy enfadado con ella —protestó Cris—. Es que no me gusta que le hagan daño.
—A mí tampoco me gusta. Pero Lali es una mujer adulta, perfectamente capaz de tomar sus propias decisiones.
—Y perfectamente capaz de sobrevivir a ellas —intervino Lali—. Pero os agradezco mucho que hayáis venido a buscarme; no sabéis cuánto...
Alexis no terminó la frase. Rompió a llorar otra vez.
—Oh, lo siento. No sé qué me pasa, pero no puedo dejar de llorar.
Ana le acarició la mejilla.
—Lo comprendo, Lali.
Cuando llegaron a la casa de su padre, ya era de madrugada; pero todas las luces estaban encendidas.
Lali se frotó los ojos y soltó un suspiro de alivio al distinguir a su padre en el porche. Abrió la portezuela, salió corriendo hacia él y se arrojó a sus brazos.
Carlos susurró unas palabras cariñosas en su idioma materno, el italiano.
Por fin estaba en su hogar, a salvo. Lali se preguntó si Azul llegaría a tener una sensación de seguridad tan profunda como la que ella tenía cuando estaba con su padre.
Peter se levantó el cuello de la chaqueta para protegerse del frío. Habían pasado cuatro semanas, tres días y dos horas desde que Lali se fue.
La extrañaba terriblemente. Y no solo desde un punto de vista físico. La echaba tanto de menos que no soportaba estar en la casa porque todo le recordaba a ella. Además, Azul estaba tan nerviosa que Jenny no sabía qué hacer con ella, la niña solo se tranquilizaba cuando estaba con él, y cada vez era más exigente.
Con el paso del tiempo, Peter había llegado a comprender que Lali había hecho mucho más que ser una buena niñera. Le había hecho ver sus defectos como padre y como hombre. Le había hecho ver que no se podía esconder en su trabajo ni delegar sus responsabilidades, que los problemas no desparecían por el simple hecho de que él se tapara los ojos.
Ahora sabía que se había comportado como un estúpido. Por eso se había acercado a la tumba de Euge, en la que dejó un ramo de rosas amarillas, sus flores favoritas.
Se arrodilló sobre la fría lápida y se quedó en silencio un buen rato. No había estado en el cementerio desde el día del entierro. Se había intentado convencer de que no importaba, de que Euge no estaba realmente en aquellugar. Y, evidentemente, no estaba. Pero necesitaba hablar con ella.
Respiró hondo y dijo:
—Hola, Euge, soy yo. Sé que debería haber venido antes, pero estaba tan enfadado contigo que no podía pensar con claridad.
Peter se pasó una mano por el pelo.
—¿Por qué no me dijiste lo que te pasaba? ¿Por qué guardaste el secreto? Yo quería una familia, pero te quería más a ti. ¿Por qué no me lo contaste?
Tras unos segundos de espera, siguió hablando.
—Nuestra hija es preciosa, Euge. Es igual que tú. Pero yo estaba tan encerrado en mí mismo, tan enfadado contigo y con el mundo, que tenía miedo de acercarme a ella... Menos mal que, al final, he entrado en razón. Y es una chica maravillosa. Lali y Catherine me han ayudado mucho, ¿sabes? Sobre todo, Lali.
Peter suspiró.
—Cuando llegó a casa, despertó algo en mí que no quería volver a sentir.
Me sacó de mi encierro y me enseñó a amar otra vez, pero yo fui tan estúpido que la eché de mi lado. No sabes cuánto me arrepiento... Hoy he venido porque quiero que sepas que, pase lo que pase, no te olvidaré nunca. Te quise con toda mi alma y tú me diste el regalo de una hija. Pase lo que pase, te llevaré siempre en mi corazón.
Peter se levantó. Luego, volvió a mirar la lápida bajo la que  descansaban los restos de su difunta esposa y caminó hacia la salida del cementerio. Hacia su futuro.
Catherine le había dicho que estaba haciendo lo correcto, y Peter se lo recordó una y otra vez mientras conducía por la carretera.
Aún tenía dudas, pero por fin sabía lo que quería. Cuando le confesó a Catherine que iba en busca de Lali, ella se limitó a sonreír y a decir que ya era hora. Y tenía razón. Así que, a la mañana siguiente, se subió al coche y se puso en marcha tras dejar a la niña al cuidado de Catherine, porque Jenny tenía el día libre.
Tras varias horas de viaje, se detuvo en Kaikoura para llamar a Catherine y asegurarse de que su hija se encontraba bien. Habló con ella diez minutos y, a continuación, volvió al coche. Hora y media después, llegó a casa de Lali y detuvo el vehículo en el vado. Estaba tan nervioso que tenía la sensación de que el corazón se le iba a salir por la boca.
¿Había hecho bien al dirigirse directamente a su casa? ¿No habría sido mejor que la llamara antes?
—A buenas horas... —se dijo en voz alta.
Salió del coche y se dirigió corriendo a la entrada del edificio; se había puesto a llover.
Alzó un brazo y llamó al timbre. Un hombre de edad avanzada y cabello canoso le abrió la puerta.
—Buenos días —dijo con un marcado acento inglés—. ¿En qué le puedo ayudar?
—Me preguntaba si Lali está en casa... —replicó Peter inseguro.
El hombre frunció el ceño.
—Yo soy su padre, Carlos Espósito.
Peter asintió y le estrechó la mano.
—Encantado de conocerlo, señor Espósito. Soy Peter Lanzani.
El padre de Lali apartó la mano al instante.
—¿Se puede saber qué hace aquí?
—Quería hablar con su hija.
—Ah, vaya, ahora quiere hablar con ella.
—Si es posible, sí. Sé que debería haberlo hecho antes, pero... ¿Puedo entrar?
Carlos sacudió la cabeza.
—Eso no es decisión mía, jovencito. Pero tiene suerte; porque, si fuera por mí, ya lo habría echado a patadas.
Peter tragó saliva.
—Por favor, señor Espósito... Se lo ruego. Sé que me he portado mal con su hija. Sé que le he hecho daño y que...
Carlos lo miró con ira.
—¿Que le ha hecho daño? Ha hecho mucho más que hacerle daño. Mi hija está profundamente deprimida. Cuando se marchó de aquí, estaba llena de esperanza... Cuando volvió, era una sombra de lo que había sido.
—Lo siento —insistió Peter, avergonzado—. Lo siento sinceramente.
—Sus disculpas no significan nada para mí. Usted es un hombre que niega el afecto a su propia hija; un hombre que desprecia el amor de la mía y que, no contento con ello, la echa de su casa cuando las cosas se ponen difíciles. Su comportamiento me parece despreciable, señor Lanzani. Pero no soy yo quien lo debe disculpar, sino Lali.
—Entonces, permítame que la vea. Deje que hable con ella —le rogó.
—No.
A Peter se le encogió el corazón.
—¿No? ¿Es que no me quiere ver?
—Es que no está en casa todavía —contestó—. Si está decidido a hablar con ella, puede esperar aquí. Pero prométame una cosa.
—Lo que sea.
—Si se le pide que marche, márchese. Y no vuelva nunca.
La idea de no volver a ver a Lali, de no volver a contemplar su cara de felicidad cuando estaba contenta y su gesto de concentración cuando trabajaba en sus bocetos, se le hizo insoportable. Pero era posible que la hubiera perdido para siempre. A fin de cuentas, su padre tenía razón: la había echado de su casa y había despreciado su afecto.
—Si es lo que Lali quiere, me iré.
Carlos asintió.
—En tal caso, espere en el porche. Sin el permiso de mi hija, no lo puedo invitar a mi casa —sentenció.
Carlos le cerró la puerta en las narices. Peter se sentó en una de las sillas y pensó que se lo tenía bien merecido. La ropa se le había mojado y tenía frío, lo cual auguraba una espera de lo más incómoda, pero no le importó, haría lo que fuera por retomar su relación con Lali. Y esta vez, si ella se lo permitía, no volvería a estropear las cosas.
Estaba lloviendo y la carretera no se encontraba en buenas condiciones, así que Lali conducía con cuidado.
Estaba contenta. Tenía un padre que la adoraba, una hermanastra que la quería con locura, un cuñado que era casi un hermano para ella y un niño que crecía en su interior. Incluso tenía una empresa que iba viento en popa.
Lo tenía todo. Todo salvo el amor del hombre del que se había enamorado.
Ya estaba llegando a la casa cuando vio un coche aparcado en la parte delantera. A Lali le extrañó que su padre tuviera visita. Había hablado por teléfono con él y no le había dicho nada. Y al distinguir la matrícula del gran todoterreno negro, se estremeció.
—No pasa nada —dijo, llevándose una mano al estómago—. Tu padre ha venido a vernos.
Detuvo el vehículo y alcanzó el paraguas para salir. De repente, Peter abrió la portezuela y la miró. Ella se quedó helada en el asiento.
—Yo me encargo del paraguas —dijo él.
Peter lo abrió y esperó a que Lali saliera.
—Gracias. ¿Qué haces aquí?
—Te estaba esperando.
Al llegar al porche, Peter cerró el paraguas y lo sacudió. Lali lo miró con detenimiento y pensó que seguía tan guapo y atractivo como siempre.
Pero estaba decidida a seguir con su vida, había tomado una decisión y no la iba a cambiar si Peter no le ofrecía lo que necesitaba.
Él se estremeció y ella se dio cuenta de que estaba empapado.
—Entra en casa. Será mejor que te seques. ¿Cuánto tiempo llevas aquí?
—Una hora, más o menos.
—¿En el porche? Dios mío, te habrás quedado helado... ¿Es que mi padre no está en casa?
Peter sonrió con debilidad.
—Oh, sí. Claro que está.
—Ah...
Lali abrió la puerta y lo acompañó al vestíbulo.
—¿Papá? Ya estoy en casa.
Su padre apareció de inmediato.
—¿Le has dejado entrar? —preguntó.
—Ha hecho un viaje muy largo para llegar aquí. Y está lloviendo.
Carlos frunció el ceño.
—Está bien, como quieras. Os dejaré a solas para que podáis hablar.
Estaré en casa de Cris y Ana. Si me necesitas, llámame.
—Por supuesto.
Su padre se acercó a ella se puso una gabardina y, antes de salir de la casa, dijo:
Ti amo, Lali.
Tras unos segundos de silencio incómodo, Lali le ofreció a Peter una toalla para que se secara.
— Lali...
—Muy bien, te escucho —dijo ella.
Peter se frotó mandíbula.
—He venido para pedirte disculpas. Te he tratado mal. Merecías mucho más de lo que te he dado. Estaba tan preocupado por mí mismo... Me ofreciste una luz en mitad de la oscuridad. Lograste que volviera a sentir, pero sentí tanto que me asusté y, al final, te aparté de mí.
Lali le dejó hablar.
—No quería volver a sentirme vulnerable. La muerte de Euge me dolió tanto que me dejó un vacío intenso... La simple idea de enamorarme de otra persona me parecía inadmisible. Pensaba que no merecía el amor.
»Cuando llegaste a mi casa, yo estaba encerrado en mí mismo. Tenía miedo de todo. Había dejado de vivir. Sin embargo, tú te empeñaste en devolverme la vida... y no aceptabas un no por respuesta. Me acordaba mucho de lo que sentí la primera vez que te vi. Me causaste una impresión tan profunda que pensé en ti durante meses.
Ella frunció el ceño.
—Sé que tú sentiste lo mismo que yo. Por eso te alejaste de Euge, ¿verdad?
—Sí —contestó en un susurro.
Lali cerró los ojos, avergonzada. Si Peter se había dado cuenta, cabía la posibilidad de que Bree también lo hubiera notado.
—Yo adoraba a mi esposa, pero, por alguna razón, también me sentía atraído por ti. Y cuando volviste, esas emociones renacieron —declaró con voz rota—. No sabes cuánto te odié... Por lo que me hacías sentir y porque me parecía que estaba traicionando a Euge.
Lali guardó silencio.
—Pero también te traicioné a ti, ¿sabes? —continuó él—. Traicioné tu confianza y tu amor. No sabes cuánto lo siento. Primero me diste el regalo de tu afecto y, después, el de tu embarazo. Pero estaba tan preocupado con la posibilidad de que te pasara lo mismo que a Bree, tan preocupado con la posibilidad de que la historia se estuviera repitiendo, que me alejé aún más. Lo siento mucho, Lali. ¿Serás capaz de perdonarme?
Lali suspiró.
—Peter, me has hecho mucho daño. Cuando me fui de tu casa, estaba tan destrozada que no creía que lo pudiera superar. Con el tiempo, he conseguido recuperarme y empezar a hacer planes de futuro — Lali sacudió la cabeza—. No lo sé. Simplemente, no sé si puedo volver a confiar en ti.
—Siento haberte hecho daño —dijo en voz baja—. Estoy enamorado de ti, Lali, te quiero tanto que me duele enormemente lo que te he hecho.
Haré lo que sea necesario, lo que tú quieras. Deja que te dé el amor que mereces. Deja que te demuestre lo mucho que significas para mí, lo mucho que nuestro hijo significa para mí.
—Nuestros hijos —puntualizó ella.
Él la miró con desconcierto.
—¿Hijos?
—Dos, para ser exactos.
Peter se quedó atónito al saber que iba a ser padre de gemelos. Pero, en lugar de preocuparse, sonrió de oreja a oreja.
—¡Dos hijos! Dios mío... ¿Desde cuándo lo sabes?
—Desde mi primera cita con el doctor Taylor.
—Oh, Lali... —Peter la abrazó—. Te aseguro que dedicaré el resto de mi vida a hacerte feliz. Me has dado tanto, me has enseñado tanto... Has hecho que sea un buen padre para Azul y, sobre todo, me has devuelto el amor. Te lo debo todo.
—No me debes nada salvo tu amor, Peter. Si eres capaz de darlo...
—Es todo tuyo, mi vida. Yo soy todo tuyo —afirmó—. No te puedo prometer que no cometa más errores en el futuro... a fin de cuentas, soy humano. Pero te prometo que intentaré ser el mejor hombre que pueda, el mejor marido y el mejor padre.
—¿El mejor marido?
—Por supuesto. Quiero que seas mi esposa, Lali. Quiero estar contigo hasta el fin de mis días...
De repente, Peter se levantó del sofá y se arrodilló ante ella.
—¿Te quieres casar conmigo? ¿Quieres que criemos juntos a Azul y a nuestros dos hijos?
—Oh, Peter... Por supuesto que quiero —contestó, emocionada—. Sí, claro que sí. Me casaré contigo y estaré siempre a tu lado. Estoy enamorada de ti desde que te vi por primera vez, pero jamás pensé que
tuviera esta oportunidad... Y te aseguro que no la voy a desaprovechar. Te amo, Peter. Con toda mi alma.
Lali se arrodilló junto a él y lo abrazó.
—No te arrepentirás, Lali —dijo él—. Seré el mejor de los maridos y el mejor de los padres mientras tú me quieras.
—Entonces, lo serás para siempre.

Lali lo miró a los ojos y lo besó.



FIN

3 comentarios:

  1. Awwwww que amooorrrrrr.
    Me encanto la Nové esperó que sigas subiendo estas genialidades
    @x_ferreyra7

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  2. Me encanto la novela.

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  3. Va a tener la gran familia k siempre quiso.

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