Lali
tomó sus bocetos y salió de la habitación. Al llegar al dormitorioprincipal, se
puso a recoger sus cosas. Y entonces, rompió a llorar.
Estaba
acostumbrada al dolor. Había perdido a su madre y, poco después, a Euge. Pero
aquello era distinto; no se parecía nada. Peter no la necesitaba, no la quería,
no la amaba. Y le dolía terriblemente.
Entró
en el vestidor para sacar la maleta y, al ver la ropa de Euge, se emocionó un
poco más.
—Lo
siento, Euge. Te he fallado —se dijo en voz alta—. Pensé que lo conseguiría,
que, si tenía la paciencia necesaria, lograría que Peter volviera a vivir. Pero
he fallado. Lo siento, amiga mía. Lo siento por todo, pero, especialmente,
porque permití que mis sentimientos por Peter seinterpusieran en nuestra
amistad.
En
ese momento, oyó que Azul se había despertado y que Peter había entrado en la
habitación para cuidar de su hija.
—Al
menos, he conseguido que se sienta más cerca de ella, que se comporte como un
padre de verdad...
Lali
alcanzó la maleta, la llevó al dormitorio y empezó a guardar suspertenencias. A
continuación, se secó las lágrimas e hizo un esfuerzo por recuperar el aplomo.
Necesitaba estar tranquila para despedirse de Azul y, quizás, del propio Peter.
Respiró
hondo y salió del dormitorio tras echar un vistazo al que había sido su hogar
durante tantas semanas. Habría dado cualquier cosa por quedarse allí, pero no
podía. Sería mejor que lo asumiera y se marchara sin mirar atrás.
Mientras
avanzaba por el pasillo, apareció Jenny con la niña en brazos.
En
cuanto la vio, Azul saltó al suelo y corrió hacia ella. Lali la abrazó con
fuerza y se la devolvió a la niñera, intentando mantener la calma.
—Bueno,
será mejor que me marche... Si me he dejado algo, te ruego que me lo envíes.
Catherine tiene mi dirección.
Jenny
sonrió.
—Así
lo haré. Y gracias por haberme ayudado tanto esta semana. Si no hubieras estado
presente, habría sido mucho más difícil.
Lali
le devolvió la sonrisa.
—De
nada... ¿Sabes dónde está Peter? Me gustaría despedirme de él.
—Creo
que ha ido a la bodega. Ha dicho que tenía que cargar unas cajas de vino en un
camión, o algo así.
—Comprendo.
Lali
respiró hondo y tomó la maleta, que había dejado en el suelo.
—Bueno,
me voy. Me espera un largo viaje.
* * *
—Voy
a matar a ese hombre —bramó Cristian Gomez—. No voy a permitir que traten así a
mi hermanastra.
Carlos,
el padre de Lali, había quedado con Ana y su marido para ir a recoger a Lali a
Akaroa. Pero Carlos estaba tan fuera de sí que, al final, optaron por dejarlo
en casa.
—No
es culpa suya, Cris —dijo Lali —. Peter no me ha engañado. Me metí en ese lío
sola, a sabiendas de lo que podía ocurrir.
—Lo
que ha hecho ese tipo no tiene justificación alguna —insistió Cris, furioso.
—Vamos,
Cris... Intenta ponerte en su lugar. Imagina que te has casado con una mujer
que se queda embarazada sin decirte que el parto puede acabar con su vida.
Imagina que muere cuando da a luz y que, después, por si eso fuera poco, te
cruzas con otra mujer que te vuelve a mentir en un asunto importante.
Ana
se acercó a su marido y le pasó un brazo alrededor de la cintura.
—Déjalo
ya, Cris. Lali necesita nuestro apoyo, no tu censura.
—Yo
no estoy enfadado con ella —protestó Cris—. Es que no me gusta que le hagan
daño.
—A
mí tampoco me gusta. Pero Lali es una mujer adulta, perfectamente capaz de
tomar sus propias decisiones.
—Y
perfectamente capaz de sobrevivir a ellas —intervino Lali—. Pero os agradezco
mucho que hayáis venido a buscarme; no sabéis cuánto...
Alexis
no terminó la frase. Rompió a llorar otra vez.
—Oh,
lo siento. No sé qué me pasa, pero no puedo dejar de llorar.
Ana
le acarició la mejilla.
—Lo
comprendo, Lali.
Cuando
llegaron a la casa de su padre, ya era de madrugada; pero todas las luces
estaban encendidas.
Lali
se frotó los ojos y soltó un suspiro de alivio al distinguir a su padre en el
porche. Abrió la portezuela, salió corriendo hacia él y se arrojó a sus brazos.
Carlos
susurró unas palabras cariñosas en su idioma materno, el italiano.
Por
fin estaba en su hogar, a salvo. Lali se preguntó si Azul llegaría a tener una
sensación de seguridad tan profunda como la que ella tenía cuando estaba con su
padre.
Peter
se levantó el cuello de la chaqueta para protegerse del frío. Habían pasado
cuatro semanas, tres días y dos horas desde que Lali se fue.
La
extrañaba terriblemente. Y no solo desde un punto de vista físico. La echaba
tanto de menos que no soportaba estar en la casa porque todo le recordaba a
ella. Además, Azul estaba tan nerviosa que Jenny no sabía qué hacer con ella,
la niña solo se tranquilizaba cuando estaba con él, y cada vez era más
exigente.
Con
el paso del tiempo, Peter había llegado a comprender que Lali había hecho mucho
más que ser una buena niñera. Le había hecho ver sus defectos como padre y como
hombre. Le había hecho ver que no se podía esconder en su trabajo ni delegar
sus responsabilidades, que los problemas no desparecían por el simple hecho de
que él se tapara los ojos.
Ahora
sabía que se había comportado como un estúpido. Por eso se había acercado a la
tumba de Euge, en la que dejó un ramo de rosas amarillas, sus flores favoritas.
Se
arrodilló sobre la fría lápida y se quedó en silencio un buen rato. No había
estado en el cementerio desde el día del entierro. Se había intentado convencer
de que no importaba, de que Euge no estaba realmente en aquellugar. Y,
evidentemente, no estaba. Pero necesitaba hablar con ella.
Respiró
hondo y dijo:
—Hola,
Euge, soy yo. Sé que debería haber venido antes, pero estaba tan enfadado
contigo que no podía pensar con claridad.
Peter
se pasó una mano por el pelo.
—¿Por
qué no me dijiste lo que te pasaba? ¿Por qué guardaste el secreto? Yo quería
una familia, pero te quería más a ti. ¿Por qué no me lo contaste?
Tras
unos segundos de espera, siguió hablando.
—Nuestra
hija es preciosa, Euge. Es igual que tú. Pero yo estaba tan encerrado en mí
mismo, tan enfadado contigo y con el mundo, que tenía miedo de acercarme a
ella... Menos mal que, al final, he entrado en razón. Y es una chica
maravillosa. Lali y Catherine me han ayudado mucho, ¿sabes? Sobre todo, Lali.
Peter
suspiró.
—Cuando
llegó a casa, despertó algo en mí que no quería volver a sentir.
Me
sacó de mi encierro y me enseñó a amar otra vez, pero yo fui tan estúpido que
la eché de mi lado. No sabes cuánto me arrepiento... Hoy he venido porque
quiero que sepas que, pase lo que pase, no te olvidaré nunca. Te quise con toda
mi alma y tú me diste el regalo de una hija. Pase lo que pase, te llevaré
siempre en mi corazón.
Peter
se levantó. Luego, volvió a mirar la lápida bajo la que descansaban los restos de su difunta esposa y
caminó hacia la salida del cementerio. Hacia su futuro.
Catherine
le había dicho que estaba haciendo lo correcto, y Peter se lo recordó una y
otra vez mientras conducía por la carretera.
Aún
tenía dudas, pero por fin sabía lo que quería. Cuando le confesó a Catherine
que iba en busca de Lali, ella se limitó a sonreír y a decir que ya era hora. Y
tenía razón. Así que, a la mañana siguiente, se subió al coche y se puso en
marcha tras dejar a la niña al cuidado de Catherine, porque Jenny tenía el día
libre.
Tras
varias horas de viaje, se detuvo en Kaikoura para llamar a Catherine y
asegurarse de que su hija se encontraba bien. Habló con ella diez minutos y, a
continuación, volvió al coche. Hora y media después, llegó a casa de Lali y
detuvo el vehículo en el vado. Estaba tan nervioso que tenía la sensación de
que el corazón se le iba a salir por la boca.
¿Había
hecho bien al dirigirse directamente a su casa? ¿No habría sido mejor que la
llamara antes?
—A
buenas horas... —se dijo en voz alta.
Salió
del coche y se dirigió corriendo a la entrada del edificio; se había puesto a
llover.
Alzó
un brazo y llamó al timbre. Un hombre de edad avanzada y cabello canoso le
abrió la puerta.
—Buenos
días —dijo con un marcado acento inglés—. ¿En qué le puedo ayudar?
—Me
preguntaba si Lali está en casa... —replicó Peter inseguro.
El
hombre frunció el ceño.
—Yo
soy su padre, Carlos Espósito.
Peter
asintió y le estrechó la mano.
—Encantado
de conocerlo, señor Espósito. Soy Peter Lanzani.
El
padre de Lali apartó la mano al instante.
—¿Se
puede saber qué hace aquí?
—Quería
hablar con su hija.
—Ah,
vaya, ahora quiere hablar con ella.
—Si
es posible, sí. Sé que debería haberlo hecho antes, pero... ¿Puedo entrar?
Carlos
sacudió la cabeza.
—Eso
no es decisión mía, jovencito. Pero tiene suerte; porque, si fuera por mí, ya
lo habría echado a patadas.
Peter
tragó saliva.
—Por
favor, señor Espósito... Se lo ruego. Sé que me he portado mal con su hija. Sé
que le he hecho daño y que...
Carlos
lo miró con ira.
—¿Que
le ha hecho daño? Ha hecho mucho más que hacerle daño. Mi hija está
profundamente deprimida. Cuando se marchó de aquí, estaba llena de esperanza...
Cuando volvió, era una sombra de lo que había sido.
—Lo
siento —insistió Peter, avergonzado—. Lo siento sinceramente.
—Sus
disculpas no significan nada para mí. Usted es un hombre que niega el afecto a
su propia hija; un hombre que desprecia el amor de la mía y que, no contento
con ello, la echa de su casa cuando las cosas se ponen difíciles. Su
comportamiento me parece despreciable, señor Lanzani. Pero no soy yo quien lo
debe disculpar, sino Lali.
—Entonces,
permítame que la vea. Deje que hable con ella —le rogó.
—No.
A
Peter se le encogió el corazón.
—¿No?
¿Es que no me quiere ver?
—Es
que no está en casa todavía —contestó—. Si está decidido a hablar con ella,
puede esperar aquí. Pero prométame una cosa.
—Lo
que sea.
—Si
se le pide que marche, márchese. Y no vuelva nunca.
La
idea de no volver a ver a Lali, de no volver a contemplar su cara de felicidad
cuando estaba contenta y su gesto de concentración cuando trabajaba en sus
bocetos, se le hizo insoportable. Pero era posible que la hubiera perdido para
siempre. A fin de cuentas, su padre tenía razón: la había echado de su casa y
había despreciado su afecto.
—Si
es lo que Lali quiere, me iré.
Carlos
asintió.
—En
tal caso, espere en el porche. Sin el permiso de mi hija, no lo puedo invitar a
mi casa —sentenció.
Carlos
le cerró la puerta en las narices. Peter se sentó en una de las sillas y pensó
que se lo tenía bien merecido. La ropa se le había mojado y tenía frío, lo cual
auguraba una espera de lo más incómoda, pero no le importó, haría lo que fuera
por retomar su relación con Lali. Y esta vez, si ella se lo permitía, no
volvería a estropear las cosas.
Estaba
lloviendo y la carretera no se encontraba en buenas condiciones, así que Lali
conducía con cuidado.
Estaba
contenta. Tenía un padre que la adoraba, una hermanastra que la quería con
locura, un cuñado que era casi un hermano para ella y un niño que crecía en su
interior. Incluso tenía una empresa que iba viento en popa.
Lo
tenía todo. Todo salvo el amor del hombre del que se había enamorado.
Ya
estaba llegando a la casa cuando vio un coche aparcado en la parte delantera. A
Lali le extrañó que su padre tuviera visita. Había hablado por teléfono con él
y no le había dicho nada. Y al distinguir la matrícula del gran todoterreno
negro, se estremeció.
—No
pasa nada —dijo, llevándose una mano al estómago—. Tu padre ha venido a vernos.
Detuvo
el vehículo y alcanzó el paraguas para salir. De repente, Peter abrió la
portezuela y la miró. Ella se quedó helada en el asiento.
—Yo
me encargo del paraguas —dijo él.
Peter
lo abrió y esperó a que Lali saliera.
—Gracias.
¿Qué haces aquí?
—Te
estaba esperando.
Al
llegar al porche, Peter cerró el paraguas y lo sacudió. Lali lo miró con
detenimiento y pensó que seguía tan guapo y atractivo como siempre.
Pero
estaba decidida a seguir con su vida, había tomado una decisión y no la iba a
cambiar si Peter no le ofrecía lo que necesitaba.
Él
se estremeció y ella se dio cuenta de que estaba empapado.
—Entra
en casa. Será mejor que te seques. ¿Cuánto tiempo llevas aquí?
—Una
hora, más o menos.
—¿En
el porche? Dios mío, te habrás quedado helado... ¿Es que mi padre no está en
casa?
Peter
sonrió con debilidad.
—Oh,
sí. Claro que está.
—Ah...
Lali
abrió la puerta y lo acompañó al vestíbulo.
—¿Papá?
Ya estoy en casa.
Su
padre apareció de inmediato.
—¿Le
has dejado entrar? —preguntó.
—Ha
hecho un viaje muy largo para llegar aquí. Y está lloviendo.
Carlos
frunció el ceño.
—Está
bien, como quieras. Os dejaré a solas para que podáis hablar.
Estaré
en casa de Cris y Ana. Si me necesitas, llámame.
—Por
supuesto.
Su
padre se acercó a ella se puso una gabardina y, antes de salir de la casa,
dijo:
—Ti amo, Lali.
Tras
unos segundos de silencio incómodo, Lali le ofreció a Peter una toalla para que
se secara.
—
Lali...
—Muy
bien, te escucho —dijo ella.
Peter
se frotó mandíbula.
—He
venido para pedirte disculpas. Te he tratado mal. Merecías mucho más de lo que
te he dado. Estaba tan preocupado por mí mismo... Me ofreciste una luz en mitad
de la oscuridad. Lograste que volviera a sentir, pero sentí tanto que me asusté
y, al final, te aparté de mí.
Lali
le dejó hablar.
—No
quería volver a sentirme vulnerable. La muerte de Euge me dolió tanto que me
dejó un vacío intenso... La simple idea de enamorarme de otra persona me
parecía inadmisible. Pensaba que no merecía el amor.
»Cuando
llegaste a mi casa, yo estaba encerrado en mí mismo. Tenía miedo de todo. Había
dejado de vivir. Sin embargo, tú te empeñaste en devolverme la vida... y no
aceptabas un no por respuesta. Me acordaba mucho de lo que sentí la primera vez
que te vi. Me causaste una impresión tan profunda que pensé en ti durante
meses.
Ella
frunció el ceño.
—Sé
que tú sentiste lo mismo que yo. Por eso te alejaste de Euge, ¿verdad?
—Sí
—contestó en un susurro.
Lali
cerró los ojos, avergonzada. Si Peter se había dado cuenta, cabía la
posibilidad de que Bree también lo hubiera notado.
—Yo
adoraba a mi esposa, pero, por alguna razón, también me sentía atraído por ti.
Y cuando volviste, esas emociones renacieron —declaró con voz rota—. No sabes
cuánto te odié... Por lo que me hacías sentir y porque me parecía que estaba
traicionando a Euge.
Lali
guardó silencio.
—Pero
también te traicioné a ti, ¿sabes? —continuó él—. Traicioné tu confianza y tu
amor. No sabes cuánto lo siento. Primero me diste el regalo de tu afecto y,
después, el de tu embarazo. Pero estaba tan preocupado con la posibilidad de
que te pasara lo mismo que a Bree, tan preocupado con la posibilidad de que la
historia se estuviera repitiendo, que me alejé aún más. Lo siento mucho, Lali.
¿Serás capaz de perdonarme?
Lali
suspiró.
—Peter,
me has hecho mucho daño. Cuando me fui de tu casa, estaba tan destrozada que no
creía que lo pudiera superar. Con el tiempo, he conseguido recuperarme y
empezar a hacer planes de futuro — Lali sacudió la cabeza—. No lo sé.
Simplemente, no sé si puedo volver a confiar en ti.
—Siento
haberte hecho daño —dijo en voz baja—. Estoy enamorado de ti, Lali, te quiero
tanto que me duele enormemente lo que te he hecho.
Haré
lo que sea necesario, lo que tú quieras. Deja que te dé el amor que mereces.
Deja que te demuestre lo mucho que significas para mí, lo mucho que nuestro
hijo significa para mí.
—Nuestros
hijos —puntualizó ella.
Él
la miró con desconcierto.
—¿Hijos?
—Dos,
para ser exactos.
Peter
se quedó atónito al saber que iba a ser padre de gemelos. Pero, en lugar de
preocuparse, sonrió de oreja a oreja.
—¡Dos
hijos! Dios mío... ¿Desde cuándo lo sabes?
—Desde
mi primera cita con el doctor Taylor.
—Oh,
Lali... —Peter la abrazó—. Te aseguro que dedicaré el resto de mi vida a
hacerte feliz. Me has dado tanto, me has enseñado tanto... Has hecho que sea un
buen padre para Azul y, sobre todo, me has devuelto el amor. Te lo debo todo.
—No
me debes nada salvo tu amor, Peter. Si eres capaz de darlo...
—Es
todo tuyo, mi vida. Yo soy todo tuyo —afirmó—. No te puedo prometer que no
cometa más errores en el futuro... a fin de cuentas, soy humano. Pero te
prometo que intentaré ser el mejor hombre que pueda, el mejor marido y el mejor
padre.
—¿El
mejor marido?
—Por
supuesto. Quiero que seas mi esposa, Lali. Quiero estar contigo hasta el fin de
mis días...
De
repente, Peter se levantó del sofá y se arrodilló ante ella.
—¿Te
quieres casar conmigo? ¿Quieres que criemos juntos a Azul y a nuestros dos
hijos?
—Oh,
Peter... Por supuesto que quiero —contestó, emocionada—. Sí, claro que sí. Me
casaré contigo y estaré siempre a tu lado. Estoy enamorada de ti desde que te
vi por primera vez, pero jamás pensé que
tuviera
esta oportunidad... Y te aseguro que no la voy a desaprovechar. Te amo, Peter.
Con toda mi alma.
Lali
se arrodilló junto a él y lo abrazó.
—No
te arrepentirás, Lali —dijo él—. Seré el mejor de los maridos y el mejor de los
padres mientras tú me quieras.
—Entonces,
lo serás para siempre.
Lali
lo miró a los ojos y lo besó.
FIN
Awwwww que amooorrrrrr.
ResponderEliminarMe encanto la Nové esperó que sigas subiendo estas genialidades
@x_ferreyra7
Me encanto la novela.
ResponderEliminarVa a tener la gran familia k siempre quiso.
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