domingo, 30 de noviembre de 2014

Capítulo 19

HUMO

Justo antes de que el sol se abriera paso en el horizonte, Eugenia y yo silenciosamente dejamos el apartamento. No hablamos camino a Morgan y yo estaba agradecida por el silencio. Yo no quería hablar, yo no quería pensar. Sólo quería bloquear las últimas doce horas, mi cuerpo se sentía pesado y adolorido como si hubiese estado en un accidente de autos. Cuando entramos a mi habitación, vi que la cama de María estaba hecha.

— ¿Me prestas tu alisadora de cabello?

—Euge, estoy bien. Ve a clases.

—No, no estás bien. No quiero dejarte sola ahora.

—Eso es todo lo que quiero en el momento.

Ella abrió su boca para discutir, pero suspiró. No cambiaría mi opinión. —Vendré a verte después de clases. Descansa.

Asentí, cerrando la puerta tras de ella. La cama chilló debajo de mi cuando me deje caer sobre ella en un ata que de rabia... todo el tiempo creí que era importante para Peter; que él me necesitaba pero en ese momento, me sentí como el brillante juguete que Pablo dijo que era. Él quería probarle a Pablo que aún era suya. Suya.

No soy de nadie —dije a una habitación vacía.

Cuando las palabras se acentuaron. Estaba abrumada por el dolor que había sentido la noche anterior. No le pertenecía a nadie.

Nunca me sentí más sola en mi vida.
****
Gastón puso una botella café frente a mí. Ninguno de nosotros quería celebrar, pero estaba al menos reconfortada por el hecho de que, según Eugenia, Peter evitaría la fiesta de Citas a toda costa. Papel rojo y rosado cubrían las botellas vacías que colgaban del techo y vestidos rojos en distintos estilos desfilaban. Las mesas estaban cubiertas con pequeños corazones. Gastón rodó sus ojos ante la ridícula decoración.

—El Día de San Valentín en una casa de fraternidad. Romántico —él dijo, viendo a las parejas caminar.

Nicolás y Eugenia estaban abajo bailando desde el momento en que llegamos y Gastón y yo protestamos nuestra presencia haciendo pucheros en la cocina. Me bebí el contenido de la bebida rápidamente, decidida a borrar los recuerdos de la última fiesta de parejas a la cual asistí.

Gastón abrió otra lata y me entregó otra, sabiendo de mi desesperación por olvidar. —Traeré más, —dijo él yendo hacia el refrigerador.

—El barril es para los invitados, las botellas para los Sig Tau. —Una chica se burló a mi lado.

Miré al vaso rojo en su mano. —O tal vez tu novio te dijo eso porque contaba con una cita barata.

Ella entrecerró sus ojos, se apartó de la barra y se llevó su vaso a otro lugar. — ¿Quién era esa? —Preguntó Gastón sentándose con cuatro botellas más.

—Alguna perra de la fraternidad, —dije mientras la miraba alejarse.
Para el momento en que Eugenia y Nicolás se nos unieron, había seis botellas vacías a mi lado, mis dientes estaban dormidos y se sentía más fácil sonreír. Estaba más cómoda recostada en mi lugar en la barra. Peter no se había presentado. Y yo podía sobrevivir el resto de la fiesta en paz.

— ¿Ustedes chicos van a bailar o qué? —Eugenia preguntó.

Miré a Gastón — ¿Vas a bailar conmigo Gastón?

— ¿Vas a ser capaz de bailar? —él dijo, alzando una ceja

—Sólo hay una manera de averiguarlo, —dije jalándolo al primer piso. Rebotamos y nos sacudimos hasta que un fino brillo de sudor comenzó a formarse debajo de mi vestido. Justo cuando creí que mis pulmones explotarían. Una canción lenta salió de los altavoces. Gastón miró incomodo alrededor de nosotros, viendo a las parejas acercarse.

— ¿Vas hacerme bailar esto, cierto? —Él preguntó.

—Es el Día de San Valentín. Pretende que soy un chico.
Él rió, llevándome a sus brazos. —Es difícil si estás usando un pequeño vestido rosado.

—Como sea, como si nunca hubieses visto un chico en vestido.

Gastón se encogió de hombros. —Cierto.

Me reí apoyando mi cabeza en su hombro, el alcohol hizo que mi cuerpo se sintiese pesado y perezoso mientras trataba de moverme a un ritmo lento.

— ¿Te importa si interrumpo, Gastón?

Peter estaba de pie detrás de nosotros, medio divertido, medio preparado para mi reacción, la sangre de mis mejillas inmediatamente estalló en llamas.

Gastón me miró, luego a Peter. —Seguro.

—Gastón, —siseé mientras se alejaba. Peter me atrajo hacia él e intenté mantener el mayor espacio entre nosotros como fuese posible—. Pensé que no vendrías.

—No iba a venir, pero sabía que estabas aquí. Tuve que venir.


Miré alrededor de la habitación, evitando sus ojos. Cada movimiento que hacía, estaba muy consciente de ellos, los cambios de presión de sus dedos donde me tocaba, sus pies arrastrándose junto a los míos, sus brazos moviéndose, rozando mi vestido. Me sentía ridícula pretendiendo no notarlo. Su ojo estaba sanando, el moretón casi desapareciendo. Las manchas rojas en su rostro habían desaparecido como si yo las hubiera imaginado. Toda evidencia de esa horrible noche había desaparecido, dejando sólo el dolor del recuerdo.

Él miraba cada respiración mía y cuando la canción estaba a medio terminar, él suspiró. —Estás hermosa, Pidge.

No.

— ¿No qué? ¿Qué no te diga que eres hermosa?

—Sólo… no.

—No era mi intención.

Resoplé frustrada. —Gracias.

—No, tú luces hermosa, eso es verdad. Estaba hablando de lo que dije en mi habitación. No voy a mentir. Disfruté alejándote de tu cita con Parker…

—No era una cita, Peter. Sólo estábamos comiendo. Él ahora no me habla, gracias a ti.

—Lo escuché. Lo siento.

—No, no lo haces.

—Tú… tú tienes razón, —dijo él, tartamudeando cuando vio mi expresión impaciente—. Pero yo… esa no fue la única razón por la que te llevé a la pelea, te quería allí conmigo. Pidge. Tú eres mi amuleto de la suerte.

—No soy tu nada, —espeté, mirándolo.

Él juntó sus cejas y paró de bailar. —Tú eres mi todo.

Presioné mis labios, tratando de mantener mi enojo en la superficie, pero era imposible estar enfadada con él cuando me miraba de esa forma.

— ¿Tú de verdad no me odias… cierto? —Él preguntó.


Me alejé de él, poniendo más distancia entre nosotros. —A veces desearía hacerlo, haría todo este infierno más sencillo.

Una sonrisa cuidadosa se esparció por sus labios en una sutil y fina línea. — ¿Entonces que te enfada más? ¿Lo que hice para que quisieras odiarme? ¿O saber que no puedes?

La rabia regresó, pasé a su lado, corriendo por las escaleras hasta la cocina. Mis ojos comenzaban a brillar, pero me negué a ser un lio de sollozos en esta fiesta de citas. Gastón se puso de pie al pie de la mesa, y suspiré aliviada cuando me entregó una cerveza.

Por la siguiente hora miré a Peter rechazar chicas y beber tragos de whisky en la sala. Cada vez que me miraba, yo miraba a otro lado. Determinada a pasar la noche sin una escena.

—Ustedes dos se ven miserables, —dijo Nicolás.

—No podrían verse más aburridos así lo hicieran apropósito, —Eugenia murmuró.

—No lo olviden… no queríamos venir — Gastón les recordó.


Eugenia hizo su famosa cara y yo tan famosa por ceder. —Podrías pretender, Lali. Por mí.

Justo cuando abrí mi boca para decir algo mordaz, Gastón tocó mi brazo. —Creo que cumplimos con nuestro deber, ¿estás lista para irnos Lali?

Bebí un último trago rápido de mi cerveza y tomé la mano de Gastón. Tan ansiosa como estaba para irme, mis piernas se congelaron cuando la misma canción que Peter y yo bailamos en mi cumpleaños flotó por las escaleras. Cogí la botella de Gastón y tomé un sorbo, tratando de bloquear los recuerdos que llegaron con la música.

Brad se recostó en la barra. — ¿Quieres bailar?

Le sonreí y negué con la cabeza, él empezó a decir algo más pero fue interrumpido.

—Baila conmigo, —Peter estaba parado a un metro de mí, su mano extendida hacia a mí. Eugenia, Nicolás y Gastón me miraban. Esperando por mi respuesta tan ansiosos como Peter.


—Déjame en paz, Peter, —dije, cruzando mis brazos.

—Esta es nuestra canción, Pidge.

—No tenemos canción.

—Pigeon…

No.

Miré a Brad y forcé una sonrisa. —Me encantaría bailar, Brad.

Las pecas de Brad se extendieron por sus mejillas cuando sonrió, haciendo un gesto para que subiera las escaleras.

Peter se tambaleó, el dolor claramente en sus ojos. —Un brindis, —gritó.

Me estremecí, girando justo a tiempo para verlo subir a una silla, robando una cerveza al Sig Tau más cercano. Miré a Eugenua que observaba a Peter con una expresión plana.

—A los idiotas, —dijo él haciendo un gesto hacia Brad—, y a las chicas que rompen tu corazón. —Él inclinó su cabeza hacia mí, sus ojos perdieron concentración—. Y al absoluto y horrible horror de perder a tu mejor amiga porque fuiste lo suficientemente estúpido para enamorarte de ella.

Él bebió su cerveza, terminando lo que quedaba, y luego botándola en el piso, la habitación estaba en silencio excepto por la música que tocaban en el piso de abajo y todos miraban a Peter en confusión.

Mortificada tomé la mano de Brad y lo guie abajo a la pista de baile. Unas cuantas parejas nos siguieron, observándome de cerca, por lágrimas u otra respuesta ante el brindis de Peter, relajé mi rostro negándome a darles lo que querían.  

Bailamos algunos pasos tensos y Brad suspiró —Eso fue… raro.

—Bienvenido a mi vida.

Peter se abrió camino a través de las parejas en la pista de baile deteniéndose a mi lado, le tomó un momento mantenerse de pie. —Los interrumpo.

—No, no lo harás ¡Jesús! —dije, negándome a mirarlo.

Después de unos tensos segundos miré hacia arriba. Viendo los ojos de Peter perforar los de Brad. —Si no te alejas de mi chica, te cortaré la garganta aquí mismo en la pista de baile.

Brad parecía confundido, sus ojos miraban de Peter a mí. —Lo siento, Lali. —Dijo, lentamente alejando sus brazos de mí. Él se retiró hacia las escaleras y yo me quedé allí humillada.

—Como me siento hacia ti esta noche Peter…. está muy cerca del odio.

—Baila conmigo, —suplicó balanceándose para mantener su equilibrio.

La canción terminó y suspiré aliviada. —Ve y bebe otra botella de whisky, Pit, —me volví a bailar con el único chico soltero en la pista de baile.

El ritmo era rápido y sonreí a mi nuevo y sorprendido compañero de baile, tratando de ignorar el hecho de que Peter estaba a sólo unos metros detrás de mí. Otro hermano Sig Tau bailo detrás de mí, agarrando mis caderas. Lo alcancé, jalándolo más cerca. Me recordaba a la forma en que Peter y Megan había bailado esa noche en el Red. He hice mi mejor intento por recrear la escena que deseé en muchas ocasiones poder olvidar. Dos pares de manos estaban prácticamente en cada parte de mi cuerpo y era más fácil ignorar la parte más reservada con esa gran cantidad de alcohol en mi sistema.

De repente, yo estaba en el aire, Peter s me tiró encima de su hombro al mismo tiempo empujando a uno de sus hermanos duro, contra el piso.

— ¡Bájame! —dije, golpeando mis puños contra su espalda.

—No voy a dejar que te avergüences por mí —gruñó él, bajando las escaleras de dos en dos.

Cada par de ojos me observaba patear y gritarle a Peter por la habitación. — ¿Tú no crees… —dije mientras luchaba—, que esto es vergonzoso? ¡Peter!

— ¡Nicolás! ¿Está Donnie fuera? —Peter dijo, esquivando mis piernas.

—Uh… ¿? —Dijo él

— ¡Bájala! —dijo Eugenia, acercándose a nosotros.

—Eugenia —me retorcí—. ¡No te quedes allí! ¡Ayúdame!


Sus labios se alzaron y se echó a reír una vez. —Ustedes dos se ven ridículos.

Mis cejas se juntaron ante sus palabras, sorprendida y enojada a la vez de que ella encontrara algo de esta situación graciosa.

Peter se dirigió hacia la puerta y la miré. — ¡Muchas gracias, amiga!

El aire frío golpeó las partes desnudas de mi piel, y protesté más fuerte. — ¡Bájame, maldición!

Peter abrió la puerta de auto y me tiró en el asiento trasero, deslizándose a mi lado. —Donnie, ¿tú eres el conductor designado esta noche?

—Sí, —dijo nerviosamente mientras me observaba luchar.

—Necesito que nos lleves a mi apartamento.

—Peter … no creo…  

La voz de Peter era controlada pero amenazante. —Hazlo, Donnie o te juro que te golpearé la parte de atrás de tu cabeza con mi puño, lo juro por el amor de Dios.
Donnie se apartó de la acera y me lancé hacia la manija de la puerta. —No voy a ir a tu apartamento.

Peter me agarró de una muñeca y luego la otra, me acerqué para morder su brazo. Él cerró sus ojos y luego un gruñido escapó de su mandíbula apretada cuando mis dientes se hundieron en su piel.

—Haz lo mejor que puedas, Pidge. Estoy cansado de tu mierda.

Solté su piel y me sacudí, intentando liberarme de su agarre. — ¿Mi mierda? ¡Déjame salir de este maldito auto!

Él puso mis muñecas cerca de su rostro. — ¡Te amo, maldición! ¡No irás a ningún lado hasta que estés sobria y arreglemos esto!

—Tú eres el único que no ha arreglado esto, Peter, —dije, él me soltó y yo crucé mis brazos, puse mala cara todo el camino hacia el apartamento.

Cuando el auto desaceleró para detenerse, me acerqué. — ¿Puedes llevarme a casa, Donnie?

Peter me sacó del auto por el brazo y me levantó en su hombro de nuevo, cargándome por las escaleras. —Buenas noches, Donnie.

— ¡Llamaré a tu padre! —Grité.

Peter se rió en voz alta. — ¡Y él probablemente me golpeará en el hombro y me dirá que ya era hora!

Él luchó por abrir la puerta mientras yo pateaba y movía mis brazos para escapar. — ¡Detente, Pidge, o aceremos por las escaleras! —Una vez que abrió la puerta, él entró hacia la habitación de Nicolás.

— ¡BÁJAME! —Grité.

—Bien, —dijo, dejándome en la cama de Nicolás—. Duerme, hablaremos por la mañana.

La habitación estaba oscura; la única luz una viga que brillaba de la luz del pasillo. Luché por concentrarme a través oscuridad, cerveza y rabia, y cuando él prendió la luz, iluminó su sonrisa de autosuficiencia.

Golpeé el colchón con mis puños, — ¡No puedes decirme que hacer, Peter! ¡No te pertenezco!

Un segundo le tomó volverse y encararme, su expresión se había contorsionado con rabia, él se acercó a grandes zancadas hacia a mí, poniendo sus manos sobre la cama y acercándose a mi rostro.

— ¡BUENO, YO TE PERTENEZCO! —Las venas de su cuello sobresalían mientras gritaba, me encontré con su mirada, negándome siquiera a parpadear. Él miró hacia mis labios, jadeando—. Te pertenezco, —susurró, su rabia derritiéndose cuando se dio cuenta cuan cerca estábamos.

Antes de que pudiera pensar una razón para no hacerlo, tomé su rostro, golpeando mis labios contra los suyos. Sin dudarlo Peter me levantó con sus brazos. En pocas zancadas me llevó a su habitación, ambos cayendo sobre su cama.

Tiré su camisa sobre su cabeza, buscando en la oscuridad a tientas la hebilla de su cinturón. Él lo abrió, rompiéndolo y tirándolo al suelo. Él me levantó del colchón con una mano, y me quitó el vestido con la otra. Lo jalé sobre mi cabeza, tirándolo en algún lado en la oscuridad, y entonces Peter me besó, gimiendo sobre mis labios.

Con sólo unos cuantos movimientos, sus bóxers estaban fuera y él presionó su pecho contra el mío. Agarré su trasero, pero él se resistió cuando intenté acercarlo a mí.

—Los dos estamos borrachos —dijo él, respirando rápidamente.

—Por favor. —Presioné mis piernas contra sus caderas, desesperada por aliviar el ardor entre mis muslos. Peter estaba empeñado en que volviéramos, y no tenía intención de resistir lo inevitable, así que estaba más que lista para pasar la noche entre sus sábanas.

—Esto no está bien, —dijo él

Él estaba justo encima de mí, presionando su frente contra la mía, tenía la esperanza de que fueran una media protesta y que podía de alguna forma persuadirlo de que él estaba equivocado. La forma en que no podíamos mantenernos alejados uno del otro, era inexplicable. Pero no necesitaba más una explicación. No necesitaba ni siquiera una excusa, en este momento sólo lo necesitaba a él.

—Te quiero.

—Necesito que lo digas —dijo él.
Mi interior gritaba por él, y no podía soportarlo un segundo más. —Diré lo que quieras que diga.

—Entonces di que me perteneces, di que me tomas de vuelta, no haré esto a menos que estemos juntos.

—Nunca hemos estado separados, ¿cierto? —Pregunté. Esperando que fuera suficiente.

Él negó con su cabeza, sus labios rozando los míos. —Necesito escuchar que lo digas. Necesito saber que eres mía.

—He sido tuya desde el segundo en que nos conocimos.

Mi voz tomó un tono de ruego, en otro momento sería vergonzoso, pero estaba más allá del arrepentimiento. Había luchado contra mis sentimientos, guardados, embotellados. Había experimentado momentos de felicidad en Eastern, todos ellos con Peter, luchando, riéndome, amando o llorando, era con Peter donde quería estar.

Uno de los lados de su boca se estiró cuando tocó mi rostro y entonces sus labios tocaron los míos, en un beso tierno. Cuando lo jalé hacia a mí, él no se resistió. Sus músculos se tensaron, y sostuvo la respiración mientras se deslizaba dentro de mí.

—Dilo de nuevo, —dijo él.

—Soy tuya, —suspiré. Cada nervio, fuera y dentro quemaba por más—. No quiero nunca más estar separada de ti.

—Prométemelo —dijo él, gimiendo con otro empuje.

—Te amo. Te amaré por siempre. —Las palabras fueron más un suspiro, pero miré sus ojos cuando las dije, pude ver la incertidumbre desvanecerse de sus ojos e incluso pude ver con la poca luz su rostro iluminarse.

Finalmente satisfecho, selló su boca sobre la mía.
****
Peter me despertó con besos, mi cabeza estaba pesada y nublada por las bebidas de la noche anterior, pero la hora antes de dormir corrió en mi mente a vivido detalle, suaves labios bañaban mi mano, brazo y cuello. Y cuando alcanzaron mis labios, sonreí.

—Buenos días —dije contra su boca.
Él no habló, sus labios continuaron trabajando contra los míos. Entonces sus brazos me envolvieron y luego enterró su rostro en mi cuello.

—Estás callado esta mañana, —dije corriendo mis manos sobre su espalda desnuda. Y luego las dejé continuar hasta su trasero, y enrollé mis piernas en su cadera, besándolo en la mejilla.

Él negó con su cabeza. —Sólo quiero estar así —susurró.

Fruncí el ceño. — ¿Me perdí de algo?

—No quería despertarte, ¿Por qué no vuelves a dormir?

Me recosté contra la almohada, jalando su barbilla. Sus ojos inyectados con sangre y la piel alrededor de ellos llenos de ojeras.

— ¿Qué diablos está mal contigo? —pregunté, alarmada.

Él tomó mi mano y la besó, presionando su rostro contra mi cuello. —Sólo vuelve a dormir, Pidge, por favor.


— ¿Algo paso? ¿Es Eugenia? —Con la última pregunta, incluso viendo el miedo en mis ojos, su expresión no cambio. Él simplemente suspiró, y se sentó conmigo, mirando mis manos.

—No… Eugenia está bien, ellos llegaron alrededor de las cuatro de la mañana. Aún siguen durmiendo, es temprano, sólo vayamos a dormir.

Sintiendo mi corazón latir contra mi pecho, sabía que no tenía ninguna oportunidad para volver a dormir, Peter puso sus dos manos en cada lado de mi rostro y me besó, su boca se movía diferente, como si me besara por última vez. Él me acostó en la almohada, me besó una vez más y descansó su cabeza en mi pecho, envolviendo sus dos manos alrededor mío fuertemente.  

Cada posible razón por el comportamiento de Peter apareció en mi cabeza como canales de televisión, lo abracé hacia a mí, con miedo a preguntar. — ¿Has dormido?

—Yo… no podía, no quería… —su voz se apagó.

Besé su frente, —Lo que sea que pase, lo superaremos juntos. ¿Por qué no duermes? Veremos qué hacer cuando despiertes.
Alzó su cabeza y escaneó mi rostro, vi tanto la desconfianza como la esperanza en sus ojos. — ¿Qué quieres decir con: veremos qué hacer?

Junte mis cejas, confundida, no podría saber que había pasado mientras yo dormía que podría causarle tanta angustia. —No sé qué está pasando, pero estoy aquí.

—Estás aquí ¿Cómo en te estás quedando? ¿Conmigo?

Sabía que mi expresión debía ser ridícula, pero mi cabeza giraba por ambos, el alcohol y la pregunta bizarra de Peter. —Sí. ¿Pensé que habíamos hablado anoche de eso?

—Lo hicimos —él asintió animándome.

Busqué la habitación con mis ojos, pensando, sus paredes ya no estaban vacías como la primera vez que lo conocí, ahora tenían baratijas en las paredes de los lugares en los cuales la habían pasado juntos, y la pared blanca era interrumpida por marcos negros de fotos mías, nuestras, de Toto, y nuestro grupo de amigos, un marco más grande de los dos en mi cumpleaños sustituía el sombrero que había colgado en un clavo encima de su cabecera.

Entrecerré mis ojos. — ¿Pensaste que despertaría enfadada contigo cierto? ¿Pensaste que me iría?

Él se encogió de hombros, haciendo un pobre intento de indiferencia que solía salirle tan bien. —Eso es por lo que eres famosa.

— ¿Es por eso que estas tan enfadado? ¿Estabas preocupado por lo que pasaría cuando despertara?

Él se acomodó, como si sus siguientes palabras fueran difíciles. —No quería que anoche pasara de esa forma, estaba un poco borracho, te seguí en la fiesta como un maldito acosador y luego que traje aquí en contra de tu voluntad… y luego nosotros… —Él negó con su cabeza, claramente disgustado con las imágenes que corrían por su mente.

— ¿Tuvimos el mejor sexo de mi vida? —Sonreí apretando su mano.

Peter se rió una vez, la tención alrededor de sus ojos desvaneciéndose lentamente. — ¿Entonces, estamos bien?

Lo besé tocando los lados de su rostro con ternura. —Sí, tontito. ¿Lo prometí no? Te dije todo lo que querías escuchar, estamos juntos y ¿aún no estás feliz?

Su rostro se comprimió en una sonrisa.

—Bebé, basta, te amo, —dije, suavizando las líneas de sus ojos—, este absurdo enfrentamiento pudo haber terminado en el Día De Acción de Gracias pero…

—Espera… ¿Qué? —Dijo él acercándose.

—Estaba completamente preparada para rendirme en Acción de Gracias, pero tú dijiste que habías terminado de hacerme feliz, y yo era muy orgullosa para decirte que te quería devuelta.

— ¡¿Estás bromeando!? ¡Estaba intentando hacerlo fácil para ti! ¿Sabes cuan miserable he sido?

Fruncí el ceño. —Parecías bien después de las vacaciones.

—Eso era por ti, tenía miedo de perderte si no pretendía estar bien con lo de ser amigos. ¿Pude estar contigo todo este tiempo? ¡¿Qué diablos, Pidge?!


—Yo… yo. —No podía discutir, nos hice sufrir a los dos, no tenía excusa—. Lo siento.

— ¿Lo sientes? Casi bebí hasta la muerte, casi no podía salir de la cama, destruir mi teléfono en millones de piezas en la víspera de Año Nuevo para evitar llamarte y me dices que… ¿Lo sientes?

Mordí mi labio y asentí, avergonzada, no tenía ni idea por lo que había pasado y escucharlo decir las palabras causaba un agudo dolor en mi pecho. —Lo siento… mucho, mucho.

—Estás perdonada, —dijo con una sonrisa—. No lo vuelvas a hacerlo nunca.

—No lo haré, lo prometo.


Él mostró su hoyuelo y negó con la cabeza. —Te amo, maldita sea.



CONTINUARÁ... Me había equivocado (otra vez, sorry), el anterior no era el penúltimo cap, quedan este y el 20 + el epílogo. Luego subiré el segundo libro. Merci por leer y comentar. :)

Capítulo 18

HELLERTON


Eugenia no había vuelto a Morgan desde su reunión con Nicolás. Ella estaba siempre ausente en el almuerzo, y sus llamadas telefónicas eran pocas y distantes entre sí. No les envidiaba el tiempo de hacerlo por el tiempo que habían pasado aparte. A decir verdad, yo estaba feliz de que Eugenia estuviera demasiado ocupada para llamarme desde el apartamento de Nicolás y Peter. Era vergonzoso escuchar a Peter en el fondo, y me sentí un poco celosa de que ella pasara tiempo con él y yo no.

Gastón y yo estábamos viéndonos más el uno al otro, y yo estaba egoístamente agradecida que él estuviera tan solo como yo. Íbamos a clase, comíamos juntos, estudiábamos juntos, e incluso María se acostumbró a tenerlo al rededor.

Mis dedos estaban empezando a adormecerse por el aire frío mientras estaba fuera de Morgan mientras él fumaba.

— ¿Considerarías dejar de fumar antes de que me de hipotermia por estar aquí para darte apoyo moral? —Le pregunté.

Gastón se echó a reír. —Te amo, Lali. Realmente lo hago, pero no. No dejaré de fumar.

— ¿Lali?

Me volví para ver Pablo caminando por la acera con las manos en los bolsillos. Sus labios estaban secos debajo de su nariz roja, y me reí cuando se puso un cigarrillo imaginario en la boca y exhaló una bocanada de aire brumoso.

—Podrías ahorrar mucho dinero de esta manera, Gastón, —sonrió.

— ¿Por qué todo el mundo está destrozando mi hábito de fumar hoy? —Preguntó, molesto.

— ¿Qué pasa, Pablo? —Le pregunté.

Sacó dos billetes de su bolsillo. —Van a estrenar la nueva película de Vietnam. Dijiste que querías verla el otro día, así que pensé que podría comprar unas entradas para esta noche.

—Sin presión, —dijo Gastón.

—Puedo ir con Brad, si tienes planes, —dijo encogiéndose de hombros.

— ¿Así que no es una cita? —Le pregunté.

—No, sólo amigos.

—Y hemos visto cómo funciona para ti, —bromeó Gastón.  

— ¡Cállate! —Me reí—. Eso suena divertido, Pablo, gracias.

Sus ojos se iluminaron. — ¿Te gustaría si vamos a por pizza o algo así antes? No soy un gran fan de la comida del cine.

—Pizza es genial, —asentí con la cabeza.

—Eso, eh... eso es bueno, entonces. La película es a las nueve, ¿así que te voy a recoger a las seis y media o algo así?

Asentí con la cabeza de nuevo y Pablo se despidió.

—Oh, Jesús, —dijo Gastón—. Eres una glotona, Lali. Sabes que no le gustará a Peter cuando se enteré de ello.

—Ya lo oíste. No es una cita. Y no puedo hacer planes basándome en lo que a Peter le guste. Él nunca aclaró las cosas conmigo antes de que llevara a Megan a casa.

—Nunca vas a dejar eso atrás, ¿verdad?

—Probablemente no, no.
****
Nos sentamos en un rincón, y me froté los guantes juntos, tratando de entrar en calor. No pude dejar de notar que estábamos en la misma mesa en la que Peter y yo nos sentamos cuando nos conocimos, y sonreí ante el recuerdo de ese día.

— ¿Que es tan gracioso? —Preguntó Pablo.

—Me gusta este lugar. Buenos recuerdos.

—Me di cuenta de la pulsera, —dijo.

Miré a los diamantes brillantes en mi muñeca. —Te dije que me gustaba.
 
La camarera nos entregó los menús y tomó nuestra orden de bebidas. Pablo me puso al día sobre su calendario de primavera, y habló sobre el progreso en sus estudios para el MCAT. En el momento en que la camarera nos sirvió las cervezas, Pablo había tomado apenas un respiro. Parecía nervioso, y me pregunté si no tenía la impresión de que estábamos en una cita, independientemente de lo que él había dicho.
Se aclaró la garganta. —Lo siento. Creo que he monopolizado la conversación el tiempo suficiente. —Levantó su botella de cerveza y sacudió la cabeza—. No he hablado contigo en bastante tiempo, así que supuse que tenía mucho que decir.

—Está bien. Ha sido un largo tiempo.

En ese momento, la puerta sonó. Me volví para ver Nicolás y Eugenia entrar. A Peter le tomó menos de un segundo para mirar a mi sitio, pero él no parecía sorprendido.

—Jesús, —murmuré para mis adentros.

— ¿Qué? —Preguntó Pablo, dando la vuelta para verlos sentados en una mesa través de la habitación.  

—Hay un lugar de hamburguesas bajando por la calle al que podemos ir, —dijo Pablo en voz baja. Tan nervioso como estaba antes, había llegado a un nivel completamente nuevo.

—Creo que sería más incómodo irnos en este punto, —me quejé.

Su rostro cayó, derrotado. —Probablemente tienes razón.

Tratamos de continuar nuestra conversación, pero se notaba que era obligada e incómoda. La camarera pasó un largo período de tiempo en la mesa de Peter, pasando los dedos por el pelo y cambiando su peso de un pie al otro. Ella finalmente se acordó de llevar nuestra orden cuando Peter contestó su teléfono celular.

—Voy a pedir los tortellini, —dijo Pablo, mirándome.

—Y voy a pedir... —me perdí. Yo estaba distraída cuando Peter y Nicolás se pusieron de pie.

Peter siguió Nicolás a la puerta, pero dudó, se detuvo y se dio la vuelta. Cuando vio que yo lo observaba, se dirigió directamente a mí través del cuarto. La camarera tenía una sonrisa expectante, como si pensara que él había vuelto para despedirse. Ella estuvo rápidamente decepcionada cuando se paró a mi lado sin siquiera parpadear en su dirección.

—Tengo una pelea en cuarenta y cinco minutos, Pidge. Quiero que estés allí.

—Pit...

Su rostro estaba estoico, pero yo podía ver la tensión alrededor de sus ojos. Yo no estaba segura si él no quería dejarme con Pablo para el destino, o si realmente me quería con él, pero yo había tomado la decisión en el segundo que me había pedido.

—Te necesito ahí. Se trata de una revancha con Brady Peterson, el tipo de Estado. Es una gran multitud, mucho dinero flotando por ahí... y Adam dijo que Brady ha estado entrenando.

—Tú has luchado con él antes, Peter, sabes que es una victoria fácil.

—Lali, —dijo Pablo en voz baja.

—Te necesito allí, —dijo Peter, su confianza desvaneciéndose.

Miré a Pablo con una sonrisa de disculpa. —Lo siento.

— ¿Hablas en serio? —dijo, sus cejas disparándose—. ¿Te vas a ir en mitad de la cena?

—Aún puedes llamar a Brad, ¿verdad? —Pregunté, poniéndome de pie.

Las esquinas de la boca de Peter se levantaron infinitesimalmente cuando el arrojó un billete de veinte sobre la mesa. —Eso debería cubrirlo.
—No me importa el dinero... Lali...

Me encogí de hombros. —Él es mi mejor amigo, Pablo. Si me necesita allí, tengo que ir.

Sentí la mano de Peter cubrir la mía cuando me llevó lejos.
  
Pablo me miró con una mirada aturdida en su rostro. Nicolás ya estaba en el teléfono en Charger, difundiendo la palabra. Peter se sentó en la parte de atrás conmigo, manteniendo mi mano firme en la suya.

—Acabo de hablar por teléfono con Adam, Pit. Dijo que los chicos del estado estaban borrachos y llenos de dinero en efectivo. Ellos ya están irritados, por lo que es posible que desees mantener a Lali fuera del camino.

Peter asintió con la cabeza. —Tú puedes mantener un ojo en ella.

— ¿Dónde está Eugenia? —Le pregunté.

—Estudiando para su examen de Física.

—Ese es un laboratorio agradable, —dijo Peter. Me reí una vez y luego miré a Peter quien tenía una pequeña sonrisa en su rostro.
 — ¿Cuándo viste el laboratorio? Tú nunca has tenido física, —dijo Nicolás.

Peter se echó a reír y le di un codazo. Apretó los labios juntos hasta que el impulso de reír desapareció y entonces él me guiñó un ojo, apretando mi mano una vez más. Sus dedos entrelazados con los míos, y oí un suspiro escapar de sus labios. Yo sabía lo que estaba pensando porque yo sentía lo mismo. En esa franja de tiempo, fue como si nada hubiera cambiado.  

Nos detuvimos en una zona oscura del estacionamiento, y Peter se negó a dejar ir mi mano hasta que nos metimos en la ventana del sótano del Edificio de Ciencias Hellerton. Que acababa de ser construido el año anterior, por lo que no sufren de estancamiento del aire y el polvo como los otros sótanos en los que nos colábamos.  

Cuando entramos en el pasillo, el rugido de la multitud llegó a nuestros oídos. Asomé la cabeza para ver un mar de caras, muchas de ellas desconocidas. Todo el mundo tenía botellas de cerveza en la mano, pero los estudiantes universitarios del Estado se notaban fácilmente en la multitud. Ellos fueron los únicos que se movían con sus ojos medio cerrados.

—Mantente cerca de Nicolás, Pigeon. Se va a poner loco aquí, —dijo detrás de mí. Echó un vistazo a la multitud, moviendo la cabeza ante la enorme cantidad.

El Sótano de Hellerton era el más espacioso en el campus, por lo que Adam le gustaba programar peleas aquí cuando se esperaba una multitud mayor. Incluso con la adición del espacio, la gente se frotaba contra las paredes y se empujan unos a otros para conseguir un buen lugar.

Adam dobló la esquina y no trató de ocultar su descontento con mi presencia. —Pensé que te había dicho que no podías traer a tu novia a la lucha, nunca más, Peter.

Peter se encogió de hombros. —No es mi novia, nunca más.  

Mantuve mis facciones en lugar, pero él dijo las palabras de manera tan casual, que causó una sensación punzante en mi pecho.
  
Adam miró nuestros dedos entrelazados y luego a Peter. —Nunca hubiese pensado que no estaban juntos. —Sacudió la cabeza y luego miró a la multitud. La gente todavía estaba en las escaleras, y los de la planta baja fueron emparejados juntos—. Tenemos un bote insano esta noche, Peter, así que no lo eches a la mierda, ¿de acuerdo?

—Me aseguraré de que sea entretenido, Adam.

—Eso no es lo que me preocupa. Brady ha estado entrenando.

—Yo también.

—Tonterías, —se rió Nicolás.

Peter se encogió de hombros. —Me metí en una pelea con Bauti el fin de semana pasado. Ese pequeño pendejo es rápido.

Me reí y Adam me miró. —Es mejor que te tomes esto en serio, Peter, —dijo, mirándolo a los ojos—. Tengo un montón de dinero en juego en este combate.

— ¿Y yo no? —Dijo Peter, irritado ante el discurso de Adam.  

Adam se dio la vuelta, sosteniendo el cuerno de toro en sus labios mientras se subió a una silla por encima de la multitud de espectadores borrachos. Peter me atrajo hacia su lado cuando Adam saludó a la multitud y luego habló sobre las reglas.
—Buena suerte, —le dije, tocándole el pecho. No me había sentido nerviosa de verlo pelear desde la pelea que había tenido con Brady, pero no podía evitar la sensación ominosa que había tenido desde que pusimos un pie en Hellerton. Algo que estaba fuera de lugar, y Peter también lo sentía.

Peter me agarró de los hombros y me plantó un beso en los labios. Se apartó rápidamente, asintiendo con la cabeza una vez. —Esa es toda la suerte que necesito.

Aún estaba sorprendida por la calidez de los labios de Peter cuando Nicolás tiró de mi brazo a la pared hasta llegar al lado de Adam. Fui golpeada y recibí codazos, me recordó a la primera noche que vi a Peter luchar, pero la multitud era menos amistosa y algunos de los estudiantes del Estado estaban hostiles. Los de Eastern aplaudían y silban a Peter cuando entró al Círculo, y la multitud del Estado abucheó a Peter y animaban a Brady.
  
Estaba en una posición privilegiada para ver a Brady observar a Peter, impaciente para que el cuerno sonara. Como era costumbre, Peter tenía una leve sonrisa en su rostro, sin ser afectado por los gritos a su alrededor. Cuando Adam comenzó la pelea, Peter intencionalmente dejó que Brady tomara el primer golpe. Me sorprendí cuando su rostro tiró con fuerza hacia el otro lado con el golpe. Brady había entrenado.

Peter sonrió, sus dientes de un color rojo brillante y luego se concentró a esquivar todos los golpes de Brady.

— ¿Por qué está dejando que le dé tanto? —Le pregunté a Nicolás.

—No creo que se lo esté permitiendo, ya no —dijo Nicolás, sacudiendo la cabeza—. No te preocupes, Lali. Se está preparando para llevarlo al nivel superior.

Después de diez minutos Brady estaba sin aliento, pero todavía lanzaba golpes sólidos en los costados y la mandíbula de Peter. Peter atrapó el zapato de Brady cuando éste intentó darle una patada, y mantuvo su pie en alto con una mano, luego le dio un puñetazo en la nariz con una fuerza increíble para luego levantar su pierna aún más alto, causando que Brady perdiera el equilibrio. La multitud estalló cuando Brady cayó al suelo, pero no estuvo allí por mucho tiempo. Se puso de pie, ahora con dos líneas de color rojo oscuro deslizándose por su nariz. Al momento siguiente, consiguió azotarle dos golpes a la cara de Peter. La sangre se deslizó de un corte en la ceja hasta tocar su mejilla.

Cerré los ojos y me alejé un poco con la esperanza de que Peter terminara la pelea pronto. El pequeño movimiento de mi cuerpo me arrojó a la corriente de los espectadores, y antes de que pudiera darme cuenta, estaba a varios metros alejada de un Nicolás preocupado. Luché contra la multitud, hasta que sentí una pared detrás de mí.  

La puerta más cercana estaba al lado opuesto de la habitación, a la misma distancia de la puerta por donde habíamos venido. Mi espalda se estrelló contra la pared de concreto, dejándome sin aliento.

— ¡Nico! —Grité, agitando la mano por encima de mí para llamar su atención. La lucha estaba en su apogeo. Nadie podía oírme.

Un hombre perdió el equilibrio y utilizo mi camisa para equilibrarse, derramando su cerveza sobre mí. Estaba empapada desde el cuello hasta la cintura, hediendo con un olor amargo de cerveza barata. El hombre todavía tenía la camisa entre sus manos mientras trataba de ponerse de pie, y retiré sus dedos hasta que me soltó. No me tomó en cuenta dos veces, abriéndose paso a empujones a través de la multitud.

— ¡Hey! ¡Yo te conozco! —Gritó un hombre en mi oído.

Me alejé, reconociéndolo de inmediato. Era Vico, el hombre al que Peter había amenazado en el bar—el hombre que de alguna manera se había librado de los cargos por asalto sexual.

—Sí, —dije, buscando un hueco entre la multitud mientras arreglaba mi camisa.

—Ese es un bonito brazalete, —dijo, deslizando su mano por mi brazo hasta tomar mi muñeca.

—Hey, —le advertí, tirando de mi mano de su agarre.

Se frotó el brazo, balaceándose y sonriendo. —Fuimos groseramente interrumpidos la última vez que hablamos.

Me paré sobre la punta de mis pies, viendo a Peter lanzar dos golpes al rostro de Brady, y observando a la multitud entre cada uno. Estaba buscándome en vez de concentrarse en la pelea. Tenía que volver a mi lugar antes de que él estuviese demasiado distraído.  

Apenas había avanzado dos pasos hacia la multitud cuando los dedos de Vico se clavaron en la parte de atrás de mis jeans. Mi espalda se estrelló contra la pared una vez más.

—No he terminado de hablar contigo, —dijo Vico, mirando mi camisa mojada con intención lasciva.

Saqué su mano de la parte de atrás de mis jeans, encajándole mis uñas. — ¡Suéltame! —Grité cuando opuso resistencia.

Se rió y escaneé la multitud en busca de un rostro familiar cuando me apretó contra él. —No quiero dejarte ir.

Traté de alejarlo lejos, pero sus brazos eran fuertes y su agarre férreo. Presa del pánico, no podía distinguir a los estudiantes del Estado a los de Eastern. Nadie parecía darse cuenta de mi lucha contra Vico, y estaba tan ruidoso, nadie me podía oír protestar, tampoco. Él se inclinó, deslizando su mano hasta mi trasero y dándome un apretón.

—Siempre supe que tenías un culo espectacular, —dijo, respirando cerveza rancia en mi cara.

— ¡DÉJAME! —Grité, empujándolo.


Busqué a Nicolás, y vi que Peter finalmente me había visto entre la multitud. Al instante trató de abrirse camino ante los cuerpos que lo rodeaban.

— ¡Peter! —Grité, pero fue ahogado en medio de los gritos. Empujé a Vico con una mano y traté de tomar a Peter con la otra.

Peter había avanzado un poco antes de ser empujando de nuevo en el Círculo. Brady se aprovechó de la distracción de Peter y chocó su codo contra el costado de su cabeza.

La multitud se calmó un poco cuando Peter azotó un puñetazo a alguien en la multitud, tratando de llegar a mí una vez más.

— ¡Suéltala maldita sea! —Gritó Peter.

En la línea entre donde yo estaba y los intentos desesperados de Peter de llegar a mí, las cabezas se volvieron hacia mí. Vico no estaba consciente, tratando de mantenerme quieta el tiempo suficiente para besarme. Deslizó su nariz a través del hueso de mi mejilla hasta llegar a mi cuello.  

—Hueles muy bien, —susurró.


Alejé su rostro de mí, pero me agarró la muñeca, imperturbable.

Con los ojos muy abiertos, busqué a Peter otra vez. Él desesperadamente me señaló y luego miró a Nicolás. — ¡Ve por ella! ¡Nico! ¡Ve por ella! —Dijo, todavía tratando de abrirse paso entre la multitud. Brady tiró de él de nuevo al Círculo y lo golpeó de nuevo.

—Eres una puta caliente, ¿lo sabías? —Dijo Vico.

Cerré los ojos cuando sentí su boca en mi cuello. La irá brotó en mí y lo empujé de nuevo. — ¡Dije que me SUELTES! —Grité, pegándole con mi rodilla en la ingle.

Se dobló, con una mano volando automáticamente a la fuente del dolor, y la otra aferrándose a mi camisa, negándose a soltarme.

— ¡Perra! —Gritó.

En el momento siguiente, estaba libre. Los ojos de Nicolás eran salvajes, su mirada fija en Vico cuando lo tomó por el cuello de su camisa. Él lo sostuvo contra la pared mientras lanzaba golpe tras golpe con su puño en su, deteniéndose cuando la sangre comenzó a brotar de la boca y nariz de Vico.
Nicolás me llevó a las escaleras, empujando a cualquiera que se interponía en su camino. Él me ayudó a través de una ventana abierta, y luego por una escalera de incendios, atrapándome en sus brazos cuando salté los pocos metros hasta el suelo.

— ¿Estás bien, Lali? ¿Te hizo daño? —Preguntó Nicolás.

Una de las mangas de mi suéter blanco estaba rota, de lo contrario hubiese salido ilesa. Sacudí mi cabeza, todavía aturdida.

Nicolás suavemente tomó mis mejillas entre sus manos, mirándome a los ojos. —Lali, respóndeme. ¿Estás bien?

Asentí con la cabeza. Cuando la adrenalina desapareció de mi sangre, las lágrimas comenzaron a fluir. —Estoy bien.

Me abrazó, apretando su mejilla contra mi frente y luego se puso rígido. — ¡Por aquí, Pit!

Peter corrió hacia nosotros a toda velocidad, deteniéndose sólo cuando me tuvo en sus brazos. Estaba cubierto de sangre, sus ojos y boca salpicados de rojo.

—Jesucristo… ¿Está lastimada? —Preguntó.

La mano de Nicolás aún seguía en mi espalda. —Ella dice que está bien.

Peter puso sus manos en mis hombros y frunció el ceño. — ¿Te ha hecho daño, Pidge?

Mientras negaba con la cabeza, vi el primer montón de gente gateando por debajo de la escalera de incendios. Peter me sostuvo fuertemente entre sus brazos, observando los rostros en silencio. Un hombre de baja estatura se congeló cuando se dio cuenta de que estábamos de pie en la acera.

—Tú, —gruñó Peter.

Me soltó, corriendo por el césped, tacleando al hombre contra la tierra.

Miré a Nicolás, confundida y horrorizada.

—Ese es el tipo que continuaba empujando a Peter en el Círculo, —dijo Nicolás.

Un pequeño grupo de espectadores se reunió alrededor de ellos mientras se enfrentaban en el suelo. Peter le dio un puñetazo en la cara al hombre una y otra vez. Nicolás me sostuvo contra su pecho, todavía jadeando. El hombre dejó de pelear, y Peter lo dejó en la tierra en un montón de sangre. Los que se reunieron alrededor de él se dispersaron, dejándole libre el camino al ver la ira en sus ojos.

— ¡Peter! —Gritó Nicolás, señalando al otro lado del edificio.

Vico cojeaba entre las sombras, usando la pared de ladrillo de Hellerton para sostenerse a sí mismo. Cuando oyó gritar a Nicolás llamando la atención de Peter, se volvió justo a tiempo. Vico cogió por el césped, tirando la cerveza que sostenía en la mano y moviéndose tan rápido como sus piernas le permitían hacia la calle. Cuando llegó a su coche, Peter lo agarró y lo estrelló contra él.

Vico le suplicó a Peter, Peter se apoderó de su camisa y estampó su cabeza contra la puerta del coche. Las suplicas se terminaron ante el sordo ruido de su cráneo contra el parabrisas, y luego Peter s lo llevó a la parte delantera del coche y rompió el faro con la cara de Vico. Peter lo lanzó sobre el capo, presionando su cara sobre el metal mientras le gritaba obscenidades.

— Puta madre, —dijo Nicolás. Me volví para ver a Hellerton resplandeciendo de azul y rojo ante las luces de la patrulla acercándose rápidamente. La multitud de personas saltaron desde el aterrizaje, formando una cascada humana por la escalera de incendios, y después una ráfaga de estudiantes se disparó hacia todas las direcciones.

— ¡Peter! —Grité.

Peter dejó el cuerpo inerte de Vico en el capó del coche para dirigirse hacia nosotros. Nicolás me llevó hasta el estacionamiento, abriéndome la puerta. Di un salto en el asiento trasero, esperando ansiosamente a que ambos entraran al coche. Coches arrancaban de sus lugares dirigiéndose a otra dirección, deteniéndose brutalmente cuando una segunda unidad de policía bloqueó el camino.

Peter y Nicolás saltaron a sus asientos, y Nicolás maldijo cuando vio a los coches impidiéndole la única salida. Encendió el coche, y el Charger rebotó cuando saltó la acera. Se dio la vuelta a lo largo de la hierba, y volamos entre dos edificios, rebotando otra vez cuando el coche tocó la carretera detrás de la escuela.

Los neumáticos chirriaron y el motor rugió cuando Nicolás azotó su pie en el acelerador. Me deslicé a través del asiento hasta tocar la puerta del coche cuando dio un giro, lastimando mi codo ya adolorido. El alumbrado de las calles eran pequeñas líneas de luz a través de la ventana mientras nos dirigíamos al apartamento, pero pareció que una hora había pasado cuando nos detuvimos en el estacionamiento.

Nicolás estacionó el Charger y apagó la ignición. Los chicos abrieron sus puertas en silencio, y Peter se deslizó al asiento de atrás, levantándome en sus brazos.

— ¿Qué pasó? Mierda, Pit, ¿qué le sucedió a tu rostro? —Dijo Eugenia, corriendo escaleras abajo.

—Te lo diré adentro, —dijo Nicolás, guiándola hacia la puerta.

Peter me llevó por las escaleras, a través del living y por el pasillo sin decir palabra alguna, recostándome sobre su cama. Toto manoseaba mis piernas, saltando sobre la cama para lamerme el rostro.  

—Ahora no, amigo, —dijo Peter en voz baja, llevando el cachorro a la sala y cerrando la puerta.

Se arrodilló delante de mí, tocando las puntas rotas de la manga. Su ojo estaba comenzando a ponerse rojo e hinchado. La piel sobre él tenía un corte y estaba húmedo con la sangre. Sus labios estaban manchados de púrpura, y sus nudillos estaban lastimados. Su camiseta blanca estaba manchada con la combinación de sangre, hierba y tierra.

Le toqué el ojo e hizo una mueca de dolor, alejando mi mano. —Lo siento mucho, Pigeon. Traté de llegar a ti. Lo intenté… —Se aclaró la garganta, tragándose la ira y preocupación que lo atragantaban—. No podía llegar a ti.

— ¿Puedes preguntarle a Eugenia si puede llevarme a Morgan ahora? —Dije.

—No puedes ir allí esta noche. El lugar está plagado de policías. Quédate aquí. Dormiré en el sofá.

Tomé una respiración vacilante, tratando de no llorar. Él ya se sentía bastante mal.

Peter se levantó y abrió la puerta.

— ¿A dónde vas? —Le pregunté.

—Tengo que tomar una ducha. Ya vuelvo.

Eugenia lo empujó a un lado, sentándose a mi lado en la cama, tirando de mí hacia su pecho. — ¡Siento tanto no haber estado allí! —Exclamó.
—Estoy bien, —le dije, secándome la cara manchada de lágrimas.

Nicolás tocó a la puerta al entrar, trayéndome un vaso pequeño lleno de whisky.

—Toma, —dijo, entregándoselo a Eugenia. Ella envolvió mis manos alrededor de él y me dio un codazo.

Incliné la cabeza hacia atrás, dejando el líquido fluir por mi garganta. Hice una mueca cuando el whisky quemó mi garganta y estómago. —Gracias, —dije, entregándole el vaso vacío a Nicolás.

—Debí haber llegado a ti más rápido. Ni siquiera me di cuenta de que ella se había ido. Lo siento, Lali. Debí de…

—No es tu culpa, Nico. No es culpa de nadie.

—Es la culpa de Vico, —bulló—. Ese bastardo estaba jodiéndola contra la pared.

— ¡Bebé! —Dijo Eugenia, tirando de mí a su lado.

—Necesito otro trago, —le dije.

—Yo también, —dijo Nicolás, volviendo a la cocina.

Peter entró con una toalla envuelta en su cintura, con una lata de cerveza fría contra su ojo. Eugenia salió de la habitación sin decir una palabra cuando Peter se puso sus calzoncillos y luego agarró la almohada. Nicolás y Eugenia trajeron cuatro vasos esta vez, todos llenos hasta el tope con licor. Todos tragamos el whisky sin dudarlo.

—Te veré en la mañana, —dijo Eugenia, besando mi mejilla.

Peter tomó mi copa, colocándola en la mesita de noche. Él me miró un momento y luego se acercó a su armario, tirando de una camiseta de la percha y arrojándola a la cama.

—Siento ser un cabrón, —dijo, sosteniendo la cerveza contra su ojo.

—Tienes un aspecto horrible. Te sentirás como una mierda mañana.

Él negó con la cabeza, disgustado. —Lali, fuiste atacada esta noche. No te preocupes por mí.


—Es difícil no hacerlo cuando tu ojo está tan inflamado, —le dije, situando su camisa sobre mi regazo.

Su mandíbula se tensó. —Esto no hubiera pasado si te hubiese dejado con Pablo. Pero sabía que si te preguntaba, vendrías. Quería demostrarle que aún eres mía, y después saliste lastimada.

Las palabras me tomaron por sorpresa, como si no lo hubiera oído bien. — ¿Por eso me preguntaste que te acompañara esta noche? ¿Para probarle un punto a Pablo?

—Algo así, —dijo, avergonzado.

La sangre abandonó mi rostro. Por primera vez desde que nos conocimos, Peter me había engañado. Yo había ido a Hellerton con él pensando que él me necesitaba, pensando que a pesar de todo, estábamos de vuelta a donde estábamos antes. No era más que una bebida hidratante, él había marcado su territorio, y yo se lo había permitido.  

Mis ojos se llenaron de lágrimas. —Fuera de aquí.

—Pigeon, —dijo, dando un paso hacia mí.

— ¡FUERA! —Dije, cogiendo la copa de la mesita de noche y arrogándosela. Se agachó, y ésta se estrelló contra la pared en cientos de fragmentos pequeños—. Te odio.

Peter exhaló como si el aire hubiese sido eliminado de él y con una expresión de dolor, me dejó sola.

Me deshice de mi ropa, tirando su camiseta sobre mi cabeza. El ruido que abandonó mi garganta me sorprendió. Había pasado un largo tiempo desde que sollozaba incontrolablemente. Después de unos momentos, Eugenia entró en la habitación.


Ella se metió en la cama y envolvió sus brazos alrededor de mí. No me hizo preguntas o trató de consolarme, sólo me sostuvo mientras dejaba que las lágrimas se estrellaran contra la almohada.


CONTINUARÁ...