sábado, 28 de febrero de 2015

Capítulo 13

CAPÍTULO 13

DESPEDIDA DE SOLTERA

LALI
Aquellos que se encontraban sentados en el borde más lejano del restaurante comenzaron a gritar, casi empujando sobre las mesas y los niños para escaparse. Las copas de vino se rompieron y los cubiertos resonaron en el suelo.

Una piña con forma de huracán fue derribada, rodó por la mesa y se rompió.

Eugenia le rodó los ojos a cerca de unas veinte personas reunidas a unas cuantas mesas más lejos. —¡Cristo en la cruz, gente! ¡Sólo es un poco de lluvia!

Los meseros y anfitriones se apresuraron a soltar las paredes enrolladas al exterior del restaurante.

—Y te quejabas porque no teníamos una vista al océano —bromeó Candela.

—Sí, ahora esas perras pretenciosas no están sonriendo con superioridad, ¿no? —dijo Eugenia, señalando y sonriendo al paquete de seis rubias ahora acurrucadas y mojadas.

—Ya está bien, Euge. Has tenido demasiadas copas de vino —dije.

—Estoy de vacaciones y es una despedida de soltera. Se supone que debo estar borracha.

Palmeé su mano. —Eso estaría bien si no fueras una borracha insoportable.

—Vete a la mierda, puta, no soy una borracha insoportable. —Me le quedé mirando, y ella me guiñó y sonrió—. Sólo bromeaba.

Candela dejó caer su tenedor en el plato. —Estoy llena. ¿Ahora qué?

Eugenia sacó una pequeña carpeta de su cartera con una sonrisa retorcida.

Tenía unas pequeñas letras de foamy pegadas al frente que decía “PETER & LALI” y la fecha de nuestra boda. —Ahora jugaremos.

—¿Qué clase de juego? —pregunté, cautelosa.

Abrió la carpeta. —Como Cami no podía estar aquí hasta mañana, hizo esto —dijo, volteando el frente para leer las palabras pintadas allí—. El juego: ¿Qué
diría tu esposo? He oído hablar de él. Es súper divertido, aunque generalmente es sobre tu futuro esposo —dijo, agitándose con entusiasmo en su asiento—. Entonces… Cami le hizo a Peter estas preguntas la semana pasada y envió el libro conmigo.

—¿Qué? —grité—. ¿Qué tipo de preguntas?

—Prepárate para averiguarlo —dijo, agitando la mano hacia un mesero. Él trajo una bandeja llena de chupitos de gelatina de colores brillantes.

—Oh por Dios… —dije.

—Si no aciertas, bebes. Si aciertas, nosotras bebemos. ¿Lista?

—Por supuesto —dije, mirando a María y Candela.
Eugenia se aclaró la garganta, sosteniendo la carpeta frente a ella. — ¿Cuándo supo Peter que eras la indicada?

Pensé por un instante. —La primera noche de póker en la casa de su papá.

—¡Errrr! —Eugenia hizo un horrendo sonido con su garganta—. Cuando se dio cuenta que no era lo suficientemente bueno para ti, el cual fue el momento en que te vio. ¡Bebe!

—¡Aw! —dijo Candela, sosteniendo su mano en su pecho.

Tomé un pequeño vaso de plástico y embutí el contenido en mi boca.

Delicioso. No iba a perder la cabeza en absoluto.

—¡Siguiente pregunta! —dijo Eugenia—. ¿Cuál es su cosa favorita de ti?

—Mi sazón.

—¡Errrrr! —Eugenia hizo el sonido de nuevo—. ¡Bebe!

—Eres terrible en este juego —dijo María, claramente divertida.

—Tal vez lo estoy haciendo a propósito. ¡Estos están buenos! —dije, metiéndome otro chupito en mi boca.

—¿La respuesta de Peter? Tu risa.

—Guau —dije, sorprendida—. Eso es adorable.

—¿Cuál es su parte favorita de tu cuerpo?

—Mis ojos.

—¡Ding, ding, ding! ¡Correcto!

Candela y María aplaudieron, yo incliné la cabeza. —Gracias, gracias. Ahora beban, perras.

Todas rieron y tomaron sus chupitos.

Eugenia pasó la página y leyó la siguiente pregunta. —¿Cuándo es que Peter quiere tener hijos?

—Oh. —Respiré a través de mis labios—. ¿En siete… ocho años?

—Un año después de la graduación.

María y Candela hicieron la misma cara; sus bocas formaron un “oh”.

—Beberé —dije—, pero él y yo tendremos que hablar sobre eso un poco más.

Eugenia sacudió la cabeza. —Este es un juego de pre-boda, Lali. Deberías ser mejor en esto.

—Cállate y continúa.

María señaló—: Técnicamente no se puede callar y continuar.

—Cállate —dijimos al unísono Eugenia y yo.

—¡Siguiente pregunta! —dijo Eugenia—. ¿Cuál crees que fue el momento favorito de Peter de su relación?

—¿La noche que ganó la apuesta y me mudé?

—¡Correcto otra vez! —dijo Eugenia.

—Esto está tan dulce. No puedo tomarlo —dijo Candela.

—¡Bebe! Siguiente pregunta —dije, sonriendo.

—¿Cuál es la cosa que Peter dijo que nunca olvidará que tú le dijiste?

—Guao. No tengo idea.

María se inclinó. —Sólo adivina.

—¿La primera vez que le dije que lo amaba?

Eugenia entrecerró los ojos, pensando. —Técnicamente, estás equivocada.

¡Dijo que fue la vez que le dijiste a Pablo que amabas a Peter! —Eugenia se echó a reír y así lo hicimos el resto de nosotras—. ¡Bebe!

Eugenia pasó otra página. —¿Cuál es el objeto sin el que Peter no puede vivir?

—Su moto.

—¡Correcto!

—¿Dónde fue su primer cita?

—Técnicamente fue en Pizza Shack.

—¡Correcto! —dijo Eugenia de nuevo.

—Pregúntale algo más difícil o nos vamos a emborrachar —dijo María, tomándose otro chupito.

—Mmm… —dijo Eugenia, hojeando las páginas—. Oh, aquí vamos. ¿Cuál crees qué es la cosa favorita de Peter sobre ti?

—¿Qué clase de pregunta es esa? —pregunté, ellas me miraron expectantes—. Mmm… mi cosa favorita sobre él es la manera en que siempre me toca cuando nos sentamos juntos, pero apuesto a que dijo que sus tatuajes.

—¡Maldición! —dijo Eugenia—. ¡Correcto! —Bebieron y aplaudí para celebrar mi pequeña victoria.

—Una más —dijo Eugenia—. ¿Cuál cree Peter que es tu regalo favorito de él?

Hice una pausa por un par de segundos. —Esa es fácil. El álbum de recortes que me regaló por el día de San Valentín este año. ¡Ahora, beban!

Todas se rieron y a pesar de que era su turno, compartí el último chupito con ellas.

Candela se limpió la boca con una servilleta y me ayudó a recoger los vasos vacíos y colocarlos en la bandeja. —¿Cuál es el plan ahora, Mare?

Eugenia no paraba de agitarse, claramente emocionada por lo que estaba a punto de decir. —Visitaremos los Clubes. De eso se trata.
Negué con la cabeza. —De ninguna manera. Ya hablamos de esto.

Eugenia sacó su labio inferior.

—No —dije—. Estoy aquí para renovar mis votos, no para divorciarme. Piensa en algo más.

—¿Por qué él no confía en ti? —dijo Eugenia, su voz pareciéndose mucho a un lloriqueo.

—Si yo realmente quisiera ir, iría. Simplemente respeto a mi esposo y preferiría pasármela bien que sentarme en un club lleno de humo con luces que me dan dolor de cabeza. Sólo le haría preguntarse qué pasó y yo prefiero no ir allí. Ha funcionada hasta ahora.

—Respeto a Nicolás y aun así voy a Clubes sin él.

—No, no lo haces.

—Sólo porque todavía no he querido. Está noche, quiero.

—Bueno, yo no.
Eugenia juntó las cejas. —Está bien. Plan B. ¿Noche de póker? —Muy divertido.

La cara de Candela se iluminó. —¡Vi un volante sobre una noche de películas esta noche en la playa Honeymoon! Colocan una pantalla justo en el agua.

Eugenia hizo una mueca. —Aburrido.

—No, yo creo que suena divertido. ¿Cuándo empieza?

Candela chequeó su reloj y luego su cara se ensombreció, desanimada. —En quince minutos.

—¡Podemos llegar! —dije, agarrando mi cartera—. ¡La cuenta por favor!
  

PETER
—¡Calma tus nervios, amigo! —dijo Nicolás. Bajó la mirada hacia mis dedos nerviosamente golpeando contra el reposabrazos de metal. Habíamos aterrizado y deslizado por la pista de manera segura, pero por alguna razón todavía no estaban listos para dejarnos salir. Todo el mundo se encontraba en silencio esperando por ese diminuto ding que significaba la libertad. Algo sobre el ding de la luz de los cinturones abrochados hizo que todos saltaran y se apresuraran a conseguir su equipaje de mano y formaran una fila. Sin embargo, yo de verdad tenía una razón para estar apurado, así que la espera fue particularmente irritante.

—¿Qué demonios está tomando tanto tiempo? —dije, quizás un poco demasiado fuerte. Una mujer en frente de nosotros con un niño de edad para ir a la escuela primaria se giró lentamente para darme una mirada—. Lo siento. —Miró hacia delante enfurruñada.

Miré mi reloj. —Vamos a llegar tarde.

—No, no vamos a llegar tarde —dijo Nicolás en su típica voz suave y calmada—. Todavía tenemos tiempo de sobra.

Me estiré hacia un lado, mirando hacia el pasillo como si eso fuera ayudar.

—Las azafatas no se han movido. Espera, una está al teléfono.

—Esa es una buena señal.

Me senté derecho y suspiré. —Vamos a llegar tarde.

—No. No vamos a llegar tarde. Tú simplemente la extrañas.

—La extraño —dije, sabía que me veía miserable y ni siquiera iba a intentar ocultarlo. Esta era la primera vez que Lali y yo pasábamos una noche separados desde antes de casarnos y era miserable. Incluso después de un año, todavía la buscaba cuando se despertaba en la mañana. Incluso la extrañaba cuando dormía.

Nicolás sacudió la cabeza en desaprobación. —¿Recuerdas cuando solías darme tanta mierda por comportarme así?

—Tú no amas de la manera en que yo la amo.

Nicolás sonrió. —¿Realmente eres feliz, hombre?

—Tanto como la amaba en ese entonces, ahora la amo aún más. Al igual que papá solía hablar de mamá.

Nicolás sonrió y luego abrió la boca para responder, pero la luz del cinturón de seguridad sonó, enviando a todo el mundo en una ráfaga de pie, estirándose y situándose en el pasillo.

La madre en frente de mí sonrió. —Felicitaciones —dijo—. Parece que lo has averiguado mejor que la mayoría de las personas.

La fila comenzó a avanzar. —En realidad, no. Sólo tuvimos una gran cantidad de duras lecciones desde el principio.

—Afortunado —dijo, dirigiendo a su hijo por el pasillo.

Me eché a reír, pensando en las metidas de patas y decepciones, pero ella tenía razón. Si tuviera que hacerlo todo de nuevo, preferiría soportar el dolor en un principio que haberlo tenido fácil y luego tenerlo todo yéndose a la mierda más adelante.

Nicolás y yo nos apresuramos a la zona para recoger el equipaje, conseguimos el nuestro y luego nos apresuramos a la salida para tomar un taxi. Me sorprendió ver a un hombre en un traje negro sosteniendo un pizarrón blanco con “FIESTA LANZANI” garabateado con marcador rojo.

—Hola —dije.

—¿Señor Lanzani? —dijo, sonriendo ampliamente.

—Esos somos nosotros.

—Soy el señor Gumbs. Justo por este lado. —Tomó mi maleta más grande y nos llevó afuera hacia un Cadillac Escalade negro—. Se van a quedar en el Ritz-Carlton, ¿cierto?
—Sí —dijo Nicolás.

Cargamos la camioneta con el resto de las maletas y luego nos sentamos en los asientos de la fila central.

—Anotación —dijo Nicolás, mirando alrededor.

El chofer arrancó, conduciendo arriba y abajo por las colinas, alrededor de las curvas, todo en el lado equivocado de la carretera. Era confuso, porque el volante estaba del mismo lado que el nuestro.

—Me alegro de que no alquiláramos un coche —dije.

—Sí, la mayoría de los accidentes aquí son causado por los turistas.

—Apuesto a que sí —dijo Nicolás.

—No es difícil. Sólo tienes que recordar que estás más cerca de la acera —dijo él, dando un karatazo en el aire con su mano izquierda.

Continuó dándonos un mini-recorrido, señalando diferentes cosas a lo largo del camino. Las palmeras me hicieron sentir lo suficientemente fuera de nuestro elemento, pero los carros estacionados en el lado izquierdo de la carretera realmente jugaban con mi cabeza. Las grandes colinas parecían tocar el cielo, salpicada de pequeñas manchas blancas, lo que asumí que eran casas en las laderas.

—Eso de allí es el Havensight Mall —dijo el Señor Gumbs—, donde todos los cruceros atracan, ¿ven?

Vi los grandes barcos, pero no podía dejar de mirar el agua. Nunca antes había visto el agua de un azul tan puro. Supongo que por eso lo llaman el Caribe azul. Fue malditamente increíble. —¿Qué tan cerca estamos?

—Ya casi llegamos —dijo el señor Grumbs con una sonrisa feliz.

Justo en ese momento, el Cadillac desaceleró hasta detenerse para esperar por el tráfico que se aproximaba, y luego nos metimos en un largo viaje. Se detuvo una vez más por una caseta de seguridad, nos saludaron con la mano y luego continuamos en otro largo viaje hasta la entrada del hotel.

—¡Gracias! —dijo Nicolás. Se inclinó hacia el chofer y luego sacó su teléfono, rápidamente tecleando en la pantalla. Su teléfono hizo un sonido de beso, así que debió haber sido Eugenia. Leyó el mensaje y luego asintió—. Parece que tú y yo iremos a la habitación de Euge, y ellas se alistaran en la tuya.

Hice una mueca. —Eso es… raro.

—Supongo que todavía no quieren que veas a Lali.

Sacudí mi cabeza y sonreí. —Ella estaba de esa manera la última vez.

Un empleado del hotel nos mostró un carrito de golf y luego nos llevó a nuestro edificio. Lo seguimos a la habitación correcta y luego entramos. Era bastante… tropical, el sofisticado Ritz-Carlton tropical.

—¡Esto es suficiente! —dijo Nicolás, todo sonriente.

Fruncí el ceño. —La ceremonia es en dos horas. ¿Tengo que esperar dos horas?

Nicolás levantó un dedo, tecleó en su teléfono y luego levantó la mirada. —Nop. Puedes verla cuando esté lista. Por Lali. Al parecer, también te extraña.

Una gran sonrisa se extendió por mi cara. No lo podía evitar. Lali tenía ese efecto en mí, dieciocho meses atrás, un año atrás, ahora y por el resto de mi vida.

Saqué mi teléfono.

Te amo, bebé.

¡OhDiosMío! ¡Estás aquí! ¡Yo también te amo!

Te veo pronto.

Puedes apostar tu trasero.

Me reí a carcajadas. Había dicho antes que Lali era mi todo. Durante los últimos 365 días consecutivos, ella había probado que eso era cierto.

Alguien tocó la puerta y me acerqué para abrir.

El rostro de Bauti se iluminó. —¡Cabrón!


Me eché a reír de nuevo, sacudí la cabeza y les hice señas a mis hermanos para que entraran. —Entren, malditos paganos. Tengo una esposa esperando y un esmoquin con mi nombre en él.


CONTINUARÁ... ¡Hola! Siento mucho no haber subido durante este tiempo, pero estoy llenísima de exámenes... por suerte esta semana solo tengo uno y es el viernes así que podré subir más :) Este es el penúltimo capítulo de este libro y para dar por finalizada la trilogia... pero creo que hace poco leí que había un cuarto libro, creo.. voy a averiguar y si lo hay, lo subiré! Besos

viernes, 20 de febrero de 2015

Capítulo 12

CAPÍTULO 12

ANIVERSARIO

LALI
Gotas de agua en mi piel, mezclándose con el protector solar y magnificando la textura de mí bronceado estómago. El sol caía sobre nosotras, y todos los demás en la playa, provocando una danza de calor en ondas en la parte superior de la arena entre los brillantes parches de toallas de playa.

—Señora —dijo el camarero, inclinándose con dos bebidas. El sudor goteaba de su piel oscura, pero sonreía—. ¿Lo carga a la habitación?

—Sí, gracias —le dije, tomando mi margarita de fresa congelada y firmando el recibo.

Eugenia tomó la suya y agitó el hielo con su pequeño pajita. —Esto. Es. El Cielo.

Todos nos merecíamos un poco de cielo para recuperarnos del año pasado.

Después de asistir a decenas de funerales, ayudar mucho a Peter con su culpa, y desplegar más preguntas de los investigadores. Los estudiantes que se encontraban en la lucha mantuvieron el nombre de Peter fuera al hablar con las autoridades, pero los rumores se extendían, y tomó mucho tiempo para que la detención de Adam fuera suficiente para las familias.

Tomó un montón convencer a Peter para que no se entregara. La única cosa que parecía detenerlo era el que le rogase que no me dejara sola, y el saber que Bauti sería acusado por interferir en la investigación. Los primeros seis meses de nuestro matrimonio estaban lejos de ser fáciles, y nos pasamos un montón de largas noches discutiendo sobre lo que era correcto hacer. Tal vez era incorrecto para mí mantener a Peter en prisión, pero no me importaba. No creía que era más culpable que cualquiera que había elegido estar en ese sótano esa noche. Nunca me arrepentiría de mi decisión, al igual que nunca me arrepentiría de mirar directamente a los ojos de ese detective y mentir hasta mis huesos para salvar a mi marido.

—Sí —dije, mirando el agua subir por la arena y luego retroceder—. Tenemos que agradecerle a Peter. Estuvo en el gimnasio con el mayor número de clientes que pudo encajar alrededor de sus clases seis días a la semana de las cinco de la mañana hasta las diez de la noche. Todo esto fue gracias a él. Porque te aseguro que no fue el dinero de mis tutorías lo que nos trajo hasta aquí.

—¿Agradecerle? ¡Cuando me prometió una boda real, no sabía que quería decir un año después!

—Eugenia —la regañé, girándome hacia ella—. ¿Podrías ser más malcriada? Estamos en una playa, bebiendo margaritas congeladas en St. Thomas.

—Supongo que me dio un poco de tiempo para planificar tú despedida de soltera y la renovación de tus votos —dijo, tomando un sorbo.

Sonreí, girándome hacia ella. —Gracias. Lo digo en serio. Y esta es la mejor despedida de soltera en la historia de las despedidas de soltera.

Candela se acercó y se sentó en la silla al otro lado de mí, su corto cabello castaño de duendecillo brillaba bajo el sol. Sacudió el agua salada de él, para aligerarlo. —¡El agua está tan cálida! —dijo, empujando hacia arriba las gafas de sol de gran tamaño—. Hay un tipo allí que enseña a los niños a hacer windsurf5. Está estúpidamente caliente.

—Tal vez puedes hablarle para que sea nuestro stripper más tarde —dijo Eugenia, con la cara seria.

María frunció el ceño. —Eugenia, no. Peter estaría furioso. Lali, esta no es realmente una despedida de soltera, ¿recuerdas?

Eugenia se encogió de hombros, dejando que sus ojos se cerraran detrás de sus gafas de sol. Aunque María y yo nos acercamos demasiado desde que me mudé, ella y Eugenia aún no se hallaban en los mejores términos. Probablemente debido a que ambas decían exactamente lo que pensaban.

—Culparemos a Candela —dijo Eugenia—. Peter no puede enojarse con ella. Tiene una deuda eterna con ella por dejarlo entrar a Morgan esa noche que se encontraban peleados.

—Eso no quiere decir que quiero estar en el lado equivocado de la rabia Lanzani —dijo Candela, estremeciéndose.
Me burlé. —Sabes que él no ha arremetido en mucho tiempo. Tiene bajo control su ira ahora.

Candela y yo compartimos dos clases ese semestre, y cuando la invité al apartamento para estudiar, Peter la reconoció como la chica que lo dejó entrar a nuestro dormitorio. Como Peter, su hermano también era miembro de la fraternidad Sigma Tau, así que ella era una de las pocas chicas bonitas en el
campus con la que Peter no se había acostado.

—Peter y Shepley estarán aquí mañana por la tarde —dijo Eugenia—. Tenemos que hacer nuestra fiesta esta noche. No crees que Peter esté sentado en casa sin hacer nada, ¿verdad? Vamos a salir y vamos a jodidamente pasar bien el rato, te guste o no.

—Eso está bien —le dije—. Simplemente sin strippers. Y no demasiado tarde. Esta boda tendrá público. No quiero verme con resaca.

Candela levantó la bandera al lado de su silla, y casi inmediatamente un camarero vino.

—¿En qué puedo ayudarla, señorita?

—Una piña colada, por favor.

—Por supuesto —dijo, retrocediendo.

—Este lugar es ostentoso —dijo Eugenia.

—Y te preguntas por qué nos tomó un año ahorrar para esto.

—Tienes razón. No debería haber dicho nada. Pit quería que tuvieras lo mejor. Lo entiendo. Y fue agradable que mamá y papá pagaran mi pasaje. De seguro no habría sido capaz de llegar de otro modo.

Me reí.

—Me prometiste que podía ser una dama de honor y hacer todo lo que me hiciste perder el año pasado. Los veo pagando como regalo de boda y regalo de aniversario para ti, y un regalo de cumpleaños para mí todo en uno. Si me preguntas, lo consiguieron barato.

—Todavía es demasiado.

—Lali, te quieren como a una hija. Papá está muy emocionado sobre caminar contigo hacia el altar. Déjalos hacer esto sin arruinar el espíritu —dijo Eugenia.

Sonreí. Mark y Pam me trataron como familia. Después de que mi padre me colocó en una situación peligrosa el año pasado, Mark decidió que necesitaba un nuevo padre —y se nominó a sí mismo. Si necesitaba ayuda con la matrícula o los libros o una aspiradora nueva, Mark y Pam se aparecían en mi puerta. Ayudarme también les dio una excusa para visitarnos a Eugenia y a mí, y era obvio que disfrutaban la mayor parte de eso.

Ahora no sólo tenía al revoltoso clan Lanzani como familia, sino que también tenía a Mark y Pam. Había pasado de pertenecer a nadie, a ser parte de dos familias maravillosas que eran increíblemente importantes para mí. Al principio, me hizo sentir ansiosa. Nunca he tenido mucho que perder antes. Pero con el tiempo, me di cuenta de que mi nueva familia no iba a ir a ninguna parte, y aprendí cuánto bien podía venir de la desgracia.

—Lo siento. Voy a tratar de aceptar esto amablemente.

—Gracias.

—¡Gracias! —dijo Candela, tomando su bebida de la bandeja. Firmó la cuenta y comenzó a sorber el brebaje con sabor a fruta—. ¡Estoy muy emocionada de ir a esta!

—También yo —dijo Eugenia, mirando en mi dirección. Apenas me había perdonado por casarme sin ella. Y, honestamente, esperaba que nunca tratara de sacar el mismo movimiento conmigo. Pero el matrimonio seguía siendo un largo camino que recorrer para ella.

Ella y Nicolás iban a conseguir su propio apartamento, pero ambos decidieron que a pesar de que se hallaban siempre alrededor del otro, Eugenia se quedaría en Morgan, y Nicolás se mudaría a Helms, el dormitorio de hombres.

Mark y Pam eran los más contentos con este arreglo. Amaban a Nicolás, pero estaban preocupados de que el estrés de las cuentas y los trabajos del mundo real afectaran a Nicolás y a Eugenia en el enfoque de la escuela. Eugenia se esforzaba, incluso en los dormitorios.

—Sólo espero no tener problemas. No me gusta la idea de estar de pie delante de toda esa gente mirándonos.

Eugenia exhaló una risa. —Elvis no fue invitado, pero estoy segura de que aun así será hermosa.

—Todavía no puedo creer que Elvis estuvo en tu boda —dijo Candela, riendo.

—No el que está muerto —dijo María sin expresión.

—Él no fue invitado en esta ocasión —dije, mirando a los niños tomando clases de windsurf y haciéndolo por su cuenta.

—¿Cómo fue? ¿Casarse en Las Vegas? —preguntó Candela.

—Fue... —dije, pensando en el momento en que nos fuimos, casi exactamente un año atrás—, estresante y aterrador. Estaba preocupada. Lloré. Fue bastante perfecto.

La expresión de Candela era una combinación de disgusto y sorpresa. —Así suena.



PETER
—Vete a la mierda —le dije, disgustado.

—¡Oh, vamos! —dijo Nicolás, temblando de risa—. Solías decir que yo era el único sometido.

—Vete a la mierda otra vez.

Nicolás apagó el motor. Había aparcado el Charger en el lado más alejado del estacionamiento de Cherry Papa’s. Casa de las más gordas y sucias strippers de la ciudad. —No es como si fueras a llevarte a una de ellas a casa.

—Se lo prometí a Pidge. Sin strippers.

—Te prometí una despedida de soltero.

—Amigo, vamos a casa. Estoy lleno, cansado, y tenemos que coger un avión en la mañana.

Nicolás frunció el ceño. —Las chicas han estado tumbadas en una playa en St. Thomas durante todo el día, y ahora es probable que estén de fiesta en un club.
Sacudí la cabeza. —No vamos a clubs sin el otro. Ella no haría eso.

—Lo haría si Eugenia lo planeó.

Sacudí la cabeza de nuevo. —No, jodidamente no lo haría. No voy a entrar en el club de striptease. O bien eliges otra cosa, o me llevas a casa.

Nicolás suspiró y entrecerró los ojos. —¿Qué hay con eso?

Seguí su línea de visión a la próxima cuadra. —¿Un hotel? Nico, te amo, hombre, pero no es una despedida de soltero real. Estoy casado. E incluso si no lo estuviera, todavía no tendría sexo contigo.

Nicolás sacudió su cabeza. —Hay un bar allí. No es un club. ¿Está eso permitido en tu larga lista de reglas del matrimonio?

Fruncí el ceño. —Solo respeto a mi esposa. Y sí, imbécil, podemos entrar ahí.

—Increíble —dijo, frotándose las manos.

Atravesamos la calle, y Nicolás abrió la puerta. Estaba completamente oscuro.

—Uh... —comencé.

De repente, las luces se encendieron. Los gemelos, Tato y Tyler, lanzaron confeti en mi cara, la música comenzó a sonar a todo volumen, y luego vi la peor cosa que jamás había visto en mi vida: Bautista en una tanga, cubierto de unos diez kilos de brillo corporal. Llevaba una barata peluca amarilla, y Cami se reía en voz alta, animándolo.

Nicolás me empujó el resto del camino. Mi papá se hallaba a un lado de la sala, de pie junto a Pepo. Ambos sacudían sus cabezas. Mi tío Jack se encontraba al otro lado de Pepo, y luego el resto de la habitación estaba llena de hermanos Sigma Tau y jugadores de fútbol.

—Dije sin strippers —expresé, mirando atónito como Bautista bailaba por la habitación como Britney Spears.

Nicolás se echó a reír. —Lo sé, hermano, pero parece que el espectáculo comenzó antes de llegar aquí.

Era un choque de trenes. Mi cara se frunció con disgusto mientras miraba a Bautista golpear y moler su camino a través del cuarto; a pesar de que yo no quería. Todos en la sala lo animaban. Figuras de cartón de tetas colgaban del techo, y había incluso un pastel de pechos en una mesa al lado de mi padre. Había estado en varias despedidas de soltero antes, y ésta tenía que ganar algún tipo de premio por la más rara.

—Oye —dijo Bautista, sin aliento y sudando. Sacó unos mechones de pelo amarillo de su cara.

—¿Perdiste una apuesta? —pregunté.

—De hecho, lo hice.

Tato y Tyler se encontraban al otro lado de la habitación, golpeando sus rodillas y se reían tan fuerte que apenas podían respirar.

Le di una palmada al culo de Bautista. —Te ves caliente, hermano.

—Gracias —dijo. La música empezó y sacudió sus caderas hacia mí. Lo alejé, y sin inmutarse, bailó por la habitación para entretener a la multitud.

Miré a Nicolás. —No puedo esperar para ver cómo le explicas esto a Lali.

Sonrió. —Ella es tu esposa. Tú lo harás.

Por las próximas cuatro horas, bebimos y hablamos, y vimos a Bautista hacer un completo ridículo de sí mismo. Mi padre, como era de esperar, se fue antes de tiempo. Él, junto con mis otros hermanos, tenía que tomar un avión.

Todos volaríamos a St. Thomas en la mañana para la renovación de mis votos.

Durante el último año, Lali hizo tutorías, y yo hice un poco de entrenamiento personal en el gimnasio local. Habíamos conseguido ahorrar un poco después de los costos escolares, la renta y el pago de su automóvil para viajar a St. Thomas y quedarnos unos días en un hotel agradable. Teníamos un montón de cosas que podríamos haber hecho con el dinero, pero Eugenia seguía hablando de eso y no nos dejaría abandonar la idea. Luego, cuando los padres de Eugenia nos dieron el regalo de bodas/regalo de cumpleaños de Eugenia/regalo de aniversario, tratamos de decir no, pero Eugenia fue insistente.

—Muy bien, chicos. Voy a estar muerto mañana si no me voy a dormir.

Todo el mundo gimió y se burlaron de mí con palabras como sometido y azotado, pero la verdad era que todos estaban acostumbrados al nuevo y más doméstico Peter Lanzani. No había puesto mi puño en la cara de alguien en casi un año.

Bostecé y Nicolás me dio un puñetazo en el hombro. —Vamos.

Condujimos en silencio. No estaba seguro de lo que Nicolás pensaba, pero no podía jodidamente esperar para ver a mi esposa. Ella me había dejado el día anterior, y era la primera vez que estábamos separados desde que nos casamos.
Nicolás se detuvo en el apartamento y apagó el auto. —Servicio a la puerta, perdedor.

—Admítelo. Lo extrañas.

—¿El apartamento? Sí, un poco. Pero te extraño peleando y nosotros haciendo toneladas de dinero.

—Sí. A veces lo hago, también. Nos vemos en la mañana.

—Te recojo aquí a las seis y media.

—Nos vemos.

Nicolás se alejó lentamente mientras yo subía los escalones, en busca de las llaves del apartamento. Odiaba volver a casa cuando Lali no se hallaba aquí. No había nada peor después de conocernos, y era lo mismo ahora. Tal vez aún más miserable porque Nicolás y Eugenia ni siquiera se encontraban allí para molestarme.

Empujé la llave y abrí la puerta, cerrándola tras de mí y lanzando mi billetera en la barra de desayuno. Ya había llevado a Toto al hotel para mascotas para ser atendido mientras no nos encontrábamos aquí. Estaba jodidamente silencioso. Suspiré. El apartamento había cambiado mucho en el último año. Los carteles y señales de bar desaparecieron, y las fotos de nosotros y pinturas aparecieron. Ya no era un piso de soltero, pero era un buen cambio.

Fui a mi habitación, me desnudé hasta quedar en mi bóxer Calvin Klein, y me metí en la cama, enterrándome bajo el edredón floral azul y verde; algo más que nunca habría visto el interior de este apartamento si no fuese por Lali. Acerqué su almohada y apoyé la cabeza. Olía como ella.

El reloj marcaba las dos de la madrugada. Estaría con ella en doce horas.




CONTINUARÁ... quedan dos caps más y termina! 

domingo, 15 de febrero de 2015

DESCARGA: Walking Disaster




Capítulo 12

CAPÍTULO 12

ANIVERSARIO

LALI
Gotas de agua en mi piel, mezclándose con el protector solar y magnificando la textura de mí bronceado estómago. El sol caía sobre nosotras, y todos los demás en la playa, provocando una danza de calor en ondas en la parte superior de la arena entre los brillantes parches de toallas de playa.

—Señora —dijo el camarero, inclinándose con dos bebidas. El sudor goteaba de su piel oscura, pero sonreía—. ¿Lo carga a la habitación?

—Sí, gracias —le dije, tomando mi margarita de fresa congelada y firmando el recibo.

Eugenia tomó la suya y agitó el hielo con su pequeño pajita. —Esto. Es. El Cielo.

Todos nos merecíamos un poco de cielo para recuperarnos del año pasado.

Después de asistir a decenas de funerales, ayudar mucho a Peter con su culpa, y desplegar más preguntas de los investigadores. Los estudiantes que se encontraban en la lucha mantuvieron el nombre de Peter fuera al hablar con las autoridades, pero los rumores se extendían, y tomó mucho tiempo para que la detención de Adam fuera suficiente para las familias.

Tomó un montón convencer a Peter para que no se entregara. La única cosa que parecía detenerlo era el que le rogase que no me dejara sola, y el saber que Bauti sería acusado por interferir en la investigación. Los primeros seis meses de nuestro matrimonio estaban lejos de ser fáciles, y nos pasamos un montón de largas noches discutiendo sobre lo que era correcto hacer. Tal vez era incorrecto para mí mantener a Peter en prisión, pero no me importaba. No creía que era más culpable que cualquiera que había elegido estar en ese sótano esa noche. Nunca me arrepentiría de mi decisión, al igual que nunca me arrepentiría de mirar directamente a los ojos de ese detective y mentir hasta mis huesos para salvar a mi marido.

—Sí —dije, mirando el agua subir por la arena y luego retroceder—. Tenemos que agradecerle a Peter. Estuvo en el gimnasio con el mayor número de clientes que pudo encajar alrededor de sus clases seis días a la semana de las cinco de la mañana hasta las diez de la noche. Todo esto fue gracias a él. Porque te aseguro que no fue el dinero de mis tutorías lo que nos trajo hasta aquí.

—¿Agradecerle? ¡Cuando me prometió una boda real, no sabía que quería decir un año después!

—Eugenia —la regañé, girándome hacia ella—. ¿Podrías ser más malcriada? Estamos en una playa, bebiendo margaritas congeladas en St. Thomas.

—Supongo que me dio un poco de tiempo para planificar tú despedida de soltera y la renovación de tus votos —dijo, tomando un sorbo.

Sonreí, girándome hacia ella. —Gracias. Lo digo en serio. Y esta es la mejor despedida de soltera en la historia de las despedidas de soltera.

Candela se acercó y se sentó en la silla al otro lado de mí, su corto cabello castaño de duendecillo brillaba bajo el sol. Sacudió el agua salada de él, para aligerarlo. —¡El agua está tan cálida! —dijo, empujando hacia arriba las gafas de sol de gran tamaño—. Hay un tipo allí que enseña a los niños a hacer windsurf5. Está estúpidamente caliente.

—Tal vez puedes hablarle para que sea nuestro stripper más tarde —dijo Eugenia, con la cara seria.

María frunció el ceño. —Eugenia, no. Peter estaría furioso. Lali, esta no es realmente una despedida de soltera, ¿recuerdas?

Eugenia se encogió de hombros, dejando que sus ojos se cerraran detrás de sus gafas de sol. Aunque María y yo nos acercamos demasiado desde que me mudé, ella y Eugenia aún no se hallaban en los mejores términos. Probablemente debido a que ambas decían exactamente lo que pensaban.

—Culparemos a Candela —dijo Eugenia—. Peter no puede enojarse con ella. Tiene una deuda eterna con ella por dejarlo entrar a Morgan esa noche que se encontraban peleados.

—Eso no quiere decir que quiero estar en el lado equivocado de la rabia Lanzani —dijo Candela, estremeciéndose.
Me burlé. —Sabes que él no ha arremetido en mucho tiempo. Tiene bajo control su ira ahora.

Candela y yo compartimos dos clases ese semestre, y cuando la invité al apartamento para estudiar, Peter la reconoció como la chica que lo dejó entrar a nuestro dormitorio. Como Peter, su hermano también era miembro de la fraternidad Sigma Tau, así que ella era una de las pocas chicas bonitas en el
campus con la que Peter no se había acostado.

—Peter y Shepley estarán aquí mañana por la tarde —dijo Eugenia—. Tenemos que hacer nuestra fiesta esta noche. No crees que Peter esté sentado en casa sin hacer nada, ¿verdad? Vamos a salir y vamos a jodidamente pasar bien el rato, te guste o no.

—Eso está bien —le dije—. Simplemente sin strippers. Y no demasiado tarde. Esta boda tendrá público. No quiero verme con resaca.

Candela levantó la bandera al lado de su silla, y casi inmediatamente un camarero vino.

—¿En qué puedo ayudarla, señorita?

—Una piña colada, por favor.

—Por supuesto —dijo, retrocediendo.

—Este lugar es ostentoso —dijo Eugenia.

—Y te preguntas por qué nos tomó un año ahorrar para esto.

—Tienes razón. No debería haber dicho nada. Pit quería que tuvieras lo mejor. Lo entiendo. Y fue agradable que mamá y papá pagaran mi pasaje. De seguro no habría sido capaz de llegar de otro modo.

Me reí.

—Me prometiste que podía ser una dama de honor y hacer todo lo que me hiciste perder el año pasado. Los veo pagando como regalo de boda y regalo de aniversario para ti, y un regalo de cumpleaños para mí todo en uno. Si me preguntas, lo consiguieron barato.

—Todavía es demasiado.

—Lali, te quieren como a una hija. Papá está muy emocionado sobre caminar contigo hacia el altar. Déjalos hacer esto sin arruinar el espíritu —dijo Eugenia.

Sonreí. Mark y Pam me trataron como familia. Después de que mi padre me colocó en una situación peligrosa el año pasado, Mark decidió que necesitaba un nuevo padre —y se nominó a sí mismo. Si necesitaba ayuda con la matrícula o los libros o una aspiradora nueva, Mark y Pam se aparecían en mi puerta. Ayudarme también les dio una excusa para visitarnos a Eugenia y a mí, y era obvio que disfrutaban la mayor parte de eso.

Ahora no sólo tenía al revoltoso clan Lanzani como familia, sino que también tenía a Mark y Pam. Había pasado de pertenecer a nadie, a ser parte de dos familias maravillosas que eran increíblemente importantes para mí. Al principio, me hizo sentir ansiosa. Nunca he tenido mucho que perder antes. Pero con el tiempo, me di cuenta de que mi nueva familia no iba a ir a ninguna parte, y aprendí cuánto bien podía venir de la desgracia.

—Lo siento. Voy a tratar de aceptar esto amablemente.

—Gracias.

—¡Gracias! —dijo Candela, tomando su bebida de la bandeja. Firmó la cuenta y comenzó a sorber el brebaje con sabor a fruta—. ¡Estoy muy emocionada de ir a esta!

—También yo —dijo Eugenia, mirando en mi dirección. Apenas me había perdonado por casarme sin ella. Y, honestamente, esperaba que nunca tratara de sacar el mismo movimiento conmigo. Pero el matrimonio seguía siendo un largo camino que recorrer para ella.

Ella y Nicolás iban a conseguir su propio apartamento, pero ambos decidieron que a pesar de que se hallaban siempre alrededor del otro, Eugenia se quedaría en Morgan, y Nicolás se mudaría a Helms, el dormitorio de hombres.

Mark y Pam eran los más contentos con este arreglo. Amaban a Nicolás, pero estaban preocupados de que el estrés de las cuentas y los trabajos del mundo real afectaran a Nicolás y a Eugenia en el enfoque de la escuela. Eugenia se esforzaba, incluso en los dormitorios.

—Sólo espero no tener problemas. No me gusta la idea de estar de pie delante de toda esa gente mirándonos.

Eugenia exhaló una risa. —Elvis no fue invitado, pero estoy segura de que aun así será hermosa.

—Todavía no puedo creer que Elvis estuvo en tu boda —dijo Candela, riendo.

—No el que está muerto —dijo María sin expresión.

—Él no fue invitado en esta ocasión —dije, mirando a los niños tomando clases de windsurf y haciéndolo por su cuenta.

—¿Cómo fue? ¿Casarse en Las Vegas? —preguntó Candela.

—Fue... —dije, pensando en el momento en que nos fuimos, casi exactamente un año atrás—, estresante y aterrador. Estaba preocupada. Lloré. Fue bastante perfecto.

La expresión de Candela era una combinación de disgusto y sorpresa. —Así suena.


PETER
—Vete a la mierda —le dije, disgustado.

—¡Oh, vamos! —dijo Nicolás, temblando de risa—. Solías decir que yo era el único sometido.

—Vete a la mierda otra vez.

Nicolás apagó el motor. Había aparcado el Charger en el lado más alejado del estacionamiento de Cherry Papa’s. Casa de las más gordas y sucias strippers de la ciudad. —No es como si fueras a llevarte a una de ellas a casa.

—Se lo prometí a Pidge. Sin strippers.

—Te prometí una despedida de soltero.

—Amigo, vamos a casa. Estoy lleno, cansado, y tenemos que coger un avión en la mañana.

Nicolás frunció el ceño. —Las chicas han estado tumbadas en una playa en St. Thomas durante todo el día, y ahora es probable que estén de fiesta en un club.
Sacudí la cabeza. —No vamos a clubs sin el otro. Ella no haría eso.

—Lo haría si Eugenia lo planeó.

Sacudí la cabeza de nuevo. —No, jodidamente no lo haría. No voy a entrar en el club de striptease. O bien eliges otra cosa, o me llevas a casa.

Nicolás suspiró y entrecerró los ojos. —¿Qué hay con eso?

Seguí su línea de visión a la próxima cuadra. —¿Un hotel? Nico, te amo, hombre, pero no es una despedida de soltero real. Estoy casado. E incluso si no lo estuviera, todavía no tendría sexo contigo.

Nicolás sacudió su cabeza. —Hay un bar allí. No es un club. ¿Está eso permitido en tu larga lista de reglas del matrimonio?

Fruncí el ceño. —Solo respeto a mi esposa. Y sí, imbécil, podemos entrar ahí.

—Increíble —dijo, frotándose las manos.

Atravesamos la calle, y Nicolás abrió la puerta. Estaba completamente oscuro.

—Uh... —comencé.

De repente, las luces se encendieron. Los gemelos, Tato y Tyler, lanzaron confeti en mi cara, la música comenzó a sonar a todo volumen, y luego vi la peor cosa que jamás había visto en mi vida: Bautista en una tanga, cubierto de unos diez kilos de brillo corporal. Llevaba una barata peluca amarilla, y Cami se reía en voz alta, animándolo.

Nicolás me empujó el resto del camino. Mi papá se hallaba a un lado de la sala, de pie junto a Pepo. Ambos sacudían sus cabezas. Mi tío Jack se encontraba al otro lado de Pepo, y luego el resto de la habitación estaba llena de hermanos Sigma Tau y jugadores de fútbol.

—Dije sin strippers —expresé, mirando atónito como Bautista bailaba por la habitación como Britney Spears.

Nicolás se echó a reír. —Lo sé, hermano, pero parece que el espectáculo comenzó antes de llegar aquí.

Era un choque de trenes. Mi cara se frunció con disgusto mientras miraba a Bautista golpear y moler su camino a través del cuarto; a pesar de que yo no quería. Todos en la sala lo animaban. Figuras de cartón de tetas colgaban del techo, y había incluso un pastel de pechos en una mesa al lado de mi padre. Había estado en varias despedidas de soltero antes, y ésta tenía que ganar algún tipo de premio por la más rara.

—Oye —dijo Bautista, sin aliento y sudando. Sacó unos mechones de pelo amarillo de su cara.

—¿Perdiste una apuesta? —pregunté.

—De hecho, lo hice.

Tato y Tyler se encontraban al otro lado de la habitación, golpeando sus rodillas y se reían tan fuerte que apenas podían respirar.

Le di una palmada al culo de Bautista. —Te ves caliente, hermano.

—Gracias —dijo. La música empezó y sacudió sus caderas hacia mí. Lo alejé, y sin inmutarse, bailó por la habitación para entretener a la multitud.

Miré a Nicolás. —No puedo esperar para ver cómo le explicas esto a Lali.

Sonrió. —Ella es tu esposa. Tú lo harás.

Por las próximas cuatro horas, bebimos y hablamos, y vimos a Bautista hacer un completo ridículo de sí mismo. Mi padre, como era de esperar, se fue antes de tiempo. Él, junto con mis otros hermanos, tenía que tomar un avión.

Todos volaríamos a St. Thomas en la mañana para la renovación de mis votos.

Durante el último año, Lali hizo tutorías, y yo hice un poco de entrenamiento personal en el gimnasio local. Habíamos conseguido ahorrar un poco después de los costos escolares, la renta y el pago de su automóvil para viajar a St. Thomas y quedarnos unos días en un hotel agradable. Teníamos un montón de cosas que podríamos haber hecho con el dinero, pero Eugenia seguía hablando de eso y no nos dejaría abandonar la idea. Luego, cuando los padres de Eugenia nos dieron el regalo de bodas/regalo de cumpleaños de Eugenia/regalo de aniversario, tratamos de decir no, pero Eugenia fue insistente.

—Muy bien, chicos. Voy a estar muerto mañana si no me voy a dormir.

Todo el mundo gimió y se burlaron de mí con palabras como sometido y azotado, pero la verdad era que todos estaban acostumbrados al nuevo y más doméstico Peter Lanzani. No había puesto mi puño en la cara de alguien en casi un año.

Bostecé y Nicolás me dio un puñetazo en el hombro. —Vamos.

Condujimos en silencio. No estaba seguro de lo que Nicolás pensaba, pero no podía jodidamente esperar para ver a mi esposa. Ella me había dejado el día anterior, y era la primera vez que estábamos separados desde que nos casamos.
Nicolás se detuvo en el apartamento y apagó el auto. —Servicio a la puerta, perdedor.

—Admítelo. Lo extrañas.

—¿El apartamento? Sí, un poco. Pero te extraño peleando y nosotros haciendo toneladas de dinero.

—Sí. A veces lo hago, también. Nos vemos en la mañana.

—Te recojo aquí a las seis y media.

—Nos vemos.

Nicolás se alejó lentamente mientras yo subía los escalones, en busca de las llaves del apartamento. Odiaba volver a casa cuando Lali no se hallaba aquí. No había nada peor después de conocernos, y era lo mismo ahora. Tal vez aún más miserable porque Nicolás y Eugenia ni siquiera se encontraban allí para molestarme.

Empujé la llave y abrí la puerta, cerrándola tras de mí y lanzando mi billetera en la barra de desayuno. Ya había llevado a Toto al hotel para mascotas para ser atendido mientras no nos encontrábamos aquí. Estaba jodidamente silencioso. Suspiré. El apartamento había cambiado mucho en el último año. Los carteles y señales de bar desaparecieron, y las fotos de nosotros y pinturas aparecieron. Ya no era un piso de soltero, pero era un buen cambio.

Fui a mi habitación, me desnudé hasta quedar en mi bóxer Calvin Klein, y me metí en la cama, enterrándome bajo el edredón floral azul y verde; algo más que nunca habría visto el interior de este apartamento si no fuese por Lali. Acerqué su almohada y apoyé la cabeza. Olía como ella.


El reloj marcaba las dos de la madrugada. Estaría con ella en doce horas.


CONTINUARÁ... ¡Hola! Primero que nada, gracias por leer y firmar; y siento mucho , a veces, tardar tanto en subir pero estoy bastante liadilla :/.. Por otra parte, a esta novela y trilogia le quedan dos capítulos más (si no me equivoco, que es posible jaja) para llegar a su fin definitivo. Ya tengo la próxima nove adaptada y luego de esa no tengo ninguna, así que no sé si la iré adaptando mientras publique la próxima, si haré un sorteo (porque no me decido entre las que tengo) o bien pondré una encuesta o algo... no sé, ya diré :). Espero que acabéis de disfrutar con esta nove y os guste tanto como me gustó a mí. ¡Besos!