Catherine
parecía cansada cuando Lali volvió a la casa y entró en el salón. Tras
saludarla, la suegra de Peter le ofreció una taza de té y preguntó:
—¿Has
hecho lo que tenías que hacer?
—Sí,
gracias.
Lali
miró a la mujer que había sido una de las mejores amigas de su madre, la que
había vendido su casa de Blemheim y se había mudado a la Península de Banks
cuando supo que Peter no se encontraba en condiciones de cuidar de su hija.
—¿Y
cómo te van las cosas? No he tenido ocasión de hablar contigo últimamente...
¿Qué tal está Peter?
Lali
inclinó la cabeza y miró su taza de té.
—No
me había dado cuenta de lo decidido que está a mantener las distancias con Azul.
He conseguido que esté con ella de vez en cuando, pero tampoco he avanzado
mucho —le confesó—. No es que no la quiera... A decir verdad, la adora. Sin
embargo, es tan inflexible que no lo puede reconocer.
—Sí,
Euge decía lo mismo. Peter es muy obstinado. Mi hija guardó en secreto su
enfermedad porque estaba segura de que, si se lo decía a su esposo, se negaría
a que se quedara embarazada.
Lali
la miró a los ojos.
—¿Le
has contado eso a Peter?
Catherine
asintió.
—Varias
veces, pero no ha cambiado nada. Se siente responsable de todas formas. Creo
que insiste en culparse de la muerte de Euge porque se niega a aceptar que, a
veces, no podemos controlar los acontecimientos.
—Sí,
es posible.
—Peter
es un obseso del control. Piensa en su relación con Azul, por ejemplo... Puede
que insista en mantener las distancias con ella, pero se asegura de que esté
bien cuidada y de que crezca según sus expectativas. Es muy protector.
Lali
sonrió a regañadientes.
—Desde
luego...
—Euge
era lo único que él no podía controlar. A veces, lo desesperaba y lo sacaba de
quicio... —Catherine soltó una carcajada—. Al principio, me sorprendía que dos
personas tan diferentes se pudieran llevar tan bien. Pero creo que él no la ha
perdonado por lo que pasó. Sigue enfadado con Euge y no saldrá del pozo en el
que se encuentra hasta que no lo supere.
—Puede
que ya lo esté superando. Afortunadamente, tiene un trabajo que le gusta y que
le permite concentrarse en otras cosas —observó Lali.
—Sí,
sé que la bodega le importa mucho. Pero no te dejes engañar por las
apariencias. Aunque le dedique todo su esfuerzo, no le está poniendo corazón.
* * *
Aquella
noche, cuando Lali se retiró a su dormitorio y se metió en la cama con un
libro, se puso a pensar en la conversación con Catherine. Las palabras de la
madre de Euge le habían dejado una huella profunda, no por Peter, sino por ella
misma.
Catherine
no podía imaginar que, durante mucho tiempo, ella también había estado enfadada
con Euge. No podía soportar que hubiera conocido antes a Peter, que se hubiera
casado con él y que hubiera encontrado la felicidad con él.
Lali
sabía que había sido una reacción infantil por su parte, pero eso no la
justificaba. Había permitido que un sentimiento tan estúpido como injusto se
interpusiera en su relación y las separara. De hecho, seguía enfadada con Euge
porque había fallecido antes de que ella tuviera la oportunidad de pedirle
perdón, de asumir que estaba casada con Peter y de renovar su antigua amistad.
En
el fondo, Peter y ella se encontraban en la misma situación.
Él
tenía que perdonar a su difunta esposa por el delito de no haberle dicho la
verdad sobre su salud; ella, por haber permitido que sus sentimientos hacia Peter
se interpusieran en su amistad con Euge.
¿Sería
capaz de perdonar?
Lali
no lo sabía. Pero estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para unir
definitivamente a Peter y a Azul; para que las cosas fueran lo que Euge hubiera
querido que fueran.
Aún
estaba dando vueltas al asunto cuando Peter entró en el dormitorio.
—Estás
muy pensativa... ¿Pasa algo?
—No,
nada.
Lali
lamentó no tener las fuerzas necesarias para decirle la verdad, para confesarle
que se había enamorado de él y que se había quedado embarazada. Le habría
gustado pensar que, si se lo decía, él la tomaría entre sus brazos y murmuraría
palabras de aliento. Pero no se engañaba a sí misma.
Sin
embargo, eso tampoco significaba que se hubiera rendido. Peter volvía con ella
todas las noches, sin falta. Y ya había pasado tanto tiempo desde la primera
vez, que aquello tenía que ser algo más que una simple relación sexual.
—¿Y
en qué estabas pensando? —preguntó él mientras se quitaba la ropa.
Ella
se encogió de hombros.
—En
algo que dijo Catherine esta tarde.
—Ah...
—Peter la miró a los ojos—. ¿Ya se ha recuperado del todo? ¿Quiere que le
devuelva a Azul?
—No,
no se trata de eso. Pero, ¿tanta prisa tienes por librarte de mí?
Él
se terminó de desnudar y se metió en la cama.
—En
absoluto.
Peter
la tomó entre sus brazos y se apretó contra ella. La fuerza de su erección le
despertó a Lali una descarga de deseo y una carcajada de placer.
—¿Sigues
pensando que me quiero librar de ti? —continuó él con una sonrisa.
—Ni
mucho menos.
Hicieron
el amor con apasionamiento, como de costumbre. Lo hicieron como si cada uno de
ellos estuviera en posesión de algo que el otro necesitaba y que nadie más le
podía dar. Pero, también como de costumbre, Lali se sintió incompleta porque Peter
no le podía ofrecer el vínculo emocional que necesitaba. Estaba atrapada en un
círculo vicioso.
Peter
se durmió, pero ella se quedó mirando el techo en la habitación oscura,
preguntándose si podría soportarlo mucho más. Se había convencido a sí misma de
que tenía fuerzas de sobra para derribar los muros de Peter Lanzani, acceder a
su corazón y llenarlo de amor.
¿Sería
posible que se hubiera engañado? En ese momento, le pareció lo más probable.
Peter
se estaba tomando un café cuando Lali apareció en el pasillo.
Se
había levantado temprano porque había descubierto que le gustaba estar con ella
antes de ir a trabajar y mirar a Azul mientras desayunaba.
Lali
entró en la cocina con la pequeña. Estaba más pálida que de costumbre, lo cual
le preocupó. Se había acostumbrado a sus sonrisas matinales y no soportaba la
idea de que se encontrara mal.
—Buenos
días —dijo ella—. Me alegra que sigas en casa... necesito pedirte un favor.
—¿Un
favor?
Lali
dejó a la niña en su sillita.
—¿De
qué se trata? —continuó él.
Ella
dudó un momento antes de contestar.
—Tengo
un compromiso esta mañana. He hablado con Cande y con Catherine por si alguna
de las dos se podía quedar con Azul, pero Catherine ya había hecho planes y Cande
no se puede encargar de ella porque tiene la gripe y se la podría pegar.
—Ah...
—¿Te
podrías quedar con Azul un par de horas?
A
Peter se le congeló la sangre en las venas. Dos horas no eran precisamente una
eternidad, pero lo podían ser si pasaba algo malo y ni siquiera podía acudir a
Catherine y Lali en busca de ayuda.
—No,
me temo que no.
—¿No?
Él
sacudió la cabeza.
—Estoy
enviando muestras de la cosecha del año anterior a restaurantes de todo el
país, y los mensajeros estarán entrando y saliendo todo el día —explicó—. No
puedo trabajar y cuidar de Azul a la vez.
Peter
le había dicho la verdad. Efectivamente, estaba muy ocupado. Pero no le dijo
que su renuencia a quedarse con Azul no se debía a eso, sino al miedo de que le
pasara algo en la bodega. El lugar estaba lleno de objetos con los que podía
sufrir un accidente y, si se sumaban las motocicletas y los furgonetas de los
mensajeros, la situación sería una verdadera pesadilla para él.
Lali
frunció el ceño y asintió.
—Bueno...
entonces, tendré que encontrar otra solución.
—¿No
puedes dejar el compromiso para otro día?
Lali
lo miró de forma extraña, como si estuviera asustada. Peter no supo a qué se
debía su temor, pero sintió el deseo de protegerla y, al mismo tiempo, se sintió
culpable por no quedarse con Azul.
Ella
sonrió con timidez.
—Da
igual, no es tan importante.
—¿Seguro
que no?
—No
—dijo—. ¿Vas a estar en la bodega?
—Sí,
pero antes voy a ir al despacho.
Lali
suspiró.
—En
ese caso, nos veremos más tarde.
—Claro...
Creo que habré terminado hacia las tres.
Peter
salió de la cocina y avanzó por el pasillo, pero se detuvo antes de llegar al
despacho. Algo andaba mal. Hacía tiempo que Lali se omportaba de forma rara; no
había sido la misma desde su conversación con Catherine, y ya habían pasado dos
semanas desde entonces. ¿Sería por algo que su suegra le había dicho? No tenía
forma de saberlo, pero se dijo que le preguntaría aquella misma tarde.
Media
hora después, vio que Lali salía de la casa y se dirigía a su coche. Abrió la
portezuela trasera y sentó a la niña en la sillita. Sin embargo, su actitud no
era la de siempre; sus movimientos eran más lentos, más cuidadosos.
Cuando
terminó con la niña, Lali guardó una bolsa en el maletero y, a continuación, se
dirigió a la parte delantera del vehículo, con intención de sentarse al
volante; pero, antes de llegar, se llevó la mano al estómago y se inclinó como
si le doliera.
Peter
se levantó del sillón y salió de la casa a toda prisa.
—¿Estás
bien? ¿Qué pasa? —preguntó, angustiado.
—Necesito
ir al médico, Peter...
—¿Al
médico?
—¿Me
puedes llevar?
—Llamaré
a una ambulancia.
Peter
sacó el teléfono móvil e intentó marcar el número del servicio de urgencias.
Estaba tan nervioso que las manos le temblaban. No se había sentido tan
impotente desde que Euge se puso de parto.
—No,
no llames a urgencias... —dijo ella.
—¿Por
qué no?
—Porque
me están esperando en el ambulatorio de la localidad. Es el compromiso que
tenía esta mañana.
—Ah...
—Por
favor, llévame en el coche.
—¿Estás
segura?
—Completamente.
Él
abrió la portezuela del asiento de atrás para que estuviera más cómoda. Al
verlos, la niña empezó a gritar, encantada.
—Ahora
no, Azul —bramó su padre—. Necesito que te portes bien.
Para
su sorpresa, la niña guardó silencio y se metió el pulgar en la boca.
Sus
grandes ojos azules se clavaron en Peter.
—Buena
chica —dijo él—. ¿Estás cómoda, Lali?
Ella
asintió.
—De
momento, sí.
Peter
cerró la portezuela, se sentó al volante y ajustó ligeramente el retrovisor
para poder vigilar a Lali en todo momento. Estaba pálida y fruncía el ceño.
Parecía muy asustada. Pero, al menos, Azul se estaba portando bien y no tendría
que preocuparse por ella.
El
trayecto hasta el ambulatorio era corto, y Lali salió del coche en cuanto Peter
aparcó, sin esperar a que la ayudara.
—Vamos,
te acompaño...
—No,
entraré sola. Quédate con Azul.
—Ella
puede esperar. Deja que...
—¡No,
Peter! —lo interrumpió con vehemencia—. No la puedes dejar sola en el coche. Me
las arreglaré.
Lali
se dirigió a la entrada del ambulatorio y desapareció tras las puertas de
cristal mientras él sacaba a la niña del coche. Le resultó más difícil de la
cuenta porque no estaba acostumbrado a los correajes de la sillita, pero, un
par de minutos después, entró en el edificio y se dirigió a recepción.
—¿Dónde
está? —preguntó, fuera de sí.
—¿Quién?
—preguntó la recepcionista.
—
Lali Espósito. Acaba de entrar...
—¿Cómo
se llama?
—Peter
Lanzani.
—¿Es
familiar suyo?
Peter
gimió.
—No,
no soy familiar suyo. Soy su jefe. Lali está sola... no tiene familia en la
localidad —explicó con paciencia.
—Entonces,
se tendrá que quedar en la sala de espera.
Peter
frunció el ceño.
—Pero
tengo que estar con ella, tengo que...
—Acaba
de entrar en la consulta del médico —lo interrumpió—. No se preocupe, señor. Lo
llamarán si es necesario. No puede hacer nada salvo esperar.
La
recepcionista lo miró con simpatía, pero él no necesitaba la simpatía de nadie;
necesitaba estar con Lali. Quería que recuperara la salud, que estuviera bien.
No la quería pálida y temblorosa como la había visto en el coche.
¿Qué
diablos le pasaba? Fuera lo que fuera, era evidente que estaba sobre aviso,
porque había pedido cita en el ambulatorio. Pero, si estaba enferma, ¿por qué
no le había dicho nada? A fin de cuentas, eran amantes.
Eran
mucho más que simples amigos. Se conocían de un modo extraordinariamente
íntimo. Aunque, pensándolo bien, quizás no se conocían tanto.
Mientras
mataba el tiempo en la sala de espera, se dijo que sabía muy pocas cosas de Lali.
¿Qué esperanzas tenía? ¿Qué sueños? ¿Qué proyectos? Ni ella hablaba mucho de su
vida ni él se había preocupado por preguntar. ¿Qué la hacía feliz? ¿Qué la
entristecía?
No
tenía respuestas. Solo sabía que estaba preocupada por su salud y que no había
hecho el menor comentario al respecto.
Justo
entonces, Azul se intentó bajar para jugar con uno de los juguetes que estaban
en el suelo de la sala de espera, que él miró con desconfianza. Parecía
razonablemente limpio, pero no se quería arriesgar a que se metiera uno en la
boca.
—No,
me temo que no es posible, cariño.
Azul
protestó.
—No
se preocupe —intervino la recepcionista, que se había dado cuenta de lo que
pasaba—. Los juguetes están limpios. Los desinfecto todas las noches.
Peter
no se quedó totalmente tranquilo, pero asintió a regañadientes y dejó a Azul en
el suelo. La niña alcanzó un juguete y se puso a jugar. Era un objeto sencillo:
un larga tira de plástico en la que había que ensartar unas cuentas.
Al
ver que no las sabía meter, se inclinó y dijo:
—Espera,
yo te enseñaré.
Peter
alcanzó una cuenta y la ensartó, pero Azul no le hizo el menor caso; en lugar
de ensartarlas, se dedicó a dejarlas caer sobre la tira, como si le pareciera
lo más divertido del mundo.
Él
suspiró, se recostó en la silla y miró el pasillo por el que debían de haberse
llevado a Lali. La espera se le hizo interminable. Pasaron diez, veinte,
cuarenta minutos. Y Azul también se debía de aburrir, porque cambió de juguete
varias veces y, al final, se acercó a su padre con un cuento.
—Ahora
no, Azul. Léelo tú.
—¡Papá!
—insistió la pequeña.
Como
Peter tenía miedo de que empezara a llorar, la sentó en su regazo, abrió el
libro y empezó a leer. La niña se tranquilizó inmediatamente, pero, al cabo de
diez minutos, se empezó a poner nerviosa y él no tuvo más remedio que me
levantarse y darle palmaditas en la espalda, un truco que Lali utilizaba con
frecuencia. Desesperado, volvió a mirar al pasillo. ¿Dónde se habría metido?
¿Se encontraría bien? ¿Qué le podía pasar para que tardara tanto?
La
niña se enfurruñó y Peter se sintió inmensamente frustrado.
—Puede
que quiera beber... —dijo una señora que estaba sentada a poca distancia.
—Sí,
es posible.
Peter
sonrió y se llevó a la pequeña al aparcamiento. Cuando llegó al coche, abrió el
maletero y sacó una botellita de agua de la bolsa que Lali había metido dentro.
Azul la alcanzó de inmediato y empezó a beber. Tras colgarse la bolsa al
hombro, volvió con ella a la sala de espera y la sentó en su regazo. La gente
iba y venía, pero aún no sabía nada de Lali.
Azul
se empezó a quedar dormida, de modo que le quitó la botella de las manos y
acomodó la posición para que estuviera más cómoda. Mientras dormía, se dedicó a
mirarla. Se parecía tanto a Euge que sintió una punzada en el corazón. Pero en
sus rasgos había algo más que la herencia de Euge; a pesar de ser tan pequeña, Azul
ya estaba desarrollando su propia personalidad.
A
Peter le pareció el ser más precioso del mundo, aunque también el más frágil. Y
era su hija. Se sentiría obligado a cuidar de ella durante toda su vida. Haría
lo que fuera por evitarle accidentes, desengaños, tristezas. El peso de la
responsabilidad era abrumador. ¿Cómo lo soportaba la gente? ¿Cómo equilibrar el
amor con los cuidados y las obligaciones?
Peter
siempre había creído que Euge y él tenían una relación basada en la devoción y
la confianza mutuas, pero el descubrimiento de que le había ocultado sus
problemas de salud cambió las cosas. Bree había traicionado su amor al guardar
un secreto tan grave sobre un asunto que les afectaba a los dos. Le había
negado la oportunidad de opinar al respecto. Le había negado la oportunidad de
afrontar juntos el problema.
Como
tantas veces, sintió una mezcla de rabia y derrota. No olvidaba el momento en
que los médicos salieron de la sala de partos para informarle del nacimiento de
Azul y de la muerte de Euge. Su esposa se había puesto en peligro y había
pagado con su vida. Y Peter estaba enfadado, realmente enfadado.
Alzó
la cabeza y echó un vistazo a su alrededor, recordándose el motivo de su
presencia en el hospital. Lali estaba enferma y él no sabía nada al respecto.
No le había dicho nada. En cierto sentido, se estaba repitiendo la misma
situación que había sufrido con Euge.
Pero
había una diferencia. Probablemente, Lali había guardado silencio porque él se
había empeñado en mantener las distancias y erigir un muro entre ellos. Si
hubiera intentado ser más abierto, si hubiera sido un amante de verdad, si
hubiera sido su compañero en todos los sentidos de la palabra, no habría estado
solo en aquella sala de espera; habría estado a su lado, apoyándola.
Sin
embargo, ¿estaba preparado para dar ese paso? ¿Tenía fuerzas para volver a
abrir su corazón a otra persona?
Peter
examinó sus sentimientos; unos sentimientos que había intentado mantener bajo
control, disimulándolos tras el deseo y la atracción que los dos sentían. Pero
ya no los podía ocultar. Lali no era una simple amante. Era más, mucho más.
Un
ruido procedente del pasillo lo sacó de sus reflexiones. Peter alzó la cabeza y
vio que Lali se acercaba en compañía de una enfermera, así que se levantó con
cuidado de no despertar a Azul y le salió al paso.
Mientras
avanzaba, oyó parte de la conversación que mantenían las dos mujeres.
—Tenga
cuidado durante los próximos días. Es importante que no mantenga relaciones
sexuales hasta que la hemorragia se corte del todo —declaró la enfermera—. Pero
no se preocupe... la ecografía no ha mostrado ninguna deformidad. Tómese las
cosas con calma y llámenos por teléfono si tiene alguna duda.
—Muchas
gracias —dijo Lali, tan pálida como antes.
Peter
la miró con desconcierto. ¿Hemorragia? ¿Ecografía? ¿Deformidad? No entendía
nada de nada. ¿De qué diablos estaban hablando?
CONTINUARÁ... ¡¡Hola!! Sé que he estado desaparecida un montón de tiempo, y realmente no tengo excusas, pero no tenía muchas ganas de subir. De todas formas, no quería dejar la nove a medias, ni dejaros sin nove más tiempo, porque mañana me voy y no volveré hasta dentro de dos o tres semanas. Por lo que hoy, sin falta, os subiré los caps que faltan de esta adaptación, que no son muchos. Y cuando vuelva empezaré con la nueva (que todavía no sé cuál va a ser), ya seriamente.
Alguien me ha preguntado dónde puede descargar este libro, y la verdad es que no recuerdo bien dónde lo descargué. Pero, cuando termine la nove, la pondré para descargar y aprovecharé y pondré también el libro sin adaptar para quien quiera leerlo.
Gracias por leer y comentar!
++++++++++
ResponderEliminarNooo perdio el bebe? Subi otroooooo
ResponderEliminarAhora si le va a tener que decir la verdaddd
ResponderEliminarAaaaaaa si Peter se entera se va a enojar y mucho .. Que onda ? Le fallo la pastilla jajaja
ResponderEliminar++++
@x_ferreyra7
Espero k ahora la trate mejor
ResponderEliminar