viernes, 31 de julio de 2015

Capítulo 8

Catherine parecía cansada cuando Lali volvió a la casa y entró en el salón. Tras saludarla, la suegra de Peter le ofreció una taza de té y preguntó:
—¿Has hecho lo que tenías que hacer?
—Sí, gracias.
Lali miró a la mujer que había sido una de las mejores amigas de su madre, la que había vendido su casa de Blemheim y se había mudado a la Península de Banks cuando supo que Peter no se encontraba en condiciones de cuidar de su hija.
—¿Y cómo te van las cosas? No he tenido ocasión de hablar contigo últimamente... ¿Qué tal está Peter?
Lali inclinó la cabeza y miró su taza de té.
—No me había dado cuenta de lo decidido que está a mantener las distancias con Azul. He conseguido que esté con ella de vez en cuando, pero tampoco he avanzado mucho —le confesó—. No es que no la quiera... A decir verdad, la adora. Sin embargo, es tan inflexible que no lo puede reconocer.
—Sí, Euge decía lo mismo. Peter es muy obstinado. Mi hija guardó en secreto su enfermedad porque estaba segura de que, si se lo decía a su esposo, se negaría a que se quedara embarazada.
Lali la miró a los ojos.
—¿Le has contado eso a Peter?
Catherine asintió.
—Varias veces, pero no ha cambiado nada. Se siente responsable de todas formas. Creo que insiste en culparse de la muerte de Euge porque se niega a aceptar que, a veces, no podemos controlar los acontecimientos.
—Sí, es posible.
—Peter es un obseso del control. Piensa en su relación con Azul, por ejemplo... Puede que insista en mantener las distancias con ella, pero se asegura de que esté bien cuidada y de que crezca según sus expectativas. Es muy protector.
Lali sonrió a regañadientes.
—Desde luego...
—Euge era lo único que él no podía controlar. A veces, lo desesperaba y lo sacaba de quicio... —Catherine soltó una carcajada—. Al principio, me sorprendía que dos personas tan diferentes se pudieran llevar tan bien. Pero creo que él no la ha perdonado por lo que pasó. Sigue enfadado con Euge y no saldrá del pozo en el que se encuentra hasta que no lo supere.
—Puede que ya lo esté superando. Afortunadamente, tiene un trabajo que le gusta y que le permite concentrarse en otras cosas —observó Lali.
—Sí, sé que la bodega le importa mucho. Pero no te dejes engañar por las apariencias. Aunque le dedique todo su esfuerzo, no le está poniendo corazón.

* * *
Aquella noche, cuando Lali se retiró a su dormitorio y se metió en la cama con un libro, se puso a pensar en la conversación con Catherine. Las palabras de la madre de Euge le habían dejado una huella profunda, no por Peter, sino por ella misma.
Catherine no podía imaginar que, durante mucho tiempo, ella también había estado enfadada con Euge. No podía soportar que hubiera conocido antes a Peter, que se hubiera casado con él y que hubiera encontrado la felicidad con él.
Lali sabía que había sido una reacción infantil por su parte, pero eso no la justificaba. Había permitido que un sentimiento tan estúpido como injusto se interpusiera en su relación y las separara. De hecho, seguía enfadada con Euge porque había fallecido antes de que ella tuviera la oportunidad de pedirle perdón, de asumir que estaba casada con Peter y de renovar su antigua amistad.
En el fondo, Peter y ella se encontraban en la misma situación.
Él tenía que perdonar a su difunta esposa por el delito de no haberle dicho la verdad sobre su salud; ella, por haber permitido que sus sentimientos hacia Peter se interpusieran en su amistad con Euge.
¿Sería capaz de perdonar?
Lali no lo sabía. Pero estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para unir definitivamente a Peter y a Azul; para que las cosas fueran lo que Euge hubiera querido que fueran.
Aún estaba dando vueltas al asunto cuando Peter entró en el dormitorio.
—Estás muy pensativa... ¿Pasa algo?
—No, nada.
Lali lamentó no tener las fuerzas necesarias para decirle la verdad, para confesarle que se había enamorado de él y que se había quedado embarazada. Le habría gustado pensar que, si se lo decía, él la tomaría entre sus brazos y murmuraría palabras de aliento. Pero no se engañaba a sí misma.
Sin embargo, eso tampoco significaba que se hubiera rendido. Peter volvía con ella todas las noches, sin falta. Y ya había pasado tanto tiempo desde la primera vez, que aquello tenía que ser algo más que una simple relación sexual.
—¿Y en qué estabas pensando? —preguntó él mientras se quitaba la ropa.
Ella se encogió de hombros.
—En algo que dijo Catherine esta tarde.
—Ah... —Peter la miró a los ojos—. ¿Ya se ha recuperado del todo? ¿Quiere que le devuelva a Azul?
—No, no se trata de eso. Pero, ¿tanta prisa tienes por librarte de mí?
Él se terminó de desnudar y se metió en la cama.
—En absoluto.
Peter la tomó entre sus brazos y se apretó contra ella. La fuerza de su erección le despertó a Lali una descarga de deseo y una carcajada de placer.
—¿Sigues pensando que me quiero librar de ti? —continuó él con una sonrisa.
—Ni mucho menos.
Hicieron el amor con apasionamiento, como de costumbre. Lo hicieron como si cada uno de ellos estuviera en posesión de algo que el otro necesitaba y que nadie más le podía dar. Pero, también como de costumbre, Lali se sintió incompleta porque Peter no le podía ofrecer el vínculo emocional que necesitaba. Estaba atrapada en un círculo vicioso.
Peter se durmió, pero ella se quedó mirando el techo en la habitación oscura, preguntándose si podría soportarlo mucho más. Se había convencido a sí misma de que tenía fuerzas de sobra para derribar los muros de Peter Lanzani, acceder a su corazón y llenarlo de amor.
¿Sería posible que se hubiera engañado? En ese momento, le pareció lo más probable.
Peter se estaba tomando un café cuando Lali apareció en el pasillo.
Se había levantado temprano porque había descubierto que le gustaba estar con ella antes de ir a trabajar y mirar a Azul mientras desayunaba.
Lali entró en la cocina con la pequeña. Estaba más pálida que de costumbre, lo cual le preocupó. Se había acostumbrado a sus sonrisas matinales y no soportaba la idea de que se encontrara mal.
—Buenos días —dijo ella—. Me alegra que sigas en casa... necesito pedirte un favor.
—¿Un favor?
Lali dejó a la niña en su sillita.
—¿De qué se trata? —continuó él.
Ella dudó un momento antes de contestar.
—Tengo un compromiso esta mañana. He hablado con Cande y con Catherine por si alguna de las dos se podía quedar con Azul, pero Catherine ya había hecho planes y Cande no se puede encargar de ella porque tiene la gripe y se la podría pegar.
—Ah...
—¿Te podrías quedar con Azul un par de horas?
A Peter se le congeló la sangre en las venas. Dos horas no eran precisamente una eternidad, pero lo podían ser si pasaba algo malo y ni siquiera podía acudir a Catherine y Lali en busca de ayuda.
—No, me temo que no.
—¿No?
Él sacudió la cabeza.
—Estoy enviando muestras de la cosecha del año anterior a restaurantes de todo el país, y los mensajeros estarán entrando y saliendo todo el día —explicó—. No puedo trabajar y cuidar de Azul a la vez.
Peter le había dicho la verdad. Efectivamente, estaba muy ocupado. Pero no le dijo que su renuencia a quedarse con Azul no se debía a eso, sino al miedo de que le pasara algo en la bodega. El lugar estaba lleno de objetos con los que podía sufrir un accidente y, si se sumaban las motocicletas y los furgonetas de los mensajeros, la situación sería una verdadera pesadilla para él.
Lali frunció el ceño y asintió.
—Bueno... entonces, tendré que encontrar otra solución.
—¿No puedes dejar el compromiso para otro día?
Lali lo miró de forma extraña, como si estuviera asustada. Peter no supo a qué se debía su temor, pero sintió el deseo de protegerla y, al mismo tiempo, se sintió culpable por no quedarse con Azul.
Ella sonrió con timidez.
—Da igual, no es tan importante.
—¿Seguro que no?
—No —dijo—. ¿Vas a estar en la bodega?
—Sí, pero antes voy a ir al despacho.
Lali suspiró.
—En ese caso, nos veremos más tarde.
—Claro... Creo que habré terminado hacia las tres.
Peter salió de la cocina y avanzó por el pasillo, pero se detuvo antes de llegar al despacho. Algo andaba mal. Hacía tiempo que Lali se omportaba de forma rara; no había sido la misma desde su conversación con Catherine, y ya habían pasado dos semanas desde entonces. ¿Sería por algo que su suegra le había dicho? No tenía forma de saberlo, pero se dijo que le preguntaría aquella misma tarde.
Media hora después, vio que Lali salía de la casa y se dirigía a su coche. Abrió la portezuela trasera y sentó a la niña en la sillita. Sin embargo, su actitud no era la de siempre; sus movimientos eran más lentos, más cuidadosos.
Cuando terminó con la niña, Lali guardó una bolsa en el maletero y, a continuación, se dirigió a la parte delantera del vehículo, con intención de sentarse al volante; pero, antes de llegar, se llevó la mano al estómago y se inclinó como si le doliera.
Peter se levantó del sillón y salió de la casa a toda prisa.
—¿Estás bien? ¿Qué pasa? —preguntó, angustiado.
—Necesito ir al médico, Peter...
—¿Al médico?
—¿Me puedes llevar?
—Llamaré a una ambulancia.
Peter sacó el teléfono móvil e intentó marcar el número del servicio de urgencias. Estaba tan nervioso que las manos le temblaban. No se había sentido tan impotente desde que Euge se puso de parto.
—No, no llames a urgencias... —dijo ella.
—¿Por qué no?
—Porque me están esperando en el ambulatorio de la localidad. Es el compromiso que tenía esta mañana.
—Ah...
—Por favor, llévame en el coche.
—¿Estás segura?
—Completamente.
Él abrió la portezuela del asiento de atrás para que estuviera más cómoda. Al verlos, la niña empezó a gritar, encantada.
—Ahora no, Azul —bramó su padre—. Necesito que te portes bien.
Para su sorpresa, la niña guardó silencio y se metió el pulgar en la boca.
Sus grandes ojos azules se clavaron en Peter.
—Buena chica —dijo él—. ¿Estás cómoda, Lali?
Ella asintió.
—De momento, sí.
Peter cerró la portezuela, se sentó al volante y ajustó ligeramente el retrovisor para poder vigilar a Lali en todo momento. Estaba pálida y fruncía el ceño. Parecía muy asustada. Pero, al menos, Azul se estaba portando bien y no tendría que preocuparse por ella.
El trayecto hasta el ambulatorio era corto, y Lali salió del coche en cuanto Peter aparcó, sin esperar a que la ayudara.
—Vamos, te acompaño...
—No, entraré sola. Quédate con Azul.
—Ella puede esperar. Deja que...
—¡No, Peter! —lo interrumpió con vehemencia—. No la puedes dejar sola en el coche. Me las arreglaré.
Lali se dirigió a la entrada del ambulatorio y desapareció tras las puertas de cristal mientras él sacaba a la niña del coche. Le resultó más difícil de la cuenta porque no estaba acostumbrado a los correajes de la sillita, pero, un par de minutos después, entró en el edificio y se dirigió a recepción.
—¿Dónde está? —preguntó, fuera de sí.
—¿Quién? —preguntó la recepcionista.
— Lali Espósito. Acaba de entrar...
—¿Cómo se llama?
—Peter Lanzani.
—¿Es familiar suyo?
Peter gimió.
—No, no soy familiar suyo. Soy su jefe. Lali está sola... no tiene familia en la localidad —explicó con paciencia.
—Entonces, se tendrá que quedar en la sala de espera.
Peter frunció el ceño.
—Pero tengo que estar con ella, tengo que...
—Acaba de entrar en la consulta del médico —lo interrumpió—. No se preocupe, señor. Lo llamarán si es necesario. No puede hacer nada salvo esperar.
La recepcionista lo miró con simpatía, pero él no necesitaba la simpatía de nadie; necesitaba estar con Lali. Quería que recuperara la salud, que estuviera bien. No la quería pálida y temblorosa como la había visto en el coche.
¿Qué diablos le pasaba? Fuera lo que fuera, era evidente que estaba sobre aviso, porque había pedido cita en el ambulatorio. Pero, si estaba enferma, ¿por qué no le había dicho nada? A fin de cuentas, eran amantes.
Eran mucho más que simples amigos. Se conocían de un modo extraordinariamente íntimo. Aunque, pensándolo bien, quizás no se conocían tanto.
Mientras mataba el tiempo en la sala de espera, se dijo que sabía muy pocas cosas de Lali. ¿Qué esperanzas tenía? ¿Qué sueños? ¿Qué proyectos? Ni ella hablaba mucho de su vida ni él se había preocupado por preguntar. ¿Qué la hacía feliz? ¿Qué la entristecía?
No tenía respuestas. Solo sabía que estaba preocupada por su salud y que no había hecho el menor comentario al respecto.
Justo entonces, Azul se intentó bajar para jugar con uno de los juguetes que estaban en el suelo de la sala de espera, que él miró con desconfianza. Parecía razonablemente limpio, pero no se quería arriesgar a que se metiera uno en la boca.
—No, me temo que no es posible, cariño.
Azul protestó.
—No se preocupe —intervino la recepcionista, que se había dado cuenta de lo que pasaba—. Los juguetes están limpios. Los desinfecto todas las noches.
Peter no se quedó totalmente tranquilo, pero asintió a regañadientes y dejó a Azul en el suelo. La niña alcanzó un juguete y se puso a jugar. Era un objeto sencillo: un larga tira de plástico en la que había que ensartar unas cuentas.
Al ver que no las sabía meter, se inclinó y dijo:
—Espera, yo te enseñaré.
Peter alcanzó una cuenta y la ensartó, pero Azul no le hizo el menor caso; en lugar de ensartarlas, se dedicó a dejarlas caer sobre la tira, como si le pareciera lo más divertido del mundo.
Él suspiró, se recostó en la silla y miró el pasillo por el que debían de haberse llevado a Lali. La espera se le hizo interminable. Pasaron diez, veinte, cuarenta minutos. Y Azul también se debía de aburrir, porque cambió de juguete varias veces y, al final, se acercó a su padre con un cuento.
—Ahora no, Azul. Léelo tú.
—¡Papá! —insistió la pequeña.
Como Peter tenía miedo de que empezara a llorar, la sentó en su regazo, abrió el libro y empezó a leer. La niña se tranquilizó inmediatamente, pero, al cabo de diez minutos, se empezó a poner nerviosa y él no tuvo más remedio que me levantarse y darle palmaditas en la espalda, un truco que Lali utilizaba con frecuencia. Desesperado, volvió a mirar al pasillo. ¿Dónde se habría metido? ¿Se encontraría bien? ¿Qué le podía pasar para que tardara tanto?
La niña se enfurruñó y Peter se sintió inmensamente frustrado.
—Puede que quiera beber... —dijo una señora que estaba sentada a poca distancia.
—Sí, es posible.
Peter sonrió y se llevó a la pequeña al aparcamiento. Cuando llegó al coche, abrió el maletero y sacó una botellita de agua de la bolsa que Lali había metido dentro. Azul la alcanzó de inmediato y empezó a beber. Tras colgarse la bolsa al hombro, volvió con ella a la sala de espera y la sentó en su regazo. La gente iba y venía, pero aún no sabía nada de Lali.
Azul se empezó a quedar dormida, de modo que le quitó la botella de las manos y acomodó la posición para que estuviera más cómoda. Mientras dormía, se dedicó a mirarla. Se parecía tanto a Euge que sintió una punzada en el corazón. Pero en sus rasgos había algo más que la herencia de Euge; a pesar de ser tan pequeña, Azul ya estaba desarrollando su propia personalidad.
A Peter le pareció el ser más precioso del mundo, aunque también el más frágil. Y era su hija. Se sentiría obligado a cuidar de ella durante toda su vida. Haría lo que fuera por evitarle accidentes, desengaños, tristezas. El peso de la responsabilidad era abrumador. ¿Cómo lo soportaba la gente? ¿Cómo equilibrar el amor con los cuidados y las obligaciones?
Peter siempre había creído que Euge y él tenían una relación basada en la devoción y la confianza mutuas, pero el descubrimiento de que le había ocultado sus problemas de salud cambió las cosas. Bree había traicionado su amor al guardar un secreto tan grave sobre un asunto que les afectaba a los dos. Le había negado la oportunidad de opinar al respecto. Le había negado la oportunidad de afrontar juntos el problema.
Como tantas veces, sintió una mezcla de rabia y derrota. No olvidaba el momento en que los médicos salieron de la sala de partos para informarle del nacimiento de Azul y de la muerte de Euge. Su esposa se había puesto en peligro y había pagado con su vida. Y Peter estaba enfadado, realmente enfadado.
Alzó la cabeza y echó un vistazo a su alrededor, recordándose el motivo de su presencia en el hospital. Lali estaba enferma y él no sabía nada al respecto. No le había dicho nada. En cierto sentido, se estaba repitiendo la misma situación que había sufrido con Euge.
Pero había una diferencia. Probablemente, Lali había guardado silencio porque él se había empeñado en mantener las distancias y erigir un muro entre ellos. Si hubiera intentado ser más abierto, si hubiera sido un amante de verdad, si hubiera sido su compañero en todos los sentidos de la palabra, no habría estado solo en aquella sala de espera; habría estado a su lado, apoyándola.
Sin embargo, ¿estaba preparado para dar ese paso? ¿Tenía fuerzas para volver a abrir su corazón a otra persona?
Peter examinó sus sentimientos; unos sentimientos que había intentado mantener bajo control, disimulándolos tras el deseo y la atracción que los dos sentían. Pero ya no los podía ocultar. Lali no era una simple amante. Era más, mucho más.
Un ruido procedente del pasillo lo sacó de sus reflexiones. Peter alzó la cabeza y vio que Lali se acercaba en compañía de una enfermera, así que se levantó con cuidado de no despertar a Azul y le salió al paso.
Mientras avanzaba, oyó parte de la conversación que mantenían las dos mujeres.
—Tenga cuidado durante los próximos días. Es importante que no mantenga relaciones sexuales hasta que la hemorragia se corte del todo —declaró la enfermera—. Pero no se preocupe... la ecografía no ha mostrado ninguna deformidad. Tómese las cosas con calma y llámenos por teléfono si tiene alguna duda.
—Muchas gracias —dijo Lali, tan pálida como antes.
Peter la miró con desconcierto. ¿Hemorragia? ¿Ecografía? ¿Deformidad? No entendía nada de nada. ¿De qué diablos estaban hablando?



CONTINUARÁ... ¡¡Hola!! Sé que he estado desaparecida un montón de tiempo, y realmente no tengo excusas, pero no tenía muchas ganas de subir. De todas formas, no quería dejar la nove a medias, ni dejaros sin nove más tiempo, porque mañana me voy y no volveré hasta dentro de dos o tres semanas. Por lo que hoy, sin falta, os subiré los caps que faltan de esta adaptación, que no son muchos. Y cuando vuelva empezaré con la nueva (que todavía no sé cuál va a ser), ya seriamente. 

Alguien me ha preguntado dónde puede descargar este libro, y la verdad es que no recuerdo bien dónde lo descargué. Pero, cuando termine la nove, la pondré para descargar y aprovecharé y pondré también el libro sin adaptar para quien quiera leerlo. 

Gracias por leer y comentar!

5 comentarios:

  1. Nooo perdio el bebe? Subi otroooooo

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  2. Ahora si le va a tener que decir la verdaddd

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  3. Aaaaaaa si Peter se entera se va a enojar y mucho .. Que onda ? Le fallo la pastilla jajaja
    ++++
    @x_ferreyra7

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  4. Espero k ahora la trate mejor

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