martes, 7 de julio de 2015

Capítulo 7

Sin vínculos emocionales.
Al pensar en la conversación, Lali se dijo que no podía haber mentido más. Tenía un vínculo emocional con Peter Lanzani desde el momento en que lo vio por primera vez; concretamente, desde el día en que Euge se lo presentó y le anunció que se iba a casar con él. Había sido amor a primera vista o, por lo menos, un deseo arrebatador que, lejos de apagarse con los años, aumentaba.
Pero Lali era consciente de que, si Peter llegaba a sospechar la verdad, se libraría de ella al instante. Así que respetó su acuerdo y empezó a dormir con él todas las noches, cada vez más enamorada.
Miró a Azul, que estaba jugando en ese momento con el agua de la bañera, y sonrió. La noche anterior, cuando Peter se quedó dormido, cometió el desliz de inclinarse sobre él y susurrarle que lo quería. Peter no la podía oír, pero necesitaba decirlo en voz alta, para sentirse mejor.
Por supuesto que tenían vínculos emocionales. Los tenían porque ella estaba enamorada de él; y por la propia Azul, que los había unido un poco más.
Al cabo de unos minutos, sacó a la niña de la bañera y la secó con algunas dificultades. A medida que crecía, Azul se iba volviendo más rebelde y las tareas sencillas, como secarla o vestirla se volvían más difíciles. Además, ahora caminaba mejor y, como no tenía una percepción exacta de los peligros, sufría pequeños accidentes.
La semana anterior se había tropezado con una mesita y se había hecho un rasguño en la cabeza. Al saberlo, Peter retiró inmediatamente la mesita y compró una nueva, de bordes redondeados, para que Azul no se la volviera a clavar. Lali se llevó una sorpresa de lo más agradable. Por mucho que Peter insistiera en mantener las distancias con su hija, era evidente que la quería con todo su corazón.
En cuanto terminó de secar a Azul, la niña se le escapó.
—¡Oh, no, jovencita! ¡Tú no vas a ningún sitio!
Lali se levantó de golpe para alcanzarla y, entonces, sintió un mareo tan intenso que estuvo a punto de caerse.
Por suerte, el mareo se le pasó enseguida.
—¡Azul!
Al salir al pasillo, vio que Peter se le había adelantado y había capturado a la pequeña, a quien llevaba en brazos.
—Es toda una escapista, ¿eh?
Peter se acercó a ella y le dio a la niña.
—Eso me temo —contestó Lali, sonriendo—. Tendré que vigilarla con más atención.
Él la miró con intensidad y dijo:
—¿Te encuentras bien?
—Sí, no es nada... Es que me he levantado demasiado deprisa y me he mareado —contestó con despreocupación.
—Estás un poco pálida. ¿Seguro que te encuentras bien?
Ella asintió.
—Estoy perfectamente. En serio.
Lali dijo la verdad. Se sentía mejor que antes. Pero, en el fondo de su mente, se encendió una alarma a la que no quería prestar atención.
Aquella noche, cuando Lali ya había acostado a Azul y recogido los juguetes que dejaba tirados por toda la casa, Peter se presentó en el salón.
Para ella fue toda una sorpresa, porque siempre se quedaba en el despacho, manteniendo las distancias, hasta que llegaba la hora de acostarse.
Entonces, la iba a buscar, la tomaba de la mano y la llevaba a su dormitorio, donde hacían el amor.
Pero todavía era pronto para acostarse. Era pronto incluso para ella.
—He estado pensando. Creo que es mejor que esta noche duermas en tu habitación —declaró Peter.
—¿Por qué?
Lali se estremeció. ¿Se habría cansado de ella?
—Porque necesitas descansar y dormir un poco. No se puede decir que hayas descansado mucho las dos últimas semanas...
Ella se sintió decepcionada.
—¿Lo dices por nuestras noches?
—Por supuesto.
—No recuerdo haberme quejado, Peter...
Él sonrió.
—No, ya sé que no te has quejado, pero me preocupa tu salud. Acuéstate y duerme bien esta noche. Si mañana te encuentras mejor, volveremos a la normalidad.
Peter se inclinó y le dio un beso. Al principio, fue un beso dulce y sin exigencias de ninguna clase, pero, al cabo de unos segundos, ya se había convertido en uno ferozmente apasionado. Alexis se excitó tanto como de costumbre y le pasó los brazos alrededor del cuello, deseando que el encuentro terminara en la cama.
Estaba tan perdida en la niebla del deseo que tardó unos momentos en darse cuenta de que la había agarrado por los brazos, en un intento por apartarla.
—Estoy bien, Peter. Te lo prometo.
—Yo no estoy tan seguro de eso —replicó—. Además, solo será una noche... Venga, acuéstate de una vez.
—¿No podrías dormir conmigo? Te prometo que no...
Él retrocedió.
—No hagas promesas que ninguno de los dos podemos cumplir —le rogó—. Nos gustamos demasiado, Lali.
—Sí, supongo que eso es verdad...
—Además, tú y yo nos acostamos para hacer el amor; no para limitarnos a dormir como si fuéramos una pareja. Acordamos que nuestra relación sería simplemente sexual, sin vínculos emocionales.
Ella tuvo que hacer un esfuerzo para sonreír.
—Por supuesto.
Lali tardó un buen rato en conciliar el sueño. Se quedó mirando el techo de la habitación, sumida en sus dudas. Pero, a la mañana siguiente, se sentía completamente recuperada. Por mucho que le molestara reconocerlo, Lali había tomado la decisión correcta. Al parecer, necesitaba descansar un poco.
Sin embargo, su alegría desapareció al cabo de unos minutos. Le estaba cambiando los pañales a Azul cuando sintió náuseas.
—Oh, Dios mío...
Lali restó importancia al suceso porque se dijo que las náuseas se debían a los pañales de la niña, que no estaban precisamente limpios.
—Tendré que cambiarte de dieta, preciosa.
La segunda oleada de náuseas llegó cuando estaba preparando el desayuno a la pequeña. Y ya no lo pudo desestimar. Reconocía los síntomas y sabía lo que significaban. No estaba protegida cuando hizo el amor con Peter la primera vez. Y aunque tuvo intención de pasar por la farmacia para tomarse la píldora del día siguiente, se le olvidó...
—Maldita sea...
Peter no quería tener más hijos. Peter ni siquiera quería una relación seria. Le había dejado bien claro que debían tomar precauciones para no cometer errores, pero ella había cometido un error verdaderamente grave.
En cualquier caso, no podía tomar ninguna decisión sin asegurarse antes.
Por suerte, Cande se había prestado a quedarse aquella mañana con Ruby, para que ella pudiera descansar e ir de tiendas por Akaroa.
Era una ocasión perfecta. En lugar de ver boutiques y tomarse un café en su bar preferido, pasaría por la farmacia y compraría una prueba de embarazo.
Lali se quedó mirando el indicador del test. Acababa de descubrir que iba a ser madre, pero la situación no se parecía nada a la que había imaginado siempre: estaba encerrada en un cuarto de baño y, en lugar de sentirse feliz, se sentía profundamente inquieta. Se había quedado embarazada de Peter Lanzani.
Guardó el test en el envoltorio, lo tiró a la basura y salió del cuarto de baño después de lavarse las manos rápidamente. Sabía que Peter no se llevaría una alegría si se llegaba a enterar de lo que había pasado.
Cruzó la calle y se sentó en el banco de un parque desde el que se veía el puerto. La gente iba y venía, ajena a su penosa situación. Hacía frío, pero ella no sentía nada. Por no sentir, ni siquiera sentía la brisa que arrancaba espuma a las olas.
¿Qué iba a hacer?
Podía imaginar la reacción de Peter. En su vida no había espacio para otro niño. De hecho, casi no tenía espacio para la propia Azul. Pero Lali sabía que era capaz de amar. Lo sabía porque lo había visto con sus propios ojos. Había amado una vez y volvería a amar de nuevo.
Solo tenía que convencerlo para que abriera su corazón y se arriesgara. A fin de cuentas, su estado no era más que una consecuencia lógica de la muerte de Euge. Un suceso de esas características dejaba una huella profunda. Su propia familia era un ejemplo en tal sentido.
Antes de casarse con su padre, su madre había estado casada con otro hombre, con el que tuvo hijos. Sin embargo, los hijos se quedaron con él y, cuando ella ya se casó por segunda vez, se presentó la hija que había tenido de su primer matrimonio, Ana. El padre de Lali no reaccionó bien; su esposa estaba en el hospital y tuvo miedo de que la aparición de Ana empeorara su estado, así que hizo lo posible para que no la viera.
Maria José Espósito falleció poco después, sin que Ana la hubiera podido ver. Entonces, Lali comprendió que nada importaba tanto como la familia. Nada en absoluto.
Por eso estaba tan decidida a romper las barreras con Peter, a forzarlo a amar otra vez, a hacerle comprender que su hija era lo más precioso del mundo, un tributo maravilloso a un matrimonio y un amor que se habían roto por culpa de la muerte.
Los ojos de Lali se llenaron de lágrimas, pero luchó contra ellas con todas sus fuerzas. Lo último que necesitaba en ese momento era una crisis emocional. Tenía que mantener la compostura. No se podía arriesgar a que Peter adivinara lo que había pasado. No antes de hablar con él. Justo entonces le sonó el teléfono. Sabía que era Cande. Le había pedido que la llamara cuando llegara la hora de pasar a recoger a Azul.
Aún no sabía qué hacer. Obviamente, tendría que ir al médico para asegurarse de estaba embarazada, pero no sabía si se lo debía decir a Peter. Ni siquiera habría sabido por dónde empezar. Estaba atrapada.
Sacudió la cabeza y se dijo que las pruebas de embarazo no eran seguras al cien por cien. Pediría cita con el médico y se aseguraría antes de tomar una decisión. Hasta entonces, se comportaría como si no pasara nada.
















Peter no podía apartar la vista de Lali, que estaba jugando con Azul. El tiempo había empeorado y hacía bastante frío, así que Lali había encendido un fuego en la chimenea del salón.
Mientras la miraba, se preguntaba si encender un fuego era adecuado, teniendo en cuenta que la niña estaba cerca y se podía quemar. Pero Lali la vigilaba atentamente, no le quitaba la vista de encima.
—¡Papá!
Azul lo vio y salió corriendo hacia él. A Peter le pareció increíble que una criatura de once meses pudiera ser tan rápida. El pelo le había crecido y Lali se lo había recogido con un lacito que le quedaba precioso.
—¡Papá...!
Dos bracitos minúsculos se aferraron a sus piernas.
—Te está pidiendo que la tomes en brazos —le informó Lali.
Él sonrió.
—¿Me lo está pidiendo? ¿O me lo está ordenando?
Ella le devolvió la sonrisa.
—Probablemente, ordenando.
—Pues tendrá que ser en otro momento. Tengo trabajo que hacer.
—Oh, por Dios... Concédele ese deseo. Seguro que no se te cae.
Peter dudó.
—Vamos, Peter. Tu hija no es de cristal. Ha crecido mucho y está perfectamente sana —insistió ella con vehemencia.
—¿Y a ti qué te pasa? ¿Te has levantado con mal pie?
Peter se inclinó y tomó a la niña entre sus brazos. Azul apoyó la cabeza en su pecho, encantada.
—Sabes perfectamente de qué pie me he levantado —respondió con humor—. Más que nada, porque estaba contigo.
—Azul ha cerrado los ojos... Parece que quiere dormir.
—No, solo está contenta de estar contigo. ¿Por qué no le lees algo?
—¿Leer?
—Sí, ya sabes, un libro. Uno de esos objetos de papel que están llenos de palabras y, a veces, de ilustraciones —dijo con ironía—. Entre tanto, yo iré a sacar la ropa de la lavadora.
Lali se marchó antes de que él pudiera protestar y, como no podía dejar a solas a Azul, no tuvo más remedio que quedarse con ella.
Se acercó al sofá, se sentó, tomó uno de los libros que Lali había dejado junto a la mesita y abrió el ejemplar. Fue bastante más fácil de lo que había imaginado. Eran cuentos cortos, con más dibujos que palabras.
Le leyó el primero y, como pensó que Ruby ya estaría satisfecha, cerró el libro. Pero su hija tenía otras intenciones y lo volvió a abrir, de modo que Peter tuvo que leerle un segundo cuento y, después, un tercero.
Ya estaba en el cuarto cuando Lali volvió al salón con una cesta de ropa limpia. Para entonces, Azul empezaba a cabecear.
—Ahora sí se está quedando dormida —dijo ella.
—Creo que se está durmiendo de puro aburrimiento.
—En absoluto. Se duerme porque se siente segura contigo —alegó Lali—. Al fin y al cabo, eres su padre.
Peter se sintió enormemente orgulloso, pero rechazó la idea.
—Tonterías. Se duerme porque ya se ha acostumbrado a mi casa. Pero eso cambiará cuando vuelva con Catherine y tú te marches.
Alexis lo miró con desconcierto.
—¿Aún quieres que vuelva con Catherine?
—Por supuesto. Anda, llévatela y acuéstala.
—Sí, señor.
Lali sonó tan seca que él frunció el ceño.
—Lali, el hecho de que le lea cuentos no significa que nos hayamos convertido en una familia perfecta. No estoy dispuesto a jugar a eso.
—No, claro que no. Ni siquiera estás dispuesto a asumir lo que sientes.
Lali alcanzó a la niña y desapareció.
Peter se quedó pensando en su comentario. Él no le había pedido que lo dejara a solas con la niña ni, desde luego, le había pedido su opinión sobre el futuro de Azul. Desde ese punto de vista, las palabras de Lali no debían molestarle; simplemente, lo que pasara con su hija no era asunto suyo. Pero le habían molestado.
Además, si estaba tan convencido de que no quería cuidar de la niña, ¿por qué se sentía ridículamente orgulloso cada vez que se sentaba con él? ¿Por qué se sentía vacío cada vez que se alejaba?
Habían pasado diez semanas desde la operación de Catherine, diez semanas desde que Lali se presentó en la casa para cuidar de Azul.
Catherine ya caminaba bien y, gracias a las sesiones de fisioterapia, se encontraba tan fuerte que le preguntó si podía ir de visita y quedarse un par de horas con la niña. Lali se lo concedió sin dudarlo y decidió aprovechar para ir al médico y asegurarse de que se había quedado embarazada.
Según sus cálculos, llevaba seis semanas de embarazo.
Afortunadamente, era poco tiempo para que se le notara y, por suerte también, no tenía más síntomas que las típicas náuseas matinales.
Pero, de todas formas, Peter estaba tan ocupado en la bodega que no se habría dado cuenta de nada. Y Lali se sentía dividida al respecto. Por una parte, le alegraba que mantuviera las distancias porque, de ese modo, no existía el menor peligro de que sospechara; por otra, lamentaba su comportamiento porque suponía un obstáculo en su objetivo de desarrollar los lazos emocionales entre padre e hija.
Sin embargo, no se podía negar que habían avanzado bastante. Como tantas otras veces, se preguntó qué pasaría cuando el embarazo empezara a ser evidente y no lo pudiera disimular. Se acostaba con Peter todas las noches; hacían el amor todas las noches. Él conocía tan bien su cuerpo que, más tarde o más temprano, notaría los cambios. Sus pechos estaban más sensibles que antes y, como había notado aquella mañana, cuando se puso el sostén, también eran más grandes.
Tenía que encontrar la forma de decírselo. No podía esperar a que se diera cuenta. Tenía que encontrar el momento adecuado.
La visita al médico fue como la seda. El doctor la felicitó por el embarazo y ella se fingió entusiasmada al respecto. ¿Qué otra cosa podía hacer? No le quedaba más opción que seguir adelante y asumir las consecuencias de sus decisiones.
Sin embargo, las consecuencias iban más allá de su relación con Peter.
Había dejado temporalmente el trabajo para cuidar a Azul, pero esa complicación era poco relevante en comparación con lo que ocurriría cuando diera a luz. ¿Cómo iba a dirigir su negocio? No podía esperar que Ana se hiciera cargo de todo.
Sacudió la cabeza y suspiró. Estaba cuidando a Azul porque se sentía en deuda con la difunta Euge, a quien había dejado en la estacada. Su pobre amiga ni siquiera sospechó el motivo que la empujó a romper su relación.
No podía imaginar que estaba enamorada de Peter, su esposo. Si lo hubiera sabido, no le habría pedido en aquella carta que cuidara de él y de su hija.
Sin embargo, las cosas eran como eran. Euge había muerto y Peter y ella tenían que superar su sentimiento de culpa y seguir adelante.
Solo esperaba que, por el camino, encontraran una solución a sus problemas.Y que esa solución pasara por un futuro juntos.




CONTINUARÁ... 

8 comentarios:

  1. Subi otroooooo plissssss no dejes asi

    ResponderEliminar
  2. Hay siento qe se va a pudrir todo :(

    ResponderEliminar
  3. Maaass
    Q miedo la reacción de peterrrr

    ResponderEliminar
  4. Situación complicada!!!!

    ResponderEliminar
  5. http://sonrioporlaliter.blogspot.com.ar/?m=0 nuevo blog con adaptaciones! Pasen :)

    ResponderEliminar
  6. Este libro desear lo prohibido donde lo puedo descargar?

    ResponderEliminar
  7. massssssssssssssssssssssssssssss
    masssssssssssssssssssssssssssssssssssss

    ResponderEliminar