sábado, 28 de febrero de 2015

Capítulo 13

CAPÍTULO 13

DESPEDIDA DE SOLTERA

LALI
Aquellos que se encontraban sentados en el borde más lejano del restaurante comenzaron a gritar, casi empujando sobre las mesas y los niños para escaparse. Las copas de vino se rompieron y los cubiertos resonaron en el suelo.

Una piña con forma de huracán fue derribada, rodó por la mesa y se rompió.

Eugenia le rodó los ojos a cerca de unas veinte personas reunidas a unas cuantas mesas más lejos. —¡Cristo en la cruz, gente! ¡Sólo es un poco de lluvia!

Los meseros y anfitriones se apresuraron a soltar las paredes enrolladas al exterior del restaurante.

—Y te quejabas porque no teníamos una vista al océano —bromeó Candela.

—Sí, ahora esas perras pretenciosas no están sonriendo con superioridad, ¿no? —dijo Eugenia, señalando y sonriendo al paquete de seis rubias ahora acurrucadas y mojadas.

—Ya está bien, Euge. Has tenido demasiadas copas de vino —dije.

—Estoy de vacaciones y es una despedida de soltera. Se supone que debo estar borracha.

Palmeé su mano. —Eso estaría bien si no fueras una borracha insoportable.

—Vete a la mierda, puta, no soy una borracha insoportable. —Me le quedé mirando, y ella me guiñó y sonrió—. Sólo bromeaba.

Candela dejó caer su tenedor en el plato. —Estoy llena. ¿Ahora qué?

Eugenia sacó una pequeña carpeta de su cartera con una sonrisa retorcida.

Tenía unas pequeñas letras de foamy pegadas al frente que decía “PETER & LALI” y la fecha de nuestra boda. —Ahora jugaremos.

—¿Qué clase de juego? —pregunté, cautelosa.

Abrió la carpeta. —Como Cami no podía estar aquí hasta mañana, hizo esto —dijo, volteando el frente para leer las palabras pintadas allí—. El juego: ¿Qué
diría tu esposo? He oído hablar de él. Es súper divertido, aunque generalmente es sobre tu futuro esposo —dijo, agitándose con entusiasmo en su asiento—. Entonces… Cami le hizo a Peter estas preguntas la semana pasada y envió el libro conmigo.

—¿Qué? —grité—. ¿Qué tipo de preguntas?

—Prepárate para averiguarlo —dijo, agitando la mano hacia un mesero. Él trajo una bandeja llena de chupitos de gelatina de colores brillantes.

—Oh por Dios… —dije.

—Si no aciertas, bebes. Si aciertas, nosotras bebemos. ¿Lista?

—Por supuesto —dije, mirando a María y Candela.
Eugenia se aclaró la garganta, sosteniendo la carpeta frente a ella. — ¿Cuándo supo Peter que eras la indicada?

Pensé por un instante. —La primera noche de póker en la casa de su papá.

—¡Errrr! —Eugenia hizo un horrendo sonido con su garganta—. Cuando se dio cuenta que no era lo suficientemente bueno para ti, el cual fue el momento en que te vio. ¡Bebe!

—¡Aw! —dijo Candela, sosteniendo su mano en su pecho.

Tomé un pequeño vaso de plástico y embutí el contenido en mi boca.

Delicioso. No iba a perder la cabeza en absoluto.

—¡Siguiente pregunta! —dijo Eugenia—. ¿Cuál es su cosa favorita de ti?

—Mi sazón.

—¡Errrrr! —Eugenia hizo el sonido de nuevo—. ¡Bebe!

—Eres terrible en este juego —dijo María, claramente divertida.

—Tal vez lo estoy haciendo a propósito. ¡Estos están buenos! —dije, metiéndome otro chupito en mi boca.

—¿La respuesta de Peter? Tu risa.

—Guau —dije, sorprendida—. Eso es adorable.

—¿Cuál es su parte favorita de tu cuerpo?

—Mis ojos.

—¡Ding, ding, ding! ¡Correcto!

Candela y María aplaudieron, yo incliné la cabeza. —Gracias, gracias. Ahora beban, perras.

Todas rieron y tomaron sus chupitos.

Eugenia pasó la página y leyó la siguiente pregunta. —¿Cuándo es que Peter quiere tener hijos?

—Oh. —Respiré a través de mis labios—. ¿En siete… ocho años?

—Un año después de la graduación.

María y Candela hicieron la misma cara; sus bocas formaron un “oh”.

—Beberé —dije—, pero él y yo tendremos que hablar sobre eso un poco más.

Eugenia sacudió la cabeza. —Este es un juego de pre-boda, Lali. Deberías ser mejor en esto.

—Cállate y continúa.

María señaló—: Técnicamente no se puede callar y continuar.

—Cállate —dijimos al unísono Eugenia y yo.

—¡Siguiente pregunta! —dijo Eugenia—. ¿Cuál crees que fue el momento favorito de Peter de su relación?

—¿La noche que ganó la apuesta y me mudé?

—¡Correcto otra vez! —dijo Eugenia.

—Esto está tan dulce. No puedo tomarlo —dijo Candela.

—¡Bebe! Siguiente pregunta —dije, sonriendo.

—¿Cuál es la cosa que Peter dijo que nunca olvidará que tú le dijiste?

—Guao. No tengo idea.

María se inclinó. —Sólo adivina.

—¿La primera vez que le dije que lo amaba?

Eugenia entrecerró los ojos, pensando. —Técnicamente, estás equivocada.

¡Dijo que fue la vez que le dijiste a Pablo que amabas a Peter! —Eugenia se echó a reír y así lo hicimos el resto de nosotras—. ¡Bebe!

Eugenia pasó otra página. —¿Cuál es el objeto sin el que Peter no puede vivir?

—Su moto.

—¡Correcto!

—¿Dónde fue su primer cita?

—Técnicamente fue en Pizza Shack.

—¡Correcto! —dijo Eugenia de nuevo.

—Pregúntale algo más difícil o nos vamos a emborrachar —dijo María, tomándose otro chupito.

—Mmm… —dijo Eugenia, hojeando las páginas—. Oh, aquí vamos. ¿Cuál crees qué es la cosa favorita de Peter sobre ti?

—¿Qué clase de pregunta es esa? —pregunté, ellas me miraron expectantes—. Mmm… mi cosa favorita sobre él es la manera en que siempre me toca cuando nos sentamos juntos, pero apuesto a que dijo que sus tatuajes.

—¡Maldición! —dijo Eugenia—. ¡Correcto! —Bebieron y aplaudí para celebrar mi pequeña victoria.

—Una más —dijo Eugenia—. ¿Cuál cree Peter que es tu regalo favorito de él?

Hice una pausa por un par de segundos. —Esa es fácil. El álbum de recortes que me regaló por el día de San Valentín este año. ¡Ahora, beban!

Todas se rieron y a pesar de que era su turno, compartí el último chupito con ellas.

Candela se limpió la boca con una servilleta y me ayudó a recoger los vasos vacíos y colocarlos en la bandeja. —¿Cuál es el plan ahora, Mare?

Eugenia no paraba de agitarse, claramente emocionada por lo que estaba a punto de decir. —Visitaremos los Clubes. De eso se trata.
Negué con la cabeza. —De ninguna manera. Ya hablamos de esto.

Eugenia sacó su labio inferior.

—No —dije—. Estoy aquí para renovar mis votos, no para divorciarme. Piensa en algo más.

—¿Por qué él no confía en ti? —dijo Eugenia, su voz pareciéndose mucho a un lloriqueo.

—Si yo realmente quisiera ir, iría. Simplemente respeto a mi esposo y preferiría pasármela bien que sentarme en un club lleno de humo con luces que me dan dolor de cabeza. Sólo le haría preguntarse qué pasó y yo prefiero no ir allí. Ha funcionada hasta ahora.

—Respeto a Nicolás y aun así voy a Clubes sin él.

—No, no lo haces.

—Sólo porque todavía no he querido. Está noche, quiero.

—Bueno, yo no.
Eugenia juntó las cejas. —Está bien. Plan B. ¿Noche de póker? —Muy divertido.

La cara de Candela se iluminó. —¡Vi un volante sobre una noche de películas esta noche en la playa Honeymoon! Colocan una pantalla justo en el agua.

Eugenia hizo una mueca. —Aburrido.

—No, yo creo que suena divertido. ¿Cuándo empieza?

Candela chequeó su reloj y luego su cara se ensombreció, desanimada. —En quince minutos.

—¡Podemos llegar! —dije, agarrando mi cartera—. ¡La cuenta por favor!
  

PETER
—¡Calma tus nervios, amigo! —dijo Nicolás. Bajó la mirada hacia mis dedos nerviosamente golpeando contra el reposabrazos de metal. Habíamos aterrizado y deslizado por la pista de manera segura, pero por alguna razón todavía no estaban listos para dejarnos salir. Todo el mundo se encontraba en silencio esperando por ese diminuto ding que significaba la libertad. Algo sobre el ding de la luz de los cinturones abrochados hizo que todos saltaran y se apresuraran a conseguir su equipaje de mano y formaran una fila. Sin embargo, yo de verdad tenía una razón para estar apurado, así que la espera fue particularmente irritante.

—¿Qué demonios está tomando tanto tiempo? —dije, quizás un poco demasiado fuerte. Una mujer en frente de nosotros con un niño de edad para ir a la escuela primaria se giró lentamente para darme una mirada—. Lo siento. —Miró hacia delante enfurruñada.

Miré mi reloj. —Vamos a llegar tarde.

—No, no vamos a llegar tarde —dijo Nicolás en su típica voz suave y calmada—. Todavía tenemos tiempo de sobra.

Me estiré hacia un lado, mirando hacia el pasillo como si eso fuera ayudar.

—Las azafatas no se han movido. Espera, una está al teléfono.

—Esa es una buena señal.

Me senté derecho y suspiré. —Vamos a llegar tarde.

—No. No vamos a llegar tarde. Tú simplemente la extrañas.

—La extraño —dije, sabía que me veía miserable y ni siquiera iba a intentar ocultarlo. Esta era la primera vez que Lali y yo pasábamos una noche separados desde antes de casarnos y era miserable. Incluso después de un año, todavía la buscaba cuando se despertaba en la mañana. Incluso la extrañaba cuando dormía.

Nicolás sacudió la cabeza en desaprobación. —¿Recuerdas cuando solías darme tanta mierda por comportarme así?

—Tú no amas de la manera en que yo la amo.

Nicolás sonrió. —¿Realmente eres feliz, hombre?

—Tanto como la amaba en ese entonces, ahora la amo aún más. Al igual que papá solía hablar de mamá.

Nicolás sonrió y luego abrió la boca para responder, pero la luz del cinturón de seguridad sonó, enviando a todo el mundo en una ráfaga de pie, estirándose y situándose en el pasillo.

La madre en frente de mí sonrió. —Felicitaciones —dijo—. Parece que lo has averiguado mejor que la mayoría de las personas.

La fila comenzó a avanzar. —En realidad, no. Sólo tuvimos una gran cantidad de duras lecciones desde el principio.

—Afortunado —dijo, dirigiendo a su hijo por el pasillo.

Me eché a reír, pensando en las metidas de patas y decepciones, pero ella tenía razón. Si tuviera que hacerlo todo de nuevo, preferiría soportar el dolor en un principio que haberlo tenido fácil y luego tenerlo todo yéndose a la mierda más adelante.

Nicolás y yo nos apresuramos a la zona para recoger el equipaje, conseguimos el nuestro y luego nos apresuramos a la salida para tomar un taxi. Me sorprendió ver a un hombre en un traje negro sosteniendo un pizarrón blanco con “FIESTA LANZANI” garabateado con marcador rojo.

—Hola —dije.

—¿Señor Lanzani? —dijo, sonriendo ampliamente.

—Esos somos nosotros.

—Soy el señor Gumbs. Justo por este lado. —Tomó mi maleta más grande y nos llevó afuera hacia un Cadillac Escalade negro—. Se van a quedar en el Ritz-Carlton, ¿cierto?
—Sí —dijo Nicolás.

Cargamos la camioneta con el resto de las maletas y luego nos sentamos en los asientos de la fila central.

—Anotación —dijo Nicolás, mirando alrededor.

El chofer arrancó, conduciendo arriba y abajo por las colinas, alrededor de las curvas, todo en el lado equivocado de la carretera. Era confuso, porque el volante estaba del mismo lado que el nuestro.

—Me alegro de que no alquiláramos un coche —dije.

—Sí, la mayoría de los accidentes aquí son causado por los turistas.

—Apuesto a que sí —dijo Nicolás.

—No es difícil. Sólo tienes que recordar que estás más cerca de la acera —dijo él, dando un karatazo en el aire con su mano izquierda.

Continuó dándonos un mini-recorrido, señalando diferentes cosas a lo largo del camino. Las palmeras me hicieron sentir lo suficientemente fuera de nuestro elemento, pero los carros estacionados en el lado izquierdo de la carretera realmente jugaban con mi cabeza. Las grandes colinas parecían tocar el cielo, salpicada de pequeñas manchas blancas, lo que asumí que eran casas en las laderas.

—Eso de allí es el Havensight Mall —dijo el Señor Gumbs—, donde todos los cruceros atracan, ¿ven?

Vi los grandes barcos, pero no podía dejar de mirar el agua. Nunca antes había visto el agua de un azul tan puro. Supongo que por eso lo llaman el Caribe azul. Fue malditamente increíble. —¿Qué tan cerca estamos?

—Ya casi llegamos —dijo el señor Grumbs con una sonrisa feliz.

Justo en ese momento, el Cadillac desaceleró hasta detenerse para esperar por el tráfico que se aproximaba, y luego nos metimos en un largo viaje. Se detuvo una vez más por una caseta de seguridad, nos saludaron con la mano y luego continuamos en otro largo viaje hasta la entrada del hotel.

—¡Gracias! —dijo Nicolás. Se inclinó hacia el chofer y luego sacó su teléfono, rápidamente tecleando en la pantalla. Su teléfono hizo un sonido de beso, así que debió haber sido Eugenia. Leyó el mensaje y luego asintió—. Parece que tú y yo iremos a la habitación de Euge, y ellas se alistaran en la tuya.

Hice una mueca. —Eso es… raro.

—Supongo que todavía no quieren que veas a Lali.

Sacudí mi cabeza y sonreí. —Ella estaba de esa manera la última vez.

Un empleado del hotel nos mostró un carrito de golf y luego nos llevó a nuestro edificio. Lo seguimos a la habitación correcta y luego entramos. Era bastante… tropical, el sofisticado Ritz-Carlton tropical.

—¡Esto es suficiente! —dijo Nicolás, todo sonriente.

Fruncí el ceño. —La ceremonia es en dos horas. ¿Tengo que esperar dos horas?

Nicolás levantó un dedo, tecleó en su teléfono y luego levantó la mirada. —Nop. Puedes verla cuando esté lista. Por Lali. Al parecer, también te extraña.

Una gran sonrisa se extendió por mi cara. No lo podía evitar. Lali tenía ese efecto en mí, dieciocho meses atrás, un año atrás, ahora y por el resto de mi vida.

Saqué mi teléfono.

Te amo, bebé.

¡OhDiosMío! ¡Estás aquí! ¡Yo también te amo!

Te veo pronto.

Puedes apostar tu trasero.

Me reí a carcajadas. Había dicho antes que Lali era mi todo. Durante los últimos 365 días consecutivos, ella había probado que eso era cierto.

Alguien tocó la puerta y me acerqué para abrir.

El rostro de Bauti se iluminó. —¡Cabrón!


Me eché a reír de nuevo, sacudí la cabeza y les hice señas a mis hermanos para que entraran. —Entren, malditos paganos. Tengo una esposa esperando y un esmoquin con mi nombre en él.


CONTINUARÁ... ¡Hola! Siento mucho no haber subido durante este tiempo, pero estoy llenísima de exámenes... por suerte esta semana solo tengo uno y es el viernes así que podré subir más :) Este es el penúltimo capítulo de este libro y para dar por finalizada la trilogia... pero creo que hace poco leí que había un cuarto libro, creo.. voy a averiguar y si lo hay, lo subiré! Besos

2 comentarios:

  1. lindo cap me encantooo .. massssssssss

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    1. Existen dos libros mas Beautiful Oblivion y Beautiful Redemption :)

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