CAPÍTULO 8
FINALMENTE
PETER
—No, sólo danos un minuto —dije.
Lali se encontraba medio acostada, medio
sentada en el asiento de cuero negro de la limusina, con las mejillas
encendidas, respirando con dificultad. Besé
su tobillo y luego puse sus bragas por la
punta de sus tacones altos, entregándoselas.
Maldición, era una hermosa vista. No podía
quitar mis ojos de ella mientras abotonaba mi camisa. Lali me dedicó una enorme
sonrisa mientras colocaba sus bragas de nuevo en sus caderas. El chofer de la
limusina llamó a la puerta. Lali asintió y le di luz verde para abrirla. Le
entregué la factura y a continuación, levanté a mi esposa en mis brazos.
Pasamos a través del vestíbulo y el casino en tan sólo unos minutos. Se podría
decir que estaba un poco motivado por llegar a la habitación, por suerte tener
a Lali en mis brazos proveía cobertura a mí abultada polla.
Ignoró a todas las personas mirándonos
mientras entrábamos al elevador y luego plantó su boca en la mía. El número de
piso salió amortiguado cuando traté de decírselo a la pareja divertida cercana
a los botones, pero me aseguré por el rabillo de mi ojo que hubieran presionado
el correcto.
Tan pronto como entramos al pasillo, mi
corazón comenzó a latir con fuerza. Cuando llegamos a la puerta, me esforcé por
mantener a Lali en mis brazos y sacar la tarjeta de acceso de mi bolsillo.
—Lo tengo, bebé —dijo ella, sacándola y
después besándome mientras abría la puerta.
—Gracias, señora Lanzani.
Lali sonrió contra mi boca. —Ha sido un
placer.
La llevé a la habitación y la bajé hasta
colocarla al pie de la cama. Lali me miró por un momento mientras se quitaba
los zapatos de tacón. —Vamos a sacar esto del camino, señora Lanzani. Esta es
una prenda de vestir tuya que no quiero arruinar.
Le di la vuelta y luego desabroché lentamente
su vestido, besando cada parte de piel mientras era expuesta. Cada centímetro
de Lali ya estaba arraigado en mi mente, pero tocar y saborear la piel de la
mujer que ahora era mi esposa lo hacía todo nuevo otra vez. Sentí una emoción
que nunca había sentido antes.
El vestido cayó al suelo y lo recogí,
arrojándolo sobre el respaldo de una silla. Lali desabrochó la parte posterior
de su sujetador, dejándolo caer al suelo y metí mis pulgares entre su piel y el
tejido de encaje de sus bragas. Sonreí. Ya las había tenido fuera una vez.
Me incliné para besar la piel detrás de su
oreja. —Te amo tanto —le susurré, empujando lentamente sus bragas por sus
muslos. Cayeron a sus tobillos y ella los pateó lejos con su pie descalzo.
Envolví mis brazos a su alrededor, tomando una respiración profunda por la
nariz, tirando de su espalda desnuda contra mi pecho.
Necesitaba estar dentro, mi polla estaba
prácticamente llegando por ella, pero era importante tomarnos nuestro tiempo.
Sólo teníamos un tiro para la noche de bodas, y yo quería que fuera perfecto.
LALI
La piel de gallina cubría todo mi cuerpo.
Cuatro meses antes, Peter había tomado algo de mí que nunca le había dado a
ningún otro hombre. Estuve tan empeñada en dárselo a él que no tuve tiempo para
estar nerviosa. Ahora, en nuestra noche de bodas, sabiendo qué esperar y
sabiendo lo mucho que me amaba, estaba más nerviosa que en nuestra primera
noche.
—Vamos a sacar esto del camino, señora
Lanzani. Esta es una prenda de vestir tuya que no quiero arruinar —dijo.
Resoplé una pequeña risa, recordando mi
chaqueta de color rosa abotonada y el patrón de manchas de sangre por el centro
de esta. Entonces, pensé en ver a Peter en la cafetería la primera vez.
—Arruino un montón de suéteres —había dicho con su sonrisa matadora y hoyuelos. La misma sonrisa
que quería odiar; los mismos labios que hacían su camino por mi espalda en
estos momentos.
Peter me movió hacia adelante y me arrastró
hacia la cama, mirando detrás de mí, esperando, esperanzada que subiera. Estaba
mirándome, quitándose la camisa, pateando sus zapatos y dejando caer sus
pantalones al suelo. Negó con la cabeza, volteándome sobre mi espalda y luego
se colocó encima de mí.
—¿No? —pregunté.
—Preferiría mirar a los ojos de mi esposa que
ser creativo… al menos por esta noche.
Apartó un cabello suelto de mi cara y, a
continuación, me besó en la nariz.
Era un poco divertido ver a Peter tomarse su
tiempo, meditando cómo y qué quería hacerme. Una vez que estuvimos desnudos e
instalados debajo de las sábanas, tomó una respiración profunda.
—¿Señora Lanzani?
Sonreí. —¿Sí?
—Nada. Sólo quería llamarte así.
—Bueno. Como que me gusta.
Los ojos de Peter escanearon mi rostro. —¿Si?
—¿Es una pregunta real? Porque es un poco
difícil mostrarlo más que hacer votos para estar contigo por siempre.
Peter se detuvo, el conflicto oscureciendo su
expresión. —Te vi —dijo, su voz apenas un susurro—. En el casino.
Mi memoria instantáneamente retrocedió, segura
de que se había cruzado con Agustín y posiblemente había visto a una mujer con
la que me parecía. Los ojos celosos le juegan bromas a la gente. Justo cuando
estaba preparada para argumentar que no había visto a mi ex, Peter comenzó de
nuevo.
—En el suelo. Te vi, Pidge.
Mi estómago se hundió. Me había visto llorar.
¿Cómo podría explicarle eso? No podía. La única manera era crear una
distracción.
Empujé mi cabeza en la almohada, mirándolo
directamente a los ojos. —¿Por qué me llamas Pidge? Quiero decir, realmente.
Mi pregunta pareció tomarlo desprevenido.
Esperé, pidiendo que olvidara todo sobre el tema anterior. No quería mentirle a
la cara o admitir lo que había hecho. No esta noche. Nunca.
Su decisión de permitir que cambiara el tema
estaba clara en sus ojos. Sabía lo que estaba haciendo e iba a dejarme hacerlo.
—¿Sabes lo que es un pigeon?
Sacudí la cabeza en un pequeño movimiento.
—Es una paloma. Son realmente inteligentes.
Son leales, y compañeros de por vida. Esa primera vez que te vi en el Círculo,
sabía lo que eras. Sabía que debajo de esa abotonada chaqueta y la sangre, no
ibas a tragarte mi mierda. Ibas a hacerme ganarlo. Requerirías una razón para
confiar en mí. Lo vi en tus ojos, y no pude quitarme ese pensamiento hasta que
te vi ese día en la cafetería. A pesar de que traté de ignorarlo, lo sabía
incluso entonces. Cada jodida, cada mala elección, eran migajas de pan, de esa
forma encontramos el camino hacia el otro. Así llegamos a este momento.
Mi respiración flaqueó. —Estoy tan enamorada
de ti.
Su cuerpo se encontraba recostado entre mis
piernas, y podía sentirlo contra mis muslos, sólo a un par de centímetros de
donde quería que estuviera.
—Eres mi esposa. —Cuando dijo las palabras, la
paz llenó sus ojos. Me recordó a la noche en que ganó la apuesta sobre quedarme
en su apartamento.
—Sí. Ahora estás estancado conmigo.
Besó mi barbilla. —Al fin.
Se tomó su tiempo mientras se deslizaba
suavemente en mi interior, cerrando los ojos por sólo un segundo antes de mirar
los míos de nuevo. Se movió contra mí lentamente, rítmicamente, besándome en la
boca a intervalos. Incluso aunque Peter siempre había sido cuidadoso y gentil
conmigo, las primeras veces fueron un poco incómodas. Debía haber sabido que
era nueva en esto, incluso aunque nunca lo mencioné. Todo el campus sabía de
las conquistas de Peter, pero mis experiencias con él nunca fueron como los
salvajes retozares de los que todos hablaban. Peter siempre era suave y
delicado conmigo; paciente. Esta noche no fue una excepción. Tal vez lo fue
incluso más.
Una vez que me relajé, y comencé a moverme
contra él, Peter se estiró hacia abajo. Puso su mano debajo de mi rodilla y la
levantó gentilmente, poniéndola en su cadera. Se deslizó en mi interior de
nuevo, esta vez más profundo. Suspiré y alcé las caderas hacia él. Había cosas
mucho peores en la vida que prometer sentir el cuerpo desnudo de Peter Lanzani
contra mí y en mi interior por el resto de mi vida. Mucho, mucho peores.
Me besó y me saboreó, tarareando contra mi
boca. Moviéndose contra mí, ansiándome, tirando de mi piel mientras alzaba mi
otra pierna y me empujaba las rodillas contra el pecho, así podía presionarse
en mi interior más profundo. Gemí y me moví, incapaz de mantenerme callada
cuando se posicionó de forma que podría entrar en mí por diferentes ángulos,
moviendo sus caderas debajo de mis uñas, que excavaban en la piel de su
espalda. Mis uñas se encontraban enterradas profundamente en su sudorosa piel,
pero podía sentir sus músculos sobresaliendo y deslizándose debajo de ellas.
Los muslos de Peter se frotaban y chocaban
levemente contra mi trasero. Se sostuvo a sí mismo sobre un codo, y luego se
reacomodó, tirando de mis piernas con él hasta que mis tobillos descansaban en
sus hombros. Me hizo el amor más duro entonces, e incluso aunque fue un poco
doloroso, ese dolor disparó chispas de adrenalina por todo mi cuerpo. Llevando
cada pizca de placer que sentía a un nuevo nivel.
—Oh, Dios… Peter —dije, suspirando su nombre.
Necesitaba decir algo, algo que dejase salir la intensidad que se construía en
mi interior.
Mis palabras hicieron que su cuerpo tensara, y
el ritmo de sus movimientos se hizo más rápido, más rígido, hasta que gotas de
sudor se formaron en nuestra piel, haciendo que deslizarse contra el otro fuese
más fácil.
Dejó mis piernas en la cama mientras se
posicionaba directamente sobre mí de nuevo. Sacudió la cabeza. —Te sientes tan
bien —gimió—. Quiero que dure toda la noche, pero…
Toqué su oreja con mis labios. —Quiero que te
corras —dije, terminando la simple frase con un suave y pequeño beso.
Relajé las caderas, dejando que mis rodillas
se alejaran más, acercándolas a la cama. Peter se presionó más profundo en mi
interior, una y otra vez, sus movimientos aumentando mientras gemía. Agarré mi
rodilla, empujándola contra mi pecho. El dolor se sentía tan bien que era
adictivo, y lo sentí construirse hasta que todo mi cuerpo se tensó con cortas,
pero fuertes explosiones. Gemí en voz alta, sin preocuparme si alguien podía
oír.
Peter gimió en reacción. Finalmente, sus
movimientos se ralentizaron, pero eran más fuertes, hasta que al fin gritó—:
¡Oh, joder! ¡Maldita sea! ¡Agh! —gritó. Su cuerpo se
sacudió y tembló mientras presionaba su frente duramente contra mi mejilla.
Ya que ambos estábamos sin aire, no hablamos. Peter
mantuvo su mejilla contra la mía, sacudiéndose una vez más antes de esconder su
rostro en la almohada debajo de mi cabeza. Besé su cuello, saboreando la sal en
su piel.
—Tenías razón —dije. Peter se reacomodó para
mirarme, curioso—. Fuiste mi último primer beso.
Sonrió, presionando sus labios contra mí
duramente, y luego ocultó su rostro en mi cuello. Respiraba pesadamente, pero
aun así, se las arregló para susurrar dulcemente—: Te amo tanto, Pigeon.
CONTINUARÁ...
Que lindo cap! Me encanto! Subi massss
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