sábado, 31 de enero de 2015

Capítulo 7

CAPÍTULO 7

EFECTIVO

PETER
La puerta se abrió. —¡Ella está aquí! Acabo de mostrarle un vestuario para que se refresque. ¿Estás listo?

—Sí —dije, poniéndome de pie de un salto. Me sequé mis manos sudorosas en los pantalones y seguí a Chantilly por el pasillo, hacia el vestíbulo. Me detuve.

—Por aquí, cariño —dijo Chantilly, animándome hacia las puertas dobles que conducían a la capilla.

—¿Dónde está? —pregunté.

Chantilly apuntó. —Ahí dentro. Tan pronto como esté lista, empezaremos. Pero, tienes que estar al final del pasillo, dulzura.

Su sonrisa era dulce y paciente. Me imaginaba que lidiaba con todo tipo de situaciones, desde borrachos hasta nerviosos. Después de una última mirada a la habitación de Lali, seguí a Chantilly por el pasillo y me dio el resumen de dónde pararme. Mientras ella estaba hablando, un hombre con gruesas patillas y un disfraz de Elvis abrió la puerta de manera grandiosa, curvando los labios y tarareando “Blue Hawaii”.

—¡Hombre, realmente me gusta Las Vegas!, ¿te gusta Las Vegas? —dijo, con la impresión de Elvis bien puesta.

Sonreí. —Hoy me gusta.

—¡No se puede pedir más que eso!, ¿te ha dicho la Srta. Chantilly todo lo que necesitas saber para convertirte en señor esta mañana?

—Sí. Creo que sí.

Me dio una palmada en la espalda. —No te preocupes, chico, vas a hacerlo muy bien. Iré a buscar a tu señora. Vuelvo en un parpadeo.

Chantilly se rió. —Oh, ese Elvis. —Después de un par de minutos, Chantilly miró su reloj, y luego caminó por el pasillo hacia las puertas dobles.

—Esto sucede todo el tiempo. —Me aseguró el oficiante.

Después de otros cinco minutos, Chantilly asomó la cabeza a través de las puertas. —¿Peter? Creo que está un poco… nerviosa. ¿Quieres intentar hablar con ella?

Mierda. —Sí —dije. El pasillo parecía corto antes, pero ahora se sentía como un kilómetro. Empujé la puerta, y levanté mi puño. Me detuve, tomé aire, y entonces golpeé un par de veces—. ¿Pidge?

Después de lo que se sintió como dos eternidades, Lali finalmente habló, al otro lado de la puerta. —Estoy aquí. —A pesar de que sólo estar a unos centímetros de distancia, sonaba a kilómetros, como la mañana después que llevé a esas dos chicas a casa desde el bar. Sólo el pensar en esa noche me hizo sentir un mal ardor en el estómago. Ni siquiera me sentía como la misma persona que era entonces.

—¿Estás bien, nena? —pregunté.

—Sí. Sólo… me sentía acelerada. Necesito un momento para respirar.

No sonaba para nada bien. Estaba determinado a mantener mi cabeza, alejar el pánico que solía causarme hacer todo tipo de cosas estúpidas. Necesitaba ser el hombre que Lali merecía. —¿Estás segura de que eso es todo?

No respondió.

Chantilly se aclaró la garganta y retorció sus manos, claramente intentando pensar en algo alentador que decir. Necesitaba estar al otro lado de esa puerta.

—Pidge… —dije, seguido por una pausa. Lo que diría a continuación podía cambiar todo, pero hacer todo bien por Lali triunfó sobre mis propias necesidades épicamente egoístas—. Yo sé que tú sabes que te amo. Lo que podrías no saber es que no hay nada que quiera más que ser tu esposo. Pero si no estás lista, esperaré por ti, Pigeon. No voy a ir a ninguna parte. Quiero decir, sí. Quiero esto, pero solamente si tú lo quieres. Yo sólo… necesito saber que puedes abrir ésta puerta y que podemos caminar por el pasillo, o podemos conseguir un taxi e ir a casa. De cualquier forma, te amo.
Después de otra larga pausa, sabía que era hora. Saqué un viejo y desgastado sobre del bolsillo interior de mi chaqueta, y lo sostuve con ambas manos. El desvanecido trazo de la pluma lo rodeaba, y seguí las líneas con mi dedo índice. Mi madre había escrito las palabras a la futura Sra. Peter Lanzani. Mi papá me lo había dado cuando pensó que las cosas entre Lali y yo estaban volviéndose serias. Sólo había sacado esta carta una vez desde entonces, preguntándome lo que ella escribió dentro, pero nunca rompiendo el sello. Esas palabras no eran para mí. Mis manos temblaban. No tenía ni idea de lo que mamá había escrito, pero de verdad la necesitaba en estos momentos, esperaba que esta vez, ella pudiera de alguna manera llegar de donde estuviera y me ayudara. Me agaché y deslicé el sobre por debajo de la puerta.

  
LALI
Pidge. La palabra solía hacerme rodar los ojos. No sabía por qué empezó a llamarme así en primer lugar, y no me importaba. Ahora, el extraño apodo de Peter con el que me habló en su profunda y áspera voz hizo que mi cuerpo entero se relajara. Me puse de pie y me acerqué a la puerta, sosteniendo mi palma en la madera. —Estoy aquí.

Podía escuchar mi respiración; sibilante, lenta, como si estuviera durmiendo. Cada parte de mí se encontraba relajada. Sus cálidas palabras cayeron lentamente a mí alrededor como una manta acogedora. No importaba lo que sucediera después que fuéramos a casa, siempre y cuando fuera la esposa de Peter. Fue entonces que entendí que si iba a hacer esto para ayudarlo o no, estaba ahí para casarme con el hombre que me amaba más de lo que cualquier hombre amaba a una mujer. Y lo amaba, lo suficiente para tres vidas enteras. En la Capilla Graceland, en este vestido, era casi exactamente donde quería estar. El único lugar mejor sería a su lado al final del pasillo.

Entonces, un pequeño cuadrado blanco apareció a mis pies.

—¿Qué es esto? —dije, agachándome para recogerlo. El papel era viejo y amarillo. Se encontraba dirigido a la futura Sra. Peter Lanzani.

—Es de mi mamá —dijo Peter.

Se me cortó la respiración. Casi no quería abrirla, era obvio que había sido sellada y guardada a salvo por mucho tiempo.

—Ábrela —dijo Peter, como si pareciera leer mis pensamientos.

Mi dedo se deslizó cuidadosamente entre la apertura, con la esperanza de conservarlo lo mejor que podía, pero fallando miserablemente. Saqué el papel doblado en tres y el mundo entero se detuvo.

No nos conocemos, pero sé que debes ser muy especial. No puedo estar ahí hoy, para ver a mi pequeño prometerte su amor, pero hay unas pocas cosas que creo que podría decirte si lo estuviera. Primero, gracias por amar a mi hijo. De todos mis niños, Peter es el de más tierno corazón. Él también es el más fuerte. Te amará con todo lo que tiene siempre y cuando se lo permitas.

Un niño sin una madre es una criatura muy curiosa. Si Peter es algo como su padre, y sé que lo es, él es un profundo océano de fragilidad, protegido por un grueso muro de malas palabras y fingida indiferencia. Un chico Lanzani te llevará todo el camino hasta el borde, pero si vas con él, te seguirá a donde sea.

Deseo más que cualquier cosa poder estar ahí hoy. Deseo poder ver su rostro cuando tome este paso contigo, poder estar ahí con mi esposo y experimentar este día con todos ustedes. Creo que es una de las cosas que extrañaré más. Pero hoy no es sobre mí. Si estás leyendo esta carta significa que mi hijo te ama. Y cuando un chico Lanzani se enamora, lo hace para siempre.

Por favor, dale a mi bebé un beso de mi parte. Mi deseo para ustedes es que la pelea más grande que tengan sea sobre quién es el más indulgente.

Con amor,

Claudia

—¿Pigeon?
Sostuve la carta contra mi pecho con una mano, y abrí la puerta con la otra.

El rostro de Peter se encontraba tenso de preocupación, pero al segundo que sus ojos encontraron los míos, la preocupación se fue.

Parecía sorprendido de verme. —Estás… no creo que haya una palabra para cuan hermosa estás.

Sus dulces ojos castaños, ensombrecidos por sus gruesas pestañas, calmaron mis nervios. Sus tatuajes estaban escondidos bajo su traje gris y una blanca y fresca camisa abotonada. Dios mío, él era la perfección. Era sexy, era valiente, era tierno, y Peter Lanzani era mío. Todo lo que tenía que hacer era caminar por el pasillo.

—Estoy lista.

—¿Qué dijo? —preguntó.

Mi garganta se tensó, así un sollozo no escaparía. Lo besé en la mejilla. — Eso es de su parte.

—¿Sí? —dijo, una dulce sonrisa llenando su rostro.
—Y está prácticamente segura de todo lo maravilloso que eres, a pesar de que no consiguió verte crecer. Ella es tan maravillosa, Peter. Desearía poder haberla conocido.

—Desearía que ella pudiera haberte conocido. —Se detuvo un momento ante la idea, y luego levantó sus manos.

Su manga retrocedió, revelando su tatuaje de PIGEON. —Vamos a pensarlo. No tienes que decidir ahora. Volveremos al hotel, pensaremos en ello, y… —Suspiró, dejando caer sus brazos y hombros—. Lo sé. Esto es loco. Sólo que lo quería tanto, Peter. Esta locura es mi cordura. Podemos…

No podía soportar verlo tropezar y luchar por más tiempo. —Bebé, detente —dije, tocando su boca con tres de mis dedos—. Sólo detente.

Me miró. Esperando.

—Sólo vamos directo, no me voy de aquí hasta que seas mi esposo.

Al principio sus cejas se elevaron, dubitativas, y luego ofreció una sonrisa cautelosa. —¿Estás segura?

—¿Dónde está mi ramo de flores?

—¡Oh! —dijo Chantilly, distraída por la discusión—. Aquí, cariño. —Me tendió una bola perfectamente redonda de rosas rojas.

Elvis me ofreció su brazo, y lo tomé. —Te veo en el altar, Peter —dijo.

Peter tomó mi mano, besó mis dedos, y luego regresó trotando por el camino que había venido, seguido por una risueña Chantilly.

Ese pequeño toque no era suficiente. De pronto, no podía esperar por tenerlo, y mis pies rápidamente hicieron su camino a la capilla. La marcha nupcial no fue tocada, en cambio “Thing for You”, la canción que bailamos en mi fiesta de cumpleaños, vino a través de los parlantes.

Me detuve y miré a Peter, finalmente consiguiendo una oportunidad de disfrutar de su traje gris y zapatillas Converse negras. Sonrió al ver el reconocimiento en mis ojos. Di otro paso, y luego otro. El oficiante hizo un gesto para que fuera más lento, pero no pude. Todo mi cuerpo necesitaba estar junto Peter más de lo que nunca lo había necesitado antes. Él debió haber sentido lo mismo. Elvis no había llegado a mitad de camino antes de que Peter decidiera dejar de esperar y se dirigiera hacia nosotros. Tomé su brazo.

—Uh… iba a entregarla.

La boca de Peter se levantó en un lado. —Ella ya era mía.

Abracé su brazo, y caminamos el resto del camino, juntos. La música se detuvo, y el oficiante nos hizo una seña.

—Peter … Lali.

Chantilly tomó mi ramo de rosas y, a continuación, se puso de pie a un lado.

Nuestras manos temblorosas se anudaron juntas. Los dos estábamos tan nerviosos y felices que era casi imposible dejarlas quietas.

Incluso sabiendo cuánto realmente quería casarme con Peter, mis manos temblaban. No estaba exactamente segura de lo que decía el oficiante. No puedo recuerdo su cara o lo que usaba, sólo puedo recordar su profunda voz nasal, su acento del noreste, y las manos de Peter sosteniendo las mías.

—Mírame, Pidge —dijo Peter en voz baja.

Miré a mi futuro marido, perdiéndome en la sinceridad y en la adoración de sus ojos. Nadie, ni siquiera Eugenia, nunca me había mirado con tanto amor. Las esquinas de la boca de Peter se levantaron, así que debo haber tenido la misma expresión.

A medida que el oficiante hablaba, los ojos de Peter viajaron sobre mí, mi cara, mi pelo, mi vestido, incluso miró hacia mis zapatos. Luego, se inclinó hasta que sus labios estuvieron a pocos centímetros de mi cuello, e inhaló.

El oficiante se detuvo.

—Quiero recordar todo —dijo Peter.

El oficiante sonrió, asintió con la cabeza, y continuó.
Un flash se disparó, sobresaltándonos. Peter miró hacia atrás, reconoció al fotógrafo, y luego me miró. Reflejábamos nuestras sonrisas cursis mutuamente. No me importaba que nos debiéramos haber visto absolutamente ridículos. Era como si nos estuviésemos preparando para saltar de la colina más alta, para sumergirnos en el río más profundo que alimenta la más magnífica y terrorífica cascada, justo en la mejor y más fantástica montaña rusa del universo. Diez veces.

—El verdadero matrimonio comienza mucho antes del día de la boda —comenzó el oficiante—, y los esfuerzos del matrimonio continúan más allá de final de la ceremonia. Un breve momento en el tiempo y el movimiento de la pluma son todo lo que se necesita para crear el vínculo jurídico del matrimonio, pero se necesita toda una vida de amor, compromiso y perdón para hacer el matrimonio duradero y eterno. Creo, Peter y Lali, que ustedes nos acaban de mostrar lo que su amor es capaz de hacer en un momento de tensión. Sus ayeres fueron el camino que los llevó a esta capilla, y su viaje a un futuro de convivencia se vuelve un poco más claro con cada nuevo día.

Peter apoyó su mejilla contra mi sien. Me alegré mucho de que quisiera tocarme dónde y cada vez que podía. Si pudiera haberlo abrazado sin interrumpir la ceremonia, lo habría hecho. Las palabras del oficiante comenzaron a entremezclarse. Un par de veces, Peter habló, y yo también lo hice. Deslicé el anillo negro su dedo, y sonreí.

—Con este anillo, me uno a ti —dije, repitiendo después el oficiante.

—Linda elección —dijo Peter, admirando su anillo.
Cuando fue el turno de Peter, parecía tener problemas, y luego deslizó dos anillos en mi dedo: mi anillo de compromiso, y un simple anillo de oro.

Quería tomar un momento para apreciar que me había conseguido un anillo oficial de boda, tal vez incluso decirlo, pero estaba teniendo una experiencia fuera de este mundo. Cuanto más me esforzaba para estar presente, más rápido todo parecía suceder.

Pensé que tal vez debería realmente escuchar la lista de cosas que estaba prometiendo, pero la única voz que tenía sentido era la de Peter. —Malditamente seguro que acepto —dijo con una sonrisa—. Y me comprometo a nunca entrar en otra pelea, beber en exceso, jugar, o lanzar un golpe de ira… y que nunca, nunca te haré llorar lágrimas de tristeza otra vez.

Cuando llegó mi turno de nuevo, me detuve. —Sólo quiero que sepas, antes de hacer mis votos, que soy súper terca. Ya sabes que soy difícil de convivir, y has dejado claro en docenas de ocasiones que te vuelvo loco. Y estoy segura de que he vuelto loca a cualquier persona que haya visto estos últimos meses mi indecisión e incertidumbre. Pero quiero que sepas que sea lo que sea el amor, esto tiene que
serlo. Fuimos mejores amigos primero, y tratamos de no enamorarnos, y lo hicimos de todos modos. Si no estás conmigo, no es donde quiero estar. Estoy en esto. Estoy contigo. Podremos ser impulsivos, y absolutamente locos por estar de pie aquí, a nuestra edad, seis meses después de que nos conocimos. Todo esto podría jugar a ser un completamente hermoso y maravilloso desastre, pero quiero eso si es contigo.

—Al igual que Johnny y June —dijo Peter, con los ojos un poco vidriosos —. Todo es cuesta arriba desde aquí, y voy a amar cada minuto de ello.

—¿Aceptas…? —comenzó el oficiante.

—Sí, acepto —dije.

—Está bien —dijo con una sonrisa—, pero tengo que decirlo.

—Lo he escuchado una vez. No necesito escucharlo de nuevo —dije, sonriendo, sin apartar los ojos de Peter. Apretó mis manos. Repetimos más promesas, y luego el oficiante hizo una pausa.

—¿Eso es todo? —preguntó Peter.

El oficiante sonrió. —Eso es todo. Están casados.

—¿En serio? —preguntó, enarcando las cejas. Parecía un niño en la mañana de Navidad.
—Puedes besar a tu…

Peter me tomó en sus brazos y me envolvió con fuerza, besándome, con entusiasmo y pasión al principio, y luego sus labios se desaceleraron, moviéndose contra los míos con más ternura.

Chantilly aplaudió con sus manos pequeñas y regordetas. —¡Esa fue una buena!, ¡la mejor que he visto en toda la semana! Me encanta cuando no salen según lo planeado.

El oficiante dijo—: Les presento a ustedes, Sra. Chantilly y Sr. King, al Sr. y la Sra. Peter Lanzani.

Elvis aplaudió, también, y Peter me levantó en sus brazos. Tomé cada lado de su cara en mis manos y me incliné para besarlo.

—Sólo estoy tratando de no tener un momento Tom Cruise —dijo Peter, sonriendo a todos en la sala—. Ahora entiendo todo el asunto de saltar en el sofá y la manía de golpear el piso. ¡No sé cómo expresar lo que siento!, ¿dónde está Oprah?

Solté una carcajada poco característica. Sonreía de oreja a oreja, y estoy segura de que me veía igual de molestamente feliz. Peter me bajó, y luego miró a todos en la sala.

Parecía un poco sorprendido. —¡Wuju! —gritó, agitando los puños en frente de él. Estaba teniendo un momento muy Tom Cruise. Se echó a reír, y luego me besó de nuevo—. ¡Lo hicimos!

Me reí con él. Me tomó en sus brazos, y me di cuenta de que tenía los ojos un poco más brillantes.

—¡Se casó conmigo! —Le dijo a Elvis—. ¡Mierda, te amo, nena! —gritó de nuevo, abrazándome y besándome. No estaba segura de lo que esperaba, pero esto definitivamente no lo era. Chantilly, el oficiante, e incluso Elvis se reían, medio divertidos, medio atemorizados. El flash del fotógrafo se disparaba como si estuviéramos rodeados de paparazzi.

—Sólo unos pocos papeles para firmar, unas cuantas fotos, y entonces pueden comenzar su felices para siempre —dijo Chantilly. Se dio la vuelta y luego nos miró de nuevo con una amplia sonrisa, sosteniendo un pedazo de papel y un bolígrafo.

—¡Oh! —dijo Chantilly—. Tu ramo. Vamos a necesitarlo en las fotos.

Me dio las flores, y Peter y yo posamos. Nos pusimos de pie juntos.

Mostramos nuestros anillos. Lado a lado, cara a cara, saltando en el aire, abrazos, besos, en un momento Peter me sostuvo en sus brazos. Después de una rápida firma del acta de matrimonio, Peter me llevó de la mano a la limusina esperándonos afuera.

—¿Eso realmente sucedió? —pregunté.

—¡Seguro como el infierno que sucedió!

—¿Vi unos ojos brumosos ahí atrás?

—Pigeon, ahora eres la señora Peter Lanzani. ¡Nunca he sido tan feliz en mi vida!

Una sonrisa estalló en mi cara, me reí y negué con la cabeza. Nunca había visto que una persona loca sea tan entrañable. Me abalancé sobre él, presionando sus labios contra los míos. Desde que su lengua había estado en mi boca en la capilla, lo único en lo que podía pensar era en conseguir tenerla de nuevo allí.

Peter anudó sus dedos en mi pelo mientras me subía encima de él, y me clavó las rodillas en el asiento de cuero a cada lado de sus caderas. Mis dedos se enredaron con su cinturón mientras él se inclinaba para presionar el botón que levantaba la ventanilla de privacidad.

Maldije los botones de su camisa por tomar tanto tiempo para deshacerse, y luego comencé a trabajar con impaciencia en su cremallera. La boca de Peter estaba en todas partes; besando las partes blandas de la piel detrás de la oreja, pasando su lengua por la línea de mi cuello, y mordisqueando mi clavícula. Con sólo un movimiento, me giró sobre mi espalda, inmediatamente deslizando su mano por mi muslo y enganchando mi ropa interior con su dedo. En segundos, colgaba de uno de mis tobillos, y la mano de Peter se movía por el interior de mi pierna, hasta que se detuvo en la tierna piel entre mis muslos.

—Bebé —dije en voz baja antes de que él me hiciera callar con su boca.

Respiraba con dificultad a través de la nariz, sosteniéndome contra él como si fuera la primera y la última vez.

Peter se tiró hacia atrás sobre sus rodillas, sus abdominales definidos, pecho y tatuajes en plena vista. Mis muslos se tensaron instintivamente, pero tomó mi pierna derecha en sus dos manos, apartándola suavemente. Vi como su boca hambrienta trabajó desde los dedos de mis pies, a mis talones, mi pantorrilla, la rodilla, y luego a la cara interna de mi muslo. Levanté mis caderas a su boca, pero él se detuvo en mis muslos por varios minutos, mucho más paciente que yo.

Una vez que su lengua tocó las partes más sensibles de mí, sus dedos se deslizaron entre el vestido y el asiento, agarrando mi trasero, ligeramente tirando de mí hacia él. Todos los nervios se derritieron y se tensaron al mismo tiempo.
Peter había estado en esa posición antes, pero era evidente que había estado conteniéndose, reservando su mejor trabajo para nuestra noche de bodas. Mis rodillas se doblaron, sacudiéndose, y lo agarré de las orejas.

Se detuvo una vez, sólo para susurrar mi nombre contra mi piel húmeda, y me sacudí, cerrando los ojos y sintiendo como si sus palabras estuvieran rodando en la parte posterior de mi cabeza en puro éxtasis. Gemí, haciendo que sus besos fueran más eufóricos, y luego se tensó, levantando mi cuerpo más cerca de su boca.

Cada segundo que pasaba se volvía más intenso, una pared de ladrillo entre el deseo de dejarme ir y la necesidad de permanecer en ese momento. Por último, cuando no podía esperar más, extendí la mano y enterré la cara de Peter en mí.

Grité, sintiéndolo sonreír, vencido por las intensas sacudidas de electricidad recorriendo todo mi cuerpo.

Con todas las distracciones de Peter, no me di cuenta que estábamos en el Bellagio hasta que oí la voz del conductor a través del altavoz. —Lo siento, Sr. y Sra. Lanzani, pero he llegado a su hotel. ¿Les gustaría que de otra vuelta por el Strip?




CONTINUARÁ...

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