CAPÍTULO 13
DESPEDIDA DE SOLTERA
LALI
Aquellos que se encontraban sentados en el
borde más lejano del restaurante comenzaron a gritar, casi empujando sobre las
mesas y los niños para escaparse. Las copas de vino se rompieron y los
cubiertos resonaron en el suelo.
Una piña con forma de huracán fue derribada,
rodó por la mesa y se rompió.
Eugenia le rodó los ojos a cerca de unas
veinte personas reunidas a unas cuantas mesas más lejos. —¡Cristo en la cruz,
gente! ¡Sólo es un poco de lluvia!
Los meseros y anfitriones se apresuraron a
soltar las paredes enrolladas al exterior del restaurante.
—Y te quejabas porque no teníamos una vista al
océano —bromeó Candela.
—Sí, ahora esas perras pretenciosas no están
sonriendo con superioridad, ¿no? —dijo Eugenia, señalando y sonriendo al paquete
de seis rubias ahora acurrucadas y mojadas.
—Ya está bien, Euge. Has tenido demasiadas
copas de vino —dije.
—Estoy de vacaciones y es una despedida de
soltera. Se supone que debo estar borracha.
Palmeé su mano. —Eso estaría bien si no fueras
una borracha insoportable.
—Vete a la mierda, puta, no soy una borracha insoportable. —Me le quedé
mirando, y ella me guiñó y sonrió—. Sólo bromeaba.
Candela dejó caer su tenedor en el plato.
—Estoy llena. ¿Ahora qué?
Eugenia sacó una pequeña carpeta de su cartera
con una sonrisa retorcida.
Tenía unas pequeñas letras de foamy pegadas al
frente que decía “PETER & LALI” y la fecha de nuestra boda. —Ahora
jugaremos.
—¿Qué clase de juego? —pregunté, cautelosa.
Abrió la carpeta. —Como Cami no podía estar
aquí hasta mañana, hizo esto —dijo, volteando el frente para leer las palabras
pintadas allí—. El juego: ¿Qué
diría tu esposo? He oído hablar de él. Es
súper divertido, aunque generalmente es sobre tu futuro esposo —dijo, agitándose con entusiasmo en su
asiento—. Entonces… Cami le hizo a Peter estas preguntas la semana pasada y
envió el libro conmigo.
—¿Qué? —grité—. ¿Qué tipo de preguntas?
—Prepárate para averiguarlo —dijo, agitando la
mano hacia un mesero. Él trajo una bandeja llena de chupitos de gelatina de
colores brillantes.
—Oh por Dios… —dije.
—Si no aciertas, bebes. Si aciertas, nosotras
bebemos. ¿Lista?
—Por supuesto —dije, mirando a María y
Candela.
Eugenia se aclaró la garganta, sosteniendo la
carpeta frente a ella. — ¿Cuándo supo Peter que eras la indicada?
Pensé por un instante. —La primera noche de
póker en la casa de su papá.
—¡Errrr! —Eugenia hizo un
horrendo sonido con su garganta—. Cuando se dio cuenta que no era lo
suficientemente bueno para ti, el cual fue el momento en que te vio. ¡Bebe!
—¡Aw! —dijo Candela, sosteniendo su mano en su
pecho.
Tomé un pequeño vaso de plástico y embutí el
contenido en mi boca.
Delicioso. No iba a perder la cabeza en
absoluto.
—¡Siguiente pregunta! —dijo Eugenia—. ¿Cuál es
su cosa favorita de ti?
—Mi sazón.
—¡Errrrr! —Eugenia hizo el sonido
de nuevo—. ¡Bebe!
—Eres terrible en este juego —dijo María,
claramente divertida.
—Tal vez lo estoy haciendo a propósito. ¡Estos
están buenos! —dije, metiéndome otro chupito en mi boca.
—¿La respuesta de Peter? Tu risa.
—Guau —dije, sorprendida—. Eso es adorable.
—¿Cuál es su parte favorita de tu cuerpo?
—Mis
ojos.
—¡Ding,
ding, ding! ¡Correcto!
Candela y María aplaudieron, yo incliné la
cabeza. —Gracias, gracias. Ahora beban, perras.
Todas rieron y tomaron sus chupitos.
Eugenia pasó la página y leyó la siguiente
pregunta. —¿Cuándo es que Peter quiere tener hijos?
—Oh. —Respiré a través de mis labios—. ¿En
siete… ocho años?
—Un año después de la graduación.
María y Candela hicieron la misma cara; sus
bocas formaron un “oh”.
—Beberé —dije—, pero él y yo tendremos que
hablar sobre eso un poco más.
Eugenia sacudió la cabeza. —Este es un juego
de pre-boda, Lali. Deberías ser mejor en esto.
—Cállate y continúa.
María señaló—: Técnicamente no se puede callar
y continuar.
—Cállate —dijimos al unísono Eugenia y yo.
—¡Siguiente pregunta! —dijo Eugenia—. ¿Cuál
crees que fue el momento favorito de Peter de su relación?
—¿La noche que ganó la apuesta y me mudé?
—¡Correcto otra vez! —dijo Eugenia.
—Esto está tan dulce. No puedo tomarlo —dijo Candela.
—¡Bebe! Siguiente pregunta —dije, sonriendo.
—¿Cuál es la cosa que Peter dijo que nunca
olvidará que tú le dijiste?
—Guao. No tengo idea.
María se inclinó. —Sólo adivina.
—¿La primera vez que le dije que lo amaba?
Eugenia entrecerró los ojos, pensando.
—Técnicamente, estás equivocada.
¡Dijo que fue la vez que le dijiste a Pablo
que amabas a Peter! —Eugenia se echó a reír y así lo hicimos el resto de
nosotras—. ¡Bebe!
Eugenia pasó otra página. —¿Cuál es el objeto
sin el que Peter no puede vivir?
—Su moto.
—¡Correcto!
—¿Dónde fue su primer cita?
—Técnicamente fue en Pizza Shack.
—¡Correcto! —dijo Eugenia de nuevo.
—Pregúntale algo más difícil o nos vamos a
emborrachar —dijo María, tomándose otro chupito.
—Mmm… —dijo Eugenia, hojeando las páginas—.
Oh, aquí vamos. ¿Cuál crees qué es la cosa favorita de Peter sobre ti?
—¿Qué clase de pregunta es esa? —pregunté,
ellas me miraron expectantes—. Mmm… mi cosa favorita sobre él es la manera en
que siempre me toca cuando nos sentamos juntos, pero apuesto a que dijo que sus
tatuajes.
—¡Maldición! —dijo Eugenia—. ¡Correcto!
—Bebieron y aplaudí para celebrar mi pequeña victoria.
—Una más —dijo Eugenia—. ¿Cuál cree Peter que
es tu regalo favorito de él?
Hice una pausa por un par de segundos. —Esa es
fácil. El álbum de recortes que me regaló por el día de San Valentín este año.
¡Ahora, beban!
Todas se rieron y a pesar de que era su turno,
compartí el último chupito con ellas.
Candela se limpió la boca con una servilleta y
me ayudó a recoger los vasos vacíos y colocarlos en la bandeja. —¿Cuál es el
plan ahora, Mare?
Eugenia no paraba de agitarse, claramente
emocionada por lo que estaba a punto de decir. —Visitaremos los Clubes. De eso
se trata.
Negué con la cabeza. —De ninguna manera. Ya
hablamos de esto.
Eugenia sacó su labio inferior.
—No —dije—. Estoy aquí para renovar mis votos,
no para divorciarme. Piensa en algo más.
—¿Por qué él no confía en ti? —dijo Eugenia,
su voz pareciéndose mucho a un lloriqueo.
—Si yo realmente quisiera ir, iría.
Simplemente respeto a mi esposo y preferiría pasármela bien que sentarme en un
club lleno de humo con luces que me dan dolor de cabeza. Sólo le haría
preguntarse qué pasó y yo prefiero no ir allí. Ha funcionada hasta ahora.
—Respeto a Nicolás y aun así voy a Clubes sin
él.
—No, no lo haces.
—Sólo porque todavía no he querido. Está
noche, quiero.
—Bueno, yo no.
Eugenia juntó las cejas. —Está bien. Plan B.
¿Noche de póker? —Muy divertido.
La cara de Candela se iluminó. —¡Vi un volante
sobre una noche de películas esta noche en la playa Honeymoon! Colocan una
pantalla justo en el agua.
Eugenia hizo una mueca. —Aburrido.
—No, yo creo que suena divertido. ¿Cuándo
empieza?
Candela chequeó su reloj y luego su cara se
ensombreció, desanimada. —En quince minutos.
—¡Podemos llegar! —dije, agarrando mi
cartera—. ¡La cuenta por favor!
PETER
—¡Calma tus nervios, amigo! —dijo Nicolás.
Bajó la mirada hacia mis dedos nerviosamente golpeando contra el reposabrazos
de metal. Habíamos aterrizado y deslizado por la pista de manera segura, pero
por alguna razón todavía no estaban listos para dejarnos salir. Todo el mundo
se encontraba en silencio esperando por ese diminuto ding que significaba la libertad. Algo sobre el ding de la luz de los cinturones abrochados hizo
que todos saltaran y se apresuraran a conseguir su equipaje de mano y formaran
una fila. Sin embargo, yo de verdad tenía una razón para estar apurado, así que
la espera fue particularmente irritante.
—¿Qué demonios está tomando tanto tiempo?
—dije, quizás un poco demasiado fuerte. Una mujer en frente de nosotros con un
niño de edad para ir a la escuela primaria se giró lentamente para darme una
mirada—. Lo siento. —Miró hacia delante enfurruñada.
Miré mi reloj. —Vamos a llegar tarde.
—No, no vamos a llegar tarde —dijo Nicolás en
su típica voz suave y calmada—. Todavía tenemos tiempo de sobra.
Me estiré hacia un lado, mirando hacia el
pasillo como si eso fuera ayudar.
—Las azafatas no se han movido. Espera, una
está al teléfono.
—Esa es una buena señal.
Me senté derecho y suspiré. —Vamos a llegar
tarde.
—No. No vamos a llegar tarde. Tú simplemente
la extrañas.
—La extraño —dije, sabía que me veía miserable
y ni siquiera iba a intentar ocultarlo. Esta era la primera vez que Lali y yo
pasábamos una noche separados desde antes de casarnos y era miserable. Incluso
después de un año, todavía la buscaba cuando se despertaba en la mañana.
Incluso la extrañaba cuando dormía.
Nicolás sacudió la cabeza en desaprobación.
—¿Recuerdas cuando solías darme tanta mierda por comportarme así?
—Tú no amas de la manera en que yo la amo.
Nicolás sonrió. —¿Realmente eres feliz,
hombre?
—Tanto como la amaba en ese entonces, ahora la
amo aún más. Al igual que papá solía hablar de mamá.
Nicolás sonrió y luego abrió la boca para
responder, pero la luz del cinturón de seguridad sonó, enviando a todo el mundo
en una ráfaga de pie, estirándose y situándose en el pasillo.
La madre en frente de mí sonrió.
—Felicitaciones —dijo—. Parece que lo has averiguado mejor que la mayoría de
las personas.
La fila comenzó a avanzar. —En realidad, no.
Sólo tuvimos una gran cantidad de duras lecciones desde el principio.
—Afortunado —dijo, dirigiendo a su hijo por el
pasillo.
Me eché a reír, pensando en las metidas de
patas y decepciones, pero ella tenía razón. Si tuviera que hacerlo todo de
nuevo, preferiría soportar el dolor en un principio que haberlo tenido fácil y
luego tenerlo todo yéndose a la mierda más adelante.
Nicolás y yo nos apresuramos a la zona para
recoger el equipaje, conseguimos el nuestro y luego nos apresuramos a la salida
para tomar un taxi. Me sorprendió ver a un hombre en un traje negro sosteniendo
un pizarrón blanco con “FIESTA LANZANI” garabateado con marcador rojo.
—Hola —dije.
—¿Señor Lanzani? —dijo, sonriendo ampliamente.
—Esos somos nosotros.
—Soy el señor Gumbs. Justo por este lado.
—Tomó mi maleta más grande y nos llevó afuera hacia un Cadillac Escalade
negro—. Se van a quedar en el Ritz-Carlton, ¿cierto?
—Sí —dijo Nicolás.
Cargamos la camioneta con el resto de las
maletas y luego nos sentamos en los asientos de la fila central.
—Anotación —dijo Nicolás, mirando alrededor.
El chofer arrancó, conduciendo arriba y abajo
por las colinas, alrededor de las curvas, todo en el lado equivocado de la
carretera. Era confuso, porque el volante estaba del mismo lado que el nuestro.
—Me alegro de que no alquiláramos un coche
—dije.
—Sí, la mayoría de los accidentes aquí son
causado por los turistas.
—Apuesto a que sí —dijo Nicolás.
—No es difícil. Sólo tienes que recordar que
estás más cerca de la acera —dijo él, dando un karatazo en el aire con su mano
izquierda.
Continuó dándonos un mini-recorrido, señalando
diferentes cosas a lo largo del camino. Las palmeras me hicieron sentir lo
suficientemente fuera de nuestro elemento, pero los carros estacionados en el
lado izquierdo de la carretera realmente jugaban con mi cabeza. Las grandes
colinas parecían tocar el cielo, salpicada de pequeñas manchas blancas, lo que
asumí que eran casas en las laderas.
—Eso de allí es el Havensight Mall —dijo el
Señor Gumbs—, donde todos los cruceros atracan, ¿ven?
Vi los grandes barcos, pero no podía dejar de
mirar el agua. Nunca antes había visto el agua de un azul tan puro. Supongo que
por eso lo llaman el Caribe azul. Fue malditamente increíble. —¿Qué tan cerca
estamos?
—Ya casi llegamos —dijo el señor Grumbs con
una sonrisa feliz.
Justo en ese momento, el Cadillac desaceleró
hasta detenerse para esperar por el tráfico que se aproximaba, y luego nos
metimos en un largo viaje. Se detuvo una vez más por una caseta de seguridad,
nos saludaron con la mano y luego continuamos en otro largo viaje hasta la
entrada del hotel.
—¡Gracias! —dijo Nicolás. Se inclinó hacia el
chofer y luego sacó su teléfono, rápidamente tecleando en la pantalla. Su
teléfono hizo un sonido de beso, así que debió haber sido Eugenia. Leyó el
mensaje y luego asintió—. Parece que tú y yo iremos a la habitación de Euge, y
ellas se alistaran en la tuya.
Hice una mueca. —Eso es… raro.
—Supongo que todavía no quieren que veas a Lali.
Sacudí mi cabeza y sonreí. —Ella estaba de esa
manera la última vez.
Un empleado del hotel nos mostró un carrito de
golf y luego nos llevó a nuestro edificio. Lo seguimos a la habitación correcta
y luego entramos. Era bastante… tropical, el sofisticado Ritz-Carlton tropical.
—¡Esto es suficiente! —dijo Nicolás, todo
sonriente.
Fruncí el ceño. —La ceremonia es en dos horas.
¿Tengo que esperar dos horas?
Nicolás levantó un dedo, tecleó en su teléfono
y luego levantó la mirada. —Nop. Puedes verla cuando esté lista. Por Lali. Al
parecer, también te extraña.
Una gran sonrisa se extendió por mi cara. No
lo podía evitar. Lali tenía ese efecto en mí, dieciocho meses atrás, un año
atrás, ahora y por el resto de mi vida.
Saqué mi teléfono.
Te amo, bebé.
¡OhDiosMío!
¡Estás aquí! ¡Yo también te amo!
Te veo pronto.
Puedes
apostar tu trasero.
Me reí a carcajadas. Había dicho antes que Lali
era mi todo. Durante los últimos 365 días consecutivos, ella había probado que
eso era cierto.
Alguien tocó la puerta y me acerqué para
abrir.
El rostro de Bauti se iluminó. —¡Cabrón!
Me eché a reír de nuevo, sacudí la cabeza y
les hice señas a mis hermanos para que entraran. —Entren, malditos paganos.
Tengo una esposa esperando y un esmoquin con mi nombre en él.
CONTINUARÁ... ¡Hola! Siento mucho no haber subido durante este tiempo, pero estoy llenísima de exámenes... por suerte esta semana solo tengo uno y es el viernes así que podré subir más :) Este es el penúltimo capítulo de este libro y para dar por finalizada la trilogia... pero creo que hace poco leí que había un cuarto libro, creo.. voy a averiguar y si lo hay, lo subiré! Besos