lunes, 13 de abril de 2015

Capítulo 11

PETER

U
na vez que dejo la casa de Eugenia decido detenerme en la tienda. Esta vez no me importa quién puede estar observándome porque si alguna fulana en un pequeño vestido estrecho quiere seguirme, puede hacerlo. Demonios que ella puede traer a sus amigos siempre y cuando traigan alcohol. Tomo una caja de cervezas, papas fritas y algunos dulces y los coloco amablemente en la cinta transportadora. Hay una señora mayor estaba trabajando ahora entonces creo que estoy limpio. Realmente dudo de que ella escuche mi música o incluso supiese quién soy en todo caso.

Contengo mi aliento, esperando que ella no pregunte por mi licencia de conducir. Hago muy poco contacto visual con ella y le ofrezco una sonrisa estratégicamente calculada mientras pasaba por el lector electrónico mis artículos.

—¿Tu madre sabe que volviste a la ciudad?

Estudio a la cajera para ver si puedo reconocerla. Su nombre en la etiqueta dice “Shirley” y me devano el cerebro. No puedo recordarla, pero eso no quiere decir que no pueda seguirle el juego.

—No, señora —respondo, tratando de ser lo más amable posible. Ella observa los tatuajes en mis brazos, probablemente buscando uno que diga MAMÁ. Tristemente, no encontrará ninguno en mi cuerpo.

—No, no supuse que ella lo supiera. Parece que desde que la noticia de que estás en la ciudad estalló, las chicas de por aquí están en una especie de frenesí.

—No pretendo sacar de quicio a nadie. Solo vine a mostrar mis respetos.

—Es una pena lo que le ocurrió a Nicolás. En serio espero que Eugenia pueda hacerse cargo de esos bebés.

Asiento y comienzo a desear que se apure. Realmente no tengo ganas de conversar. Quiero beber mis penas y rendirle homenaje a mi amigo.

—Eugenia estará bien. —Me aseguraré de ello.

—Sí, supongo que con todo tu dinero de música extravagante puedas acercarte y hacerte cargo de ella.

Tomo un hondo respiro y giro mi cuello. No perdería mi paciencia. Cuando ella finalmente me dice el total, le doy unos veinte dólares y le pido que se quede con el cambio. Ahora ella tiene una pequeña y bonita propina de dinero de mi música extravagante.

—Dígale a mi madre que le mando saludos cuando la vea. —Tomo mis cosas y me alejo caminando dejándola boquiabierta. Estúpida chismorrería de pueblo. Luego de hoy todos sabrán que esto aquí y que no podré irme por otro par de días más. Le hice una promesa a Rufina e intentaría mantenerla.

El camino es familiar y cuando me retiro hacia el campo dejo salir un suspiro de alivio ya que no hay nadie allí. Asciendo por la escalera, con mi cerveza y papas fritas en la bolsa plástica. Llego a la cima y me aferro a la barandilla, observando el campo. Nunca había apreciado la vista cuando pasaba cada noche de viernes aquí. La vista hacia el estacionamiento era lo que llamaba mi atención. Lali y sus largas piernas, siempre al descubierto porque veníamos directo del juego. Yo me cambiaba, pero ella siempre conservaba su traje de animadora puesto. Sabía lo mucho que me gustaba.

Me siento en mí mismo lugar. Mi dedo traza el corazón con las iniciales de Lali y mías. Lo hice luego de la Bienvenida en nuestro segundo año. Sabía que esa noche quería a esta chica en mi vida por siempre y no estaba asustado de decírselo.

Hasta que la dejé cuando debería haber empacado sus maletas por ella y llevarla a mi camioneta.

Me pregunto si a Lali le hubiera gustado Los Ángeles.

Iba por mi primera, luego segunda cerveza. Si tuviera mi camioneta tiraría las vacías hacia la parte trasera solo para poderlas oír hacerse añicos. Entonces podría tener alguna clase de alivio para este dolor.

Cuando una camioneta se detiene y retrocede, sé que mi tiempo se ha acabado. Cierro mis ojos y espero por la risa a aparecer. Nicolás y yo lo hacíamos tan fuerte que las chicas siempre nos decían que nos calláramos.

No veo quiénes salen de la camioneta, pero puedo oírlos subiendo la escalera.
Genial.

—¿Qué estás haciendo aquí? —Miro hacia atrás y veo a Eugenia caminando hacia mí. Me paro y le ofrezco mi mano hasta que se sienta en el lugar que había sido de Nicolás, a mi izquierda.

—Debería preguntarte lo mismo. ¿Por qué no estás en casa con esos hermosos bebés?

—Están con el padre de Nicolás esta noche. Él quería tenerlos y no le pude decir que no. Ha perdido demasiado en el último año.

La miro inquisitivamente. Ella sonríe tristemente.

—La señora Riera falleció el año pasado.

Y el cuchillo solo sigue girando.

—Lo lamento —digo simplemente porque no tengo nada más que decir. No hay una excusa para lo que yo había hecho.

—¿Dónde has estado, Peter?

Bueno, ahora ésa es la pregunta del millón de dólares porque si miras la televisión o lees las revistas mientras esperas a la salida del mercado local, todo el mundo sabe en dónde he estado.

—Deberías ser un poco más específica que eso —replico mientras tiro mi primera botella vacía hacia atrás de la camioneta. Eugenia mete la mano en mi bolso, toma una cerveza y hace saltar la tapa.

—¿Qué te ocurrió? Porque cuando te fuiste a Texas todo estaba bien y entonces apareces una noche, ¿y ya todo no lo está?

Tiré mi segunda cerveza vacía a la camioneta. Mi tercera la sigue y abro mi cuarta y la bebo hasta el fondo para tirarla.

—Fui a la escuela y la odié. Odiaba practicar, el equipo, todo lo que tuviera que ver con eso. Y una noche fui a pasar el rato al campus y había noche de micrófono abierto así que hice la prueba y me gustó y no lo sé.

—¿Le dijiste a Lali?

—No, nuestro encuentro no estuvo muy bien la otra noche. Estaba molesto y la contrarié un poco.

Nos sentamos en silencio, bebiendo y tirando nuestras botellas a la camioneta. Eugenia las tiraba más y más fuerte mientras más bebía y me imaginé que ella estaba dejando salir algún tipo de furia.

—Por primera vez en veinte años no tengo a Nicolás a mi lado.

Sé que está triste y podría abrazarla y dejarla llorar o puedo compartir en su miseria.

—Tengo un hijo.

Aparentemente eso era la cosa errónea para decir porque si las miradas mataran estaría muerto justo ahora.

—¿Lali lo sabe?

No podía dejar de reír. Sacudo mi cabeza.

—Eso espero, a menos que Noah no sea de ella. Entonces estoy jodido porque ese chico es definitivamente mío y definitivamente suyo.

—Eres un total idiota —dice empujando mi hombro. Caigo de espaldas así ella piensa que es fuerte—. No hay otros hijos, ¿verdad? ¿Cuántas esposas y novias tienes?

Lanzo mi cerveza vacía a la camioneta y sonrío cuando se rompe. Tengo que ir y limpiar su camioneta mañana.

—No hay otros hijos, ni esposas ni novias.

—¿Ahora mismo?

Miro hacia ella y le guiño un ojo.

—Nunca. Jamás. No desde Lali.

—He visto esos trapos con tu foto en ellos y tienes a alguna rubia contigo todo el tiempo.

Me apoyo en la torre y sorbo mi siguiente cerveza. Eugenia se está poniendo al día conmigo y lo terminaremos pronto. Esta clase de cosas me molesta. Debería haber comprado dos cajas.

—Esa es María, mi representante. Quiere ser mi novia y me dice que se lo debo desde que empecé. No lo sé. Últimamente he estado pensando en despedirla.

Eugenia no dice nada; tan solo mira fijamente hacia la oscuridad. De vez en cuando la veo secarse los ojos. Quiero ayudarla pero no sé cómo.

Podría envolverla en mis brazos, tirar de ella en un abrazo, pero eso sería muy incómodo para ella así que opto por frotar su espalda.

—Nunca me lo perdonaré. Debería hacer llamado o al menos volver. Podría haberme mantenido en contacto pero largándome y dejando todo atrás… necesitaba un corte limpio. Traté de hacerme un nombre por mí mismo y cuando lo hice, la gente solo siguió tirando y empujando y lo siguiente que supe es que estaba en mi habitación del hotel leyendo el periódico. Seguía diciéndome a mí mismo que no había manera que se hubiera ido porque no llegué a despedirme de él.

—Él se fue y nunca voy a tener la oportunidad de decirle lo malditamente mucho que lo siento por ser un completo idiota e irme. Nicolás no me hizo nada y lo abandoné porque soy un maldito cobarde y no podía enfrentar la mierda que pasaba en mi vida. Dios, realmente lamento tanto que lo hayas perdido.

Eugenia se inclina hacia atrás y entierra su cara en mi pecho. Comienza a sollozar así que pongo mis brazos alrededor de ella y la dejo llorar. Me seco las lágrimas que dejo escapar y trato de ser fuerte por ella. Cuanto más llora, más lo hago yo. Quizás llorar es terapéutico, quizás tu cuerpo lo necesita para expulsar la energía reprimida. Quizás solo necesitamos llorar por Nicolás.

Nos mantuvimos así, abrazándonos el uno al otro, hasta que el sol comenzó a aparecer. Su cara está roja y veteada por manchas del maquillaje.

Tiene líneas en la cara por mi chaqueta, pero no me importa. Continúo abrazándola hasta que sea capaz de despedirse.



CONTINUARÁ... 

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