lunes, 6 de abril de 2015

Capítulo 8

LALI

P
ablo me saca de la iglesia y al estacionamiento. Supe que él estaba enojado cuando vi su cara viniendo por el pasillo, pero no es como si supiera que Peter iba a aparecer aquí. Pablo nos lleva detrás de la iglesia y me da vuelta, para que mi espalda esté contra la pared.

—¿Hasta cuándo, Mariana? —Dios, odio cuando la gente usa mi nombre completo. Es como que estoy en problemas aunque soy un adulto.

—Él apareció anoche.

—¿No querías decirme? —Realmente pensé que Pablo y yo éramos mejor que esto, que teníamos una relación más fuerte.

—Pablo, no estoy escondiéndote nada. Él apareció anoche, discutimos y se fue. No sabía que iba a estar aquí hoy y honestamente estoy más centrada en Eugenia. Hoy no se trata de Peter, se trata de Eugenia y las niñas.

—¿Cómo conoce él a Noah?

Respiro profundo.

—No lo sé —respondo con sinceridad. Tengo mis sospechas, pero yo no iba a preguntarle a Peter y definitivamente no voy a tocar este tema con Noah.

Pablo comienza a pasearse, tirando de su cabello. Habla solo. Parece que está teniendo una pelea con una persona imaginaria.

—Dile a Peter que quiero reunirme con él más tarde.

—¿Por qué? —pregunto con curiosidad. Pablo se detiene frente a mí y agarra mis brazos, sujetándome a la pared. Nunca lo he visto así antes. Esta es una parte de él que no me gusta.

—Porque tendré a mi abogado redactando los documentos de adopción y él pueda firmar su patria potestad ahora mismo.

No puedo creer lo que oigo. Sé que él quiere adoptar a Noah, pero nunca lo hemos discutido. Ni siquiera sé si esto es algo que quiero que haga.

Noah es mío, él no necesita tener el apellido de Pablo. Incluso si estamos casados, las cosas pueden seguir igual entre ellos.

—Um…

—Oigan chicos, Noah está buscándolos. —Miro para encontrar Candela parada a unos metros de distancia. Pablo se aleja, soltando mis brazos. Trato de no hacer una mueca cuando la sangre empieza a fluir de nuevo. Le sonrío a Candela para hacerle saber que todo está bien.

—Gracias, Cande. —Ella sonríe y se aleja, dejándonos para resolver esta mierda.

—Pablo, solo porque Peter está aquí no significa nada. —Lo tiro hacia mis brazos. Él cede y me besa suavemente en los labios.

—Lo siento, nena. No sé qué me ha pasado. Verlo aquí y guiñándole un ojo a Noah, yo solo... mi sangre comenzó a hervir. Él pudo haber creado a ese chico, pero esta es mi familia. Cuanto antes él se haya ido mucho mejor.

—Estoy de acuerdo, pero no hay que darle una razón para quedarse, ¿de acuerdo? —Pablo asiente y me lleva de vuelta a la multitud de personas reunidas. Encontramos a Noah y nos dirigimos a nuestro auto, así podemos seguir el coche fúnebre y el de la familia. Los portadores del féretro necesitan estar en línea así pueden estar allí también, haciendo guardia, como mi padre diría.

El cortejo fúnebre va a través de la ciudad, por la escuela preparatoria que se ha convertido en un santuario para Nicolás. El juego de esta semana fue pospuesto. Es la primera vez en la historia de Beaumont High que el equipo no tomará el campo. Nicolás tocó a tanta gente que esta pérdida se sentirá por los próximos años.

Cuando nos detenemos en el cementerio, algunas personas ya se han reunido. Trato de no buscar alrededor a Peter cuando salgo del auto, pero mis ojos vagan. Él se detecta fácilmente. Él es el tipo con la soltera y algunas mujeres-no-tan-solteras paradas alrededor.

—Dame un respiro —murmura Pablo mientras salimos del auto.
 
—No es como si pudiera apagar quién es, Pablo. No lo ves firmando autógrafos ni nada. Él está de pie con los otros chicos.

—¿Lo estás defendiendo?

Niego con mi cabeza y agarro la mano de Pablo. Caminamos al sitio de entierro de Nicolás y encontramos un lugar para estar de pie.

—Tus flores se ven bien, Lali. —Una vecina de Eugenia se me acerca.

No recuerdo su nombre, pero debería. Debería conocer a todos en la ciudad.

Le agradezco y ella promete pasar por la tienda.

—Mamá, ¿por qué están todas esas mujeres hablando con tu antiguo novio? —Miro a Noah y me pregunto cuánto ha averiguado. Quiero preguntarle donde conoció a Peter, pero eso tendrá que esperar. No puedo evitar mirar a Peter. Él me mira y nuestros ojos se encuentran. Le doy una sonrisa suave y él se encoge de hombros.

—Es un músico. Supongo que quieren su autógrafo.

—Bueno, eso es una tontería. Si yo fuera famoso y mi amigo muriera, yo no querría dar autógrafos.

—Apuesto a que Peter está pensando lo mismo, cariño.
***
Mientras nos dirigimos a donde Eugenia para la celebración de vida de Nicolás estoy desconcertada de que ella quisiera hacerla en su casa. Pablo y yo ofrecimos la nuestra, pero ella se mantuvo firme, diciendo que Nicolás hubiera querido una fiesta en su casa.

¿Una fiesta?

No tengo ganas de tener una fiesta. Tengo ganas de acurrucarme en mi silla demasiado grande, envolverme en una manta y ver viejas películas caseras. Pablo me ha atrapado haciendo eso unas cuantas veces desde que Nicolás nos dejó, cada vez la expresión en su rostro es la misma. Sabía que él no era feliz de que estuviera mirando. Que él estaba probablemente cuestionando mi devoción a él; que esos no eran nuestros recuerdos sino los míos y de Peter.

Ya estamos en la “fiesta” como Nicolás la hubiera llamado cuando Peter entra. Estoy tratando de no juzgar, pero tiene un harén de chicas siguiéndolo. No puedo decir si a él le gusta esto o no. Solía saber lo que cada uno de sus rasgos faciales quería decir, pero ha pasado tanto tiempo.

Rufina corre hacia Peter y jala la chaqueta de su traje. Él sonríe y se inclina así está al nivel de ella. Él tira de una de sus coletas y ella deja escapar la risa más increíble.

—¿Son ellas tus novias?

No puedo evitar reír e inclinarme más cerca para poder oír la respuesta. La mitad de mí quiere saber más de él, pero la otra mitad, la mitad lógica, no quiere darle importancia y no puede esperar a que se vaya.

Peter mira a esas mujeres y hace una mueca.

—No, no las conozco. ¿Son amigas tuyas?

Rufina niega con la cabeza. Peter se inclina y le susurra algo que la hace reír de nuevo.

—Disculpen, ¿ustedes conocen a mi papi?

Una de las mujeres echa la cabeza hacia atrás y se ríe como si esta pregunta en particular es la más divertida que jamás haya escuchado.

—No, no lo hacemos, pero nos gustaría. —Se vuelve y mira a sus amigas y todas ellas sueltan risitas. ¿No se dan cuenta de dónde están?

Rufina da un paso adelante, con las manos en sus caderas. Antes de que ella tenga la oportunidad de decir algo, Eugenia aparece de la nada.

—Lo siento, no creo que nos hayamos conocido. ¿Cómo conocieron a Mason?

—Oh, no lo hacemos. Escuchamos que Peter Page iba a estar en esta fiesta y quiso la suerte que él estuviera justo saliendo de su auto cuando llegamos.

La mirada en la cara de Peter es tan incómoda que siento lástima por él. Está sosteniendo la mano de Rufina, ni siquiera mirando a las mujeres detrás de él.

—Desafortunadamente, este no es su día de suerte. Peter Page no está aquí y no vive en Beaumont lo que podrían querer tratar de atraparlo de gira o algo así.

Las tres se echan a reír, una de ellas señalando.

—Ese de ahí es Peter Page. Te lo juro por mi vida.

Eugenia mira a Peter que está lleno de remordimiento. Simplemente estoy asombrada de su capacidad para permanecer calmado y frío. Pablo me besa en la mejilla y camina hacia Peter.

—Lanzani, ¿quieres lanzar la pelota?

Peter mira a Pablo y asiente. Cuando me ve parada en la pared viendo todo este intercambio su expresión es ilegible.

—Bueno, vieron eso, su nombre es Lanzani. Fuera. —Doy un paso adelante y ayudo a Eugenia a llevar a las mujeres fuera de la casa.

—Lo siento mucho, Eugenia. —Nunca he tenido que pedir disculpas por Peter antes. No estoy segura de por qué lo estoy haciendo ahora.

Eugenia agita su mano como si no fuera gran cosa.

—Era solo cuestión de tiempo antes de que alguien chismoseara que estaba en la ciudad. Las cosas pueden ser tensas, pero no hoy. Nicolás lo habría querido aquí.

No sé si ella está despotricando contra mí o no. Tal vez debería haber llamado a todos ayer por la noche y decirles que había vuelto, pero no sabía si él estaría aquí hoy.


Diablos, ni siquiera sabía si él sabía sobre Nicolás. Supongo que podría haberles dicho, pero estaba más preocupado por salvar a mi hijo de la inminente tristeza.

Una pelota volando por la ventana llama mi atención. Salgo y mi corazón se detiene porque en un mismo espacio está el hombre que una vez amé, el hombre con el que voy a casarme y el que nos une a todos juntos, y están jugando fútbol.


CONTINUARÁ... 


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