domingo, 5 de abril de 2015

Capítulo 6

Mis manos vuelan hacia mi boca en un débil intento de atrapar el grito ahogado que se escapa. El jarrón que sostengo se rompe contra el suelo, el agua está empapando mis zapatos, calcetines y tejanos. Paso alrededor del cristal roto y las flores destrozadas para una mejor visión. Cierro los ojos antes de mirar al hombre que estaba en mi mostrador.

Es él.

Puedo percibirlo, sentirlo moviéndose a través de mi piel como si él nunca me hubiera dejado. Cuando abro mis ojos, me está mirando. Me recuerdo a mí misma que tengo que ser fuerte. Llevo la voz cantante aquí.

—¿Qué estás haciendo aquí? —Apenas rechino. Mi voz es ronca como si hubiera estado gritando durante horas y horas. No es fuerte y enérgica. No es la voz autoritaria que he practicado frente al espejo cientos de veces para este momento.

Se mueve hacia mí. Doy un paso hacia atrás y levanto mi mano. No quiero que se acerque más. Él parece abatido. Mete sus manos en los bolsillos y mira hacia abajo. No quiero mirarlo pero tampoco lo puedo  evitar.

Ya han pasado diez años y ha cambiado mucho, sin embargo, aún me mira de la misma forma.

—La.

—No me llames así —Dejo escapar.

—¿Por qué no? Es tu nombre.

Sacudo la cabeza, mordiendo el interior de mi mejilla. Sé porque está aquí y quiero odiar a Nicolás por ello. Quiero patearlo, y gritar, y darle puñetazos por hacerme esto a mí… a nosotros. Todo estaba bien y ahora no lo está.

Él sonríe con satisfacción y sacude su cabeza dando un paso hacia atrás y apoyándose contra el mostrador. Rompo el contacto de ojos con él cuando se muerde su labio inferior. Me aclaro la garganta y me alejo del cristal roto.

—¿Qué estás haciendo aquí, Peter?

Se encoge de hombros.

—¿Tienes algo que decirme?

Yo sacudo la cabeza, llevando mi mano a mi frente para hacer marchar el dolor de cabeza pendiente. Esto no está pasando ahora, no puede ser.

—No, no tenemos nada de lo que hablar. Lo dejaste muy claro esa noche en mi dormitorio.

Peter se aparta del mostrador y se detiene en alguna de las plantas cercanas, frotando sus hojas entre sus dedos antes de acecharme. No tengo a dónde ir. Podría correr, tal vez gritar y alertar al negocio de al lado, ¿pero de qué serviría? Una mirada a Peter significa que el niño de oro está de vuelta en la ciudad. Todo el mundo estará muy feliz.

—¿Cuál es su nombre, Lali? —pregunta él directamente mientras se acerca a mí.

—¿Por qué te importa? —le disparo de vuelta. Sus ojos lanzan dagas. No me importa que él sea un músico caliente. Me dejó—. Te tienes que ir.

—Nah —dice sacudiendo su cabeza. Él da un paso más cerca y yo doy un paso atrás. No puedo moverme más sin caer en el despliegue de flores. Él levanta sus manos—. Solo quiero hablar. No creo que quieras que empiece a hacer preguntas, ¿lo haces?

Niego con la cabeza. Peter haciendo preguntas por toda la ciudad es lo último que quiero. No quiero sacar a relucir el nombre de Noah y a la gente señalándolo con el dedo, a pesar de que algunos ya lo hacen.

—¿Qué edad tiene, Lali? —pregunta con el mismo tono con el que me decía que me quería cuando caminábamos de clase a clase o cuando me dejaba después de una cita.

—Tendrá diez en Junio.

Retrocede y me mira. Puedo ver el dolor en sus ojos pero no me importa. Me dejó. Me dejó para criar un bebé por mi cuenta.

—¿Cómo se llama? —El dolor es evidente en su voz, pero no puedo dejar que llegue a mí. No puedo. Tengo que ser fuerte.

—Noah.

—¿Cuándo puedo encontrarme con él?

Me río de su pregunta y tomo esa oportunidad para alejarme de él. Él se queda dónde está. Me muevo detrás del mostrador y comienzo a guardar mis cosas.

—No puedes, no es necesario.

—¿Qué coño quieres decir con que no puedo? Tengo un hijo. Un hijo que has ocultado de mí ¿y me estás diciendo que no puedo verlo?

—¿Qué te hace pensar que es tuyo? —Lamento las palabras en el momento en que dejan mi boca. Dolor absoluto inunda su rostro y siento un poco de júbilo por herirlo.

—¿Me estás diciendo que me engañabas? ¿Es eso, La? —No tengo tiempo de reaccionar antes de que esté a mi lado. Su colonia me vence, haciendo que mi corazón lata más rápido. Durante años me he preguntado si él había cambiado la colonia Burberry que le compré, pero no lo ha hecho y tengo que luchar contra todos los deseos que tengo de extenderme y tocarlo.

***
—Te quiero, La —susurra en mi oreja. Se mueve con fluidez y deseo. Sé  que soy su primera, nunca lo he dudado. Entierro mi cabeza en el hueco de su cuello; él huele muy bien, deseable, y sensual. Mi cuerpo canta una canción y solo él tiene la melodía.

Miro en sus ojos, su frente se apoya en la mía. Su boca cae abierta cuando mis dedos se arrastran por su cuerpo, empujándolo más profundo.

—Eres tan perfecta. —Me besa entre las palabras, mostrándome cuanto me ama.

—Te quiero, Peter.

—Serás mi chica por siempre.
***
—¿Por qué estás sonrojada, La?

—Por favor, para de llamarme así. —Casi suplico. Él se aleja y se apoya en el otro lado del mostrador.
—Lo siento —dice. Comienza a jugar con su labio inferior y quiero abofetear su mano y decirle que se detenga—. ¿Me engañaste?

No puedo responderle. No quiero responderle. Incluso si lo hubiera hecho, no es asunto suyo, pero él me conoce. Sabe que no lo hice, simplemente está esperando una confirmación.

—Tú no puedes entrar aquí y exigir respuestas, Peter. Tú has estado fuera jugando a estrella del rock. Eres el famoso Peter Page. Dejaste esto. —Extiendo mis brazos alrededor y me señalo a mí misma—. Me dejaste. No hay sitio para ti, aquí.

Se ríe.

—No es muy acogedor por tu parte. ¿Qué pasó con el viejo refrán de que siempre se puede ir a casa?

—La gente no desaparece sin una maldita llamada telefónica o una carta durante diez años. La gente no se presenta en tu dormitorio y rompe con la única que dijo que amaba y nunca regresa sus llamadas telefónicas.

Escondo mi cara detrás de mis manos. No quería que esto sucediera.

Podría haber cumplido veinte años y estar bien sin haberlo visto de nuevo.

Lucho por mantener las lágrimas fuera. He derramado lágrimas suficientes por este chico para toda la vida. No puedo derramar más.

—La gente cambia —dice él.

—No quiero hacer esto contigo.

—¿En este momento? —pregunta.

Sacudo mi cabeza.

—No, nunca. No tengo nada que decir, Peter. Tú dijiste lo que tenías que decir esa noche y no esperaste a escuchar lo que yo tenía que decir o respondiste ninguna de mis llamadas. No tengo que escuchar tus excusas y definitivamente no te debo nada.

Me doy la vuelta para no tener que mirarlo más. Tengo que permanecer fuerte y sensata. Necesito encauzar las técnicas respiratorias que el médico me proporcionó antes de que tuviera a Noah.

—¿Esperas que me marche sabiendo que tengo un hijo?

Lo corto.

—Sí, espero que salgas por la puerta, subas a tu lujosa moto, vuelvas con tu novia celebridad y estés de vuelta a dónde sea que hayas venido. Aquí no hay nada para ti y no quiero herir a mi hijo. No quiero que te conozca solo para que puedas alejarte y salir de su vida por los siguientes diez años. —Seco una lágrima que cae de mi ojo. No quiero mostrarle el efecto que tiene en mí.

—No tengo novia.

—Oh, Dios mío, Peter, ¿de todo lo que acabo de decir tú escoges la parte de la novia? —Sacudo mi cabeza. Cuando me doy la vuelta él está mirando al suelo.

—Hemos avanzado y tú no formas parte de nuestras vidas. Noah no te necesita, ni siquiera sabe de ti, así que, por favor, solo vete y no vuelvas.

Peter inclina su cabeza. No hace contacto visual conmigo mientras camina. Veo su cuerpo, el mismo cuerpo del que conozco cada centímetro, mientras se mueve alrededor de mi mostrador hacia dónde su casco está apoyado.

—Nos veremos alrededor, Mariana.


Solo me ha llamado Mariana otra única vez en mi vida, la noche que rompió conmigo. Una vez que la puerta se cierra y él está en su moto, rompo a llorar. Caigo al suelo, sosteniendo mis costados mientras lloro. Lloro por diez años de extrañarlo y de él perdiéndoselo todo, incluyendo a Noah.


CONTINUARÁ... 

2 comentarios:

  1. que fuerte! me encanto! subi masss

    ResponderEliminar
  2. Jamás le contesto las llamadas,así k no tiene derecho a reclamarle.

    ResponderEliminar