Mis manos vuelan hacia mi boca en un débil intento
de atrapar el grito ahogado que se escapa. El jarrón que sostengo se rompe
contra el suelo, el agua está empapando mis zapatos, calcetines y tejanos. Paso
alrededor del cristal roto y las flores destrozadas para una mejor visión.
Cierro los ojos antes de mirar al hombre que estaba en mi mostrador.
Es él.
Puedo percibirlo, sentirlo moviéndose a través
de mi piel como si él nunca me hubiera dejado. Cuando abro mis ojos, me está
mirando. Me recuerdo a mí misma que tengo que ser fuerte. Llevo la voz cantante
aquí.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Apenas rechino. Mi
voz es ronca como si hubiera estado gritando durante horas y horas. No es
fuerte y enérgica. No es la voz autoritaria que he practicado frente al espejo
cientos de veces para este momento.
Se mueve hacia mí. Doy un paso hacia atrás y
levanto mi mano. No quiero que se acerque más. Él parece abatido. Mete sus
manos en los bolsillos y mira hacia abajo. No quiero mirarlo pero tampoco lo
puedo evitar.
Ya han pasado diez años y ha cambiado mucho, sin
embargo, aún me mira de la misma forma.
—La.
—No me llames así —Dejo escapar.
—¿Por qué no? Es tu nombre.
Sacudo la cabeza, mordiendo el interior de mi
mejilla. Sé porque está aquí y quiero odiar a Nicolás por ello. Quiero
patearlo, y gritar, y darle puñetazos por hacerme esto a mí… a nosotros. Todo
estaba bien y ahora no lo está.
Él sonríe con satisfacción y sacude su cabeza
dando un paso hacia atrás y apoyándose contra el mostrador. Rompo el contacto
de ojos con él cuando se muerde su labio inferior. Me aclaro la garganta y me
alejo del cristal roto.
—¿Qué estás haciendo aquí, Peter?
Se encoge de hombros.
—¿Tienes algo que decirme?
Yo sacudo la cabeza, llevando mi mano a mi
frente para hacer marchar el dolor de cabeza pendiente. Esto no está pasando
ahora, no puede ser.
—No, no tenemos nada de lo que hablar. Lo
dejaste muy claro esa noche en mi dormitorio.
Peter se aparta del mostrador y se detiene en
alguna de las plantas cercanas, frotando sus hojas entre sus dedos antes de
acecharme. No tengo a dónde ir. Podría correr, tal vez gritar y alertar al
negocio de al lado, ¿pero de qué serviría? Una mirada a Peter significa que el
niño de oro está de vuelta en la ciudad. Todo el mundo estará muy feliz.
—¿Cuál es su nombre, Lali? —pregunta él
directamente mientras se acerca a mí.
—¿Por qué te importa? —le disparo de vuelta. Sus
ojos lanzan dagas. No me importa que él sea un músico caliente. Me dejó—. Te
tienes que ir.
—Nah —dice sacudiendo su cabeza. Él da un paso
más cerca y yo doy un paso atrás. No puedo moverme más sin caer en el
despliegue de flores. Él levanta sus manos—. Solo quiero hablar. No creo que
quieras que empiece a hacer preguntas, ¿lo haces?
Niego con la cabeza. Peter haciendo preguntas
por toda la ciudad es lo último que quiero. No quiero sacar a relucir el nombre
de Noah y a la gente señalándolo con el dedo, a pesar de que algunos ya lo
hacen.
—¿Qué edad tiene, Lali? —pregunta con el mismo
tono con el que me decía que me quería cuando caminábamos de clase a clase o
cuando me dejaba después de una cita.
—Tendrá diez en Junio.
Retrocede y me mira. Puedo ver el dolor en sus
ojos pero no me importa. Me dejó. Me dejó para criar un bebé por mi cuenta.
—¿Cómo se llama? —El dolor es evidente en su
voz, pero no puedo dejar que llegue a mí. No puedo. Tengo que ser fuerte.
—Noah.
—¿Cuándo puedo encontrarme con él?
Me río de su pregunta y tomo esa oportunidad
para alejarme de él. Él se queda dónde está. Me muevo detrás del mostrador y
comienzo a guardar mis cosas.
—No puedes, no es necesario.
—¿Qué coño quieres decir con que no puedo? Tengo
un hijo. Un hijo que has ocultado de mí ¿y me estás diciendo que no puedo
verlo?
—¿Qué te hace pensar que es tuyo? —Lamento las
palabras en el momento en que dejan mi boca. Dolor absoluto inunda su rostro y
siento un poco de júbilo por herirlo.
—¿Me estás diciendo que me engañabas? ¿Es eso, La?
—No tengo tiempo de reaccionar antes de que esté a mi lado. Su colonia me
vence, haciendo que mi corazón lata más rápido. Durante años me he preguntado
si él había cambiado la colonia Burberry que le compré, pero no lo ha hecho y tengo
que luchar contra todos los deseos que tengo de extenderme y tocarlo.
***
—Te quiero, La —susurra en mi oreja.
Se mueve con fluidez y deseo. Sé que soy
su primera, nunca lo he dudado. Entierro mi cabeza en el hueco de su cuello; él
huele muy bien, deseable, y sensual. Mi cuerpo canta una canción y solo él
tiene la melodía.
Miro en sus ojos, su frente se apoya
en la mía. Su boca cae abierta cuando mis dedos se arrastran por su cuerpo,
empujándolo más profundo.
—Eres tan perfecta. —Me besa entre las
palabras, mostrándome cuanto me ama.
—Te quiero, Peter.
—Serás mi chica por siempre.
***
—¿Por qué estás sonrojada, La?
—Por favor, para de llamarme así. —Casi suplico.
Él se aleja y se apoya en el otro lado del mostrador.
—Lo siento —dice. Comienza a jugar con su labio
inferior y quiero abofetear su mano y decirle que se detenga—. ¿Me engañaste?
No puedo responderle. No quiero responderle.
Incluso si lo hubiera hecho, no es asunto suyo, pero él me conoce. Sabe que no
lo hice, simplemente está esperando una confirmación.
—Tú no puedes entrar aquí y exigir respuestas, Peter.
Tú has estado fuera jugando a estrella del rock. Eres el famoso Peter Page.
Dejaste esto. —Extiendo mis brazos alrededor y me señalo a mí misma—. Me
dejaste. No hay sitio para ti, aquí.
Se ríe.
—No es muy acogedor por tu parte. ¿Qué pasó con
el viejo refrán de que siempre se puede ir a casa?
—La gente no desaparece sin una maldita llamada
telefónica o una carta durante diez años. La gente no se presenta en tu
dormitorio y rompe con la única que dijo que amaba y nunca regresa sus llamadas
telefónicas.
Escondo mi cara detrás de mis manos. No quería
que esto sucediera.
Podría haber cumplido veinte años y estar bien
sin haberlo visto de nuevo.
Lucho por mantener las lágrimas fuera. He
derramado lágrimas suficientes por este chico para toda la vida. No puedo
derramar más.
—La gente cambia —dice él.
—No quiero hacer esto contigo.
—¿En este momento? —pregunta.
Sacudo mi cabeza.
—No, nunca. No tengo nada que decir, Peter. Tú
dijiste lo que tenías que decir esa noche y no esperaste a escuchar lo que yo
tenía que decir o respondiste ninguna de mis llamadas. No tengo que escuchar
tus excusas y definitivamente no te debo nada.
Me doy la vuelta para no tener que mirarlo más.
Tengo que permanecer fuerte y sensata. Necesito encauzar las técnicas
respiratorias que el médico me proporcionó antes de que tuviera a Noah.
—¿Esperas que me marche sabiendo que tengo un
hijo?
Lo corto.
—Sí, espero que salgas por la puerta, subas a tu
lujosa moto, vuelvas con tu novia celebridad y estés de vuelta a dónde sea que
hayas venido. Aquí no hay nada para ti y no quiero herir a mi hijo. No quiero
que te conozca solo para que puedas alejarte y salir de su vida por los
siguientes diez años. —Seco una lágrima que cae de mi ojo. No quiero mostrarle
el efecto que tiene en mí.
—No tengo novia.
—Oh, Dios mío, Peter, ¿de todo lo que acabo de
decir tú escoges la parte de la novia? —Sacudo mi cabeza. Cuando me doy la
vuelta él está mirando al suelo.
—Hemos avanzado y tú no formas parte de nuestras
vidas. Noah no te necesita, ni siquiera sabe de ti, así que, por favor, solo
vete y no vuelvas.
Peter inclina su cabeza. No hace contacto visual
conmigo mientras camina. Veo su cuerpo, el mismo cuerpo del que conozco cada
centímetro, mientras se mueve alrededor de mi mostrador hacia dónde su casco
está apoyado.
—Nos veremos alrededor, Mariana.
Solo me ha llamado Mariana otra única vez en mi
vida, la noche que rompió conmigo. Una vez que la puerta se cierra y él está en
su moto, rompo a llorar. Caigo al suelo, sosteniendo mis costados mientras
lloro. Lloro por diez años de extrañarlo y de él perdiéndoselo todo, incluyendo
a Noah.
CONTINUARÁ...
que fuerte! me encanto! subi masss
ResponderEliminarJamás le contesto las llamadas,así k no tiene derecho a reclamarle.
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