domingo, 5 de abril de 2015

Capítulo 7

PETER

—H
ola —gruño en el teléfono, enojado de que alguien me esté despertando antes de que el sol haya decidido, incluso, levantar su fea cabeza hoy.

Entrecierro los ojos en el reloj, sus números rojos mostrándome que es justo después de las cinco de la mañana. Se supone que estoy de vacaciones y no puedo ni siquiera dormir.

—¿Una noche dura, Vaquero? ¿Pensé que esto era un viaje de entrada y salida? Según mis cálculos, saliste hace tres días. Parece que has decidido pasar algún tiempo extra allí. ¿Qué está pasando?

—Jesucristo, Mery son como las cinco. ¿Qué demonios es lo que quieres?

—Bueno —hace una pausa. Sé que ella está mirando sus uñas, probablemente pensando que necesita otra manicura o algo así. Realmente no me importa, solo quiero dormir y olvidar que ayer nunca pasó—. ¿Cuándo vienes a casa?

—Pronto. —Estoy demasiado cansado para jugar su juego. Debería haberla despedido hace mucho tiempo, pero no lo hice y ahora estoy atascado.

—Peter —dice mi nombre en voz tan baja que sé lo que viene. No estoy de humor para lidiar con su mierda hoy.

—Ahora no, Mery.

—Te echo de menos. Ha pasado casi una semana desde que nos hemos visto. Permíteme estar allí contigo. Me necesitas.

—No.

Le cuelgo. No puedo tratar con ella y definitivamente no la quiero aquí fingiendo ser más de lo que somos. Mi error más grande fue dormir con ella.

No, eso no es cierto. Mi mayor error fue dejar a Lali en su dormitorio aquella noche y no arrastrarla conmigo. Si lo hubiera hecho estaríamos casados y siendo padres. Tal vez tendríamos otro bebé ahora. Demonios, quizás estaríamos divorciados y nada sería diferente. Ella todavía me odiaría.

Salgo de la cama lentamente y me dirijo a la ducha. Después de mi encuentro con Lali anoche volví aquí a dejar mi moto y caminar hasta el bar más cercano. No estar en Los Ángeles rompe mi estilo un poco.

No es como si puedo llamar a alguien que venga a recogerme y yo sabía que iba a estar demasiado cansado para conducir de regreso anoche.

Estoy bajo el agua caliente, permitiéndole pulsar sobre mi cabeza.

Creo que he estado temiendo este día más que nada. Secretamente yo esperaba que nunca llegara, y que mis días se repetirían una y otra vez, como una pista de música que estoy tratando de copiar.

Cerré el agua una vez que se puso fría y no me molesté en secarme mientras caigo de nuevo en la cama. Podría estrangular a María por despertarme. Sé que ella lo hace a propósito porque no quiere que me olvide que está allí… en el fondo presionando por el título de novia. A ella le encanta acompañarme en la alfombra roja. La idea de que la prensa piense que somos una pareja es emocionante para ella. María quiere el paquete completo, el dinero, la fama y la cara en todas las revistas y ella piensa que soy el boleto.

No importa cuántas veces le he dicho que no la quiero.

Me despierto por segunda vez cuando suena el teléfono del hotel. El personal de recepción me llama para decirme que el traje está siendo traído y que el coche de alquiler que pedí me está esperando afuera. Pensé que presentarse al funeral de mi amigo en mi Ducati no sería muy apropiado. Me visto con mi traje de raya diplomática negro. María ordenó tres nuevas camisas de vestir en colores básicos, negro, blanco y azul. Opto por blanco con una corbata negra, simple y elegante.

Con una última mirada en el espejo meto mis gafas de sol en el bolsillo. Puedo ser conocido como Peter Page, pero hoy soy Peter Lanzani y voy a llorar la muerte de mi amigo.

El camino a la iglesia es rápido. Estoy sentado en el estacionamiento contemplando mi próximo paso. No quiero llamar la atención lejos de Eugenia, así que estoy tratando de solo colarme justo antes de que comience, entonces voy a ser capaz de escaparme. Puedo presentar mis respetos y despedirme en el cementerio antes de salir de la ciudad mañana.

Cuando el último de los rezagados entra, me dirijo hacia la puerta. La música suena desde el interior, apenas audible, pero es un tema instrumental de nuestra escuela. Uno pensaría que Nicolás planeó esto él mismo.

Abro la pesada puerta y me quedo allí hasta que se cierra en silencio. Me acerco al libro de visitas y firmo mi nombre, para que cuando Eugenia le eche una mirada ella sabrá que estuve aquí incluso si no hablamos.

—No pensé que vendrías.

Me vuelvo a ver a Eugenia detrás de mí. Ella lleva un vestido negro hasta la rodilla con un sombrero negro. No aparenta más de dieciocho años.

—No tengo excusas Eugenia. Solo he venido a presentar mis respetos.

—No me importa…

—Voy a ir. No estoy aquí para arruinar tu día. Siento mucho tu pérdida.

Devuelvo la pluma al pedestal y asiento hacia ella. Su mano sobre mi brazo detiene mi escape. Ella quiere gritarme y me lo merezco. Me merezco todo lo que ella y Lali quieran arrojarme.

—Soy muy pequeña para ser portadora del féretro —dice ella, respirando hondo—. Estaba esperando que te presentaras, tal vez unos cinco minutos antes de la ceremonia, pero lo que sea. No voy a juzgarte, Peter. Pero te voy a pedir que camines llevando a Nicolás hacia su lugar de descanso final y estar a su lado hasta que esté seguro de nuevo. —Hay lágrimas que se acumulan en mis ojos. Me dije que no iba a llorar, pero no puedo evitarlo.

—Sería un honor. —Me las arreglo para decir antes de perderlo todo.

Ella asiente con la cabeza y me dice que la siga. Caminamos a través de una puerta y un jadeo colectivo se apodera del salón. Reconozco algunos chicos de la escuela secundaria, pero el que más destaca es Pablo. Él estando aquí es chocante. Nunca fueron amigos en la escuela preparatoria. Supongo que la vida cambia mucho en diez años.

Eugenia dice a cada uno en el lado izquierdo que se muevan hacia abajo.

—Él querría estar a tu izquierda. —Ella pone su mano en mi cara y se inclina para darme un beso en la mejilla. Nicolás se casó con una buena mujer.

Recibimos nuestra señal y levantamos el peso de Nicolás de la carreta.

Cuando las puertas del vestíbulo se abren todos voltean. Los murmullos silenciosos y dedos señalando me hacen sentir como que estoy cenando en un restaurante lleno de gente y todos piden mi autógrafo al minuto que se llevan mi plato.

Con Nicolás en el centro, sus flores sobre el ataúd, los otros portadores del féretro toman sus asientos. Observo mientras Pablo se sienta junto a Lali y tira de su mano en la suya.

Estoy viendo nada más que rojo, ella ni siquiera me mira. Pero Noah me saluda con la mano y yo le devuelvo el saludo causando que la cara de Pablo se vuelva de un feo color verde.

Cuando miro hacia abajo una niña está tirando de mi traje, su mano se desliza en la mía y ella me empuja a sentarme con ella. Ella tiene que ser una de las gemelas de Nicolás y Eugenia. La otra se levanta y se sienta en mi otro lado, tomando mi mano también. Eugenia me mira y sonríe. No sé si ella hizo que esto sucediera, pero estaré siempre agradecido.

Este es mi primer funeral y espero que mi último. No quiero volver a experimentar esto de nuevo. Mientras el pastor habla acerca de la vida de Nicolás, me doy cuenta de lo mucho que me había perdido. Cuando miro a Noah, él me está mirando y me pregunto si él sabe quién soy.

¿Lali alguna vez le habló de mí? Pablo se ve enojado y eso me hace reír.

No me gustaba él en la escuela preparatoria y el hecho de que él está sosteniendo la mano de mi chica no me sienta del todo bien, pero ese es mi problema y algo con lo que voy a tener que tratar. Me resulta irónico que él hizo su movimiento sobre mi chica cuando no estaba. Si fuera cualquier otra persona, no me importaría, pero Martínez, me molesta.

—¿Hay alguien a quien le gustaría decir unas cuantas cosas sobre Nicolás?

Me dejo llevar por las manos de las niñas y me pongo de pie, y enderezo mi chaqueta. La gente está susurrando cuando hago mi camino hacia el podio, pero no me importa. Si voy a hacer esto, voy a hacerlo bien.

Le guiño a Lali antes de despejarme la garganta y hablar por el micrófono.

—Hace diez años tomé la decisión de cambiar mi vida. En el proceso he
perdido a la única familia que verdaderamente me importaba: Nicolás, Eugenia y Lali. Fui egoísta, estuve confundido y quería alejarme del estigma de ser el chico de oro de Beaumont. Lo que nunca aposté fue por perder a Nicolás, mi mejor amigo desde la guardería. Él era mi compañero en las travesuras y mi go-to en el campo. Todo en mi vida y quien yo era al crecer fue a causa de Nicolás. Cuando me enteré de que el mundo lo había perdido una parte de mí murió. Por primera vez en mucho tiempo, lloré. Lloré por todos los momentos que me he perdido con él. Me perdí su compromiso con Eugenia, su boda y el nacimiento de sus hijas hermosas que me han abierto sus increíbles corazones, aunque no lo merezco. Le fallé y eso siempre lo lamentaré.
 
»Mason, mi amigo, voy a hacer lo que pueda para velar por tu familia y
asegurarme de que nunca les falte nada.

Eugenia envuelve sus brazos a mí alrededor tan pronto como regreso a la banca. Ambas gemelas me agarran de la mano y aprietan firmemente.

—Mi nombre es Rufina. ¿Vas a ver el fútbol conmigo el domingo?

Miro a la niña que es claramente toda Nicolás con su camiseta de fútbol puesta del Beaumont High.


—Hola Rufina, soy Peter y me encantaría ver el fútbol contigo.


CONTINUARÁ...

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