PETER
—H
|
ola —gruño en el teléfono, enojado de que
alguien me esté despertando antes de que el sol haya decidido, incluso,
levantar su fea cabeza hoy.
Entrecierro los ojos en el reloj, sus números
rojos mostrándome que es justo después de las cinco de la mañana. Se supone que
estoy de vacaciones y no puedo ni siquiera dormir.
—¿Una noche dura, Vaquero? ¿Pensé que esto era
un viaje de entrada y salida? Según mis cálculos, saliste hace tres días.
Parece que has decidido pasar algún tiempo extra allí. ¿Qué está pasando?
—Jesucristo, Mery son como las cinco. ¿Qué
demonios es lo que quieres?
—Bueno —hace una pausa. Sé que ella está mirando
sus uñas, probablemente pensando que necesita otra manicura o algo así.
Realmente no me importa, solo quiero dormir y olvidar que ayer nunca pasó—.
¿Cuándo vienes a casa?
—Pronto. —Estoy demasiado cansado para jugar su juego.
Debería haberla despedido hace mucho tiempo, pero no lo hice y ahora estoy atascado.
—Peter —dice mi nombre en voz tan baja que sé lo
que viene. No estoy de humor para lidiar con su mierda hoy.
—Ahora no, Mery.
—Te echo de menos. Ha pasado casi una semana
desde que nos hemos visto. Permíteme estar allí contigo. Me necesitas.
—No.
Le cuelgo. No puedo tratar con ella y
definitivamente no la quiero aquí fingiendo ser más de lo que somos. Mi error
más grande fue dormir con ella.
No, eso no es cierto. Mi mayor error fue dejar a
Lali en su dormitorio aquella noche y no arrastrarla conmigo. Si lo hubiera
hecho estaríamos casados y siendo padres. Tal vez tendríamos otro bebé ahora.
Demonios, quizás estaríamos divorciados y nada sería diferente. Ella todavía me
odiaría.
Salgo de la cama lentamente y me dirijo a la
ducha. Después de mi encuentro con Lali anoche volví aquí a dejar mi moto y
caminar hasta el bar más cercano. No estar en Los Ángeles rompe mi estilo un
poco.
No es como si puedo llamar a alguien que venga a
recogerme y yo sabía que iba a estar demasiado cansado para conducir de regreso
anoche.
Estoy bajo el agua caliente, permitiéndole
pulsar sobre mi cabeza.
Creo que he estado temiendo este día más que
nada. Secretamente yo esperaba que nunca llegara, y que mis días se repetirían
una y otra vez, como una pista de música que estoy tratando de copiar.
Cerré el agua una vez que se puso fría y no me
molesté en secarme mientras caigo de nuevo en la cama. Podría estrangular a María
por despertarme. Sé que ella lo hace a propósito porque no quiere que me olvide
que está allí… en el fondo presionando por el título de novia. A ella le encanta acompañarme en la alfombra
roja. La idea de que la prensa piense que somos una pareja es emocionante para
ella. María quiere el paquete completo, el dinero, la fama y la cara en todas
las revistas y ella piensa que soy el boleto.
No importa cuántas veces le he dicho que no la
quiero.
Me despierto por segunda vez cuando suena el
teléfono del hotel. El personal de recepción me llama para decirme que el traje
está siendo traído y que el coche de alquiler que pedí me está esperando
afuera. Pensé que presentarse al funeral de mi amigo en mi Ducati no sería muy
apropiado. Me visto con mi traje de raya diplomática negro. María ordenó tres
nuevas camisas de vestir en colores básicos, negro, blanco y azul. Opto por
blanco con una corbata negra, simple y elegante.
Con una última mirada en el espejo meto mis
gafas de sol en el bolsillo. Puedo ser conocido como Peter Page, pero hoy soy Peter
Lanzani y voy a llorar la muerte de mi amigo.
El camino a la iglesia es rápido. Estoy sentado
en el estacionamiento contemplando mi próximo paso. No quiero llamar la
atención lejos de Eugenia, así que estoy tratando de solo colarme justo antes
de que comience, entonces voy a ser capaz de escaparme. Puedo presentar mis respetos
y despedirme en el cementerio antes de salir de la ciudad mañana.
Cuando el último de los rezagados entra, me
dirijo hacia la puerta. La música suena desde el interior, apenas audible, pero
es un tema instrumental de nuestra escuela. Uno pensaría que Nicolás planeó
esto él mismo.
Abro la pesada puerta y me quedo allí hasta que
se cierra en silencio. Me acerco al libro de visitas y firmo mi nombre, para que
cuando Eugenia le eche una mirada ella sabrá que estuve aquí incluso si no
hablamos.
—No pensé que vendrías.
Me vuelvo a ver a Eugenia detrás de mí. Ella
lleva un vestido negro hasta la rodilla con un sombrero negro. No aparenta más
de dieciocho años.
—No tengo excusas Eugenia. Solo he venido a
presentar mis respetos.
—No me importa…
—Voy a ir. No estoy aquí para arruinar tu día.
Siento mucho tu pérdida.
Devuelvo la pluma al pedestal y asiento hacia
ella. Su mano sobre mi brazo detiene mi escape. Ella quiere gritarme y me lo
merezco. Me merezco todo lo que ella y Lali quieran arrojarme.
—Soy muy pequeña para ser portadora del féretro
—dice ella, respirando hondo—. Estaba esperando que te presentaras, tal vez
unos cinco minutos antes de la ceremonia, pero lo que sea. No voy a juzgarte, Peter.
Pero te voy a pedir que camines llevando a Nicolás hacia su lugar de descanso
final y estar a su lado hasta que esté seguro de nuevo. —Hay lágrimas que se
acumulan en mis ojos. Me dije que no iba a llorar, pero no puedo evitarlo.
—Sería un honor. —Me las arreglo para decir
antes de perderlo todo.
Ella asiente con la cabeza y me dice que la
siga. Caminamos a través de una puerta y un jadeo colectivo se apodera del
salón. Reconozco algunos chicos de la escuela secundaria, pero el que más
destaca es Pablo. Él estando aquí es chocante. Nunca fueron amigos en la
escuela preparatoria. Supongo que la vida cambia mucho en diez años.
Eugenia dice a cada uno en el lado izquierdo que
se muevan hacia abajo.
—Él querría estar a tu izquierda. —Ella pone su
mano en mi cara y se inclina para darme un beso en la mejilla. Nicolás se casó
con una buena mujer.
Recibimos nuestra señal y levantamos el peso de Nicolás
de la carreta.
Cuando las puertas del vestíbulo se abren todos
voltean. Los murmullos silenciosos y dedos señalando me hacen sentir como que
estoy cenando en un restaurante lleno de gente y todos piden mi autógrafo al
minuto que se llevan mi plato.
Con Nicolás en el centro, sus flores sobre el
ataúd, los otros portadores del féretro toman sus asientos. Observo mientras Pablo
se sienta junto a Lali y tira de su mano en la suya.
Estoy viendo nada más que rojo, ella ni siquiera
me mira. Pero Noah me saluda con la mano y yo le devuelvo el saludo causando
que la cara de Pablo se vuelva de un feo color verde.
Cuando miro hacia abajo una niña está tirando de
mi traje, su mano se desliza en la mía y ella me empuja a sentarme con ella.
Ella tiene que ser una de las gemelas de Nicolás y Eugenia. La otra se levanta
y se sienta en mi otro lado, tomando mi mano también. Eugenia me mira y sonríe.
No sé si ella hizo que esto sucediera, pero estaré siempre agradecido.
Este es mi primer funeral y espero que mi
último. No quiero volver a experimentar esto de nuevo. Mientras el pastor habla
acerca de la vida de Nicolás, me doy cuenta de lo mucho que me había perdido.
Cuando miro a Noah, él me está mirando y me pregunto si él sabe quién soy.
¿Lali alguna vez le habló de mí? Pablo se ve
enojado y eso me hace reír.
No me gustaba él en la escuela preparatoria y el
hecho de que él está sosteniendo la mano de mi chica no me sienta del todo
bien, pero ese es mi problema y algo con lo que voy a tener que tratar. Me
resulta irónico que él hizo su movimiento sobre mi chica cuando no estaba. Si
fuera cualquier otra persona, no me importaría, pero Martínez, me molesta.
—¿Hay alguien a quien le gustaría decir unas
cuantas cosas sobre Nicolás?
Me dejo llevar por las manos de las niñas y me
pongo de pie, y enderezo mi chaqueta. La gente está susurrando cuando hago mi
camino hacia el podio, pero no me importa. Si voy a hacer esto, voy a hacerlo
bien.
Le guiño a Lali antes de despejarme la garganta
y hablar por el micrófono.
—Hace diez años tomé la decisión de cambiar mi
vida. En el proceso he
perdido a la única familia que verdaderamente me
importaba: Nicolás, Eugenia y Lali. Fui egoísta, estuve confundido y quería
alejarme del estigma de ser el chico de oro de Beaumont. Lo que nunca aposté
fue por perder a Nicolás, mi mejor amigo desde la guardería. Él era mi
compañero en las travesuras y mi go-to en el campo. Todo en mi vida y quien yo era al
crecer fue a causa de Nicolás. Cuando me enteré de que el mundo lo había
perdido una parte de mí murió. Por primera vez en mucho tiempo, lloré. Lloré
por todos los momentos que me he perdido con él. Me perdí su compromiso con
Eugenia, su boda y el nacimiento de sus hijas hermosas que me han abierto sus
increíbles corazones, aunque no lo merezco. Le fallé y eso siempre lo lamentaré.
»Mason, mi amigo, voy a hacer lo que pueda para
velar por tu familia y
asegurarme de que nunca les falte nada.
Eugenia envuelve sus brazos a mí alrededor tan
pronto como regreso a la banca. Ambas gemelas me agarran de la mano y aprietan
firmemente.
—Mi nombre es Rufina. ¿Vas a ver el fútbol
conmigo el domingo?
Miro a la niña que es claramente toda Nicolás
con su camiseta de fútbol puesta del Beaumont High.
—Hola Rufina, soy Peter y me encantaría ver el
fútbol contigo.
CONTINUARÁ...
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ResponderEliminarMe emocione. Subi otrooooo
ResponderEliminarDespués d diez años....y dice su chica ,k caradura!!!!
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