LALI
E
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l olor a café me despierta. Entierro mi rostro
en la almohada. El persistente olor del gel para después del afeitado de
Burberry se abre camino a través de mis sentidos. Peter besándome en su estudio
y de nuevo en la cocina se reproduce en mi mente. Extiendo la mano para
alcanzarlo. Solo necesito sentirle, tener su toque quemando mi piel sabiendo
que él es el único que puede extinguir el fuego.
Su lado está vacío y frío. Me siento de repente.
Las colchas están lisas, sin tocar. Falta su almohada. Me vuelvo a hundir en la
mía y cubro mi rostro. No puedo creer que su simplemente olor pueda traer de
vuelta recuerdos tan vívidos.
***
—¿Estás seguro de que no te meterás en
problemas? —estoy susurrando aunque él me haya asegurado que sus padres no
están. No solo en el trabajo o en el supermercado, sino en un avión,
dirigiéndose a un crucero. Cómo les convenció para que le dejaran quedarse en
casa, nunca lo entenderé, pero no me importa porque tengo a Peter entero para
mí.
Él abre la puerta del garaje a la
casa. Nos detenemos brevemente en la cocina mientras él saca dos botellas de
agua de la nevera. Subimos las escaleras de la mano, hasta que llegamos a su
habitación. Me entrega el agua y me quita la bufanda de seda de mi cuello.
Poniéndose detrás de mí, me besa a lo largo del cuello antes de atar la bufanda
sobre mis ojos.
—¿Qué estás haciendo?
—Confía en mí —dice contra mi piel.
Confío en él. Con mi vida.
Abre la puerta de su habitación, sus
manos bajo mi camisa, sus dedos guiándome hacia delante. Su puerta se cierra de
golpe haciendo que salte. Con mi vista obstaculizada mis otros sentidos han
aumentado.
Peter está detrás de mí, su
respiración es dificultosa. Cuando se aleja quiero seguirle. Algo hace clic y
el olor de la canela y algo dulce, como galletas, impregna el aire.
Me quita las botellas de la mano y me
empuja hacia él. Me tropiezo con él, mis manos se aferran a sus brazos para no
caerme.
—Nunca dejaré que te caigas, La.
Me lleva al medio de su habitación. La
ha decorado con luces de navidad y un pequeño árbol con unos pocos regalos bajo
él.
—¿Cuál quieres abrir primero?
—pregunta.
—Tú —digo mientras le tiro hacia abajo
encima de mí.
***
—¡Feliz Navidad! —La puerta se abre y me saludan
con la vista más hermosa del mundo, mi hijo y el hombre al que desesperadamente
estoy intentando no amar. Me levanto y trato de enderezar el nido de ratas que
se ha surgido durante la noche.
Noah salta a la cama, con una caja pequeña en
sus manos. Peter le sigue, trayendo una taza de café. Se arrodilla cuando yo
alcanzo la taza y susurra “Feliz Navidad” en mi oído. Quiero atraerlo a mí,
justo como la última vez que estuvimos juntos en Navidad, pero me refreno.
—Esto es para ti. —Noah empuja la caja pequeña
hacia mí. Doy un sorbo de mi café antes de ponerlo en la mesilla de noche. No
sé cómo no me he dado cuenta de la foto antes, hay una foto de Noah y de mí
mirándome. No sé cuándo tomó la foto Peter pero me calienta saber que somos las
primeras y últimas personas que ve antes de ir a dormir.
Sonrío a Peter quien se ve un poco avergonzado.
Me aseguraré de preguntarle más tarde. Cojo el regalo de la mano de Noah y
desato el gran lazo blanco de seda. Noah se levanta junto a mí mientras Peter
se sienta justo fuera de mi alcance.
Levanto la tapa de la caja negra. Ubicado en el
interior hay un diamante en forma de corazón apoyado contra en terciopelo
arrugado.
—Mira dentro —dice Noah aturdiéndome. Poniendo
la caja abajo, deslizo mi uña entre el borde. Se abre fácilmente y mirándome
está Noah y su sonrisa sin dientes.
—Se supone que tienes que estar feliz, no
llorar, Mamá.
—Estoy muy feliz, Noah. Muchas gracias. Me
encanta.
Extiende la mano y le choca los cinco a Peter.
—Tenías razón, Papá.
Noah salta de la cama y se dirige a la puerta.
—¡Vamos, chicos, ha venido Santa! —Peter empieza
a reír y mira a la puerta hasta que se ha ido. Tan pronto como le oye yendo
hacia abajo se acerca más a mí. Coge la caja de mi mano y saca el collar. Me
inclino hacia delante, agachando la cabeza y espero a que él ate la cadena
alrededor de mi cuello.
—¿Ansiosa? —pregunta. Mis ojos encuentran los de
Peter, está concentrado en mí. Empujo mi cabello al lado más alejado de él. Él
se inclina, su esencia envolviéndome. Sus dedos permanecen en mi piel siguiendo
el camino de la cadena a lo largo de mi clavícula.
Giro mi cabeza ligeramente esperando atrapar sus
labios. Él no me decepciona. Sus labios rozan contra los míos muy suavemente.
—Peter —susurro. Él se aleja y frota su mano
contra su rostro—. ¿Qué pasa?
—No pasa nada. Solo no quiero apresurar las
cosas. Necesito que estés lista y no un rebote porque estás herida por Pablo.
—Pero…
—Sin peros. Estuviste con él mucho tiempo y las
cosas simplemente terminaron. Seré paciente, La. —Se levanta y se inclina sobre
mí. Tengo que inclinarme hacia atrás para verle—. Serás mía otra vez.
Una vez que Peter está fuera de la habitación y
mi ritmo cardíaco ha vuelto a ser normal, salgo de la cama y me cambio a algo
presentable. El momento en el que abro la puerta, mi nombre está siendo gritado
desde abajo.
Cuando entro a la sala de estar siete pares de
ojos me están mirando.
Aparentemente, soy la última en salir de la cama
esta mañana. Una mirada al árbol y veo por qué todo el mundo está listo. Santa
vino y trajo el centro comercial con él. No sé de dónde han venido todas estas
cosas, pero quien sea que hizo de Santa acaba de hacer el año de estos chicos. Peter
se pone un sombrero de Santa y pasa regalos uno por uno. La mirada de júbilo se
extiende por su rostro cuando lee su propio nombre. Arranca el papel, haciendo
que los niños rían. La tapa de la caja vuela y el papel de envolver llueve
sobre nosotros.
Saca un álbum de fotos y empieza a pasar las
páginas.
—¿Te gusta? —le pregunto mientras sus dedos
pasan a través de los diez años de fotos de Noah.
Se levanta y se apresura a donde mí,
levantándome. Envuelvo mis brazos a su alrededor, nuestros rostros enterrados
en los cuellos del otro.
—Muchas gracias —murmura contra mi cuello—. Me
encanta. Me encanta mucho, Lali.
—Creo que tu padre ama a tu madre —le dice Kyle
a Noah.
Harrison y Peter empiezan a reír al igual que
Eugenia y yo.
Peter vuelve a sus deberes de Santa, cada niño
recibe amplía atención para cada regalo. He sostenido a Eugenia durante la
mañana. De vez en cuando se limpia las lágrimas. Algunas son de felicidad
porque Peter ha hecho la Navidad de sus chicas tan especial y otras son por Nicolás.
Después de que todo el papel de envolver es
tirado a la chimenea, Eugenia y yo vamos a la cocina para preparar la cena. Los
niños se dispersan por la casa. Alai está con nosotras mientras Rufina ve la
televisión. Los chicos han ido fuera para jugar con sus nuevas pistolas de
paintball mientras Peter y Vico se han retirado al estudio para tocar. No sé
qué significa eso, pero hace que Peter sonría.
Una vez que Eugenia y yo hemos terminado de
preparar la cena, me acurruco en el sofá con Rufina, mientras ella y Alai se
acurrucan en la silla junto al fuego. Cuando Peter viene una hora después
quejándose de que él y Victorio tienen hambre, me ofrezco a hacerles la comida.
Él me sigue a la cocina, tirando de mi pelo.
—¿Qué estás haciendo?
Camina hacia mí hasta que estoy arrinconada.
—Me gusta verte cómoda en mi casa.
—¿A sí?
—Mhm. Tenemos que tener una cita.
—¿Qué ha pasado con esperar y ser paciente?
—Estoy perdiendo los nervios que he dicho que necesito mantener a su alrededor.
Quiero estar con él, pero también entiendo lo que dice sobre Pablo. Es
demasiado pronto, pero sé lo que quiero y es Peter. Lo quise desde el día que
entró a mi tienda.
Solo tengo miedo.
Peter se encoge de hombros. Toquetea los botones
de me camiseta.
—Seré paciente, pero quiero pasar mucho tiempo
contigo.
—Vale.
—¿Sí? ¿Qué tal Noche Vieja? ¿Solo nosotros? —Él
está lo suficientemente cerca para besarme. Me inclino hacia delante solo para
que gire su cabeza cuando suena el timbre de la puerta.
—¿No invitaste a tu madre, no?
—No, definitivamente no. Volveré enseguida. —Me
besa en la mejilla, dejándome frustrada y sola.
—Hola, bebé. —Me congelo cuando oigo la misma
voz del otro día.
Camino por el pasillo en silencio.
—¿María, qué…?
—Oh, Dios mío —jadeó en voz alta mientras mi
mano cubre mi boca.
CONTINUARÁ... ¡¡¡Hola!!! Ya he terminado todo, osea que ya soy libre. Y como prometí, voy a hacer maratón para terminar la novela. Voy a intentar acabarla hoy porque mañana no sé si podré subir. Como ya dije, la votación de la próxima novela está abierta hasta el 14. En un rato subo el próximo!! ¡Un beso!
masssssssss :)
ResponderEliminarK oportuna ,con lo felices k estaban todos.
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