LALI
Q
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uiero vivir en estos brazos. Ellos me hacen
sentir segura, amada, necesaria. Sus manos no recorren. Ellas muestran que soy
suya y me sostienen apretada a su cuerpo. Él nos conduce a la pista de baile en
un enredo pecaminoso de caderas girando. Sus ojos son oscuros y seductores. He
terminado permitiéndole cuestionar mi estado de ánimo.
Prometo hacerlo mío.
La canción cambia, pero no nos movemos. Es como
si el DJ supiera que queremos estar cerca. No es que nosotros detendríamos lo
que estamos haciendo. Descanso mi cabeza sobre su hombro, mi cuerpo manteniendo
el ritmo con el suyo. No sé cómo he olvidado lo que se siente estar con él así.
Solía contar los días hasta nuestro siguiente baile solo para poder sostenerlo.
Coloco pequeños besos sobre su cuello. Él me
agarra más estrechamente y acaricia mi oreja. Mi mano encuentra el botón
superior de su camisa. Juego con el botón hasta que este se abre. Su mano
inmoviliza las mías, separándola de su camisa. Yo pondría mala cara si él
pudiera ver mi rostro totalmente. Él pone mi mano sobre su pecho, justo sobre
su corazón y la sostiene allí mientras sus labios tocan los míos suavemente.
Se aparta bruscamente y mira sobre su hombro.
Una mujer aparece a la vista. Su cabello está amontonado sobre la parte
superior de su cabeza en un desordenado “no doy una mierda” moño. Su muy
ajustado vestido rojo muestra gran parte de sus pechos. Peter no tiene que
imaginarse cómo lucen.
Ella lame sus labios rojos cereza y mira a Peter
como si él la fuera a llevar a su casa
esta noche.
—¿Puedo tener este baile? —pregunta ella
descaradamente. ¿Ella no puede ver que él está con alguien?
—Estoy algo ocupado. —Él se vuelve hacía mí. Su
expresión me dice que él siente que nosotros fuéramos interrumpidos.
—¿Qué tal un autógrafo o una foto?
Peter hace rodar sus ojos. Al parecer ella no
entiende. Ella saca su teléfono móvil de la parte superior de su vestido y me
lo da. Miro a Peter, mi ceja levantada. Si él piensa que tocaré ese teléfono
está loco, sin hablar de tomar una foto de ellos juntos.
—Ninguna fotografía, no esta noche. Estoy en una
cita.
—¿Tal vez podamos reunirnos más tarde?
Antes de que yo pueda decir algo, Peter dice:
—Estoy en una especie de cita por siempre,
entonces no gracias.
Ella se ve molesta y me fulmina con la mirada. Lo siento chica, él es mío. Si tengo que llevar una camisa reclamándolo, lo
haré. Ella saca un tubo de lápiz labial y lo hace girar hasta que está
mostrando el color rojo brillante.
—Firma aquí. –Ella corre sus dedos sobre la
parte superior de sus pechos.
Peter sacude su cabeza.
—Papel o nada —dice él volviéndose hacía mí
atrayéndome en sus brazos. No puedo menos que lanzarle una mirada de
complicidad y sonreír mientras me aferro a sus hombros. Ella está de pie allí,
su pierna indicando que ella solamente espera otra oportunidad para abalanzarse
sobre mi hombre.
Solo sentamos un poco antes de que más personas
se acerquen y lo molesten, pidiendo fotos o autógrafos. Las mujeres le traen
bebidas, pero las aparta. Él me dice que nunca acepta bebidas de alguien porque
así es como Victorio terminó con Kyle. Él conoció a esa mujer detrás del
escenario y se despertó en su casa. Nueve meses más tarde ella abandonó a Kyle.
No puedo imaginarme dejando a Noah. Él es mi vida y por largo tiempo mi único recuerdo
de lo que Peter y yo teníamos.
Peter me lleva de regreso a la pista de baile.
Él solicita una serie de canciones al DJ, la mayoría son suyas. Canciones que
he memorizado y sé que son sobre mí, nuestro amor y las cosas que quiere hacer
conmigo.
Cuando el reloj marca las doce sus labios
reclaman los míos, sólidos y confidentes, como si él hubiera estado esperando
por este momento siempre.
Sé que yo lo he hecho.
—¿Estás lista para salir aquí? —dice contra mis
labios. Él no espera una respuesta. Él tira de mí a través de la multitud que
lo aclama. Cuando estamos fuera él se apresura hacia el auto. Me empuja contra
él, y envuelve mis piernas alrededor de él. Lo siento buscando a tientas la
puerta. El cuero es frío contra mi piel cuando me deja en el asiento.
–Espera un momento.
Peter sube en el auto y lo enciende. Él coloca
mi mano sobre su erección, suspirando cuando lo aprieto ligeramente. Él se
retira de la zona de estacionamiento, la grava salpicando detrás del auto y nos
conduce a casa tan rápido como puede. Mis nervios están en llamas cuando
llegamos al camino de entrada. No he movido mi mano y sin embargo siento como
si esta fuera nuestra primera vez una vez más.
Excepto que esta vez estamos en su casa, no un
hotel. Salgo del auto y lo encuentro por la parte delantera. Caminamos de la
mano hacia la oscura casa. Solo las velas en la ventana alumbran el camino a
través de la oscuridad.
Él se inclina, colocando un brazo bajo mis
piernas, otro detrás de mi espalda. Él toma los pasos despacio, sus ojos
penetran los míos. Puedo ver el deseo, sentirlo en el modo que él me sostiene.
Él empuja la puerta del dormitorio para abrirla, pateándola para cerrarla
cuando estamos dentro.
Me deja sobre su cama y se para frente a mí,
apartando mi cabello de mi hombro. Él se arrodilla dejando que sus manos
recorran mis piernas, enviando un temblor sobre mi piel.
Levanta cada pie y quita mis zapatos. Sus dedos
bailan a lo largo de mi piel hasta que él alcanza el dobladillo de mi vestido.
Me paro, forzándolo a retroceder medio paso.
Mis manos se deslizan sobre su pecho cubierto,
dedos que trabajan los botones. Estoy tan impaciente por ver su pecho, uno que
he extrañado durante tantos años. Cierro mis ojos cuando llego al último botón,
mis manos apartan la tela. Permito a mis manos explorar la sensación de los
apretados montículos de sus abdominales mientras mis dedos memorizan cada
plano.
Sus manos restringen las mías cuando llego a su
pecho.
—Abre tus ojos.
Cuando lo hago, las deja ir. Él quería ver mis
ojos cuando finalmente descubriera lo que él había estado ocultando. Sobre su
pectoral izquierdo hay tinta y mucha de ella. Es oscura, sólido negro. Mi dedo
perfila los bordes, siguiendo el laberinto.
—¿Qué es esto?
—Esto es un diseño tribal —contesta él sin vacilación.
—Traza aquí —dice mientras él mueve mis dedos a
lo largo de su tatuaje.
Hago lo que me pide, mi mente me dice lo que mi
corazón ya conoce.
—Esto dice…
—Esto dice, La. —Coloco un beso de boca abierta
sobre mi nombre. Él tira de mis caderas. Puedo sentirlo, su necesidad evidente
a través de sus vaqueros. Ha estado así toda la noche, esperando pacientemente
para traernos de vuelta aquí para que finalmente podamos estar juntos.
Peter me da vuelta, envolviendo su brazo alrededor
de mi cintura. Él roza su erección contra la curva de mi trasero. No puedo
evitar presionarme en él.
Él empuja mi vestido fuera de mi hombro, sus
labios presionándose contra la piel expuesta. Inclino mi cabeza, apoyándome
sobre su hombro mientras sus manos frotan mis pechos. Mi mano se extiende hacia
atrás, entrelazándose por su cabello.
Él se aleja de mí, labios quemando un rastro
hacia abajo por mi espalda. Dedos jalan mi vestido, empujándolo hacia abajo de
mis piernas. Estoy desnuda excepto por la tanga que llevo puesta. Siento sus
dientes tirar del lado de mis bragas. Me doy vuelta. Tengo que verlo, tocarlo.
Él me levanta y me pone sobre la cama, avanzando
lentamente sobre mí. Me arqueo hasta sentir su piel sobre la mía. Arrastro mis
dedos por su cabello. Él me mira, respirando temblorosamente. La intensidad de
su mirada hace hormiguear mi piel con anticipación. Su pulgar cepilla la bajo
la curva de mi pecho.
Se recuesta, desnudo. Me siento y froto mi mano
sobre su pecho, abdominales y finalmente a su protuberancia. Sus ojos ruedan
hacia atrás en su cabeza cuando lo toco. Él avanza lentamente sobre mí,
empujándome otra vez en el colchón. Envuelvo mis brazos alrededor de sus
hombros, urgiéndolo.
Se coloca sobre mí, su peso y calor una
agradable sensación.
—Te amo, La —dice contra mis labios. Él sostiene
mis manos sobre nuestras cabezas, su frente que toca la mía. Nuestras bocas
caen abiertas en éxtasis, recuerdo como se mueve, trabajando su cuerpo en el
mío. Grito, agarrándome de sus manos. Mis piernas se mueven sobre sus caderas, guiándolo
y sosteniéndolo donde más lo necesito.
Gimo cuando él flexiona sus caderas, yendo más
profundo. No puedo dejar de mirarlo, sus ojos observándome, aprendiendo de
nuevo cuán buenos somos juntos. Cuando él deja ir mis manos, cavo en sus
costillas, animándolo a moverse más rápido.
Peter se mueve hasta quedar en sus rodillas,
moviendo mi cuerpo por el empuje y la atracción de mis piernas.
—Tengo que mirarte —dice él jadeando.
Mis manos restringen sus antebrazos, resistiendo
mientras él nos mueve al ritmo. Deja caer mis piernas, moviéndose para besarme.
Él le hace el amor a mi boca mientras se mueve más rápido, más fuerte,
llevándome al borde.
—¡Peter! —Necesito más.
Él conoce mi cuerpo y gruñe cuando mi orgasmo
asume el control. Mis dedos se enroscan, mis uñas se clavan en su trasero
cuando levanto mis caderas para encontrar sus últimas embestidas.
Él se apacigua, derrumbándose encima de mí. Me
quedo allí, mis músculos débiles y cansados, pero completamente satisfechos y
con ganas de hacer esto otra vez. Acaricio su espalda, haciéndolo temblar. Beso
su cuello, sus mejillas y finalmente los labios.
—Te amo, Peter. Te amo tanto.
Me mira y sonríe. Se inclina sobre su codo, sin
moverse de donde está enclavado entre mis piernas. Él podría quedarse allí para
siempre para lo que me importa. Aleja mi cabello húmedo de mi rostro y besa mi
nariz.
—¿Múdate conmigo? Tú y Noah múdense aquí y
seremos una familia. Quiero que llames a esta tu casa. Quiero hacer cosas
normales contigo como ir de compras a la tienda de comestibles y encontrarnos
para el almuerzo en el trabajo.
—Eso suena como el sueño americano.
—No, mi chica, este es nuestro sueño. Si tú lo
quieres, te lo daré.
—Lo quiero.
La sonrisa de Peter estaba iluminando la oscura
habitación. Nos besamos durante un tiempo antes de que él ruede y me tire
encima de él.
Y se lo pidió.
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