martes, 22 de septiembre de 2015

Capítulo 7

Me despierto al día siguiente tan enferma que no puedo moverme. No lo vi venir, no lo hice, ni incluso sentí una punzada, pero ahora estoy sudando, incluso aunque me siento helada y mi cabeza está girando. Sé que tengo una enorme fiebre, y sé que no me había sentido tan enferma durante mucho, mucho tiempo, si es que alguna vez me sentí así. Me levanto de la cama y tropiezo en el suelo, con mi cabeza dando vueltas y me agarro a cualquier cosa que puedo encontrar para equilibrarme.

La puerta se abre y Peter entra, luego se detiene en seco cuando me ve tumbada lastimosamente en el suelo. No lo he visto desde anoche, ni siquiera vino para asegurarse de que no sangrara hasta morir. Está bien, no me corté tan mal y un curita hubiera hecho el trabajo… pero aun así. Después de ese beso, pensé.... Bueno, no importa lo que pensé. Estaba equivocada.

―¿Estás enferma?

Abro la boca para responder, pero todo me duele tanto. Tengo la boca seca, mi cabeza está, literalmente, golpeando y mi estómago está horriblemente revuelto. Me agarro la cabeza y gimo, y él se deja caer delante de mí y me pone la mano en la frente.

―Santa mierda ―murmura.

Me quejo de nuevo, y mi mundo empieza a dar vueltas. Peter me levanta del suelo y me pone en la cama, y me quejo en protesta. Pone su mano sobre mi cabeza y luego se gira y sale corriendo. Vuelve un momento después con un paño frío y algunos analgésicos. Me los trago ávidamente, sólo hago una mueca de dolor cuando se deslizan por mi garganta en carne viva.

―Te ayudarán con la fiebre...

― Peter, algo está mal, necesito un doctor.

―Sabes que no puedo hacer eso.

Ruedo y empiezo a temblar de nuevo. Esto continúa todo el día, y sólo empeora. Empiezo a alucinar y a hablar sola. Mi cuerpo pasa del calor al frío y de regreso otra vez, y me estremezco constantemente. En la tarde los otros miembros del grupo vienen y los oigo discutir sobre qué hacer.

―Si ella muere, podríamos estar en más problemas de los que vale la pena ―dice Ace.

―No podemos llevarla a un hospital ―deja caer Snake.

―No podemos dejar que muera aquí tampoco, maldita sea ―gruñe Peter.

―Llama a tu hermana.

¿Peter tiene una hermana?

―Ella se dará la vuelta si sabe que hemos estado manteniendo retenida a la chica.

―Es la única opción, Peter, la llamada es tuya ―dice Angel, y todo se queda en silencio.

* * *

Dos horas más tarde, Peter está de rodillas en la cama junto a mí. Toma mi cara en sus manos y me obliga a mirarlo.

―Llamé a un médico, pero tienes que prometer no decirle por qué estás aquí. Mantendré mi parte del trato, te dejaré ir como lo prometí. Dile que eres mi novia, ¿puedes hacer eso por mí?

Asiento débilmente, y me sorprende inclinándose y pasando sus labios sobre los míos y por mi cabeza. Quizás todavía estoy alucinando. Lo que no me extrañaría. Él me cambia la ropa, haciéndome ver un poco más decente antes de que llegue el médico. Una mujer entra en la habitación diez minutos más tarde, y va a la cama. Mira alrededor de la habitación, y frunce el ceño.

―¿Por qué las ventanas enrejadas?

Peter se encoge de hombros:

―Tengo cosas que no quiero que me roben.

Sí, como yo.

―Debería estar en una habitación con aire fresco, Peter, que buen novio eres.

―Retrocede Maggie, no pensé en eso.

La mujer llamada Maggie, que estoy bastante segura es la hermana de Peter, se arrodilla junto a la cama. Es muy hermosa, con el cabello negro oscuro y los ojos de color verde claro.

―Hola Lali, mi nombre es Maggie y soy médico.
Asiento, es lo mejor que puedo hacer.

―¿Puedes decirme qué está pasando?

―Ella tiene fiebre, temblores, la garganta le duele y estuvo vomitando unas cuatro veces ―dice Peter, de rodillas a mi lado también.

Maggie toma mi temperatura y su cara cae.

―Está ardiendo, Juan Pedro, ve a buscar mi libreta de recetas. Le escribiré una. ¿Por qué no la llevaste al médico antes?

―Es un largo camino manejando, más de dos horas. Pensé que era un simple resfriado.

―Bueno, tienes suerte de que no murió.

―No puedes dejar que se muera ―dice Peter de repente. Una parte de mí se pregunta si se trata porque no tendrá su información, o si realmente se preocupa por mí.

Ella se gira hacia él.

―La próxima vez que tu chica se enferme Juan Pedro, llévala a un doctor. Necesita un poco de aire fresco y una ducha, se ve horrible. No quiero saber por qué se ve tan mal, pero si me entero de que la lastimas, te lo haré pagar.

Peter agarra su brazo, pero abro la boca y resoplo:

―Peter está ayudándome, estaba en problemas y sólo aparecí ayer. Hemos estado viéndonos por un tiempo, caminé todo el camino hasta aquí. No tenía otro camino, y mi teléfono había desaparecido. Nunca tuve la oportunidad de ducharme, porque estaba tan enferma.

Maggie me mira, y Peter me da una mirada de dolor. Sé lo que está pensando. Yo estoy pensando lo mismo. ¿Por qué lo estoy defendiendo?

―Bueno, no es un milagro que estés enferma. Habiendo caminado tanto ―dice Maggie, entregándole a Peter su libreta de recetas.

Él no capta nada de eso. Sólo sale de la habitación. Un momento después, regresa.

―Esta es tu libreta de recetas ―dice empujando un block hacia ella.

Ella la llena de forma rápida y después se levanta.
―Voy a ir a buscar esto y un suero. Quédate aquí. ―Se da vuelta y camina hacia la puerta, pero se detiene cuando llega a ella. Gira y le da a Peter una dura mirada―. Métela en la ducha y abre la maldita ventana. Sé que te criaste sin padres que nos enseñaran esas cosas, pero por Dios Juan Pedro, ¡trata mejor a las mujeres!

Él asiente y ella me mira una vez más, y luego se da la vuelta y camina sin decir otra palabra. Peter se sienta a mi lado, y después de un momento, me saca de la cama y mete en el baño.

―¿Qué estás haciendo? ―susurro con voz ronca.

―Ella tiene razón, mereces una verdadera ducha. Siéntate aquí, ya regreso.

Sale de la habitación después de ponerme en el suelo junto a la bañera. Vuelve un momento después con el brazo lleno de jabones, champús, acondicionadores y un nuevo cepillo de dientes y pasta dental. También me da un cepillo y una maquinilla de afeitar, así como algo de ropa limpia. Me quedo mirando los artículos, y siento como si fuera Navidad para mí. Fuerzo una débil sonrisa y trato de ponerme de pie, pero mi cabeza de vueltas de nuevo y caigo de nueva.

―¿Te puedo levantar? ¿O prefieres esperar hasta que Maggie vuelva?

Miro hacia él, y cierro los ojos. Es una ducha donde me verá desnuda… o no. Huelo el jabón y asiento débilmente. No me importa. ¿Cuál es el punto de que me importe? No tengo nada más de qué preocuparme. Se arrodilla frente a mí y lentamente levanta mi camiseta por encima de mi cabeza. Entonces me quita el pantalón corto. No uso bragas, pero rápidamente pone una toalla sobre mí. Estoy sorprendida y honrada por su bondad.

Me ayuda con mi sostén, y también cubre mi frente con una toalla. La mayoría de los hombres intentaría y daría una mirada o una sensación, no él. Él me robó y me puso en esta loca situación, pero nunca ha sido otra cosa que respetuoso con mi cuerpo. Me ayuda a levantarme y me baja al cálido baño de burbujas, tira la toalla y cierra los ojos. Cuando estoy en el agua y cubierta, los abre y mira hacia abajo hacia a mí.

―Por si sirve de algo ―dice, llenando la palma de su mano con champú―. Lo siento.

―¿Ella es tu hermana?

Él asiente.

―Sí.

―Gracias.

Lo miro, pero él mueve su mirada lejos y se centra en mi cabello. Gimo mientras frota el champú y lo lava. No me había lavado el cabello desde hace semanas. La suciedad llena el baño de forma rápida y él se estremece. Lo hace otras dos veces, y luego lo llena en acondicionador y se sienta de nuevo. Mi cabeza ya se siente más limpia. Cuando Maggie regresa, me ve en el baño y una débil sonrisa cubre su rostro, pero desaparece rápidamente cuando se da cuenta de las heridas en mi espalda.

―¡Oh, Dios mío!

Peter la mira, luego hacia abajo a mi espalda y se estremece.

―Yo no lo hice.

―¿Qué demonios pasó? ―grita Maggie, cayendo de rodillas y pasa las manos sobre las dolorosas marcas.

―Mi… exnovio me hizo eso ―miento.

¿Por qué estoy mintiendo para proteger a Peter? Debería balbucear todo y contarle a Maggie que me secuestró, pero no puedo obligarme a hacerlo. Peter es la mejor de dos situaciones y, en este momento, estoy tan segura aquí, como estaría en cualquier otro lugar.

―¿Le reportaste?

―Sí. ―Me acuesto de nuevo.

―Esas marcas necesitan crema, Dios, pobrecita.

―Estoy bien ―susurro.

―¿Cómo te sientes ahora?

―Bien.

―No te ves tan sofocada.

Sonrío débilmente y Jagger se levanta, dando un paso atrás.

―Pensé que un baño ayudaría, es toda tuya.

― Peter... ―lo llamo.

Él se detiene y se gira, mirándome a los ojos. Le quiero decir que no se vaya, quiero decirle que sé que no es una mala persona, pero en cambio simplemente digo:

―Gracias.

Él asiente y se va. Maggie se sienta a mi lado, y me entrega un puñado de pastillas. Me las trago y hago una mueca de dolor.

―Dividí éstas en recipientes. Tómalas tres veces al día hasta que se hayan terminado.

―Gracias, te lo agradezco.

―Te pondré un suero ahora, ¿bien? Suelo recomendar un hospital, pero estás a dos horas del hospital más cercano. Por suerte para nosotros, en el pueblo a cinco minutos de la carretera había una farmacia y un pequeño consultorio que pasó a tener suero.

Maggie me toma de la mano y comienza a buscar mi vena. La miro, tan desesperada por hacerle preguntas. Ella empuja mi mano de nuevo y, finalmente, encuentra una vena. Desliza la aguja en ella y no gimo. Cuando el suero está conectado, me ayuda a salir de la bañera y a ponerme algo de ropa limpia.

―¿Sabes lo que Pet... err... Juan Pedro hace?

Ella asiente, frunciendo el ceño.

―Sé que tiene una especie de pandilla, que conozco desde hace mucho tiempo. Elegí permanecer fuera de eso tanto como es posible.

―¿Por qué lo hace?

Ella suspira y se sienta en la repisa del baño.

―Juan Pedro y yo no tuvimos una buena niñez. Fue abusado por nuestro padre y nuestra madre se suicidó cuando él sólo tenía cuatro. Supongo que la pandilla es su forma de tener el control. Siempre estaba corriendo fuera de los rieles, y causando problemas. Johnny no es una mala persona en el fondo, puede ser gentil y amable, sólo tiene sus prioridades todas mal.

―Lo sé ―susurro―. Sé que no es una mala persona.

―¿Qué están haciendo ahí? ―dice Peter en voz alta.

Me doy vuelta y Maggie se reúne con mi mirada. Se levanta y abre la puerta, y Peter da pasos dentro. Me mira e inclina su cabeza a un lado sólo un poco.

―Wow, te ves diferente.

―Tenía un montón de tierra en mí de andar caminando por aquí ―miento.

―Tu cabello es hermoso.

Me sorprende, estoy tan sorprendida que mi boca se abre. ¿Acababa de decir eso? Maggie sonríe y asiente.

―Ella tiene un cabello hermoso.

―Lo odio ―me quejo, agitándolo con mis dedos.

―No lo hagas ―dice Peter―. Es del color más bonito que he visto en mi vida.

―La mayoría de las personas las prefieren rubias.

―Yo no.

Nuestros ojos se encuentran y nuestras miradas se traban por un largo, largo momento. Mi sangre comienza a bombear rápidamente a través de mis venas y trago con ansiedad. Me siento caliente por todas partes y tengo un hormigueo en la piel. ¿Por qué Peter me hace sentir de esa manera?  

Él sonríe un poco, y me da esa sonrisa torcida que hace que mi corazón martilleé. Da un paso adelante y toma mi brazo suavemente, y me ayuda a salir de la habitación. Maggie nos sigue. Me doy cuenta de que cambió las sábanas y quitó las barras de las ventanas. Una brisa fresca llena la habitación y respiro.

―Ah bien, él dejará de preocuparse por sus posesiones y empezará a preocuparse por su novia. ―Maggie sonríe.

Oh, si supiera la verdad. Me deslizo en las crujientes sábanas frescas y me siento agotada. Maggie rueda el suero a mi lado y le explica a Jagger cómo encenderlo y apagarlo y cómo quitarlo una vez que la bolsa esté vacía.

―Volveré en la mañana para ver cómo está.

―Gracias Mags ―dice Peter, palmeando su hombro.

―Haz lo que te dije Juan Pedro y empieza a hacer lo correcto con ella, es una linda chica y las chicas buenas no soportan ser tratadas así por mucho tiempo.
Él asiente y ella me sonríe antes de irse. Cuando se va, cierro mis ojos. Peter se sienta en la cama junto a mí y sé que quiere decirme algo. Sólo mantengo los ojos cerrados.

―Gracias por lo que hiciste.

―Quiero salir de aquí Peter; no haré nada para poner eso en peligro. Si eso significa dejarla pensar que estábamos juntos, entonces que así sea.


―Sobre lo de anoche...

―No te preocupes ―gruño―. Sé que no querías eso.

Él se queda en silencio durante mucho tiempo, por un largo momento.

―No, creo que no.

―Gracias por hoy, estoy cansada ahora.


Él se mueve y se pone de pie, dejando la habitación sin decir nada más. Lloro hasta dormirme esa noche, pero sé que mañana me despertaré con una nueva determinación. Me niego a ser ese pequeño caso perdido y lamentable. Mañana me encontraré a mí misma de nuevo y sobreviviré el resto de esto para poder ir a casa con mi familia y amigos.


CONTINUARÁ...

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