jueves, 10 de septiembre de 2015

Capítulo 2

Una noche completa pasó y Juan Pedro no volvió. No sé si se había ido o si me estaba evitando. No sé cuánto tiempo estaré en este lugar, o si alguna vez veré mi casa otra vez. Estoy tan enojada y herida con mi padre, de que si no fuera por él, no estaría en esta posición. Nunca me dio nada cuando estaba vivo y ahora, incluso cuando pensaba que estaba muerto, seguía demostrando el monstruo que realmente era.

Cuando la luz de la mañana brilló a través de la ventana, salí de la cama y me senté en la luz del sol. Anoche leí un libro en la habitación… dos veces… y me llegó. No quiero volverme loca, no quiero ser esa persona. No quiero ser la chica que termina en una institución mental. Ese lugar me asusta como la mierda y no terminaré con mi madre. He estado en ese oscuro lugar antes…

―Lali, ¿por qué te haces esto a ti misma? ―susurraba mi hermana Jenny, acariciando mi cabello.

―Es todo culpa mía ―gemía, tratando de sacar mis manos de las restricciones sujetándome a la cama.

― Lali… nunca ha sido culpa tuya. Mamá está enferma.

―Está enferma por mi culpa.

―No cariño, no es así. Por favor, no hagas esto, no te derrumbes. Te necesito.

―Nadie me necesita Jenny, nadie.

Ella baja la vista hacia mi estómago vendado, y cierra los ojos. Profundas marcas de una pieza de vidrio se quedarán para siempre grabadas en mi piel. Era la segunda vez que había tratado de tomar mi propia vida, y esta vez no sabía si escaparía de este hospital… esta vez estaba atrapada…

La puerta hace pitidos y clics y mi cabeza se mueve bruscamente hacia arriba. Él está finalmente llegando. No me muevo de mi lugar en el suelo, en cambio, me siento ansiosa con la espera. Él entra de nuevo, y lleva los mismos desteñidos pantalones de mezclilla y no usa camisa.

¿Acaso el hombre no se ducha?, resoplo, lo que es un pensamiento absurdo para tener justo ahora.

Lleva una bandeja, y la deja de golpe en una mesa cercana y se vuelve. Oh, ¿así que no hablará conmigo? El maldito hombre que bailó conmigo en un club, ahora está tratando de volverme loca. Sabía algo de captores, y es que no les gusta comunicarse con los cautivos en caso de que crezca un vínculo. ¿Tal vez eso es lo que tengo que hacer aquí? ¿Hablar con él?

Hacer que le guste… que confíe en mí, incluso. Merecía la pena intentarlo.

Me quedo mirando el tatuaje en su espalda, preguntándome si ese sería su apodo. Estoy a punto de saberlo.

―¿Peter? ―le digo.

Lo veo detenerse y girar, oh, así que sí reconoce eso. Interesante. Mira hacia mí en el suelo, y sus ojos se estrechan.

―¿Qué dijiste?

―Ese es tu apodo, ¿no?

Su mirada se endurece y cruza los brazos sobre su pecho, haciendo que sus músculos salten y se junten.

―No es de ninguna utilidad para ti, de cualquier manera.

―Debería saber por lo menos quién es el hijo de puta que me secuestró, si me voy a quedar un tiempo.

―La única cosa que necesitas saber de mí, es que si continúas de inteligente con tu boca, ¡te la taparé!

Cierro mi boca, pero sólo por un momento.

―¿Por qué eres tan horrible? ¿Eres así con todas las mujeres, o sólo con las que secuestras?

Sus ojos empequeñecen y se ve momentáneamente sorprendido.

―Mi vida no es de tu incumbencia.

―Mi vida no era asunto tuyo tampoco, pero eso no te detuvo.

Él camina hacia adelante y mantengo mis ojos abiertos, desafiándolo. Se detiene delante de mí y lo miro, dándole una dura mirada.

―Sé lo que estás haciendo y no va a funcionar. El acto de ser la dura, de ser valiente e ingeniosa, pero déjame decirte esto, voy a acabar contigo, chica, porque todo el mundo tiene una debilidad, incluso tú.
Luego se da la vuelta, sale y cierra la puerta sin decir nada más. Me siento, mirando la puerta durante un largo rato.

Está equivocado, no me va a romper porque no lo dejaré. Me quedo mirando la bandeja de comida, y se me revuelve el estómago. Corro hacia allí, levantando la tapa de plata del plato. No hay mucho, pero es comida. Tomo el sándwich de jamón y lo muerdo. Oh, gracias a Dios, me muero de hambre. Tan pronto como la comida golpea mi estómago, sin embargo, se me revuelve violentamente.

―Dios ―me quejo, agarrándomelo y balanceándome atrás y adelante.

Me meto en la cama y me acurruco en una bola, frotándome el estómago hasta que se asienta.

Entonces, me las arreglo para caer en un inquieto y débil sueño. Estoy tan cansada.

* * *

Tres horas más tarde se abre la puerta de nuevo, esta vez cinco hombres entran en la habitación. Me incorporo rápidamente, mis ojos están borrosos por el sueño. Agarro la manta, mi corazón brinca. ¿Qué harán? ¿Me violarán? ¿Me lastimarán? ¿Me golpearán? Tal vez han decidido que es más fácil deshacerse de mí. No puedo ver a Peter o a Juan Pedro, o como sea que se llame, y eso me asusta.

―Bueno, bueno, Lali Espósito…

Me quedo mirando al hombre que habla; es alto, de cabello rubio y ojos verdes.

¿Por qué son razonablemente atractivos todos esos hombres?

Supongo que es como atraen a sus víctimas, las mujeres no lo pensarían dos veces antes de subirse a un coche con alguno de ellos. Van desde cabello rojo y ojos verdes, a cabello oscuro y ojos marrones, pero todos están empacados como un puñetazo.

―¿Qué quieres de mí? ―susurro, mirando al extraño hombre.

―Quiero respuestas, levántate y ven aquí.

―No.

Sus ojos verdes flamean y se aproxima hacia la cama, me recoge y me lanza al suelo en un rápido movimiento. Grito mientras mi cabeza golpea una mesa de café cerca y la sangre escurre por mi mejilla.

―Hijo de puta ―le grito―. No haré nada para ti.

―Aprenderás muy rápidamente que no soy el tipo de persona que desea a bocazas inteligentes. Ahora, levántate y ven aquí o te romperé los dedos uno por uno hasta que hagas lo que te pida.

Me levanto con piernas temblorosas y camino hacia allá, me detengo frente a él, pero me niego a mirarlo a los ojos.

―Ahora, ¿qué sabes acerca de tu padre?

―Nada ―escupo.

Levanta la mano para golpearme, pero Juan Pedro está en la habitación y detiene su mano aplastándola con su puño en una fracción de segundo.

―Golpéala una vez más Snake y te romperé los putos dedos. ¿Qué diablos creen chicos, que están haciendo aquí?

―Necesito respuestas Peter, y tú eres claramente demasiado malditamente cobarde para obtenerlas.

Peter, el apodo se adapta, definitivamente le sienta, saca un arma y la sostiene hacia el otro hombre, presionando su sien. El hombre se queda en blanco y su boca se abre en protesta.

―¿Qué dijiste?

―Hombre, lo siento, pero necesitamos respuestas.

―Y las obtendremos, sin todos los golpes.

¿Peter me está protegiendo? ¿Por qué?

―Ella es una maldita listilla.

―Me importa un carajo lo que esté haciendo, no es tu lugar estar aquí. Yo la secuestré, ella es mi asunto. Si veo que pones un maldito dedo en ella de nuevo, te destriparé.

Peter deja caer el arma y empuja al hombre fuera del camino, y luego da un paso frente a mí y agarra mi barbilla casi con suavidad.

―Responde a la pregunta para mí Lali, ¿por favor?

―Lo hice ―gimo―. No sé nada.

―Dime el nombre del oficial de policía que llegó y te informó sobre la muerte de tu padre.

Cierro los ojos, tratando de recordar. Considero mentir, pero eso no me beneficiará. Mi padre se merece todo lo que tiene, nos mintió a todos y tengo que proteger al resto de mi familia.

―El oficial Huck.

―Lo sabía ―gruñe uno de los hombres.

―¿Y qué te dijeron que le pasó?

Trago, guarda la calma, sólo responde a las preguntas y se irán.

―Que había estado en un accidente de tráfico.

―¿Oíste por casualidad a Huck diciendo algo inusual en algún momento?

Cierro los ojos, tratando de recordar ese momento. Estaba devastada, tratando de proteger a mi hermana, y tratando de mantener a mi familia unida. Hubo una vez, sin embargo, incluso a través de mi momento duro, en que pensé que era extraño. Encontré a Huck de vuelta en su teléfono, estaba hablando con alguien rápidamente. Abro la boca y empiezo a repetir la conversación.

―Ben, no se puede respirar una palabra de esto. Si alguien se entera de lo que está pasando, estamos todos muertos. Estamos lidiando con mala gente aquí, la clase de personas con las que no quieres joder. Manchez y su…
Me detengo y me ahogo con mis palabras.

Respira Lali, sólo respira.

―Sigue… ―me anima Peter.

―Manchez y su banda… ―susurro, cerrando los ojos y apretándolos con fuerza―, harán cualquier cosa para conseguir la información, tenemos que mantener esto muy abajo.

―¿Eso es todo?

Asiento y él suelta mi barbilla y se da vuelta, enfrentando a los otros cinco hombres.
―Bueno, eso es suficiente por ahora. Angel, Ace y Rusty, salgan y encuentren a Huck. Es hora de que tengamos unas palabras.

Tres de los hombres se retiran sin otra palabra, y los otros dos permanecen, mirándome con expresiones duras. Nunca se me ocurrió hasta ahora, con lo que estoy lidiando. Estos hombres son parte de algo muy peligroso. Parece que Peter podría ser la única protección que tengo, e incluso él me está presionando. Peter tiene la cara enojada.

―Váyanse ―les gruñe Peter a los otros dos, y se van. Cuando se van, se vuelve hacia mí―. Ven conmigo.

¿Saldremos de la habitación? ¿Está dejando que salga? Lo sigo a la puerta y a la enorme casa. Mierda, es enorme.

Es muy moderna, con suelos de madera, paredes claras y acabados brillantes. Caminamos a una enorme cocina, con veteados bancos y accesorios cromados. Peter me empuja hacia abajo sobre un taburete y abre un armario, volviendo un momento después con un botiquín de primeros auxilios.

No me atrevo a decir nada. Preferiría que no arreglara esto, entonces conseguiría una infección y probablemente enfermaría. Mi orgullo no valía mucho. Saca un pequeño algodón y comienza a limpiar mi mejilla, ninguno de nosotros habla. Frota toda la sangre y la quita, después la cubre con un parche. Agarra mi barbilla y le da vuelta de un lado a otro, antes de asentir.

―¿Por qué Peter es tu apodo? ―susurro.

Hace una pausa a mitad de lanzar los hisopos con sangre a la papelera. Parece que mi pregunta lo dejó perplejo. Los tira y luego me mira con ojos entrecerrados.

―¿Importa?

―No, pero quiero saber…

―No, no lo es. Es simplemente el nombre que se nos ocurrió. Somos como una hermandad, supongo, y simplemente se quedó.

―¿Por qué eligieron ese?

―¿Por qué estás haciendo preguntas? ―chasqueó.

―Sólo quiero saber, no es como que se lo diría a alguien ―gruño, frustrada.

―Pedro, Eiden, Theo, Taylor, Eddie y Rusty, esos son sus nombres de pila y juntos, explica el Peter, así que tiene ese nombre porque yo empecé el grupo. Todos los chicos excepto Rusty tienen nombres creados, que es como me oyes llamarlos; Angel, Ace, Bull y Snake.

Así que, ¿básicamente eran como una pandilla?

Si bien, no parece que les gustaba la idea de ser llamados así, sin embargo, hasta donde sé, eso es lo que son en un sentido simple. Cierro los ojos un momento y escucho como Peter continúa limpiando.

―Por favor no me encierres en esa habitación nunca más ―susurro, presionando su razonable estado de ánimo.

Él está en el fregadero ahora y deja de moverse de nuevo. Sin volverse, dice: ―Te quedarás allí hasta que diga que puedes salir. Si todo sale bien, puede ser que te permita salir y ayudar en la casa, pero eso depende.

―Por favor…

Él se da vuelta y golpea un vaso sobre el banco.

―Esto no es un hotel princesa, no estás aquí para disfrutar. Si la habitación no es lo suficientemente buena para ti, tengo un sótano oscuro plagado de ratas que podrías preferir.

Niego, tragándome más lágrimas.

Él me mira fijamente durante un largo rato, y luego suspira.

―Mira, por lo que vale lamento haber tenido que hacer esto. Necesito esa información, porque si cae en malas manos todo el infierno se desatará. No quiero hacerte daño, y siento que estés aquí, pero tengo que hacer esto. Soy el mejor lado de esta situación. Hay personas malas tras de ti Lali, quienes podrían haber sido mucho peores para ti. Si Manchez y su banda te hubieran raptado, te garantizo que no estarías sentada aquí hablando. Estarías en un sótano, atada y violada hasta que ya no pudieras respirar por más tiempo.

Me estremezco al pensarlo.

―Su nombre sigue apareciendo en boca de todos. ¿Quién es ese Manchez? ―le pregunto en voz baja.

―Manchez es el líder de la pandilla más temida en esta ciudad y quiere la información que tu padre tiene. Fue tras él también, ¿ni siquiera te diste cuenta del peligro en el que estabas? Te secuestré para obtener la información de tu padre, pero nunca planeé hacerte daño. Manchez por otro lado, te habría matado tan pronto como hubiera llegado a sus manos esa información.

―Mi hermana… ―susurro―. ¿Está segura?

―Sí, está segura. Sólo es tu media hermana…

Asiento, dándole gracias a Dios en ese momento de que sólo sea mi media hermana. Mi madre la tuvo con otro hombre, y mi padre la dejó. Fue cuando las cosas empezaron a ir mal…

―Entonces no es de ninguna utilidad para esos hombres. ―¿Cómo pude vivir tanto tiempo y no saber todo el tiempo que estaba en peligro?

―Tu padre sabe muchas cosas, y, finalmente, las personas lo encontrarán y tratarán de obtener esa información. De una u otra manera, tú habrías sido secuestrada.

―¿Puedo volver a mi habitación? ―susurro, cerrando los ojos. Esto es mucho para tomar.

Él asiente y me lleva de vuelta a mi habitación, cuando está a punto de cerrar la puerta, susurro:

―Gracias.

Él se vuelve, mirándome sorprendido. Sus ojos se encuentran con los míos y por un momento, veo algo más en ellos. Rápidamente, tira del frente con fuerza y asiente con rigidez.

―Sí. Bueno, no soy un maldito monstruo. No te acostumbres a eso, sin embargo, porque no puedo ser tu amigo.


Luego cierra la puerta y se va, y yo lloro en un débil, agotado sueño.


CONTINUARÁ...

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