DIEZ
AÑOS MÁS TARDE
—¿Viste
que hermosa familia? —me preguntó Peter mientras me abrazaba.
Observe
la vista que había delante de nosotros. La enorme pileta que había en el
jardín, bordeada de hierba. Dentro de ella se encontraban Alle y Santi junto
con sus amigos, celebrando el décimo cuarto cumpleaños de ambos.
Cuando
les dijimos a Allegra y Santino que eran hermanos saltaron de felicidad y
cuando les contamos que iban a vivir juntos estallaron. Se adoraba, aun con
catorce años se seguían llevando igual que cuando tenían tres aunque con alguna
pelea más… pero eran muy unidos, ¡hasta se ayudaban con los chicos o chicas que
les gustaba!
Al
otro lado de la pileta, estaban Lucas y Mateo, de diez y ocho años jugando con
la pelota de rugby que Peter les había regalado hace unos días. Todos los
varones de esta familia amaban el rugby. En frente de nosotros, Daniela, de
cuatro, jugaba con dos amigas de Allegra a las muñecas.
—No
puedo creer que con solo veintiséis años tenga seis hijos —dije, mientras
acariciaba a Mía, de tan solo dos meses.
—¿Quién
nos iba a decir hace diez años que íbamos a tener una familia tan hermosa?
—Todavía
no puedo creer que nuestros papás nos hicieran eso.
—Shh.
Tranquila —dijo, acariciándome la espalda—, ya fue. Ahora están pagando por
ello. No van a salir de la cárcel por un tiempo, y cuando salgan simplemente no
existen. Lo mismo con Joaquín olvídate de él. Están pagando por lo que
hicieron.
—Allegra
todavía lo extraña —dije, medio triste—. No lo dice, pero yo lo sé.
—No
es fácil enterarte que tu “papá” no es tu papá y de todo lo que hizo. Alle era
muy chiquita para entender todo eso antes, recién ahora lo está empezando a
entender.
Asentí.
Tenía razón.
—Sí
—miré donde estaba Allegra en la pileta, situada entre Santi y Lorenzo. Santino
parecía darle mirada de advertencia a Lorenzo—, por suerte lo tiene a Santi,
son muy unidos, y creo que a… Lorenzo.
—¿Lorenzo?
—preguntó, levantándose rápidamente de la tumbona donde estaba y empezando a
caminar hacía pileta. Me levanté, con Mía dormida en mis brazos, y lo seguí
—¡¿Quién es Lorenzo?! —gritó, ganándose la atención de todos los nenes.
—¡Peter!
—le regañé. Mía empezó a llorar —. Mirá lo que hiciste.
Peter
se giró hacía mí y agarró a la nena de mis brazos, acunándola en los suyos.
—Te
amo —le dije.
—Yo
también te amo.
FIN
linda novela.. me encantooo
ResponderEliminar