Peter
—Amigo, ésta fiesta está encendida —dice Nico a mi
derecha. Los cuerpos se balancean al ritmo de la música. Creo que es una
canción de Lady Gaga, ella es sexy y todo, pero prefiero algo no tan pop.
—¿Qué sucede, amigo? —grito por sobre la música.
—Mi hermana menor acaba de entrar. ¿Cómo demonios se
enteró de ésta fiesta? Ella ni si quiera se junta con este grupo. —Frunce el
ceño y comienza a caminar en esa dirección.
—Espera, ¿cuál es el problema? Déjala que se divierta,
hombre. —Casi rio por la expresión de su rostro. Por la forma en la que habla
de su hermana menor, creerías que tiene doce en lugar de dieciocho.
—Puede divertirse en su dormitorio lejos de todos
éstos jugadores de fútbol americano fogosos. —Mira con desagrado algo y me giro
para ver qué es. Personalmente, no veo nada, pero qué más da. No voy a
detenerlo.
Mientras lo veo caminar, un par de manos cálidas hacen
su camino bajo mi polo. Sé que es Maria incluso antes de mirar por sobre mi
hombro para encontrarla. Nadie tiene pechos tan grandes como los de ella, y
justo ahora los está presionando contra mi espalda.
—¿Qué quieres, Maria? —le pregunto a pesar de que ya
sé qué es lo que quiere.
—Sólo te quiero a ti, dulzura —ronronea en mi
oído.
Mis manos recorren sus brazos hasta llegar a sus
manos, y las alejo de mí.
—Lo siento, pero ya no estoy en el menú. Se ve
completamente enojada conmigo y veo su cara tornarse roja.
—No puedes rechazarme, soy tu novia.
Alzo una ceja y sonrío.
Salimos durante toda la secundaria y juntos decidimos
venir a estudiar aquí para que pudiéramos estar juntos, pero la semana en la
que empezamos clases, ella decidió que quería salir con otras personas.
—No, no lo creo. Recuerdo que me botaste hace más de
ocho semanas.
Sus opacos ojos se encienden en llamas. Sé qué hará
toda una escena, y ya estoy cansado de su drama. Honestamente, fue un alivio
cuando me dejó.
—¡Yo no te boté! ¡Estábamos en una pausa! —me grita a
la cara.
—Sí, lo hiciste. Ahora vete porque esta noche no tengo
tiempo para tu loca mierda, perra. —Puede que llamarla perra haya sido
demasiado.
—¿Acabas de llamarme perra? ¡Nadie me llama perra!
—Cuando creo que va a irse, toma el vaso de una chica que está cerca y procede
a arrojármelo. Pero no sólo me da en la cara, sino que también a una chica que
intentaba interponerse.
Y esa chica luce molesta. No puede medir más de metro
y medio, porque la sobrepaso notoriamente. Su largo cabello está pegado a su
cara, y el líquido gotea por entre su escote empapando su camisa oscura. No sé
qué era lo que me esperaba que hiciera, pero no era el pequeño acto de
encajarle a Maria un puñetazo en la cara.
—¡Es mi camiseta favorita! ¡La firmó M. Shadows, y tú
la arruinaste! ¡Te voy a matar! —Aquella cosita está gritándole a Maria en la
cara. Y Maria tiene aquella expresión de ciervo a punto de ser atropellado en
su rostro, sumándole a eso la sangre que gotea de su nariz rota. No creo que
nadie jamás se le haya enfrentado, y ella no sabe cómo tomarlo.
—Está bien, calmémonos un poco, alejémonos de la
princesa perra y vayamos a conseguirte algo de ropa seca. —Envuelvo mi brazo
alrededor de su cintura y descubro que ella no pesa nada. Lo cual es un cambio
con respecto a Maria, que es casi tan alta como yo y bastante voluptuosa, lo
cual no es malo, solamente diferente—. Maria, deberías ir al hospital a que te
arreglen eso. —Le sonrío con suficiencia
y le hago un gesto de despedida con la mano.
Tomo la mano de la pequeña chica y la halo a lo largo
de las escaleras para que subamos a mi habitación. Abro la puerta, la halo a
ella hacia adentro y cierro. Dejé la luz encendida hace rato y me sorprende que
aún no haya ninguna pareja haciendo sus cosas aquí. Soy un maniático del orden,
y no encuentro nada fuera de su lugar. Mi cama con su edredón azul está tendida
y mi escritorio en la esquina tiene todos los papeles en orden.
—Siéntate en la cama. Puedo encontrar algo en lo que
no quedarás nadando.
—Lo dudo, eres enorme —lo dice justo antes de
ruborizarse—. ¡Por Dios! Lo siento, no quiero que me malentiendas. —Miro hacia
atrás para verla y veo su rostro ruborizándose con un hermoso rosado. En ese momento me doy cuenta de lo hermosa
que es, con su cara en forma de corazón y sus ojos miel. Me siento atraído por
sus labios, que son únicos. El superior
es casi invisible y el inferior es más grueso, con aquella apenas perceptible
peca al lado derecho de su boca. No puedo evitar pensar en lo fácil que sería
morderla y chuparla con mis propios labios. Después de ello, limpiaría toda la
cerveza de su pálida piel con mi lengua.
Maldita sea, tengo que sacar mi cabeza de aquel sucio
lugar.
—Entonces, ¿cómo conseguiste que M. Shadows firmara tu
camiseta? —le pregunto, tratando de poner mi cabeza en su lugar. Las ocho
cervezas que tomé antes están nublando mi juicio.
—Oh, entré por detrás del escenario el año pasado
durante el Edgefest cuando estaban tocando. También tengo una foto con los
demás de la banda en mi pared en casa. —Luego, parece algo confusa—. ¿Sabes
quiénes son Avenged Sevenfold?
Me rio y señalo el póster de Nightmare que está en la
puerta del armario.
—Sí, tengo todos sus álbumes. También fui al Edgefest
el año pasado pero no fui por detrás de escena ni nada por el estilo. ¿Aunque
no pensaste que era algo enfermo? Con el solo de batería y todas las luces
destellantes y la forma en la que se veían en 3D en la multitud.
Ella sonríe y casi caigo sobre mis rodillas. Su rostro
se ilumina completamente y juro que es un ángel.
—¡Dios mío, no sabía lo de 3D, estaba tras de escena!
Eso fue algo locamente genial.
Todavía estoy algo atónito cuando ella hala la
camiseta sobre su cabeza. Tiene un top de encaje blanco debajo, el cual está
mojado y se puede ver a través de él. Mis pantalones comienzan a apretarme en
la parte de la ingle cuando logro ver el sujetador negro que está debajo.
Mientras comienza a caminar hacia mí, creo que debo estar soñando. Cuando llega
a donde estoy, me quita la camiseta que encontré de las manos y se la pone.
Había olvidado que encontré mi camiseta de fútbol juvenil. En ese entonces
tenía alrededor de 12 años, y a ella le queda perfecta. De alguna manera me
siento bien a verla usándola.
Lali
Me encanta aquella mirada posesiva de su rostro. Aún
no puedo creer que me quité la camiseta en frente de él, tuvo que ser el
alcohol, porque nunca haría algo así en mis 5 sentidos. Tal vez seis tragos de
vodka estuvieron algo de más.
Examino su rostro, y juro que lo conozco de alguna
parte, es que me es tan familiar. Su cabello castaño cortado a máquina mide
como tres centímetros desde su cuero cabelludo, y tiene los más hermosos ojos
cafés, que me recuerdan al chocolate. Tiene pómulos altos, una mandíbula fuerte
con una barba de pocos días, y una nariz perfectamente recta. Veo las líneas de
expresión alrededor de sus gruesos labios y me pregunto a qué sabrán. No he
besado muchos chicos en mi vida, pero entraría aún siendo inexperta solamente
para sentir sus labios contra los míos.
La temperatura de la habitación se eleva y desearía
sólo llevar puesto el top mientras el sudor aparece en mi frente. Tal vez es
sólo porque su cuerpo es ardiente. Quiero recorrer su amplio pecho con mis
manos y también sus brazos. Puedo ver los músculos a través de las mangas de la
camiseta y son enormes. Sacudo mi cabeza para alejar esos pensamientos, quiero
decir, estoy cuerda todo el tiempo, no me pongo caliente y húmeda sólo por un
tipo que ni si quiera conozco.
—Creo que ahora debemos cambiar tu camiseta. —Pestañeo
pensando que no pude haber sido yo quien dijo eso. Me sonríe y alza una ceja de forma
presuntuosa
—¿Con que es así, nena? ¿Vas a ayudarme?
Me da un escalofrío cuando me llama nena y me pregunto
por qué me gustó que lo hiciera.
—Hmmm, no lo creo. —Le sonrío con inocencia—. Imagino
que no estarás tan ebrio como yo.
—No, pienso que estoy más ebrio que tú y estoy
bastante seguro de que necesito tu ayuda. —Toma mi mano y la pone en el
dobladillo de su suéter. No puedo creer que él esté coqueteando conmigo, y aún
menos puedo creer que yo también le esté coqueteando. Halo la camiseta de sus abdominales, los
cuales están marcados, y luego de sus pectorales, que están muy bien definidos,
luego la halo de su cabeza para dejarla en el suelo. Y no sé si pueda culpar al
alcohol cuando comienzo a mover mis manos sobre su estómago y las subo hacia su
pecho y sigo hasta abrazar su fuerte cuello.
Él sonríe y pone sus manos en la parte posterior de
mis muslos, alzándolos para que mis piernas rodeen su cintura. Cuando sus
labios encuentran los míos, me da un escalofrío y mi piel se pone como de
gallina. Se siente lo mejor del mundo cuando su lengua juguetea con la mía y
nuestros labios se mueven en sincronía. El beso se extiende infinitamente y
apenas puedo respirar. Empieza a caminar hacia adelante y luego caigo.
Aterrizo en la cama antes de darme cuenta de que está
encima de mí. Descansa parte de su peso en sus antebrazos, que están cerca de
mi cabeza, y sus dedos acarician mi cabello.
Me pregunto por qué no está besándome, entonces veo sus intensos ojos
cafés.
—Eres muy hermosa, nena —dice finalmente y luego posa
sus labios sobre los míos.
Mis manos agarran su cuello, aferrándose al beso de mi
vida. Sus labios sueltan los míos de nuevo, para poder levantarse sobre sus
rodillas. No puedo evitar pensar cuán hermoso es, con su piel bronceada y
sonrojada. Él agarra el dobladillo de mi camiseta tirándola, así que me levanto
para que pueda halarla de mi cabeza. Tanto la camiseta como el top que llevaba
debajo caen al suelo, dejándome en sujetador y pantalones de mezclilla. Así que
voy un paso más allá y desabrocho los ganchos de la parte de atrás del sujetador
y lo boto al suelo junto a mis camisetas.
Se pasa la mano por la cara y exhala un chorro de
aire. Entonces me empuja hacia abajo y sus manos se ahuecan sobre mis pechos
desnudos. De nuevo me encuentro sin aliento cuando sus labios devoran los míos.
Después, los besos se alejan de mi boca y empiezan a bajar por mi cuello en
forma de lametones y mordiscos, y hago todo lo posible para no gemir. Cuando
llega a mi pezón derecho y lo chupa con su boca, sólo puedo gemir.
—Haz ese sonido de nuevo, nena —me dice mientras se
mueve hacia mi pezón izquierdo y lo hago. Lo suelta con un pop y hace el mismo
camino de subida a mi boca, y me besa de nuevo.
Peter
No puedo creer que esto esté pasando. Quiero decir, sé
que estoy bastante ebrio pero ésta es la chica más atractiva que alguna vez he
visto y ahora está en mi cama con el torso desnudo. Sus pechos son perfectos,
del tamaño correcto como puñados con pequeños pezones rosados. Su vientre es
plano y tiene un tatuaje asomándose bajo sus pantalones de mezclilla, y no
puedo estar seguro pero creo que dice “Sin palabras”. Supongo que simplemente
tendré que averiguarlo. Desabotono sus pantalones de mezclilla y halo la
cremallera hacia abajo. Muevo mis manos hacia su cintura y levanta su cadera para que yo pueda tirar
de ellos.
Caray, su tatuaje realmente dice sin palabras, y sus
pantaletas coinciden con el sujetador que se quitó. Lo tengo tan duro que
realmente duele, así que me muevo para quitarme los pantalones de mezclilla y
mi bóxer se va con ellos. Cuando éstos caen al piso, dejándome desnudo, vuelvo
a donde estaba con ella en la cama. Me recuesto en mi lado junto a ella y se
mueve justo cuando yo lo hago, y nuestros labios se encuentran de nuevo. Sus
manos se mueven alrededor de mi cuello y me dan escalofríos por su ligero
tacto. No puedo creer lo encendido que estoy. Nunca ha sido así con nadie más.
Muevo mi mano bajo sus pantaletas y deslizo mis dedos
hacia adentro. Ella arquea su espalda cuando introduzco uno de mis dedos dentro
de ella, y suelta un gemido en mi boca. Y en ese momento alguien golpea en la
puerta.
—Mierda, espera un minuto, nena, y me desharé de ellos
—le digo. Asiente con su rostro hermosamente sonrojado mientras me levanto para
ponerme el bóxer y abrir la puerta. Apago la luz antes de abrir ya que ella
está prácticamente desnuda. Abro la puerta y veo a Nico.
—¿Qué pasa, hombre?
—Tengo que irme, así que necesito mi chaqueta. Imaginé
que estarías echándote un polvo, pero necesito mis llaves. —Él sonríe.
—Mierda, olvidé que la habías dejado aquí. —Me giro y
la alzo de la perilla interna de la puerta—. Aquí tienes —le digo cuando se la
entrego.
—¿Quién está ahí? —me pregunta inclinando su cabeza
hacia mi habitación a oscuras—. Oh, y, ¿quién rompió la nariz de Maria?
—Ummm, ¿podemos hablar de eso luego? Estoy en medio de
algo. —Le doy una mirada que claramente dice “vete ahora mismo”. Él se aleja de
la puerta sosteniendo la chaqueta sobre su hombro.
—Lo lamento hombre, ya mismo me salgo de tu cabeza. Te
veré mañana en el juego. —Se gira y baja por las escaleras.
Sacudo mi cabeza y vuelvo a mi habitación. Cierro la
puerta y vuelvo a prender la luz para poder ver cada centímetro de ella. Ella
yace allí, con los brazos sobre su cabeza dormida. Me rio entre dientes en voz
baja para no despertarla. Apago la luz de nuevo y me meto en la cama a su lado
y la halo hacia mí. Suspira en sueños y pone sus brazos alrededor de mí. No
pasa mucho tiempo antes de me quede dormido.
CONTINUARÁ...
me encantooooooooooooo . .subi massssssss
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