sábado, 30 de mayo de 2015

Capítulo 27

PETER

S
i alguna vez menciono comprar una casa de nuevo, alguien por favor dispáreme. Noah y yo pasamos todo el sábado y el domingo vagando por Beaumont con mi excesivamente hiperreal agente de bienes raíces. Lo único que aprendí era cómo rodar los ojos como un niño de nueve años.

Sarah, Sadie o quizás Suzie (no recuerdo) nos mostró casa tras casa, ninguna de las cuales satisfizo mis necesidades. Sí, puedo ser una persona con un niño que tendrá ocasionalmente, pero eso no quiere decir que quiero una casa pequeña. Quiero dos pisos con un sótano completo y un garaje adjunto con al menos medio acre de tierra. No creo que estos requisitos sean demasiado sobre-el-límite, pero aparentemente lo eran.

Ahora Noah y yo nos sentamos fuera de esta casa de dos pisos en el mismo barrio de mis padres. Me di cuenta que era exactamente lo que estaba buscando, así que nos dirigimos a buscar un cartel de SE VENDE.

Encontramos uno.

Estamos esperando a que el agente llegue para que podamos ver el interior, pero ya sé lo que quiero. Puedo imaginar a Noah subiendo los robles gigantes que rodean la propiedad y puedo verlo lanzando el balón por ahí con sus amigos en el patio.

Este nuevo agente sale de su coche y saluda hacia nosotros. Es bajito y rechoncho, con el pelo blanco. Se ve como un malvavisco.

—Hola, soy Peter Lanzani y este es mi hijo, Noah.

—Encantado de conocerlo, soy Stu. Entremos.

Seguimos a Stu arriba de los escalones de ladrillo. El porche es amplio, con pilares blancos en necesidad desesperada de un trabajo de pintura. Stu abre la puerta, permitiéndonos a Noah y a mí entrar. Ante nosotros está la  escalera, abierta a ambos lados para que puedas ver el comedor y la sala de estar. La sala de estar tiene dos grandes ventanales, uno delante y otro atrás, dos más a los lados. La cocina es nueva, con un rincón y todos los electrodomésticos nuevos, y ventanas que dan al patio trasero. Hay un baño de buen tamaño justo al lado de la cocina. El comedor da al patio delantero con un gran ventanal y dos frente al patio lateral.

Nos dirigimos arriba a los cuatro dormitorios. El principal es grande, con un walk-in closet que conduce a un cuarto de baño con ducha y bañera de hidromasaje. Una habitación está decorada como una guardería, lo que tendría que cambiar. Las otras dos habitaciones son del mismo tamaño. Todas las habitaciones cuentan con abundante luz natural. Hay un cuarto de baño compartido arriba.

Stu está sentando en la mesa cuando bajamos.

—Vamos a revisar el sótano —digo cuando pasamos a su lado. Él sonríe y asiente hacia nosotros, y regresa a su papeleo.

Se accede al sótano a través de la cocina. Bajamos pisando las escaleras, poniendo a prueba su robustez. Hay una habitación de lavandería y un espacio muy grande.

—¿Qué piensas, papá? Estoy pensando que un hombre de las cavernas como Tío Nicolás está por allí y tu estudio ahí —señala a la pared en el lado izquierdo de la habitación.

—¿Sí? Sabes que el estudio es muy grande. Necesito un lugar para instalar el equipo.

—Creo que será lo suficientemente grande. ¿Qué te parece?

Miro a mi hijo. Está radiante de emoción.

—Me gusta. ¿Crees que te gustará vivir aquí?

—Sí, claro.

Pongo mi brazo alrededor de él y tiro de él en un medio abrazo.

—Vamos a comprarnos una casa.

Subimos por las escaleras. Stu levanta la cabeza cuando entramos.

—La tomaremos —suelta Noah antes de que tenga la oportunidad de decir algo.

—Sí, la tomaremos.

Stu comienza a hablar de la financiación y los bancos. Le digo que será una venta al contado y que quiero mudarme de inmediato. Él llama a los dueños de la casa, y les dice que el trato está sobre la mesa. Ellos aceptan de inmediato y estoy de acuerdo en aparecer mañana en su oficina para firmar los documentos.
Noah y yo caminamos por el patio después de que se vaya Stu. Se sube a uno de los árboles y corremos por el patio para ver quién es el más rápido.

Puedo haberlo dejado ganar, pero nunca lo admitiré. Salimos de la casa cuando el sol comienza a ponerse y vamos a cenar.

Cenas familiares en Deb’s son un pasatiempo en Beaumont, a menos que seas un Lanzani. La primera vez que fui allí, acababa de obtener mi licencia de conducir. Cuando mi mamá escuchó sobre ello al día siguiente, estaba horrorizada. Nosotros, los Lanzani no nos degradábamos con un lugar como Deb’s.

Lo que sea.

Me encanta Deb’s. Noah y yo tomamos un puesto y ordenamos nuestra cena de celebración. Él me pregunta cuándo seré capaz de mudar alunas cosas y le digo que ordenaremos los muebles esta semana y todo lo demás que necesitaremos. Aún no he sido capaz de llegar a una decisión sobre dejar Los Ángeles, así que hasta entonces, estaré aquí por una semana más o menos cada mes.

Estamos a mitad de camino de la cena y Noah lanzan una bomba.

—Mamá y Pablo pelean mucho.

Bajo mi servilleta, colocando los brazos sobre la mesa.

—¿Qué quieres decir? ¿Pablo la golpea?

—No, al menos nunca lo he visto hacer algo como eso, pero los  escucho discutir por la noche. Él no cree que deba pasar más que un fin de semana contigo en un tiempo, y no quiere que compres una casa aquí.

Levanto las manos, apoyando la barbilla en ellas. Noah no debería escucharlos discutir por mí. No es justo.

—Escucha, amigo. Esta es una situación difícil para todos nosotros, y honestamente realmente inesperada. Sabes que cuando vine aquí para el funeral de Nicolás nunca esperé encontrarte. Estaba sorprendido, lastimado, e incluso enojado. No sabía sobre ti y escuchar a este chico decirme que me vio besar a su mamá en un DVD, no supe qué pensar. Así que, imagina lo que pensó tu mamá cuando aparecí o cuando Pablo te escuchó llamarme papá. Hay muchas grandes emociones justo ahora y estamos tratando de encontrar la mejor manera de tratar con ellas.
»Pero no pienses que los tres no te amamos. Lo hacemos, mucho. Eres nuestra prioridad número uno. Solo se paciente con tu mamá y Pablo. Trabajarán en ello y las cosas estarán bien. —No estoy seguro de dónde vino todo eso, pero se siente bien decirlo a Noah. Él necesita entender que soy el catalizador de esas emociones entres Pablo y Lali. Al que no entiendo es a Pablo. En Acción de Gracias, prometió tratar de ser cordial por el bien de Noah y Lali. Yo no le prometí nada.

Dejo a Noah en casa y le digo que lo veré mañana después de la escuela.  Ahora mismo el acuerdo es que recogeré a Noah de la escuela, lo tendré para la cena y lo dejaré en casa una hora antes de la hora de acostarse, a menos que tenga práctica.

Conduzco hacia mi futura nueva casa y me estaciono al frente. Quiero ver a Lali corriendo afuera con Noah y conmigo. La quiero decorando flores al frente y adentro. La quiero viviendo aquí con nosotros, como una familia.

***

Es el último juego de Noah de la temporada. Estoy de pie en mi lugar de siempre con Rufina a mi lado. Ella mira a Noah como un halcón y no he averiguado si se trata de un enamoramiento o si quiere jugar fútbol. Eugenia dice no al fútbol, pero quizás en unos años cambiará de parecer.

Noah está luchando hoy. Ha lanzado dos intercepciones y ha soltado el balón. Estoy contando los segundos para el descanso, así puedo preguntarle qué está pasando. Cuando la alarma suena, me acerco a la línea lateral para saludarlo. Él se quita el casco. Su expresión infeliz me hace doler el corazón por él.

—¿Qué está pasando?

—No lo sé. Nada se siente bien. Estoy viendo todo lento.

—¿No confías en tus receptores?

—Noah, ven aquí —grita Pablo. Sé que es el entrenador, pero no es como si no supiera de lo que estoy hablando.

—Confía en tus receptores, Noah. Lanza el pase como está diseñado.
Estarán allí para atraparlo.

—Gracias, papá. Siento que no puedas venir esta noche. —Miro a Noah cuestionantemente. Él está con su equipo antes de que pueda preguntar de qué está hablando.

La segunda mitad de Noah va mucho mejor que la primera, pero aun así terminaron perdiendo. Noah parece triste y probablemente enojado consigo mismo. Arroja su casco, lo que no apruebo en absoluto. Me dirijo al banco para hablar con él sobre la deportividad.

—Recoge tu caso, Noah —demanda Pablo. Noah está parado allí, con los brazos cruzados sobre su pecho—. No sé lo que estás tratando de sacar, pero no volará. Recógelo.

—Noah, ¿qué está pasando? —pregunto, dando un paso adelante y parándome junto a Pablo. Pablo toma una respiración profunda, se vuelve y me mira.

—Este no es asunto tuyo, Lanzani. De hecho, tú eres el problema.

—¿Disculpa?

—Ya me oíste —gruñe.

Miro a los stands por Lali. Ella está de pie allí, su rostro congelado mientras entra en esta escena. Definitivamente algo está pasando allí de lo que no estoy al tanto.

—Coge tus cosas, Noah. Vamos a llegar tarde. —Noah mira a Pablo, sin moverse. Él me mira con lágrimas en los ojos. Me acerco a él y lo jalo a un lado.

—Noah, ¿cuál es el problema? —pregunto, inclinándome a su nivel.

—Hay una fiesta de equipo y Pablo dijo que no puedes venir. —Miro por encima de mi hombro a Pablo, quien está en una acalorada conversación con Lali. Hace la mierda difícil cuando podría ser tan fácil.

—Está todo bien, amigo. Podemos salir mañana.

—No, quiero que estés allí, y ya que es para los niños, debería elegir. —
Mi hijo, el lógico, ¿quién lo sabría?

—Te diré algo. Ve a la fiesta y llámame cuando termines, entonces iré por ti y podemos pasar la noche, ¿de acuerdo?

—Mamá dirá que no.

—Déjame tu mamá a mí —digo. Él se inclina hacia adelante y me da un abrazo—. Por cierto, si alguna vez te veo lanzar tu caso de nuevo, lo lamentarás. ¿Soy claro?

—Sí, señor.

—Ve a recogerlo.

Espero un momento antes de interrumpir a Lali y Pablo. Odio lo que estoy a punto de hacer, pero Pablo no me da otra opción.

—Así que, Noah va a llamarme cuando la fiesta termine, voy a recogerlo y llevarlo de vuelta donde Eugenia para pasar la noche.

Pablo comienza a reírse.

—¿Quién lo dice? ¿Tú?

—Pablo…

—No, Lali. Establece algunos malditos límites con él. Lo dejas pasar sobre ti, y Noah jugó como la mierda esta noche porque está enojado conmigo.

—Oye, no culpes a Noah. No es su culpa.

—Quédate fuera de esto, Lanzani.

—Sabes, Pablo, pensé que estábamos bien, pero supongo que no. De cualquier manera, tú no importas en esta ecuación. —Odio decir estas cosas porque me prometí a mí mismo que trataría a Pablo como un padre. Miro a Lali; ella parece avergonzada. Debería estarlo—. Recogeré a Noah cuando llame. Si no te va bien, dime ahora para que pueda hacer que mi abogado te envíe un acuerdo de custodia por fax.

La dejo con las palabras que nunca quise decir, pero no está dándome ninguna opción aquí. He aceptado cada demanda suya, y ella permite que Pablo pelee conmigo por pasar tiempo con mi hijo.


No más.

CONTINUARÁ...

6 comentarios: