miércoles, 6 de mayo de 2015

Capítulo 15

PETER

N
o quería decírselo así porque sabía que no sería capaz de manejar la imagen que tenía frente a mí. Sus ojos caen, retrocede y su pecho comienza un sube y baja mientras trata de recuperar el aliento. Se me parte el corazón al verlo, es peor que la noche que rompí con ella. Esa noche tomé el camino cobarde.

***
—Me alegro que estés aquí, debes estar cansado. —Su mano encuentra la mía y trata de llevarme dentro de su dormitorio pero no me muevo—. ¿No quieres entrar?

Quiero, pero no puedo. Si entro nunca la dejaré y nada cambiará. Mi vida será el mismo patrón una y otra vez, y si no cambio me volveré loco.

Sacudo la cabeza ligeramente, pero es suficiente para llamar su atención.

—¿Algo está mal, Peter?

Mi garganta comienza a cerrarse, mi corazón… se siente como si estuviera a punto de salirse repentinamente de mi pecho. Sé que estoy haciendo lo correcto, pero, ¿por qué se siente tan mal?

—He salido de la escuela.

La primera mirada de lo que está a punto de convertirse en enojo se propaga por su rostro. Me desvié del plan. El plan de todo americano donde me convierto en un jugador de fútbol de la NFL5 y vivimos en un barrio tranquilo donde criamos a nuestros dos hijos, un niño y una niña, y ella va a mis partidos y nunca se pierde uno porque es mi porrista personal.

—Bien, ¿por qué?

—Yo… um… no puedo…

—¿No puedes qué? Estás asustándome, bebé. Entra y hablaremos. Llamaremos a tu entrenador y lo solucionaremos.

Siento una sensación de alivio cuando dice que vamos a llamar a mi entrenador. Esto es exactamente lo que no quiero y sé que he tomado la decisión correcta. No quiero jugar al fútbol nunca más.
—No puedo estar contigo nunca más, Mariana. —No puedo mirarla cuando digo esas palabras. Me doy la vuelta y me alejo, ignorando su voz mientras grita mi nombre. Corro pasillo abajo, zigzagueando entre la gente que acaba de presenciar cómo rompimos mi chica y yo.

***

Quiero dar un paso adelante, envolverla en mis brazos y decirle que esa noche cometí el error más grande de mi vida cuando la dejé aquí. Debería haberla tomado, empacado sus maletas y llevado conmigo. Los dos días de viaje a Los Ángeles hubieran sido mucho mejor con ella acurrucada en mis brazos por la noche mientras dormíamos en la cama de la camioneta. Mi desayuno de Doritos y Coca-Cola hubiera sido el mejor que he tenido nunca porque hubiera estado conmigo.

Pero en lugar de eso, pasé dos días conduciendo con lágrimas surcando mi rostro porque le hice la cosa más horrible que jamás había hecho. Rompí mi propio corazón cuando le dije que me iba.

—La…

Levantó su mano y paré de hablar. Cuando levanta la mirada, es esa noche de nuevo. Su maquillaje estaba corriéndose por su cara, negro y pesado, dejando un camino de dolor arruinando su belleza.

—¿Qué pudo ser tan importante para que simplemente me abandonaras?

Suspiro, no estoy seguro de cómo explicar a Betty y el día que cambió mi vida.

—Ya te lo dije, necesitaba algo diferente.

—¿No era yo?

—No. —Sacudo la cabeza para enfatizar mi punto—. No eras tú. Nunca has sido tú. Me odio a mí mismo por no llevarte conmigo. Debería habértelo pedido, pero no creí que vinieras y no quería que me dijeras que no.

—Así que, ¿simplemente rompiste mi corazón y me dejaste para criar un bebé por mi cuenta?

—Dios. Maldita sea, La. Si hubiera sabido del bebé me hubiera quedado y pensado en algo. Me hubiera casado contigo y vuelto a la escuela.

—¿Pero hubieras sido feliz?

No puedo contestarle y lo sabe. Mi silencio es suficiente.

Toma una respiración profunda y asiente.

—Así que te fuiste a California y te convertiste en un gran músico. ¿Sabes qué es lo gracioso? No pensé que te gustara mucho la guitarra. Sé que la tocabas mientras me cantabas, pero siempre pensé que estabas bromeando. Ese tipo de cosas me hacen una novia de mierda.

—¿No pensabas que era bueno?

Sacudió la cabeza.

—No, no es eso. Solo pensaba que era una broma para ti, algo que hacías para irritar a tu padre.

—Siempre he tocado. Me calma y me ayuda a expresar lo que estoy sintiendo. Cuando dejé la universidad, toqué más y más. Fui a una noche de micrófono abierto del campus y toqué. Lo amé, amé cada segundo de ello y decidí decírtelo, pero no escuchabas. Solo querías hablar sobre fútbol, y tus clases, y lo que estaba haciendo Nicolás y Eugenia. No me escuchaste cuando traté de decirte que mi cabeza iba a explotar y que me despertaba cada noche con el corazón acelerado porque estaba tan malditamente solo y odiaba la escuela. Mis tres mejores amigos estaban en universidades diferentes y estaba a estados de distancia con nadie.

Lali se apoya contra el mostrador, mirándome. Era la primera vez que en realidad me miraba y no tenía el ceño fruncido. Su cara surcada por las lágrimas es bella. Quiero secarlas. Tomar los últimos diez años y borrarlos.

Quiero empezar de nuevo.

»Mira, solamente vine aquí a hablar de Noah, pero nos hemos desviado un poco del camino y no me gusta verte llorar.

—¿Lo haces? —Mira hacia arriba como si se tratara de una broma para mí.

No puedo evitar sonreír ante lo inocente que se ve.

—El hecho de que esa noche me fuera no significa que las cosas cambiaran para mí.

La sorpresa da vueltas por su cara. Me mira, probablemente preguntándose si le estoy diciendo la verdad. Lo hago, pero eso es lo más cerca que voy a llegar de admitirlo.

—Tengo un concierto en Agustín, así que mejor me voy. Te veré más tarde, La. —Dudo antes de alejarme. Daría cualquier cosa por sentir sus brazos a mí alrededor, por oírla decir que me patearía el trasero una vez más. Porque sus labios toquen los míos, aunque sea solo por un momento. Sería suficiente para durar otros diez años.

***

El aparcamiento está lleno cuando llego a Agustín. Nos encontramos anoche en la tienda y me pidió que le hiciera un favor. Realmente no le podía decir que no, ya que solía comprarnos cerveza. Además, ¿qué tiene de malo pasar un poco de tiempo en un concierto de bar entre amigos?

Con la guitarra atada a mi espalda, abro la puerta.

La multitud es pequeña y perfecta. Agustín me ve y se acerca para encerrarme en sus largos brazos.

—Muchas gracias, Peter. —Me da una palmadita en la espalda. Su sonrisa agradecida.

—Cualquier cosa por ti, pero, uh, ¿no lo has anunciado?

—Sí, lo he hecho —dice rascándose la cabeza—. Pero todo el mundo pensaba que estaba tomándoles el pelo.

Empiezo a reír. Esa es la cosa más divertida que he escuchado en mucho tiempo.

—Está bien. Vamos a pasar un buen rato.

Sigo a Agustín al bar y disfrutamos algunas cervezas legales por primera vez. La gente se amontona alrededor, ignorándome y eso me gusta. Unos pocos se detienen a saludar, pero están hablando con Peter Lanzani, no Page.

Agustín me dice que está casado y que ahora está domesticado. Me parece difícil de creer, pero lo felicito. Me invita a cenar y me doy cuenta que mi tiempo aquí casi ha terminado. Le digo que tal vez en otro momento porque tengo que regresar el lunes. Pone cara pensativa, pero me dice que entiende que soy un músico de lo grande y todo eso.

Desearía entender.

Finalmente voy al pequeño escenario. Yo, mi guitarra, un taburete y una botella de cerveza. No hay luces brillando en mi rostro. No hay chicas gritonas tirándome su ropa interior. Mi banda no está detrás quejándose del sonido, y cuando miro a la izquierda del escenario, no hay nadie de pie esperando que dé un espectáculo perfecto.

Soy solo yo en un bar con un centenar de personas, más o menos.

Agustín baja las luces y veo unas cuantas cámaras salir. El flash me ciega, pero estoy acostumbrado a ello.

—Así que, soy Peter Page. —La multitud estaba en silencio hasta que hablé. Algunos de los clientes me llaman tío, otros silban y eso me recuerda por qué me subo al escenario noche tras noche. Amo este sentimiento. Amo el momento en que mi dedo rasga la guitarra para el primer acorde que escribí y la multitud se vuelve loca. Me encanta salir y ver a la gente cantando mis canciones como si fueran las suyas propias.

Mientras toco, la gente se empareja y baila. Esta es la primera vez en años que he hecho un solo en un bar y recuerdo por qué me gustaba tanto.

Los fans están involucrados, son parte del espectáculo. Cuanto más largo es mi concierto, más aparecen. Agustín está haciendo un gran negocio esta noche y se mantiene suministrándome una cantidad constante de cerveza a pesar que está llevándose botellas medio vacías.

Alguna chica grita que me ama, le digo “gracias”. Incluso con algo tan inocente como eso, nunca he dicho o diré a los fans que los amo. Solo he amado a una persona en mi vida y esas palabras están reservadas para mi chica y ahora para mi hijo.

Sentado aquí me doy cuenta que quiero ser un padre para Noah.

Quiero que me vea así y sepa que hay más en la vida que el fútbol. Él puede ser un artista, un músico o incluso vivir debajo de un puente y yo todavía apoyaría su decisión, si me lo permitiera.

Cuando levanto la vista, Agustín está abrazando a alguien, y junto a ellos se encuentra la pelirroja que vi con Lali el otro día en su tienda. Cuando Agustín retrocede, veo que es Lali a la que está abrazando. Ella se queda en la parte de atrás, apenas puedo distinguirla en la oscuridad, pero puedo sentirla. Ella vive en mi piel.

—Acabo de escribir esta canción chicos, así que son los primeros en oírla. Me disculpo si es un poco ruda.

Busco, esperando ver su rostro. Canto el primer verso en su dirección, mis ojos fijos en el último lugar en que la vi. Mi segundo verso me desgarra, abriendo tantas heridas.


Los brazos de una extraña,

un ardiente beso,

tratando de llenar el vacío,

de la única que extraño.




Susurros de perfume,

pestañas y encaje,

pero solo puedo oír tu voz,

estoy tan fuera de lugar.




Todos estos calmantes,

eso es todo lo que son.

Calmantes.



Acabo la última frase incapaz de mirar a la parte posterior de la habitación para comprobar si todavía sigue allí. Esta canción era para ella, una forma de decirle lo que soy sin ella sin tener que decirle las palabras.


CONTINUARÁ... Más tarde si puedo subo otro!

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