martes, 20 de enero de 2015

Capítulo 1

CAPÍTULO 1

COARTADA

LALI
Podía sentirlo venir: un creciente y persistente malestar deslizándose bajo mi piel. Cuanto más intentaba ignorarlo, más insoportable se hacía: una picazón que necesitaba ser rascada, un grito saliendo a la superficie. Mi padre decía que la necesidad urgente de huir cuando las cosas estaban a punto de salir mal era como un tic, un mecanismo de defensa inherente a los Espósito. Lo sentí momentos antes del incendio, y lo estaba sintiendo ahora.

Sentada en la habitación de Peter, justo horas antes del incendio, mi corazón se aceleró y mis músculos se contrajeron. Mi instinto me llevó a la puerta.

Me decía que me fuera; que me alejara, a cualquier lugar menos este. Pero por primera vez en mi vida, no quería irme sola. Apenas podía concentrarme en esa voz que amaba tanto describiendo lo asustado que estaba de perderme, y cuán cerca estaba de escapar cuando corrió en la dirección opuesta, hacia mí. Tantas personas murieron, algunos eran extraños del Estado pero algunos eran personas que había visto en la cafetería, en clase y en otras peleas.
De alguna manera sobrevivimos y estábamos sentados a solas en su apartamento, tratando de procesarlo todo. Sintiéndonos asustados, sintiéndonos culpables… sobre los que murieron, y que nosotros habíamos vivido. Mis pulmones se sentían como si estuvieran llenos de telarañas y llamas, y no podía quitar el olor rancio de piel chamuscada de mi nariz. Era insoportable, a pesar de que había tomado una ducha, aún seguía allí, mezclado con la esencia de menta y lavanda del jabón que usé para frotarlo. Los sonidos eran igual de inolvidables. Las sirenas, el llanto, las charlas de preocupación y pánico, y los gritos de las personas
llegando a la escena para descubrir que un amigo seguía dentro. Todos se veían iguales, cubiertos de hollín, con expresiones idénticas de desconcierto y desesperación. Era una pesadilla.

A pesar de mi lucha por concentrarme, lo único que escuché decir fue—: De la única cosa de la que estoy asustado es de una vida sin ti, Pigeon.

Habíamos sido muy afortunados. Incluso en una esquina oscura en Las Vegas, ser atacados por los matones de Benny, de alguna manera aún teníamos la ventaja. Peter era invencible. Pero ser una parte del Círculo, y ayudar a organizar una pelea bajo condiciones inseguras que resultaban en muertes de innumerables estudiantes… esa era una pelea que ni siquiera Peter Lanzani podía ganar.

Nuestra relación había soportado tantas cosas, pero Peter estaba en peligro real de ir a prisión. Incluso aunque no lo sabía aún, era el obstáculo que podía separarnos.

El único obstáculo sobre el que no teníamos control.
—Entonces, no tienes nada de qué estar asustado —dije—. Estaremos juntos para siempre.

Suspiró, y luego presionó sus labios contra mi cabello. No creía que fuera posible sentir tanto por una persona. Él me había protegido. Era mi turno de
protegerlo.

—Esto es —dijo.

—¿Qué?

—Supe en el momento en que te conocí que había algo en ti que yo necesitaba. Resulta que no era algo sobre ti. Eras sólo tú.

Mis entrañas se derritieron. Lo amaba. Lo amaba, y tenía que hacer lo que fuera para mantenerlo a salvo. Lo que fuera, sin importar cuán loco fuese. Todo lo que tenía que hacer era convencerlo de ello.

Me incliné contra él, presionando mi mejilla contra su pecho. —Somos nosotros, Pit. Nada tiene sentido a menos que estemos juntos. ¿No has notado eso?

—¿Notarlo? ¡Te lo he estado diciendo eso todo el año! Es oficial. Bimbos, peleas, rompimientos, Pablo, Las Vegas… incluso incendios… nuestra relación puede soportar cualquier cosa.

—¿Las Vegas? —pregunté.

En ese momento, el plan más loco se formó en mi mente, pero la idea tenía sentido mientras miraba sus cálidos ojos marrones. Esos ojos hacían que todo
tuviera sentido. Su rostro y su cuello aún estaban cubiertos de hollín mezclado con sudor, un recordatorio de lo cerca que habíamos estado de perderlo todo.

Mi mente estaba acelerada. Sólo necesitaríamos algunas cosas necesarias y podríamos salir por la puerta en cinco minutos. Podíamos comprar ropa allí.

Cuanto más pronto nos fuéramos mejor. Nadie creería que dos personas subirían en un avión justo después de una enorme tragedia. No tenía sentido, lo que era exactamente el por qué teníamos que hacerlo.

Tenía que llevar a Peter lo suficientemente lejos, por una razón específica.

Algo creíble, incluso si era una locura. Afortunadamente, la locura no está tan lejos de un salto para Peter y yo, y era posible que los investigadores se enteraran por las decenas de testigos que vieron a Peter peleando en el sótano de Keaton Hall esa noche, pero tendrían pruebas de que estuvimos en Las Vegas horas después casándonos. Era absolutamente una locura, pero no sabía que más hacer. No tenía tiempo para inventar un plan mejor. Ya deberíamos habernos ido.

Peter estaba mirándome, expectante, esperando a aceptar incondicionalmente lo que fuera que saliera de mi boca. Maldita sea, no podía perderlo ahora, no después de todo con lo que habíamos luchado para llegar a este momento. Según los estándares de cualquiera, éramos demasiado jóvenes para casarnos, demasiado impredecible. ¿Cuántas veces nos habíamos lastimado el uno al otro a lo largo del camino, gritado el uno al otro un minuto e ido a la cama al siguiente? Pero acabamos de ver lo frágil que era la vida. ¿Quién sabía cuándo vendría el final y arrastraría a uno de nosotros lejos? Lo miré, resuelta. Él era mío, y yo suya. Si sabía algo, era que sólo esas dos cosas importaban.

Frunció el ceño. —¿Si?

—¿Has pensado en volver?

Sus cejas se alzaron. —No creo que sea una buena idea para mí.

Semanas atrás, había roto su corazón. La imagen de Peter persiguiendo el auto de Eugenia cuando se dio cuenta de que se había terminado aún estaba fresca en mi mente. Iba a pelear para Benny en Las Vegas, y yo no volvería allí. Ni siquiera por él. Peter había pasado un infierno mientras habíamos estado separados. Me había rogado de rodillas, y estaba tan concentrada en nunca volver a mi vida en Nevada, que me había alejado. Sería una completa idiota si le pedía que volviera. Medio esperaba que me dijera que me largara de aquí por siquiera mencionarlo, pero este era el único plan que tenía, y estaba desesperada.

—¿Y qué si fuéramos sólo por una noche? —Una noche era todo lo que necesitaba. Sólo necesitábamos estar en algún otro lugar.

Miró alrededor de su habitación, buscando en la oscuridad por lo que él creía era lo que yo quería escuchar. No quería ser esa chica, la que no era comunicativa y causaba un enorme y estúpido malentendido. Pero no podía decirle a Peter la verdad sobre lo que acababa de proponerle. Nunca estaría de acuerdo en ir.
—¿Una noche? —Claramente no tenía idea de cómo responder.

Probablemente pensaba que era una prueba, pero lo único que quería era que dijera que sí.

—Cásate conmigo —solté.

Su boca se abrió, formando un grito silencioso. Esperé miles de vidas hasta que sus labios se curvaron hacia arriba, y selló su boca con la mía. Su beso gritaba mil emociones diferentes. Mi cerebro se sentía hinchado con pensamientos beligerantes de alivio y pánico. Esto iba a funcionar. Nos casaríamos, Peter tendría una coartada, y todo estaría bien.

Oh, demonios.

Maldición. Mierda. Joder.

Me iba a casar.


PETER
Lali Espósito era famosa por una cosa: no tenía algo que la delatara. Podría cometer un crimen y sonreír como si fuera cualquier otro día, mentir sin un tic en su ojo. Sólo una persona en el mundo tenía alguna posibilidad de aprender lo que la delataba, y esa persona tenía que averiguarlo si quería tener alguna oportunidad con ella.

Yo.
 
Lali había perdido su niñez, y yo había perdido a mi mamá, así que para dos personas que lucharon por llegar a la misma página, éramos la misma historia. Eso me daba una ventaja, y después de hacer de este mi objetivo durante los últimos meses, había llegado a una respuesta: Lo que delataba a Lali es no tener algo que la delate. Podría no tener sentido para la mayoría de las personas, pero tenía mucho sentido para mí. Era la ausencia de algo que la delatara lo que la delataba. La paz en sus ojos, la suavidad de su sonrisa, la relajación de sus hombros me alertaban de que algo andaba mal.

Si no la conociera mejor, podría haber pensado que este era nuestro final feliz, pero ella tramaba algo. Sentados en la terminal, esperando abordar un avión hacia Las Vegas, con Lali acurrucada en la curva de mi cuerpo, sabía que era fácil tratar de ignorarlo. Seguía levantando su mano, mirando al anillo que le había comprado, y suspirando. La mujer de mediana edad frente a nosotros estaba mirando a mi nueva prometida y sonreía, probablemente fantaseando sobre el tiempo cuando tenía toda la vida por delante. Ella no sabía lo que esos suspiros significaban, pero yo tenía una idea.

Era difícil ser feliz sobre lo que estábamos a punto de hacer con la nube de tantas muertes colgando sobre nuestras cabezas. No, en serio, estaba literalmente sobre nuestras cabezas. Una televisión en la pared presentaba la noticia local. Las imágenes del fuego y las últimas actualizaciones se desplazaban por la pantalla. Entrevistaron a Josh Farney. Estaba cubierto de hollín y se veía horrible, pero me sentí agradecido de ver que lo había logrado. Él estaba bastante borracho cuando lo vi antes de la pelea. La mayoría de la gente que venía al Círculo estaba borracha o comenzaban a beber mientras esperaban que yo y mi oponente intercambiáramos golpes. Cuando las llamas comenzaron a arrastrarse a través de la habitación, la adrenalina bombeaba por las venas de todos —suficiente para poner sobrio incluso al más intoxicado.

Desearía que no hubiera pasado. Habíamos perdido a tantos, y esto no era exactamente algo que querías que siguiera a tu boda. Por experiencia, sabía que el
recuerdo de una tragedia podría estar fuera de lugar. Unir esta fecha a algo que celebraríamos año tras año lo mantendría al frente y centrado en nuestras mentes. Maldición, aún seguían sacando cuerpos, y yo estaba actuando como si esto fuera una molestia. Habían padres allí que no tenían idea de que nunca verían a sus hijos de nuevo.

Ese pensamiento egoísta llevaba a la culpa, y esa culpa llevaba a una mentira. Era un milagro que estuviéramos casándonos justo ahora, de todos modos. Pero no quería que Lali pensara que estaba cualquier cosa menos jodidamente emocionado sobre casarme. Conociéndola, lo malentendería y cambiaría de opinión. Así que me concentré en ella, y en lo que estábamos a punto de hacer. Quería ser un novio normal tan-emocionado-que-podría-vomitar, y ella no se merecía nada menos. No sería la primera vez que habría pretendido que no me importaba algo que no podía sacar de mi mente. La prueba viviente estaba acurrucada junto a mí.

En la pantalla de la televisión, la presentadora de pie fuera de Keaton Hall sostenía el micrófono con ambas manos, una línea de expresión entre sus cejas. —…lo que las familias de las víctimas se preguntan: ¿quién es el culpable? De vuelta contigo, Kent.

De pronto la náusea se volvió real. Tantos habían muerto, por supuesto que iban a retener a alguien responsable. ¿Era la culpa de Adam? ¿Iría a la prisión? ¿Iría yo? Abracé a Lali contra mí y besé su pelo. Una mujer detrás de un escritorio tomó un micrófono y comenzó a hablar, y mi rodilla empezó a rebotar incontrolablemente.

Si no fuéramos a abordar pronto, podría tomar a Lali y correr hacia Las Vegas. Sentía como si pudiera llegar allí antes que el avión. La agente de la aerolínea nos instruyó acerca de abordar el vuelo, su voz subiendo y bajando con el guión del anuncio que probablemente había leído un millón de veces. Sonaba como la maestra en esas caricaturas de Charlie Brown: aburrida, monótona e imposible de entender.

La única cosa que tenía sentido eran los pensamientos que se repetían en mi cabeza: Estaba a punto de convertirme en el esposo de la segunda mujer a la que había amado.

Ya casi era hora. Maldición. ¡Mierda, sí! ¡Joder, sí!


¡Me iba a casar!


CONTINUARÁ...

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