jueves, 1 de enero de 2015

Capítulo 20

20
A VECES SE GANA, A VECES SE PIERDE



Lali apenas habló mientras empacábamos, aún menos en el camino hacia el aeropuerto. Ella miró al vacío la mayor parte del tiempo a menos que uno de nosotros le hiciera una pregunta. No estaba seguro de si se estaba ahogando en la desesperación, o simplemente se concentraba en el desafío que se avecinaba.

Registrándonos en el hotel, Eugenia hizo toda los tramites, mostrando su identificación falsa, como si lo hubiera hecho mil veces antes.

Se me ocurrió, entonces, que probablemente lo había hecho antes. Las Vegas era donde habían adquirido dichas identificaciones impecables, y el por qué Eugenia nunca parecía preocuparse por lo que podría manejar Lali. Habían visto todo antes, en las entrañas de la ciudad del pecado.

Nicolás era un turista inconfundible, con la cabeza hacia atrás, sorprendido frente al techo ostentoso. Sacamos nuestro equipaje en el ascensor, y puse a Lali a mi lado.

—¿Estás bien? —pregunté, poniendo mis labios en su sien.

—No quiero estar aquí —se ahogó.

Las puertas se abrieron, revelando el intrincado dibujo de la alfombra que alineaba el pasillo. Nicolás y Eugenia fueron por un lado, Lali y yo por el otro.

Nuestra habitación estaba al final del pasillo. Lali metió la llave electrónica en la ranura, y luego abrió la puerta. La habitación era enorme, empequeñeciendo la cama extra-grande en el centro de la habitación.

Dejé la maleta contra la pared, presionando todos los interruptores hasta que la cortina gruesa se separó para revelar el tránsito, luces intermitentes y el tráfico de La Franja de las Vegas. Otro botón apartó un segundo conjunto de cortinas transparentes.
Lali no prestó atención a la ventana. Ni siquiera se molestó en levantar la mirada. El brillo y el oro habían perdido su lustre por sus años anteriores.

Puse nuestro equipaje en el suelo y miré alrededor de la habitación. —Esto es lindo, ¿verdad?

Lali me miró. —¿Qué? —Abrió su maleta en un solo movimiento, y sacudió la cabeza—. Esto no son vacaciones, Peter. No deberías estar aquí.

En dos pasos, estuve detrás de ella, envolviendo mis brazos alrededor de su cintura. Ella era diferente aquí, pero yo no lo era. Todavía podía ser alguien con quién podía contar, alguien que pudiera protegerla de los fantasmas de su pasado.

—Voy donde tu vayas —le dije al oído.

Apoyó la cabeza en mi pecho y suspiró. —Tengo que llegar al primer piso.  Puedes quedarte aquí o echar un vistazo a La Franja. Te veré más tarde, ¿de acuerdo?

—Voy contigo.

Se volvió hacia mí. —No te quiero allí, Pit.

No esperaba eso de ella, sobre todo, no el tono frío de su voz.

Lali tocó mi brazo. —Si voy a ganar catorce mil dólares en un fin de semana, tengo que concentrarme. No me gusta quién voy a ser mientras estoy en esas mesas, y no quiero que lo veas, ¿de acuerdo?

Le aparté el pelo de sus ojos, y luego besé su mejilla. —Está bien, Pidge. —No podía fingir que entendía lo que quería decir, pero la respetaría.

Eugenia llamó a la puerta y luego pasó usando el mismo modelo descubierto que lució en la fiesta de citas. Sus tacones eran desorbitados, y se había puesto dos capas extra de maquillaje. Parecía diez años mayor.

Saludé a Eugenia, y luego agarré la llave electrónica adicional de la mesa.

Eugenia ya estaba concentrando a Lali para su noche, me recordaba a un entrenador que ofrece una charla motivadora a su boxeador antes de una gran pelea de boxeo.

Nicolás estaba de pie en el pasillo, mirando a tres bandejas de comida a medio-comer en el suelo dejado allí por los huéspedes en el pasillo.

—¿Qué es lo que quieres hacer primero? —pregunté.

—Definitivamente no me estoy casando contigo.

—Estás jodidamente hilarante. Vamos abajo.

La puerta del ascensor se abrió, y el hotel cobró vida. Era como si los pasillos fueran las venas, y la gente fuera su sangre. Grupos de mujeres vestidas como estrellas porno, familias, extranjeros, las ocasionales despedidas de solteros, y los empleados del hotel se sucedían en el caos organizado.

Tomó un tiempo conseguir ir más allá de las tiendas que se alineaban en las salidas y llegar a la avenida, pero salimos a la calle y caminamos hasta que vimos una multitud reunida frente a uno de los casinos. Las fuentes estaban encendidas, la interpretación de alguna canción patriótica. Nicolás estaba hipnotizado, al parecer incapaz de moverse mientras observaba la danza del agua y rocío.

Debimos haber alcanzado los últimos dos minutos, porque las luces se apagaron pronto, el agua se apagó, y la multitud se dispersó inmediatamente.

—¿Qué fue eso? —pregunté.
 
Nicolás seguía mirando a la fuente ya calmada. —No lo sé, pero fue genial.

Las calles estaban llenas de Elvis, Michael Jackson, bailarinas y personajes de dibujos animados, todos fácilmente disponibles para tomar una foto por un precio. En un momento dado, no dejaba de oír un ruido de aleteo, y luego identifiqué de dónde venía. Los hombres estaban de pie en la acera, cortando una pila de cartas en sus manos. Le entregaron una a Nicolás. Era una foto de una mujer con unos pechos ridículamente grandes en una pose seductora. Ofrecían prostitutas y clubes de striptease. Nicolás tiró la tarjeta al suelo. La acera estaba cubierta de ellas.

Una chica pasó por delante, mirándome con una sonrisa ebria. Llevaba sus tacones en sus manos. Mientras deambulaba por ahí, me di cuenta de sus pies ennegrecidos. El suelo estaba sucio, los cimientos para la ostentación y la sofisticación arriba.

—Estamos salvados —dijo Nicolás, acercándose a un vendedor ambulante vendiendo Red Bull y cualquier licor que puedas imaginar. Nicolás ordenó dos con vodka, y sonrió cuando tomó su primer trago—. Puede que nunca me quiera ir.

Miré la hora en mi teléfono celular. —Ha pasado una hora. Regresemos.

—¿Te acuerdas de dónde vinimos? Porque yo no.

—Sí. Por este camino.

Volvimos sobre nuestros pasos. Me alegré cuando finalmente terminamos en nuestro hotel, porque en verdad no estaba muy seguro de cómo volver, tampoco. La Franja no era difícil de navegar, pero había un montón de distracciones en el camino, y definitivamente Nicolás estaba en el modo de vacaciones.

Busqué en las mesas de póker a Lali, sabiendo que es donde ella estaría.

Alcancé a ver su pelo caramelo, se sentó bien erguida y con confianza en una mesa llena de viejos y Eugenia, las chicas eran un gran contraste del resto de los acampados en la zona de póker.

Nicolás me hizo señas a una mesa de blackjack, y jugamos un rato para pasar el tiempo.

Media hora más tarde, Nicolás empujó mi brazo. Lali estaba de pie, hablando con un hombre con la piel de oliva y el pelo oscuro, con un traje y corbata. La tenía por el brazo, e inmediatamente me levanté.
Nicolás agarró mi camisa. —Espera, Peter. Él trabaja aquí. Sólo dale un minuto. Puedes hacer que nos echen si no mantienes tu cabeza.

Los miré. Estaba sonriendo, pero Lali era todo negocio. Él luego reconoció a Eugenia.

—Lo conocen —dije, tratando de leer sus labios para entender la conversación distante. Lo único que pude entender fue algo de sal a cenar conmigo del tipo en el traje, y Lali diciendo estoy aquí con alguien.

Nicolás no me podía contener en este tiempo, pero se detuvo a unos metros de distancia cuando vi al del traje besar la mejilla de Lali.

—Fue bueno verte de nuevo. Nos vemos mañana... a las cinco ¿de acuerdo? Estaré en el piso ocho —dijo.

Mi estómago se hundió, y mi cara se sentía como si estuviera en llamas.

Eugenia tiró del brazo de Lali, notando mi presencia.

—¿Quién era ese? —pregunté.

Lali asintió hacia el tipo del traje. —Ese es Agustín Sierra. Lo conozco desde hace mucho tiempo.

—¿Desde hace cuánto?

Miró a la silla vacía en la mesa de póker. —Peter, no tengo tiempo para esto.

—Supongo que él tiró la idea del ministro joven —dijo Eugenia, enviando una sonrisa coqueta en la dirección de Agustín.

—¿Ese es tu ex-novio? —pregunté, al instante enojado—. ¿Pensé que dijiste que era de Kansas?

Lali dio una mirada impaciente a Eugenia, y a continuación tomó mi barbilla en su mano. —Sabe que no soy lo suficientemente mayor como para estar aquí, Pit. Me dio hasta la medianoche. Te explicaré todo más tarde, pero por ahora tengo que volver al juego, ¿de acuerdo?
Tenía mis dientes apretados, y cerré los ojos. Mi novia había accedido a salir con su ex novio. Todo dentro de mí quería hacer un berrinche típico de Lanzani, pero Lali necesitaba al hombre por el momento. Actuando en contra de mis instintos, decidí dejarlo pasar, y me incliné para besarla. —Muy bien. Te veré a la medianoche. Buena suerte.

Me volví, empujando mi paso entre la multitud, oí que la voz de Lali aumentó al menos dos octavas. —¿Caballeros?

Me recordó a esas chicas que hablan como niñas cuando trataban de llamar mi atención, con la esperanza de llegar a ser tan inocentes.

—No entiendo por qué tenía que hacer algún trato con ese tipo Agustín —gruñí.

—Así podía quedarse, ¿supongo? —preguntó Nicolás, mirando hacia el techo de nuevo.

—Hay otros casinos. Sólo podemos ir a otro.

—Conoce a la gente de aquí, Peter. Probablemente llegó aquí porque sabía que si quedaba atrapada, no la iban a acusar a la policía. Tiene una identificación falsa, pero apuesto a que no tomaría mucho tiempo para la seguridad reconocerla. Estos casinos pagan precios altos a las personas que señalan a los estafadores, ¿verdad?

—Supongo —dije, frunciendo el ceño.

Nos reunimos con Lali y Eugenia en la mesa, mirando como Eugenia reunía las ganancias de Lali.

Lali miró su reloj. —Necesito más tiempo.

—¿Quieres probar las mesas de blackjack?

—No puedo perder dinero, Pit.

Sonreí. —No puedes perder, Pidge.

Eugenia negó con la cabeza. —El blackjack no es su juego.

—Gané un poco —dije, cavando en mis bolsillos—. Tengo seiscientos. Los puedes tener.

Nicolás entregó a Lali sus fichas. —Sólo tengo trescientos. Son tuyos.

Lali suspiró. —Gracias chicos, pero todavía tengo que ganar cinco mil dólares. —Miró su reloj otra vez y luego levantó la vista para ver a Agustín acercándose.

—¿Cómo lo hiciste? —preguntó, sonriendo.

—Me faltan cinco mil, Agus. Necesito más tiempo.

—He hecho todo lo que puedo, Lali.

—Gracias por dejar que me quede.

Agustín ofreció una sonrisa incómoda. Era evidente que estaba tan asustado de estas personas como Lali. —¿Tal vez pueda hacer que mi padre hable con Benny por ti?

—Es el lío de Carlos. Le voy a pedir una extensión.

Agustín negó con la cabeza. —Sabes que eso no va a pasar, Cookie, no importa con cuánto llegues. Si es menos de lo que debe, Benny va a enviar a alguien. Sólo quédate tan lejos de él como sea posible.

—Tengo que intentarlo —dijo Lali, con la voz quebrada.

Agustín dio un paso hacia delante, manteniendo la voz baja. —Consigue un vuelo, Lali. ¿Me escuchas?

—Te escucho —espetó.

Agustín suspiró y sus ojos se abrieron con gran simpatía. Envolvió sus brazos alrededor de Abby y luego besó su cabello. —Lo siento. Si mi trabajo no estuviera en juego, ya sabes que intentaría encontrar algo mejor.

Los pelos de mi nuca se erizaron, algo que sólo ocurría cuando me sentía amenazado y estaba a punto de dar rienda suelta a toda mi ira sobre alguien.

Justo antes de que lo abordara, Lali se alejó.

—Lo sé —dijo—. Hiciste lo que pudiste.

Agustín le levantó su barbilla con su dedo. —Te veré mañana a las cinco. —Se inclinó para besar la comisura de su boca, y luego se alejó.

Fue entonces cuando me di cuenta de que mi cuerpo estaba inclinado hacia adelante y Nicolás estaba nuevamente agarrando mi camisa, con los nudillos blancos.

Los ojos de Lali se quedaron pegados en el suelo.

—¿Qué hay a las cinco? —Ardía en furia.

—Ella estuvo de acuerdo con cenar si Agustín le permitía quedarse. No tenía otra opción, Pit —dijo Eugenia.

Lali miró hacia mí con sus grandes ojos afligidos.

—Tenías una opción —dije.
—¿Alguna vez has tratado con la mafia, Peter? Lo siento si tus sentimientos están heridos, pero una comida gratis con un viejo amigo no es un precio alto a pagar para mantener a Carlos vivo.

Apreté mi mandíbula para cerrarla, negándome a dejarla abrirse para que las palabras se derramaran hacia fuera, lo que lamentaría más tarde.

—Vamos, chicos, tenemos que encontrar a Benny —dijo Eugenia, tirando a Lali del brazo.

Nicolás caminaba a mi lado mientras seguíamos a las chicas por el edificio del Strip de Benny. Era un bloque de luces brillantes, pero era como un lugar donde el oro nunca había sido tocado—y no pretendía hacerlo. Lali se detuvo, y luego se acercó a pocos pasos de una puerta verde grande. Llamó a la puerta, y sostuve su otra mano para evitar que le temblara.

El portero apareció en la puerta abierta. Él era enorme, negro, intimidante, y tan ancho como alto, con la típica Vegas sinvergüenza de pie junto a él. Cadenas de oro, ojos sospechosos, y una barriga por comer demasiado de la cocina de su madre.

—Benny —susurró Lali.

—Vaya, vaya… ya no eres Lucky Thirteen, ¿cierto? Carlos no me dijo lo llamativa que te has convertido. He estado esperando por ti, Cookie. Oí que tienes un pago para mí.

Lali asintió, y Benny hizo un gesto hacia el resto de nosotros. —Están conmigo —dijo ella, su voz sorprendentemente fuerte.

—Me temo que tus acompañantes tendrán que esperar afuera —dijo el portero en un tono profundo sorprendentemente fuerte.

Tomé a Lali por el brazo, girando mi hombro en una postura protectora.

—No va a entrar allí sola. Voy con ella.

Benny me miró durante un momento, y luego sonrió a su portero. —Es lo suficientemente justo. Carlos estará contento de saber que tienes a tan buen amigo.

Lo seguimos adentro. Continué con un firme control sobre el brazo de Lali, asegurándome de interponerme entre ella y la amenaza más grande—el portero. Caminamos detrás de Benny, lo seguimos hasta un ascensor, y luego bajamos cuatro pisos.

Cuando se abrieron las puertas, un gran escritorio de caoba apareció a la vista. Benny cojeó a su sillón de felpa y se sentó, haciendo un gesto para que tomáramos las dos sillas vacías frente a su escritorio. Me senté, pero la adrenalina fluía por mis venas, haciendo que me moviera nerviosamente y me agitara. Podía oír y ver todo en la habitación, incluyendo a los dos matones de pie en las sombras detrás del escritorio de Benny.

Lali se estiró para agarrar mi mano, y le dio un apretón tranquilizador.

—Carlos me debe veinticinco mil. Confío en que tienes la cantidad completa —dijo Benny, escribiendo algo en una libreta.
—En realidad —Lali se detuvo, aclarándose la garganta—, me faltan cinco mil, Benny. Pero tengo todo el día de mañana para conseguirlos. Y cinco mil no es un problema, ¿cierto? Sabes que soy buena para eso.

—Mariana —dijo Benny, frunciendo el ceño—. Me decepcionas. Conoces mis reglas mejor que nada.

—Por… Por favor, Benny. Te estoy pidiendo que tomes los diecinueve mil y tendré el resto para ti mañana.

Los ojos pequeños y brillantes de Benny iban de Lali a mí, y luego de vuelta otra vez. Los matones salieron de sus rincones oscuros, y los pelos de mi nuca estaban de pie otra vez.

—Sabes que no tomo nada a menos que sea la cantidad completa. El hecho de que estés tratando de darme menos de lo que es me dice algo. ¿Sabes lo que me dice? Que no estás segura de poder conseguir la cantidad completa.

Los matones dieron otro paso hacia adelante. Examiné sus bolsillos y cualquier forma bajo su ropa que gritara arma. Los dos tenían algún tipo de cuchillo, pero no vi ningún arma. Eso no significaba que no tenían un escondite en una bota, pero dudaba que alguno fuera más rápido que yo. Si necesitaba, podría alejarme de ellos y salir pitando de allí.

—Puedo obtener tu dinero, Benny. —Lali soltó una risita nerviosa—. Gané ocho mil novecientos en seis horas.

—Entonces ¿me estás diciendo que me traerás ocho mil novecientos en las próximas seis horas? —Benny nos sonrió diabólicamente.

—El plazo no es hasta la medianoche de mañana —dije, mirando atrás de nosotros y mirando a los hombres sombras que se acercaban.

—¿Q… qué estás haciendo, Benny? —preguntó Lali, su postura rígida.

—Carlos me llamó anoche. Dijo que te estabas encargando de su deuda.
—Le estoy haciendo un favor. No te debo dinero —dijo con severidad.

Benny apoyó sus codos gordos y rechonchos encima de la mesa. —Estoy considerando enseñarle a Carlos una lección, además tengo curiosidad de ver cuán suertuda eres, chica.

Instintivamente, salí rápidamente de mi silla, tirando a Lali conmigo. La tiré detrás de mí, retrocediendo hacia la puerta.

—Josiah está afuera de la puerta, chico. ¿A dónde piensas que vas a escapar?

—Peter —advirtió Lali.

No habría más charla. Si dejo que cualquiera de estos matones me pase, lastimarían a Lali. La puse detrás de mí.

—Espero que sepas, Benny, que cuando me deshaga de tus hombres, no quiero ser irrespetuoso. Pero estoy enamorado de esta chica, y no puedo dejar que la lastimes.
Benny estalló en una carcajada ruidosa. —Tengo que admitirlo, hijo. Tienes las bolas más grandes que cualquier persona que ha atravesado esas puertas. Te prepararé para lo que estás punto de enfrentar. El chico grande de la derecha es David, y si no puede liquidarte con sus puños, va a usar el cuchillo que tiene en su funda. El hombre de la izquierda es Dane, y es mi mejor luchador. Tiene una pelea mañana, sólo para que sepas, nunca pierde. Te importaría si no lastimas tus manos, Dane, tengo un montón de dinero en ti.

Dane me sonrió con ojos salvajes y divertidos. —Sí, señor.

—¡Benny, para! ¡Puedo conseguirte el dinero! —gritó Lali.

—Oh no… esto se va a poner bastante interesante. —Benny se echó a reír, recostándose en su asiento.

David corrió hacia mí. Era torpe y lento, y antes de que tuviera la oportunidad de alcanzar su cuchillo, lo incapacité, empujando su nariz hacia abajo en mi rodilla. Entonces le di dos golpes en su miserable rostro. Sabiendo que esto no era una pelea de sótano, y que estaba luchando para sacarnos a Lali y a mí con vida, puse todo lo que tenía en cada golpe. Se sentía bien, como si todos los trozos de ira reprimida dentro de mí finalmente se les permitían una salida. Dos golpes más y un codo más tarde, David estaba tumbado en el suelo en un charco de sangre.

La cabeza de Benny se echó hacia atrás, riendo histéricamente y golpeando el escritorio con el deleite de un niño viendo dibujos animados los sábados por la mañana. —Muy bien, ve por él, Dane. No te asustó, ¿cierto?

Dane se acercó a mí con más cuidado, con el enfoque y la precisión de un luchador profesional. Su puño voló a mi cara, pero me hice a un lado, embistiendo mi hombro con él en toda mi fuerza. Tropezamos atrás juntos, y caímos sobre el escritorio de Benny.

Dane me agarró con sus dos brazos, arrojándome al suelo. Él era más rápido de lo que había anticipado, pero no lo suficiente rápido. Nos enfrentamos en el suelo por un momento mientras ganaba tiempo consiguiendo un buen agarre, pero Dane ganó terreno, colocándose para poner un par de golpes sobre mí mientras estaba atrapado debajo de él en el suelo.

Agarré los testículos de Dane y los retorcí. Le sorprendió y gritó, deteniéndose el tiempo suficiente para obtener ventaja. Me arrodillé sobre él, agarrándolo por su largo pelo, golpeándolo puño tras puño en un lado de su cabeza. La cara de Dane se estrelló contra la parte delantera del escritorio de Benny con cada golpe, y luego se puso de pie, desorientado y sangrando.

Lo miré por un momento, y luego volví a atacar, dejando a mi rabia fluir a través de mí con cada golpe. Dane se escabulló una vez y aterrizó sus nudillos en mi mandíbula.

Pudo haber sido un luchador, pero Pepo golpeaba mucho más duro que él. Esto iba a ser su pastel.

Sonreí y levanté mi dedo índice. —Esa fue tu oportunidad.

La risa desenfrenada de Benny llenó la habitación mientras terminaba con su matón. Mi codo aterrizó en el centro de la cara de Dane, dejándolo inconsciente antes de caer al suelo.

—¡Eres asombroso! ¡Simplemente asombroso! —dijo Benny, aplaudiendo con alegría.

Inmediatamente agarré a Lali, tirando de ella detrás de mí cuando Josiah atravesó la puerta con su cuerpo masivo.

—¿Debería encargarme de esto, señor? —preguntó Josiah. Su voz era profunda pero inocente, como si él sólo estaba haciendo el único trabajo en el que era bueno, y no verdaderamente el deseo de hacer daño a ninguno de nosotros.

—¡No! No, no… —dijo Benny, todavía aturdido por la improvisada actuación—. ¿Cuál es tu nombre?

—Peter Lanzani —dije entre jadeos. Me limpié la sangre de Dane y de David de mis manos y en mis jeans.

—Peter Lanzani, creo que puedes ayudar a que tu pequeña novia se salga de éste problema.

—¿Cómo? —resoplé.

—Se suponía que Dane pelearía mañana en la noche. Tenía un montón de dinero en él, pero parece que Dane no estará en forma para ganar la pelea. Te sugiero que tomes su lugar, haz un fajo de billetes para mí y perdonaré los cinco mil dólares faltantes de la deuda de Carlos.

Me volví hacia Lali. —¿Pigeon?

—¿Estás bien? —me preguntó, limpiando la sangre de mi cara. Mordió su labio, su cara arrugándose alrededor de su boca. Sus ojos se llenaron de lágrimas.

—No es mi sangre, bebé. No llores.

Benny se puso de pie. —Soy un hombre ocupado, hijo. ¿Estás dentro o no?

—Lo haré —dije—. Dime cuándo y dónde y estaré ahí.
—Estarás peleando contra Brock McMann. No es un oponente fácil. Fue excluido de la UFC el año pasado.

Conocía su nombre. —Sólo dime dónde tengo que estar.

Benny me dio la información, luego la sonrisa de tiburón se dibujó en su rostro. —Me gustas, Peter Lanzani. Creo que seremos buenos amigos.

—Lo dudo —dije. Abrí la puerta para Lali y sostuve una postura protectora a su lado hasta que llegamos a la puerta principal.

—¡Jesucristo! —gritó Eugenia al ver la sangre salpicada cubriendo mi ropa—. ¿Están bien? —Agarró los hombros de Lali y examinó su rostro.

—Estoy bien. Tan sólo otro día en la oficina. Para ambos —dijo Lali, secándose los ojos.

Con su mano en la mía, nos dirigimos al hotel, con Nicolás y Eugenia siguiéndonos.

La única persona que parecía darse cuenta de mi ropa manchada de sangre fue el chico en el ascensor.

Una vez que todos estábamos de vuelta en mi habitación y de Lali, me desnudé y me metí en el baño para lavar la corrupción de mí.

—¿Qué diablos pasó ahí? —preguntó finalmente Nicolás.

Podía oír sus voces susurrantes mientras estaba bajo el agua, recordando la última hora. Tan difícil como fue ver a Lali estar tan cerca del verdadero peligro, se sentía jodidamente increíble atacar a los dos matones de Benny, David y Dane.

Era como la mejor droga que existe.

Me pregunté si se habían levantado, o si Benny acababa de arrastrarlos fuera y los había dejado en un callejón.

Una extraña calma se apoderó de mí. Aporrear a los hombres de Benny era una salida para cada parte de ira y la frustración que había acumulado a lo largo de los años, y ahora casi me sentí normal.

—¡Lo voy a matar! Voy a matar a ese hijo de perra —gritó Eugenia.

Cerré la ducha y até una toalla a mi cintura.

—Uno de los chicos que eliminé tenía una pelea mañana en la noche —dije a Nicolás—. Tomaré su lugar y en recompensa Benny perdonará los últimos cinco mil dólares que Carlos debe.

Eugenia se puso de pie. —¡Esto es ridículo! ¿Por qué estamos ayudando a Carlos, Lali? ¡Te lanzó directo a los lobos! ¡Lo voy a matar!

—No si yo lo mato primero. —Ardía de rabia.

—Tranquilízate —dijo Lali.

Nicolás se movió nerviosamente. —¿Entonces pelearás mañana?

Asentí una vez. —En un lugar llamado Zero. A las seis en punto. Es Brock McMann, Nico.
Nicolás negó con la cabeza. —De ninguna manera. De ninguna jodida manera, Pit. ¡El tipo es un maniático!

—Sí —dije—, pero él no está peleando por su chica ¿cierto? —Tomé a Lali en mis brazos, besando la cima de su cabello. Todavía estaba temblando—. ¿Estás bien, Pigeon?

—Esto está mal. Esto está mal en muchos niveles. No sé con quién de ustedes debo hablar primero para dejar esto.

—¿Me viste esta noche? Voy a estar bien. He visto a Brock pelear antes. Es fuerte, pero no invencible.

—No quiero que hagas esto, Pit.


—Bueno, no quiero que vayas a cenar con tu ex novio mañana en la noche. Supongo que ambos tenemos que hacer algo que no queremos para salvar al bueno para nada de tu padre.


CONTINUARÁ...

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