26
PÁNICO
La vida había vuelto a la normalidad, tal vez más para Lali que
para mí. A simple vista estábamos felices, pero podía sentir una muralla de
precaución construyéndose a mí alrededor. Ni un segundo con Lali era dado por
sentado. Si la miraba y quería tocarla, lo hacía. Si ella no estaba en el
departamento y la extrañaba, iba a Morgan. Si estábamos en el apartamento,
estaba en mis brazos.
Regresar a la escuela como una pareja por primera vez desde el
otoño, tuvo el efecto esperado. Cuando caminábamos juntos, tomados de la mano,
riendo y ocasionalmente besándonos —de acuerdo, más que ocasionalmente— los
chismes se dispararon a una altura histórica. Como siempre en la escuela, los
susurros y las historias dignas del tabloide continuaban hasta que otro
escándalo sacudía al campus.
En la cima de la inquietud que ya sentía por mi relación con Lali,
Nicolás estaba cada vez más irritado por la última pelea del año. Yo no estaba
muy lejos.
Ambos dependíamos de las ganancias de esa pelea para financiar
nuestros gastos para el verano, sin mencionar parte del otoño. Desde que había
decidido que la última pelea del año era también mi última pelea para bien, la
necesitaríamos.
Las vacaciones de primavera se acercaban, pero todavía no había
oído palabra de Adam. Nicolás había finalmente escuchado a través de múltiples
líneas de comunicación que Adam estaba manteniendo un perfil bajo, después de
los arrestos a raíz de la pelea más reciente.
El viernes antes de las vacaciones, el ambiente del campus se
sentía más ligero, incluso con el fresco montón de nieve que había sido
arrojada en el estado durante la noche. En nuestro camino hacia la cafetería
para el almuerzo, Lali y yo apenas habíamos escapado de una pelea pública de
bolas de nieve; Eugenia, no tanto.
Todos charlábamos y reíamos, esperando en la línea por bandejas de
Diossabe-qué, y luego nos sentamos en nuestros asientos regulares. Nicolás
consoló a Eugenia mientras yo divertía a Brasil con la historia de cómo Lali
aguijoneó a mis hermanos en la noche de póker. Mi teléfono vibró, pero no lo
registré hasta que Lali lo señaló.
—¿Pit? —dijo.
Me volví, descartando todo en el momento en que dijo mi nombre.
—Tal vez quieras contestar eso.
Miré el celular y suspiré. —O no. —Parte de mí necesitaba esa
última pelea, pero parte de mí sabía que sería tiempo lejos de Lali. Después de
que fuera atacaba en la última, no había forma que pudiera concentrarme si ella
venía a esta sin protección, y no podía concentrarme por completo si no estaba
ahí, tampoco.
La última pelea del año siempre era la más grande y no podía
permitirme el lujo de tener mi cabeza en cualquier otra parte.
—Podría ser importante —dijo Lali.
Sostuve el teléfono en mi oreja. —¿Qué pasa, Adam?
—¡Mad Dog! Te va a encantar esto. Está hecho. ¡Tengo a John jodido
Savage! ¡Está planeando entrar a los profesionales el próximo año! ¡La
oportunidad de una maldita vida! Cinco figuras. Serás fijado por un tiempo.
—Esta es mi última pelea, Adam.
El otro extremo de la línea se quedó en silencio. Podía imaginar
su mandíbula trabajando bajo su piel. Más de una vez, había acusado a Lali de
amenazar su movimiento de fondos, y estaba seguro que la culparía de mi
decisión.
—¿La vas a traer?
—No estoy seguro todavía.
—Probablemente deberías dejarla en casa, Peter. Si esta es
realmente tu última pelea, te necesito completo.
—No iré sin ella, y Nico se va de la ciudad.
—No lo jodas esta vez. Lo digo en serio.
—Lo sé. Te escuché.
Adam suspiró. —Si realmente no considerarás dejarla en casa, tal
vez podrías llamar a Bauti. Eso probablemente dejaría tu mente en paz, y
entonces podrías concentrarte.
—Hmmm… en realidad esa no es una mala idea —dije.
—Piensa en ello. Déjame saber —dijo Adam, colgando el teléfono.
Lali me miraba expectante.
—Es suficiente para pagar la renta por los próximos seis meses.
Adam consiguió a John Savage, él trata de llegar a las profesionales.
—Yo no lo he visto luchar, ¿tú lo has hecho? —preguntó Nicolás,
inclinándose hacia adelante.
—Sólo una vez en Springfield. Él es bueno.
—No lo suficiente —dijo Lali. Me incliné y besé su frente—. Puedo
quedarme en casa, Pit.
—No —dije, negando con la cabeza.
—No quiero que te golpeen como la última vez porque estás
preocupado de mí.
—No, Pidge.
—Esperaré por ti. —Sonrió, pero era obviamente forzada, haciéndome
incluso más determinado.
—Le pediré a Bauti que venga. Él es el único en el que confió para
poder concentrarme en la pelea.
—Muchas gracias, idiota —se quejó Nicolás.
—Oye, tuviste tu oportunidad —dije, sólo medio bromeando.
La boca de Nicolás tiró de un lado. Podía hacer pucheros todo el
día, pero había cometido un error en Hellerton, dejando que Lali se alejara de
él así. Si hubiera estado prestando atención, eso nunca habría pasado, y todos
lo sabíamos.
Euge y Lali juraban que fue un accidente fortuito, pero no dudaba
decirle lo contrario. Se encontraba mirando la pelea en vez de a Lali, y si
Vico hubiera terminado lo que comenzó, yo estaría en la cárcel por asesinato.
Nicolás le pidió a Lali disculpas por semanas, pero luego lo llevé aparte y le
dije que acabara. A ninguno de nosotros le gustaba revivirlo cada vez que su
culpa sacaba lo mejor de él.
—Nico, no fue tu culpa. Tú lo alejaste de mí, ¿recuerdas? —dijo
Lali, estirándose alrededor de Eugenia para palmear su brazo. Ella se giró
hacia mí—. ¿Cuándo es la pelea?
—En algún momento la próxima semana. Te quiero ahí. Te necesito
ahí. —Si hubiera sido menos que un idiota, habría insistido que se quedara en
casa, pero ya había establecido en numerosas ocasiones que no lo era. Mi
necesidad de estar alrededor de Lali Espósito anulaba cualquier pensamiento
racional. Siempre ha sido de esa forma, e imaginaba que siempre lo sería.
Lali sonrió, apoyando su barbilla en mi hombro. —Entonces, estaré
ahí.
Dejé a Lali en su última clase, besándola para despedirme antes de
encontrarme con Nicolás y Eugenia en Morgan. El campus estaba vaciándose
rápidamente, y finalmente recurrí a fumar mis cigarrillos cerca de la esquina,
así no tendría que esquivar a alguna alumna acarreando su equipaje o la
lavandería cada tres minutos.
Saqué el celular de mi bolsillo y marqué el número de Bautista,
escuchando cada tono con creciente impaciencia. Al final, su correo de voz
saltó. —Bauti, soy yo. Necesito un gran favor. Es con límite de tiempo, así que
llámame de vuelta tan pronto como sea posible. Nos vemos.
Colgué, viendo a Nicolás y Eugenia saliendo por las puertas de
vidrio de los dormitorios, cada uno sosteniendo dos de sus bolsos.
—Parece que ya tienes todo listo.
Nicolás sonrió; Eugenia no.
—Realmente no son tan malos —dije, dándole un codazo. Su ceño
fruncido no desapareció.
—Se sentirá mejor una vez que estemos allí —dijo Nicolás, más que
nada para alentar a su novia que para convencerme a mí.
Los ayudé a poner los bolsos en el baúl del Charger, luego
esperamos a que Lali terminara su medio periodo, y nos encontrara en el
estacionamiento.
Ceñí mi gorra a mi orejas y encendí un cigarrillo, esperando. Bautista
todavía no me había regresado la llamada, y estaba poniéndome nervioso acerca de
que no sería capaz de venir. Los gemelos estaban a mitad de camino a Colorado con
algunos de sus compañeros Sig Tau, y no confiaba en nadie más para mantener a Lali
a salvo.
Tomé varias caladas, pensando en diferentes escenarios en mi
cabeza si Bautista no me devolvía la llamada, y cuan jodidamente egoísta estaba
siendo, requiriendo su presencia en un lugar donde sabía que ella estaría en
peligro. La completa concentración era necesaria para ganar esta pelea, y eso
dependía de dos cosas: la presencia de Lali, y su seguridad. Si Bautista tenía
que trabajar o no me llamaba de regreso, tendría que cancelar la pelea. Era la
única opción.
Tomé una última calada del último cigarrillo en el paquete. Había
estado tan absorto en mis preocupaciones que no me había dado cuenta de lo
mucho que había estado fumando. Miré mi reloj. Lali ya debería haber salido de
clases.
En ese momento, dijo mi nombre.
—Hola, Pigeon.
—¿Todo está bien?
—Lo está ahora —dije, tirándola a mis brazos.
—De acuerdo, ¿qué está pasando?
—Sólo tengo bastante en mi mente. —Suspiré. Cuando hizo saber que
mi respuesta no fue suficiente buena, continué—: Esta semana, la pelea, tú
estando ahí…
—Te dije que me quedaría en casa.
—Te necesito ahí, Pidge —dije, tirando mi cigarrillo al suelo. Lo
miré desaparecer en una profunda huella en la nieve, y entonces tomé la mano de
Lali.
—¿Has hablado con Bauti? —preguntó.
—Estoy esperando que él me llame de vuelta.
Eugenia bajó la ventanilla y asomó la cabeza del Charger de
Shepley. —¡Dense prisa! ¡Está haciendo demasiado frío!
Sonreí y abrí la puerta para Lali. Mientras miraba por la ventaba,
Nicolás y Eugenia repetían la misma conversación que habían tenido desde que se
enteró que se reuniría con sus padres. Justo cuando nos detuvimos en el
estacionamiento del apartamento, mi teléfono sonó.
—¿Qué diablos, Bauti? —pregunté, viendo su nombre en la pantalla—.
Te llamé hace horas. No es como si fueras productivo en el trabajo o algo así.
—No han sido horas, y lo siento. He estado donde Cami.
—Como sea. Escucha, necesito un favor. Tengo una pelea la próxima semana.
Necesito que vayas. No sé cuándo es, pero cuando te llame, necesito que estés
allí en una hora. ¿Puedes hacer eso por mí?
—No lo sé. ¿Qué hay para mí? —bromeó.
—¿Puedes hacerlo o no, idiota? Porque necesito que mantengas un
ojo en Pigeon. Un idiota puso sus manos en ella la última vez y…
—¿Qué mierda, Chuck? ¿Hablas en serio?
—Sí.
—¿Quién lo hizo? —preguntó Bautista, su tono inmediatamente grave.
—Me encargué de eso. Entonces, ¿si llamo…?
—Sí. Quiero decir, por supuesto hermanito, estaré ahí.
—Gracias, Bauti. —Apagué mi teléfono e incliné mi cabeza contra el
respaldo del asiento.
—¿Aliviado? —preguntó Nicolás, mirando mi ansiedad desaparecer a través
del espejo retrovisor.
—Sí. No estaba seguro de qué haría sin él allí.
—Te dije… —comenzó Lali, pero la detuve.
—Pidge, ¿cuántas veces tengo que decirlo?
Negó con la cabeza ante mi tono impaciente. —No lo entiendo. No me
necesitabas antes.
Me giré en su dirección, mis dedos tocando su mejilla. Claramente
no tenía idea de los profundos sentimientos que me recorrían. —No te conocía
antes. Cuando no estás allí, no puedo concentrarme. Me pregunto dónde estás,
qué estás haciendo… si estás ahí y puedo verte, puedo concentrarme. Sé que
suena loco, pero así es como es.
—Y loco es exactamente como me gusta —dijo, inclinándose para
besar mis labios.
—Obviamente —murmuró Eugenia bajo su aliento.
Antes de que llegara el ocaso, Eugenia y Nicolás condujeron el
Charger hacia el sur.
Lali sacudió las llaves del Honda y sonrió. —Al menos no tenemos
que congelarnos en la Harley.
Sonreí.
Lali se encogió de hombros. —Tal vez deberíamos, no sé,
¿considerar conseguir nuestro propio auto?
—Después de la pelea, iremos a comprar uno. ¿Qué te parece?
Saltó, envolviendo sus brazos y piernas alrededor mío, y cubrió
mis mejillas, mi boca y mi cuello con besos.
Subí las escaleras hasta el departamento, haciendo una línea recta
hacia el dormitorio.
Lali y yo pasamos los siguientes cuatro días acurrucados ya sea en
la cama, o en el sofá con Toto, mirando viejas películas. Hizo la espera de la
llamada de Adam tolerable.
Finalmente, la noche del martes, entre las repeticiones de Boy Meets World, el
número de Adam encendió la pantalla de mi celular. Mis ojos encontraron los de
Lali.
—¿Sí?
—Mad Dog. Tienes una hora. Residencia Keaton. Trae tu cara de
juego, cariño, él es Hulk Hogan15 con esteroides.
—Te veo entonces. —Me puse de pie, trayendo a Lali conmigo—. Cámbiate
a algo cálido, bebé. Keaton es un edificio viejo, y probablemente han apagado
los calefactores por las vacaciones.
Lali hizo un pequeño baile feliz antes de correr por el pasillo
hasta el dormitorio. Las esquinas de mi boca se elevaron. ¿Qué otra mujer
estaría tan emocionada por ver a su novio negociar golpes? No me extrañaba que
estuviera enamorado de ella.
Me puse una sudadera con capucha y mis botas, y esperé a Lali en
la puerta principal.
—¡Ya voy! —gritó, pavoneándose alrededor de la esquina. Se agarró
a cada lado del marco de la puerta y movió su cadera hacia el lado.
—¿Qué te parece? —preguntó, haciendo un mohín con sus labios,
tratando de imitar a una modelo… o un pato. No estaba seguro de cual.
Mis ojos viajaron desde su largo cárdigan gris jaspeado, camiseta
blanca y vaqueros ajustados de color azul metidos dentro de altas botas negras.
Lo dijo como una broma, pensando que lucía desaliñada, pero mi respiración se
atascó al mirarla.
Su cuerpo se relajó, y dejo que sus manos cayeran a sus muslos.
—¿Eso está mal?
—No —dije, tratando de encontrar las palabras—. No está mal en
absoluto.
Con una mano abrí la puerta, y le tendí la otra. Brincando, Lali
cruzó la sala y entrelazó sus de dedos con los míos.
El Honda era lento al empezar, pero llegamos hacia Keaton en
tiempo suficiente. Llamé a Bautista en el camino, pidiendo a Dios que pudiera
venir por mí como lo había prometido.
Lali estuvo a mi lado, esperando por Bautista junto a la pared
alta, y reparada de Keaton. Las paredes este y oeste estaban protegidas con
andamios de acero. La universidad estaba preparándose para darle un
refrescamiento a su edificio más antiguo.
Encendí un cigarrillo y le di una calada, soplando el humo por mi
nariz.
Lali apretó mi mano. —Él va a estar aquí.
La gente ya se filtraba desde todas las direcciones, parqueando a
cuadras de distancia en diferentes lotes. Cuanto más cerca era la hora de la
pelea, una gran cantidad de gente podía ser vista escalando la escalera sur de
incendios.
Fruncí el ceño. La elección del edificio no había sido pensada. La
última pelea del año siempre traía los apostadores más serios, y siempre
llegaban temprano para que pudieran hacer sus apuestas y asegurar una buena
vista. El tamaño del bote también traía a los espectadores con menos
experiencia, quienes se presentaban tarde y terminaban aplastados contra las
paredes. Ese año era excepcionalmente grande. Keaton estaba en las afueras del
campus, el cual era preferido, pero su sótano era uno de los más pequeños.
—Esta es una de las peores ideas que Adam ha tenido hasta ahora—me
quejé.
—Es muy tarde para cambiarlo —dijo Lali, sus ojos viajando por los
bloques de hormigón.
Abrí mi celular, disparé un sexto mensaje de texto a Bautista, y
luego cerré el teléfono.
—Pareces nervioso esta noche —susurró Lali.
—Me sentiré mejor cuando Bauti traiga su trasero punk aquí.
—Estoy aquí, niña quejumbrosa —dijo Bauti en voz baja.
Suspiré con alivio.
—¿Cómo has estado, hermana? —preguntó Bauti a Lali, abrazándola con
un brazo, y luego juguetonamente empujándome con el otro.
—Estoy bien, Bauti —dijo, divertida.
Dirigí a Lali de la mano a la parte posterior del edificio,
mirando hacia atrás a Bautista mientras caminábamos. —Si los policías aparecen
y nos separamos, veámonos en la residencia Morgan ¿de acuerdo?
Bautista asintió justo cuando me detuve junto a la ventana abierta
cerca del suelo.
—¿Estás jugando conmigo? —dijo Bautista, mirando abajo hacia la ventana—.
Lali apenas va a pasar por allí.
—Vas a pasar —le aseguré, arrastrándome hacia la oscuridad
interior.
Ahora, acostumbrada al allanamiento de morada, Lali no dudó en arrastrarse
en el suelo helado, moviéndose con lentitud hacia atrás a través de la ventana,
cayendo en mis brazos.
Esperamos por unos momentos, luego Bautista gruñó mientras se
empujaba fuera de la cornisa y aterrizaba en el suelo, a punto de perder el
equilibrio cuando sus pies tocaron el hormigón.
—Tienes suerte de que te ame, Lali. Yo no haría esta mierda por
nadie más —gruñó, sacudiéndose la camisa.
Salté, cerrando la ventana con tirón rápido. —Por aquí —dije,
dirigiendo a Lali y a mi hermano a través de la oscuridad.
Zigzagueamos más lejos dentro del edificio hasta que se pudo ver
una pequeña llama de luz. Un murmullo de voces venía desde el mismo punto, mientras
nuestros tres pares de pies rayaban contra el concreto suelto del suelo.
Bautista suspiró luego del tercer giro. —Nunca encontraremos una
forma de salir de aquí.
—Sólo sígueme al salir. Estarás bien —dije.
Era fácil de discernir cuán cerca estábamos por el creciente
volumen de la multitud esperando en el salón principal. La voz de Adam venía
sobre el megáfono, gritando nombres y números.
Me detuve en la habitación del lado, mirando alrededor a las mesas
y sillas cubiertas con sábanas blancas. Una sensación de malestar vino a mí. El
lugar era un error. Casi tan grande como traer a Lali a un lugar tan peligroso.
Si se desataba una pelea, Lali estaría protegida por Bautista, pero el refugio
habitual estaría lejos de la multitud, y estaba lleno de muebles y equipos.
—Entonces, ¿cómo vas a jugar esto? —preguntó Bautista.
—Divide y vencerás.
—¿Divide qué?
—Su cabeza del resto de su cuerpo.
Bautista asintió rápidamente. —Buen plan.
—Pigeon, quiero que te pares en esta puerta, ¿de acuerdo? —Lali
miró hacia la sala principal, sus ojos se abrieron mientras tomaba el caos—.
Pigeon, ¿me escuchaste? —pregunté, tocándole su brazo.
—¿Qué? —preguntó, parpadeando.
—Quiero que te pares cerca de esta puerta, ¿de acuerdo? Mantente
agarrada del brazo de Bauti todo el tiempo.
—No me moveré —dijo—. Lo prometo.
Le sonreí a su dulce y abrumada expresión. —Ahora tú pareces
nerviosa.
Miró hacia la puerta, y luego a mí. —No tengo un buen
presentimiento sobre esto, Pit. No acerca de la pelea, pero… algo. Este lugar
me asusta.
No podía disentir. —No estaremos mucho tiempo.
La voz de Adam vino sobre la bocina, empezando su anuncio de
apertura.
Toqué cada lado del rostro de Lali, y la miré a los ojos. —Te amo.
—El fantasma de una sonrisa tocó sus labios, y la atraje hacia mí,
sosteniéndola con fuerza contra mi pecho.
—… ¡Así que no usen sus putas para estafar el sistema, muchachos!
—dijo la voz de Adam, amplificado por el megáfono.
Enganché el brazo de Lali alrededor del de Bautista. —No quites
tus ojos de ella. Ni siquiera por un segundo. Este lugar se volverá loco una
vez que la pelea comience.
—… así que démosle la bienvenida al contrincante de hoy, ¡JOHN
SAVAGE!
—La protegeré con mi vida, hermanito —dijo Bautista, tirando
ligeramente del brazo de Lali para darle énfasis—. Ahora patéale el trasero a
este tipo, y vámonos de aquí.
—¡Sacúdanse en sus botas, muchachos, y tiren sus bragas, señoras!
Les doy a: ¡PETER “MAD DOG” LANZANI!
En la introducción de Adam, entré a la habitación principal.
Brazos se agitaban, y las voces de muchos se disparaban al unísono. El mar de
gente se abrió ante mí, y poco a poco hice mi camino hacia el Círculo.
La habitación estaba iluminada sólo con faroles colgando del
cuello. Aún tratando de mantener un bajo perfil debido a casi ser arrestados
antes, Adam no quería que las luces brillantes se descubrieran por alguien
afuera.
Incluso en la penumbra, podía ver la expresión de severidad de
John Savage. Se alzaba sobre mí, sus ojos salvajes e impacientes. Rebotó de un
pie al otro un par de veces, y luego se detuvo, frunciendo el ceño hacia mí con
el asesinato en su mente.
Savage no era un aficionado, pero sólo había tres maneras de
ganar: knockout, sumisión y decisión. La razón de la ventaja que siempre había
tenido a mi favor era porque yo tenía cuatro hermanos, quienes peleaban de
diferentes maneras.
Si John Savage peleaba como Bautista, se basaría en la ofensiva,
velocidad y ataques sorpresa, los cuales había entrenado durante toda mi vida.
Si él peleaba como los gemelos, con combinaciones de puños y
patadas, o cambiando sus tácticas a golpes de tierra, había entrenado para eso
toda mi vida.
Pepo era el más letal. Si Savage luchaba inteligentemente, y él probablemente
lo hacía, juzgando por la manera en que me evaluaba, lucharía con el perfecto
balance de fuerza, velocidad y estrategia. Yo sólo había intercambiado golpes
con mi hermano mayor un puñado de veces en mi vida, pero para el momento en que
yo tenía dieciséis años, no podía derrotarme sin la ayuda de mis otros
hermanos.
No importaba lo mucho que John Savage había entrenado, o qué
ventaja pensó que tenía, había peleado con él antes. Había luchado con todo el
mundo que podía valer una maldita pelea antes… y yo había ganado.
Adam hizo sonar el megáfono, y Savage tomó un corto paso hacia
atrás antes de energizar un golpe en mi dirección. Lo esquivé. Sin duda
pelearía como Pepo.
Savage se acercó demasiado, así que jalé mi bota y lo lancé de
nuevo a la multitud. Lo empujaron de nuevo hacia el círculo, y se acercó con un
renovado propósito.
Tiró dos golpes consecutivos, y luego lo agarré, empujando su cara
hacia mi rodilla. John se tambaleó hacia atrás, puso su cordura sobre él, y
luego volvió a la carga.
Me giré y perdí, y luego trató de envolver sus brazos alrededor de
mi cintura. Ya sudado, era fácil deslizarse de sus manos. Cuando me di la
vuelta, su codo se reunió con mi mandíbula, y el mundo se detuvo por menos de
un segundo antes que me lo quitara de encima y le respondiera con un gancho de
izquierda y derecha, aterrizando uno detrás del otro.
El labio inferior de Savage se dividió y salpicó. Dibujando la
primera sangre, aumentaba el volumen de la sala a un decibel ensordecedor.
Mi codo se echó hacia atrás, y mi puño lo siguió hacia el final,
haciendo una parada corta en la nariz de Savage. No lo sostuve,
contundentemente a propósito, así tendría tiempo para mirar hacia atrás y
chequear a Lali. Se había quedado donde yo le había pedido, su brazo seguía
enganchado alrededor del de Bautista.
Satisfecho de que estaba bien, me concentré en la pelea de nuevo, esquivando
rápidamente cuando Savage lanzó un puñetazo tambaleante, y luego tiró sus
brazos alrededor de mí, arrojándonos al suelo.
John aterrizó debajo de mí, y sin siquiera intentarlo, mi codo se
estrelló contra su cara. Puso mi cuerpo en una tenaza con sus piernas,
encerrándolas juntas en los tobillos.
—Voy a acabar contigo, ¡maldito idiota! —gruñó John.
Sonreí, y luego lo empujé fuera del suelo, levantándonos a ambos.
Savage luchó para sacarme de balance, pero era hora de llevar a Lali a casa.
La voz de Bautista estalló sobre el resto de la multitud. —¡Golpea
su trasero, Peter!
Caí hacia adelante y hacia un lado ligeramente, golpeando la
espalda de John y su cabeza contra el concreto, en un golpe devastador. Con mi
oponente ahora aturdido, eché hacia atrás mi codo y empujé mis puños en su
rostro y a los lados de su cabeza, una y otra vez, hasta que un par de brazos
se engancharon bajo los míos y me apartaron.
Adam lanzó un cuadrado rojo en el pecho de Savage, y la sala
explotó mientras Adam agarraba mi muñeca y levantaba mi mano en el aíre.
Miré hacia Lali, quien estaba subiendo y bajando cabezas por
encima del resto de la multitud, sostenida por mi hermano.
Bautista estaba gritando algo, una enorme sonrisa en su rostro.
Justo cuando la multitud comenzó a dispersarse, vi una mirada de
horror en el rostro de Lali, y segundos después, un llanto colectivo de la
multitud provocó pánico. Una linterna colgante en la esquina de la sala
principal se había caído, envolviendo una sábana blanca en fuego. El incendio
se extendió rápidamente a la sábana del lado, comenzando una reacción en
cadena.
La multitud gritando corrió hacia la boca de las escaleras
mientras el humo rápidamente llenaba la habitación. Rostros asustados, tanto
hombres como mujeres, estaban destacados por las llamas.
—¡Lali! —grité, dándome cuenta cuán lejos se encontraba, y cuantas
personas estaban entre nosotros. Si no podía llegar a su lado, ella y Bautista tendrían
que encontrar su camino de regreso a la ventana a través del laberinto de pasillos
oscuros. El terror se clavó en mi interior, estimulándome violentamente a empujar
a través de quienquiera que se pusiera en mi camino.
La habitación se oscureció, y un ruido fuerte sonó desde el otro
lado de lahabitación. Los otros faroles estaban encendiéndose y añadiéndose a
la hoguera en pequeñas explosiones. Atrapé un vistazo de Bautista, quien
agarraba el brazo de Lali, jalándola a su espalda, tratando de abrirse paso a
través de la multitud.
Lali sacudió su cabeza, tirando hacia atrás. Bautista miró
alrededor, formando un plan de escape mientras se pararon en medio de la
confusión. Si trataban de salir por la escalera de incendios, serían los
últimos en salir. El fuego crecía rápidamente. No lo lograrían llegar a tiempo
a la salida a través de la multitud.
Cualquier intento que hice para llegar a Lali fue frustrado por la
multitud que surgía y me empujaba más lejos. La emocionada excitación que
llenaba la habitación antes, fue reemplazada por gritos horrorizados de miedo y
desesperación mientras todos luchaban por alcanzar las salidas.
Bautista le haló a Lali por la puerta del pasillo, pero ella luchó
contra él para mirar hacia atrás. —¡Peter! —gritó, extendiendo la mano hacia
mí.
Tomé una respiración para gritar de nuevo, pero el humo llenó mis pulmones.
Tosí, agitando el humo lejos.
—¡Por este lado, Pit! —gritó Bautista.
—¡Sólo sácala de aquí, Bauti! ¡Saca a Pigeon!
Los ojos de Lali se abrieron, y negó con la cabeza. —¡Peter!
—¡Sólo váyanse! —dije—. ¡Los alcanzaré más adelante!
Lali se detuvo un momento antes que sus labios formaran una línea
dura.
Alivio vino sobre mí. Lali Espósito tenía un fuerte instinto de
supervivencia, y lo había pateado justamente. Agarró la manga de Bautista y lo
haló de nuevo hacia la oscuridad, lejos del fuego.
Me giré, buscando mi propia forma de salir. Docenas de
espectadores estaban arañando su propia manera hacia el estrecho acceso de las
escaleras, gritando y peleando entre sí para llegar a la salida.
La habitación estaba casi negra de humo, y sentí mis pulmones
luchando por aíre. Me arrodillé en el suelo, tratando de recordar las
diferentes puertas que se alineaban en la habitación principal. Me volví hacia
la escalera. Ese era el camino al que quería ir, lejos del fuego, pero me negué
a entrar en pánico. Había una segunda salida que conducía a las escaleras de
incendios, unas cuantas personas pensarían ir por allí. Me agaché y corrí hacia
donde recordaba que estaba, pero me detuve.
Pensamientos de Lali y Bautista perdiéndose destellaron en mi
mente, jalándome lejos de la salida.
Escuché mi nombre, y miré hacia el sonido.
—¡Peter! ¡Peter! ¡Por aquí! —Adam estaba en la puerta, agitándome
su mano hacia él.
Negué con la cabeza. —¡Voy a alcanzar a Pigeon!
El camino hacia el cuarto pequeño por donde Bautista y Lali
escaparon estaba casi limpio, así que salí corriendo, cruzando la habitación,
golpeando a alguien de frente. Era una chica, una estudiante de primer año por
su aspecto, su rostro cubierto con rayas negras. Lucía atemorizada y se puso de
pie rápidamente.
—¡A-ayúdame! ¡No puedo… no sé el camino de salida! —dijo,
tosiendo.
—¡Adam! —grité. Empujándola hacia la dirección de la salida—.
¡Ayúdala a salir de aquí!
La chica corrió hacia Adam, y él le agarró la mano antes de
desaparecer a través de la salida que el humo oscurecía totalmente.
Me empujé del piso y corrí hacia Lali. Otros corrían alrededor de
los laberintos oscuros también, llorando y jadeando mientras trataban de
encontrar una salida.
—¡Lali! —grité en la oscuridad. Me sentía aterrorizado, habían
tomado un giro equivocado.
Un grupo pequeño de chicas paradas al final del pasillo lloraban.
—¿Han visto a un chico y una chica pasar por aquí? Bautista es así de alto,
parecido a mí —dije, sosteniendo una mano en mi frente.
Negaron con sus cabezas.
Mi estómago se hundió. Lali y Bauti habían tomado el camino equivocado.
Señalé al grupo asustado. —Sigan ese pasillo hasta que lleguen al
final. Hay un hueco en la escalera con una puerta en la parte superior.
Tómenla, y luego giren hacia la izquierda. Hay una ventana por la que pueden
salir.
En lugar de dar marcha atrás a los pasillos donde veníamos, giré a
la izquierda, corriendo a través de la oscuridad, con la esperanza de que iba a
tener suerte y correr hacia ellos de alguna manera.
Pude escuchar los gritos de la habitación principal mientras
empujaba hacia delante, decidido a asegurarme que Lali y Bautista habían
encontrado la manera de salir. No me iría hasta que lo supiera con certeza.
Después de correr a través de varios pasillos, sentí el peso del
pánico bajando por mi pecho. El olor del humo me había alcanzado, y sabía que
con la construcción, el edificio viejo, los muebles, y las sábanas que los
cubrían alimentando el fuego, todo el sótano sería tragado por las llamas en
minutos.
—¡Lali! —grité de nuevo—. ¡Bauti!
Nada.
CONTINUARÁ...
Subi otroooooo plissssss
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