martes, 13 de enero de 2015

Capítulo 28

28
SEÑOR Y SEÑORA


Lali se detuvo en el borde, su mano sostenía los únicos dos dedos que tengo libres. El resto los tenía ocupados con bolsas o tratando de hacerle señas a Eugenia.

Habíamos manejado el Honda al aeropuerto dos días antes, así que Nicolás tuvo que dejar a su novia tomar el control del carro. Eugenia había insistido en recogernos y todo el mundo sabía por qué. Cuando ella se detuvo junto a la acera, miró hacia al frente, ni siquiera salió a ayudarnos con las bolsas.

Cojeando, Lali se sentó en el asiento del copiloto, cuidando el lado donde se había tatuado mi apellido.

Lancé las bolsas por la ventana trasera y traté de abrir la puerta. —Eh… —dije tratando de abrirla nuevamente—. Abre la puerta, Euge.

—No creo que lo haga —me contestó volteando a verme.

Aceleró un poco, y Lali se tensó. —Detente Euge.

Eugenia piso el freno y alzó una ceja. —Casi haces que maten a mi mejor amiga en una de tus estúpidas peleas, después la traes a Las Vegas y te casas con ella cuando estoy fuera de la ciudad, por lo que no sólo no puedo ser la dama de honor, sino que ni siquiera puedo ser testigo de ello.

Traté de abrir la puerta nuevamente. —Vamos Euge, desearía poder decir que lo siento, pero estoy casado con el amor de mi vida.

—¡El amor de tu vida es una Harley! —gritó, y avanzó nuevamente.

—¡Ya no! —le rogué.

—Eugenia Suárez… —comenzó Lali, tratando de sonar intimidante pero Eugenia le lanzó una mirada demasiado severa que dejó a Lali encogida contra la puerta.
Los coches de atrás nos tocaban la bocina, pero Eugenia estaba demasiado enojada para prestar atención a eso.

—De acuerdo —dije levantando una mano—. Está bien ¿y qué tal si nosotros uh… tuviéramos otra boda este verano? Con vestido, invitaciones, flores y con todas esas cosas. Podrías ayudar a Lali a planear la boda, podrías pararte a su lado, hacerle una despedida de soltera, todo lo que quieras.

—¡No es lo mismo! —gruñó Eugenia, pero la tensión en su rostro se relajó un poco—. Pero es un comienzo. —Se estiró hacia atrás y quitó el seguro, jalé la manejilla y entré al carro, cuidando de no hablar hasta que llegamos al apartamento.

Nicolás estaba limpiando su Charger cuando nos detuvimos en el estacionamiento. —Hola. —Me sonrió y abrazó a mí primero, y luego a Lali—. Felicidades a los dos.

—Gracias —contestó Lali que aún se sentía incomoda por la rabieta de Eugenia.

—Supongo que es una buena cosa que Eugenia y yo hayamos estado hablando sobre conseguir nuestro propio departamento.

—Lo harán —dijo Lali inclinando la cabeza hacia su amiga—. Parece que nosotros no somos los únicos que toman sus propias decisiones.

—Íbamos hablar de ello contigo —contestó Eugenia a la defensiva.

—No hay prisa —le dije—, pero me gustaría algo de ayuda hoy, para traer el resto de las cosas de Lali aquí.

—Sí, claro. Brasil acaba de regresar a casa. Le dije que necesitábamos su camioneta.

Los ojos de Lali se movían entre nosotros tres. —¿Vamos a decírselo?

Eugenia no pudo ocultar una sonrisa de suficiencia. —Va ser difícil esconderlo con ese gran diamante en tu dedo.

Fruncí el ceño. —¿No quieres que nadie sepa?
—Bueno, no, no es eso. Pero nosotros nos fugamos, bebé. La gente enloquecerá.

—Ahora eres la señora Lanzani, que se jodan —dije sin dudarlo.

Lali me sonrió y luego miró su anillo. —Esa soy yo, supongo que debo hablar en nombre de la familia apropiadamente.

—¡Oh mierda! —dije—. Tenemos que decirle a papá.

La cara de Lali se puso blanda. —¿Tenemos?

Eugenia comenzó a reírse. —De seguro estás esperando mucho de ella, pasos de bebé, Pit, por Dios.

Le hice una mueca, aún irritado porque no me dejó subir al carro en el aeropuerto.

Lali esperaba por una respuesta.

Me encogí de hombros. —No lo tenemos que hacer hoy, pero lo haremos pronto, ¿está bien? No quiero que se entere por alguien más.

Asintió. —Lo entiendo, sólo tomémonos el fin de semana y disfrutemos nuestros primeros días como recién casados, sin invitar a nadie a nuestro matrimonio por el momento.

Sonreí sacando nuestro equipaje por la ventana trasera del Honda. —Trato, excepto por una cosa.

—¿Qué cosa?

—¿Podemos pasar los primeros días buscando un carro? Estoy bastante seguro que te prometí un carro.

—¿En serio? —me dijo sonriendo.

—Escoge un color, bebé.

Lali saltó sobre mí de nuevo, envolviéndome con sus brazos y piernas y cubriendo mi cara de besos.
—Oh, deténganse ahí ustedes dos —dijo Eugenia.

Lali cayó en sus pies y Eugenia la agarró de la muñeca. —Vamos adentro, quiero ver tu tatuaje.

Las chicas corrieron escaleras arriba, dejándonos a Nicolás y a mí con el equipaje, lo ayudé con las numerosas y pesadas bolsas de Eugenia, agarrando la de Lali, y también la mía.

Subimos el pesado equipaje y estuvimos agradecidos que la puerta se hubiera quedado abierta.

Lali estaba tumbada en el sillón, con sus jeans desabrochados y doblados, bajando la mirada mientras Eugenia inspeccionaba las delicadas curvas negras en la piel de Lali.

Eugenia miró a Nicolás, que tenía la cara roja y sudaba. —Estoy tan feliz de que nosotros no estemos locos, nene.

—Yo también —dijo Nicolás—. Espero que quieras estar aquí porque no las llevaré de vuelta al carro.

—Así está bien, gracias. —le sonrió con ternura, regresando su atención al tatuaje de Lali.

Nicolás resopló mientras desaparecía en su habitación, regresando con una botella de vino en cada mano.

—¿Qué es eso? —preguntó Lali.

—Tu recepción —contestó Nicolás con una gran sonrisa.

***
Lali estacionó lentamente en un espacio vacío del estacionamiento, chequeando cuidadosamente cada lado. Ella había escogido un nuevo Toyota Camry plateado un día antes, y las pocas veces que pude lograr que se pusiera tras el volante, condujo como si estuviera secretamente tomando prestado el Lamborghini de alguien.
Después de dos paradas, finalmente puso el coche en reversa y apagó el motor.

—Vamos a tener que obtener una etiqueta para el estacionamiento —dijo comprobando el espacio de su lado nuevamente.

—Sí Pidge, me ocuparé de eso —le dije por cuarta vez.

Me preguntaba si debí esperar una semana más o menos antes de añadir el estrés de un nuevo carro. Los dos sabíamos que al final del día se extendería por toda la escuela el rumor de nuestro matrimonio, junto con algún chisme o dos. A propósito, Lali se puso unos jeans y un suéter ajustados para ahorrarse la inevitable pregunta de si estaba embarazada. Podíamos habernos casado, pero los niños era un nivel completamente nuevo y los dos estábamos dispuestos a esperar.
 
Algunas gotas cayeron del cielo gris mientras caminábamos hacia nuestras clases a través del campus, me puse mi gorra roja y Lali abrió su paraguas. Los dos nos quedamos viendo la residencia de Keaton mientras pasábamos, notando la cinta amarilla y los ennegrecidos ladrillos alrededor de cada ventana. Lali agarró mi abrigo y la abracé, tratando de no pensar en lo que había sucedido.

Nicolás había escuchado que Adam había sido detenido. No le había dicho nada a Lali, por miedo a ser el siguiente y que eso le causara preocupación.

Una parte de mí pensaba que las noticias del incendio mantendrían alejada la atención no deseada del anillo en el dedo de Lali, pero sabía que la noticia acerca de nuestro matrimonio sería una distracción bienvenida para la cruda realidad de la pérdida de compañeros, de esa manera tan horrible.

Como esperaba, cuando llegamos a la cafetería mis compañeros de fraternidad y el equipo de futbol nos felicitaron por nuestra boda y nuestro inminente hijo.

—No estoy embarazada —dijo Lali sacudiendo la cabeza.

—Pero… ustedes están casados ¿cierto? —dijo Lexi dudosa.

—Sí —contestó simplemente Lali.

Lexi levantó una ceja. —Supongo que averiguaremos la verdad muy pronto.

Giré mi cabeza hacia un lado. —Supera eso Lex.

Me ignoró. —Supongo que se enteraron acerca del incendio.

—Sólo un poco —dijo Lali claramente incómoda.

—Escuché que algunos estudiantes estaban teniendo una fiesta ahí abajo, que habían sido furtivas durante todo el año.

—¿Es así? —le pregunté. Por el rabillo del ojo, pude ver a Lali mirándome, pero traté de no verme demasiado aliviado. Si eso era cierto, estaría fuera de problemas.
El resto del día lo pasamos o siendo observados, o felicitados. Por primera vez, no fui detenido entre clases por diferentes chicas queriendo saber cuáles eran mis planes para el fin de semana. Sólo me miraban mientras caminaba, vacilantes de acercarse al esposo de alguien más. Eso realmente fue agradable.

Mi día iba bastante bien, me preguntaba si Lali podía decir lo mismo. Incluso mi profesora de psicología me ofreció una pequeña sonrisa y un asentimiento cuando me preguntó sobre si el rumor era cierto.
 
Después de nuestra última clase, me encontré con Lali en el Camry y metí nuestras mochilas en el asiento trasero. —¿Fue tan malo como te lo imaginabas?

—Sí —dijo suspirando.

—Supongo que hoy no sería un buen día para ir a visitar a mi papá, entonces, ¿eh?

—No, pero sería lo mejor. Tienes razón, no quiero que se entere por alguien más.
Su respuesta me sorprendió, pero no la cuestioné. Lali trató de convencerme de que manejara, pero me negué, insistiendo que tenía que sentirse cómoda frente al volante.

El viaje desde la escuela hacia la casa de mi padre no fue largo, pero hubiera sido más corto si yo hubiera manejado. Lali obedeció todas las leyes de tránsito, sobre todo porque estaba nerviosa acerca de verse involucrada en algún accidente y entregar a un oficial los documentos falsos.

Nuestro pequeño pueblo parecía diferente mientras pasaba por ahí, o tal vez yo no era el mismo. No estaba seguro si ser un hombre casado me hacía sentir un poco más relajado, o si por fin me había asentado en mi piel. Estaba en una situación donde no tenía que probarme a mí mismo porque la persona que me aceptó completamente, mi mejor amiga, era parte permanente en mi vida.

Parecía como si hubiera terminado una misión, superando un obstáculo. Pensé en mi madre, y las palabras que me dijo, hacía casi toda una vida. Fue entonces cuando hice click. Me había pedido que no me conformara, que peleara por la persona que amaba, y por primera vez hice lo que esperaba de mí.

Finalmente había vivido como ella quería que lo hiciera.

Tomé una respiración profunda y dejé que mi mano descansara sobre la rodilla de Lali.

—¿Qué es? —me preguntó.

—¿Qué es qué?

—La mirada en tu rostro.

Sus ojos se movieron entre mí y la carretera, extremadamente curiosa. Me imaginé que era una nueva expresión, pero no podía explicar que era lo que me hacía hacer sentir así.

—Sólo estoy feliz, nena.

Medio tarareando, medio riendo dijo—: Yo también.

Admitía que estaba un poco nervioso por decirle a papá acerca de nuestra escapada a las Vegas, no porque se enojara, pero las mariposas en mi estómago revoloteaban más rápido y fuerte con cada cuadra que nos encontrábamos más cerca de llegar a la casa de papá.

Lali se detuvo en el camino de grava empapada por la lluvia, y se paró junto a la casa.

—¿Qué crees que va a decir? —me preguntó.

—No lo sé, pero va a estar feliz. Eso lo sé.

Apreté sus dedos entre los míos. —Lo sé.

Antes de que pudiéramos llegar a la puerta de la casa, papá salió al porche.

—Bueno, hola chicos —dijo sonriendo. Las esquinas de sus ojos se arrugaron mientras que sus mejillas hacían subir las bolsas bajo sus ojos—. No estaba seguro de quién estaba aquí afuera. ¿Conseguiste un nuevo carro, Lali? Es bonito.

—Hola, Pablo —sonrío Lali—. Travis me lo regaló.

—Es nuestro —dije quitándome la gorra—. Pensé que sería lo mejor.

—Estoy feliz de que lo hicieran… feliz de que lo hicieras. Está lloviendo bastante, supongo.

—Supongo —dije. Mis nervios bloquearon cualquier habilidad que tuviera para hacer una pequeña charla. Lo que pensaba que eran nervios, realmente era emoción por compartir la noticia con mi padre.

Papá sabía que algo andaba mal. —¿Tuvieron unas buenas vacaciones de primavera?

—Fueron… interesantes —contestó Lali.

—Oh.

—Hicimos un viaje papá, nos escapamos unos días a Las Vegas, y decidimos eh… decidimos casarnos.

Papá hizo una pausa por unos segundos, y luego sus ojos buscaron la mano derecha de Lali. Cuando encontró la validación que buscaba, miró a Lali y luego a mí.

—¿Papá? —dije sorprendido por la expresión en blanco de su rostro.

Los ojos de mi padre brillaron un poco y luego las comisuras de sus labios lentamente se levantaron. Extendió sus brazos y nos abrazó a ambos con ellos.

Sonriendo, Lali me miró. Le guiñé un ojo.

—Me pregunto qué diría mamá si estuviera aquí —dije.

Papá dio un paso atrás con los ojos húmedos por lágrimas de felicidad. —Diría que lo hiciste bien, hijo. —Miró a Lali—. Te diría gracias por traer de vuelta al hijo que dejó cuando se fue.

—No sé nada acerca de eso —dijo Lali, secándose los ojos. Era claro que estaba abrumada por los comentarios de papá.

Él nos abrazó de nuevo, riendo y apretándonos al mismo tiempo. —¿Quieres apostar?



CONTINUARÁ... Este es el último cap de esta adaptación, falta el epílogo y ya subo la tercera parte :). Gracias por leer y firmar. 

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