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SEÑOR Y SEÑORA
Lali se detuvo en el borde, su mano sostenía los únicos dos dedos
que tengo libres. El resto los tenía ocupados con bolsas o tratando de hacerle señas
a Eugenia.
Habíamos manejado el Honda al aeropuerto dos días antes, así que
Nicolás tuvo que dejar a su novia tomar el control del carro. Eugenia había
insistido en recogernos y todo el mundo sabía por qué. Cuando ella se detuvo
junto a la acera, miró hacia al frente, ni siquiera salió a ayudarnos con las
bolsas.
Cojeando, Lali se sentó en el asiento del copiloto, cuidando el
lado donde se había tatuado mi apellido.
Lancé las bolsas por la ventana trasera y traté de abrir la
puerta. —Eh… —dije tratando de abrirla nuevamente—. Abre la puerta, Euge.
—No creo que lo haga —me contestó volteando a verme.
Aceleró un poco, y Lali se tensó. —Detente Euge.
Eugenia piso el freno y alzó una ceja. —Casi haces que maten a mi
mejor amiga en una de tus estúpidas peleas, después la traes a Las Vegas y te
casas con ella cuando estoy fuera de la ciudad, por lo que no sólo no puedo ser
la dama de honor, sino que ni siquiera puedo ser testigo de
ello.
Traté de abrir la puerta nuevamente. —Vamos Euge, desearía poder
decir que lo siento, pero estoy casado con el amor de mi vida.
—¡El amor de tu vida es una Harley! —gritó, y avanzó nuevamente.
—¡Ya no! —le rogué.
—Eugenia Suárez… —comenzó Lali, tratando de sonar intimidante pero
Eugenia le lanzó una mirada demasiado severa que dejó a Lali encogida contra la
puerta.
Los coches de atrás nos tocaban la bocina, pero Eugenia estaba
demasiado enojada para prestar atención a eso.
—De acuerdo —dije levantando una mano—. Está bien ¿y qué tal si
nosotros uh… tuviéramos otra boda este verano? Con vestido, invitaciones,
flores y con todas esas cosas. Podrías ayudar a Lali a planear la boda, podrías
pararte a su lado, hacerle una despedida de soltera, todo lo que quieras.
—¡No es lo mismo! —gruñó Eugenia, pero la tensión en su rostro se
relajó un poco—. Pero es un comienzo. —Se estiró hacia atrás y quitó el seguro,
jalé la manejilla y entré al carro, cuidando de no hablar hasta que llegamos al
apartamento.
Nicolás estaba limpiando su Charger cuando nos detuvimos en el
estacionamiento. —Hola. —Me sonrió y abrazó a mí primero, y luego a Lali—.
Felicidades a los dos.
—Gracias —contestó Lali que aún se sentía incomoda por la rabieta
de Eugenia.
—Supongo que es una buena cosa que Eugenia y yo hayamos estado hablando
sobre conseguir nuestro propio departamento.
—Lo harán —dijo Lali inclinando la cabeza hacia su amiga—. Parece
que nosotros no somos los únicos que toman sus propias decisiones.
—Íbamos hablar de ello contigo —contestó Eugenia a la defensiva.
—No hay prisa —le dije—, pero me gustaría algo de ayuda hoy, para
traer el resto de las cosas de Lali aquí.
—Sí, claro. Brasil acaba de regresar a casa. Le dije que
necesitábamos su camioneta.
Los ojos de Lali se movían entre nosotros tres. —¿Vamos a
decírselo?
Eugenia no pudo ocultar una sonrisa de suficiencia. —Va ser
difícil esconderlo con ese gran diamante en tu dedo.
Fruncí el ceño. —¿No quieres que nadie sepa?
—Bueno, no, no es eso. Pero nosotros nos fugamos, bebé. La gente enloquecerá.
—Ahora eres la señora Lanzani, que se jodan —dije sin dudarlo.
Lali me sonrió y luego miró su anillo. —Esa soy yo, supongo que
debo hablar en nombre de la familia apropiadamente.
—¡Oh mierda! —dije—. Tenemos que decirle a papá.
La cara de Lali se puso blanda. —¿Tenemos?
Eugenia comenzó a reírse. —De seguro estás esperando mucho de
ella, pasos de bebé, Pit, por Dios.
Le hice una mueca, aún irritado porque no me dejó subir al carro
en el aeropuerto.
Lali esperaba por una respuesta.
Me encogí de hombros. —No lo tenemos que hacer hoy, pero lo
haremos pronto, ¿está bien? No quiero que se entere por alguien más.
Asintió. —Lo entiendo, sólo tomémonos el fin de semana y
disfrutemos nuestros primeros días como recién casados, sin invitar a nadie a
nuestro matrimonio por el momento.
Sonreí sacando nuestro equipaje por la ventana trasera del Honda.
—Trato, excepto por una cosa.
—¿Qué cosa?
—¿Podemos pasar los primeros días buscando un carro? Estoy
bastante seguro que te prometí un carro.
—¿En serio? —me dijo sonriendo.
—Escoge un color, bebé.
Lali saltó sobre mí de nuevo, envolviéndome con sus brazos y
piernas y cubriendo mi cara de besos.
—Oh, deténganse ahí ustedes dos —dijo Eugenia.
Lali cayó en sus pies y Eugenia la agarró de la muñeca. —Vamos
adentro, quiero ver tu tatuaje.
Las chicas corrieron escaleras arriba, dejándonos a Nicolás y a mí
con el equipaje, lo ayudé con las numerosas y pesadas bolsas de Eugenia,
agarrando la de Lali, y también la mía.
Subimos el pesado equipaje y estuvimos agradecidos que la puerta
se hubiera quedado abierta.
Lali estaba tumbada en el sillón, con sus jeans desabrochados y
doblados, bajando la mirada mientras Eugenia inspeccionaba las delicadas curvas
negras en la piel de Lali.
Eugenia miró a Nicolás, que tenía la cara roja y sudaba. —Estoy
tan feliz de que nosotros no estemos locos, nene.
—Yo también —dijo Nicolás—. Espero que quieras estar aquí porque
no las llevaré de vuelta al carro.
—Así está bien, gracias. —le sonrió con ternura, regresando su
atención al tatuaje de Lali.
Nicolás resopló mientras desaparecía en su habitación, regresando
con una botella de vino en cada mano.
—¿Qué es eso? —preguntó Lali.
—Tu recepción —contestó Nicolás
con una gran sonrisa.
***
Lali estacionó lentamente en un espacio vacío del estacionamiento,
chequeando cuidadosamente cada lado. Ella había escogido un nuevo Toyota Camry
plateado un día antes, y las pocas veces que pude lograr que se pusiera tras el
volante, condujo como si estuviera secretamente tomando prestado el Lamborghini
de alguien.
Después de dos paradas, finalmente puso el coche en reversa y
apagó el motor.
—Vamos a tener que obtener una etiqueta para el estacionamiento
—dijo comprobando el espacio de su lado nuevamente.
—Sí Pidge, me ocuparé de eso —le dije por cuarta vez.
Me preguntaba si debí esperar una semana más o menos antes de
añadir el estrés de un nuevo carro. Los dos sabíamos que al final del día se
extendería por toda la escuela el rumor de nuestro matrimonio, junto con algún
chisme o dos. A propósito, Lali se puso unos jeans y un suéter ajustados para
ahorrarse la inevitable pregunta de si estaba embarazada. Podíamos habernos
casado, pero los niños era un nivel completamente nuevo y los dos estábamos
dispuestos a esperar.
Algunas gotas cayeron del cielo gris mientras caminábamos hacia
nuestras clases a través del campus, me puse mi gorra roja y Lali abrió su
paraguas. Los dos nos quedamos viendo la residencia de Keaton mientras
pasábamos, notando la cinta amarilla y los ennegrecidos ladrillos alrededor de
cada ventana. Lali agarró mi abrigo y la abracé, tratando de no pensar en lo
que había sucedido.
Nicolás había escuchado que Adam había sido detenido. No le había
dicho nada a Lali, por miedo a ser el siguiente y que eso le causara
preocupación.
Una parte de mí pensaba que las noticias del incendio mantendrían
alejada la atención no deseada del anillo en el dedo de Lali, pero sabía que la
noticia acerca de nuestro matrimonio sería una distracción bienvenida para la
cruda realidad de la pérdida de compañeros, de esa manera tan horrible.
Como esperaba, cuando llegamos a la cafetería mis compañeros de
fraternidad y el equipo de futbol nos felicitaron por nuestra boda y nuestro
inminente hijo.
—No estoy embarazada —dijo Lali sacudiendo la cabeza.
—Pero… ustedes están casados ¿cierto? —dijo Lexi dudosa.
—Sí —contestó simplemente Lali.
Lexi levantó una ceja. —Supongo que averiguaremos la verdad muy
pronto.
Giré mi cabeza hacia un lado. —Supera eso Lex.
Me ignoró. —Supongo que se enteraron acerca del incendio.
—Sólo un poco —dijo Lali claramente incómoda.
—Escuché que algunos estudiantes estaban teniendo una fiesta ahí
abajo, que habían sido furtivas durante todo el año.
—¿Es así? —le pregunté. Por el rabillo del ojo, pude ver a Lali
mirándome, pero traté de no verme demasiado aliviado. Si eso era cierto,
estaría fuera de problemas.
El resto del día lo pasamos o siendo observados, o felicitados.
Por primera vez, no fui detenido entre clases por diferentes chicas queriendo
saber cuáles eran mis planes para el fin de semana. Sólo me miraban mientras
caminaba, vacilantes de acercarse al esposo de alguien más. Eso realmente fue
agradable.
Mi día iba bastante bien, me preguntaba si Lali podía decir lo
mismo. Incluso mi profesora de psicología me ofreció una pequeña sonrisa y un
asentimiento cuando me preguntó sobre si el rumor era cierto.
Después de nuestra última clase, me encontré con Lali en el Camry
y metí nuestras mochilas en el asiento trasero. —¿Fue tan malo como te lo
imaginabas?
—Sí —dijo suspirando.
—Supongo que hoy no sería un buen día para ir a visitar a mi papá,
entonces, ¿eh?
—No, pero sería lo mejor. Tienes razón, no quiero que se entere
por alguien más.
Su respuesta me sorprendió, pero no la cuestioné. Lali trató de convencerme
de que manejara, pero me negué, insistiendo que tenía que sentirse cómoda
frente al volante.
El viaje desde la escuela hacia la casa de mi padre no fue largo,
pero hubiera sido más corto si yo hubiera manejado. Lali obedeció todas las
leyes de tránsito, sobre todo porque estaba nerviosa acerca de verse
involucrada en algún accidente y entregar a un oficial los documentos falsos.
Nuestro pequeño pueblo parecía diferente mientras pasaba por ahí,
o tal vez yo no era el mismo. No estaba seguro si ser un hombre casado me hacía
sentir un poco más relajado, o si por fin me había asentado en mi piel. Estaba
en una situación donde no tenía que probarme a mí mismo porque la persona que
me aceptó completamente, mi mejor amiga, era parte permanente en mi vida.
Parecía como si hubiera terminado una misión, superando un
obstáculo. Pensé en mi madre, y las palabras que me dijo, hacía casi toda una
vida. Fue entonces cuando hice click. Me había pedido que no me conformara, que
peleara por la persona que amaba, y por primera vez hice lo que esperaba de mí.
Finalmente había vivido como ella quería que lo hiciera.
Tomé una respiración profunda y dejé que mi mano descansara sobre
la rodilla de Lali.
—¿Qué es? —me preguntó.
—¿Qué es qué?
—La mirada en tu rostro.
Sus ojos se movieron entre mí y la carretera, extremadamente
curiosa. Me imaginé que era una nueva expresión, pero no podía explicar que era
lo que me hacía hacer sentir así.
—Sólo estoy feliz, nena.
Medio tarareando, medio riendo dijo—: Yo también.
Admitía que estaba un poco nervioso por decirle a papá acerca de
nuestra escapada a las Vegas, no porque se enojara, pero las mariposas en mi
estómago revoloteaban más rápido y fuerte con cada cuadra que nos encontrábamos
más cerca de llegar a la casa de papá.
Lali se detuvo en el camino de grava empapada por la lluvia, y se
paró junto a la casa.
—¿Qué crees que va a decir? —me preguntó.
—No lo sé, pero va a estar feliz. Eso lo sé.
Apreté sus dedos entre los míos. —Lo sé.
Antes de que pudiéramos llegar a la puerta de la casa, papá salió
al porche.
—Bueno, hola chicos —dijo sonriendo. Las esquinas de sus ojos se
arrugaron mientras que sus mejillas hacían subir las bolsas bajo sus ojos—. No
estaba seguro de quién estaba aquí afuera. ¿Conseguiste un nuevo carro, Lali?
Es bonito.
—Hola, Pablo —sonrío Lali—. Travis me lo regaló.
—Es nuestro —dije quitándome la gorra—. Pensé que sería lo mejor.
—Estoy feliz de que lo hicieran… feliz de que lo hicieras. Está
lloviendo bastante, supongo.
—Supongo —dije. Mis nervios bloquearon cualquier habilidad que
tuviera para hacer una pequeña charla. Lo que pensaba que eran nervios,
realmente era emoción por compartir la noticia con mi padre.
Papá sabía que algo andaba mal. —¿Tuvieron unas buenas vacaciones
de primavera?
—Fueron… interesantes —contestó Lali.
—Oh.
—Hicimos un viaje papá, nos escapamos unos días a Las Vegas, y
decidimos eh… decidimos casarnos.
Papá hizo una pausa por unos segundos, y luego sus ojos buscaron
la mano derecha de Lali. Cuando encontró la validación que buscaba, miró a Lali
y luego a mí.
—¿Papá? —dije sorprendido por la expresión en blanco de su rostro.
Los ojos de mi padre brillaron un poco y luego las comisuras de
sus labios lentamente se levantaron. Extendió sus brazos y nos abrazó a ambos
con ellos.
Sonriendo, Lali me miró. Le guiñé un ojo.
—Me pregunto qué diría mamá si estuviera aquí —dije.
Papá dio un paso atrás con los ojos húmedos por lágrimas de felicidad.
—Diría que lo hiciste bien, hijo. —Miró a Lali—. Te diría gracias por traer de
vuelta al hijo que dejó cuando se fue.
—No sé nada acerca de eso —dijo Lali, secándose los ojos. Era
claro que estaba abrumada por los comentarios de papá.
Él nos abrazó de nuevo, riendo y
apretándonos al mismo tiempo. —¿Quieres apostar?
CONTINUARÁ... Este es el último cap de esta adaptación, falta el epílogo y ya subo la tercera parte :). Gracias por leer y firmar.
me encantoooooo .. massssssssssss
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