CAPÍTULO 2
EL CAMINO DE REGRESO
LALI
Me quedé mirando la piedra brillante en mi
dedo y suspiré de nuevo. No era el suspiro que una joven chica recién
comprometida haría mientras mira su gran diamante. Estaba llena de
pensamientos. Un pesado y reflexivo pensamiento que me hacía pensar
intensamente. Reflexivos sí, pero no segundos pensamientos.
No podíamos estar separados el uno del otro.
Lo que estábamos a punto de hacer era inevitable y Peter Lanzani me amaba en un
modo que mucha gente soñaría.
El suspiro se encontraba lleno de preocupación
y esperanza por mi estúpido plan, quería que Peter estuviera bien tanto que
fuera tangible.
—Deja eso, Pidge —dijo Peter—. Me estas
poniendo nervioso.
—Es solo… demasiado grande.
—Es perfecto —dijo, sentándose de nuevo.
Estábamos atrapados entre un empresario hablando suavemente en su celular y una
pareja mayor. Una empleada de la aerolínea se hallaba parada detrás del
mostrador de la puerta hablando en lo que parecía ser una radio. Me preguntaba
porque no utilizaban un micrófono regular. Anunció algunos nombres y luego
colocó el dispositivo en algún lugar atrás de su escritorio.
—Debe ser un vuelo completo —dijo Peter. Su
brazo izquierdo apoyado en la parte de trasera de mi silla, su pulgar
acariciando gentilmente mi hombro.
Trataba de aparentar estar relajado pero su
rodilla inquieta lo delataba.
—El diamante es excesivo, siento que me
robaran en cualquier momento —dije.
Peter se rió. —Primero que todo, nadie te
malditamente tocará. Segundo, ese anillo fue hecho para estar en tu dedo, lo
supe cuando lo vi.
—Atención pasajeros del vuelo American 2477
con destino a Las Vegas, estamos buscando tres voluntarios para tomar el
siguiente vuelo. Ofrecemos bonos de viaje validos por un año desde el momento
de su partida.
Peter me miró.
—No.
—¿Tienes prisa? —preguntó con una sonrisa
victoriosa en su rostro.
Me incliné y lo besé. —De hecho, si tengo. —Levanté
mi dedo y limpié una marca de hollín que olvido en la ducha.
—Gracias, cariño —dijo, apretándome contra su
costado. Miró a los lados, su barbilla levantada, sus ojos brillando. Se veía
de mejor ánimo, igualmente como la noche que me ganó la apuesta. Me hizo
sonreír. Sensible o no, se sentía bien ser amado así y decidí en ese momento
que dejaría de disculparme por eso. Había peores cosas que encontrar tu alma
gemela demasiado pronto en la vida y, ¿qué era demasiado pronto, de todas
formas?
—Tuve una discusión sobre ti con mi mamá una
vez —dijo Peter mirando hacia la pared de la ventana a nuestra derecha. Aún se
encontraba oscuro. Lo que sea que vio no se encontraba al otro lado.
—¿Sobre mí? ¿No es eso… imposible?
—La verdad no. Fue el día que murió.
Adrenalina emergió de donde sea que la
adrenalina venga y corrió a través de mi cuerpo, agrupándose en mis dedos de
manos y pies. Peter nunca me había hablado sobre su madre. Algunas veces quise
preguntarle sobre ella, pero luego pensaba en la horrible sensación que se
apodera de mí cuando alguien preguntaba por mi madre, así que nunca lo hice.
Continuó: —Ella dijo, encuentra una chica por
la que valga la pena pelear. Una que no sea fácil.
Me sentí un poco avergonzada, preguntándome si
eso significaba que era un dolor en el culo. Seguramente lo era, pero ese no
era el punto —Dijo que no dejará de pelear y no lo hice. Tenía razón. —Tomó una
profunda respiración, parecía dejar ese pensamiento quedarse en sus huesos.
La idea de que Peter creyera que yo era la
mujer de la que su madre había hablado, que me aprobaría, me hizo sentir
aceptada y nunca me había sentido así. Claudia quien murió hace 17 años antes y
ahora me hacía sentir más amada que mi propia madre.
—Amo a tu madre —dije, inclinándome contra el
pecho de Peter.
Me miró y luego de una corta pausa besó mi
cabello. No podía ver su rostro pero podía escuchar en su voz lo afectado que
se hallaba. —Te habría amado también, no tengo ninguna duda.
La mujer habló en su radio otra vez. —Atención
pasajeros del vuelo América 2477 con destino a Las Vegas, estaremos abordando
pronto. Empezaremos con aquellos que necesitan asistencia para abordar y los
que tienen niños pequeños, luego empezaremos a abordar a los de primera clase y
clase ejecutiva.
—¿Qué hay con los excepcionalmente
aburridos?—dijo Peter, poniéndose de pie—. Necesito una maldita Red Bull. Tal
vez deberíamos haber mantenido nuestros boletos para mañana como habíamos
planeado.
Arqueé una ceja. —¿Tienes un problema con que
tenga prisa de ser la Sra. Lanzani?
Negó con la cabeza, ayudándome a pararme.
—Diablos, no. Aún sigo conmocionado, si quieres saber la verdad. Solo no quiero
que te estés apresurando por que sientes que cambiaras de opinión.
—Tal vez tenga miedo que tú cambies de
opinión.
La ceja de Peter se arqueó y envolvió sus
brazos alrededor de mí. —En serio, no puedes pensar eso. Tienes que saber que
no hay nada que quiera más.
Me levanté sobre las puntas de mis pies y besé
sus labios. —Creo que estamos listos para abordar el avión hacia Las Vegas así
podremos casarnos, eso es
lo que pienso.
Peter me apretó contra él y luego me besó con
entusiasmo desde la mejilla hasta la clavícula. Me reí mientras me hacía
cosquillas en el cuello y luego me reí más fuerte cuando me levantó del suelo.
Me besó una última vez antes de tomar mi bolsa del suelo, me puso en el suelo y
luego me llevó de la mano hasta la línea.
Mostró nuestras tarjetas de embarque y
caminamos por la pasarela de acceso agarrados de la mano. La azafata nos miró y
ofreció una sonrisa de complicidad. Peter se pasó de nuestros asientos para
dejarme pasar y puso nuestras maletas de mano en el compartimiento superior y
colapsó a mi lado. —Probablemente deberíamos tratar de dormir en el camino,
pero no estoy seguro que pueda. Estoy malditamente excitado.
—Dijiste que necesitabas una Red Bull.
Su hoyuelo se hundió mientras sonreía. —Deja
de escuchar todo lo que digo. Probablemente no voy a tener sentido en los
próximos seis meses mientras trato de procesar el hecho que tendré todo lo que
siempre he querido.
Me incliné hacia atrás para encontrar sus
ojos. —Pit, si te preguntas porque tengo tanta prisa de casarme contigo… lo que
acabas de decir es una de
tantas razones.
—¿Sí?
—Sí.
Se deslizó en su asiento y luego reclinó su
cabeza en mi hombro, acariciando mi cuello antes de relajarse. Besé su frente y
luego miré hacia la ventana esperando mientras los pasajeros entraban y
silenciosamente rezando para que el piloto se apresurará y saliera de una
maldita vez de aquí. Nunca estuve tan agradecía de mi cara inexpresiva. Quería
pararme y gritarle a todos que se sentaran para que el piloto pudiera despegar,
pero me prohibí inquietarme y me obligué a relajar los músculos.
Los dedos de Peter encontraron los míos y se
entrelazaron con ellos. Su aliento quemaba el lugar que tocaba en mi hombro,
enviando calor por todo mi cuerpo. Algunas veces solo quería ahogarme en él.
Pensé en qué pasaría si mi plan no funcionaba. Peter siendo arrestado, juzgado
en la corte y en el peor escenario enviado a prisión. Sabiendo que sería
posible estar separado un largo tiempo de él, sentía que una promesa de estar
con él para siempre no era suficiente. Mis ojos se llenaron con lágrimas y una
se escapó, cayendo por mi mejilla. La limpié rápidamente. Maldita fatiga
siempre poniéndome más emocional.
Los otros pasajeros guardaban sus maletas y
ajustaban sus cinturones de seguridad, pasando a través de los movimientos sin
saber que nuestras vidas se encontraban a punto de cambiar para siempre.
Me giré para mirar por la ventana cualquier
cosa que pudiera quitar de mi mente la urgencia de despegar. —Apresúrate
—susurré.
PETER
Fue fácil descansar cuando puse mi cabeza en el hueco del
cuello de Lali. Su cabello aun olía un poco a humo y tenía sus manos rosadas e
hinchadas de tratar de forzar la ventana del sótano. Traté de empujar esa
imagen fuera de mi cabeza: las manchas de hollín en su rostro, sus ojos
asustados rojos e irritados por el humo, destacados por el rímel negro que se
había corrido. Si no me hubiera quedado atrás ella no lo habría logrado. La
vida sin Lali no sonaba a una vida en lo absoluto. No quería imaginarme que
sería perderla. Pasando de una pesadilla a otra que había soñado, era una
situación discordante pero acostado aquí contra Lali mientras el avión zumbaba
y la azafata decía los anuncios por el megáfono hizo de algún modo más fácil la
transición.
Alcancé los dedos de Lali entrelazándolos con los míos. Su
mejilla presionaba contra la cima de mi cabeza tan sutilmente que si hubiera
estado prestando atención a que cadena debo tirar en mi chaleco salvavidas si
mi vida dependiera de eso hubiera perdido su pequeño gesto de cariño.
En unos pocos meses, la pequeña mujer a mi lado se había
convertido en mi mundo entero. Fantaseaba sobre que hermosa se miraría en su
vestido de novia, regresando a casa para ver como Lali decoró nuestro
apartamento, comprando nuestro primer auto y haciendo todas esas cosas
aburridas que hace un matrimonio como lavar la vajilla ir de compra al
supermercado —juntos. Me imaginé viéndola caminar por el escenario en su
graduación. Después de que ambos encontráramos trabajo, podríamos empezar una
familia. Eso se hallaba a tres o cuatro años de distancia. Ambos veníamos de
familias rotas pero sabía que Lali sería una excelente madre. Pensaba en cómo
reaccionaría cuando Lali me dijera que se encontraba embarazada y ya me sentía
un poco emocional sobre eso.
No todo sería sol y arcoíris, pero luchando contra una mala
racha han sido nuestros mejores momentos y habíamos tenido suficiente mala
racha para saber que podríamos pasar por ellos.
Con pensamientos de Lali embarazada de nuestro primer hijo
corriendo a través de mi mente, mi cuerpo se relajó y me quedé dormido.
¿Qué hacía aquí?
El olor a humo quemaba mi nariz y los llantos y los gritos en la distancia
hacían que mi sangre se tornará a hielo, incluso aunque el sudor corría por mi
cara. Me encontraba de regreso en las entrañas de Keaton Hall.
—¿Pigeon? —grité.
Tosí y entrecerré los ojos como si eso pudiera ayudarme a ver a través de la
oscuridad—. ¡Pigeon!
Había sentido
esto antes. El pánico, la adrenalina pura de estar verdaderamente asustado. La
muerte se encontraba cerca, pero ni siquiera pensaba en que se sentiría morir
sofocado o quemado vivo. Sólo podía pensar en Lali. ¿Dónde estaba? ¿Se
encontraba bien? ¿Cómo la salvaría?
Vi una sola
puerta, iluminada por las llamas que se acercaban. Giré el pomo y entre a la
habitación de diez por diez. Eran solo cuatro paredes de concreto, una ventana
y un pequeño grupo de chicas y algunos chicos que estaban contra la pared
tratando de llegar al único escape.
Derek, uno de mis
hermanos de la fraternidad, sostenía a una de las chicas que se veía
desesperada por alcanzar la ventana. —¿Puedes alcanzarla, Lindsey? —gruñó,
respirando pesadamente.
—¡No, no puedo
alcanzarla! —lloró, arañando por encima de ella. Usaba una camisa rosada de
Sigma Kappa, húmeda por el sudor.
Derek asintió a
su amigo. No sabía su nombre, pero estaba en mi clase de Humanidades. —Levanta
a Emily, Todd. Ella es más alta.
Todd se inclinó y
entrelazo sus dedos, pero Emily se presionaba contra la pared,congelada por el
miedo. —Emily ven acá.
Su rostro se
comprimió. Se veía como una niña pequeña. —Quiero a mi mamá —susurraba.
—¡Mueve tu culo
hasta aquí! —ordenó Todd.
Después de tomar
unos momentos para encontrar coraje, Emily se alejó de la pared y subió en
Todd. Él la empujó hacia arriba pero no pudo alcanzarla tampoco.
Lainey miró a su
amiga tratar de alcanzar la venta, notando las llamas que se acercaban, apretó
sus puños cerca de su pecho, tan apretados que temblaron. —Sigue intentando,
Emily.
—Probemos otra
salida —dije pero ellos no me escucharon. Quizá ya habían tratado otras rutas y
esta era la única ventana que pudieron encontrar. Corrí en el oscuro pasillo y miré
alrededor. Era un callejón sin salida. No había donde más correr.
Regresé, tratando
de pensar en algo que nos salvará. Mantas polvorientas cubrían los muebles
almacenados y alineados contra la pared, y el fuego las usaba como vía. Una vía
directo hacia donde nos encontrábamos.
Retrocedí y luego
me giré para ver a los chicos detrás de mí. Sus ojos abiertos moviéndose
directamente a la pared. Lainey trataba de subir los bloques de cemento por el terror.
—¿Han visto a Lali
Espósito? —dije, pero ellos no me escuchaban—. Oye —grité de nuevo, ninguno de
estos chicos me reconoció, caminé hacia Derek y le grité—: Oye.—Miró a través
de mí hacia el fuego, con una mirada de horror. Miré a los otros y tampoco me
vieron.
Confundido,
caminé hacia la pared y salté, tratando de alcanzar la ventana y luego me
encontraba de rodillas en el suelo afuera, mirando hacia adentro. Donde Derek,
Todd,
Lainey, Lindsey y
Emily aún se hallaban. Traté de abrir la ventana pero no se movía. Seguí intentando
de todas formas esperando que en algún momento cediera y se abriera y pudiera sacarlos
de allí.
—Esperen —grité—.
¡Ayuda! —grité de nuevo, esperando que alguien me escuchará.
Las chicas se
abrazaron y Emily comenzó a llorar. —Este es un mal sueño, esto es solo un mal
sueño. ¡Despierta! ¡Despierta! —decía una y otra vez.
—Toma una de esas
mantas, Lainey —dijo Derek—. Ruédala y ponla debajo de la puerta.
Lainey agarró una
de las mantas de un escritorio. Lindsey le ayudo y luego observo como Lainey la
puso desesperadamente debajo de la puerta. Las dos retrocedieron mirando hacia
la puerta.
—Estamos atrapados
—dijo Todd a Derek.
Los hombros de
Derek cayeron. Lainey caminó hacia él, tocando sus sucias mejillas con las dos
manos. Se miraron, espeso y negro humo empezó a entrar a la habitación desde debajo
de la puerta.
Emily saltó hacia
la ventana. —Levántame, Todd. ¡Quiero salir! ¡Quiero salir de aquí!
Todd la observó
saltar con una expresión de derrota en su cara.
—¡Mami! —gritó
Emily—, mami, ¡ayúdame! —Sus ojos fueron directos a la ventana pero aún así no
me veía.
Lindsey se acercó
a Emily pero no la tocó. —Ssshh… —dijo tratando de confortarla desde donde se
encontraba de pie. Cubrió su boca y empezó a toser. Miró hacia Todd, lagrimas
corriendo por sus mejillas—. Vamos a morir.
—¡No quiero
morir! —gritó Emily, aun saltando.
Mientras el humo
cubría la habitación golpeé la ventana una y otra vez. La adrenalina debió ser
increíble, porque no sentía mi mano golpeando el vidrio incluso cuando usaba
toda la fuerza que tenía. —¡Ayúdenme! ¡Ayuda! —grité pero nadie vino.
El humo entró y
se arremolinaba contra la ventana y la tos y el llanto fue silenciado.
Me desperté de golpe y miré alrededor. Me hallaba en el
avión con Lali, mis manos apretando sus brazos y cada musculo en mi cuerpo se
encontraba tenso.
—¿Peter? Estas sudando —dijo Lali, tocando mi mejilla.
—Ya regresó —dije, desabrochando el cinturón rápidamente.
Me dirigí al final del avión y abrí la puerta del baño y la cerré tras de mí.
Abrí la llave del agua, salpiqué agua en mi cara, y me miré en el espejo,
viendo las gotas de agua deslizarse de mi cara y en el mostrador.
Ellos se encontraban allí por mi culpa. Sabía que Keaton
no era seguro, había demasiada gente en el mostrador y dejé que pasará.
Contribuí a la docena de muertes y ahora me encontraba en un avión rumbo a las
Vegas. ¿Qué mierda estaba mal conmigo? Caminé de regreso a mi asiento y me
acomodé junto a Lali.
Me miró y notó en seguida que algo andaba mal. —¿Qué pasa?
—Es mi culpa.
Negó y mantuvo su voz baja. —No, no hagas esto.
—Tuve que haber dicho que no, debí insistir en un lugar
más seguro.
—No sabias que esto iba a pasar. —Miró alrededor
asegurándose que nadie escuchara—. Es terrible y horrible pero no podíamos
detenerlo. No podemos cambiarlo.
—¿Qué pasa si me arrestan, Lali? ¿Y si voy a la cárcel?
—Sssh —dijo, recordándome la forma que Lindsey trató de
calmar a Emily en mi sueño—. No pasará —susurró sus ojos enfocados, resueltos.
—Tal vez debería.
CONTINUARÁ...
Subi masssss plisssss
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