martes, 6 de enero de 2015

Capítulo 21

21
MUERTE LENTA


Nicolás se sentó a mi lado sobre un pequeño banco que se encontraba en la habitación. Una habitación que si bien era pequeña estaba muy bien iluminada. Esta sería la primera ocasión en la que no saldría del sótano de algún lugar clandestino para ofrecer el espectáculo que causaba una pelea callejera. El público esta vez estaría compuesto por las personas que vivían en la sombra, en la gran ciudad de Las Vegas: mafiosos, traficantes de drogas, y con ellos, sus dulces acompañantes. La multitud afuera se asemejaba a un oscuro ejército, más ruidoso y mucho más sediento de sangre. Estaría rodeado por una jaula y no por personas.

—Sigo creyendo que estás equivocado al participar en esto, Pit —demandó Euge, de pie al otro lado de la habitación.

—Ahora no, cariño —le contestó Nicolás, mientras me ayudaba a envolver la cinta adhesiva, a modo de protección, alrededor de mis manos.
—¿Estás nervioso? —La voz de Euge resonó nuevamente por el lugar, de una forma que resultó escalofriantemente tranquila.

—En realidad no. Pero me sentiría mejor si Pidge estuviera aquí. ¿Sabes algo de ella?

—Le enviaré un mensaje. Ella llegará.

—¿Lo ama? —pregunté, imaginándome diferentes escenarios sobre qué fue lo que hablaron durante la cena. Obviamente Jess no era un santo, y no podría asegurar que no esperase nada a cambio de ayudar a mi chica.

—No —respondió tajantemente Euge—.Lali nunca me lo diría, de cualquier forma. Crecieron juntos, Peter. Él fue la única persona con la que ella pudo contar. Lo fue durante mucho tiempo.

No puedo decir si conocer esta información me hizo sentir mejor o peor. —¿Te contestó el mensaje?

—¡Oye! ¡Oye! Tienes a Brock McMann esperándote. Tu cabeza tiene que estar enfocada en la pelea al cien por ciento. ¡Deja de ser un cobarde y concéntrate! —exclamó Nico, golpeando mi mejilla en el proceso.

Asentí, tratando de recordar las pocas veces que había visto luchar a Brock.

Había sido expulsado de la UFC por golpes ilegales y el rumor de haber golpeado al presidente de la compañía. Había pasado mucho tiempo, pero seguía siendo un luchador a leguas sucio y cometió mucha mierda ilegal. Mientras el árbitro era un testigo impasible. La clave sería no ponerse en posición de debilidad. Si cerraba sus piernas alrededor de mí, podría acabar conmigo bastante rápido.

—Vamos a jugar seguro, Pit. Déjale atacar primero. Del modo en el que luchaste la noche en la que tratabas de ganar la apuesta de Lali. No estás en una pelea de un torneo universitario. Esto no es el Círculo, y no estás creando espectáculo para la audiencia.

—Al infierno si no lo estoy.

—Tienes que ganar, Peter. Estás luchando por Lali, no lo olvides. —Asentí. Nicolás tenía razón. Si perdía, Benny no recibiría su dinero, y Lali permanecería en peligro.

Un hombre alto y gordo con traje de diseñador y pelo grasiento caminó hacia nosotros. —Tú vas arriba. Tu entrenador puede unirse a ti en la parte exterior de la jaula, pero las chicas... ¿Dónde está la otra?

Mis cejas se fruncieron, formando una línea recta. —Ya viene.

—De acuerdo, entonces... se han reservado plazas al final de la segunda fila en la esquina para las acompañantes.

—Te acompañaré allí —exclamó Nico dirigiéndose a Euge, miró al hombre de traje—. Nadie la toca. Voy a matar a la primera puta persona que se atreva a tocarla.

El hombre esbozó lo que podría considerarse el fantasma de una sonrisa.

Una horrible mueca la describiría mejor. —Benny ha dicho sin distracciones.

Vamos a tener los ojos puestos en ellas en todo momento.

Nicolás asintió, y luego le tendió la mano a Eugenia. Ella la tomó, y tranquilamente nos siguió a través de la puerta.

La voz amplificada de los locutores resonó en los enormes altavoces colocados en cada esquina de la enorme habitación. Se parecía a una pequeña sala de conciertos, con capacidad para albergar a un millar de personas sin problema alguno. Todos los asistentes estaban de pie, ya sea animándome o lanzando miradas de recelo mientras hacía mi recorrido hacia el centro, en el escenario dispuesto para el enfrentamiento.

La puerta de la jaula se abrió y entré.

Nicolás observaba al del traje sentar a Eugenia en el extremo que anteriormente había mencionado, una vez que se convenció de que ella estaba bien, volvió su vista hacia mí. —Recuerda: juega inteligentemente. Déjale atacar primero. El objetivo es ganar. Ganar por Lali. —Asentí. Esto se trataba de ella.

Segundos después, la música sonó por los altavoces, y tanto el movimiento en el recinto como el volumen de la música aumentaron con frenesí. Brock McMann surgió de un pasillo, siendo el centro de atención. Las vigas del techo iluminaban la expresión de peligro en su rostro. Tenía un séquito que mantenía a los espectadores a una distancia prudente, mientras él brincaba de abajo hacia arriba para permanecer suelto. Probablemente habría estado entrenando para esta pelea durante semanas, meses quizás.

Estaba bien. Había sido golpeado por mis hermanos durante mucho tiempo, mi vida entera. Tenía un montón de entrenamiento sobre mis hombros. Ganaría.

Me volví para comprobar que Euge siguiera en su sitio. Cuando se dio cuenta de que la miraba, se encogió de hombros y frunció el ceño. La pelea más grande de mi vida estaba a pocos minutos de comenzar y Lali no estaba aquí.

Justo cuando me volví para ver como Brock entraba a la jaula, oí la voz de Nicolás llamándome.

—¡Peter! ¡Peter! ¡ Lali está aquí!

Me volví, buscándola desesperadamente entre los asistentes, corría por las escaleras a toda velocidad. Se detuvo justo antes de golpearse contra la jaula, golpeándose las manos contra la cadena para detenerse.

—¡Aquí estoy! Aquí estoy, Pit —suspiró con dificultad por el esfuerzo realizado.

Nos besamos a través del espacio entre las paredes de la jaula, tomó mi cara entre sus manos, con los pocos dedos que podía pasar a través del reducido espacio. —Te amo —exclamó. Sacudió la cabeza vigorosamente—. No tienes que hacer esto, ya sabes.

Sonreí. —Sí tengo que hacerlo.

—Vamos, Romeo. Hagámoslo. No tengo toda la noche —se escuchó un susurro desagradable. Provenía de Brock, quien estaba en la esquina contraria del ring.

No me giré, sólo la miraba a ella. Pero Lali sí que miró por encima de mi hombro. Cuando vio a mi oponente, sus mejillas se encendieron por la ira. Su expresión se volvió fría. Menos de un segundo después, sus ojos volvieron a los míos, cálidos nuevamente. Sonrió con picardía. —Enséñale a ese imbécil algunos modales.

Guiñé un ojo en su dirección y sonreí. —Cualquier cosa por ti, nena.

Brock se reunió conmigo en el centro del ring, cara a cara.

—¡Pelea con inteligencia! —gritó Nico.

—Sólo quiero que sepas que soy un gran fan tuyo, aunque seas una basura, un tramposo. Así que no te tomes como algo personal cuando te golpee hasta dejarte inconsciente esta noche —susurré en el oído de mi contrincante, inclinándome levemente hacia él.

La mandíbula de Brock se tensó violentamente; sus ojos se encendieron, no con ira, sino con aturdida confusión.

—¡Sé inteligente, Peter! —gritó mi primo nuevamente, observando la diversión fluir en mis ojos.

La campana sonó, y Brock atacó inmediatamente. Usando cada pedazo de fuerza que poseía, dejé salir la misma cantidad de furia que liberé sobre los hombres de Benny.

Brock se tambaleó un poco, retrocediendo mientras trataba de pararse correctamente para protegerse. O golpearme. No le di tiempo, usé los dos puños para dejarle en el suelo.

Resulta ser una sensación extraordinaria el no contenerse. Saboreando la adrenalina pura que fluía a través de mi cuerpo fallé. Y Brock logró esquivar mi golpe, me conectó con un gancho derecho. Sus lanzamientos resultaban mucho más efectivos que los de los aficionados con los que me enfrentaba en la universidad. Fue jodidamente increíble. La lucha contra Brock me trajo recuerdos de algunos de los desacuerdos más serios que había tenido con mis hermanos, cuando de las palabras pasábamos a un culo azotado.

Me sentí como en casa al intercambiar golpes con mi oponente. En este momento, mi rabia tenía un propósito y un lugar específicos.

Cada vez que los puños de Brock conectaron un golpe, sólo sirvió para amplificar la adrenalina en mi sistema, podía sentir mis golpes echar chispas.

Trató de arrastrarme por el suelo, pero planté mis pies. Me coloqué en posición de cuclillas, logrando estabilizarme contra cada uno de sus desesperados y erróneos movimientos, sólo para tratar de hacerme perder el equilibro. Mientras me acechaba, mi puño se puso en contacto con su cabeza, orejas, y sienes.

Numerosas veces.

La cinta blanca alrededor de mis nudillos ahora era carmesí, pero no sentí ningún dolor, sólo placer al liberar todas las emociones negativas que me habían estado agobiando durante tanto tiempo. Recordé lo relajante que fue golpear a los hombres de Benny. Ganar o perder. Sentía ganas de conocer en qué tipo de persona me convertiría después de esta pelea.

El árbitro, Nicolás y el entrenador de Brock me rodearon, alejándome de mi oponente.

—¡La campana, Peter! ¡Para! —pedía Nico con desesperación.

Me arrastró a un rincón, Brock fue empujado hacia el otro. Me volví para mirar a Lali. Estaba retorciendo sus manos, más su amplia sonrisa me dijo que estaba bien. Le guiñé un ojo, ella me lanzó un beso. Ese simple gesto me revitalizó y volví a la jaula con renovada determinación.

Una vez que la campana sonó, ataqué de nuevo. Esta vez teniendo más cuidado al esquivar los golpes de Brock, las pocas veces que logró conectar un puñetazo. Una o dos veces, envolvió sus brazos alrededor de mí, respirando con dificultad, mientras trataba de golpearme con las rodillas en las bolas.

Simplemente le empujaba y le golpeaba con más fuerza.

En la tercera ronda, Brock se tambaleó, me dio patadas y falló. Se estaba quedando rápidamente sin aliento. Sintiéndome cansado, comencé a tomar más descanso entre los giros. La adrenalina que había subido una vez a través de mi cuerpo se había agotado. Mi cabeza empezó a latir con fuerza.

Brock lanzó un puñetazo, y luego otro. Bloqueé un tercero, y luego para terminar, se lanzó a matar. Con las pocas fuerzas que me quedaban, esquivé la rodilla de Brock y giré, estrellando mi codo directamente con su nariz. Su cabeza voló hacia atrás, su vista hacia arriba. Dio unos pasos sin coordinar y luego cayó al suelo.

El ruido de la multitud fue ensordecedor, sólo pude oír una voz.

—¡Oh dios mío! ¡Sí! ¡Sí, bebé! —gritó ella.

El árbitro comprobó que Brock estuviese bien, luego se acercó a mí. Levantó mi mano. Yo era el ganador. Nicolás, Eugenia y Lali estaban ya dentro de la jaula, rodeándome. Tomé a Lali por los hombros y planté mis labios en los de ella.

—Lo hiciste —dijo, ahuecando mi cara entre sus manos.

Nuestra celebración se vio interrumpida cuando Benny y un nuevo lote de guardaespaldas entraron en la jaula. Puse a Lali sobre sus pies, tomando una posición defensiva frente a ella.

Benny era todo sonrisas. —Bien hecho, Lanzani. Has salvado el día. Si tienes un minuto, me gustaría hablar contigo.

Miré de nuevo a Lali, tomó mi mano con fuerza. —Está bien. Nos encontraremos en la puerta —le contesté, asintiendo hacia la puerta más cercana—. En diez minutos.

—¿Diez? —preguntó Pidge con preocupación en sus ojos.

—Diez —dije, besándola en la frente. Miré a Nicolás—. Mantén tu vista en ellas.

—Creo que tal vez debería ir contigo.

Me apoyé en Nicolás, alcanzando su oído sin esfuerzo. —Si quieren matarnos no hay mucho que podamos hacer al respecto. Creo que Benny tiene algo más en mente. —Me incliné hacia atrás y le di una palmada en el brazo—. Te veré en diez minutos.

—Ni once. Ni quince. Diez minutos —dijo Nicolás, empujando a una reacia Lali fuera del lugar.

Seguí a Benny a la misma habitación en la que había esperado antes de la pelea. Para mi sorpresa, hizo que sus hombres esperaran afuera.

Extendió las manos, haciendo un gesto hacia la habitación. —Pensé que esto sería mejor. Así puedes ver que no soy siempre... el hombre malo que tal vez parezco.

Su lenguaje corporal y su tono eran relajados. Aun así mantuve mis ojos y oídos abiertos preparados por cualquier sorpresa.

Benny sonrió. —Tengo una propuesta que hacerte, hijo.

—No soy tu hijo.

—Eso es cierto —admitió—. Pero después de que te ofrezca ciento cincuenta mil dólares por pelea, creo que es posible que desees serlo.

—¿Qué peleas? —pregunté. Pensé que iba a decir algo cómo que Lali todavía le debía. No tenía ni idea de que trataba de ofrecerme trabajo.

—Se ve a la distancia que eres obviamente un joven victorioso y talentoso. Perteneces a esa jaula. Puedo hacer que eso suceda... también puedo hacer que seas un hombre muy rico.

—Estoy escuchando.

Benny sonrió más, si es que era posible. —Voy a programar una lucha por mes.
—Todavía estoy en la universidad.

Se encogió de hombros. —Vamos a programar peleas en los alrededores. Te compraré vuelos, a ti y a Lali, en primera clase, si así lo quieres. Los fines de semana, si eso es lo que deseas. Sin embargo, haciendo tanto dinero, es posible que desees poner un alto en tu educación universitaria.

—¿Seis figuras por pelea? —Hice los cálculos mentalmente, tratando de no mostrar sorpresa—. ¿Por luchar y qué más?

—Eso es todo, chico. Sólo luchar. Hacerme aún más rico.

—Sólo luchar... y puedo salir cuando quiera.

Él sonrió. —Bueno, sí, pero no creo que eso suceda pronto. Te encanta. Te vi. Estabas borracho, extasiado. Así te veías en esa jaula.

Me quedé allí por un momento, reflexionando sobre su oferta. —Voy a pensarlo. Déjame hablar con Lali.

—Supongo que es lo justo.

Dejé nuestras maletas en la cama y me derrumbé sobre ella. Le había hablado de la oferta de Benny a Lali, no se había mostrado receptiva con la noticia.

Luego en el avión, cuando veníamos de regreso, estuvo un poco tensa, por lo que decidí aplazar la conversación para cuando llegáramos a casa.

Ella estaba secando a Toto después de haberlo bañado. Había estado viviendo con Brasil. Pidge se indignó por la forma en la que olía.

—¡Oh! ¡Ahora hueles mucho mejor! —Rio mientras lo estrechaba contra su cuerpo, salpicando agua sobre ella y por todo el suelo. Toto se puso de pie sobre sus patas traseras, cubriéndole el rostro con pequeños besos, propios de un cachorro.

—Yo también te extrañé, hombrecito.

—¿Pigeon? —pregunté, cruzando mis dedos nerviosamente.
—¿Sí? —dijo, aun frotándolo con una toalla amarilla en sus manos.

—Quiero hacer esto. Quiero pelear en Las Vegas .

—No —dijo, sonriendo a la cara feliz de Toto.

—No me estás escuchando. Voy a hacerlo. Y en pocos meses verás que tomé la decisión correcta.

Ella me miró.

—Vas trabajar para Benny.

Asentí nerviosamente y luego sonreí. —Sólo quiero cuidarte, Pidge.

Lágrimas anegaron sus ojos.

—No quiero nada comprado con ese dinero, Peter. No quiero tener nada que ver con Benny o Las Vegas. O cualquier cosa que vaya junto con él.

—No tienes ningún problema con la idea de comprar un coche con el dinero de mis peleas aquí.

—Eso es diferente, y lo sabes.

Fruncí el ceño.

—Vamos a estar bien, Pidge. Ya lo verás.

Me miró por un momento, y luego sus mejillas se encendieron. —¿Por qué me sigues preguntando, Peter? Trabajarás para Benny sin importar lo que te diga.

—Quiero tu apoyo en esto, es demasiado dinero como para rechazarlo. Sería una locura decir que no.

Se detuvo por un tiempo, sus hombros cayeron derrotados. Luego asintió.

—Está bien, entonces. Has tomado tu decisión.

Mi boca se estiró en una amplia sonrisa.

—Ya verás, Pigeon. Será maravilloso.

Me empujé fuera de la cama, me acerqué a ella y le besé los dedos.

—Muero de hambre. ¿Y tú?

Negó suavemente con la cabeza.

La besé en la línea del cabello antes de ir a la cocina. Mis labios tararearon la alegre melodía de una canción al azar, mientras que cogía dos rebanadas de pan y un poco de salami y queso. Hombre, ella hace que te pierdas, pensé, echando mostaza picante entre las rebanadas de pan.

Me tomó cerca de tres bocados terminarlo, y luego lo bajé con una cerveza, preguntándome qué más había para comer. No me di cuenta de lo tenso que mi cuerpo se sentía hasta que habíamos llegado a casa. Aparte de la lucha, los nervios probablemente también tenían algo que ver con eso. Ahora que Lali sabía de mis planes y que se había resuelto el problema, los nervios se fueron lo suficiente como para tener apetito de nuevo.

Lali caminó por el pasillo y luego dobló la esquina, maleta en mano. No me miró cuando cruzó de la sala de estar a la puerta.

—¿Pigeon? —llamé.

Me acerqué a la puerta aún abierta, viéndola acercarse al Honda de Eugenia.

Cuando no respondió, corrí por las escaleras y por la hierba hasta donde Nicolás, Eugenia y Lali formaban un círculo.

—¿Qué estás haciendo? —pregunté, señalando la maleta.

Lali sonrió con torpeza. Fue inmediatamente obvio para mí saber que algo no estaba bien.

—¿Pidge?

—Estoy llevando mis cosas a Morgan. Tienen esas lavadoras y secadoras. Tengo una enorme y ridícula cantidad de ropa que lavar.

Fruncí el ceño.
—¿Ibas a irte sin decírmelo?

—Ella regresará, Pit. Eres tan malditamente paranoico a veces —dijo Eugenia con desaprobación en su voz.

—¡Oh! —dije, todavía sin estar seguro.

—¿Te quedas aquí esta noche?

—No lo sé. Supongo que depende del tiempo que tarde mi ropa en estar lista.

Aunque sabía que era probable que todavía estuviera incómoda con mi decisión acerca de Benny, lo dejé pasar. Sonreí y la atraje hacia mí.

—En tres semanas, voy a pagar a alguien para que se ocupe de ello. O podrías simplemente tirar la ropa sucia y comprar nueva.

—¿Lucharás para Benny otra vez? —me preguntó Euge, sorprendida.

—Me hizo una oferta que no podía rechazar.

—Travis… —comenzó Nicolás.

—No empiecen nuevamente. Si no cambié de opinión por Pidge, no voy a cambiarla por ustedes.

Eugenia cruzó una mirada con Lali.

—Bueno, te llevaré de vuelta Lali. Ese montón de ropa te va a llevar mucho tiempo.

Me incliné para besar los labios de Lali. Me atrajo y me besó con fuerza, lo que me hizo sentir un poco mejor acerca de ella. Un poco menos inquieto.

—Hasta luego —dije, manteniendo la puerta abierta mientras se sentaba en el asiento del pasajero—. Te amo.

Nicolás levantó la maleta de Lali y la metió por la ventana trasera del Honda. Eugenia se deslizó en su asiento, estirándose para abrochar su cinturón de seguridad.

Cerré la puerta de Lali, y luego crucé los brazos sobre el pecho.

Nicolás estaba a mi lado.

—En realidad, no vas a luchar para Benny, ¿verdad?

—Es mucho dinero, Nicolás. Seis cifras por pelea.

—¿Seis cifras?

—¿Podrías decir que no?

—Lo haría si Eugenia me dejara por eso

Me reí una vez.

—Lali no me va a dejar.

Eugenia se retiró de la zona de estacionamiento y vi las lágrimas derramarse por las mejillas de Lali.

Corrí hacia la ventana, golpeando en el cristal.

—¿Qué pasa, Pidge?
—Adelante, Euge —articuló, secándose los ojos.

Corrí al lado del coche, golpeando mi mano contra el vidrio constantemente.

Lali no me miraba, y un terror absoluto caló en mis huesos.

—¡Eugenia! ¡Detén el maldito auto! ¡ Lali, no lo hagas!

Eugenia llegó a la carretera principal y presionó el acelerador.

Corrí detrás de ellas, pero cuando el Honda estaba casi fuera de mi vista, di la vuelta y corrí hacia la Harley. Busqué las llaves en el bolsillo, las saqué mientras corría y saltaba en el asiento.

—¡Peter, no! —advirtió Nicolás.

—Joder, no ves que Lali está dejándome, Nico —grité, apenas arrancando la moto antes de que las revoluciones del acelerador llegaran a 180, y volando por la calle.
Eugenia acababa de cerrar la puerta cuando llegué al estacionamiento de Morgan Hall. Casi me caí sobre la moto al detenerme y al no apoyar el pie en el primer intento. Corrí al Honda y abrí la puerta del pasajero. Los dientes de Eugenia estaban apretados, lista para lo que podría decirle.

Miré la pared de ladrillo y mortero de Morgan, sabiendo que Lali estaba en algún lugar del interior.

—Tienes que dejarme entrar, Euge —supliqué.

—Lo siento —dijo. Puso el coche en reversa y salió del estacionamiento.

Al mismo tiempo corrí escaleras arriba, tomando dos escalones a la vez, una chica que nunca había visto antes estaba saliendo. Agarré la puerta, pero ella me cerró el camino.

—No se puede entrar sin una escolta.

Saqué las llaves de mi moto y las agité en su rostro.
—Mi novia, Lali Espósito; dejó las llaves del coche en mi apartamento. Estoy trayéndoselas.

La niña asintió, sin saber qué hacer y luego se apartó de mi camino.

Saltando varios pasos a la vez en el hueco de la escalera, por fin llegué al piso de Lali y a la puerta de su dormitorio. Tomé unas cuantas respiraciones profundas para tratar de calmarme.

—¿Pidge? —dije, tratando de mantenerme tranquilo—. Tienes que dejarme entrar, cariño. Tenemos que hablar de esto.

No respondió.

—Pigeon por favor. Tienes razón. No escucho. Podemos sentarnos y hablar de esto, ¿de acuerdo? Acabo... Por favor, abre la puerta. Estás asustándome hasta la muerte.

—Vete, Peter. —La voz de María se escuchó desde el otro lado.

Golpeé la puerta con mi puño.
—¿Pidge? ¡Abre la maldita puerta, maldita sea! ¡No me iré hasta que me hables! ¡Pigeon!

—¿Qué? —gruñó María, abriendo la puerta. Empujó sus gafas sobre su nariz y me olisqueó. Para una pequeña chica, tenía una expresión muy severa.

Suspiré aliviado de que por lo menos vería a Lali. Miré por encima del hombro de María, Lali no estaba en mi línea de visión. —María —pedí, tratando de mantener la calma—. Dile a Lali que necesito verla. Por favor.

—Ella no está aquí.

—Ella está aquí —dije, perdiendo rápidamente la paciencia.

María cambió el peso de un pie a otro.

—No la he visto esta noche. No la he visto en varios días, en realidad.

—¡Sé que ella está aquí! —grité—. ¿Pigeon?

—Ella no está... ¡Oye! —chilló María cuando choqué mi hombro contra ella.

La puerta se estrelló contra la pared. Tiré del pomo y miré detrás de ella, y luego en los armarios, incluso debajo de la cama.

—¡Pigeon! ¿Dónde está?

—¡No la he visto! —gritó nuevamente María.

Entré en la sala, mirando en ambas direcciones, María cerró la puerta detrás de mí, lo supe por el clic de la cerradura.

La pared estaba fría contra mi espalda, y de repente me di cuenta de que no tenía un abrigo. Poco a poco me deslicé por la pared de bloques de concreto. Me cubrí la cara con las manos. Podría odiarme por el momento, pero tendría que volver a casa algún día.

Después de veinte minutos, saqué mi teléfono y le mandé un mensaje de texto.

Pidge, por favor, vuelve, sé que estás enfadada pero todavía podemos hablar de esto.

Y luego otro.

Por favor vuelve a casa.

Y otro.

¿Por favor? Te amo.

Ella no respondió, esperé otra media hora y luego envié más.

Estoy en Morgan, ¿podrías al menos llamarme para saber si volverás a casa esta noche?

Pigeon estoy jodidamente arrepentido. Por favor vuelve a casa. Te necesito.

Sé que no he sido razonable. Podrías responderme al menos.

No me merezco esto, fui un imbécil por creer que el dinero resolvería todos los problemas pero al menos no huyas cada vez que tengamos uno.
Lo siento, no quería decir eso.

¿Qué quieres que haga? Haré lo que quieras que haga, ¿vale? Solo háblame.

Esto es una mierda.

Estoy enamorado de ti. No entiendo cómo puedes simplemente irte.

Justo antes del amanecer, cuando estaba seguro de haber hecho un ridículo total y de que estaría asustada, seguramente pensando que yo estaba verdaderamente loco y que no le convenía, me levanté del suelo. El hecho de que seguridad no se hubiera presentado durante la noche para echarme del edificio resultaba ser un hecho increíble en sí. Las chicas comenzaron a salir para dirigirse a clases y yo, todavía sentado en el pasillo, decidí no tentar la suerte.

Después de caminar penosamente por las escaleras, me senté en mi motocicleta. Aunque una camiseta era la única cosa entre mi piel y el aire gélido de invierno, lo ignoré. Con la esperanza de ver a Lali en la clase de historia, fui directamente a casa tratando de descongelar mi piel bajo una ducha de agua caliente.

Nicolás se situó en la puerta de mi dormitorio mientras me vestía.

—¿Qué quieres, Nico?

—¿Hablaste con ella?

—No.

—¿Para nada? ¿Mensajes de texto? ¿Nada?

—Dije que no —espeté.

—Pit —dijo Nicolás, suspiró quedamente—. Ella probablemente no vaya a clases hoy. No quiero que Eugenia y yo estemos en medio de esto, pero eso es lo que ella dijo.

—Tal vez va a estar —le contradije, poniéndome el cinturón. Me puse la colonia favorita de Lali, y luego me puse la chaqueta antes de agarrar mi mochila.

—Espera, yo te llevo.

—No, voy a llevarme la moto.

—¿Por qué?

—En caso de que ella acepte regresar al apartamento conmigo para poder hablar.

—Peter, no creo que sea hora de considerar el que ella vaya a…

—Cállate, Nico —dije mirándolo—. Sólo por una vez, no seas razonable. No trates de salvarme. Sólo compórtate como mi amigo, ¿de acuerdo?

Nicolás asintió. —De acuerdo.

Eugenia salió de la habitación de Nicolás, todavía en pijama. —Peter, es hora de que la dejes ir. Todo terminó para ella en el momento en que le dejaste claro que decidías trabajar para Benny.

Cuando no le respondí, continuó—: Peter…

—No lo hagas. Sin ánimo de ofender, Euge; pero ni siquiera puedo mirarte ahora mismo.

Sin esperar una respuesta, cerré la puerta detrás de mí. La ansiedad valía la pena para desahogar la emoción que sentía por ver a Lali. Mejor que ponerme de rodillas presa del pánico y rogarle en medio de la clase. No estaba seguro de no hacerlo si es que fuera necesario para hacerla cambiar de opinión.

Caminando lentamente a clase, e incluso tomando las escaleras, no me impidió llegar media hora antes. Esperaba que Lali se presentara, y que tuviéramos tiempo para hablar, pero cuando la clase anterior salió, ella no estaba allí.

Me senté al lado de su asiento vacío y jugueteé con mi brazalete de cuero mientras los otros estudiantes entraban en el salón y tomaban asiento. Sólo era otro día para ellos. Mirando su mundo seguir adelante mientras que el mío estaba llegando a su final.

Excepto por algunos estudiantes entrando a escondidas detrás de Chaney, todos estaban presentes —menos Lali. El Sr. Chaney abrió su libro, saludó a la clase y comenzó la lectura. Sus palabras se borraron mientras mi corazón golpeteaba contra mi pecho, hinchándose con cada respiración. Apreté los dientesy mis ojos se humedecieron con pensamientos de Lali en otro lugar, aliviada de estar lejos de mí. Mi ira aumentó.
 
Me puse de pie y miré el escritorio vacío de Lali.

—Mmm… ¿Sr. Lanzani? ¿Se siente bien? —preguntó el profesor.

Le di una patada a su escritorio y después al mío, apenas oyendo los jadeos y gritos de los otros estudiantes.

—¡MALDITA SEA! —grité, golpeando mi escritorio nuevamente.

—Sr. Lanznai —dijo Chaney, su voz extrañamente tranquila—. Creo que es mejor que tome un poco de aire fresco.

Me paré sobre los escritorios derribados, respirando con dificultad.

—Sal de mi salón de clases, Peter. ¡Ahora! —repitió, su voz más firme estavez.

Tiré mi mochila sobre un hombro y empujé la puerta, oyendo la madera estrellarse contra la pared detrás de ella.

—¡Peter!

El único detalle que registré es que la voz era de mujer. Me di la vuelta, con la esperanza de que fuera Lali.

Megan caminó por el pasillo, deteniéndose junto a mí. —¿Pensé que tenías clase? —Sonrió—. ¿Hiciste algo interesante este fin de semana?

—¿Qué necesitas?

Levantó una ceja, sus ojos brillantes con sabiduría. —Te conozco. Estás enojado. ¿Las cosas no funcionaron con la monja?

No le respondí.

—Podría habértelo dicho. —Se encogió de hombros, y luego avanzó un paso más en mi dirección; susurrando en mi oído. Tan cerca, que sus labios rozaron mi oreja—. Somos iguales, Peter. No somos buenos para nadie.

Mis ojos se clavaron en los de ella, viajaron a sus labios y luego de regreso a ellos. Se inclinó con su sexy y pequeña sonrisa.

—Vete a la mierda, Megan.


Su sonrisa se desvaneció. Me alejé.



CONTINUARÁ... Hola! Siento no haber subido antes, pero no he podido, por lo que posiblemente suba algún capitulo más hoy y mañana quizás también subo más de uno, porque el jueves es la vuelta a clase y no se si a partir de entonces tendré mucho tiempo :). Por cierto, el cap es algo larguito, pero así viene en el libro, ¿los preferís así o que los divida en dos para que sea menos pesado de leer? Besos y gracias por leer y firmar!

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