21
MUERTE LENTA
Nicolás se sentó a mi lado sobre un pequeño banco que se
encontraba en la habitación. Una habitación que si bien era pequeña estaba muy
bien iluminada. Esta sería la primera ocasión en la que no saldría del sótano
de algún lugar clandestino para ofrecer el espectáculo que causaba una pelea
callejera. El público esta vez estaría compuesto por las personas que vivían en
la sombra, en la gran ciudad de Las Vegas: mafiosos, traficantes de drogas, y
con ellos, sus dulces acompañantes. La multitud afuera se asemejaba a un oscuro
ejército, más ruidoso y mucho más sediento de sangre. Estaría rodeado por una
jaula y no por personas.
—Sigo creyendo que estás equivocado al participar en esto, Pit
—demandó Euge, de pie al otro lado de la habitación.
—Ahora no, cariño —le contestó Nicolás, mientras me ayudaba a
envolver la cinta adhesiva, a modo de protección, alrededor de mis manos.
—¿Estás nervioso? —La voz de Euge resonó nuevamente por el lugar,
de una forma que resultó escalofriantemente tranquila.
—En realidad no. Pero me sentiría mejor si Pidge estuviera aquí.
¿Sabes algo de ella?
—Le enviaré un mensaje. Ella llegará.
—¿Lo ama? —pregunté, imaginándome diferentes escenarios sobre qué
fue lo que hablaron durante la cena. Obviamente Jess no era un santo, y no
podría asegurar que no esperase nada a cambio de ayudar a mi chica.
—No —respondió tajantemente Euge—.Lali nunca me lo diría, de
cualquier forma. Crecieron juntos, Peter. Él fue la única persona con la que
ella pudo contar. Lo fue durante mucho tiempo.
No puedo decir si conocer esta información me hizo sentir mejor o
peor. —¿Te contestó el mensaje?
—¡Oye! ¡Oye! Tienes a Brock McMann esperándote. Tu cabeza tiene
que estar enfocada en la pelea al cien por ciento. ¡Deja de ser un cobarde y
concéntrate! —exclamó Nico, golpeando mi mejilla en el proceso.
Asentí, tratando de recordar las pocas veces que había visto
luchar a Brock.
Había sido expulsado de la UFC por golpes ilegales y el rumor de
haber golpeado al presidente de la compañía. Había pasado mucho tiempo, pero
seguía siendo un luchador a leguas sucio y cometió mucha mierda ilegal.
Mientras el árbitro era un testigo impasible. La clave sería no ponerse en
posición de debilidad. Si cerraba sus piernas alrededor de mí, podría acabar
conmigo bastante rápido.
—Vamos a jugar seguro, Pit. Déjale atacar primero. Del modo en el
que luchaste la noche en la que tratabas de ganar la apuesta de Lali. No estás
en una pelea de un torneo universitario. Esto no es el Círculo, y no estás creando
espectáculo para la audiencia.
—Al infierno si no lo estoy.
—Tienes que ganar, Peter. Estás luchando por Lali, no lo olvides.
—Asentí. Nicolás tenía razón. Si perdía, Benny no recibiría su dinero, y Lali
permanecería en peligro.
Un hombre alto y gordo con traje de diseñador y pelo grasiento
caminó hacia nosotros. —Tú vas arriba. Tu entrenador puede unirse a ti en la
parte exterior de la jaula, pero las chicas... ¿Dónde está la otra?
Mis cejas se fruncieron, formando una línea recta. —Ya viene.
—De acuerdo, entonces... se han reservado plazas al final de la
segunda fila en la esquina para las acompañantes.
—Te acompañaré allí —exclamó Nico dirigiéndose a Euge, miró al
hombre de traje—. Nadie la toca. Voy a matar a la primera puta persona que se atreva
a tocarla.
El hombre esbozó lo que podría considerarse el fantasma de una
sonrisa.
Una horrible mueca la describiría mejor. —Benny ha dicho sin
distracciones.
Vamos a tener los ojos puestos en ellas en todo momento.
Nicolás asintió, y luego le tendió la mano a Eugenia. Ella la
tomó, y tranquilamente nos siguió a través de la puerta.
La voz amplificada de los locutores resonó en los enormes
altavoces colocados en cada esquina de la enorme habitación. Se parecía a una
pequeña sala de conciertos, con capacidad para albergar a un millar de personas
sin problema alguno. Todos los asistentes estaban de pie, ya sea animándome o
lanzando miradas de recelo mientras hacía mi recorrido hacia el centro, en el
escenario dispuesto para el enfrentamiento.
La puerta de la jaula se abrió y entré.
Nicolás observaba al del traje sentar a Eugenia en el extremo que
anteriormente había mencionado, una vez que se convenció de que ella estaba
bien, volvió su vista hacia mí. —Recuerda: juega inteligentemente. Déjale atacar
primero. El objetivo es ganar. Ganar por Lali. —Asentí. Esto se trataba de
ella.
Segundos después, la música sonó por los altavoces, y tanto el
movimiento en el recinto como el volumen de la música aumentaron con frenesí.
Brock McMann surgió de un pasillo, siendo el centro de atención. Las vigas del
techo iluminaban la expresión de peligro en su rostro. Tenía un séquito que
mantenía a los espectadores a una distancia prudente, mientras él brincaba de
abajo hacia arriba para permanecer suelto. Probablemente habría estado
entrenando para esta pelea durante semanas, meses quizás.
Estaba bien. Había sido golpeado por mis hermanos durante mucho
tiempo, mi vida entera. Tenía un montón de entrenamiento sobre mis hombros.
Ganaría.
Me volví para comprobar que Euge siguiera en su sitio. Cuando se
dio cuenta de que la miraba, se encogió de hombros y frunció el ceño. La pelea
más grande de mi vida estaba a pocos minutos de comenzar y Lali no estaba aquí.
Justo cuando me volví para ver como Brock entraba a la jaula, oí
la voz de Nicolás llamándome.
—¡Peter! ¡Peter! ¡ Lali está aquí!
Me volví, buscándola desesperadamente entre los asistentes, corría
por las escaleras a toda velocidad. Se detuvo justo antes de golpearse contra
la jaula, golpeándose las manos contra la cadena para detenerse.
—¡Aquí estoy! Aquí estoy, Pit —suspiró con dificultad por el
esfuerzo realizado.
Nos besamos a través del espacio entre las paredes de la jaula,
tomó mi cara entre sus manos, con los pocos dedos que podía pasar a través del
reducido espacio. —Te amo —exclamó. Sacudió la cabeza vigorosamente—. No tienes
que hacer esto, ya sabes.
Sonreí. —Sí tengo que hacerlo.
—Vamos, Romeo. Hagámoslo. No tengo toda la noche —se escuchó un
susurro desagradable. Provenía de Brock, quien estaba en la esquina contraria
del ring.
No me giré, sólo la miraba a ella. Pero Lali sí que miró por
encima de mi hombro. Cuando vio a mi oponente, sus mejillas se encendieron por
la ira. Su expresión se volvió fría. Menos de un segundo después, sus ojos
volvieron a los míos, cálidos nuevamente. Sonrió con picardía. —Enséñale a ese
imbécil algunos modales.
Guiñé un ojo en su dirección y sonreí. —Cualquier cosa por ti,
nena.
Brock se reunió conmigo en el centro del ring, cara a cara.
—¡Pelea con inteligencia! —gritó Nico.
—Sólo quiero que sepas que soy un gran fan tuyo, aunque seas una
basura, un tramposo. Así que no te tomes como algo personal cuando te golpee
hasta dejarte inconsciente esta noche —susurré en el oído de mi contrincante, inclinándome
levemente hacia él.
La mandíbula de Brock se tensó violentamente; sus ojos se
encendieron, no con ira, sino con aturdida confusión.
—¡Sé inteligente, Peter! —gritó mi primo nuevamente, observando la
diversión fluir en mis ojos.
La campana sonó, y Brock atacó inmediatamente. Usando cada pedazo
de fuerza que poseía, dejé salir la misma cantidad de furia que liberé sobre
los hombres de Benny.
Brock se tambaleó un poco, retrocediendo mientras trataba de
pararse correctamente para protegerse. O golpearme. No le di tiempo, usé los
dos puños para dejarle en el suelo.
Resulta ser una sensación extraordinaria el no contenerse.
Saboreando la adrenalina pura que fluía a través de mi cuerpo fallé. Y Brock
logró esquivar mi golpe, me conectó con un gancho derecho. Sus lanzamientos
resultaban mucho más efectivos que los de los aficionados con los que me
enfrentaba en la universidad. Fue jodidamente increíble. La lucha contra Brock
me trajo recuerdos de algunos de los desacuerdos más serios que había tenido
con mis hermanos, cuando de las palabras pasábamos a un culo azotado.
Me sentí como en casa al intercambiar golpes con mi oponente. En
este momento, mi rabia tenía un propósito y un lugar específicos.
Cada vez que los puños de Brock conectaron un golpe, sólo sirvió
para amplificar la adrenalina en mi sistema, podía sentir mis golpes echar
chispas.
Trató de arrastrarme por el suelo, pero planté mis pies. Me
coloqué en posición de cuclillas, logrando estabilizarme contra cada uno de sus
desesperados y erróneos movimientos, sólo para tratar de hacerme perder el
equilibro. Mientras me acechaba, mi puño se puso en contacto con su cabeza,
orejas, y sienes.
Numerosas veces.
La cinta blanca alrededor de mis nudillos ahora era carmesí, pero
no sentí ningún dolor, sólo placer al liberar todas las emociones negativas que
me habían estado agobiando durante tanto tiempo. Recordé lo relajante que fue
golpear a los hombres de Benny. Ganar o perder. Sentía ganas de conocer en qué
tipo de persona me convertiría después de esta pelea.
El árbitro, Nicolás y el entrenador de Brock me rodearon,
alejándome de mi oponente.
—¡La campana, Peter! ¡Para! —pedía Nico con desesperación.
Me arrastró a un rincón, Brock fue empujado hacia el otro. Me
volví para mirar a Lali. Estaba retorciendo sus manos, más su amplia sonrisa me
dijo que estaba bien. Le guiñé un ojo, ella me lanzó un beso. Ese simple gesto
me revitalizó y volví a la jaula con renovada determinación.
Una vez que la campana sonó, ataqué de nuevo. Esta vez teniendo
más cuidado al esquivar los golpes de Brock, las pocas veces que logró conectar
un puñetazo. Una o dos veces, envolvió sus brazos alrededor de mí, respirando
con dificultad, mientras trataba de golpearme con las rodillas en las bolas.
Simplemente le empujaba y le golpeaba con más fuerza.
En la tercera ronda, Brock se tambaleó, me dio patadas y falló. Se
estaba quedando rápidamente sin aliento. Sintiéndome cansado, comencé a tomar
más descanso entre los giros. La adrenalina que había subido una vez a través
de mi cuerpo se había agotado. Mi cabeza empezó a latir con fuerza.
Brock lanzó un puñetazo, y luego otro. Bloqueé un tercero, y luego
para terminar, se lanzó a matar. Con las pocas fuerzas que me quedaban, esquivé
la rodilla de Brock y giré, estrellando mi codo directamente con su nariz. Su
cabeza voló hacia atrás, su vista hacia arriba. Dio unos pasos sin coordinar y
luego cayó al suelo.
El ruido de la multitud fue ensordecedor, sólo pude oír una voz.
—¡Oh dios mío! ¡Sí! ¡Sí, bebé! —gritó ella.
El árbitro comprobó que Brock estuviese bien, luego se acercó a
mí. Levantó mi mano. Yo era el ganador. Nicolás, Eugenia y Lali estaban ya
dentro de la jaula, rodeándome. Tomé a Lali por los hombros y planté mis labios
en los de ella.
—Lo hiciste —dijo, ahuecando mi cara entre sus manos.
Nuestra celebración se vio interrumpida cuando Benny y un nuevo
lote de guardaespaldas entraron en la jaula. Puse a Lali sobre sus pies,
tomando una posición defensiva frente a ella.
Benny era todo sonrisas. —Bien hecho, Lanzani. Has salvado el día.
Si tienes un minuto, me gustaría hablar contigo.
Miré de nuevo a Lali, tomó mi mano con fuerza. —Está bien. Nos encontraremos
en la puerta —le contesté, asintiendo hacia la puerta más cercana—. En diez
minutos.
—¿Diez? —preguntó Pidge con preocupación en sus ojos.
—Diez —dije, besándola en la frente. Miré a Nicolás—. Mantén tu
vista en ellas.
—Creo que tal vez debería ir contigo.
Me apoyé en Nicolás, alcanzando su oído sin esfuerzo. —Si quieren matarnos
no hay mucho que podamos hacer al respecto. Creo que Benny tiene algo más en
mente. —Me incliné hacia atrás y le di una palmada en el brazo—. Te veré en
diez minutos.
—Ni once. Ni quince. Diez minutos —dijo Nicolás, empujando a una
reacia Lali fuera del lugar.
Seguí a Benny a la misma habitación en la que había esperado antes
de la pelea. Para mi sorpresa, hizo que sus hombres esperaran afuera.
Extendió las manos, haciendo un gesto hacia la habitación. —Pensé
que esto sería mejor. Así puedes ver que no soy siempre... el hombre malo que
tal vez parezco.
Su lenguaje corporal y su tono eran relajados. Aun así mantuve mis
ojos y oídos abiertos preparados por cualquier sorpresa.
Benny sonrió. —Tengo una propuesta que hacerte, hijo.
—No soy tu hijo.
—Eso es cierto —admitió—. Pero después de que te ofrezca ciento
cincuenta mil dólares por pelea, creo que es posible que desees serlo.
—¿Qué peleas? —pregunté. Pensé que iba a decir algo cómo que Lali todavía
le debía. No tenía ni idea de que trataba de ofrecerme trabajo.
—Se ve a la distancia que eres obviamente un joven victorioso y
talentoso. Perteneces a esa jaula. Puedo hacer que eso suceda... también puedo
hacer que seas un hombre muy rico.
—Estoy escuchando.
Benny sonrió más, si es que era posible. —Voy a programar una
lucha por mes.
—Todavía estoy en la universidad.
Se encogió de hombros. —Vamos a programar peleas en los alrededores.
Te compraré vuelos, a ti y a Lali, en primera clase, si así lo quieres. Los
fines de semana, si eso es lo que deseas. Sin embargo, haciendo tanto dinero,
es posible que desees poner un alto en tu educación universitaria.
—¿Seis figuras por pelea? —Hice los cálculos mentalmente, tratando
de no mostrar sorpresa—. ¿Por luchar y qué más?
—Eso es todo, chico. Sólo luchar. Hacerme aún más rico.
—Sólo luchar... y puedo salir cuando quiera.
Él sonrió. —Bueno, sí, pero no creo que eso suceda pronto. Te encanta.
Te vi. Estabas borracho, extasiado. Así te veías en esa jaula.
Me quedé allí por un momento, reflexionando sobre su oferta. —Voy
a pensarlo. Déjame hablar con Lali.
—Supongo que es lo justo.
Dejé nuestras maletas en la cama y me derrumbé sobre ella. Le
había hablado de la oferta de Benny a Lali, no se había mostrado receptiva con
la noticia.
Luego en el avión, cuando veníamos de regreso, estuvo un poco
tensa, por lo que decidí aplazar la conversación para cuando llegáramos a casa.
Ella estaba secando a Toto después de haberlo bañado. Había estado
viviendo con Brasil. Pidge se indignó por la forma en la que olía.
—¡Oh! ¡Ahora hueles mucho mejor! —Rio mientras lo estrechaba
contra su cuerpo, salpicando agua sobre ella y por todo el suelo. Toto se puso
de pie sobre sus patas traseras, cubriéndole el rostro con pequeños besos,
propios de un cachorro.
—Yo también te extrañé, hombrecito.
—¿Pigeon? —pregunté, cruzando mis dedos nerviosamente.
—¿Sí? —dijo, aun frotándolo con una toalla amarilla en sus manos.
—Quiero hacer esto. Quiero pelear en Las Vegas .
—No —dijo, sonriendo a la cara feliz de Toto.
—No me estás escuchando. Voy a hacerlo. Y en pocos meses verás que
tomé la decisión correcta.
Ella me miró.
—Vas trabajar para Benny.
Asentí nerviosamente y luego sonreí. —Sólo quiero cuidarte, Pidge.
Lágrimas anegaron sus ojos.
—No quiero nada comprado con ese dinero, Peter. No quiero tener
nada que ver con Benny o Las Vegas. O cualquier cosa que vaya junto con él.
—No tienes ningún problema con la idea de comprar un coche con el
dinero de mis peleas aquí.
—Eso es diferente, y lo sabes.
Fruncí el ceño.
—Vamos a estar bien, Pidge. Ya lo verás.
Me miró por un momento, y luego sus mejillas se encendieron. —¿Por
qué me sigues preguntando, Peter? Trabajarás para Benny sin importar lo que te
diga.
—Quiero tu apoyo en esto, es demasiado dinero como para
rechazarlo. Sería una locura decir que no.
Se detuvo por un tiempo, sus hombros cayeron derrotados. Luego
asintió.
—Está bien, entonces. Has tomado tu decisión.
Mi boca se estiró en una amplia sonrisa.
—Ya verás, Pigeon. Será maravilloso.
Me empujé fuera de la cama, me acerqué a ella y le besé los dedos.
—Muero de hambre. ¿Y tú?
Negó suavemente con la cabeza.
La besé en la línea del cabello antes de ir a la cocina. Mis
labios tararearon la alegre melodía de una canción al azar, mientras que cogía
dos rebanadas de pan y un poco de salami y queso. Hombre, ella hace
que te pierdas, pensé, echando mostaza picante entre las
rebanadas de pan.
Me tomó cerca de tres bocados terminarlo, y luego lo bajé con una
cerveza, preguntándome qué más había para comer. No me di cuenta de lo tenso
que mi cuerpo se sentía hasta que habíamos llegado a casa. Aparte de la lucha,
los nervios probablemente también tenían algo que ver con eso. Ahora que Lali
sabía de mis planes y que se había resuelto el problema, los nervios se fueron
lo suficiente como para tener apetito de nuevo.
Lali caminó por el pasillo y luego dobló la esquina, maleta en
mano. No me miró cuando cruzó de la sala de estar a la puerta.
—¿Pigeon? —llamé.
Me acerqué a la puerta aún abierta, viéndola acercarse al Honda de
Eugenia.
Cuando no respondió, corrí por las escaleras y por la hierba hasta
donde Nicolás, Eugenia y Lali formaban un círculo.
—¿Qué estás haciendo? —pregunté, señalando la maleta.
Lali sonrió con torpeza. Fue inmediatamente obvio para mí saber
que algo no estaba bien.
—¿Pidge?
—Estoy llevando mis cosas a Morgan. Tienen esas lavadoras y
secadoras. Tengo una enorme y ridícula cantidad de ropa que lavar.
Fruncí el ceño.
—¿Ibas a irte sin decírmelo?
—Ella regresará, Pit. Eres tan malditamente paranoico a veces
—dijo Eugenia con desaprobación en su voz.
—¡Oh! —dije, todavía sin estar seguro.
—¿Te quedas aquí esta noche?
—No lo sé. Supongo que depende del tiempo que tarde mi ropa en
estar lista.
Aunque sabía que era probable que todavía estuviera incómoda con
mi decisión acerca de Benny, lo dejé pasar. Sonreí y la atraje hacia mí.
—En tres semanas, voy a pagar a alguien para que se ocupe de ello.
O podrías simplemente tirar la ropa sucia y comprar nueva.
—¿Lucharás para Benny otra vez? —me preguntó Euge, sorprendida.
—Me hizo una oferta que no podía rechazar.
—Travis… —comenzó Nicolás.
—No empiecen nuevamente. Si no cambié de opinión por Pidge, no voy
a cambiarla por ustedes.
Eugenia cruzó una mirada con Lali.
—Bueno, te llevaré de vuelta Lali. Ese montón de ropa te va a
llevar mucho tiempo.
Me incliné para besar los labios de Lali. Me atrajo y me besó con
fuerza, lo que me hizo sentir un poco mejor acerca de ella. Un poco menos
inquieto.
—Hasta luego —dije, manteniendo la puerta abierta mientras se
sentaba en el asiento del pasajero—. Te amo.
Nicolás levantó la maleta de Lali y la metió por la ventana
trasera del Honda. Eugenia se deslizó en su asiento, estirándose para abrochar
su cinturón de seguridad.
Cerré la puerta de Lali, y luego crucé los brazos sobre el pecho.
Nicolás estaba a mi lado.
—En realidad, no vas a luchar para Benny, ¿verdad?
—Es mucho dinero, Nicolás. Seis cifras por pelea.
—¿Seis cifras?
—¿Podrías decir que no?
—Lo haría si Eugenia me dejara por eso
Me reí una vez.
—Lali no me va a dejar.
Eugenia se retiró de la zona de estacionamiento y vi las lágrimas derramarse
por las mejillas de Lali.
Corrí hacia la ventana, golpeando en el cristal.
—¿Qué pasa, Pidge?
—Adelante, Euge —articuló, secándose los ojos.
Corrí al lado del coche, golpeando mi mano contra el vidrio
constantemente.
Lali no me miraba, y un terror absoluto caló en mis huesos.
—¡Eugenia! ¡Detén el maldito auto! ¡ Lali, no lo hagas!
Eugenia llegó a la carretera principal y presionó el acelerador.
Corrí detrás de ellas, pero cuando el Honda estaba casi fuera de
mi vista, di la vuelta y corrí hacia la Harley. Busqué las llaves en el
bolsillo, las saqué mientras corría y saltaba en el asiento.
—¡Peter, no! —advirtió Nicolás.
—Joder, no ves que Lali está dejándome, Nico —grité, apenas
arrancando la moto antes de que las revoluciones del acelerador llegaran a 180,
y volando por la calle.
Eugenia acababa de cerrar la puerta cuando llegué al
estacionamiento de Morgan Hall. Casi me caí sobre la moto al detenerme y al no
apoyar el pie en el primer intento. Corrí al Honda y abrí la puerta del
pasajero. Los dientes de Eugenia estaban apretados, lista para lo que podría
decirle.
Miré la pared de ladrillo y mortero de Morgan, sabiendo que Lali
estaba en algún lugar del interior.
—Tienes que dejarme entrar, Euge —supliqué.
—Lo siento —dijo. Puso el coche en reversa y salió del
estacionamiento.
Al mismo tiempo corrí escaleras arriba, tomando dos escalones a la
vez, una chica que nunca había visto antes estaba saliendo. Agarré la puerta,
pero ella me cerró el camino.
—No se puede entrar sin una escolta.
Saqué las llaves de mi moto y las agité en su rostro.
—Mi novia, Lali Espósito; dejó las llaves del coche en mi
apartamento. Estoy trayéndoselas.
La niña asintió, sin saber qué hacer y luego se apartó de mi
camino.
Saltando varios pasos a la vez en el hueco de la escalera, por fin
llegué al piso de Lali y a la puerta de su dormitorio. Tomé unas cuantas
respiraciones profundas para tratar de calmarme.
—¿Pidge? —dije, tratando de mantenerme tranquilo—. Tienes que
dejarme entrar, cariño. Tenemos que hablar de esto.
No respondió.
—Pigeon por favor. Tienes razón. No escucho. Podemos sentarnos y
hablar de esto, ¿de acuerdo? Acabo... Por favor, abre la puerta. Estás
asustándome hasta la muerte.
—Vete, Peter. —La voz de María se escuchó desde el otro lado.
Golpeé la puerta con mi puño.
—¿Pidge? ¡Abre la maldita puerta, maldita sea! ¡No me iré hasta
que me hables! ¡Pigeon!
—¿Qué?
—gruñó María, abriendo la puerta. Empujó sus gafas sobre su nariz y me
olisqueó. Para una pequeña chica, tenía una expresión muy severa.
Suspiré aliviado de que por lo menos vería a Lali. Miré por encima
del hombro de María, Lali no estaba en mi línea de visión. —María —pedí,
tratando de mantener la calma—. Dile a Lali que necesito verla. Por favor.
—Ella no está aquí.
—Ella está aquí —dije, perdiendo rápidamente la paciencia.
María cambió el peso de un pie a otro.
—No la he visto esta noche. No la he visto en varios días, en
realidad.
—¡Sé que ella está aquí! —grité—. ¿Pigeon?
—Ella no está... ¡Oye! —chilló María cuando choqué mi hombro contra
ella.
La puerta se estrelló contra la pared. Tiré del pomo y miré detrás
de ella, y luego en los armarios, incluso debajo de la cama.
—¡Pigeon! ¿Dónde está?
—¡No la he visto! —gritó nuevamente María.
Entré en la sala, mirando en ambas direcciones, María cerró la
puerta detrás de mí, lo supe por el clic de la cerradura.
La pared estaba fría contra mi espalda, y de repente me di cuenta
de que no tenía un abrigo. Poco a poco me deslicé por la pared de bloques de
concreto. Me cubrí la cara con las manos. Podría odiarme por el momento, pero
tendría que volver a casa algún día.
Después de veinte minutos, saqué mi teléfono y le mandé un mensaje
de texto.
Pidge,
por favor, vuelve, sé que estás enfadada pero todavía podemos hablar de esto.
Y luego otro.
Por
favor vuelve a casa.
Y otro.
¿Por
favor? Te amo.
Ella no respondió, esperé otra media hora y luego envié más.
Estoy
en Morgan, ¿podrías al menos llamarme para saber si volverás a casa esta noche?
Pigeon
estoy jodidamente arrepentido. Por favor vuelve a casa. Te necesito.
Sé
que no he sido razonable. Podrías responderme al menos.
No me
merezco esto, fui un imbécil por creer que el dinero resolvería todos los
problemas pero al menos no huyas cada vez que tengamos uno.
Lo
siento, no quería decir eso.
¿Qué
quieres que haga? Haré lo que quieras que haga, ¿vale? Solo háblame.
Esto
es una mierda.
Estoy
enamorado de ti. No entiendo cómo puedes simplemente irte.
Justo antes del amanecer, cuando estaba seguro de haber hecho un
ridículo total y de que estaría asustada, seguramente pensando que yo estaba verdaderamente
loco y que no le convenía, me levanté del suelo. El hecho de que seguridad no
se hubiera presentado durante la noche para echarme del edificio resultaba ser
un hecho increíble en sí. Las chicas comenzaron a salir para dirigirse a clases
y yo, todavía sentado en el pasillo, decidí no tentar la suerte.
Después de caminar penosamente por las escaleras, me senté en mi motocicleta.
Aunque una camiseta era la única cosa entre mi piel y el aire gélido de invierno,
lo ignoré. Con la esperanza de ver a Lali en la clase de historia, fui directamente
a casa tratando de descongelar mi piel bajo una ducha de agua caliente.
Nicolás se situó en la puerta de mi dormitorio mientras me vestía.
—¿Qué quieres, Nico?
—¿Hablaste con ella?
—No.
—¿Para nada? ¿Mensajes de texto? ¿Nada?
—Dije que no —espeté.
—Pit —dijo Nicolás, suspiró quedamente—. Ella probablemente no
vaya a clases hoy. No quiero que Eugenia y yo estemos en medio de esto, pero
eso es lo que ella dijo.
—Tal vez va a estar —le contradije, poniéndome el cinturón. Me
puse la colonia favorita de Lali, y luego me puse la chaqueta antes de agarrar
mi mochila.
—Espera, yo te llevo.
—No, voy a llevarme la moto.
—¿Por qué?
—En caso de que ella acepte regresar al apartamento conmigo para
poder hablar.
—Peter, no creo que sea hora de considerar el que ella vaya a…
—Cállate, Nico —dije mirándolo—. Sólo por una vez, no seas
razonable. No trates de salvarme. Sólo compórtate como mi amigo, ¿de acuerdo?
Nicolás asintió. —De acuerdo.
Eugenia salió de la habitación de Nicolás, todavía en pijama. —Peter,
es hora de que la dejes ir. Todo terminó para ella en el momento en que le
dejaste claro que decidías trabajar para Benny.
Cuando no le respondí, continuó—: Peter…
—No lo hagas. Sin ánimo de ofender, Euge; pero ni siquiera puedo
mirarte ahora mismo.
Sin esperar una respuesta, cerré la puerta detrás de mí. La
ansiedad valía la pena para desahogar la emoción que sentía por ver a Lali.
Mejor que ponerme de rodillas presa del pánico y rogarle en medio de la clase.
No estaba seguro de no hacerlo si es que fuera necesario para hacerla cambiar
de opinión.
Caminando lentamente a clase, e incluso tomando las escaleras, no
me impidió llegar media hora antes. Esperaba que Lali se presentara, y que tuviéramos
tiempo para hablar, pero cuando la clase anterior salió, ella no estaba allí.
Me senté al lado de su asiento vacío y jugueteé con mi brazalete
de cuero mientras los otros estudiantes entraban en el salón y tomaban asiento.
Sólo era otro día para ellos. Mirando su mundo seguir adelante mientras que el
mío estaba llegando a su final.
Excepto por algunos estudiantes entrando a escondidas detrás de
Chaney, todos estaban presentes —menos Lali. El Sr. Chaney abrió su libro,
saludó a la clase y comenzó la lectura. Sus palabras se borraron mientras mi
corazón golpeteaba contra mi pecho, hinchándose con cada respiración. Apreté
los dientesy mis ojos se humedecieron con pensamientos de Lali en otro lugar,
aliviada de estar lejos de mí. Mi ira aumentó.
Me puse de pie y miré el escritorio vacío de Lali.
—Mmm… ¿Sr. Lanzani? ¿Se siente bien? —preguntó el profesor.
Le di una patada a su escritorio y después al mío, apenas oyendo
los jadeos y gritos de los otros estudiantes.
—¡MALDITA SEA! —grité, golpeando mi escritorio nuevamente.
—Sr. Lanznai —dijo Chaney, su voz extrañamente tranquila—. Creo
que es mejor que tome un poco de aire fresco.
Me paré sobre los escritorios derribados, respirando con
dificultad.
—Sal de mi salón de clases, Peter. ¡Ahora! —repitió, su voz más
firme estavez.
Tiré mi mochila sobre un hombro y empujé la puerta, oyendo la
madera estrellarse contra la pared detrás de ella.
—¡Peter!
El único detalle que registré es que la voz era de mujer. Me di la
vuelta, con la esperanza de que fuera Lali.
Megan caminó por el pasillo, deteniéndose junto a mí. —¿Pensé que
tenías clase? —Sonrió—. ¿Hiciste algo interesante este fin de semana?
—¿Qué necesitas?
Levantó una ceja, sus ojos brillantes con sabiduría. —Te conozco.
Estás enojado. ¿Las cosas no funcionaron con la monja?
No le respondí.
—Podría habértelo dicho. —Se encogió de hombros, y luego avanzó un
paso más en mi dirección; susurrando en mi oído. Tan cerca, que sus labios
rozaron mi oreja—. Somos iguales, Peter. No somos buenos para nadie.
Mis ojos se clavaron en los de ella, viajaron a sus labios y luego
de regreso a ellos. Se inclinó con su sexy y pequeña sonrisa.
—Vete a la mierda, Megan.
Su sonrisa se desvaneció. Me alejé.
CONTINUARÁ... Hola! Siento no haber subido antes, pero no he podido, por lo que posiblemente suba algún capitulo más hoy y mañana quizás también subo más de uno, porque el jueves es la vuelta a clase y no se si a partir de entonces tendré mucho tiempo :). Por cierto, el cap es algo larguito, pero así viene en el libro, ¿los preferís así o que los divida en dos para que sea menos pesado de leer? Besos y gracias por leer y firmar!
subi largos capitulos :) masssssssss
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