PETER
R
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ufina y yo observamos un juego lleno de acción
que va a tiempo extra. Todavía no puedo superar el hecho de que ella conoce las
llamadas mejor que la mitad de los oficiales. Me tiene riendo; es extremadamente
vocal y mantiene bien su posición.
—¿Vas a jugar futbol? —le pregunto, curioso de
si esto es algo que ella y
Nicolás discutieron.
—Bueno, no voy a ser una porrista como mi mamá
lo fue.
Su respuesta efectivamente me cierra la boca. Nicolás
había amado tener a Eugenia en los laterales de sus partidos y admito que era
un dulce placer tener a mi chica alentándome. La mejor parte eran los partidos visitantes.
Las porristas nos acompañaban de regreso. Lali y yo siempre nos sentábamos en
el fondo donde estaba oscuro. Mis labios nunca abandonaron una parte de su
cuerpo hasta que nos deteníamos en el estacionamiento de la escuela.
Alai baja, vestida exactamente de la manera
opuesta que su hermana. Estas chicas son un vivo retrato de sus padres.
—Mami dice que es hora de almorzar. —Se da la
vuelta y sube corriendo las escaleras, sin esperar una respuesta.
—¿Qué piensas? ¿Debemos subir por alguna comida?
Rufina salta en mi espalda. La levanto y corro
alrededor del sótano como un hombre loco para poder escuchar su risa.
—¿Podemos volver a hacer esto el próximo
domingo?
Dejo de correr y la giro para apoyarla en mi
cadera.
—Tengo que volver a trabajar, pero quizás
podamos observar juntos un partido en la computadora.
—No tengo computadora. —No voy a dejar que eso
me detenga. La beso en la mejilla y le digo que no se preocupe por ello.
Cuando llegamos arriba, todos se han congregado
en la sala de estar para el almuerzo, Eugenia hizo casi todas las comidas de
fútbol conocidas por el hombre. Rufina y yo arreglamos nuestros platos y nos
unimos a todos para el próximo partido.
Noah está sentado en el suelo así que me siento
junto a él. Noto que sonríe, pero no voy a señalar algo al respecto. Le dije
que luego de ver el partido con Rufina volveríamos a salir y trabajar en su
coordinación del trayecto de pase. Me encantaría encontrar una manera de
prolongar mi día con él, pero sé que Lali no va a dejarme. Sigo necesitando
sentarme y hablar con ella sobre Noah y algún tipo de régimen de visitas.
Quizás empecemos con llamadas telefónicas cada pocas noches y puedo volver a
verlo cada mes.
Lo más importante es que tenemos que decirle que
soy su papá, ya sea que Lali quiera o no. Puedo imaginar que él va estar herido
y probablemente no me quiera ver, pero haré lo que sea que pueda para hacer las
paces con él.
No formar parte de su vida no es una opción para
mí.
El plato de Noah está vacío, por lo que llevo el
mío y el de él a la cocina para desecharlos. Lali llega detrás de mí, su
perfume abriéndose camino hacia mis sentidos. Odio que ella pueda oler tal
malditamente bien en el fútbol del domingo y yo no pueda tocarla.
—Hola —dice, sorprendiéndome. Pensé que
seguramente estábamos jugando el juego de evitarnos.
—Hola —respondo, apenas mirándola. Finjo limpiar,
el último movimiento cobarde para evitar una conversación incómoda.
Ella solo me mira con fijeza, sus manos tirando
de las presillas de su cinturón. No puedo estar aquí y mirarla por lo que llamo
a Noah y le pregunto si está listo para ir afuera. Corre hacia mí, balón en
mano y corremos juntos a la puerta. Le echo una mirada a ella, su cabeza gacha,
dientes empujando una profunda mella en su labio inferior, antes de dirigirme
afuera.
Le enseño a Noah todo lo que sé. Estoy
sorprendido de que pueda recordar incluso la mitad de toda esta mierda, pero
todo regresa a mí con cada pregunta que él hace. Me doy cuenta lo afortunado
que es Pablo, viviendo la vida que debería haber sido mía. Tiene a mi chica y a
mi hijo y no hay una mierda que pueda hacer al respecto salvo observar desde
los laterales.
—¿Puedes venir a mi juego el viernes? —pregunta
Noah con tal esperanza en su voz. Solo verlo rasga mi corazón en pedazos.
—Vamos a sentarnos —le digo mientras pongo mi
mano en su hombre y lo llevo a un banco de picnic—. Sabes que vivo en Los
Ángeles, ¿no? —Noah asiente—. Bueno, tengo que volver al trabajo, tengo plazos
y personas que dependen de mí. Se suponía que estuviera aquí para el funeral y
me fuera al día siguiente, pero entonces te conocí y realmente me gusta salir
contigo y Rufina me pidió observar fútbol por lo que me quedé. Me digo a mi
mismo que me iré mañana y tengo que hacer algo primero, pero entonces regreso a
mi gato, sabes, porque él me extraña.
—Pero te odia.
—Sí, amigo, lo hace. —Empiezo a reír, Noah se
une a mí. Cuando sus ojos azules se alzan hacia los míos, sé que tengo que
hacer esto bien—. Estoy esperando poder hablar con tu mamá y quizás podamos
hablar por teléfono o algo así.
—Ella dirá que no. Te odia o algo así, dice que
se supone que no hable contigo. Hoy lo hice porque no gritará en frente de Eugenia.
Escuchar a mi hijo decirme que mi chica (su
madre) me odia no me sentó muy bien.
Tengo que arreglarlo.
—Hablaré con tu mamá, ¿sí? No seas duro con
ella. Perdió a su amigo y a veces los recuerdos son difíciles para lidiar con
ellos.
Asiente y cuando me mira, un pedazo de mí muere.
No quiero dejarlo incluso si nunca sabe que soy su padre. Quiero ser su amigo.
Ambos alzamos la mirada cuando la puerta de
vidrio se desliza hasta abrirse. Lali sale con sus brazos alrededor de su
cuerpo. Sus ojos están rojos, ha estado llorando. Quiero preguntarle la razón,
pero también no quiero que me importe. Debería, pero no puedo. Ella tiene a Pablo
y tengo que aceptarlo.
—Supongo que es hora de que me vaya —le digo a
Noah quien parece como si estuviera a punto de arrojarle el balón a su madre.
—En realidad —dice mientras se acerca—, me
estaba preguntando si querías cenar conmigo y Noah mañana en nuestra casa.
Miro más allá de ella, a la sala de estar donde Pablo
está hablando animadamente con Eugenia.
—No, gracias —digo para disgusto de Noah.
Levanto mi mano hacia él para detenerlo—. No soy un fan de Pablo. No estoy
seguro de que pueda lograrlo en una cena con él.
Lali se da la vuelta y mira en la casa y cuando
se vuelve está negando con la cabeza.
—Pablo va a estar lejos mañana por una
conferencia. Solo seremos Noah y yo.
Sin Pablo. ¿Mi chica, mi hijo y yo?
Apúntame.
—¿A qué hora?
—¿Qué tal cinco y media? Cierro la tienda a las
cinco y camino a casa…
—Te recogeré —digo antes de realmente pensarlo.
Solo tengo la Ducati
y un casco. Supongo que compraré uno mañana. Lali
intenta ocultar su euforia pero su cara me dice todo lo que tengo que saber;
ella ha fantaseado con estar en la moto conmigo y voy a hacer su fantasía
realidad.
—Entonces supongo que te veré —le digo a Noah.
Esto lo hace sonreír.
Me pongo de pie y camino unos cuantos pasos
hasta Lali. Estoy más cerca de lo que debería, en especial con Pablo dentro de
la casa. Me incline, mis labios rozando su mejilla.
—Te encantará el paseo, lo prometo —susurro en
su oreja. Por más que quiero ver su expresión, tocarla me ha matado. Me aparto
tan rápidamente como puedo y regreso a la casa.
Enciendo mi moto, calentando el motor para que
se dé una idea de en lo que se ha apuntado para mañana y arranco. Su aroma
permanece en mi piel, llenando mi casco. No estoy seguro de cómo voy a manejar
con Lali en la parte trasera de mi moto mañana, pero serán cinco minutos de
paraíso.
CONTINUARÁ..
Jajajja,cinco minutos d paraíso.
ResponderEliminarK de un rodeo para llegar a la casa
❤❤❤❤
ResponderEliminarFeliz cumpleeee
ResponderEliminar+++++++++++
ResponderEliminarAtrasado pero feliz cumpleee
ResponderEliminarMe encanta q lali haya tomado la desicion q tomo
Maass