domingo, 14 de diciembre de 2014

Capítulo 7

7
VIENDO ROJO


Antes de llegar a la barra, Eugenia sacó a su mejor amiga a la pista de baile. Los calientes tacones de aguja rosa de Lali brillaban en la luz negra, y sonreí cuando se rió de los salvajes movimientos de baile de Eugenia. Mis ojos viajaron debajo de su vestido negro, deteniéndome en su cadera. Tenía buenos movimientos, le admitiría eso. Un pensamiento sexual apareció en mi mente, y tuve que apartar la mirada.

The Red Door estaba bastante lleno. Algunas caras nuevas, pero en su mayoría clientes habituales. Cualquier persona nueva entrando era como carne fresca para aquellos de nosotros que no tenían la imaginación para otra cosa que presentarse en el bar cada fin de semana. Especialmente las chicas que lucían como Lali y Eugenia.

Pedí una cerveza, bebí la mitad de ella, y luego regresé mi atención a la pista de baile. Mirar fijamente no fue a propósito, sobre todo sabiendo que probablemente tenía la misma expresión en mi cara que cada idiota mirándolas.

La canción terminó, y Lali empujó a Eugenia de nuevo a la barra. Estaban jadeantes, sonrientes, y sólo lo suficiente sudorosas como para lucir atractivas.

—Así va a ser toda la noche, Euge. Sólo ignóralas —dijo Nicolás.

La cara de Eugenia estaba jodida con disgusto, mirando detrás de mí. Podía imaginar quién estaba allí. No podría haber sido Megan. Ella no era de las que esperan en los laterales.

—Parece que hay una bandada de buitres —dijo Eugenia despreciativamente.

Miré por encima del hombro, y tres de las chicas de la hermandad de Lexi se encontraba paradas hombro con hombro. Otra de ellas se paró junto a mí con una sonrisa brillante. Todas sonrieron cuando hice contacto visual, pero rápidamente me di la vuelta, bebiendo la última mitad de mi cerveza. Por alguna razón, las chicas que actuaban de esa manera a mí alrededor ponían a Eugenia de bastante mal humor. Sin embargo, no podía estar en desacuerdo con su referencia de buitre.

Encendí un cigarrillo y luego pedí dos cervezas más. La rubia a mi lado, Brooke, sonrió y se mordió el labio. Hice una pausa, sin saber si iba a llorar o abrazarme. No fue hasta que Cami destapó y deslizó las botellas por encima de la barra que supe por qué tenía ese aspecto ridículo en su cara. Tomó la cerveza y comenzó a tomar un trago, pero se la quité antes de que pudiera, y se la entregué a Lali.
—Uh... no es para ti.

Brooke pisoteó hasta reunirse con sus amigas. Sin embargo, Lali parecía perfectamente conforme, tomando tragos de tamaño hombre.

—Como si yo fuera a comprar una cerveza para alguna chica en un bar —dije. Pensé que eso se añadiría a la diversión de Lali, pero en su lugar alzó la cerveza con una mirada amarga en su cara—. Eres diferente —dije con una media sonrisa.

Chocó su botella contra la mía, claramente irritada. —Por ser la única chica con la que un chico, que no tiene ningún estándar, no quiere dormir. —Tomó un
trago, pero le quité la botella de su boca.

—¿Lo dices en serio? —Cuando no respondió, me incliné más cerca para un mayor efecto—. Primero que nada... Tengo estándares. Nunca he estado con una mujer fea. Nunca. En segundo lugar, quería dormir contigo. Pensé en tirarte sobre mi sofá de cincuenta maneras diferentes, pero no lo hice porque ya no te veo de esa manera. No es que no me atraigas, simplemente creo que eres mejor que eso.

Una sonrisa presumida se deslizó por su rostro. —Crees que soy demasiado buena para ti.

Increíble. Realmente no lo entiende. —No puedo pensar en ningún solo chico que conozca que sea lo suficientemente bueno para ti.

La petulancia se disolvió, reemplazada por una conmovida y agradecida sonrisa. —Gracias, Pit —dijo, poniendo su botella vacía en la barra. Ella realmente podría ponerlos en su lugar cuando quisiera. Normalmente, lo llamaría descuidado, pero se conducía con tal confianza... no sé... todo lo que hacía era caliente.

Me levanté y agarré su mano. —¡Vamos! —La atraje hacia la pista de baile, y siguió detrás de mí.

—¡He bebido demasiado! ¡Me voy a caer!

Ahora en la pista de baile, agarré su cadera y atraje su cuerpo presionado contra el mío, sin dejar espacio entre nosotros. —Cállate y baila.

Todas las risitas y sonrisas abandonaron su cara y su cuerpo comenzó a moverse contra el mío con la música. No podía mantener mis manos fuera de ella.

Cuanto más cerca nos encontrábamos, más cerca necesitaba que estuviera. Su cabello estaba en mi cara y, a pesar de que había bebido lo suficiente como para dejarlo por esta noche, todos mis sentidos estaban alertas. La forma en que su trasero se sentía contra mí, las diferentes direcciones y movimientos que su cadera hacía con la música, la forma en que se apoyó en mi pecho y descansó la parte posterior de su cabeza en mi hombro. Quería empujarla a un rincón oscuro y saborear el interior de su boca.

Lali se giró hacia mí con una sonrisa traviesa. Sus manos empezaron por mis hombros, y luego dejó que sus dedos pasaran por mi pecho y estómago. Casi me volví loco, deseándola en ese mismo momento. Se giró de espaldas a mí, y mi corazón latía aún más rápido en contra de mi caja torácica. Estaba más cerca de esa manera. Agarré su cadera y la atraje con más fuerza contra mí.

Envolví mis brazos alrededor de su cintura y enterré mi cara en su cabello. Estaba saturado de sudor y combinado con su perfume. Cualquier pensamiento
racional desapareció.

La canción terminaba, pero ella no mostraba señales de detenerse. Lali se inclinó hacia atrás, su cabeza en mi hombro. Algunos de sus cabellos cayeron, exponiendo la piel reluciente de su cuello. Toda fuerza de voluntad se desvaneció. Toqué con mis labios el punto delicado, justo detrás de su oreja. No podía parar allí, abrí mi boca para dejar que mi lengua lamiera la humedad salada de su piel. El cuerpo de Lali se tensó y se apartó.
—¿Qué, Pidge? —pregunté. Tuve que reír. Parecía que quería pegarme.

Pensé que estábamos pasando un buen rato, y lucía más enfadada de lo que jamás la había visto.

En lugar de dejar volar su temperamento, se abrió paso entre la multitud, retirándose al bar. La seguí, sabiendo que iba a encontrar muy pronto qué era exactamente lo que había hecho mal.

Tomando el taburete vacío a su lado, vi cómo Lali le señaló a Cami que quería otra cerveza. Pedí una para mí, y entonces la vi beberse la mitad de la suya.
La botella sonó contra el mostrador cuando la bajó de golpe.

—¿Crees que eso va a cambiar la opinión de alguien sobre nosotros?

Me reí una vez. Después de todo eso de rozarse y frotarse contra mi pene, ¿de repente le preocupaba las apariencias? —No me importa ni una mierda lo que piensen sobre nosotros. —Me lanzó una mirada asesina, y luego se giró para mirar hacia el frente—. Pigeon —dije, tocándole el brazo.
Se alejó. —No. Nunca me pondré lo suficientemente borracha para meterme en ese sofá.

Instantáneamente, la ira me consumió. Nunca la había tratado así. Nunca.

Me dio falsas expectativas, y luego le di un par de besos en el cuello, ¿y enloquece?

Empecé a hablar, pero Megan apareció a mi lado.

—Bueno. ¿No es este Peter Lanzani?

—Hola, Megan.

Lali miró a Megan, claramente tomada por sorpresa. Megan era una profesional en inclinar la balanza a su favor.

—Preséntame a tu novia —dijo Megan, sonriendo.

Ella sabía condenadamente bien que Lali no era mi novia. Puta 101: Si el hombre en tu mira está en una cita o con una amiga, oblígalo a admitir la falta de compromiso. Crea inseguridad e inestabilidad.
Sabía a dónde iba esto. Infiernos, si realmente Lali pensaba que yo era un idiota de nivel criminal, bien podría actuar como tal. Deslicé mi cerveza por la barra, y cayó por el borde, tintineando en el bote de basura al final. —No es mi novia.

Intencionalmente ignorando la reacción de Lali, agarré la mano de Megan y la llevé a la pista de baile. Ella obedeció, felizmente balanceando los brazos hasta que nuestros pies golpearon la madera. Siempre era entretenido bailar con Megan.

No tenía vergüenza y me dejaba hacerle cualquier cosa que quisiera, dentro y fuera de la pista de baile. Como era habitual, la mayoría de los otros bailarines se detuvieron para ver.

Por lo general, nos lucíamos, pero me sentía excepcionalmente lascivo. El oscuro cabello de Megan me dio una bofetada en la cara más de una vez, pero yo estaba entumecido. La levanté y envolví sus piernas alrededor de mi cintura, y luego se inclinó hacia atrás, estirando sus brazos sobre su cabeza. Sonrió mientras la bombeaba en frente de todo el bar, y cuando la dejé en el suelo, se giró y se
agachó, agarrando sus tobillos.
El sudor corría por mi cara. La piel de Megan estaba muy mojada, mis manos se resbalaban cada vez que trataba de tocarla. Su camisa estaba empapada, y también la mía. Se inclinó por un beso, con la boca ligeramente abierta, pero me incliné hacia atrás, mirando hacia la barra.

Fue entonces cuando lo vi. Victorio D’Alessandro. Lali se inclinó hacia él, sonriendo con esa sonrisa coqueta, borracha, de “llévame a casa,” que podía detectar en una multitud de mil mujeres.

Dejando a Megan en la pista de baile, me empujé a través de la masa que se había reunido alrededor. Justo antes de llegar a Lali, Vico se inclinó para tocarle la rodilla. Recordando que se había salido con la suya el año anterior, apreté mi mano en un puño, parándome entre ellos, dándole la espalda a Vico.

—¿Estás lista, Pidge?

Lali puso su mano sobre mi estómago y me empujó hacia un lado, sonriendo al instante que Vico volvió a la vista. —Estoy hablando, Peter. —Ella retuvo su mano, sintiendo cuan mojada estaba, y luego la secó en su falda de una manera dramática.

—¿Tan siquiera conoces a este chico?

Sonrió aún más ampliamente. —Este es Vico.

Vico extendió su mano. —Un placer conocerte.

No podía quitar mis ojos de Lali mientras miraba a ese maldito enfermo y retorcido frente a ella. Dejé la mano de Vico colgando, esperando a que Lali recordara que yo estaba parado allí.

Desdeñosa, agitó su mano en mi dirección. —Vico, este es Peter. —Su voz era claramente menos entusiasta acerca de mi presentación, lo que sólo me
molestaba más.

Fulminé con la mirada a Vico, y luego a su mano. —Peter Lanzani. —Mi voz era baja y lo más amenazante que podía manejar.

Los ojos de Vico se abrieron como platos, y retiró torpemente su mano. —¿Peter Lanzani?
Estiré mi brazo detrás de Lali para agarrar la barra. —Sí, ¿qué con eso?

—Te vi luchar contra Shawn Jenks el año pasado, hombre. ¡Pensé que iba a presenciar la muerte de alguien!

Mis ojos se estrecharon, y apreté los dientes. —¿Quieres verlo otra vez?

Vico se rió una vez, sus ojos como dardos de ida y vuelta entre nosotros. Cuando se dio cuenta que no bromeaba, sonrió torpemente a Lali, y luego se alejó.

—¿Estás lista, ahora? —espeté.

—Eres es un completo idiota, ¿sabes?

—Me han llamado peor. —Le tendí mi mano y la tomó, dejándome ayudarla a bajar del taburete. No podría estar enojada.

Con un fuerte silbido, le hice señas a Nicolás, que vio mi expresión y de inmediato supo que era hora de irse. Utilicé mi hombro para hacer espacio a través de la multitud, sin vergüenza derribando a unas cuantas personas inocentes para desahogarme hasta que Nicolás y nos dirigió y asumió el control por mí.

Una vez fuera, agarré la mano de Lali, pero la apartó. Me di la vuelta y grité en su cara. —¡Debería simplemente besarte y superarlo! ¡Estás siendo ridícula! Besé tu cuello, ¿y qué?

Lali se inclinó hacia atrás, y cuando eso no creó suficiente espacio, me empujó. No importaba cuán enojado estaba, no conocía el miedo. Fue un poco caliente.

—No soy una amiga para follar, Peter.

Negué con la cabeza, aturdido. Si había algo más que pudiera hacer para impedir que pensara eso, no sabía lo que era. Ella fue especial para mí desde el momento en que le puse los ojos encima, y traté de hacérselo saber cada vez que podía. ¿Cómo podía hacerle entender eso? ¿Cuán diferente de a todos los demás podía tratarla?

—¡Nunca dije que lo fueras! ¡Estás conmigo las veinticuatro horas del día, duermes en mi cama, pero la mitad del tiempo actúas como si no quisieras que te vieran conmigo!

—¡Vine aquí contigo!

—Nunca te he tratado con algo más que con respeto, Pidge.

—No, sólo me tratas como tú propiedad. ¡No tenías derecho a ahuyentar a Vico así!

—¿Sabes quién es Vico? —Cuando negó con la cabeza, me incliné más cerca—. Yo . Fue arrestado el año pasado por agresión sexual, pero los cargos fueron retirados.

Se cruzó de brazos. —Oh, ¿así que tienen algo en común?

Un velo rojo cubría mis ojos y, en menos de un segundo, la rabia hervía dentro de mí. Tomé una respiración profunda, para tranquilizarme. —¿Me estás llamando violador?

Lali hizo una pausa en sus pensamientos, y su vacilación hizo que la ira se derritiera. Era la única que tenía ese efecto en mí. En cada otro momento que había estado tan enfadado, había golpeado algo o alguien. Nunca había golpeado a una mujer, pero definitivamente le hubiera dado un golpe a la camioneta estacionada al lado de nosotros.

—No, ¡sólo estoy molesta contigo! —dijo, apretando los labios.

—He estado bebiendo, ¿de acuerdo? Tu piel estaba a tres centímetros de mi cara, eres hermosa y hueles malditamente increíble cuando sudas. ¡Te besé! ¡Lo siento! ¡Supéralo!

Mi respuesta hizo que se detuviera, y las comisuras de su boca se elevaron.

—¿Crees que soy hermosa?

Fruncí el ceño. Qué pregunta más estúpida. —Eres guapísima y lo sabes. ¿Por qué estás sonriendo?

Cuanto más trataba de no sonreír, más lo hacía. —Nada. Vámonos.

Me reí una vez, y luego sacudí la cabeza. —¿Qué…? ¿Tú…? ¡Tú eres un grano en mi trasero!

Sonreía de oreja a oreja por mi elogio, y había pasado de psicópata a ridículo en menos de cinco minutos. Trató de dejar de sonreír y, a su vez, eso me hizo sonreír.

Puse mi brazo alrededor de su cuello, pidiéndole a Dios haber podido besarla. —Me estás volviendo loco, ¿sabes?

El viaje a casa fue silencioso y, cuando por fin llegamos al apartamento, Lali fue directo al cuarto de baño, encendiendo la ducha. Mi mente estaba demasiado difusa para revolver a través de su mierda, así que agarré uno de mis bóxers y una camiseta. Llamé a la puerta, pero no contestó, así que seguí adelante y entré, lo dejé en el fregadero, y luego salí. No estaba seguro de qué decirle de todos
modos.

Ella entró, engullida por mi ropa, y cayó en la cama, con una permanente sonrisa aún en su cara. La miré por un momento y me devolvió la mirada, claramente preguntándose qué pensaba. El problema era que ni siquiera yo lo sabía. Sus ojos viajaron lentamente por mi cara a mis labios, y entonces lo supe.

—Buenas noches, Pidge —dije en voz baja, girándome y maldiciéndome como nunca antes. Sin embargo, estaba increíblemente borracha, y no me iba a aprovechar. Sobre todo después de que me había perdonado por el espectáculo que había hecho con Megan.

Lali se removió durante varios minutos antes de finalmente tomar un respiro. —¿Pit? —Se apoyó sobre un codo.

—¿Sí? —dije, sin moverme. Tenía miedo de que si la miraba a los ojos, todo pensamiento racional se iría por la ventana.

—Sé que estoy borracha y acabamos de tener una enorme pelea sobre esto, pero...

—No voy a tener sexo contigo, así que deja de preguntar.

—¿Qué? ¡No!
Me eché a reír y me giré, mirando su dulce expresión horrorizada. —¿Qué, Pigeon?

—Esto... —dijo, recostando su cabeza en mi pecho y pasando su brazo sobre mi estómago, abrazándome cerca.

No era lo que esperaba. En absoluto. Levanté mi mano y me congelé en el lugar, sin saber qué demonios hacer. —Estás borracha.

—Lo sé —dijo, desvergonzada.

No importaba qué tan enojada estaría en la mañana, no podía decir que no.

Relajé una mano en su espalda y la otra sobre su cabello mojado, y luego la besé en su frente.

—Eres la mujer más confusa que he conocido.

—Es lo menos que puedes hacer después de asustar al único chico que se me acercó esta noche.

—¿Te refieres a Vico el violador? Sí, te debo una por eso.
—No importa —dijo, comenzando a alejarse.

Mi reacción fue instantánea. Tomé su brazo contra mi estómago. —No, lo digo en serio. Tienes que ser más cuidadosa. Si no hubiera estado ahí… Ni siquiera quiero pensar en ello. ¿Y ahora esperas que me disculpe por ahuyentarlo?

—No quiero que te disculpes. Ni siquiera es por eso.

—Entonces, ¿por qué es? —pregunté. Nunca había rogado por nada en mi vida, pero silenciosamente pedía que me dijera que me quería. Que se preocupaba por mí. Algo. Estábamos tan cerca. Podría sólo tomar un centímetro más o menos para que nuestros labios se tocaran, y fue una hazaña mental no ceder a ese centímetro.

Frunció el ceño. —Estoy borracha, Peter. Es la única excusa que tengo.

—¿Quieres que te abrace hasta que te quedes dormida? —No respondió. Me giré, mirando directamente a sus ojos—. Debería decir que no para probar un punto —dije, mis cejas se juntaron—. Pero me odiaría a mí mismo más tarde si digo que no y nunca me preguntas otra vez.

Felizmente, recostó su mejilla contra mi pecho. Con mis brazos envueltos con fuerza a su alrededor, era difícil no perder la cabeza. —No necesitas una excusa, Pigeon. Todo lo que tienes que hacer es pedirlo.



CONTINUARÁ...

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