lunes, 8 de diciembre de 2014

Capítulo 4

4
DISTRAÍDO



La decisión fue loca, pero también liberadora. Al día siguiente entré a la cafetería y sin pensarlo dos veces, me senté en el asiento libre frente a Lali.

Estar a su alrededor era natural y fácil, y aparte de tener que soportar las insistentes miradas de la población estudiantil en general, e incluso la de algunos profesores, a ella parecía gustarle que lo hiciera.

—¿Estudiaremos hoy, o qué?

—Lo haremos —dijo, imperturbable.

La única cosa negativa acerca de salir como amigos era que cuanto más tiempo pasábamos juntos, más me gustaba. Era difícil olvidar el color y la forma de sus ojos, o el olor a perfume en su piel. También otras cosas, como cuán largas eran sus piernas y los colores que vestía con mayor frecuencia. Incluso tenía una muy buena idea de qué semana no debería darle mierda extra, la cual afortunadamente para Nicolás, era la misma semana de no follar con Eugenia. De esa manera, habíamos tenido tres semanas para no estar en guardia en lugar de dos, y así podíamos darnos la justa advertencia.

Aunque para su pesar, Lali no era exigente como la mayoría de las chicas. La única cosa que parecía afectarla eran las ocasionales preguntas acerca de nuestra relación, pero tan pronto como me ocupé de eso, ella lo superó.

Cuanto más tiempo pasaba, la gente especulaba menos. Comíamos juntos la mayoría de los días, y por las noches cuando estudiábamos, la llevaba a cenar.

Nicolás y Eugenia nos invitaron a ver una película una vez. Nunca fue incómodo, nunca hubo una pregunta de si éramos más que amigos. No estaba seguro de cómo sentirme respecto a eso, especialmente desde mi decisión de no perseguirla de esa manera, lo cual no me impidió fantasear sobre ella gimiendo en mi sillón, hasta que una noche la vi con Eugenia empujándose y haciéndose cosquillas en el apartamento, y entonces me la imaginé en mi cama.

Necesitaba sacarla de mi cabeza.

La única cura era dejar de pensar en ella el tiempo suficiente para buscar a mi próxima conquista. Unos pocos días después, un rostro familiar me llamó la atención. La había visto antes con Janet Littleton. Lucy era bastante caliente, nunca perdía la oportunidad de mostrar su escote, y era muy bocazas acerca de odiar mis entrañas.

Afortunadamente me tomó treinta minutos, y una invitación tentativa a The Red para llevarla a casa. Apenas había cerrado la puerta antes de que estuviera quitándome la ropa. Hasta allí llegaba el profundo pozo de odio que había albergado hacia mí el año pasado. Se fue con una sonrisa en el rostro y decepción en los ojos.

Todavía tenía a Lali en mi mente.

Ni siquiera el cansancio post-orgasmo iba a solucionarlo, y sentí algo nuevo: culpa.

Al día siguiente, corrí a la clase de historia y me deslicé en mi escritorio junto a Lali. Ya había sacado su laptop y su libro, apenas reconociendo mi presencia cuando me senté.

El salón de clases estaba más oscuro de lo usual; las nubes privaban a la habitación de la luz natural que solía entrar por las ventanas. Empujé su codo, pero no estaba tan receptiva como siempre, así que tomé el lápiz de su mano y comencé a garabatear en los márgenes. Tatuajes, mayormente, pero escribí su nombre en unas letras geniales. Me miró con una sonrisa apreciativa.

Me incliné y le susurré en el oído—: ¿Quieres almorzar fuera del campus hoy?

—No puedo —susurró.

Escribí en su cuaderno.

Xq?
Porque tengo que hacer uso de mi plan de comidas.
Pura mierda.
De verdad.

Quería discutir pero me quedaba sin espacio en la página. Bien. Otra comida misteriosa. No puedo esperar.

Sonrió, y disfruté ese sentimiento de “por encima del mundo” que experimentaba cuando sea que la hiciera sonreír. Unos pocos garabatos y un dibujo legítimo de un dragón después, Chaney dejó salir a la clase.

Arrojé el lápiz de Lali en su mochila mientras guardaba el resto de sus cosas, y luego caminamos hacia la cafetería.

No obtuvimos tantas miradas como las que solíamos tener en el pasado. La población estudiantil se había acostumbrado a vernos juntos regularmente.

Cuando fuimos a la fila, tuvimos una pequeña charla sobre el nuevo documento de historia que Chaney había asignado. Lali pasó su tarjeta de comida y luego hicimos nuestro camino hacia la mesa. Inmediatamente noté que faltaba una cosa en su bandeja: el zumo de naranja que tomaba todos los días.
Escaneé la fila de las robustas y sensatas servidoras que estaban detrás del buffet. Una vez que la mujer de aspecto severo detrás del mostrador quedó a la vista, supe que había encontrado a mi objetivo.

—Oiga, Señorita… uh… Señorita…

La mujer de la cafetería me evaluó antes de decidir que iba a causarle problemas, al igual que la mayoría de las chicas, antes de que hiciera que sus mulos hormiguearan.

—Armstrong —dijo finalmente en una voz ronca.

Intenté dominar mi disgusto mientras el pensamiento de sus muslos aparecía en los oscuros recovecos de mi mente.

Mostré mi sonrisa más encantadora. —Eso es encantador. Me preguntaba, porque pareces como la jefe aquí… ¿no hay zumo de naranja hoy?

—Hay algo en la parte de atrás. He estado demasiado ocupada para traerlos aquí.
Asentí. —Siempre estás moviendo el culo. Deberían aumentarte el sueldo. Nadie más trabaja tan duro como tú. Todos lo notamos.

Levantó su barbilla, lo que minimizó los pliegues en su cuello. —Gracias. Ya era tiempo de que alguien lo hiciera. ¿Necesitas zumo de naranja?

—Sólo uno… si no te importa, por supuesto.

Me guiñó un ojo. —No, en lo absoluto. Regresaré enseguida.

Lo llevé a la mesa y lo dejé junto a la bandeja de Lali.

—No tenías por qué haberlo hecho. Yo iba a tomar uno. —Se quitó la chaqueta y la puso sobre su regazo, dejando al descubierto sus hombros. Éstos aún seguían bronceados y un poco brillantes, rogándome que los tocara.

Una docena de cosas sucias pasaron por mi mente.

—Bueno, ahora no tienes que hacerlo —dije. Le ofrecí una de mis mejores sonrisas, pero esta vez fue genuina. Este era uno de esos Momentos Felices de Lali, los cuales, en cierto modo, deseaba para estos días.

Brasil bufó. —¿Ella te convirtió en un mandilón, Peter? ¿Qué sigue después, abanicarla con una hoja de palmera, mientras usas un Speedo?

Le di una mirada asesina a Brasil. No quiso decir nada con eso, pero arruinó mi momento y me molestó. Probablemente parecía un idiota trayéndole la bebida.

Lali se inclinó hacia adelante. —Tú no podrías llenar un Speedo, Brasil. Cierra tu estúpida boca.

—¡Tranquila, Lali! ¡Estaba bromeando! —dijo Brasil, levantando sus manos.

—Sólo… no hables así de él —dijo ella, frunciendo el ceño.


La observé por un momento, viendo como su ira disminuía un poco mientras giraba su atención hacia mí. Eso definitivamente fue una primera vez. —Ahora sí que lo he visto todo. Acabo de ser defendido por una chica. —Le ofrecí una pequeña sonrisa y luego me puse de pie, mirando a Brasil por última vez antes de irme para vaciar mi bandeja. No estaba tan hambriento, de todos modos.

Las pesadas puertas de metal cedieron fácilmente cuando las empujé. Saqué los cigarrillos de mi bolsillo y encendí uno, intentando olvidar lo que acababa de ocurrir. Hice el ridículo por una chica, y fue particularmente satisfactorio para mis hermanos de la fraternidad porque había sido yo quien les había dado un tiempo difícil, durante dos años, por siquiera mencionar que querían hacer más que follarse a una chica. Era mi turno ahora, y no podía hacer una maldita cosa por ello, porque no podía. ¿Lo peor? No quería.

Cuando los otros fumadores a mí alrededor rieron, hice lo mismo, a pesar de que no tenía idea de qué hablaban. Por dentro estaba enojado y humillado, o enojado de estar humillado. Lo que sea. Unas chicas me tocaron y se turnaron para intentar entablar una conversación. Asentí y sonreí para ser agradable, pero lo que realmente quería era salir de ahí y golpear algo. Un berrinche público mostraría debilidad, y no iba a soportar esa mierda.

Lali pasó y corté a una de las chicas a mitad de una oración para alcanzarla.

—Espera, Pidge. Te acompaño.

—No tienes que acompañarme a todas las clases, Peter. Sé cómo llegar por mí misma.

Lo admito: Eso dolió un poco. Ni siquiera me miró cuando lo dijo, fue completamente indiferente.

En ese momento, una chica con una falda corta y piernas kilométricas pasó de largo. Su brillante cabello negro se balanceó contra su espalda mientras caminaba. Ahí fue cuando me golpeó: tenía que rendirme. Atrapar a una chica caliente al azar era lo que mejor hacía, y Lali no quería nada más que ser mi amiga. Pensé en hacer lo correcto y mantener las cosas platónicas, pero si no hacía algo drástico, ese plan se perdería en la maraña de pensamientos contradictorios y emociones girando dentro de mí.

Era tiempo de finalmente dibujar una línea. No merecía a Lali, de todas maneras. ¿Cuál era el punto?

Arrojé mi cigarrillo al suelo. —Te veré más tarde, Pidge.

Puse mi cara de juego, pero no duraría mucho. Se había cruzado en mi camino a propósito, esperando que su corta falda y tacones de punta captaran mi atención. Me puse delante de ella y me giré, empujando las manos en mis bolsillos.

—¿Tienes prisa?

Sonrió. Ya la tenía. —Voy a clases.

—¿O sí? ¿Qué clase?

Se detuvo, su boca estirándose en una sonrisa. —Peter Lanzani, ¿correcto?

—Correcto. ¿Mi reputación me precede?
—Lo hace.

—Culpable.

Sacudió la cabeza. —Tengo que ir a clases.

Suspiré, fingiendo decepción. —Eso es una lástima. Estaba a punto de preguntarte si me ayudarías con algo.

—¿Con qué? —Su tono era dudoso, pero aún seguía sonriendo. Podría sólo haberle pedido que me siga a casa para un polvo rápido y probablemente hubiera accedido, pero había cierta cantidad de atractivo en ello.

—Para llegar a mi apartamento. Tengo un terrible sentido de la dirección.

—¿Es eso entonces? —preguntó, asintiendo, frunciendo el ceño y luego sonriendo. Intentaba no verse halagada. Sus dos botones superiores estaban sueltos, dejando la curvatura de su seno y unos pocos centímetros de su sostén visibles. Sentí la familiar inflamación en mis jeans, y cambié mi peso al otro pie.
—Terrible. —Sonreí, viendo su mirada irse a la deriva, hacia el hoyuelo de mi mejilla. No sé por qué, pero el hoyuelo siempre parecía cerrar el trato.

Se encogió de hombros, tratando de mantener la calma. —Muéstrame el camino. Si veo que te desvías de la ruta, tocaré la bocina.

—Estoy por este lado —dije, asintiendo en dirección al parque de estacionamiento.

Tenía su lengua en mi garganta antes de que hubiéramos subido las escaleras del apartamento, y empujaba mi chaqueta antes de que pudiera sacar la llave correcta. Éramos torpes, pero fue divertido. Tenía un montón de práctica abriendo la puerta de mi apartamento con mis labios sobre los de alguien más. Me metió dentro de la sala de estar en el segundo en que el cerrojo se desbloqueó, tomé sus caderas y las empujé contra la puerta para cerrarla. Puso sus piernas alrededor de mi cintura y la levanté, presionando mi pelvis contra la de ella.

Me besó como si se estuviera muriendo de hambre y supiera que había comida en mi boca. No estaba seguro. Como que me gustaba eso. Mordió mi labio inferior y di un paso atrás, perdiendo el equilibrio y estrellándome contra el final de la mesa junto al sillón. Varias cosas golpearon el suelo.

—Ups —dijo riendo.

Sonreí y miré mientras caminaba hacia el sofá y se inclinaba sobre el respaldo de tal manera que sus nalgas quedaron visibles, junto con la tira más delgada de encaje blanco. Me desabroché el cinturón y di un paso. Iba a hacerlo fácil. Arqueó su cuello y tiró de su largo cabello contra la espalda. Diablos, era caliente, le daría eso. Mi cremallera apenas podía contener lo que tenía debajo. Se volteó para verme y me incliné, plantándole un beso en los labios.

—¿Tal vez debería decirte mi nombre? —susurró.

—¿Por qué? —jadee—. Me gusta esto.

Sonrió, enganchó sus pulgares a cada lado de sus bragas y entonces las bajó hasta que cayeron a sus tobillos. Sus ojos se conectaron con los míos, refrescantes y malvados.
La decepción de Lali pasó por mi mente.

—¿Qué estás esperando? —preguntó, excitada e impaciente.

—Absolutamente nada —dije, sacudiendo la cabeza. Intenté enfocarme en su trasero desnudo contra mis muslos. Tener que concentrarme para mantenerlo duro era algo definitivamente nuevo y diferente, y todo era culpa de Lali.

Se acercó, me quitó la camisa, y entonces desabrochó mis jeans. Maldición. Trabajaba a paso de tortuga o esta mujer era una versión femenina de mí. Me quité las botas y me deshice de ellos, pateándolos a un lado.

Una de sus piernas se levantó y su rodilla se enganchó a mi cadera. —He querido esto durante mucho tiempo —susurró contra mi oído—. Desde que te vi en orientación el año pasado.

Llevé mi mano a su muslo, intentando pensar si había hablado con ella antes. Para el momento en que mis dedos alcanzaron el final de la línea, éstos estaban empapados. No bromeaba. El equivalente a un año en juegos mentales hizo mi trabajo mucho más fácil.

Gimió al segundo que mis dedos tocaron su piel tierna. Estaba tan mojada que mis dedos no hacían mucha fricción, y mis pelotas comenzaban a doler. Sólo me había follado dos mujeres, como mucho, en las últimas semanas. Esta chica, y la amiga de Janet: Lucy. Oh, espera. Con Megan, hacían tres. La mañana siguiente que conocí a Lali. Lali. La culpa se apoderó de mí, y tuvo un efecto negativo sobre mi erección.

—No te muevas —dije, corriendo únicamente en bóxer hasta mi habitación.

Saqué un paquete cuadrado de mi mesita de noche, y luego regresé a donde la morena aturdida estaba parada, exactamente de la manera en que la dejé. Tomó el paquete de mi mano y luego se apoyó sobre sus rodillas. Después de un poco de creatividad y trucos bastantes sorprendentes con su lengua, tuve luz verde para empujarla contra el sillón.


Así que lo hice. Boca abajo con los brazos alrededor de ella, y amó cada minuto de ello.


CONTINUARÁ...

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