martes, 16 de diciembre de 2014

Capítulo 9

9
APLASTADO


La expresión de Nicolás cambió. Estaba como pez en el agua cuando Adam lo llamó por una nueva pelea. Sus dedos chocaron contra su teléfono, pulsando, enviando mensajes a todas las personas de su lista. Cuando Nicolás desapareció detrás de la puerta, los ojos de Eugenia se ampliaron junto a su sonrisa.

—¡Aquí vamos! ¡Será mejor que nos arreglemos!

Antes de que pudiera decir nada, Eugenia sacó a Lali por el pasillo. El alboroto era innecesario. Le patearía el culo al chico, valdría la pena por el alquiler y las cuentas de los próximos meses y la vida volvería a la normalidad. Bueno, más o menos normal. Lali se mudaría de nuevo a Morgan Hall y yo me encarcelaría para no matar a Pablo.

Eugenia le gritaba a Lali que se cambiara, y ahora Nicolás y estaba con el teléfono apagado y las llaves del Charger en la mano. Se inclinó hacia atrás para mirar por el pasillo y entonces puso los ojos en blanco.

—¡Vamonos! —gritó.

Eugenia corrió por el pasillo, pero en lugar de unirse a nosotros, se metió en el cuarto de Nicolás. Él volvió a poner los ojos en blanco, pero también sonreía.

Unos momentos más tarde, Eugenia salió de la habitación de Nicolás con un corto vestido verde y Lali salió del pasillo con unos vaqueros ajustados y una camiseta amarilla, sus tetas rebotando cada vez que se movía.

—Oh, diablos, no. ¿Estás tratando de matarme? Tienes que cambiarte, Pidge.

—¿Qué? —Bajó la mirada a sus vaqueros. Ese no era el problema.

—Está preciosa, Pit, ¡déjala en paz! —espetó Eugenia.

Conduje a Lali por el pasillo. —Consigue una camiseta y un par de zapatillas. Algo cómodo.

—¿Qué? —preguntó, con la confusión distorsionando su rostro—. ¿Por qué?

Me detuve en la puerta. —Porque voy a estar más preocupado acerca de quién está mirando tus tetas con esa camisa en lugar de Hoffman —dije. Llámenlo sexista, pero era verdad. No sería capaz de concentrarme y no iba a perder una pelea por encima del par de tetas de Lali.

—¿Pensé que habías dicho que no te importaba un comino lo que los demás pensaran? —dijo, echando humo.

Realmente no lo entiende.

—Ese es un escenario diferente, Pigeon. —Miré hacia sus pechos y con orgullo ajustó un sujetador blanco de encaje. De repente, cancelar la pelea se convirtió en una idea tentadora, aunque sólo fuera para pasar el resto de la noche tratando de encontrar una manera de conseguir que estuviera desnuda y contra mi pecho.
Saqué mi vista de sus pechos, haciendo contacto visual de nuevo.

—No puedes llevar esto a la pelea, así que por favor... sólo... por favor, simplemente cámbiate —dije, empujándola hacia la habitación y dejándome afuera antes de que mandara todo a la mierda y la besara.

—Peter —gritó desde el otro lado de la puerta. Se oyeron golpeteos al otro lado de la puerta y después de lo que, probablemente, fueron zapatos volando por la habitación, finalmente la puerta se abrió. Llevaba una camiseta y un par de Converse. Seguía sexy, pero al menos no estaría demasiado preocupado sobre quién estuviera baboseando por ella para ganar mi maldita pelea.

—¿Mejor? —dijo sin aliento.

—¡Sí! ¡Vámonos!

Nicolás y Eugenia ya estaban en el Charger, saliendo de la plaza de aparcamiento. Me puse mi casco y esperé hasta que Lali estuviera segura antes de sacar la Harley a las oscuras calles.
Una vez que llegamos a la escuela, pasé por la acera con mis luces apagadas, aparcando detrás de Jefferson.

Cuando llevé a Lali a la entrada trasera, sus ojos se abrieron y se echó a reír. —Estás bromeando.

—Esta es la entrada VIP. Debes ver cómo entra todo el mundo. —Salté por la ventana abierta en el sótano y esperé en la oscuridad.

—¡Peter! —Medio gritó, medio susurró.

—Aquí abajo, Pidge. Sólo pon los pies primero, te atraparé.

—¡Estás completamente loco si crees que voy a saltar en la oscuridad!

—¡Te atraparé! ¡Lo prometo! ¡Ahora trae tu culo aquí!

—¡Esto es una locura! —susurró.

En la penumbra, vi sus piernas moverse a través de la pequeña abertura rectangular. Incluso después de todas sus cuidadosas maniobras, logró caer en vez de saltar. Un pequeño chillido resonó en las paredes de cemento y, entonces, cayó en mis brazos. Más fácil que nunca de atrapar.

—Caes como una chica —dije, poniéndola en pie.

Caminamos por el oscuro laberinto del sótano hasta que llegamos a la habitación contigua a la sala principal, donde se realizaba la pelea. Adam gritaba por encima del ruido con su megáfono y brazos sobresalían por encima del mar de cabezas, agitando dinero en el aire.

—¿Qué estamos haciendo? —preguntó, sus pequeñas manos envolviéndose apretadamente alrededor de mi bíceps.

—Espera. Adam tiene que dar su presentación antes de entrar.

—¿Debo esperar aquí, o debo entrar? ¿A dónde voy cuando comience la pelea? ¿Dónde están Nico y Euge?
Parecía extremadamente inquieta. Me sentí un poco mal por haberla dejado sola.

—Fueron al otro lado. Sólo sígueme, no te mandaré a ese agujero de tiburones sin mí. Quédate junto a Adam, él evitará que te aplasten. No puedo cuidar de ti y lanzar golpes al mismo tiempo.

—¿Aplastada?

—Va a venir más gente aquí esta noche. Brady Hoffman es de State. Ellos tienen su propio Círculo allí. Será nuestra gente y su gente, así que el lugar será una locura.

—¿Estás nervioso?

Le sonreí. Era especialmente hermosa cuando se preocupaba por mí.

—No. Aunque tú si pareces un poco nerviosa.

—Tal vez —dijo.

Quería inclinarme y besarla. Algo para aliviar esa expresión de corderito asustado en su cara. Me pregunté si estaba preocupada por mí la primera noche que nos conocimos, o si era sólo porque ahora me conocía que se preocupaba por mí.

—Si te hace sentir mejor, no dejaré que me toque. Ni siquiera dejaré que lo haga ni una vez por sus fans.

—¿Cómo vas a lograr eso?

Me encogí de hombros. —Normalmente dejo que me den un golpe, para que parezca justo.

—¿Tú...? ¿Dejas que las personas te golpeen?

—¿Qué tan divertido sería si masacro a alguien y nunca consigo que me den un puñetazo? No es bueno para los negocios, nadie apostaría contra mí.

—¡Qué gran mierda! —dijo, cruzando sus brazos.

Levanté una ceja. —¿Piensas que estoy bromeando?

—Me cuesta creer que sólo recibas un golpe cuando dejas que te golpeen.

—¿Te gustaría apostar sobre eso, Lali Espósito? —Sonreí. La primera vez que dije las palabras, no era mi intención usarlas a mi favor, pero cuando sonrió de una manera igual de malvada, una de las ideas más malditamente brillantes que jamás se me hubieran ocurrido cruzó por mi mente.

Sonrió.

—Acepto esa apuesta. Creo que él te dará uno.

—¿Y si no lo hace? ¿Qué ganaré? —pregunté. Se encogió de hombros al mismo tiempo que el rugido de la multitud nos rodeaba. Adam mencionaba las reglas a su normal y estúpida manera.

Dejé brotar una ridícula sonrisa en mi cara.

—Si ganas, no tendré sexo por un mes. —Levantó una ceja—. Pero si yo gano, tienes que quedarte conmigo durante un mes.

¿Qué? ¡Me estoy quedando contigo, de todos modos! ¿Qué tipo de apuesta es esa? —gritó por encima del ruido. Ella no lo sabía. Nadie se lo había dicho.

—Hoy arreglaron las calderas de Morgan —dije con una sonrisa y un guiño.

Un lado de su boca apareció. No lo hizo perturbador. —Cualquier cosa vale la pena para verte intentar la abstinencia, para variar.

Su respuesta envió una descarga de adrenalina a través de mis venas que sólo había sentido alguna vez durante una pelea. La besé en la mejilla, dejando que mis labios permanecieran contra su piel sólo un momento más antes de caminar hacia la sala. Me sentía como un rey. De ninguna manera ese hijo de puta me iba a tocar.

Tal como había anticipado, era sólo una sala donde estaban de pie, y empujones y gritos se ampliaron una vez que entramos. Asentí a Adam en dirección a Lali, para señalarle que estuviera atento a ella. Lo comprendió de inmediato. Adam era un bastardo codicioso, pero una vez fue el monstruo invicto en el Círculo. No tenía nada de qué preocuparme siempre y cuando la vigilara. Él lo haría, así que no me distraería. Adam haría cualquier cosa, siempre y cuando eso significara hacer una tonelada de dinero.

Se hizo un camino despejado mientras caminaba hacia el Círculo y, entonces, la puerta humana se cerró detrás de mí. Brady se puso cara a cara conmigo, jadeando y temblando como si acabara de tomarse un Red Bull y un Mountain Dew.

Por lo general, no tomaba esta mierda en serio y hacía un juego de mentalizar a mis adversarios, pero la pelea de esa noche era importante, así que puse mi cara de jugador.

Adam hizo sonar la bocina. Me equilibré, di unos pasos hacia atrás y esperé a que Brady cometiera su primer error. Esquivé su primer golpe y luego otro.
Adam extrajo algo de atrás. Estaba insatisfecho, pero lo había previsto. A Adam le gustan las peleas para entretener. Era la mejor manera de obtener más cabezas en los sótanos. Más gente significaba más dinero.

Incliné mi codo y envié mi primer golpe a la nariz de Brady, duro y rápido. En una noche normal de pelea, la contendría, pero quería terminar con esto y pasar el resto de la noche celebrándolo con Lali.

Golpeé a Hoffman otra vez, y después esquivé algunos golpes suyos, cuidándome de no estar tan emocionado para dejar que me golpeara y cagarlo todo. Brady tomó un segundo impulso y volvió por mí, pero no le llevó mucho tiempo lanzarme otro golpe que no pudo aterrizar. Esquivaba golpes de Bautista de forma más rápida de lo que esta perra podía lanzar.

Mi paciencia se había acabado y atraje a Hoffman a la columna de cemento en el centro de la sala. Me paré frente a esta, vacilando sólo lo suficiente para que mi oponente pensara que tenía una ventaja para clavar mi cara con un golpe devastador. Lo esquivé mientras ponía todo en su último lanzamiento y golpeó con el puño directo al pilar. La sorpresa se registró en los ojos de Hoffman justo antes de que se doblara.

Esa fue mi señal. Inmediatamente lo ataqué. Un ruido sordo señaló que Hoffman finalmente cayó al suelo y después de un breve silencio, la sala estalló.

Adam lanzó una bandera roja en el rostro de Hoffman y, a continuación, me vi rodeado de gente. La mayor parte del tiempo disfruto de la atención y las malditas felicitaciones de los que apuestan por mí, pero esta vez sólo estaban siendo un obstáculo. Intenté mirar a través del mar de gente para encontrar a Lali, pero cuando por fin eché un vistazo a donde se suponía que debía estar, se me encogió el estómago. Se había ido.

Las sonrisas se volvían caras de sorpresa mientras empujaba a la gente fuera de mi camino.

—¡Maldita sea, muévanse! —grité, empujando más fuerte cuando el pánico se apoderó de mí.
Finalmente, llegué a la sala de lámparas, buscando desesperadamente a Lali en la oscuridad. —¡Pigeon!

—¡Estoy aquí! —Su cuerpo se estrelló contra el mío y eché mis brazos alrededor de ella. En un segundo me sentí aliviado y al siguiente estaba irritado.

—¡Casi me matas del susto! ¡Casi tuve que empezar otra pelea para llegar a ti! ¡Finalmente llego y te has ido!

—Me alegro de que hayas vuelto. No tenía ganas de tratar de encontrar mi camino en la oscuridad.

Su sonrisa me hizo olvidar todo lo demás y recordé que era mía. Al menos por un mes más.

—Creo que has perdido la apuesta.

Adam entró pisando fuerte, miró a Lali y luego a mí, fijamente. —Tenemos que hablar.

Le guiñé un ojo a Lali. —No te muevas. Ya regreso. —Seguí a Adam a la habitación de al lado—. Sé lo que vas a decir...

—No, no —gruñó Adam—. No sé lo que estás haciendo con ella, pero no jodas con mi dinero.

Me reí una vez. —Esta noche hiciste una cuenta. Te lo compensaré.

—¡Por supuesto que lo harás! ¡No permitiré que eso vuelva a suceder! —Adam estrelló el dinero en mi mano y a continuación chocó sus hombros junto a mí al pasar.

Metí el fajo de billetes en el bolsillo, y le sonreí a Lali. —Vas a necesitar más ropa.

—¿En serio vas a hacer que me quede contigo durante un mes?

—¿Habrías hecho que yo no tuviera sexo durante un mes?

Se echó a reír. —Será mejor que pasemos por Morgan.
Cualquier intento de cubrir mi gran satisfacción fue un épico fracaso.

—Eso será interesante.

Mientras Adam pasaba, le entregó a Lali algo de dinero antes de desaparecer entre la decreciente multitud.

—¿Apostaste? —pregunté, sorprendido.

—Pensé que debía obtener la experiencia completa —dijo con un encogimiento de hombros.

La tomé de la mano y la llevé hacia la ventana, entonces salté una vez, subiendo. Me arrastré por el césped y después de darme la vuelta, me incliné para levantar a Lali.

El paseo a Morgan parecía perfecto. Hacía un calor insoportable y el aire tenía la misma sensación eléctrica como una noche de verano. Intenté no sonreír todo el tiempo como un idiota, pero era difícil no hacerlo.

—¿Por qué quieres que me quede contigo, de todos modos? —preguntó.

Me encogí de hombros.

—No lo sé. Todo es mejor cuando estás cerca.

Nicolás y Eugenia esperaban en el Charger para que pudiéramos aparecer con las cosas extras de Lali. Una vez que tomó todo, fuimos a la zona de aparcamiento y se sentó a horcajadas en la moto. Envolvió sus brazos alrededor de mi pecho y apoyé mi mano sobre la suya.

Respiré hondo.

—Me alegro de que estuvieras allí esta noche, Pidge. Nunca me había divertido tanto en una pelea en mi vida.

El tiempo que se tomó en responder se sintió como una eternidad. Posó su barbilla en mi hombro.

—Eso fue porque estabas tratando de ganar nuestra apuesta.

Me volví hacia ella, mirándola fijamente a los ojos. —Maldita sea que así era.

Sus cejas se alzaron. —¿Por eso estabas de tan mal humor hoy? ¿Por qué sabías que habían arreglado las calderas, y me iría esta noche?

Me perdí en sus ojos un momento y decidí que era un buen momento para callarme. Arranqué el motor y conduje a casa, más lento de lo que había conducido… nunca. Cuando un semáforo nos pilló, me encontré con una cantidad extraña de alegría al poner mis manos sobre ella, o apoyando mi mano en su rodilla. A ella no parecía importarle y la verdad es que yo estaba jodidamente cerca del cielo.

Llegamos al apartamento, Lali se bajó de la moto como una profesional, y se dirigió a las escaleras.

—Siempre odio cuando han estado en casa durante un rato. Me siento como si fuéramos a interrumpirlos.

—Acostúmbrate. Este será tu hogar por las próximas cuatro semanas —dije, dando la vuelta—. Súbete.

¿Qué?

—Vamos, te cargaré.

Se rió y saltó sobre mi espalda. Agarré sus muslos mientras corría escaleras arriba.

Eugenia abrió la puerta antes de que llegáramos a la cima y sonrió. —Mírense ustedes dos. Si no los conociera mejor...

—Ya basta, Euge —dijo Nicolás desde el sofá.

Genial. Nicolás estaba en uno de sus estados de ánimo.

Eugenia sonrió como si hubiera dicho demasiado y seguidamente abrió la puerta para que pudiéramos pasar. Seguí sosteniendo a Pidge, y después la dejé caer frente al sillón reclinable. Gritó cuando me incliné hacia atrás, empujando juguetonamente mi peso contra ella.

—Estás muy alegre esta noche, Pit. ¿Qué pasa? —apuntó Eugenia.

—Acabo de ganar una gran cantidad de dinero, Euge. Dos veces más de lo que pensé que ganaría. ¿Por qué no iba a estar feliz?

Eugenia sonrió. —No, es algo más —dijo, mirando mi mano mientras acariciaba el muslo de Lali.

—Euge —advirtió Nicolás.

—Bien. Hablaré de otra cosa. ¿No te invitó Pablo a la fiesta de Sig Tau este fin de semana, Lali?

La ligereza que sentía se fue inmediatamente y me giré hacia Lali.

—¿Er... sí? ¿No vamos a ir todos?

—Yo estaré allí —dijo Nicolás, distraído por la televisión.

—Y eso significa que yo también —dijo Eugenia, mirándome expectante.

Me hostigaba, esperando a que me ofreciera voluntariamente para ir, pero yo estaba más preocupado por Pablo pidiéndole a Lali una cita de mierda.

—¿Él va a pasar a recogerte o algo así? —pregunté.

—No, sólo me habló de la fiesta.

La boca de Eugenia se extendió en una sonrisa traviesa, casi flotando en la anticipación. —Aunque dijo que te vería allí. Es muy lindo.

Le disparé a Eugenia una mirada irritada y seguidamente miré a Lali.

—¿Irás?

—Le dije que lo haría. —Se encogió de hombros—. ¿Tú?

—Sí —dije sin vacilar. No era una fiesta de citas, después de todo, sólo un fin de semana de cerveza. Lo que no me importa. Y ni de coña iba a dejar que Pablo tuviera toda una noche con ella. Ella habría vuelto... uf, no quiero ni pensarlo. Él habría puesto su sonrisa Abercrombie, o la llevaría al restaurante de sus padres para desfilar su dinero, o encontrado alguna otra manera de deslizarse en sus pantalones.

Nicolás me miró. —La semana pasada dijiste que no irías.

—He cambiado de opinión, Nico. ¿Cuál es el problema?

—Nada —replicó, retirándose a su habitación.

Eugenia frunció el ceño.

—Tu sabes cuál es el problema —dijo—. ¿Por qué no dejas de volverlo loco y sólo acabas con eso? —Se unió a Eugenia en su habitación y sus voces se redujeron a murmullos detrás de la puerta cerrada.
—Bueno, me alegro de que todo el mundo lo sepa —dijo Lali.

Lali no era la única confundida por el comportamiento de Nicolás.

Anteriormente, él se burlaba de mí acerca de ella y ahora se comportaba como un renegón. ¿Qué pudo haber pasado entre entonces y ahora para asustarlo? Tal vez se sentiría mejor una vez que me diera cuenta que finalmente había decidido terminar con las otras chicas y sólo quería a Lali. Tal vez el hecho de que hubiera admitido que realmente me preocupaba por ella había hecho que Nicolás se preocupara aún más. Yo no tenía exactamente madera de novio. Sí. Eso tenía más sentido.

Me puse de pie. —Voy a tomar una ducha rápida.

—¿Les pasa algo? —preguntó Lali.

—No, él sólo está paranoico.

—Es por nosotros —adivinó. Una rara sensación flotante vino sobre mí.
Había dicho nosotros—. ¿Qué? —preguntó, mirándome con suspicacia.

—Tienes razón. Es por nosotros. No te duermas, ¿de acuerdo? Quiero hablar contigo de algo.

Me costó menos de cinco minutos bañarme, pero me quedé bajo el chorro de agua durante por lo menos otro cinco más, planeando qué decirle a Lali. Perder más tiempo no era una opción. Estará aquí por el siguiente mes y era el momento perfecto para demostrarle que yo no era quien ella pensaba. Para ella, al menos, yo era diferente y podríamos pasar las próximas cuatro semanas disipando cualquier sospecha que pudiera tener.

Salí de la ducha y me sequé, emocionado y muy nervioso sobre las posibilidades que podría generar a partir de la conversación que estábamos a punto de tener. Justo antes de abrir la puerta, pude oír una pelea en el pasillo.

Eugenia dijo algo con voz desesperada. Abrí la puerta y escuché.

—Lo prometiste, Lali. Cuando te dije que tuvieras juicio. ¡No me refería a que ustedes dos se involucraran! ¡Pensé que sólo eran amigos!

—Lo somos —dijo Lali.

—¡No, no lo son! —replicó Nicolás.

Eugenia habló. —Bebé, te dije que todo irá bien.

—¿Por qué estás presionando esto, Euge? ¡Te dije lo que va a suceder!

—¡Y yo te dije que no! ¿No confías en mí?

Nicolás entró en su habitación dando pisotones. Después de unos segundos de silencio, Eugeniaa volvió a hablar. —Simplemente no puedo conseguir meterle en la cabeza que si Peter y tú funcionan o no lo hacen, no nos afecta. Pero no me cree.

Maldita sea, Nicolás. No es la transición ideal. Abrí la puerta un poco más, lo suficiente para ver el rostro de Lali.
—¿De qué estás hablando, Euge? Peter y yo no estamos juntos. Sólo somos amigos. Ya lo has oído antes... no está interesado en mí de esa manera.

Joder. Esto empeoraba por momentos.

—¿Oíste eso? —preguntó Eugenia, con evidente sorpresa en su voz.

—Bueno, sí.

—¿Y lo crees?

Lali se encogió de hombros. —No importa. Nunca va a suceder. Me dijo que no me ve así. Le tiene una fobia al compromiso, sería difícil para mí encontrar una chica, además de ti, con la que no se haya acostado y no puedo aguantar sus cambios de humor. No puedo creer que Nico piense lo contrario.

Cada pedacito de esperanza se me había escapado con sus palabras. La decepción fue aplastante. Durante unos segundos, el dolor fue incontrolable, hasta que dejé que el enojo se hiciera cargo.

La ira era siempre más fácil de controlar.

—Porque no sólo conoce a Peter… ha hablado con Peter, Lali.

—¿Qué quieres decir?

—¿Euge? —llamó Nicolás desde el dormitorio.

Eugenia suspiró. —Eres mi mejor amiga. Creo que te conozco mejor de lo que tú te conoces a veces. Los veo juntos, y la única diferencia entre Nico y yo y Peter y tú, es que nosotros tenemos sexo. ¿Aparte de eso? No hay diferencia.

—Hay una enorme diferencia. ¿Nico trae a casa a diferentes chicas cada noche? ¿Vas a ir a la fiesta mañana para salir con un chico con claras citas potenciales? Sabes que no puedo involucrarme con Peter, Euge. Ni siquiera sé por qué lo estamos discutiendo.

—No estoy viendo cosas, Lali. Tú has pasado casi todo el tiempo con él durante el último mes. Admítelo, sientes algo por él.

No pude escuchar una palabra más. —Supéralo, Euge —dije.

Las dos saltaron ante el sonido de mi voz. Los ojos de Lali se encontraron con los míos. No parecía avergonzada ni arrepentida, lo que sólo me molestó más.

Yo me había agarrado el cuello y ella cortaba mi garganta. Antes de decir alguna estupidez, me retiré a mi habitación.

Sentarse no ayudó. Tampoco estar de pie, caminando o haciendo flexiones. Las paredes se acercaban más a mí a cada segundo. La rabia hirvió dentro de mí como un producto químico inestable, listo para explotar.

Salir del apartamento era mi única opción, para aclarar mi cabeza y tratar de relajarme con unos tragos. The Red. Podría ir a The Red. Cami trabajaba en el bar.
Podría decirme qué hacer.

Ella siempre supo cómo hablar para calmarme. A Bautista le gustaba por la misma razón. Era la hermana mayor de tres hijos y no se inmutó cuando se trataba en cuestiones de nuestros problemas de ira.

Me puse una camiseta y unos vaqueros, agarré unas gafas de sol, las llaves de mi motocicleta y la chaqueta, y luego metí los pies dentro de las botas antes de regresar por el pasillo.

Los ojos de Lali se abrieron como platos cuando me vio dando la vuelta la esquina. Gracias a Dios que estaba en la sombra. No quería que viera el dolor en mis ojos.

—¿Saldrás? —preguntó, sentándose—. ¿A dónde vas?

Me negaba a reconocer la súplica en su voz.


—Fuera.


CONTINUARÁ...

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