jueves, 4 de diciembre de 2014

Capítulo 1 (Parte 2)

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"Lali" (Parte 2)


La clase de Chaney estaba llena. Subí los escalones de a dos hacia mi asiento, y luego me metí entre las piernas desnudas que llenaban mi escritorio.

Asentí.

—Señoritas.

Canturrearon y suspiraron en harmonía.
Buitres. Me había follado a la mitad de ellas durante mi primer año, la otra mitad había estado en mi sofá mucho antes del receso de otoño. Excepto la chica del final. Sophia dejó escapar una sonrisa torcida. Parecía como si su rostro se hubiera prendido fuego y alguien hubiera intentando sacarlo con un tenedor.

Había estado con algunos de mis hermanos de la fraternidad. Conociendo sus antecedentes y su falta de preocupación por la seguridad, lo mejor era considerarla un riesgo innecesario, incluso si yo era habitualmente cuidadoso.
Ella se inclinó hacia adelante apoyada en sus codos para hacer un mejor contacto visual conmigo. Sentí la necesidad de estremecerme con disgusto, pero me resistí. No. No estaba ni cerca de valer la pena.

La morocha en frente de mí se dio la vuelta y batió sus pestañas.

—Hola, Peter. Oí que se acerca una fiesta de citas en Sig Tau.

—No —dije sin una pausa.

Su labio inferior formó una mala cara.

—Pero... cuando me contaste sobre ella, pensé que querrías ir.

Me reí una vez.

—Me quejaba de eso. No es lo mismo.

La rubia a mi lado se inclinó hacia adelante.

—Todos saben que Peter Lanzani no va a fiestas de citas. Estás en el camino equivocado, Chrissy.
—Oh, ¿sí? Bueno, nadie te preguntó —dijo Chrissy con el ceño fruncido.

Mientras que las mujeres discutían entre ellas, noté que Lali se apresuraba para entrar. Prácticamente se arrojó a un escritorio de la primera fila, justo antes de que sonara la campana.

Antes de tomarme un segundo para preguntarme a mí mismo por qué, agarré mis cosas y me puse la lapicera en la boca. Luego troté, bajando los escalones, deslizándome en el escritorio al lado de ella.

La mirada en el rostro de Lali superaba lo divertido, y por una razón que no podía explicar, hizo que la adrenalina se apresurara a través de mi cuerpo, el tipo de adrenalina que solía experimentar antes de una pelea.

—Bien. Así puedes tomar apuntes por mí.

Lucía absolutamente disgustada, y eso sólo me complació aún más. La mayoría de las chicas me aburrían como una ostra, pero esta chica era intrigante.
Entretenida, incluso. No la había perturbado, al menos no de una manera positiva.

Mi sola presencia parecía hacer que quisiera vomitar, y encontraba eso extrañamente adorable.

La urgencia de descubrir si era odio real lo que sentía por mí, o si sólo era fingido, vino a mí. Me incliné más cerca.

—Lo siento... ¿te ofendí de alguna manera?

Sus ojos se suavizaron antes de sacudir su cabeza. No me odiaba. Sólo quería odiarme. Estaba un paso adelante de ella. Si quería jugar, yo podía jugar.

—Entonces, ¿cuál es tu problema?

Parecía avergonzada de decir lo que vino después—: No voy a acostarme contigo. Deberías darte por vencido ahora mismo.

Oh, sí. Esto iba a ser divertido.

—No te he preguntado si dormirías conmigo... ¿o sí? —Dejé que mis ojos se desviaran al techo, como si estuviera pensando en eso—. Está bien, Pigeon. ¿Por
qué no vienes con Eugenia esta noche?

El labio de Lali se curvó, como si hubiera olido algo podrido.

—Ni siquiera coquetearé contigo, lo juro.

—Voy a pensarlo.

Intenté no sonreír demasiado y delatarme. Ella no iba a entregarse como los buitres encima de mí. Eché un vistazo detrás, todas fulminaban con la mirada la parte trasera de la cabeza de Lali. Lo sabían tan bien como yo. Lali era diferente, e iba a tener que trabajar en esto. Por una vez.

Tres garabatos de tatuajes potenciales, y dos docenas de cajas de 3D más tarde, la clase terminó. Me deslicé a través de los pasillos antes de que nadie pudiera detenerme. Lo hice en un buen tiempo, pero Lali de alguna manera había terminado afuera, unos buenos dieciocho metros por delante de mí.
Maldición. Intentaba evitarme. Apresuré mi paso hasta que estuve a su lado.

—¿Has pensando en ello?

—Hola, Peter —dijo una chica, jugando con su cabello. Lali siguió andando, dejándome atascado, escuchando el irritante balbuceo de esta chica.

—Lo siento, eh...

—Heather.

—Lo siento, Heather... Yo... tengo que irme.

Envolvió sus brazos alrededor de mí. Le di unas palmadas en la espalda, y me las arreglé para salir de su agarre, seguí caminando, preguntándome quién era.

Antes de poder descifrar quién era Heather, las largas y bronceadas piernas de Lali aparecieron a la vista. Llevé un Marlboro a mi boca y troté hasta llegar a su lado.

—¿En dónde estaba? Ah, sí... tú estabas pensando.
—¿De qué estás hablando?

—¿Has pensando en venir?

—Si digo que sí, ¿dejarás de seguirme?

Pretendo reflexionar sobre eso, y luego asiento.

—Sí.

—Entonces iré.

Y una mierda. Ella no era así de fácil.

—¿Cuándo?

—Esta noche. Iré esta noche.

Me detuve a medio paso. Planeaba algo. No había anticipado que fuera a ir por el ataque.

—Genial —dije, fingiendo sorpresa—. Te veré después, Pigeon.

Se alejó sin mirar atrás, ni un poco afectada por la conversación.
Desapareció detrás de otros estudiantes en su camino a clases.

La gorra blanca de béisbol de Nicolás apareció en mi vista. No estaba apurado en llegar a nuestra clase de computación. Mis cejas se presionaron juntas. Odiaba esa clase. ¿Quién ya no sabe cómo manejar una jodida computadora?

Me uní a Nicolás y Eugenia, mientras se mezclaban entre el flujo de estudiantes en la pasarela principal. Ella reía y lo observaba con estrellas en los ojos mientras él me ladraba. Eugenia no era un buitre. Era ardiente, sí, pero podía tener una conversación sin decir “osea” después de cada palabra, y era bastante divertida a veces. Lo que más me gustaba de ella era que no venía al departamento hasta después de muchas semanas de su primera cita, e incluso luego de que vieran una película completamente acurrucados en el departamento, volvía a su habitación de la residencia.

Tenía el presentimiento de que el período experimental antes de que Nicolás pudiera acostarse con ella estaba a punto de terminar, sin embargo.

—Hola, Euge —dije, asintiendo.

—¿Cómo va todo, Pit? —preguntó. Me saludó con una sonrisa amigable, pero luego sus ojos estuvieron de vuelta en Nicolás.

Él era uno de los afortunados. Chicas como ella no venían muy seguido.

—Este es el mío —dijo Eugenia, haciendo señas hacia su edificio, girando por la esquina. Envolvió sus brazos alrededor del cuello de Nicolás y lo besó. Él agarró su camiseta a ambos lados y la acercó antes de dejarla ir.

Eugenia nos saludó con la mano una última vez a ambos, y luego se unió a su amigo Gastón en la entrada principal.

—Estás enganchándote con ella, ¿verdad? —pregunté, dándole un puñetazo en el brazo.

Me dio un empujón.

—No es asunto tuyo, imbécil.

—¿Tiene una hermana?

—Es hija única. Deja a sus amigas en paz también, Pit. Hablo en serio.

Las últimas palabras de Nicolás fueron innecesarias. Sus ojos eran una cartelera para sus emociones y pensamientos la mayor parte del tiempo, y él claramente hablaba en serio, tal vez hasta un poco desesperado. No estaba simplemente enganchándose con ella. Estaba enamorado.

—Te refieres a Lali.

Frunció el ceño.

—Me refiero a cualquiera de sus amigas. Incluso Gastón. Sólo mantente lejos.

—¡Primo! —dije, enganchando el codo alrededor de su cuello—. ¿Estás enamorado? ¡Estás haciendo que se me empañen los ojos!

—Cállate —gruñó—. Sólo prométeme que te mantendrás alejado de sus amigas.

Reí. —No te prometo nada.


CONTINUARÁ...

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