viernes, 28 de noviembre de 2014

Capítulo 17 (Parte 2)

LA CAJA (Parte 2)


Nos detuvimos al apartamento de Peter, y me di cuenta de que la Harley estaba aparcada debajo de las escaleras, y que el Charger de Nicolás había desaparecido. Di un suspiro de alivio, y seguí a Eugenia por los escalones helados.

—Cuidado —advirtió ella.

Si hubiera sabido cómo de difícil sería poner un pie en el apartamento otra vez, no habría permitido que Eugenia me convenciera para ir allí. Toto vino correteando por la esquina a toda velocidad, estrellándose en mis piernas cuando sus patitas fallaron en conseguir tracción en las baldosas de la entrada. Lo recogí, dejándole que me saludara con besos de bebé. Por lo menos él no me había olvidado.

Yo lo llevé cargado al rodear el apartamento, esperando mientras que Eugenia buscaba en su bolsa.

— ¡Sé que lo dejé aquí! —dijo desde el cuarto de baño, pisando fuerte desde el pasillo hacia la habitación de Nicolás.

— ¿Buscaste en el armario debajo del fregadero? —Preguntó Nicolás.

Miré mi reloj. —Date prisa, Euge. Tenemos que irnos.

Eugenia suspiró con frustración desde la habitación.

Miré mi reloj otra vez, y luego me sobresalté cuando la puerta se abrió de golpe detrás de mí. Peter tropezó al entrar con los brazos envueltos alrededor de Megan, quien estaba riendo contra su boca. Una caja en su mano me llamó la atención, y me sentí enferma cuando me di cuenta de lo que era: condones. Su otra mano estaba en la parte posterior de su cuello, y yo no podría decir los brazos de quién se enroscaban en torno a quién.
Peter tuvo una reacción tardía cuando me vio sola, parada en mitad de la sala, y entonces se congeló, Megan levantó la mirada con una sonrisa residual aún en su rostro.

—Pigeon —dijo Peter, aturdido.

— ¡Lo encontré! —Dijo Eugenia, corriendo fuera de la habitación Nicolás.

— ¿Qué haces aquí? —Preguntó él. El olor a whisky voló con los copos de nieve, y mi ira incontrolable superó cualquier necesidad de fingir indiferencia.

—Es bueno ver que pareces a tu antiguo yo, Pit —dije. El calor que irradiaba de mi cara quemaba mis ojos y emborronaba mi visión.

—Nos estábamos yendo —gruñó Eugenia, agarrando mi mano, mientras pasábamos a Peter.

Nos precipitamos escaleras abajo hacia su coche, y yo me sentí agradecida de que sólo estuviera un poco más allá, sintiendo las lágrimas brotando de mis ojos. Casi me caí hacia atrás cuando mi abrigo se enganchó en algo a medio paso. La mano de Eugenia se deslizó fuera de la mía y ella se dio la vuelta al mismo tiempo que yo.
El puño de Peter estaba agarrando mi abrigo y mis oídos parecían arder, escociendo en el frío de la noche. Sus labios y su cuello estaban de un ridículo tono de color rojo oscuro.

— ¿A dónde vas? —Dijo, medio borracho, con una mirada medio confundida en sus ojos.

—A casa —le contesté toscamente, estirando mi abrigo cuando me soltó.

— ¿Qué estás haciendo aquí?

Yo podía oír el crujido nieve acumulada bajo los pies de Eugenia, mientras caminaba detrás de mí, y Nicolás se precipitó escaleras abajo para quedarse pie detrás de Peter, con los ojos fijos y cautelosos en su novia.

—Lo siento. Si yo hubiera sabido que ibas a estar aquí, no habría venido.

Él se metió las manos en los bolsillos del abrigo. —Puedes venir aquí cuando quieras, Pidge. Nunca quise que te mantuvieras alejada.

Yo no podía controlar la acidez en mi voz. —No quiero interrumpir. —Levanté la mirada a lo alto de las escaleras donde Megan estaba parada con una expresión de suficiencia—. Disfruta de tu noche —dije, dándome la vuelta.
Me agarró del brazo. —Espera. ¿Estás enfadada?
Tiré de mi abrigo para quitarme de su agarre. —Sabes... ni siquiera sé por qué me sorprende.

Sus cejas se fruncieron. —No puedo ganar contigo. ¡Nunca hago nada bien contigo! Me dices que tú lo has superado... ¡Me siento malditamente miserable con esto! Tuve que romper mi teléfono en mil pedazos para evitar llamarte a cada minuto de cada maldito día. He tenido que aparentar que todo está bien en la escuela para que puedas ser feliz... ¿Y estás jodidamente enojada conmigo? ¡Me rompiste el jodido corazón! —Sus últimas palabras hicieron eco en la noche.

—Peter, estás borracho. Deja que Lali se vaya a casa —dijo Nicolás.

Peter me agarró de los hombros y me empujó hacia él. — ¿Me quieres o no? ¡No puedes seguir haciéndome esto, Pidge!

—No he venido aquí para verte —dije, levantando la mirada hacia él.

—Yo no la quiero —dijo, mirando fijamente mis labios—. Sólo estoy tan jodidamente triste, Pigeon. —Sus ojos mostraron determinación y se inclinó hacia adelante, inclinando la cabeza para besarme.
Le agarré por la barbilla, echándole hacia atrás. —Tienes su lápiz labial en tu boca, Peter —dije, disgustada.

Él dio un paso atrás y se levantó la camisa, limpiándose la boca. Se quedó mirando fijamente las rayas rojas en el tejido blanco y sacudió la cabeza. —Yo sólo quería olvidar. Sólo por una maldita noche.

Me sequé una lágrima que se escapó. —Entonces no dejes que te lo impida.

Traté de hacer mi retirada hacia el Honda, pero Peter me agarró del brazo otra vez. Al momento siguiente, Eugenia estaba golpeando el brazo con sus puños. Él la miró, parpadeando por un momento, con incredulidad. Ella sin dejar de golpear con sus puños y golpeándolos contra su pecho hasta que me liberó.

— ¡Déjala en paz, hijo de puta!

Nicolás la agarró y ella lo apartó, girándose para abofetear la cara de Peter. El sonido de su mano contra la mejilla fue rápido y fuerte, y me estremecí con el ruido.

Todo el mundo se congeló por un momento, sorprendidos por la rabia repentina de Eugenia.
Peter frunció el ceño, pero él no se defendió. Nicolás la agarró de nuevo, sosteniendo sus muñecas y tirando de ella hacia su coche mientras ella se revolvía.

Ella luchó contra él, su pelo rubio balanceándose con sus intentos de escapar. Me quedé sorprendida por su determinación para alcanzar a Peter. El odio puro brillaba en sus, por lo general, dulces y alegres ojos.

— ¿Cómo pudiste? ¡Ella merecía algo mejor de ti, Peter!

—Eugenia, ¡DETENTE! —Gritó Nicolás, más fuerte de lo que nunca le había oído.

Sus brazos cayeron a sus costados mientras miraba a Nicolás con incredulidad. — ¿Estás defendiéndolo?

Aunque parecía nervioso, él se mantuvo firme. —Lali rompió con él. Sólo está tratando de seguir adelante.

Sus ojos se entrecerraron y tiró de su brazo para salir de su agarre.

—Bueno, entonces ¿por qué no vas a buscar un PUTA cualquiera, —miró a Megan—, del Red y la traes a casa para follar, y luego me haces saber si te ayuda a olvidarte de mí?

—Euge. —Nicolás la agarró, pero ella lo evadió, cerrando de golpe la puerta cuando ella se sentó detrás del volante. Me senté a su lado, tratando de no mirar a Peter.

—Bebé, no te vayas —suplicó Nicolás, inclinándose hacia abajo en la ventana.

Ella encendió el auto. —Hay un lado correcto y un lado incorrecto aquí, Nico. Y estás en el lado equivocado.

—Estoy en tu lado —dijo, sus ojos desesperados.

—Ya no, no lo estás —dijo, echando marcha atrás.

— ¿Eugenia? ¡Eugenia! —Gritó Nicolás tras ella mientras aceleraba por la carretera, dejándole detrás.

Suspiré. —Euge, no puedes romper con él por esto. Él tiene razón.

Eugenia puso su mano sobre la mía y la apretó. —No, no la tiene. Nada de lo que acaba de pasar fue correcto.

Cuando nos detuvimos en el estacionamiento al lado de Morgan, el teléfono de Eugenia sonó. Ella puso en blanco los ojos mientras contestaba—: No quiero que me llames más. Lo digo en serio, Nico —dijo—. No, no eres... porque no quiero que lo hagas, por eso. No puedes defender lo que él ha hecho, no puedes tolerar que lastime así a Lali y estar conmigo... ¡eso es exactamente lo que quiero decir, Nicolás! ¡No importa! ¡No ves a Lali liarse con el primer chico que ve! No es por Peter, ese es el problema, Nicolás. ¡Él no te pidió que lo defendieras! Ugh... He terminado de hablar de esto. No me llames otra vez. Adiós.

Salió de golpe del coche y fue pisando fuerte a través de la carretera y subió las escaleras. Traté de mantener el paso con ella, a la espera de escuchar el otro lado de la conversación.

Cuando su teléfono sonó de nuevo, lo apagó. — Peter hizo que Nico llevara a Megan a casa. Quería pasarse por aquí al volver.

—Deberías darle la oportunidad, Euge.

—No. Tú eres mi mejor amiga. No puedo soportar lo que vi esta noche, y no puedo estar con alguien que lo defienda. Fin de la conversación, Lali, lo digo en serio.


Asentí con la cabeza y ella me abrazó por los hombros, tirando de mí hacia su costado mientras subíamos las escaleras hacia nuestras habitaciones.

María ya estaba dormida, y me salté la ducha, metiéndome en la cama completamente vestida, abrigo y todo. Yo no podía dejar de pensar en Peter tambaleándose en la puerta con Megan, o el lápiz labial rojo restregado por su rostro. Traté de bloquear las repugnantes imágenes de lo que habría sucedido si no hubiera estado allí, y me arrollaron varias emociones, rayando la desesperación.

Nicolás estaba en lo cierto. Yo no tenía derecho a estar enojada, pero no ayudaba a ignorar el dolor.
****
Gastón negó con la cabeza cuando me senté en la mesa junto a él. Yo sabía que me veía horrible; yo apenas tuve energía para cambiarme de ropa y cepillarme los dientes. Yo había dormido sólo una hora la noche anterior, incapaz de librarme del recuerdo de los labios pintados de rojo en la boca de Peter ni de la culpabilidad de que Nicolás y Eugenia hubieran roto.


Eugenia optó por quedarse en la cama, sabiendo que una vez que la ira cediera, la depresión se instalaría. Ella amaba Nicolás, y aunque estaba decidida a terminar las cosas porque él había elegido el lado equivocado, ella estaba dispuesta a sufrir la reacción de su decisión.

Después de clase, Gastón me acompañó hasta la cafetería. Como había temido, Nicolás estaba esperando en la puerta a Eugenia.

Cuando me vio, no dudó.

— ¿Donde está Euge?

—No vino a clase esta mañana.

— ¿Ella está en su habitación? —dijo, dirigiéndose a Morgan.

—Lo siento, Nicolás —dije desde atrás.

Se quedó paralizado y se dio la vuelta, con el rostro de un hombre que había llegado a su límite. — ¡Desearía que Peter y tú terminaran con esta mierda! ¡Son un maldito tornado! Cuando son felices, todo es amor y paz y mariposas. ¡Cuando están enojados, arrasan hacia abajo a todo el jodido mundo ustedes!

Se alejó con pasos fuertes y yo exhalé el aliento que estaba sosteniendo. —Eso fue bien.

Gastón me llevó a la cafetería. —Todo el mundo. Wow. ¿Crees que podría funcionar tu vudú antes de la prueba el viernes?

—Veré lo que puedo hacer.

Gastón eligió una mesa diferente, y yo estuve más que feliz de seguirlo allí. Peter se sentó con sus hermanos de fraternidad, pero él no tenía una bandeja y no se quedó mucho tiempo. Él me vio justo cuando se iba, pero él no se detuvo.

—Entonces, Eugenia y Nicolás rompieron, también, ¿eh? —Preguntó Gastón, mientras masticaba.

—Estuvimos anoche en donde Nico y Peter llegó a casa con Megan y... fue un desastre. Ellos tomaron partes.

—Ay.

—Exactamente. Me siento muy mal.

Gastón me dio unas palmaditas en la espalda. —No puedes controlar las decisiones que toman, Lali. Así que, ¿supongo que esto significa que podremos saltarnos la fiesta de San Valentín en Sig Tau?

—Eso parece.

Gastón sonrió. —Todavía te llevaré a algún sitio. Las llevaré a ti y a Euge. Será divertido.

Me apoyé en su hombro. —Eres el mejor, Gas.

Yo no había pensado en San Valentín, pero yo estaba contenta de tener planes. No me podía imaginar cómo de triste me sentiría pasarlo con Eugenia solamente, escuchar su perorata sobre Nicolás y Peter toda la noche. Ella todavía haría eso—no sería Eugenia si ella no lo hiciera—pero al menos sería una diatriba limitada si estábamos en público.
****
Las semanas de enero pasaron, y después de un intento loable, pero fallido por parte de Nicolás para conseguir que Eugenia volviera con él, vi cada vez menos a él y a Peter. En febrero, ellos dejaron de ir a la cafetería todos juntos, y sólo vi a Peter unas cuantas veces en mi camino a clase.

El fin de semana antes del Día de San Valentín, Eugenia y Gastón me convencieron para ir al Red, y durante todo el camino en coche hacia el club, temía ver a Peter allí. Nosotras entramos, y yo respiré con alivio al no ver ninguna señal de él.

—Primeras rondas de mi parte —dijo Gastón, señalando una mesa y deslizándose entre la multitud hacia la barra.

Nos sentamos y vimos como la pista de baile pasaba de estar vacía a rebosar de estudiantes universitarios borrachos.

Después de nuestra quinta ronda, Gastón nos empujó a la pista de baile, y finalmente me sentí lo suficientemente relajada para pasar un buen rato. Nos reímos y chocamos una contra otra, riendo histéricamente cuando un tipo balanceó a su pareja de baile dando una vuelta y ella perdió su mano, deslizándose por el suelo sobre su costado.

Eugenia levantó las manos por encima de la cabeza, agitando sus rizos con la música. Me reí de su rostro habitual de baile y luego me detuve abruptamente cuando vi venir a Nicolás detrás de ella. Le susurró algo al oído y ella se volteó. Intercambiaron palabras y luego Eugenia tomó mi mano, llevándome a nuestra mesa.
—Por supuesto. La noche en que salimos, y él aparece —refunfuñó.

Gastón nos trajo dos copas más, incluyendo un chupito para cada uno. —Pensé que podrían necesitarlos.

—Pensaste correctamente. —Eugenia inclinó la cabeza hacia atrás antes de que pudiéramos brindar y sacudí la cabeza, chocando mi copa con la de Gastón. Traté de mantener mis ojos en los rostros de mis amigos, preocupada de que si Nicolás estaba allí, Peter no estaría muy lejos.  

Otra canción sonó por los altavoces y Eugenia se puso de pie. —A la mierda. No me voy a quedar sentada en esta mesa el resto de la noche.

— ¡Bravo chica! —Gastón sonrió, siguiéndola a la pista de baile.

Los seguí, mirando a mi alrededor buscando a Nicolás. Había desaparecido, y me relajé, tratando de quitarme de encima la sensación de que Peter se presentaría en la pista de baile con Megan. Un chico que había visto por el campus bailaba detrás de Eugenia, y ella sonrió, dando la bienvenida a la distracción. Tenía la sospecha de que ella estaba haciendo un show para su propio disfrute, con la esperanza de que Nicolás lo vería. Aparté la mirada por un segundo, y cuando miré de nuevo a Eugenia, su pareja de baile ya no estaba. Ella se encogió de hombros, sin dejar de agitar sus caderas al ritmo.

La siguiente canción empezó a sonar y un chico diferente apareció detrás de Eugenia, su amigo bailando junto a mí. Después de unos momentos, mi pareja de baile maniobró detrás de mí, y me sentí un poco insegura cuando sentí sus manos en mis caderas. Como si hubiera leído mi mente, sus manos dejaron mi cintura. Miré detrás de mí, y él se había ido. Miré hacia Eugenia, y el hombre detrás de ella se había ido también.

Gastón parecía un poco nervioso, pero cuando Eugenia levantó una ceja ante su expresión, sacudió la cabeza y continuó bailando.

Para la tercera canción, estaba sudorosa y cansada. Me retiré a nuestra mesa, apoyando mi cabeza pesada en mi mano, y me eché a reír mientras veía a otro esperanzado pidiendo a Eugenia un baile.

Ella me guiñó un ojo desde la pista de baile, y luego yo me puse rígida cuando lo vi siendo empujado hacia atrás, desapareciendo entre la multitud.

Me puse de pie y caminé alrededor de la pista de baile, manteniendo mi ojo en el sitio a donde él fue empujado, y sentí la adrenalina quemar a través del alcohol en mis venas cuando vi a Nicolás sujetando por el cuello al tipo en cuestión. Peter estaba a su lado, riendo histéricamente hasta que levantó la vista y me vio observándoles. Él golpeó el brazo de Nicolás, y cuando Nicolás miró en mi dirección, empujó a la víctima de espaldas sobre el suelo.

No me tomó mucho tiempo averiguar lo que estaba pasando: habían estado sacando a los chicos que estaban bailando con nosotras fuera de la pista de baile y amenazándoles para que se mantuvieran alejados de nosotras.

Entrecerré los ojos hacia ellos y luego me dirigí a Eugenia. La multitud era densa, y yo tuve que empujar a algunas personas fuera de mi camino. Nicolás agarró la mano antes de que llegara a la pista de baile.

— ¡No se lo digas! —Dijo, tratando de suavizarlo con su sonrisa.

— ¿Qué demonios crees que estás haciendo, Nico?
Se encogió de hombros, todavía orgulloso de sí mismo. —La quiero. No puedo permitir que otros chicos bailen con ella.

—Entonces, ¿cuál es tu excusa para tirar del tipo que estaba bailando conmigo? —dije, cruzándome de brazos.

—Ese no fui yo —dijo Nicolás, rápidamente echando un vistazo a Peter—. Lo siento, Lali. Estábamos simplemente divirtiéndonos.

No es divertido.

— ¿El qué no es divertido? —dijo Eugenia, mirando fijamente a Nicolás.

Él tragó saliva, disparándome una mirada suplicante en mi dirección. Yo le debía un favor, así que mantuve la boca cerrada. Él suspiró de alivio cuando se dio cuenta de que no lo delataría, y luego miró a Eugenia con dulce adoración. — ¿Quieres bailar?

—No, no quiero bailar —dijo ella, caminando de regreso a la mesa. Él la siguió, dejándonos a Peter y mí parados juntos.

Peter se encogió de hombros. — ¿Quieres bailar?

— ¿Qué? ¿Megan no está aquí?

Él negó con la cabeza. —Solías ser una borracha dulce.

—Feliz de decepcionarte —dije, volviéndome hacia la barra.

Él me siguió, empujando a dos chicos de sus asientos. Le miré fijamente por un momento, pero no me hizo caso, se sentó y luego me observó con una expresión expectante.

— ¿Vas a sentarte? Te invito a una cerveza.

—Pensé que no comprabas bebidas para chicas en el bar.

Él inclinó la cabeza en mi dirección, con un gesto impaciente. —Eres diferente.

—Eso es lo que dices.

—Vamos, Pidge. ¿Qué pasó con eso de ser amigos?

—No podemos ser amigos, Peter. Obviamente.

— ¿Por qué no?
—Porque no quiero verte sobándote con una chica diferente cada noche, y tú no dejarás que nadie baile conmigo.

Él sonrió. —Te quiero. No puedo permitir que otros chicos bailen contigo.

— ¿Ah, sí? ¿Cuánto me amabas cuando compraste la caja de condones?

Peter hizo una mueca y yo me puse de pie, haciendo mi camino a la mesa. Nicolás y Eugenia estaban inmersos en un fuerte abrazo, y haciendo una escena, mientras se besaban apasionadamente.

—Creo que vamos a la fiesta de San Valentín de la Sig Tau de nuevo —dijo Gastón con el ceño fruncido.


Suspiré. —Mierda.


CONTINUARÁ...

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