LA CAJA (Parte 1)
Los finales fueron una
maldición para todo el mundo excepto para mí. Me mantuvieron ocupada,
estudiando con María y Eugenia en mi habitación y en la biblioteca. Cuando el
horario cambió para las pruebas, sólo vi a Peter de paso. Me iba a casa con Eugenia
durante las vacaciones de invierno, agradecida de que Nicolás se hubiera
quedado con Peter ya que así no sufriría su muestra constante de afecto.
Los últimos cuatro días
de vacaciones cogí un resfriado, lo que me dio una buena razón para quedarme en
la cama. Peter dijo que él quería que fuéramos amigos, pero no había llamado.
Fue un alivio tener un par de días para revolcarme en la autocompasión. Yo
quería sacarlo de mi sistema antes de regresar a la escuela.
El viaje de regreso a
Eastern pareció durar años. Yo estaba ansiosa por empezar el semestre de
primavera, pero estaba mucho más ansiosa por ver otra vez a Peter. Aunque me di
cuenta, las pocas veces que lo había visto, de que era insensible a las hordas
de chicas que se acercaban a él después de las noticias de nuestra ruptura, él
parecía contento con nuestra nueva amistad. Habíamos pasado casi un mes
separados, dejándome nerviosa e insegura acerca de cómo actuar en torno a él.
El primer día de regreso,
una renovada energía se había arrastrado por el campus, junto con un manto de
nieve. Las nuevas clases y los nuevos compañeros de clase significaban nuevos
amigos y un nuevo comienzo. Yo no tenía una sola clase con Peter, Pablo, Nicolás
ni Eugenia, pero Gastón estaba en todas excepto en una de los mías.
Ansiosamente esperé a Peter
en el almuerzo, pero cuando llegó, simplemente me guiñó un ojo y luego se sentó
en el extremo de la mesa con el resto de sus hermanos de fraternidad. Traté de
concentrarme en la conversación de Eugenia y Gastón sobre el partido de fútbol
de la temporada pasada, pero la voz de Peter mantenía capturada mi atención.
Estaba relatando las historias de sus aventuras y problemas con la ley que
había tenido durante las vacaciones, y la noticia sobre la nueva novia de Bautista
que habían conocido una noche mientras estaban en The Red Door. Me preparé para
la mención de cualquier chica que hubiera llevado a casa o conocido, pero si lo
había hecho, no lo estaba compartiendo con sus amigos.
Bolas metálicas rojas y doradas todavía colgaban del techo de la
cafetería, balanceándose con la corriente de los calefactores. Me rodeé con mi
chaqueta, y Gastón lo notó, abrazándome a él y frotándome el brazo. Sabía que
yo estaba prestando demasiada atención a la dirección general de Peter,
esperando que él me mirara, pero él parecía haber olvidado que yo estaba
sentada en la mesa.
Una vez que terminó su
almuerzo, mi corazón se agitó cuando caminó detrás de mí y puso sus manos sobre
mis hombros.
— ¿Qué tal tus clases, Nico?
—Preguntó.
Nicolás puso mala cara.
—Los primeros días apestan. Horas de programas de estudio y las reglas de
clase. Ni siquiera sé por qué me presento la primera semana. ¿Y tú?
—Eh... todo es parte del
juego. ¿Qué tal tú, Pidge? —Preguntó.
—Lo mismo —dije, tratando
de mantener mi voz casual.
— ¿Has tenido unas buenas
vacaciones? —Preguntó, juguetonamente balanceándome de lado a lado.
—Bastante bueno. —Sonreí.
—Fantástico. Tengo otra
clase. Hasta más tarde.
Le observé ir en línea
recta hacia las puertas, empujándolas para abrirlas, y luego encendiendo un
cigarrillo mientras caminaba.
—Huh —dijo Eugenia un
tono agudo. Observó a Peter atravesar el verde a través de la nieve, y luego
sacudió la cabeza.
— ¿Qué, cariño? —Preguntó
Nicolás.
Eugenia apoyó la barbilla
en la palma de su mano, pareciendo molesta. —Eso fue un poco raro, ¿no?
— ¿Cómo fue eso?
—Preguntó Nicolás, agitando la trenza rubia de Eugenia hacia atrás para
acariciar con sus labios su cuello.
Eugenia sonrió y se
inclinó hacia su beso. —Está casi normal... tan normal como puede ser Pit. ¿Qué
pasa con él?
Nicolás sacudió la cabeza
y se encogió de hombros. —No sé. Ha estado así durante un tiempo.
— ¿Cómo de ilógico es
eso, Lali? Él está bien y tú estás triste —dijo Eugenia, despreocupada de los oídos
atentos.
— ¿Estás triste?
—Preguntó Nicolás con una expresión de sorpresa.
Mi boca se abrió y mi
cara ardió de vergüenza al instante. — ¡Yo no lo estoy!
Removió la ensalada del
bol. —Bueno, él está malditamente cerca de estar extasiado.
—Déjalo, Euge —le
advertí.
Ella se encogió de
hombros y dio otro mordisco. —Creo que él está fingiendo.
Nicolás le dio un codazo.
— ¿Eugenia? ¿Vas a ir a la fiesta del Día de San Valentín conmigo o qué?
— ¿No puedes preguntarme
como un novio normal? ¿Agradablemente?
—Te lo he pedido varias
veces... Me sigues diciendo que te lo pregunte más tarde.
Ella se dejó caer en su
silla, haciendo un mohín. —No quiero ir sin Lali.
El rostro de Nicolás se
contrajo con frustración. —Ella estuvo con Pit todo el tiempo la última vez.
Apenas la viste.
—Deja de comportarte como
un bebé, Euge —dije, lanzando un tallo de apio hacia ella.
Gastón me dio un codazo.
—Yo te llevaría, Cupcake, pero no formo parte de todo el asunto de los chicos
de fraternidad, lo siento.
—Eso es realmente una
maldita buena idea —dijo Nicolás, sus ojos brillantes.
Gastón hizo una mueca
ante la idea. —Yo no soy un Sig Tau, Nico. Yo no soy nada. Las fraternidades
están en contra de mi religión.
— ¿Por favor, Gastón? —le
pidió Eugenia.
—Déjà vu —me quejé.
Gastón me miró por el
rabillo de su ojo y luego suspiró. —No es nada personal, Lali. No puedo decir
que haya salido alguna vez en una cita... con una chica.
—Lo sé. —Sacudí mi cabeza
con desdén, sacudiendo mi profunda vergüenza—. Está bien. Realmente.
—Te necesito allí —dijo Eugenia—.
Hicimos un pacto, ¿recuerdas? A ninguna fiesta solas.
—Difícilmente estarás
sola, Euge. Deja de ser tan dramática —dije, ya molesta con la conversación.
— ¿Quieres dramatismo?
Empujé un bote de basura al lado de tu cama, sosteniendo una caja de Kleenex
para ti toda la noche, ¡y me levanté para ir a por la medicina para la tos dos
veces cuando enfermaste durante las vacaciones! ¡Me lo debes!
Arrugue la nariz. — ¡He
sostenido tu cabello para vomitar demasiadas veces, Eugenia Suárez!
— ¡Estornudaste en
mi cara! —dijo, señalando su nariz.
Me soplé el flequillo de
los ojos. Nunca podía discutir con Eugenia cuando ella estaba decidida a
salirse con la suya.
—Bien —dije entre
dientes. — ¿Gastón? —Le pregunté con mi mejor sonrisa falsa—. ¿Quieres ir a la
estúpida fiesta de San Valentín de los Sig Tau conmigo?
Gastón me abrazó contra
su costado. —Sí. Pero sólo porque la llamaste estúpida.
****
Caminé a clase con Gastón
después del almuerzo, hablando de la cita para la fiesta y cuánto la temíamos
ambos. Elegimos un par de escritorios en nuestra clase de Fisiología, y yo
sacudí mi cabeza cuando el profesor comenzó mi cuarto programa de estudios del
día. La nieve comenzó a caer una vez más, impactando contra las ventanas,
pidiendo amablemente la entrada y a continuación cayendo con decepción a la
tierra.
Después de acabar la
clase, un chico que conocí de una sola vez en la Casa de los Sig Tau dio golpes
en mi escritorio mientras caminaba por al lado, guiñando un ojo. Ofrecí una
sonrisa de cortesía y luego miré a Gastón. Él me lanzó una sonrisa irónica, y
yo recogí mis libros y mi laptop, metiéndolos en mi mochila con un pequeño
esfuerzo.
Colgué la mochila sobre
mis hombros y caminé con dificultad hacia Morgan a lo largo de la acera llena
de nieve. Un pequeño grupo de estudiantes había comenzado una bola de nieve en
las pistas, y Gastón se estremeció ante la vista de ellos, cubiertos de polvo
incoloro.
Mi rodilla se tambaleó,
me mantuve acompañando a Gastón mientras terminaba su cigarrillo. Eugenia se
apresuró a nuestro lado, frotándose juntos los guantes de color verde
brillante.
— ¿Dónde está Nico?
—Pregunté.
—Se fue a casa. Peter
necesitaba ayuda con algo, supongo.
— ¿No te fuiste con él?
—Yo no vivo allí, Lali.
—Sólo en teoría —le hizo
un guiño Gastón.
Eugenia puso los ojos en
blanco. —Disfruto pasando tiempo con mi novio, así que demándenme.
Gastón tiró su cigarrillo
en la nieve. —Me voy, señoritas. ¿Os veré en la cena?
Eugenia y yo asentimos,
sonriendo cuando Gastón primero besó mi mejilla y luego la de Eugenia. Él
permaneció en la acera mojada, con cuidado de mantenerse en el medio para que
no perder el equilibrio y caerse en la nieve.
Eugenia negó con la
cabeza ante sus esfuerzos. —Es ridículo.
—Él es de Florida, Euge.
No está acostumbrado a la nieve.
Ella se rió y tiró de mí
hacia la puerta.
— ¡Lali!
Me volví para ver correr
Pablo corriendo y pasando a Gastón. Se detuvo, recuperando el aliento un
instante antes de hablar. Su abrigo de pelaje gris se hinchaba con cada
respiración, y me reí ante la mirada curiosa de Eugenia mientras lo observaba.
—Yo estaba... ¡whew! Iba
a preguntarte si querías tomar un bocado para comer esta noche.
—Oh. Yo eh... Ya le dije
a Gastón que comería con él.
—Está bien, no es gran
cosa. Simplemente iba a ir a la nueva hamburguesería del centro. Todo el mundo
está diciendo que es muy buena.
—Quizá la próxima vez
—dije, dándome cuenta de mi error. Yo esperaba que no tuviera en cuenta mi
respuesta impertinente como un aplazamiento.
Él asintió con la cabeza
y metió las manos en los bolsillos, caminando rápidamente de vuelta por donde
vino.
***
María estaba leyendo
delante de nosotras su flamante nuevo libro, haciéndonos una mueca a Eugenia y
a mí cuando entramos. Su comportamiento no había mejorado desde que habíamos
regresado de las vacaciones.
Antes, había pasado tanto
tiempo donde Peter que los comentarios insufribles de María y su actitud eran
tolerables.
Al pasar todas las
mañanas y las noches con ella durante las dos semanas antes de que el semestre
finalizara, estaba empezando a arrepentirme de mi decisión de no compartir la
habitación con Eugenia.
—Oh, María. Cuanto te he
echado de menos —dijo Eugenia.
—El sentimiento es mutuo
—se quejó María, con los ojos en su libro.
Eugenia conversó acerca
de su día y los planes con Nicolás para el fin de semana. Navegamos por
Internet en busca de videos divertidos, riendo tan fuerte que nos teníamos que
secar las lágrimas. María resopló un par de veces ante nuestro estruendo, pero
no le hizo caso.
Estaba agradecida de la
visita de Eugenia. Las horas pasaron tan rápido que no me pasé ni un momento
preguntándome si Peter había llamado, hasta que ella decidió que tenía que
irse.
Eugenia bostezó y miró su
reloj. —Me voy a la cama, La... ¡Oh, mierda! —dijo, chasqueando los dedos—.
Dejé mi bolsa de maquillaje en donde Nico.
—Eso no es una tragedia, Euge
—dije, todavía riendo desde el último vídeo que habíamos visto.
—No lo sería si yo no
tuviera mi control de natalidad allí. Vamos. Tengo que ir a por ello.
— ¿No puedes simplemente
conseguir que Nicolás te los traiga?
—Peter tiene su coche.
Está en Red con Bauti.
Me sentí enferma. — ¿Otra
vez? ¿Por qué está saliendo con Bauti tanto, de todos modos?
Eugenia se encogió de
hombros. — ¿Importa? ¡Vamos!
—No quiero tropezarme con
Peter. Será extraño.
— ¿Alguna vez me
escuchas? Él no está ahí, está en Red. Vamos —se quejó ella, tirando de
mi brazo.
Me puse de pie con leve
resistencia leve a medida que me sacaba de la habitación.
—Al fin —dijo María.
CONTINUARÁ...
Por cierto, el otro día me equivoqué son 19 capítulos, no 18... así que aun faltan dos caps y medio para terminar este primer libro.
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