viernes, 28 de noviembre de 2014

Capítulo 17 (Parte 1)

LA CAJA (Parte 1)

Los finales fueron una maldición para todo el mundo excepto para mí. Me mantuvieron ocupada, estudiando con María y Eugenia en mi habitación y en la biblioteca. Cuando el horario cambió para las pruebas, sólo vi a Peter de paso. Me iba a casa con Eugenia durante las vacaciones de invierno, agradecida de que Nicolás se hubiera quedado con Peter ya que así no sufriría su muestra constante de afecto.

Los últimos cuatro días de vacaciones cogí un resfriado, lo que me dio una buena razón para quedarme en la cama. Peter dijo que él quería que fuéramos amigos, pero no había llamado. Fue un alivio tener un par de días para revolcarme en la autocompasión. Yo quería sacarlo de mi sistema antes de regresar a la escuela.  

El viaje de regreso a Eastern pareció durar años. Yo estaba ansiosa por empezar el semestre de primavera, pero estaba mucho más ansiosa por ver otra vez a Peter. Aunque me di cuenta, las pocas veces que lo había visto, de que era insensible a las hordas de chicas que se acercaban a él después de las noticias de nuestra ruptura, él parecía contento con nuestra nueva amistad. Habíamos pasado casi un mes separados, dejándome nerviosa e insegura acerca de cómo actuar en torno a él.

El primer día de regreso, una renovada energía se había arrastrado por el campus, junto con un manto de nieve. Las nuevas clases y los nuevos compañeros de clase significaban nuevos amigos y un nuevo comienzo. Yo no tenía una sola clase con Peter, Pablo, Nicolás ni Eugenia, pero Gastón estaba en todas excepto en una de los mías.

Ansiosamente esperé a Peter en el almuerzo, pero cuando llegó, simplemente me guiñó un ojo y luego se sentó en el extremo de la mesa con el resto de sus hermanos de fraternidad. Traté de concentrarme en la conversación de Eugenia y Gastón sobre el partido de fútbol de la temporada pasada, pero la voz de Peter mantenía capturada mi atención. Estaba relatando las historias de sus aventuras y problemas con la ley que había tenido durante las vacaciones, y la noticia sobre la nueva novia de Bautista que habían conocido una noche mientras estaban en The Red Door. Me preparé para la mención de cualquier chica que hubiera llevado a casa o conocido, pero si lo había hecho, no lo estaba compartiendo con sus amigos.
Bolas metálicas rojas y doradas todavía colgaban del techo de la cafetería, balanceándose con la corriente de los calefactores. Me rodeé con mi chaqueta, y Gastón lo notó, abrazándome a él y frotándome el brazo. Sabía que yo estaba prestando demasiada atención a la dirección general de Peter, esperando que él me mirara, pero él parecía haber olvidado que yo estaba sentada en la mesa.

Una vez que terminó su almuerzo, mi corazón se agitó cuando caminó detrás de mí y puso sus manos sobre mis hombros.

— ¿Qué tal tus clases, Nico? —Preguntó.

Nicolás puso mala cara. —Los primeros días apestan. Horas de programas de estudio y las reglas de clase. Ni siquiera sé por qué me presento la primera semana. ¿Y tú?

—Eh... todo es parte del juego. ¿Qué tal tú, Pidge? —Preguntó.

—Lo mismo —dije, tratando de mantener mi voz casual.

— ¿Has tenido unas buenas vacaciones? —Preguntó, juguetonamente balanceándome de lado a lado.

—Bastante bueno. —Sonreí.

—Fantástico. Tengo otra clase. Hasta más tarde.

Le observé ir en línea recta hacia las puertas, empujándolas para abrirlas, y luego encendiendo un cigarrillo mientras caminaba.

—Huh —dijo Eugenia un tono agudo. Observó a Peter atravesar el verde a través de la nieve, y luego sacudió la cabeza.

— ¿Qué, cariño? —Preguntó Nicolás.

Eugenia apoyó la barbilla en la palma de su mano, pareciendo molesta. —Eso fue un poco raro, ¿no?

— ¿Cómo fue eso? —Preguntó Nicolás, agitando la trenza rubia de Eugenia hacia atrás para acariciar con sus labios su cuello.

Eugenia sonrió y se inclinó hacia su beso. —Está casi normal... tan normal como puede ser Pit. ¿Qué pasa con él?

Nicolás sacudió la cabeza y se encogió de hombros. —No sé. Ha estado así durante un tiempo.

— ¿Cómo de ilógico es eso, Lali? Él está bien y tú estás triste —dijo Eugenia, despreocupada de los oídos atentos.

— ¿Estás triste? —Preguntó Nicolás con una expresión de sorpresa.

Mi boca se abrió y mi cara ardió de vergüenza al instante. — ¡Yo no lo estoy!

Removió la ensalada del bol. —Bueno, él está malditamente cerca de estar extasiado.

—Déjalo, Euge —le advertí.

Ella se encogió de hombros y dio otro mordisco. —Creo que él está fingiendo.

Nicolás le dio un codazo. — ¿Eugenia? ¿Vas a ir a la fiesta del Día de San Valentín conmigo o qué?

— ¿No puedes preguntarme como un novio normal? ¿Agradablemente?

—Te lo he pedido varias veces... Me sigues diciendo que te lo pregunte más tarde.

Ella se dejó caer en su silla, haciendo un mohín. —No quiero ir sin Lali.

El rostro de Nicolás se contrajo con frustración. —Ella estuvo con Pit todo el tiempo la última vez. Apenas la viste.

—Deja de comportarte como un bebé, Euge —dije, lanzando un tallo de apio hacia ella.

Gastón me dio un codazo. —Yo te llevaría, Cupcake, pero no formo parte de todo el asunto de los chicos de fraternidad, lo siento.

—Eso es realmente una maldita buena idea —dijo Nicolás, sus ojos brillantes.

Gastón hizo una mueca ante la idea. —Yo no soy un Sig Tau, Nico. Yo no soy nada. Las fraternidades están en contra de mi religión.

— ¿Por favor, Gastón? —le pidió Eugenia.

—Déjà vu —me quejé.

Gastón me miró por el rabillo de su ojo y luego suspiró. —No es nada personal, Lali. No puedo decir que haya salido alguna vez en una cita... con una chica.

—Lo sé. —Sacudí mi cabeza con desdén, sacudiendo mi profunda vergüenza—. Está bien. Realmente.

—Te necesito allí —dijo Eugenia—. Hicimos un pacto, ¿recuerdas? A ninguna fiesta solas.

—Difícilmente estarás sola, Euge. Deja de ser tan dramática —dije, ya molesta con la conversación.

— ¿Quieres dramatismo? Empujé un bote de basura al lado de tu cama, sosteniendo una caja de Kleenex para ti toda la noche, ¡y me levanté para ir a por la medicina para la tos dos veces cuando enfermaste durante las vacaciones! ¡Me lo debes!

Arrugue la nariz. — ¡He sostenido tu cabello para vomitar demasiadas veces, Eugenia Suárez!

— ¡Estornudaste en mi cara! —dijo, señalando su nariz.

Me soplé el flequillo de los ojos. Nunca podía discutir con Eugenia cuando ella estaba decidida a salirse con la suya.

Bien —dije entre dientes. — ¿Gastón? —Le pregunté con mi mejor sonrisa falsa—. ¿Quieres ir a la estúpida fiesta de San Valentín de los Sig Tau conmigo?

Gastón me abrazó contra su costado. —Sí. Pero sólo porque la llamaste estúpida.
****
Caminé a clase con Gastón después del almuerzo, hablando de la cita para la fiesta y cuánto la temíamos ambos. Elegimos un par de escritorios en nuestra clase de Fisiología, y yo sacudí mi cabeza cuando el profesor comenzó mi cuarto programa de estudios del día. La nieve comenzó a caer una vez más, impactando contra las ventanas, pidiendo amablemente la entrada y a continuación cayendo con decepción a la tierra.

Después de acabar la clase, un chico que conocí de una sola vez en la Casa de los Sig Tau dio golpes en mi escritorio mientras caminaba por al lado, guiñando un ojo. Ofrecí una sonrisa de cortesía y luego miré a Gastón. Él me lanzó una sonrisa irónica, y yo recogí mis libros y mi laptop, metiéndolos en mi mochila con un pequeño esfuerzo.  

Colgué la mochila sobre mis hombros y caminé con dificultad hacia Morgan a lo largo de la acera llena de nieve. Un pequeño grupo de estudiantes había comenzado una bola de nieve en las pistas, y Gastón se estremeció ante la vista de ellos, cubiertos de polvo incoloro.

Mi rodilla se tambaleó, me mantuve acompañando a Gastón mientras terminaba su cigarrillo. Eugenia se apresuró a nuestro lado, frotándose juntos los guantes de color verde brillante.

— ¿Dónde está Nico? —Pregunté.

—Se fue a casa. Peter necesitaba ayuda con algo, supongo.

— ¿No te fuiste con él?

—Yo no vivo allí, Lali.

—Sólo en teoría —le hizo un guiño Gastón.

Eugenia puso los ojos en blanco. —Disfruto pasando tiempo con mi novio, así que demándenme.

Gastón tiró su cigarrillo en la nieve. —Me voy, señoritas. ¿Os veré en la cena?

Eugenia y yo asentimos, sonriendo cuando Gastón primero besó mi mejilla y luego la de Eugenia. Él permaneció en la acera mojada, con cuidado de mantenerse en el medio para que no perder el equilibrio y caerse en la nieve.

Eugenia negó con la cabeza ante sus esfuerzos. —Es ridículo.

—Él es de Florida, Euge. No está acostumbrado a la nieve.

Ella se rió y tiró de mí hacia la puerta.

— ¡Lali!

Me volví para ver correr Pablo corriendo y pasando a Gastón. Se detuvo, recuperando el aliento un instante antes de hablar. Su abrigo de pelaje gris se hinchaba con cada respiración, y me reí ante la mirada curiosa de Eugenia mientras lo observaba.

—Yo estaba... ¡whew! Iba a preguntarte si querías tomar un bocado para comer esta noche.

—Oh. Yo eh... Ya le dije a Gastón que comería con él.

—Está bien, no es gran cosa. Simplemente iba a ir a la nueva hamburguesería del centro. Todo el mundo está diciendo que es muy buena.

—Quizá la próxima vez —dije, dándome cuenta de mi error. Yo esperaba que no tuviera en cuenta mi respuesta impertinente como un aplazamiento.
Él asintió con la cabeza y metió las manos en los bolsillos, caminando rápidamente de vuelta por donde vino.
***
María estaba leyendo delante de nosotras su flamante nuevo libro, haciéndonos una mueca a Eugenia y a mí cuando entramos. Su comportamiento no había mejorado desde que habíamos regresado de las vacaciones.

Antes, había pasado tanto tiempo donde Peter que los comentarios insufribles de María y su actitud eran tolerables.

Al pasar todas las mañanas y las noches con ella durante las dos semanas antes de que el semestre finalizara, estaba empezando a arrepentirme de mi decisión de no compartir la habitación con Eugenia.

—Oh, María. Cuanto te he echado de menos —dijo Eugenia.

—El sentimiento es mutuo —se quejó María, con los ojos en su libro.

Eugenia conversó acerca de su día y los planes con Nicolás para el fin de semana. Navegamos por Internet en busca de videos divertidos, riendo tan fuerte que nos teníamos que secar las lágrimas. María resopló un par de veces ante nuestro estruendo, pero no le hizo caso.

Estaba agradecida de la visita de Eugenia. Las horas pasaron tan rápido que no me pasé ni un momento preguntándome si Peter había llamado, hasta que ella decidió que tenía que irse.

Eugenia bostezó y miró su reloj. —Me voy a la cama, La... ¡Oh, mierda! —dijo, chasqueando los dedos—. Dejé mi bolsa de maquillaje en donde Nico.

—Eso no es una tragedia, Euge —dije, todavía riendo desde el último vídeo que habíamos visto.

—No lo sería si yo no tuviera mi control de natalidad allí. Vamos. Tengo que ir a por ello.

— ¿No puedes simplemente conseguir que Nicolás te los traiga?

—Peter tiene su coche. Está en Red con Bauti.

Me sentí enferma. — ¿Otra vez? ¿Por qué está saliendo con Bauti tanto, de todos modos?
Eugenia se encogió de hombros. — ¿Importa? ¡Vamos!

—No quiero tropezarme con Peter. Será extraño.

— ¿Alguna vez me escuchas? Él no está ahí, está en Red. Vamos —se quejó ella, tirando de mi brazo.

Me puse de pie con leve resistencia leve a medida que me sacaba de la habitación.


Al fin —dijo María.


CONTINUARÁ... 
Por cierto, el otro día me equivoqué son 19 capítulos, no 18... así que aun faltan dos caps y medio para terminar este primer libro. 

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