HOGAR (Parte 2)
Peter dejó nuestras
maletas sobre la cama y colapsó al lado de ellas. No había sacado la cuestión
de Benny, y yo estaba esperanzada que Las Vegas estuviera empezando a salir de
su sistema. Bañé a Toto, disgustada que apestara a humo y medias sucias de
estar en el apartamento de Brasil toda la semana, y lo sequé con la toalla en
la habitación.
— ¡Oh! ¡Hueles mucho
mejor! —Reí mientras él se sacudía, rociándome con pequeñas gotas de agua. Se
levantó en sus patas posteriores, cubriendo mi cara con besitos de cachorro—.
También te extrañé, hombrecito.
— ¿Pigeon? —Preguntó Peter,
golpeando anudando sus dedos.
— ¿Sí? —dije, frotando a
Toto con la toalla amarilla mullida en mis manos.
—Quiero hacer esto.
Quiero pelear en Las Vegas.
—No —dije, sonriéndole a
la cara feliz de Toto.
Él suspiró. —No estás
escuchando. Voy a hacerlo. Verás en unos meses que fue la decisión correcta.
Levanté la mirada hacia
él. —Vas a trabajar para Benny.
Asintió nerviosamente y
luego sonrió. —Sólo quiero cuidar de ti, Pidge.
Las lágrimas llenaron mis
ojos, sabiendo que él estaba resuelto. —No quiero nada comprado con ese dinero,
Peter. No quiero nada que tenga que ver con Benny, Las Vegas o cualquier cosa
que vaya junto a ellos.
—No tenías problema con
la idea de comprar un auto con el dinero de mis peleas aquí.
—Eso es diferente y lo
sabes.
Frunció el ceño. —Todo va
estar bien, Pidge. Ya verás.
Lo miré por un momento,
esperando por un brillo de diversión en sus ojos, esperando que me dijera que
estaba bromeando. La incertidumbre y la avaricia se reflejaron en sus ojos.
— ¿Por qué siquiera me
preguntaste, Peter? Ibas a trabajar para Benny sin importar lo que yo dijera.
—Quiero tu apoyo en esto,
pero es demasiado dinero para rechazarlo. Estaría loco para decir no.
Me quedé por un momento,
aturdida. Una vez todo había penetrado, asentí. —De acuerdo, entonces. Has
tomado tu decisión.
Peter sonrió de alegría.
—Ya verás, Pigeon. Va a ser genial. —Se empujó de la cama, caminó hacia mí y me
besó los dedos—. Estoy famélico. ¿Tienes hambre?
Sacudí mi cabeza y él
besó mi frente antes de caminar a la cocina. Una vez sus pasos dejaron el
corredor, tiré mi ropa de las perchas, agradecida de que tuviera lugar en mi
maleta para más de mis pertenencias. Lágrimas de enojo cayeron por mis
mejillas. Yo sabía muy bien lo que sería llevar a Peter a ese lugar. Había
peleado con uñas y dientes para evitarle los bordes oscuros de mi vida, y el
momento en que se presentó la oportunidad, lo arrastré al centro de todo lo que
odiaba sin un segundo pensamiento.
Peter iba a ser parte de
esto, y si no dejaría que lo salvara, tendría que salvarme yo sola.
La maleta estaba llena
hasta su límite, y estiré el cierre sobre el contenido abultado. La saqué de la
cama y caminé por el pasillo, pasando la cocina sin mirar en su dirección. Me
apresuré a bajar las escaleras, aliviada de que Eugenia y Nicolás todavía
estuvieran besándose y riéndose en el aparcamiento, transfiriendo sus cosas de
su Charger al Honda de ella.
— ¿Pigeon? —Peter llamó
desde la puerta del apartamento.
Toqué la muñeca de Eugenia.
—Necesito que me lleves a Morgan, Euge.
— ¿Qué está pasando?
—dijo, notando la seriedad de la situación por mi expresión.
Miré detrás de mí para
ver a Peter corriendo por las escaleras y cruzando el césped hacia donde
estábamos paradas.
— ¿Qué estás haciendo?
—dijo, gesticulando hacia mi maleta.
Si le hubiera dicho en
ese momento, toda esperanza de salvarme de Carlos, y Las Vegas, y Benny, y todo
lo que no quería estaría perdido. Peter no me dejaría ir, y por la mañana me
habría convencido a mí misma de aceptar su decisión.
Me rasqué la cabeza y
sonreí, tratando de obtener algo de tiempo para pensar en una excusa.
— ¿Pidge?
—Estoy llevando mis cosas
a Morgan. Ellos tienen todas esas lavadoras y secadoras y tengo una cantidad
ridícula de colada que hacer.
Él frunció el ceño. —
¿Ibas a irte sin decírmelo?
Miré a Eugenia y luego a Peter,
esforzándome por la mentira más creíble.
—Iba a volver. Eres tan
jodidamente paranoico —dijo Eugenia con la sonrisa desdeñosa que había usado
para engañar a sus padres tantas veces.
—Oh —dijo él, todavía
inseguro—. ¿Vas a quedarte aquí esta noche? —Me preguntó, pellizcando la tela
de mi abrigo.
—No sé. Supongo que
depende de cuando esté lista mi ropa.
Peter sonrió, poniéndome
contra él. —En tres semanas, le pagaré a alguien para que haga tu colada. O
simplemente puedes tirar tu ropa sucia y comprar nueva.
— ¿Vas a pelear para
Benny otra vez? —Preguntó Eugenia, sorprendida.
—Me hizo una oferta que
no podía rechazar.
—Peter —empezó Nicolás.
—Chicos, no empiecen
ustedes también. Si no voy a cambiar de opinión por Pidge, no voy a cambiar de
opinión por ustedes.
Eugenia encontró mis ojos
con entendimiento. —Bueno, mejor te llevamos, Lali. Esa pila de ropa te va a
tomar por siempre.
Asentí y Peter se inclinó
para besarme. Lo acerqué más, sabiendo que sería la última vez que sentiría sus
labios contra los míos. —Te veo más tarde —dijo—. Te amo.
Nicolás metió mi maleta
en el baúl de su Honda, y Eugenia se deslizó en su asiento a mi lado. Peter
dobló sus brazos sobre su pecho, charlando con Nicolás mientras Eugenia agitaba
el encendido.
—No puedes quedarte en tu
habitación esta noche, Lali. Va a ir directamente allí cuando lo averigüe —dijo
Eugenia mientras lentamente retrocedía del bloque del estacionamiento.
Las lágrimas llenaron mis
ojos y se derramaron, cayendo sobre mis mejillas. —Lo sé.
La expresión alegre de Peter
cambió cuando vio la mirada en mi cara. No perdió tiempo en correr a mi
ventana. — ¿Qué está mal, Pidge? —dijo, golpeando ligeramente el vidrio.
—Vamos, Euge —dije,
limpiando mis ojos. Me centré en el camino adelante mientras Peter corría junto
al auto.
— ¿Pigeon? ¡Eugenia!
¡Detén el puto auto! —Gritó, golpeando su palma contra el vidrio—. ¡Lali, no
hagas esto! —Dijo, comprensión y miedo distorsionando su expresión.
Eugenia se giró hacia la
calle principal y presionó el acelerador. —Nunca voy a escuchar el final de
eso… así como tú.
—Lo siento tanto, Euge.
Ella miró hacia el espejo
retrovisor y empujó su pie en el suelo. —Jesucristo, Peter —murmuró bajo su
respiración.
Giré para verlo correr a
toda velocidad detrás de nosotras, desapareciendo y reapareciendo entre las
luces y sombras de las lámparas de la calle. Después alcanzó el final de la
cuadra, se giró en dirección opuesta, corriendo hacia el apartamento.
—Va a volver por su
motocicleta. Nos va a seguir a Morgan y causar una gran escena.
Cerré mis ojos.
—Simplemente… apresúrate. Dormiré en tu habitación esta noche. ¿Crees que a
Vanessa le importará?
—Nunca está allí. ¿De
verdad va a trabajar para Benny?
La palabra se quedó
pegada en mi garganta, así que simplemente asentí.
Eugenia agarró mi mano y
la apretó. —Estás tomando la decisión correcta, Lali. No puedes pasar por eso
otra vez. Si no te escuchó, no va a escuchar a nadie.
Mi móvil sonó. Miré abajo
para ver la cara tonta de Peter, y luego presioné ignorar. Menos de cinco
segundos después, sonó de nuevo. Lo apagué y lo empujé en mi bolso.
—Esto va a ser un
desastre jodidamente espantoso —dije, sacudiendo mi cabeza y limpiando mis
ojos.
—No envidio tu vida por
la siguiente semana o así. No puedo imaginar romper con alguien que rehúsa a
mantenerse alejado. Sabes que es así como será, ¿cierto?
Entramos en el
aparcamiento en Morgan, y Eugenia sostuvo la puerta abierta mientras yo
arrastraba mi maleta al interior. Nos apresuramos a su habitación y jadeé,
esperando que ella desbloqueara su puerta. La sostuvo abierta y luego me lanzó
la llave.
—Va a terminar siendo
arrestado o algo así —dijo.
Corrió al pasillo y la
miré apresurarse a través del aparcamiento desde la ventana, metiéndose en el
auto justo mientras Peter detenía su motocicleta a su lado. Él corrió alrededor
al lado del pasajero y abrió la puerta, mirando a las puertas de Morgan cuando
se dio cuenta que no estaba en el auto. Eugenia retrocedió mientras Peter
corría hacia el edificio, y me giré, mirando la puerta.
Abajo por el pasillo, Peter
golpeó en mi puerta, diciendo mi nombre. No tenía idea si María estaba allí,
pero si lo estaba, me sentía mal por lo que tendría que soportar por los
siguientes minutos hasta que Peter aceptara que no estaba en mi habitación.
— ¿Pidge? ¡Abre la puta
puerta, maldición! ¡No voy a irme hasta que hables conmigo! ¡Pigeon! —Gritó,
golpeando la puerta tan fuerte que el edificio entero podría haber oído.
Me encogí cuando escuché
la voz tímida de María.
— ¿Qué? —Gruñó.
Presioné mi oreja contra
la puerta, luchando por escuchar los bajos murmullos de Peter. No tuve que
esforzarme más.
— ¡Sé que está aquí!
—Gritó—. ¿Pigeon?
—No está… ¡Oye! —chilló
María.
La puerta golpeó contra
la pared de bloque de cemento de nuestro cuarto y supe que Peter había forzado
su camino al interior. Después de un minuto completo de silencio, escuché a Peter
gritar abajo en el pasillo. — ¡Pigeon! ¿Dónde estás?
— ¡No la he visto! —gritó
María, más enojada que lo que alguna vez la había escuchado. La puerta se cerró
de golpe y de repente las náuseas me abrumaron mientras esperaba lo siguiente
que haría Peter.
Después de varios minutos
de silencio, abrí la puerta, mirando abajo por el pasillo amplio. Peter sentado
con su espalda contra la pared con sus manos cubriendo su cara. Cerré la puerta
tan silenciosamente como pude, preocupada porque la policía del campus hubiera
sido llamada. Después de una hora, miré el pasillo de nuevo. Peter no se había
movido.
Revisé dos veces más
durante la noche, finalmente cayendo dormida alrededor de las cuatro. Me quedé
dormida a propósito, sabiendo que me saltaría mis clases ese día. Encendí mi
teléfono para revisar mis mensajes, viendo que Peter había inundado mi bandeja
de entrada. Los mensajes sin fin que me había enviado a través de la noche
variaban de disculpas a vociferaciones.
Llamé a Eugenia en la
tarde, esperando que Peter no hubiera confiscado su móvil. Cuando me contestó,
suspiré.
—Hola.
Eugenia mantuvo su voz
baja. —No le he dicho a Nicolás dónde estás. No lo quiero en medio de esto. Peter
está locamente enojado conmigo ahora. Probablemente voy a quedarme en Morgan
esta noche.
—Si Peter no se ha
calmado… buena suerte obteniendo algo de sueño aquí. Hizo una actuación digna
de un Oscar en el pasillo anoche. Estoy sorprendida de que nadie llamara a
seguridad.
—Fue expulsado de
Historia hoy. Cuando no apareciste, le dio una patada a tus dos escritorios. Nico
escuchó que esperó por ti después de todas tus clases. Está perdiéndola, Lali.
Le dije que terminaste al segundo que tomó su decisión de trabajar para Benny.
No puedo creer que pensara por un sólo segundo que estarías bien con eso.
—Supongo que te veré
cuando estés aquí. No creo que todavía pueda ir a mi habitación.
****
Eugenia y yo fuimos
compañeras de habitación por la semana siguiente, y ella se aseguró de mantener
a Nicolás alejado de mí así él no estaría tentado de decirle a Peter de mi
paradero. Fue un trabajo de tiempo completo eludir un encuentro con él. Evité
la cafetería a toda costa, la clase de Historia, y jugué seguro dejando mis
clases antes. Sabía que tendría que hablar con Peter alguna vez, pero no podía
hasta que se hubiera calmado lo suficiente para aceptar mi decisión.
Me quedé sola el viernes
en la noche, acostada en mi cama, sosteniendo el teléfono en mi oído. Puse mis
ojos en blanco cuando mi estómago rugió.
—Puedo ir a recogerte y
llevarte a cenar a algún lado —dijo Eugenia.
Pasé las páginas de mi
libro de Historia, saltando donde Peter había garabateado y borroneado notas de
amor en las márgenes. —No, es tu primera noche con Nico en casi una semana, Euge.
Simplemente voy a tomar algo de la cafetería.
— ¿Estás segura?
—Sí. Dile a Nico que dije
hola.
****
Caminé lentamente a la
cafetería, sin prisa de sufrir las miradas de esos en las mesas. La escuela
entera estaba activa con el rompimiento, y el comportamiento violento de Peter
no ayudaba. Justo cuando las luces de la cafetería aparecieron en la vista, miré
una figura oscura acercarse.
— ¿Pigeon?
Sorprendida, me detuve. Peter
caminó hacia la luz, sin rasurarse y pálido. — ¡Jesús, Peter! ¡Me asustaste
como el infierno!
—Si contestaras tu
teléfono cuando llamo no tendría que andar a escondidas en la oscuridad.
—Te ves como el infierno
—dije.
—He estado por aquí una o
dos veces esta semana.
Apreté mis brazos a mi
alrededor. —En realidad estoy en camino a tomar algo para comer. Te llamaré más
tarde, ¿de acuerdo?
—No. Tenemos que hablar.
—Pit…
—Rechacé a Benny. Lo
llamé el miércoles y le dije que no. —Había un brillo esperanzador en sus ojos,
pero desapareció cuando registró mi expresión.
—No sé qué quieres que
diga, Peter.
—Di que me perdonas. Di
que regresarás conmigo.
Apreté mis dientes,
prohibiéndome llorar. —No puedo.
La cara de Peter se
arrugó, y tomé la oportunidad de caminar a su alrededor, pero él dio un paso al
lado para mantenerse en mi camino. —No he comido, o dormido… no puedo
concentrarme. Sé que me amas. Todo será como solía ser si simplemente
vuelves conmigo.
Cerré mis ojos. —Somos
disfuncionales, Peter. Creo que simplemente estás obsesionado con la idea de
tenerme más que cualquier otra cosa.
—Eso no es cierto. Te amo
más que a mi vida, Pigeon —dijo, herido.
—Eso es exactamente lo
que quiero decir. Esto es una conversación loca.
—No es locura. Es la
verdad.
—De acuerdo… ¿Así que
cuál exactamente es el orden para ti? ¿Es dinero, yo, tu vida… o hay algo que
vaya antes del dinero?
—Me doy cuenta de lo que
he hecho, ¿de acuerdo? Veo que podrías pensar eso, pero si hubiera sabido que
ibas a dejarme, nunca habría… Simplemente quería cuidar de ti.
—Ya has dicho eso.
—Por favor no hagas esto.
No puedo soportar sentirme así… está… está matándome —dijo, exhalando como si
el aire hubiera sido expulsado de él.
—Terminé con esto, Peter.
Él parpadeó. —No digas
eso.
—Ha terminado.
Vuelve a tu hogar.
Sus cejas se juntaron. —Tú
eres mi hogar.
Sus palabras me cortaron,
mi pecho se apretó tanto que fue difícil respirar. —Hiciste una elección, Pit.
Yo he hecho la mía —dije, interiormente maldiciendo el temblor en mi voz.
—Me voy a quedar fuera
del infierno de Las Vegas, y alejado de Benny… Voy a terminar la escuela. Pero
te necesito. Te necesito. Eres mi mejor amiga. —Su voz era desesperada y
rota, concordando con su expresión.
En la poca luz pude ver
una lágrima que cayó de su ojo, y en el momento siguiente se estiró por mí y
estuve en sus brazos, sus labios sobre los míos. Me apretó fuerte contra su
pecho mientras me besaba, y luego acunó mi cara en sus manos, presionando sus
labios más fuerte contra mi boca, desesperado por obtener una reacción.
—Bésame —susurró,
sellando su boca sobre la mía. Mantuve mis ojos y mi boca cerrada, relajándome
en sus brazos. Tomó todo lo que tuve no mover mi boca con la suya, habiendo
deseado sus labios toda la semana—. ¡Bésame! —Rogó—. ¡Por favor, Pigeon! ¡Le
dije que no!
Cuando sentí lágrimas
cálidas abrasando mi cara fría, lo alejé. — ¡Déjame en paz, Peter!
Sólo me había alejado
unos cuantos centímetros cuando agarró mi muñeca, mi brazo estuvo recto,
extendido detrás de mí. No me volví.
—Estoy rogándote.
—Mi brazo bajó y tiró mientras él caía sobre sus rodillas—. Estoy rogándote, Lali.
No hagas esto.
Me giré para ver su
expresión agonizante, y luego mis ojos bajaron de mi brazo al suyo, mirando mi
nombre en gruesas letras negras sobre su muñeca flexionada. Me había probado lo
que había estado temiendo todo el tiempo. Por mucho que me amara, cuando el
dinero estaba involucrado, estaría en segundo lugar. Al igual que estaba con Carlos.
Si cedía, o podía cambiar
de opinión sobre Benny, o estaría resentido conmigo cada vez que el dinero
pudiera haber hecho su vida más fácil. Lo imaginé en un trabajo de cuello azul,
llegando a casa con la misma mirada en sus ojos que Carlos tenía cuando
regresaba después de una noche de mala suerte. Sería mi culpa que su vida no
fuera lo que quería que fuera, y no podría dejar que mi futuro estuviera
placado con la amargura y remordimiento que dejé atrás.
—Déjame ir, Peter.
Después de varios
momentos finalmente liberó mi brazo. Corrí a la puerta de vidrio, abriéndola
sin mirar atrás. Todos en la habitación me miraron fijamente mientras caminaba
hacia el buffet, y sólo mientras alcanzaba mi destino, las cabezas se enfocaron
para ver afuera de las ventanas donde Peter estaba sobre sus rodillas, las
palmas sobre el pavimento.
La visión de él sobre el
suelo hizo que las lágrimas que había estado sosteniendo corrieran por mi cara.
Pasé las pilas de platos y bandejas, precipitándome por el pasillo a los baños.
Era suficientemente malo que todos hubieran presenciado la escena entre Peter y
yo. No podía dejarlos verme llorar.
Me acurruqué en un
cubículo por una hora, chillando incontrolablemente hasta que escuché un golpe
suave en la puerta.
— ¿Lali?
Inhalé. — ¿Qué estás
haciendo aquí, Gastón? Estás en el baño de mujeres.
—María te vio entrar y
fue a los dormitorios a buscarme. Déjame entrar —dijo en una voz suave.
Sacudí mi cabeza, sabía
que no podía verme, pero no podía decir otra palabra. Lo escuché suspirar y
luego sus palmas golpearon el suelo mientras se arrastraba bajo el cubículo.
—No puedo creer que me
estés haciendo actuar así—dijo, empujándose debajo con sus manos—. Vas a
lamentar no abrir la puerta, porque acabo de arrastrarme sobre piso cubierto de
pis y ahora voy a abrazarte.
Reí una vez, y luego mi
cara se oprimió alrededor de mi sonrisa mientras Gastón me empujó hacia sus
brazos. Mis rodillas salieron bajo mí, y Gastón cuidadosamente me bajó al
suelo, poniéndome sobre su regazo.
—Shh —dijo, meciéndome en
sus brazos. Suspiró y sacudió su cabeza—. Maldición, chica. ¿Qué voy a hacer
contigo?
CONTINUARÁ...
ayy no porque se separaron .. subi otroooo
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