lunes, 24 de noviembre de 2014

Capítulo 15 (Parte 2)

HOGAR (Parte 2)


Peter dejó nuestras maletas sobre la cama y colapsó al lado de ellas. No había sacado la cuestión de Benny, y yo estaba esperanzada que Las Vegas estuviera empezando a salir de su sistema. Bañé a Toto, disgustada que apestara a humo y medias sucias de estar en el apartamento de Brasil toda la semana, y lo sequé con la toalla en la habitación.

— ¡Oh! ¡Hueles mucho mejor! —Reí mientras él se sacudía, rociándome con pequeñas gotas de agua. Se levantó en sus patas posteriores, cubriendo mi cara con besitos de cachorro—. También te extrañé, hombrecito.

— ¿Pigeon? —Preguntó Peter, golpeando anudando sus dedos.

— ¿Sí? —dije, frotando a Toto con la toalla amarilla mullida en mis manos.

—Quiero hacer esto. Quiero pelear en Las Vegas.

—No —dije, sonriéndole a la cara feliz de Toto.

Él suspiró. —No estás escuchando. Voy a hacerlo. Verás en unos meses que fue la decisión correcta.

Levanté la mirada hacia él. —Vas a trabajar para Benny.

Asintió nerviosamente y luego sonrió. —Sólo quiero cuidar de ti, Pidge.

Las lágrimas llenaron mis ojos, sabiendo que él estaba resuelto. —No quiero nada comprado con ese dinero, Peter. No quiero nada que tenga que ver con Benny, Las Vegas o cualquier cosa que vaya junto a ellos.

—No tenías problema con la idea de comprar un auto con el dinero de mis peleas aquí.

—Eso es diferente y lo sabes.

Frunció el ceño. —Todo va estar bien, Pidge. Ya verás.

Lo miré por un momento, esperando por un brillo de diversión en sus ojos, esperando que me dijera que estaba bromeando. La incertidumbre y la avaricia se reflejaron en sus ojos.

— ¿Por qué siquiera me preguntaste, Peter? Ibas a trabajar para Benny sin importar lo que yo dijera.

—Quiero tu apoyo en esto, pero es demasiado dinero para rechazarlo. Estaría loco para decir no.
Me quedé por un momento, aturdida. Una vez todo había penetrado, asentí. —De acuerdo, entonces. Has tomado tu decisión.

Peter sonrió de alegría. —Ya verás, Pigeon. Va a ser genial. —Se empujó de la cama, caminó hacia mí y me besó los dedos—. Estoy famélico. ¿Tienes hambre?  

Sacudí mi cabeza y él besó mi frente antes de caminar a la cocina. Una vez sus pasos dejaron el corredor, tiré mi ropa de las perchas, agradecida de que tuviera lugar en mi maleta para más de mis pertenencias. Lágrimas de enojo cayeron por mis mejillas. Yo sabía muy bien lo que sería llevar a Peter a ese lugar. Había peleado con uñas y dientes para evitarle los bordes oscuros de mi vida, y el momento en que se presentó la oportunidad, lo arrastré al centro de todo lo que odiaba sin un segundo pensamiento.

Peter iba a ser parte de esto, y si no dejaría que lo salvara, tendría que salvarme yo sola.

La maleta estaba llena hasta su límite, y estiré el cierre sobre el contenido abultado. La saqué de la cama y caminé por el pasillo, pasando la cocina sin mirar en su dirección. Me apresuré a bajar las escaleras, aliviada de que Eugenia y Nicolás todavía estuvieran besándose y riéndose en el aparcamiento, transfiriendo sus cosas de su Charger al Honda de ella.

— ¿Pigeon? —Peter llamó desde la puerta del apartamento.

Toqué la muñeca de Eugenia. —Necesito que me lleves a Morgan, Euge.

— ¿Qué está pasando? —dijo, notando la seriedad de la situación por mi expresión.

Miré detrás de mí para ver a Peter corriendo por las escaleras y cruzando el césped hacia donde estábamos paradas.

— ¿Qué estás haciendo? —dijo, gesticulando hacia mi maleta.

Si le hubiera dicho en ese momento, toda esperanza de salvarme de Carlos, y Las Vegas, y Benny, y todo lo que no quería estaría perdido. Peter no me dejaría ir, y por la mañana me habría convencido a mí misma de aceptar su decisión.

Me rasqué la cabeza y sonreí, tratando de obtener algo de tiempo para pensar en una excusa.

— ¿Pidge?
—Estoy llevando mis cosas a Morgan. Ellos tienen todas esas lavadoras y secadoras y tengo una cantidad ridícula de colada que hacer.

Él frunció el ceño. — ¿Ibas a irte sin decírmelo?

Miré a Eugenia y luego a Peter, esforzándome por la mentira más creíble.

—Iba a volver. Eres tan jodidamente paranoico —dijo Eugenia con la sonrisa desdeñosa que había usado para engañar a sus padres tantas veces.

—Oh —dijo él, todavía inseguro—. ¿Vas a quedarte aquí esta noche? —Me preguntó, pellizcando la tela de mi abrigo.

—No sé. Supongo que depende de cuando esté lista mi ropa.

Peter sonrió, poniéndome contra él. —En tres semanas, le pagaré a alguien para que haga tu colada. O simplemente puedes tirar tu ropa sucia y comprar nueva.

— ¿Vas a pelear para Benny otra vez? —Preguntó Eugenia, sorprendida.


—Me hizo una oferta que no podía rechazar.

—Peter —empezó Nicolás.

—Chicos, no empiecen ustedes también. Si no voy a cambiar de opinión por Pidge, no voy a cambiar de opinión por ustedes.

Eugenia encontró mis ojos con entendimiento. —Bueno, mejor te llevamos, Lali. Esa pila de ropa te va a tomar por siempre.

Asentí y Peter se inclinó para besarme. Lo acerqué más, sabiendo que sería la última vez que sentiría sus labios contra los míos. —Te veo más tarde —dijo—. Te amo.

Nicolás metió mi maleta en el baúl de su Honda, y Eugenia se deslizó en su asiento a mi lado. Peter dobló sus brazos sobre su pecho, charlando con Nicolás mientras Eugenia agitaba el encendido.

—No puedes quedarte en tu habitación esta noche, Lali. Va a ir directamente allí cuando lo averigüe —dijo Eugenia mientras lentamente retrocedía del bloque del estacionamiento.

Las lágrimas llenaron mis ojos y se derramaron, cayendo sobre mis mejillas. —Lo sé.
La expresión alegre de Peter cambió cuando vio la mirada en mi cara. No perdió tiempo en correr a mi ventana. — ¿Qué está mal, Pidge? —dijo, golpeando ligeramente el vidrio.

—Vamos, Euge —dije, limpiando mis ojos. Me centré en el camino adelante mientras Peter corría junto al auto.

— ¿Pigeon? ¡Eugenia! ¡Detén el puto auto! —Gritó, golpeando su palma contra el vidrio—. ¡Lali, no hagas esto! —Dijo, comprensión y miedo distorsionando su expresión.

Eugenia se giró hacia la calle principal y presionó el acelerador. —Nunca voy a escuchar el final de eso… así como tú.

—Lo siento tanto, Euge.

Ella miró hacia el espejo retrovisor y empujó su pie en el suelo. —Jesucristo, Peter —murmuró bajo su respiración.  

Giré para verlo correr a toda velocidad detrás de nosotras, desapareciendo y reapareciendo entre las luces y sombras de las lámparas de la calle. Después alcanzó el final de la cuadra, se giró en dirección opuesta, corriendo hacia el apartamento.

—Va a volver por su motocicleta. Nos va a seguir a Morgan y causar una gran escena.

Cerré mis ojos. —Simplemente… apresúrate. Dormiré en tu habitación esta noche. ¿Crees que a Vanessa le importará?

—Nunca está allí. ¿De verdad va a trabajar para Benny?

La palabra se quedó pegada en mi garganta, así que simplemente asentí.

Eugenia agarró mi mano y la apretó. —Estás tomando la decisión correcta, Lali. No puedes pasar por eso otra vez. Si no te escuchó, no va a escuchar a nadie.

Mi móvil sonó. Miré abajo para ver la cara tonta de Peter, y luego presioné ignorar. Menos de cinco segundos después, sonó de nuevo. Lo apagué y lo empujé en mi bolso.  

—Esto va a ser un desastre jodidamente espantoso —dije, sacudiendo mi cabeza y limpiando mis ojos.

—No envidio tu vida por la siguiente semana o así. No puedo imaginar romper con alguien que rehúsa a mantenerse alejado. Sabes que es así como será, ¿cierto?
Entramos en el aparcamiento en Morgan, y Eugenia sostuvo la puerta abierta mientras yo arrastraba mi maleta al interior. Nos apresuramos a su habitación y jadeé, esperando que ella desbloqueara su puerta. La sostuvo abierta y luego me lanzó la llave.

—Va a terminar siendo arrestado o algo así —dijo.

Corrió al pasillo y la miré apresurarse a través del aparcamiento desde la ventana, metiéndose en el auto justo mientras Peter detenía su motocicleta a su lado. Él corrió alrededor al lado del pasajero y abrió la puerta, mirando a las puertas de Morgan cuando se dio cuenta que no estaba en el auto. Eugenia retrocedió mientras Peter corría hacia el edificio, y me giré, mirando la puerta.

Abajo por el pasillo, Peter golpeó en mi puerta, diciendo mi nombre. No tenía idea si María estaba allí, pero si lo estaba, me sentía mal por lo que tendría que soportar por los siguientes minutos hasta que Peter aceptara que no estaba en mi habitación.

— ¿Pidge? ¡Abre la puta puerta, maldición! ¡No voy a irme hasta que hables conmigo! ¡Pigeon! —Gritó, golpeando la puerta tan fuerte que el edificio entero podría haber oído.
Me encogí cuando escuché la voz tímida de María.

¿Qué? —Gruñó.

Presioné mi oreja contra la puerta, luchando por escuchar los bajos murmullos de Peter. No tuve que esforzarme más.

— ¡Sé que está aquí! —Gritó—. ¿Pigeon?

—No está… ¡Oye! —chilló María.

La puerta golpeó contra la pared de bloque de cemento de nuestro cuarto y supe que Peter había forzado su camino al interior. Después de un minuto completo de silencio, escuché a Peter gritar abajo en el pasillo. — ¡Pigeon! ¿Dónde estás?  

— ¡No la he visto! —gritó María, más enojada que lo que alguna vez la había escuchado. La puerta se cerró de golpe y de repente las náuseas me abrumaron mientras esperaba lo siguiente que haría Peter.

Después de varios minutos de silencio, abrí la puerta, mirando abajo por el pasillo amplio. Peter sentado con su espalda contra la pared con sus manos cubriendo su cara. Cerré la puerta tan silenciosamente como pude, preocupada porque la policía del campus hubiera sido llamada. Después de una hora, miré el pasillo de nuevo. Peter no se había movido.

Revisé dos veces más durante la noche, finalmente cayendo dormida alrededor de las cuatro. Me quedé dormida a propósito, sabiendo que me saltaría mis clases ese día. Encendí mi teléfono para revisar mis mensajes, viendo que Peter había inundado mi bandeja de entrada. Los mensajes sin fin que me había enviado a través de la noche variaban de disculpas a vociferaciones.

Llamé a Eugenia en la tarde, esperando que Peter no hubiera confiscado su móvil. Cuando me contestó, suspiré.

—Hola.

Eugenia mantuvo su voz baja. —No le he dicho a Nicolás dónde estás. No lo quiero en medio de esto. Peter está locamente enojado conmigo ahora. Probablemente voy a quedarme en Morgan esta noche.

—Si Peter no se ha calmado… buena suerte obteniendo algo de sueño aquí. Hizo una actuación digna de un Oscar en el pasillo anoche. Estoy sorprendida de que nadie llamara a seguridad.
—Fue expulsado de Historia hoy. Cuando no apareciste, le dio una patada a tus dos escritorios. Nico escuchó que esperó por ti después de todas tus clases. Está perdiéndola, Lali. Le dije que terminaste al segundo que tomó su decisión de trabajar para Benny. No puedo creer que pensara por un sólo segundo que estarías bien con eso.

—Supongo que te veré cuando estés aquí. No creo que todavía pueda ir a mi habitación.
****
Eugenia y yo fuimos compañeras de habitación por la semana siguiente, y ella se aseguró de mantener a Nicolás alejado de mí así él no estaría tentado de decirle a Peter de mi paradero. Fue un trabajo de tiempo completo eludir un encuentro con él. Evité la cafetería a toda costa, la clase de Historia, y jugué seguro dejando mis clases antes. Sabía que tendría que hablar con Peter alguna vez, pero no podía hasta que se hubiera calmado lo suficiente para aceptar mi decisión.

Me quedé sola el viernes en la noche, acostada en mi cama, sosteniendo el teléfono en mi oído. Puse mis ojos en blanco cuando mi estómago rugió.

—Puedo ir a recogerte y llevarte a cenar a algún lado —dijo Eugenia.

Pasé las páginas de mi libro de Historia, saltando donde Peter había garabateado y borroneado notas de amor en las márgenes. —No, es tu primera noche con Nico en casi una semana, Euge. Simplemente voy a tomar algo de la cafetería.

— ¿Estás segura?

—Sí. Dile a Nico que dije hola.
****
Caminé lentamente a la cafetería, sin prisa de sufrir las miradas de esos en las mesas. La escuela entera estaba activa con el rompimiento, y el comportamiento violento de Peter no ayudaba. Justo cuando las luces de la cafetería aparecieron en la vista, miré una figura oscura acercarse.

— ¿Pigeon?

Sorprendida, me detuve. Peter caminó hacia la luz, sin rasurarse y pálido. — ¡Jesús, Peter! ¡Me asustaste como el infierno!

—Si contestaras tu teléfono cuando llamo no tendría que andar a escondidas en la oscuridad.

—Te ves como el infierno —dije.

—He estado por aquí una o dos veces esta semana.

Apreté mis brazos a mi alrededor. —En realidad estoy en camino a tomar algo para comer. Te llamaré más tarde, ¿de acuerdo?

—No. Tenemos que hablar.

—Pit…

—Rechacé a Benny. Lo llamé el miércoles y le dije que no. —Había un brillo esperanzador en sus ojos, pero desapareció cuando registró mi expresión.

—No sé qué quieres que diga, Peter.

—Di que me perdonas. Di que regresarás conmigo.

Apreté mis dientes, prohibiéndome llorar. —No puedo.

La cara de Peter se arrugó, y tomé la oportunidad de caminar a su alrededor, pero él dio un paso al lado para mantenerse en mi camino. —No he comido, o dormido… no puedo concentrarme. que me amas. Todo será como solía ser si simplemente vuelves conmigo.

Cerré mis ojos. —Somos disfuncionales, Peter. Creo que simplemente estás obsesionado con la idea de tenerme más que cualquier otra cosa.

—Eso no es cierto. Te amo más que a mi vida, Pigeon —dijo, herido.

—Eso es exactamente lo que quiero decir. Esto es una conversación loca.

—No es locura. Es la verdad.

—De acuerdo… ¿Así que cuál exactamente es el orden para ti? ¿Es dinero, yo, tu vida… o hay algo que vaya antes del dinero?

—Me doy cuenta de lo que he hecho, ¿de acuerdo? Veo que podrías pensar eso, pero si hubiera sabido que ibas a dejarme, nunca habría… Simplemente quería cuidar de ti.

—Ya has dicho eso.

—Por favor no hagas esto. No puedo soportar sentirme así… está… está matándome —dijo, exhalando como si el aire hubiera sido expulsado de él.

—Terminé con esto, Peter.

Él parpadeó. —No digas eso.

—Ha terminado. Vuelve a tu hogar.

Sus cejas se juntaron. —Tú eres mi hogar.

Sus palabras me cortaron, mi pecho se apretó tanto que fue difícil respirar. —Hiciste una elección, Pit. Yo he hecho la mía —dije, interiormente maldiciendo el temblor en mi voz.

—Me voy a quedar fuera del infierno de Las Vegas, y alejado de Benny… Voy a terminar la escuela. Pero te necesito. Te necesito. Eres mi mejor amiga. —Su voz era desesperada y rota, concordando con su expresión.

En la poca luz pude ver una lágrima que cayó de su ojo, y en el momento siguiente se estiró por mí y estuve en sus brazos, sus labios sobre los míos. Me apretó fuerte contra su pecho mientras me besaba, y luego acunó mi cara en sus manos, presionando sus labios más fuerte contra mi boca, desesperado por obtener una reacción.

—Bésame —susurró, sellando su boca sobre la mía. Mantuve mis ojos y mi boca cerrada, relajándome en sus brazos. Tomó todo lo que tuve no mover mi boca con la suya, habiendo deseado sus labios toda la semana—. ¡Bésame! —Rogó—. ¡Por favor, Pigeon! ¡Le dije que no!

Cuando sentí lágrimas cálidas abrasando mi cara fría, lo alejé. — ¡Déjame en paz, Peter!

Sólo me había alejado unos cuantos centímetros cuando agarró mi muñeca, mi brazo estuvo recto, extendido detrás de mí. No me volví.

—Estoy rogándote. —Mi brazo bajó y tiró mientras él caía sobre sus rodillas—. Estoy rogándote, Lali. No hagas esto.

Me giré para ver su expresión agonizante, y luego mis ojos bajaron de mi brazo al suyo, mirando mi nombre en gruesas letras negras sobre su muñeca flexionada. Me había probado lo que había estado temiendo todo el tiempo. Por mucho que me amara, cuando el dinero estaba involucrado, estaría en segundo lugar. Al igual que estaba con Carlos.
Si cedía, o podía cambiar de opinión sobre Benny, o estaría resentido conmigo cada vez que el dinero pudiera haber hecho su vida más fácil. Lo imaginé en un trabajo de cuello azul, llegando a casa con la misma mirada en sus ojos que Carlos tenía cuando regresaba después de una noche de mala suerte. Sería mi culpa que su vida no fuera lo que quería que fuera, y no podría dejar que mi futuro estuviera placado con la amargura y remordimiento que dejé atrás.

—Déjame ir, Peter.

Después de varios momentos finalmente liberó mi brazo. Corrí a la puerta de vidrio, abriéndola sin mirar atrás. Todos en la habitación me miraron fijamente mientras caminaba hacia el buffet, y sólo mientras alcanzaba mi destino, las cabezas se enfocaron para ver afuera de las ventanas donde Peter estaba sobre sus rodillas, las palmas sobre el pavimento.

La visión de él sobre el suelo hizo que las lágrimas que había estado sosteniendo corrieran por mi cara. Pasé las pilas de platos y bandejas, precipitándome por el pasillo a los baños. Era suficientemente malo que todos hubieran presenciado la escena entre Peter y yo. No podía dejarlos verme llorar.

Me acurruqué en un cubículo por una hora, chillando incontrolablemente hasta que escuché un golpe suave en la puerta.

— ¿Lali?

Inhalé. — ¿Qué estás haciendo aquí, Gastón? Estás en el baño de mujeres.

—María te vio entrar y fue a los dormitorios a buscarme. Déjame entrar —dijo en una voz suave.

Sacudí mi cabeza, sabía que no podía verme, pero no podía decir otra palabra. Lo escuché suspirar y luego sus palmas golpearon el suelo mientras se arrastraba bajo el cubículo.

—No puedo creer que me estés haciendo actuar así—dijo, empujándose debajo con sus manos—. Vas a lamentar no abrir la puerta, porque acabo de arrastrarme sobre piso cubierto de pis y ahora voy a abrazarte.

Reí una vez, y luego mi cara se oprimió alrededor de mi sonrisa mientras Gastón me empujó hacia sus brazos. Mis rodillas salieron bajo mí, y Gastón cuidadosamente me bajó al suelo, poniéndome sobre su regazo.



—Shh —dijo, meciéndome en sus brazos. Suspiró y sacudió su cabeza—. Maldición, chica. ¿Qué voy a hacer contigo?



CONTINUARÁ...

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