EL UNO PARA EL OTRO (Parte 2)
Cuando llegamos solté mi
pelo y pase mis dedos por él varias veces, antes de que Peter me llevara hacia
la puerta.
— ¡Santo Cristo! ¡Es el
idiota! —Uno de los chicos gritó.
Peter asintió. Trató de
verse enojado, pero pude ver que estaba emocionado de ver a sus hermanos. La
casa estaba gastada, con papel tapiz amarillo y marrón en las paredes y
distintos tonos de café en las alfombras.
Caminamos por un pasillo
hasta una puerta abierta de par en par. El humo de cigarro salía de la habitación,
y allí estaban su padre y hermanos, sentados alrededor de una mesa con sillas
disparejas.
—Hey, Hey… Cuiden el
lenguaje frente a la señorita. —dijo su papá, moviendo el cigarro en su boca al
hablar.
—Pidge, éste es mi papá, Pablo
Lanzani. Papá, ésta es Pigeon.
— ¿Pigeon? —Preguntó Pablo,
divertido.
—Lali. —Sonreí,
sacudiendo su mano.
Peter apuntó a sus
hermanos. —Bautista, Tato, Tyler, y Pepo.
Todos asintieron, y todos
menos Pepo lucían como versiones mayores de Peter; sus cabellos casi rapados,
ojos marrones, sus camisas estiradas en los trabajados músculos, y cubiertos en
tatuajes. Pepo llevaba una camisa de vestir y la corbata suelta, sus ojos eran
verde avellana, y su cabello rubio oscuro era un poco más largo.
— ¿Lali tiene apellido?
—Preguntó Pablo.
—Espósito. —Asentí.
—Es un placer conocerte, Lali.
—dijo Pepo, sonriendo.
—Un gran placer. —dijo Bauti,
mirándome de arriba abajo.
Pablo lo golpeó en la
nuca y él saltó.
— ¿Qué dije? —Preguntó,
sobándose la cabeza.
—Siéntate, Lali. Míranos
quitarle el dinero a Peter. —Uno de los gemelos dijo. No supe quién era quién;
ambos eran una total copia del otro, hasta sus tatuajes coincidían.
La habitación estaba
decorada con fotografías antiguas de juegos de póker, fotos de leyendas posando
con Pablo y a quién asumía era el abuelo de Peter, y cartas viejas en los
estantes.
Los ojos de Pablo
brillaban. — ¿Sabes quién es Stu Unger?
Asentí. —Mi papá es un
fan también.
Se levantó, apuntando
hacia la fotografía junto a él. —Y ese de allí es Doyle Brunson.
Sonreí. —Mi papá lo vio
jugar una vez. Es increíble.
—El abuelito de Peter era
un profesional… Nos tomamos el póker muy en serio por aquí. —Sonrió Pablo.
Me senté en medio de Peter
y uno de los gemelos, mientras Bautista mezclaba las cartas con moderada
habilidad. Los chicos pusieron su dinero y Pablo dividió las fichas.
Trenton levantó una ceja.
— ¿Quieres jugar, Lali?
Sonreí educadamente y
sacudí la cabeza. —No creo que debería.
— ¿No sabes cómo?
—Preguntó Pablo.
No pude evitar sonreír. Pablo
se veía tan serio, casi paternal. Sabía la respuesta que él esperaba, y odiaba
decepcionarlo.
Peter besó mi frente.
—Juega… Yo te enseño.
—Deberías darle un beso
de despedida a tu dinero en este momento, Lali. —Pepo rió.
Presioné mis labios y
busqué en mi bolso, sacando dos billetes de cincuenta. Se los tendí a Pablo y
esperé pacientemente a que me los cambiara por fichas. La cara de Bautista se
estiró en una sonrisa satisfecha, pero lo ignoré.
—Tengo fe en las
habilidades para enseñar de Peter. —dije.
Uno de los gemelos
aplaudió. — ¡Demonios, sí! ¡Me voy a ser rico esta noche!
—Empecemos con poco esta
vez. —dijo Pablo, tirando una ficha de cinco dólares.
Bautista repartió, y Peter
jugó mi mano por mí. — ¿Has jugado cartas alguna vez?
—Ha pasado un tiempo.
—Asentí.
—No se vale el Go Fish,
Pollyanna. —dijo Bautista, mirando sus cartas.
—Cierra la boca, Bauti.
—Soltó Peter, mirando a su hermano antes de volver su vista a mi mano—. Estás
buscando cartas altas, números consecutivos, y de la misma clase si eres muy
afortunada.
En la primera mano Peter
miró mis cartas y yo las suyas. Básicamente asentía y sonreía, jugando cuando
me decían que lo hiciera. Ambos, Peter y yo perdimos, y mis fichas habían
disminuido para el final de la primera ronda.
Luego de que Pepo
repartiera, no le permití a Peter ver mis cartas. —Creo que lo tengo. —dije.
— ¿Estás segura?
—Preguntó.
—Estoy segura, bebé.
—Sonreí.
Tres manos después, ya
había recuperado mis fichas y bajado la de los demás con un par de Ases, una
escalera y la carta más alta.
— ¡Mierda! —Se quejó Bautista—.
¡La suerte de principiantes apesta!
—Tienes a una chica que
aprende rápido, Pit. —dijo Pablo, moviendo la boca alrededor de su cigarro.
Peter tomó un sorbo de su
cerveza. — ¡Me estás haciendo orgulloso, Pigeon! —Sus ojos estaban brillantes
de emoción, y su sonrisa era diferente a la que siempre le había visto.
—Gracias. —Sonreí.
—Aquellos que no pueden,
enseñan. —Pepo sonrió satisfecho.
—Muy gracioso, imbécil.
—Murmuró Peter.
Cuatro manos después,
tomé lo último de mi cerveza y encogí los ojos hacia el único hombre en la mesa
que no se había rendido. —Está de tu parte, Tato. ¿Vas a seguir siendo un bebé
o vas a dar la cara como un hombre?
— ¡Que se joda! —dijo,
poniendo lo último de sus fichas.
Peter me miró, animado.
Me recordó a la expresión de aquellos cuando lo venían pelear.
— ¿Qué tienes, Pigeon?
— ¿Tato? —Pregunté.
Una gran sonrisa cruzó su
cara. — ¡Flush! —Gritó, abriendo sus cartas en la mesa.
Cinco pares de ojos se
dirigieron a mí. Escaneé la mesa y luego tiré mis cartas. — ¡Acepten su derrota
y lloren, chicos! ¡Ases y ochos! —dije, riendo.
— ¿Un Full House?
¿Qué demonios? —Bauti lloró.
—Lo siento. Siempre quise
decir eso. —dije, tomando mis fichas.
Los ojos de Pepo se
encogieron. —Esto no es sólo suerte de principiantes. Ella juega.
Peter miró a Pepo por un momento
y luego giró la vista hacia mí. — ¿Has jugado alguna vez, Pidge?
Junté mis labios y me
encogí de hombros, dando mi mejor mirada inocente. La cabeza de Peter se fue
hacia atrás dejando escapar una gran risotada. Trató de hablar, pero no pudo, y
enterró su puño en la mesa.
— ¡Tu novia nos acaba de
estafar! —dijo Tato, apuntando en mi dirección.
— ¡DE NINGUNA JODIDA
MANERA! —Se quejó Bautista, levantándose.
—Buen plan, Peter. Traer
un tiburón de cartas a la noche de póker. —dijo Pablo, guiñándome.
— ¡No lo sabía! —dijo él,
sacudiendo la cabeza.
— ¡Tonterías! —Me miró Pepo.
— ¡En serio! —Soltó entre
risas.
—Odio decirlo, hermano.
Pero creo que me enamoré de tu chica. —dijo Tyler.
—Hey, ya. —Soltó Peter,
su sonrisa inmediatamente convirtiéndose en una mueca.
—Ya está bueno. Estaba
solamente dejándotela fácil, Lali, pero quiero mi dinero de vuelta, ahora.
—Advirtió Bautista.
Peter no jugó en las
próximas rondas, viendo a sus hermanos luchar por recuperar su dinero. Mano
tras mano, les gané sus fichas, y mano tras manos, Pepo me miraba más de cerca.
Cada vez que mostraba mis cartas, Peter y Pablo reían, Tato maldecía, Tyler
proclamaba su innegable amor por mí, y Bauti soltaba una rabieta.
Una vez sentados en el
salón, cambie mis fichas por dinero y le di cien dólares a cada uno. Pablo se
negó, pero los hermanos aceptaron con gratitud. Peter tomó mi mano y caminamos
a la puerta. Pude ver que estaba triste, así que apreté mi mano en la suya.
— ¿Qué sucede, bebé?
— ¡Acabas de regalar
cuatrocientos dólares, Pidge! —Frunció el ceño.
—Si esto hubiera sido en
una noche de póker en Sig Tau, me los hubiera quedado. No les puedo robar a tus
hermanos la primera vez que los conozco.
— ¡Ellos se hubieran
quedado con tu dinero! —dijo.
—No lo hubiera dudado ni
por un segundo, tampoco. —Rió Tyler.
Pepo me miraba en
silencio desde la esquina de la habitación.
— ¿Por qué sigues mirando
a mi chica, Pepo?
— ¿Cuál fue que dijiste
era su apellido? —Preguntó Pepo.
Apoyé mi peso en la otra
pierna, nerviosa. Peter notando mi incomodidad, volteó la mirada a su hermano y
abrazó mi cintura. No estaba segura si lo hizo como una reacción protectora o
si se estaba preparando para lo que su hermano podría decir.
—Es Espósito. ¿Por qué?
—Puedo entender por qué
no lo averiguaste antes de esta noche, Pit, pero ya no tienes ninguna excusa.
—dijo Pepo, satisfecho.
— ¿De qué mierda estás
hablando? —Preguntó Peter.
— ¿Por casualidad no
estarás emparentada con Carlos Espósito? —Preguntó Pepo.
Todas las cabezas se
voltearon en mi dirección, y nerviosamente recogí mi pelo hacia atrás. — ¿De
dónde conoces a Carlos?
Peter torció su cabeza
para poder mirarme. —Es uno de los mejores jugadores de póker que haya
existido. ¿Lo conoces?
Me estremecí, sabiendo
que finalmente había sido arrinconada para contar la verdad. —Es mi padre.
Toda la habitación
explotó.
— ¡DE NINGUNA JODIDA
MANERA!
— ¡LO SABÍA!
— ¡ACABAMOS DE JUGAR CON
LA HIJA DE CARLOS ESPÓSITO!
— ¿CARLOS ESPÓSITO?
¡SANTA MIERDA!
Pepo, Pablo y Peter eran
los únicos que no gritaban. —Les dije que no debía jugar. —dije.
—Si nos hubieras dicho
que eras la hija de Carlos Espósito, tal vez te hubiéramos tomado más en serio.
—dijo Pepo.
Miré a Peter, quien me
miraba con asombro.
— ¿Tú eres Lucky
Thirteen? —Preguntó, sus ojos estaban un poco nublados.
Bautista se levantó y me
apuntó, su boca se abrió en asombro. — ¡Lucky Thirteen está en nuestra casa!
¡De ninguna manera! ¡No lo creo, joder!
—Ese fue un apodo que la
prensa me dio. Y la historia no era exactamente correcta. —dije.
—Necesito llevar a Lali a
casa, chicos. —dijo Peter, todavía mirándome.
Pablo me miró por encima
de sus lentes. — ¿Por qué no era correcta?
—Yo no le quité la
suerte a mi papá. Es decir, que ridículo. —Reí, enredando un mechón de pelo
alrededor de mi dedo, nerviosa.
Pepo sacudió la cabeza.
—No, Pablo dio esa entrevista. Dijo que a la media noche de tu decimotercer
cumpleaños su suerte se acabó.
—Y la tuya empezó.
—Añadió Peter.
— ¡Fuiste criada por
mafiosos! —dijo Bauti, riendo con emoción.
—Oh… no. —Reí una vez—.
Ellos no me criaron. Sólo estuvieron alrededor… bastante.
—Es una pena, Pablo
soltándole tu nombre a la mafia por medio de la prensa. Eras sólo una niña.
—dijo Pablo, sacudiendo la cabeza.
—En todo caso, fue suerte
de principiantes. —dije, tratando de esconder mi humillación.
—Fuiste enseñada por Carlos
Espósito —dijo Pablo, sacudiendo la cabeza en asombro—. Estabas jugando
profesionalmente y ganando a la edad de trece años, por Cristo santo. —Miró a
Peter—. No apuestes en su contra, hijo. Ella no pierde.
Peter me miró entonces,
sus ojos aún sorprendidos y desorientados. —Uh… Nos tenemos que ir, papá.
Adiós, chicos.
La profunda y emocionada
voz de la familia de Peter se desvaneció cuando él me arrastró por la puerta
hasta su moto. Me agarré el cabello en un moño, y ajusté mi chaqueta, esperando
a que hablara. Se subió a la moto sin palabras, y yo me monté en el asiento
detrás de él.
Estaba segura que sentía
que no había sido honesta con él, y probablemente estaba avergonzado de haberse
enterado de una parte tan importante de mi vida al mismo tiempo que su familia.
Esperaba una gran discusión al llegar a su apartamento, e inventé una docena de
disculpas para el momento en que llegamos a la puerta.
Me llevó por el pasillo
de la mano, y me ayudó con la chaqueta.
Tiré del gancho color
caramelo que ataba mi cabello, el cual calló por mis hombros en gruesas ondas.
—Sé que estás enojado conmigo —dije sin poder mirarlo a los ojos—. Discúlpame
que no te lo dije, pero no es algo de lo que hablo.
— ¿Enojado contigo?
—dijo—. Estoy tan caliente que no puedo ver claramente. Le acabas de robar el
dinero a los imbéciles de mis hermanos sin siquiera pestañear, lograste
asombrar a mi papá, y estoy bastante seguro de que perdiste a propósito aquella
apuesta que hicimos antes de mi pelea.
—Yo no diría eso…
Levantó la barbilla. —
¿Pensaste que ibas a ganar?
—Bueno… no, no
exactamente. —dije, quitándome los tacones.
Peter sonrió. —Entonces, querías
estar aquí conmigo. Creo que me acabo de enamorar de ti de nuevo.
— ¿Cómo es que no estás
enojado en este momento? —Pregunté, tirando mis zapatos al closet.
Suspiró y asintió. —Es
algo bastante importante, Pidge. Debiste habérmelo dicho. Pero entiendo por qué
no lo hiciste. Viniste aquí para apartarte de todo eso. Es como si el cielo se
abriera… ahora todo tiene sentido.
—Bueno, eso es un alivio.
—Lucky Thirteen.
—dijo, sacudió la cabeza y me sacó la camisa.
—No me llames así, Peter.
No es algo bueno.
— ¡Eres jodidamente
famosa, Pigeon! —Soltó, sorprendido por mis palabras. Desabotonó mis jeans y
los bajó hasta mis tobillos, ayudándome a sacarlos.
—Mi padre me odió luego
de eso. Todavía me culpa por todos sus problemas.
Peter se arrancó la
camisa y me abrazó a él. —Todavía no puedo creer que la hija de Carlos Espósito
está parada frente a mí, he estado contigo todo este tiempo y no tenía ni idea.
Lo empujé lejos. —No soy la
hija de Carlos Espósito, Peter. Eso fue lo que dejé atrás. Soy Lali. ¡Sólo
Lali! —dije, caminando al closet. Arranqué una camisa de su gancho y me la
puse.
Suspiró. —Lo siento.
Estoy un poco sorprendido.
— ¡Solamente soy yo!
—Llevé las palmas de mis manos contra mi pecho, desesperada porque entendiera.
—Sí, pero…
—Pero nada. La manera en
que me estás mirando en este instante. Es justamente por eso que no te lo había
dicho. —Cerré los ojos—. No voy a vivir así de nuevo, Pit. Ni siquiera contigo.
— ¡Whoa! Cálmate, Pigeon.
No nos dejemos llevar. —Sus ojos se concentraron y caminó hacia mí,
envolviéndome en sus brazos—. No me importa lo que fuiste o lo que ya no eres.
Sólo te quiero a ti.
—Entonces, supongo que
tenemos eso en común.
Me llevó hacia la cama,
sonriéndome. —Somos sólo tú y yo contra el mundo, Pidge.
Me acurruqué junto a él,
acomodándome en el colchón. Nunca planeé que nadie excepto Eugenia se enterara
de Carlos, y nunca esperé que mi novio perteneciera a una familia de
aficionados al póker. Suspiré profundo, presionando mi mejilla contra su pecho.
— ¿Qué sucede? —Preguntó.
—No quiero que nadie se
entere, Pit. No quería que tú te enteraras.
—Te amo, Lali. No lo
volveré a mencionar, ¿de acuerdo? Tu secreto está a salvo conmigo. —dijo,
besando mi frente.
****
—Sr. Lanzani, ¿Cree que
puede bajar el tono hasta después de la clase? —dijo el Profesor Cheney,
refiriéndose a mi risa mientras Peter enterraba su nariz en mi cuello.
Aclaré mi garganta,
sintiendo como mis mejillas se encendían en vergüenza.
—No lo creo, Dr. Cheney.
¿Le ha echado un buen vistazo a mi chica? —dijo Peter, señalándome.
La risa inundó el salón,
y mi cara se incendió. El Profesor Cheney me miró con cara medio divertida y
medio incomoda, y luego le sacudió la cabeza a Peter.
—Sólo haga lo mejor que
pueda. —dijo Cheney.
La clase se volvió a
reír, y yo me hundí en mi asiento. Peter recostó su brazo en la espalda de mi
silla, y la clase continuó. Luego de que terminara la hora, Peter me acompañó a
mi próxima clase.
—Perdóname si te
avergüenzo. No lo puedo evitar.
—Inténtalo.
Pablo caminó junto a
nosotros, y cuando le devolví su asentimiento con una sonrisa educada, sus ojos
brillaron. —Hola, Lali. Te veo adentro. —Caminó al salón, y Peter lo fulminó
por unos tensos segundos.
—Oye —Jalé su brazo hasta
que me miró—. Olvídate de él.
—Le ha estado diciendo a
los chicos en la fraternidad que aún lo llamas.
—Eso no es verdad. —dije,
inafectada.
—Yo lo sé, pero ellos no.
Dice que sólo está esperando su turno. Le dijo a Brad que tú sólo estás
esperando por el momento correcto para dejarme, y que lo llamas para decirle
cuán infeliz eres. Me está empezando a molestar.
—Tiene una gran
imaginación. —Miré a Pablo, y cuando se encontró con mis ojos lo fulminé con la
mirada.
— ¿Te enojarías si te
avergüenzo una vez más?
Me encogí de hombros, y Peter
no perdió tiempo en meterme al salón. Se detuvo en mi mesa, poniendo mi bolso
en el piso. Miró a Pablo y luego me jaló hacia él, y me besó, profundo y
determinado. Trabajó mis labios en su usual manera reservada sólo para el
dormitorio, y no pude evitar tomar su camisa con ambos puños.
Los murmullos y las risas
se volvieron más fuertes luego de que era claro que Peter no se iba a apartar
pronto.
— ¡Creo que la dejó
embarazada! —Alguien desde el final del salón gritó, riéndose.
Me separé con los ojos
cerrados, tratando de recuperar mi aliento. Cuando miré a Peter, él me devolvía
la mirada con la misma fuerza retenida.
—Sólo intentaba probar un
punto. —Murmuró.
—Buen punto. —Asentí.
Peter sonrió, besó mi
mejilla y luego miró a Pablo quien estaba echando humo en su asiento.
—Te veo en el almuerzo.
—Guiñó.
Caí en mi silla y
suspiré, tratando de disipar el hormigueo en medio de mis piernas.
Soporté toda la clase de
Cálculo, y cuando la hora terminó, vi a Pablo apoyado en la pared junto a la
puerta.
—Pablo. —Asentí.
Determinada en no darle la reacción que él quería.
—Sé que estás con él, no
tiene que violarte en frente de toda una clase para mostrármelo.
Me detuve de inmediato y
me preparé para atacar. —Entonces, tal vez deberías dejar de decirle a tus hermanos
de fraternidad que yo todavía te llamo. Lo vas a molestar demasiado, y no me
voy a sentir mal cuando entierre su bota en tu trasero.
Arrugó la nariz.
—Escúchate. Te has estado juntando demasiado con Peter.
—No, está soy yo.
Es solamente un lado de mí que no conocías.
—No fue como si me
hubieras dado la oportunidad, ¿cierto?
Suspiré. —No quiero
pelear contigo, Pablo. Simplemente no funcionó, ¿está bien?
—No, no está bien. ¿Crees
que disfruté siendo el hazme reír de Eastern? Peter Lanzani es el tipo que
apreciamos sólo porque nos hace lucir bien. Él usa a las chicas, las bota, e
incluso los mayores idiotas de Eastern parecen Príncipes Azules frente a Peter.
— ¿Cuándo vas a abrir los
ojos y vas a ver que él es diferente ahora?
—Él no te ama, Lali.
Solamente eres un brillante juguete nuevo. Aunque luego de la escena que hizo
en el salón, asumo que ya no eres tan brillante.
Mi mano voló a su cara
antes de darme cuenta que lo había hecho.
—Si hubieras esperado dos
segundos, te hubiera ahorrado el esfuerzo, Pidge. —dijo Peter, empujándome
detrás de él.
Tomé su brazo. —Peter,
no.
Pablo se veía un poco
nervioso, mientras el perfecto contorno rojo de mi mano aparecía en su mejilla.
—Te lo advertí. —dijo Peter,
empujando a Pablo violentamente contra la pared.
La mandíbula de Pablo se
tensó, y me fulminó con la mirada. —Considera esto un cierre, Peter. Ahora
puedo ver que ustedes dos están hechos el uno para el otro.
—Gracias. —dijo Peter,
llevando su brazo a mis hombros.
Pablo se separó de la
pared y caminó inmediatamente al otro lado del pasillo, hacia las escaleras,
cerciorándose de que Peter no lo seguía con una rápida mirada.
— ¿Estás bien? —Preguntó Peter.
—Me duele la mano.
Sonrió. —Eso fue
asombroso, Pidge. Estoy impresionado.
—Probablemente me va a
demandar y terminaré pagando su carrera en Harvard. ¿Qué estás haciendo aquí?
Pensé que nos íbamos a encontrar en la cafetería.
Un lado de su boca se
levantó en una sonrisa maliciosa. —No me podía concentrar en clases. Todavía
estoy sintiendo ese beso.
Miré por el pasillo y
luego a él. —Ven conmigo.
Sus cejas se unieron
sobre su sonrisa. — ¿Qué?
Caminé hacia atrás,
arrastrándolo hasta que sentí la manilla del laboratorio de Física. La puerta
se abrió, y con una mirada hacia atrás, vi que estaba solo y oscuro. Jalé su
mano, riéndome por su expresión confusa, y luego tranqué la puerta, empujándolo
contra ella.
Lo besé y se rió. — ¿Qué
estamos haciendo?
—No quiero que no seas
capaz de concentrarte en clases. —dije, besándolo de nuevo. Me levantó y enredé
mis piernas a su alrededor.
—No estoy seguro de qué
hice sin ti todo este tiempo —dijo, sosteniéndome con una mano y
desabotonándose el cinturón con la otra—. Pero nunca lo quiero
averiguar. Eres todo lo que siempre he querido, Pigeon.
—Solo recuerda eso cuando
tome todo tu dinero en el próximo juego de póker —dije, quitándome la camisa.
CONTINUARÁ...
+++++++++++
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