DIECINUEVE
— ¿Lali? —dijo Nicolás,
tocando la puerta—. Euge va a hacer algunas diligencias, quiere que lo sepas en
caso de que quieras ir con ella.
Peter no había apartado
sus ojos de los míos. — ¿Pidge?
—Sí —Llamé a Nicolás—.
Tengo algunas cosas que necesito comprar.
—Bien, ella estará lista
para irse cuando tú lo estés —dijo Nicolás, sus pasos desaparecieron por el
pasillo.
— ¿Pidge?
Tiré un par de cosas del
armario y las coloqué a su lado.
— ¿Podemos hablar de esto
más tarde? Tengo que hacer muchas cosas hoy.
—Seguro —dijo con una
sonrisa artificial.
Fue un alivio cuando
llegué al baño, apresuradamente cerré la puerta detrás de mí. Tenía dos semanas
en el apartamento, y no había manera de que pudiera posponer la conversación
por tanto tiempo. La parte lógica de mi cerebro insiste en que Pablo era mi
tipo: atractivo, inteligente e interesado en mí. ¿Por qué me molestaba con Peter
por algo que yo nunca entendería?
Cualquiera que sea la
razón, esto nos está volviendo locos a ambos. Estaba dividida por dos personas
diferentes; La persona dócil y educada que era con Pablo, y la persona furiosa,
confundida y frustrada que me volvía cerca de Peter. Toda la escuela había sido
testigo de cómo Peter era impredecible, por no decir que volátil.
Me vestí rápidamente,
dejando a Peter y Nicolás para irme al centro comercial con Eugenia. Ella reía
por su aventura sexual con Nicolás, y yo escuchaba asintiendo con la cabeza en
las partes correctas. Era difícil concentrarme en el tema en cuestión con los
diamantes de mi pulsera creando pequeños puntos de luz en el techo del auto,
recordándome la elección que tenía que hacer frente. Peter quería una
respuesta, y yo no tenía una.
—Está bien, Lali. ¿Qué
está pasando? Has estado muy callada.
—Está cosa con Peter… es
un desastre.
— ¿Por qué? —dijo ella, sus lentes de sol se levantaron cuando
ella frunció su nariz.
—Él me ha preguntado qué
vamos a hacer.
— ¿Qué vas a hacer tu?
¿Estás saliendo con Pablo o qué?
—Me gusta, pero sólo ha
sido una semana. No es serio o algo.
—Tienes sentimientos por Peter,
¿O no?
Negué con mi cabeza. —No
sé lo que siento por él. Sólo no veo lo que está sucediendo, Euge. Él es una
cosa demasiada mala.
—Ninguno de los dos va a
salir y admitir que ese es el problema. Están tan asustados de lo que podría
ocurrir que estás luchando con dientes y uñas. Sé que es un hecho que si miras
a Peter a los ojos y le dices que lo quieres, él nunca mirara a otra chica
nuevamente.
— ¿Sabes que es un hecho?
—Sí. Tengo un chivo
espiratorio, ¿recuerdas?
Detuve mis pensamientos
por un momento. Peter debió de haber estado hablando con Nicolás sobre mí, pero
Nicolás no tiene el coraje de írselo a decir a Eugenia. Él sabe que ella me lo
diría, eso me dejaba llegar a una conclusión: Eugenia los había escuchado.
Quería preguntarle qué fue lo que dijeron, pero lo pensé mejor.
—Esta situación me
romperá el corazón, seguro que ocurrirá —dije, negando con la cabeza—. No creo
que él sea capaz de ser fiel.
—Él no era capaz de tener
una amistad con una mujer, tampoco, pero ustedes dos han dejado en shock a todo
Eastern.
Toqué mi pulsera y
suspiré. —No sé. No me importa cómo sean las cosas. Sólo podemos ser amigos.
Eugenia negó con la
cabeza. —Excepto que no son sólo amigos —suspiró—. ¿Sabes, qué? Esta
conversación terminó. Vamos a cortarte el cabello y maquillarte. Voy a
comprarte un nuevo conjunto de ropa por tu cumpleaños.
—Creo que eso es
exactamente lo que necesito —sonreí.
Después de horas de
manicura, pedicura, siendo peinada, encerada y maquillada, metí mis pies en mis
brillantes zapatillas amarillas y me vestí mi nuevo vestido gris.
—Ahora, ¡Esta es
la Lali que conozco y amo! —rió ella, sacudiendo su cabeza hacia mi conjunto—.
Tienes que usar esto en la fiesta de mañana.
— ¿No era este el plan
desde el principio? —dije, sonriendo. Mi celular sonó en mi bolso, y lo sostuve
en mi oído—. ¿Hola?
— ¡Es la hora de la cena!
¿A dónde demonios han ido ustedes dos? —dijo Peter.
—Nuestras indulgencias
eran mimarnos un poco. Tú y Nico sabían cómo comer antes de que saliéramos del
departamento. Estoy segura de que puedes manejarlo.
—Bueno, no, joder. Nos
preocupamos por ustedes, ya sabes.
Mire a Eugenia y sonreí.
—Estamos bien.
—Dile que regresaremos en
poco tiempo. Tengo que detenerme a recoger unas notas de Nico con Brasil, y
entonces iremos a casa.
— ¿La has escuchado?
—pregunté.
—Sí. Nos vemos luego,
Pidge.
Condujimos hacia Brasil
en silencio. Eugenia apagó el motor, mirando el edificio de apartamentos
adelante. Nicolás le pidió a Eugenia que recogiera unas notas, pero no tenía
sentido; estábamos justo a una calle del apartamento de Nicolás y Peter.
— ¿Qué va mal, Euge?
—Brasil me da
escalofríos. La última vez que estuve aquí con Nico, él estuvo todo el tiempo
coqueteándome.
—Bueno, yo iré contigo.
Si él se atreve si quiera a guiñarte el ojo, voy a apuñalarlo en el ojo con mis
tacones nuevos, ¿De acuerdo?
Eugenia sonrió y me
abrazó. — ¡Gracias, Lali!
Nos dirigimos a la parte
trasera del edificio, y Eugenia tomó una profunda respiración antes de tocar la
puerta. Esperamos, pero nadie abrió.
—Supongo que no está
aquí, ¿no? —pregunté.
—Está aquí —dijo,
irritada. Golpeó la puerta de madera con el costado de su puño y luego la
puerta se abrió.
— ¡FELIZ CUMPLEAÑOS!
—gritó la multitud desde adentro.
El techo estaba lleno con
burbujas rosas y negras, cada centímetro estaba cubierto con globos de helio,
con largas cadenas plateadas colgadas hasta llegar a las caras de los
invitados. La multitud se separó, y Peter se acercó a mí con una amplia
sonrisa, tocando cada lado de mi rostro y besando mi frente.
—Feliz cumpleaños,
Pigeon.
—Es hasta mañana —dije.
Aún en shock, tratando de sonreírle a todo el mundo.
Peter se encogió de
hombros. —Bueno, ya que podrías sospecharlo, decidimos hacer algunos cambios al
último minuto y sorprenderte. ¿Sorprendida?
— ¡Mucho! —dije mientras Gastón
me abrazaba.
— ¡Feliz cumpleaños,
nena! —dijo Gastón, besando mis labios.
Eugenia me dio un codazo.
— ¡Qué bueno que tuviste que hacer algunas diligencias conmigo hoy, o te
hubieras presentado como una fodonga!
—Te ves grandiosa —dijo Peter,
escaneando mi vestido.
Brasil me abrazó,
presionando su mejilla con la mía. —Y espero que sepas que Eugenia me dijo que
Brasil le daba escalofríos justo antes de llegar aquí.
Miré a Eugenia, y ella
rió. —Funcionó, ¿no?
Una vez que todos se
turnaron para abrazarme y desearme un feliz cumpleaños, me incliné hacia el
oído de Eugenia. — ¿Dónde está Pablo?
—Llegará más tarde
—susurró—. Nicolás no podía conseguir su teléfono para informarle que sería
esta tarde.
Brasil subió el volumen
de la música y todo el mundo grito. — ¡Ven aquí, Lali! —dijo, caminando hacia
la cocina. Él alineó varios caballitos en el mostrador y sacó una botella de
tequila del bar—. Feliz cumpleaños de parte del equipo de fútbol, pequeña
—sonrió, llenando cada vaso de Petron—. Esta es la manera en que nosotros
hacemos los cumpleaños: Cumplirás diecinueve, tiene diecinueve bebidas. Puedes
beber todo o no terminarlo, pero mientras más bebas, más de estos consigues
—dijo, abanicándose con un puñado de billetes de veinte dólares.
— ¡Oh, Dios mío! —chillé.
— ¡Bebe todo, Pidge!
—dijo Peter.
Miré a Brasil,
sospechosamente. — ¿Tendré veinte por cada caballito que beba?
—Así es, peso ligero. Por
tu tamaño, diré que voy a perder sesenta dólares al final de la noche.
—Reconsidéralo otra vez,
Brasil —dije, agarrando el primer vaso, dejándolo entre mis labios, echando mi
cabeza hacia atrás para vaciar el caballito y luego limpiar mi boca con mi otra
mano.
—¡Mierda! —exclamó Peter.
—Esto será realmente un
desperdicio, Brasil —dije, limpiando las esquinas de mi boca—. Prefiero Cuervo,
en vez de Petron.
La sonrisa de arrogancia
en el rostro de Brasil se desvaneció, y negó con su cabeza y se encogió de
hombros. —Acaba con esto, entonces. Tengo la billetera llena de billetes de
doce jugadores de fútbol que dicen que no puedes terminar diez.
Entrecerré mis ojos.
—Doble o nada, yo digo que puedo beber quince.
— ¡Wau! —gritó Nicolás—.
¡No podemos hospitalizarte el día de tu cumpleaños, Lali!
—Ella puede hacerlo —dijo
Eugenia, mirando a Brasil.
— ¿Cuarenta dólares por
cada trago? —dijo Brasil, pareciendo inseguro.
— ¿Tienes miedo?
—pregunté.
— ¡Diablos, no! Te daré
veinte por trago, y cuando llegues a quince, duplicaré el total.
—Así es como se celebran
los cumpleaños en Kansas —dije, tomando otro vaso.
Una hora y tres
caballitos más tarde, estaba en la sala bailando con Peter. La canción era una
balada rock, y Peter cantaba la canción para mí mientras bailábamos. Él se
inclinó hacia mí al final del primer coro, y permití que mis brazos cayeran
detrás de mí. Él me sostuvo mientras me recargaba en él, y suspiré.
—No podré hacer esto
cuando haya terminado con todos esos tragos —reí.
— ¿Te he dicho que te ves
increíble esta noche?
Negué con la cabeza y lo
abracé, recargando mi cabeza en su hombro. Él apretó su agarré, y enterró su
cara en mi cuello, haciendo que olvidara sobre decisiones o brazaletes o mis
personalidades diferentes; Estaba exactamente donde quería estar.
Cuando la música cambió a
un ritmo más rápido, la puerta se abrió. —¡Pablo! —dije, corriendo a
abrazarlo—. ¡Llegaste!
—Lamento llegar tarde, La
—dijo, presionando sus labios contra los míos—. Feliz cumpleaños.
—Gracias —dije, viendo a Peter
observándonos por el rabillo de mi ojo.
Pablo levantó mi muñeca.
—La estás usando.
—Dije que lo haría.
¿Quieres bailar?
Negó con su cabeza. —Uh…
Yo no bailo.
—Oh, bueno, ¿Quieres ser
testigo de mi bebida número cinco de Petron? —Sonreí, sosteniendo mis cinco
billetes de veinte—. Tendré el doble si al final de la noche tomó quince.
—Eso es un poco
peligroso, ¿no?
Me incliné hacia su oído.
—Voy a acabar con ellos. He jugado a este juego con mi padre desde que tengo
dieciséis.
—Oh —dijo, frunciendo el
ceño con desaprobación—. ¿Bebías tequila con tu papá?
Me encogí de hombros.
—Era su manera de pasar el tiempo juntos.
Pablo no parecía
impresionado cuando sus ojos se apartaron de los míos, escaneando la multitud.
—No puedo quedarme mucho tiempo. Me iré temprano a un viaje de caza con mi
padre.
—Fue buena idea que mi
fiesta fuera esta noche, o no hubieras podido venir mañana —dije, sorprendida
de escuchar sus planes.
Él sonrió y tomó mi mano.
—Hubiera regresado a tiempo.
Tiré de él hacia el
mostrador, tomé otro vaso y lo bebí, lo dejé caer fuertemente en el mostrador
como lo hice anteriormente con el cinco. Brasil me dio otro billete, y baile
hacia la sala. Peter me agarró y bailamos con Eugenia y Nicolás.
Nicolás me dio un golpe
en el trasero.
—¡Uno! —Agregó Eugniaa
dándome un segundo manotazo en el trasero, y luego todo el mundo en la fiesta
se unió, incluyendo Pablo.
En el número diecinueve, Peter
frotó sus manos. —Mi turno.
Froté mi trasero
adolorido. — ¡Se amable! ¡Me duele el trasero! —Con una sonrisa malvada, él
tomó impulso. Cerré mis ojos con fuerza. Después de unos momentos, los entre
abrí de nuevo. Justo antes de que su mano hiciera contacto, él se detuvo y me
dio una suave palmada.
— ¡Diecinueve! —exclamó.
Los invitados
aplaudieron, y Eugenia comenzó una versión borracha de la canción Feliz
Cumpleaños. Reí cuando llegó la parte de cantar mi nombre y la habitación
entera cantó ―Pigeon‖.
Otra lenta canción
provino del equipo de música, y Pablo me llevó a la improvisada pista de baile.
No me tomó mucho tiempo averiguar porque no bailaba.
—Lo siento —dijo después
de pisar mis pies por tercera vez.
Apoyé mi cabeza contra su
hombro. —Lo estás haciendo muy bien —mentí.
— ¿Qué vas a hacer el
lunes en la noche?
— ¿Cenar contigo?
—Sí. En mi nuevo
apartamento.
— ¡Encontraste uno!
Él rió y asintió. —Vamos
a ordenar algo, sin embargo. Mi comida no es exactamente comestible.
—Me gustaría probarla, de
todos modos —Le sonreí.
Pablo miró alrededor de la habitación y entonces me llevó al
pasillo. Él gentilmente me presionó contra la pared, besándome con sus labios
suaves. Sus manos estaban en todas partes. Al principio, le seguí el juego, pero
después su lengua se adentró en mis labios, tuve la sensación de que lo que
estaba haciendo no era bueno.
—Está bien, Pablo —dije,
maniobrando para apartarlo.
—¿Todo bien?
—Creo es que descortés de
mi parte manosearme contigo en un rincón oscuro cuando tengo invitados por
allí.
Él sonrió y me besó otra
vez. —Tienes razón, lo siento. Sólo quería darte un memorable beso de
cumpleaños antes de irme.
—¿Ya te vas?
Él tocó mi mejilla.
—Tengo que despertarme en cuatro horas, La.
Apreté mis labios. —Bien.
¿Te veré el lunes?
—Me verás mañana. Me
detendré cuando esté de regreso.
Él me llevó a la puerta y
luego besó mi mejilla antes de irse. Noté que Nicolás, Eugenia y Peter estaban
mirándome fijamente.
—¡Papá se ha ido! —gritó Peter
cuando la puerta cerró—. ¡Hora de que la fiesta comience!
Todo el mundo aplaudió, y
Peter tiró de mí al centro de la pista.
—Un momento… iré por otro
trago —dije, llevándolo de la mano hacia el mostrador. Bajé de golpe el vaso
cuando terminé otro trago, y reí cuando Peter tomó uno de los del final,
haciendo muecas al bajar el caballito. Agarré otro, y tragué, y él hizo lo
mismo.
—Siete más, Lali —dijo
Brasil, y me entregó dos billetes de veinte dólares más.
Limpié mi boca mientras Peter
me llevaba a la sala otra vez. Baile con Eugenia, y luego Nicolás, pero cuando
Chris Jenks del equipo de fútbol trató de bailar conmigo, Peter tiró de él
hacia atrás por la camisa y negó con su cabeza.
Chris se encogió de
hombros y se dio la vuelta, bailo con la primera chica que vio. Cuando había
bebido diez tragos, el alcohol me golpeó con fuerza, y me sentí un poco mareada
al lado del sofá de Brasil con Eugenia, bailando como tontas.
Nos reíamos por todo,
agitando nuestros brazos en torno al ritmo.
Me tambaleé, casi cayendo
sobre el sofá, pero las manos de Peter estaban instantáneamente en mis caderas
para estabilizarme.
—¡Has probado tu punto!
—dijo—. Has bebido más que cualquier otra chica que he conocido. No te dejaré
beber más.
—Al diablo contigo —dije
arrastrando las palabras—. Tengo seiscientos dólares que me esperan en esos
tragos, y tú de todas las personas no vas a decirme que no puedo hacer algo
extremo por dinero.
—Si lo que quieres es
dinero, Pidge…
—No estoy pidiéndote
dinero prestado —me burlé.
—Iba a sugerirte que
empeñaras el brazalete —Él sonrió.
Le di una palmada en el
brazo mientras Eugenia comenzaba una cuenta regresiva a la media noche. Cuando
las manecillas del reloj se posaron en el doce, todos celebramos.
Tenía diecinueve.
Eugenia y Nicolás besaron
cada una de mis mejillas, y Peter me levantó del suelo, girándome alrededor.
—Feliz cumpleaños, Pigeon
—dijo con una expresión suave.
Miré sus cálidos ojos
marrones por un momento, sintiéndome perdida dentro de ellos. La habitación
estaba congelada en el tiempo mientras nos miramos el uno al otro, tan cerca
que podía sentir su respiración en mi piel.
—¡Más tragos! —dije,
tambaleándome hacia el mostrador.
—Te ves acabada, Lali.
Creo que es hora de admitas que terminó tu noche —dijo Brasil.
—No soy una gallina
—dije—. Quiero ver mi dinero.
Brasil colocó un billete
de veinte debajo de los últimos dos vasos, y luego les gritó a sus compañeros
de juego. —¡Ella va a beber los últimos! ¡Necesito quince!
Todos ellos se quejaron y
rodaron sus ojos, sacando sus billeteras para sacar billetes de veinte al lado
del último trago. Peter había vaciado los cuatro tragos más al lado del número
quince.
—Nunca hubiera creído que
podría perder cincuenta dólares en una apuesta de quince tragos con una chica
—se quejó Chris.
—Créelo, Jenks —dije,
tomando un vaso con una mano.
Bajé el vaso y esperé que
el vómito se elevara en mi garganta para salir.
—¿Pigeon? —preguntó Peter,
dando un paso en mi dirección.
Levanté un dedo y Brasil
sonrió. —Ella va a perder —dijo.
—No, no lo hará —Eugenia
negó con su cabeza—. Respira profundo, Lali.
Cerré mis ojos e inhalé,
tragando lo último de mi bebida.
—¡Santo Dios, Lali! ¡Vas
a morir envenenada de alcohol! —gritó Nicolás.
—Ella lo tiene —Eugenia
le aseguró.
Levanté mi cabeza y
permití que el tequila bajara por mi garganta.
Mis dientes y labios se
habían entumecido desde el trago número ocho, y los efectos en ese trago había
hecho que estuviera casi en el borde.
La fiesta entera estalló
en silbidos y gritos mientras Brasil me daba un fajo de billetes.
—Gracias —dije con
orgullo, metiendo el dinero en mi sujetador.
—Eres increíblemente sexy
justo ahora —dijo Peter en mi oreja mientras caminamos a la sala.
Bailamos hasta la mañana,
y el tequila corrió a través de mis venas hasta que me adentró en el olvido.
CONTINUARÁ...
me encantooooo .. subi otrooooooo
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