lunes, 17 de noviembre de 2014

Capítulo 7

DIECINUEVE


— ¿Lali? —dijo Nicolás, tocando la puerta—. Euge va a hacer algunas diligencias, quiere que lo sepas en caso de que quieras ir con ella.

Peter no había apartado sus ojos de los míos. — ¿Pidge?

—Sí —Llamé a Nicolás—. Tengo algunas cosas que necesito comprar.

—Bien, ella estará lista para irse cuando tú lo estés —dijo Nicolás, sus pasos desaparecieron por el pasillo.

— ¿Pidge?

Tiré un par de cosas del armario y las coloqué a su lado.

— ¿Podemos hablar de esto más tarde? Tengo que hacer muchas cosas hoy.

—Seguro —dijo con una sonrisa artificial.

Fue un alivio cuando llegué al baño, apresuradamente cerré la puerta detrás de mí. Tenía dos semanas en el apartamento, y no había manera de que pudiera posponer la conversación por tanto tiempo. La parte lógica de mi cerebro insiste en que Pablo era mi tipo: atractivo, inteligente e interesado en mí. ¿Por qué me molestaba con Peter por algo que yo nunca entendería?

Cualquiera que sea la razón, esto nos está volviendo locos a ambos. Estaba dividida por dos personas diferentes; La persona dócil y educada que era con Pablo, y la persona furiosa, confundida y frustrada que me volvía cerca de Peter. Toda la escuela había sido testigo de cómo Peter era impredecible, por no decir que volátil.

Me vestí rápidamente, dejando a Peter y Nicolás para irme al centro comercial con Eugenia. Ella reía por su aventura sexual con Nicolás, y yo escuchaba asintiendo con la cabeza en las partes correctas. Era difícil concentrarme en el tema en cuestión con los diamantes de mi pulsera creando pequeños puntos de luz en el techo del auto, recordándome la elección que tenía que hacer frente. Peter quería una respuesta, y yo no tenía una.

—Está bien, Lali. ¿Qué está pasando? Has estado muy callada.

—Está cosa con Peter… es un desastre.
— ¿Por qué? —dijo ella, sus lentes de sol se levantaron cuando ella frunció su nariz.

—Él me ha preguntado qué vamos a hacer.

— ¿Qué vas a hacer tu? ¿Estás saliendo con Pablo o qué?

—Me gusta, pero sólo ha sido una semana. No es serio o algo.

—Tienes sentimientos por Peter, ¿O no?

Negué con mi cabeza. —No sé lo que siento por él. Sólo no veo lo que está sucediendo, Euge. Él es una cosa demasiada mala.

—Ninguno de los dos va a salir y admitir que ese es el problema. Están tan asustados de lo que podría ocurrir que estás luchando con dientes y uñas. Sé que es un hecho que si miras a Peter a los ojos y le dices que lo quieres, él nunca mirara a otra chica nuevamente.

— ¿Sabes que es un hecho?

—Sí. Tengo un chivo espiratorio, ¿recuerdas?

Detuve mis pensamientos por un momento. Peter debió de haber estado hablando con Nicolás sobre mí, pero Nicolás no tiene el coraje de írselo a decir a Eugenia. Él sabe que ella me lo diría, eso me dejaba llegar a una conclusión: Eugenia los había escuchado. Quería preguntarle qué fue lo que dijeron, pero lo pensé mejor.

—Esta situación me romperá el corazón, seguro que ocurrirá —dije, negando con la cabeza—. No creo que él sea capaz de ser fiel.

—Él no era capaz de tener una amistad con una mujer, tampoco, pero ustedes dos han dejado en shock a todo Eastern.

Toqué mi pulsera y suspiré. —No sé. No me importa cómo sean las cosas. Sólo podemos ser amigos.

Eugenia negó con la cabeza. —Excepto que no son sólo amigos —suspiró—. ¿Sabes, qué? Esta conversación terminó. Vamos a cortarte el cabello y maquillarte. Voy a comprarte un nuevo conjunto de ropa por tu cumpleaños.

—Creo que eso es exactamente lo que necesito —sonreí.

Después de horas de manicura, pedicura, siendo peinada, encerada y maquillada, metí mis pies en mis brillantes zapatillas amarillas y me vestí mi nuevo vestido gris.

—Ahora, ¡Esta es la Lali que conozco y amo! —rió ella, sacudiendo su cabeza hacia mi conjunto—. Tienes que usar esto en la fiesta de mañana.

— ¿No era este el plan desde el principio? —dije, sonriendo. Mi celular sonó en mi bolso, y lo sostuve en mi oído—. ¿Hola?

— ¡Es la hora de la cena! ¿A dónde demonios han ido ustedes dos? —dijo Peter.

—Nuestras indulgencias eran mimarnos un poco. Tú y Nico sabían cómo comer antes de que saliéramos del departamento. Estoy segura de que puedes manejarlo.

—Bueno, no, joder. Nos preocupamos por ustedes, ya sabes.

Mire a Eugenia y sonreí. —Estamos bien.

—Dile que regresaremos en poco tiempo. Tengo que detenerme a recoger unas notas de Nico con Brasil, y entonces iremos a casa.

— ¿La has escuchado? —pregunté.

—Sí. Nos vemos luego, Pidge.

Condujimos hacia Brasil en silencio. Eugenia apagó el motor, mirando el edificio de apartamentos adelante. Nicolás le pidió a Eugenia que recogiera unas notas, pero no tenía sentido; estábamos justo a una calle del apartamento de Nicolás y Peter.  

— ¿Qué va mal, Euge?

—Brasil me da escalofríos. La última vez que estuve aquí con Nico, él estuvo todo el tiempo coqueteándome.

—Bueno, yo iré contigo. Si él se atreve si quiera a guiñarte el ojo, voy a apuñalarlo en el ojo con mis tacones nuevos, ¿De acuerdo?

Eugenia sonrió y me abrazó. — ¡Gracias, Lali!

Nos dirigimos a la parte trasera del edificio, y Eugenia tomó una profunda respiración antes de tocar la puerta. Esperamos, pero nadie abrió.

—Supongo que no está aquí, ¿no? —pregunté.

—Está aquí —dijo, irritada. Golpeó la puerta de madera con el costado de su puño y luego la puerta se abrió.

— ¡FELIZ CUMPLEAÑOS! —gritó la multitud desde adentro.

El techo estaba lleno con burbujas rosas y negras, cada centímetro estaba cubierto con globos de helio, con largas cadenas plateadas colgadas hasta llegar a las caras de los invitados. La multitud se separó, y Peter se acercó a mí con una amplia sonrisa, tocando cada lado de mi rostro y besando mi frente.  

—Feliz cumpleaños, Pigeon.

—Es hasta mañana —dije. Aún en shock, tratando de sonreírle a todo el mundo.

Peter se encogió de hombros. —Bueno, ya que podrías sospecharlo, decidimos hacer algunos cambios al último minuto y sorprenderte. ¿Sorprendida?

— ¡Mucho! —dije mientras Gastón me abrazaba.

— ¡Feliz cumpleaños, nena! —dijo Gastón, besando mis labios.

Eugenia me dio un codazo. — ¡Qué bueno que tuviste que hacer algunas diligencias conmigo hoy, o te hubieras presentado como una fodonga!  

—Te ves grandiosa —dijo Peter, escaneando mi vestido.

Brasil me abrazó, presionando su mejilla con la mía. —Y espero que sepas que Eugenia me dijo que Brasil le daba escalofríos justo antes de llegar aquí.

Miré a Eugenia, y ella rió. —Funcionó, ¿no?

Una vez que todos se turnaron para abrazarme y desearme un feliz cumpleaños, me incliné hacia el oído de Eugenia. — ¿Dónde está Pablo?

—Llegará más tarde —susurró—. Nicolás no podía conseguir su teléfono para informarle que sería esta tarde.

Brasil subió el volumen de la música y todo el mundo grito. — ¡Ven aquí, Lali! —dijo, caminando hacia la cocina. Él alineó varios caballitos en el mostrador y sacó una botella de tequila del bar—. Feliz cumpleaños de parte del equipo de fútbol, pequeña —sonrió, llenando cada vaso de Petron—. Esta es la manera en que nosotros hacemos los cumpleaños: Cumplirás diecinueve, tiene diecinueve bebidas. Puedes beber todo o no terminarlo, pero mientras más bebas, más de estos consigues —dijo, abanicándose con un puñado de billetes de veinte dólares.

— ¡Oh, Dios mío! —chillé.

— ¡Bebe todo, Pidge! —dijo Peter.  

Miré a Brasil, sospechosamente. — ¿Tendré veinte por cada caballito que beba?

—Así es, peso ligero. Por tu tamaño, diré que voy a perder sesenta dólares al final de la noche.

—Reconsidéralo otra vez, Brasil —dije, agarrando el primer vaso, dejándolo entre mis labios, echando mi cabeza hacia atrás para vaciar el caballito y luego limpiar mi boca con mi otra mano.

—¡Mierda! —exclamó Peter.  

—Esto será realmente un desperdicio, Brasil —dije, limpiando las esquinas de mi boca—. Prefiero Cuervo, en vez de Petron.

La sonrisa de arrogancia en el rostro de Brasil se desvaneció, y negó con su cabeza y se encogió de hombros. —Acaba con esto, entonces. Tengo la billetera llena de billetes de doce jugadores de fútbol que dicen que no puedes terminar diez.

Entrecerré mis ojos. —Doble o nada, yo digo que puedo beber quince.

— ¡Wau! —gritó Nicolás—. ¡No podemos hospitalizarte el día de tu cumpleaños, Lali!

—Ella puede hacerlo —dijo Eugenia, mirando a Brasil.

— ¿Cuarenta dólares por cada trago? —dijo Brasil, pareciendo inseguro.

— ¿Tienes miedo? —pregunté.

— ¡Diablos, no! Te daré veinte por trago, y cuando llegues a quince, duplicaré el total.

—Así es como se celebran los cumpleaños en Kansas —dije, tomando otro vaso.  

Una hora y tres caballitos más tarde, estaba en la sala bailando con Peter. La canción era una balada rock, y Peter cantaba la canción para mí mientras bailábamos. Él se inclinó hacia mí al final del primer coro, y permití que mis brazos cayeran detrás de mí. Él me sostuvo mientras me recargaba en él, y suspiré.

—No podré hacer esto cuando haya terminado con todos esos tragos —reí.

— ¿Te he dicho que te ves increíble esta noche?

Negué con la cabeza y lo abracé, recargando mi cabeza en su hombro. Él apretó su agarré, y enterró su cara en mi cuello, haciendo que olvidara sobre decisiones o brazaletes o mis personalidades diferentes; Estaba exactamente donde quería estar.

Cuando la música cambió a un ritmo más rápido, la puerta se abrió. —¡Pablo! —dije, corriendo a abrazarlo—. ¡Llegaste!

—Lamento llegar tarde, La —dijo, presionando sus labios contra los míos—. Feliz cumpleaños.

—Gracias —dije, viendo a Peter observándonos por el rabillo de mi ojo.

Pablo levantó mi muñeca. —La estás usando.

—Dije que lo haría. ¿Quieres bailar?

Negó con su cabeza. —Uh… Yo no bailo.

—Oh, bueno, ¿Quieres ser testigo de mi bebida número cinco de Petron? —Sonreí, sosteniendo mis cinco billetes de veinte—. Tendré el doble si al final de la noche tomó quince.

—Eso es un poco peligroso, ¿no?

Me incliné hacia su oído. —Voy a acabar con ellos. He jugado a este juego con mi padre desde que tengo dieciséis.

—Oh —dijo, frunciendo el ceño con desaprobación—. ¿Bebías tequila con tu papá?

Me encogí de hombros. —Era su manera de pasar el tiempo juntos.

Pablo no parecía impresionado cuando sus ojos se apartaron de los míos, escaneando la multitud. —No puedo quedarme mucho tiempo. Me iré temprano a un viaje de caza con mi padre.

—Fue buena idea que mi fiesta fuera esta noche, o no hubieras podido venir mañana —dije, sorprendida de escuchar sus planes.

Él sonrió y tomó mi mano. —Hubiera regresado a tiempo.

Tiré de él hacia el mostrador, tomé otro vaso y lo bebí, lo dejé caer fuertemente en el mostrador como lo hice anteriormente con el cinco. Brasil me dio otro billete, y baile hacia la sala. Peter me agarró y bailamos con Eugenia y Nicolás.

Nicolás me dio un golpe en el trasero.

—¡Uno! —Agregó Eugniaa dándome un segundo manotazo en el trasero, y luego todo el mundo en la fiesta se unió, incluyendo Pablo.

En el número diecinueve, Peter frotó sus manos. —Mi turno.

Froté mi trasero adolorido. — ¡Se amable! ¡Me duele el trasero! —Con una sonrisa malvada, él tomó impulso. Cerré mis ojos con fuerza. Después de unos momentos, los entre abrí de nuevo. Justo antes de que su mano hiciera contacto, él se detuvo y me dio una suave palmada.

— ¡Diecinueve! —exclamó.

Los invitados aplaudieron, y Eugenia comenzó una versión borracha de la canción Feliz Cumpleaños. Reí cuando llegó la parte de cantar mi nombre y la habitación entera cantó ―Pigeon.

Otra lenta canción provino del equipo de música, y Pablo me llevó a la improvisada pista de baile. No me tomó mucho tiempo averiguar porque no bailaba.

—Lo siento —dijo después de pisar mis pies por tercera vez.

Apoyé mi cabeza contra su hombro. —Lo estás haciendo muy bien —mentí.

— ¿Qué vas a hacer el lunes en la noche?

— ¿Cenar contigo?

—Sí. En mi nuevo apartamento.

— ¡Encontraste uno!

Él rió y asintió. —Vamos a ordenar algo, sin embargo. Mi comida no es exactamente comestible.

—Me gustaría probarla, de todos modos —Le sonreí.
Pablo miró alrededor de la habitación y entonces me llevó al pasillo. Él gentilmente me presionó contra la pared, besándome con sus labios suaves. Sus manos estaban en todas partes. Al principio, le seguí el juego, pero después su lengua se adentró en mis labios, tuve la sensación de que lo que estaba haciendo no era bueno.

—Está bien, Pablo —dije, maniobrando para apartarlo.

—¿Todo bien?

—Creo es que descortés de mi parte manosearme contigo en un rincón oscuro cuando tengo invitados por allí.

Él sonrió y me besó otra vez. —Tienes razón, lo siento. Sólo quería darte un memorable beso de cumpleaños antes de irme.

—¿Ya te vas?

Él tocó mi mejilla. —Tengo que despertarme en cuatro horas, La.

Apreté mis labios. —Bien. ¿Te veré el lunes?


—Me verás mañana. Me detendré cuando esté de regreso.

Él me llevó a la puerta y luego besó mi mejilla antes de irse. Noté que Nicolás, Eugenia y Peter estaban mirándome fijamente.

—¡Papá se ha ido! —gritó Peter cuando la puerta cerró—. ¡Hora de que la fiesta comience!

Todo el mundo aplaudió, y Peter tiró de mí al centro de la pista.  

—Un momento… iré por otro trago —dije, llevándolo de la mano hacia el mostrador. Bajé de golpe el vaso cuando terminé otro trago, y reí cuando Peter tomó uno de los del final, haciendo muecas al bajar el caballito. Agarré otro, y tragué, y él hizo lo mismo.

—Siete más, Lali —dijo Brasil, y me entregó dos billetes de veinte dólares más.

Limpié mi boca mientras Peter me llevaba a la sala otra vez. Baile con Eugenia, y luego Nicolás, pero cuando Chris Jenks del equipo de fútbol trató de bailar conmigo, Peter tiró de él hacia atrás por la camisa y negó con su cabeza.  

Chris se encogió de hombros y se dio la vuelta, bailo con la primera chica que vio. Cuando había bebido diez tragos, el alcohol me golpeó con fuerza, y me sentí un poco mareada al lado del sofá de Brasil con Eugenia, bailando como tontas.

Nos reíamos por todo, agitando nuestros brazos en torno al ritmo.

Me tambaleé, casi cayendo sobre el sofá, pero las manos de Peter estaban instantáneamente en mis caderas para estabilizarme.

—¡Has probado tu punto! —dijo—. Has bebido más que cualquier otra chica que he conocido. No te dejaré beber más.

—Al diablo contigo —dije arrastrando las palabras—. Tengo seiscientos dólares que me esperan en esos tragos, y tú de todas las personas no vas a decirme que no puedo hacer algo extremo por dinero.

—Si lo que quieres es dinero, Pidge…

—No estoy pidiéndote dinero prestado —me burlé.

—Iba a sugerirte que empeñaras el brazalete —Él sonrió.

Le di una palmada en el brazo mientras Eugenia comenzaba una cuenta regresiva a la media noche. Cuando las manecillas del reloj se posaron en el doce, todos celebramos.

Tenía diecinueve.

Eugenia y Nicolás besaron cada una de mis mejillas, y Peter me levantó del suelo, girándome alrededor.  

—Feliz cumpleaños, Pigeon —dijo con una expresión suave.

Miré sus cálidos ojos marrones por un momento, sintiéndome perdida dentro de ellos. La habitación estaba congelada en el tiempo mientras nos miramos el uno al otro, tan cerca que podía sentir su respiración en mi piel.

—¡Más tragos! —dije, tambaleándome hacia el mostrador.

—Te ves acabada, Lali. Creo que es hora de admitas que terminó tu noche —dijo Brasil.

—No soy una gallina —dije—. Quiero ver mi dinero.

Brasil colocó un billete de veinte debajo de los últimos dos vasos, y luego les gritó a sus compañeros de juego. —¡Ella va a beber los últimos! ¡Necesito quince!

Todos ellos se quejaron y rodaron sus ojos, sacando sus billeteras para sacar billetes de veinte al lado del último trago. Peter había vaciado los cuatro tragos más al lado del número quince.  

—Nunca hubiera creído que podría perder cincuenta dólares en una apuesta de quince tragos con una chica —se quejó Chris.

—Créelo, Jenks —dije, tomando un vaso con una mano.

Bajé el vaso y esperé que el vómito se elevara en mi garganta para salir.

—¿Pigeon? —preguntó Peter, dando un paso en mi dirección.

Levanté un dedo y Brasil sonrió. —Ella va a perder —dijo.

—No, no lo hará —Eugenia negó con su cabeza—. Respira profundo, Lali.

Cerré mis ojos e inhalé, tragando lo último de mi bebida.

—¡Santo Dios, Lali! ¡Vas a morir envenenada de alcohol! —gritó Nicolás.

—Ella lo tiene —Eugenia le aseguró.

Levanté mi cabeza y permití que el tequila bajara por mi garganta.

Mis dientes y labios se habían entumecido desde el trago número ocho, y los efectos en ese trago había hecho que estuviera casi en el borde.

La fiesta entera estalló en silbidos y gritos mientras Brasil me daba un fajo de billetes.

—Gracias —dije con orgullo, metiendo el dinero en mi sujetador.

—Eres increíblemente sexy justo ahora —dijo Peter en mi oreja mientras caminamos a la sala.  


Bailamos hasta la mañana, y el tequila corrió a través de mis venas hasta que me adentró en el olvido.



CONTINUARÁ...

2 comentarios: