PUNTO CRUCIAL (Parte 1)
La cita por la noche
superó todas mis expectativas. Comimos comida china mientras yo reía ante las
habilidades de Pablo con los palillos. Cuando él me llevó a casa, Peter abrió
antes de que pudiera darme un beso. Cuando salimos el miércoles por la noche,
Pablo se aseguró de besarme en el coche.
El jueves durante el
almuerzo, Pablo me encontró en la cafetería y sorprendió a todos cuando se
sentó en el lugar de Peter. Cuando Peter terminó su cigarrillo y entró, caminó
pasando a Pablo con indiferencia, sentándose al final de la mesa. Megan se
acercó a él, pero se mostró decepcionada cuando él la despidió con la mano.
Después de eso, todos en la mesa estaban en silencio y me resultaba difícil
concentrarme en cualquier cosa que Parker decía.
—Asumo que no estaba
invitado —dijo Pablo, capturando mi atención.
— ¿Qué?
—He oído que tu fiesta de
cumpleaños es el domingo. ¿No estoy invitado?
Eugenia miró a Peter,
quien miró a Pablo, como si estuviera a punto de arrancarle la cabeza.
—Era una fiesta sorpresa,
Pablo. —dijo Eugnia en voz baja.
—Oh. —dijo Pablo,
encogiéndose.
— ¿Me estás dando una
fiesta sorpresa? —Le pregunté a Eugenia.
Ella se encogió de
hombros. —La idea fue de Pit. Es en el lugar de Brasil el domingo. Seis de la
tarde.
Las mejillas de Pablo se
tornaron de un rojo tenue. —Supongo que ahora realmente no estoy
invitado.
— ¡No! ¡Por supuesto que
lo estás! —dije, sosteniendo su mano por encima de la mesa. Doce pares de ojos
se centraron en nuestras manos. Pude notar que Pablo estaba tan incómodo con la
atención al igual que yo, así que retiré mi mano.
Pablo se puso de pie.
—Tengo algunas cosas que hacer antes de clases. Te llamaré más tarde.
—Está bien. —dije,
ofreciéndole una sonrisa de disculpa.
Pablo se inclinó sobre la
mesa y me besó en los labios. El silencio en la mesa se prolongó y Eugenia me
dio un codazo después de que Pablo se marchó.
— ¿No es espeluznante
cómo todo el mundo te mira? —Susurró. Ella miró a su alrededor con el ceño
fruncido—. ¿Qué? —Gritó Eugenia—. ¡Ocúpense de sus asuntos, pervertidos!
Uno por uno se volvieron
hacia otro lado y los murmullos continuaron.
Me cubrí los ojos con las
manos. —Sabes, antes era patética porque pensaban que era la novia de Peter.
Ahora soy mala porque todo el mundo piensa que estoy rebotando entre Peter y Pablo
como una pelota de ping pon. —Cuando Eugenia no hizo ningún comentario, la
miré—. ¿Qué? ¡No me digas que tú también crees esa mierda!
— ¡No he dicho nada!
—dijo.
La miré con incredulidad.
— ¿Pero eso es lo que tú piensas?
Eugenia negó con la
cabeza, pero no dijo nada más. Las heladas miradas de los otros estudiantes de
pronto eran aparentes y me puse de pie, caminando hasta el final de la mesa.
—Tenemos que hablar.
—dije, tocando el hombro de Peter. Traté de sonar amable, pero la ira
burbujeando dentro de mí provocó un filo a mis palabras. La población
estudiantil, incluyendo mi mejor amiga, pensaba que estaba haciendo malabares
con dos hombres. Sólo había una solución.
—Pues habla —dijo Peter,
lanzando algo empanado y frito en su boca.
Me inquieté, notando las
miradas curiosas de todos a nuestro alcance. Cuando Peter seguía sin moverse,
lo agarré del brazo y le di un buen tirón. Se levantó y me siguió afuera con
una sonrisa en su rostro.
— ¿Qué, Pidge? —dijo,
mirando de mi mano a su brazo y luego a mí.
—Tienes que dejarme salir
de la apuesta —le supliqué.
Su cara cayó. — ¿Te
quieres ir? ¿Por qué? ¿Qué he hecho?
—No hiciste nada, Pit.
¿No has notado a todo el mundo mirándonos? Estoy convirtiéndome rápidamente en
la paria de la Universidad de Eastern.
Peter sacudió la cabeza y
encendió un cigarrillo. —No es mi problema.
—Sí, lo es. Pablo
dijo que todo el mundo piensa que tiene deseos de morir porque estás enamorado
de mí.
Las cejas de Peter se
levantaron y se atragantó con el soplo de humo que acababa de inhalar. — ¿La
gente está diciendo eso? —dijo, mientras tocía.
Asentí con la cabeza.
Miró a lo lejos con los ojos muy abiertos, tomando otra calada.
— ¡ Peter! ¡Tienes que
dejarme salir de la apuesta! No puedo salir con Pablo y vivir contigo al mismo
tiempo. ¡Se ve terrible!
—Deja de salir con Pablo.
Lo fulminé con la mirada.
—Ese no es el problema y lo sabes.
— ¿Es esa la única razón
por la que quieres irte? ¿Por lo que dice la gente?
—Por lo menos antes yo
era la tonta y tú eras el tipo malo. —me quejé.
—Responde la pregunta,
Pidge.
— ¡Sí!
Peter miró más allá de mí
a los estudiantes que entraban y salían de la cafetería. Él estaba deliberando
y me impacienté mientras él tomaba su decisión.
Finalmente, se mantuvo
firme, resuelto. —No.
Negué con la cabeza,
segura de haber entendido mal.
— ¿Disculpa?
—No. Tú misma lo dijiste:
una apuesta es una apuesta. Después del mes, estarás con Pablo, él se
convertirá en un médico, se casarán y tendrán hijos y nunca te volveré a ver.
—Hizo una mueca ante sus propias palabras—. Aún tengo tres semanas. No las
dejaré pasar por chismes en el comedor.
Miré a través de la
ventana de cristal para ver a todos en la cafetería mirándonos. La atención no
deseada hizo que mis ojos ardieran.
Pasé junto a él para
dirigirme a la siguiente clase.
—Pigeon —llamó Peter
después de mi
No me di la vuelta.
****
Esa noche, Eugenia se sentó
en el suelo de azulejo del cuarto de baño, balbuceando sobre chicos mientras yo
estaba en frente del espejo haciendo de mi pelo en una coleta. Sólo escuchaba a
medias, pensando en que tan paciente Peter había sido —para Peter— sabiendo que
a él no le gustaba la idea de Pablo recogiéndome de su apartamento casi todas
las noches.
La expresión del rostro
de Peter destelló en mi mente cuando le pedí que me dejara salir de la apuesta,
y nuevamente cuando le dije que la gente decía que él estaba enamorado de mí.
No podía dejar de preguntarme por qué él no lo negó.
—Bueno, Nico piensa que
estás siendo demasiada dura con él. Él nunca ha tenido a nadie lo suficiente
importante para….
Peter asomó la cabeza y
sonrió mientras miraba mi cabello alborotado. — ¿Quieres ir a cenar? —Preguntó.
Eugenia se puso de pie
para mirarse en el espejo, pasando sus dedos por su pelo dorado. —Nico quiere
visitar el nuevo lugar Mexicano en el centro si ustedes quieren ir.
Peter sacudió la cabeza.
—Pensé que Pidge y yo podríamos ir solos esta noche.
—Voy a salir con Pablo.
— ¿Otra vez? —dijo,
molesto.
—Otra vez —le dije con
una voz cantarina.
El timbre de la puerta
sonó y me apresuré para abrirla. Pablo estaba delante de mí, su rubia cabellera
ondulada encima de su recién cara afeitada.
— ¿Alguna vez te ves
menos que magnifica? —preguntó Pablo.
—Basándome en la primera
vez que vino aquí, tendré que decir que sí —dijo Peter detrás de mí.
Puse los ojos en blanco y
sonreí, levantando un dedo hacia Pablo, señalándole que esperara. Me volví y
eché los brazos alrededor de Peter. Se puso rígido con sorpresa y luego se
relajó, tirando fuertemente de mí hacia él.
Miré a sus ojos y sonreí.
—Gracias por organizar mi fiesta de cumpleaños. ¿Puedo tomar un vale para la
cena?
Una docena de emociones
se desplazaron por la cara de Peter, y entonces, las comisuras de sus labios se
elevaron. — ¿Mañana?
Lo abracé y sonreí.
—Absolutamente. —Me despedí de él mientras Pablo me tomaba de la mano.
— ¿Qué fue eso? —Preguntó
Pablo.
—No hemos estado
llevándonos bien últimamente. Esa fue mi versión de una rama de olivo.
— ¿Debería preocuparme?
—preguntó, abriendo la puerta.
—No. —dije sonriendo,
besando su mejilla.
****
En la cena, Pablo habló
de Harvard, de la Casa y sus planes de buscar un apartamento. Sus cejas se
juntaron. — ¿Te escoltará Peter a tu fiesta de cumpleaños?
—No estoy muy segura. No
ha dicho nada al respecto.
—Si no le importa, me
gustaría llevarte. —Él tomó mi mano y me besó los dedos.
—Le voy a preguntar. La
fiesta fue su idea, así que…
—Lo entiendo. Si no, te
veré allí. —sonrió.
CONTINUARÁ...
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