domingo, 23 de noviembre de 2014

Capítulo 11 (Parte 1)

CELOS (Parte 1)


Desperté sobre mi estómago, desnuda y enredada en las sabanas de Peter Lanzani. Mantuve mis ojos cerrados, sintiendo como sus dedos acariciaban mi brazo y espalda.

Suspiró profundo, contento, y habló en voz baja. —Te amo, Lali. Voy a hacerte feliz, lo juro.

La cama se hundió al moverse, y luego sus labios se movieron en lentos y cortos besos hacia mi espalda. Me quedé quieta, y justo cuando iba a alcanzar la piel debajo de mi oreja, me abandonó y caminó hacia el baño al otro lado de la habitación. Sus pasos se escuchaban tranquilos por el pasillo, y las tuberías chillaron con la presión del agua en la regadera.

Abrí los ojos y me senté, estirándome. Cada músculo en mi cuerpo dolía, músculos que ni siquiera sabía que tenía. Sostuve la sabana contra mi pecho y miré hacia la ventana, viendo como hojas amarillas y rojas caían en espiral desde las ramas hasta el suelo.

Su celular vibró en algún lugar en el piso, y luego de buscarlo torpemente por el desastre de ropa en el suelo, lo encontré en el bolsillo de sus jeans. En la pantalla sólo aparecía un número, sin nombre.

— ¿Hola?

— Se encuentra… Se encuentra Peter?

—Está en la ducha, ¿quieres dejarle un mensaje?

—Claro que lo está. Dile que Megan llamó, ¿podrías?

Peter entró, amarrando la toalla alrededor de su cintura salpicada de agua, sonreí y le tendí el teléfono.

—Es para ti.

Me besó antes de mirar la pantalla, y luego negó con la cabeza. — ¿Si? Era mi novia, ¿Qué necesitas, Megan? —Escuchó por un momento para después sonreír—. Bueno, ¿Qué te puedo decir? Pigeon es especial. —Luego de una larga pausa, rodó los ojos. Sólo me podía imaginar lo que ella estaba diciendo—. No seas una perra, Megan. Escucha, no puedes llamarme más… Bueno, el amor hace eso. —dijo, mirándome cariñosamente—. Sí, con Lali. Es en serio Megan, no más llamadas… Hasta luego.

Lanzó el teléfono a la cama, y se sentó a mi lado. —Estaba un poco molesta. ¿Te dijo algo?

—No, solamente preguntó por ti.

—Borré los pocos números que tenía en mi teléfono, pero supongo que eso no les impide seguir llamándome. Si no lo averiguan por sí solas, yo se los aclaro.

Me miró con curiosidad, y no pude evitar sonreír. Nunca había visto este lado de él. —Confío en ti, ¿lo sabes?

Presionó sus labios con los míos. —No te culparía si esperas que me gane tu confianza.

—Tengo que ir a la ducha. Ya me perdí una clase.

— ¿Ves? Ya estoy siendo una buena influencia.

Me levanté, y él tiró de la sabana. —Megan dijo que este fin de semana va haber una fiesta de Halloween en The Red Door. Fui con ella el año pasado, estuvo divertido.

—Estoy segura de ello. —dije, levantando una ceja.

—Sólo digo que hubo bastante gente. Tienen torneos en la piscina y bebidas baratas… ¿Quieres ir?

—En realidad no soy… No soy de las que se disfrazan. Nunca lo he sido.

—Yo tampoco, simplemente voy. —Se encogió de hombros.

— ¿Todavía vamos a los bolos esta noche? —Pregunté, cuestionando si la invitación era sólo una excusa para pasar tiempo a solas conmigo, lo cual ya no era necesario.

— ¡Claro que sí! ¡Y te voy a patear el trasero, también!

—No esta vez. Tengo un nuevo súper poder.

Se rió. — ¿Y cuál es? ¿Lenguaje rudo?

Me incliné para besar su cuello, luego moví mi lengua hasta su oreja, besando su lóbulo. Se congeló en su lugar.

—La distracción. —Murmuré en su oído.

Agarró mis brazos y me empujó sobre mi espalda.

—Vas a perderte otra clase.
****
Finalmente, luego de convencerlo de abandonar el apartamento a tiempo de ir a la clase de Historia, corrimos al campus y nos deslizamos en nuestros asientos justo cuando el profesor Cheney comenzaba.

Peter volteó su gorra de béisbol hacia atrás y plantó un beso en mis labios, justo en frente de todos.

En el camino hacia la cafetería, sostuvo mi mano con la suya, entrelazando nuestros dedos mientras caminábamos. Se veía tan orgulloso de sostener mi mano, anunciándole al mundo que finalmente estábamos juntos. Gastón lo notó, miró hacia nuestras manos y me mostró una ridícula sonrisa. Él no fue el único, nuestra simple muestra de cariño provocó miradas y murmullos de las personas mientras íbamos pasando.

En la puerta de la cafetería, Peter inhaló su cigarro una última vez y me miró, notando mi desconfianza. Eugenia y Nicolás ya estaban dentro, y Gastón había encendido otro cigarro, dejándonos a mí y Peter solos al entrar. Estaba segura que el rumor había alcanzado todo un nuevo nivel al momento en que Peter me besó en plena vista de todos en la clase de Historia, y mi miedo de entrar a la cafetería no me abandonaba.  

— ¿Qué sucede, Pigeon? —Preguntó, jalando de mi mano.

—Todos nos están mirando.

Llevó mis manos a su boca y besó mis dedos.

—Se les va a pasar. Solamente es el shock inicial. ¿Recuerdas cuando empezamos a salir juntos? Su curiosidad murió luego de un tiempo, y se acostumbraron a vernos juntos. Vamos. —dijo, y me jaló hacia adentro.

Una de las razones por la cual escogí Eastern U fue por su modesta población, pero el desesperado interés por escándalos que venía con ello era extenuante a veces. Era un completo chiste; todos eran consientes de cuan ridículo era el rumor, pero aun así, todos participaban en él.

Nos sentamos con nuestra comida en los lugares de siempre. Eugenia me dio una sonrisa intuitiva. Ella conversó como si todo estuviera normal, pero los jugadores de fútbol en la otra punta de la mesa me miraban como si me estuviera quemando.

Peter golpeó mi manzana con su cubierto. — ¿Vas a comerte eso, Pidge?

—No, puedes tenerla, bebé.

Mis orejas ardieron cuando la cabeza de Eugenia se giró bruscamente para verme.

—Simplemente salió. —dije, sacudiendo la cabeza. Miré a Peter, y su expresión era una mezcla entre amor y diversión.

Habíamos utilizado ese término unas cuantas veces esa mañana, y no se me ocurrió que era nuevo para todos los demás hasta que salió de mi boca.

—Acaban de alcanzar el nivel de irritantemente lindo. —Eugenia sonrió.

Nicolás tocó mi hombro, — ¿Te quedarás esta noche? —Preguntó, sus palabras se mezclaban con el pan en su boca—. Prometo no salir de mi cuarto a insultarte.

—Estabas defendiendo mi honor, Nico. Estás perdonado. —dije.
Peter mordisqueó la manzana y masticó, luciendo más feliz de lo que alguna vez lo había visto. La paz en sus ojos había regresado, e incluso cuando docenas de personas miraban cada uno de nuestros movimientos, todo se sentía… correcto.

Pensé en todo el tiempo que había insistido en que estar con Peter era una mala decisión, y cuanto tiempo había perdido tratando de ignorar todo lo que sentía por él. Viéndolo del otro lado de la mesa, a sus suaves ojos marrones, y el hoyuelo bailando en su mejilla mientras masticaba. No recordaba de qué estaba tan preocupada.  

—Se ve espantosamente feliz. ¿Te rendiste finalmente, Lali? —dijo Chris, codeando a sus compañeros de quipo.

—No eres muy inteligente, ¿verdad, Jenks? —dijo Nicolás frunciendo el ceño.

Instantáneamente la sangre subió a mis mejillas, miré a Peter, quien tenía una mirada asesina en sus ojos. Mi vergüenza se deshizo a la vista de la ira de Peter, sacudí la cabeza. —Sólo ignóralo.

Luego de unos tensos segundos, sus hombros se relajaron un poco, tomó aire y asintió una vez. Luego de un momento me guiñó.

Estiré mi brazo en la mesa y deslicé mis dedos en los suyos. —Fue en serio lo que me dijiste anoche, ¿no?

Empezó a hablar, pero la risa de Chris llenó la cafetería. — ¡Dios Santo! ¿Peter Lanzani está siendo controlado?

— ¿Fue en serio cuando me dijiste que no querías que cambiara? —me preguntó, apretándome la mano.

Miré a Chris riéndose con sus compañeros, y luego me volví a Peter. —Absolutamente. Enséñale a ese imbécil algunos modales.

Una sonrisa diabólica se extendió por su cara, y caminó hacia el final de la mesa, donde Chris se sentaba.

Chris se tragó su risa y el silencio se apoderó de la habitación.

—Oye, solo te estaba haciendo pasar un mal rato, Peter. —dijo mirándolo.


—Discúlpate con Pidge. —dijo Peter, fulminándolo con la mirada.

Chris me miró con nerviosismo. —Sólo… Sólo estaba bromeando, Lali. Lo siento.

Lo miré mal y él subió la cabeza hacia Peter, esperando su aprobación.
 
Cuando Peter se alejó, Chris se rió y luego le susurró algo a Brasil. Mi corazón se aceleró cuando Peter se detuvo abruptamente y sus manos se cerraron en puños a sus costados.
  
Brasil sacudió la cabeza y bufó. —Cuando despiertes, Chris, sólo recuerda… que tú solito te lo buscaste.

Peter levantó la bandeja de Gastón de la mesa y se la pegó a Chris en la cara, tumbándolo de su silla. Chris trató de meterse bajo la mesa, pero Peter lo sacó por las piernas y comenzó a golpearlo.

Chris se cubrió y Peter lo golpeó en la espalda. Se arqueaba y volteaba, levantando sus manos al aire, permitiéndole a Peter golpear varias veces su cara. La sangre comenzó a fluir y Peter se levantó jadeando.

—Si te atreves a siquiera mirarla, pedazo de mierda, te voy a romper tu jodida mandíbula. —Gritó Peter. Me estremecí cuando Peter pateó a Chris una última vez.

La mujer que trabaja en la cafetería corrió hacia fuera, sorprendida del desastre sangriento en el suelo.

—Lo siento —le dijo Peter, limpiándose la sangre de Chris en su mejilla.

Muchos de los estudiantes se levantaron para ver mejor, otros permanecieron sentados mirando entretenidos.

El equipo de fútbol sólo miraba el cuerpo lánguido de Chris en el piso, sacudiendo sus cabezas.

Peter se volteó y Nicolás se levantó de inmediato, agarrando mi brazo y la mano de Eugenia, y arrastrándonos por la puerta, detrás de su primo. Caminamos la corta distancia hasta Morgan Hall, y Eugenia y yo nos sentamos en los escalones de enfrente, mirando Peter caminar de aquí para allá.

— ¿Estás bien, Pit? —Preguntó Nicolás.

—Sólo… dame un minuto. —Contestó, poniéndose las manos en la cadera mientras caminaba.

Nicolás se metió las manos en los bolsillos. —Me sorprende que te hayas detenido.

—Pidge dijo que le enseñara modales, Nico. No que lo matara. Necesité todo de mí para detenerme cuando lo hice.

Eugenia deslizo sus grandes lentes cuadrados de sol para mirar a Peter. — ¿Qué fue lo que dijo Chris que te puso así, de todos modos?

—Algo que nunca volverá a decir. —Respondió.

Eugenia miró a Nicolás, quien se encogió de hombros. —No lo escuché.

Los puños de Peter se tensaron de nuevo. —Voy a regresar adentro.

Nicolás tomó a Peter por los hombros. —Tu chica está aquí afuera. No necesitas volver a entrar.


Peter me miró, forzándose a sí mismo a calmarse. —Él dijo… todos piensan que Pidge ha… Jesús, no puedo ni decirlo.  

—Dilo de una vez. —Murmuró Eugenia, mirando sus uñas.

Gastón apareció caminando detrás de Peter, claramente encantado por toda la conmoción. —Cada chico de Eastern U quiere con ella porque logró conseguir al indomable Peter Lanzani. —Se encogió de hombros—. Es lo que están diciendo allí adentro, al menos.

Peter pasó por al lado de Gastón, dirigiéndose a la cafetería.

Nicolás corrió hacia él, tomándolo por el brazo. Peter le tiró un golpe pero Nicolás lo esquivó y mis manos inmediatamente volaron a mi boca. Mis ojos fueron a Eugenia, que se encontraba inafectada, acostumbrada a su rutina.

Sólo se me ocurrió una cosa para detenerlo. Me levanté de las escaleras, corrí hacia él y me puse en su camino. Le brinqué encima, enredando mis piernas en su cintura, él me sostuvo por los muslos mientras yo tomaba su cara, plantando un largo y profundo beso en sus labios. Pude sentir como su ira se iba desvaneciendo con el beso, y cuando me separé supe que ya había ganado.

—No nos importa lo que piensen, ¿recuerdas? No puedes empezar ahora. —dije, sonriendo con confianza. Poseía un mayor efecto en él de lo que creía posible.

—No puedo permitirles hablar así de ti, Pigeon. —dijo con su ceño fruncido. Me puso de nuevo en el suelo.

Deslicé mi brazo dentro del suyo, entrelazando nuestros dedos en su espalda. — ¿Así como? Ellos piensan que tengo algo especial porque tú nunca te habías asentado antes. ¿No estás de acuerdo con eso?

—Por supuesto que sí, solamente no soporto el pensar en que cada tipo en este colegio quiere estar contigo por eso. —Presionó su frente contra la mía—. Esto me va a volver loco. Ya me puedo dar cuenta.

—No dejes que te afecten, Peter. —dijo Nicolás—. No puedes pelear con todo el mundo.

Peter suspiró. —Todo el mundo. ¿Cómo te sentirías tú si todo el mundo piensa en Eugenia de esa manera?  

— ¿Quién dice que no lo hacen? —dijo Eugenia ofendida. Todos nos reímos y ella hizo una mueca—. No estaba bromeando.

Nicolás la levantó por las manos y besó su mejilla. —Lo sabemos, bebé. Dejé de ser celoso hace un tiempo. No tenía tiempo de hacer nada más.

Eugenia sonrió en apreciación y luego lo abrazó.

Nicolás poseía la habilidad de hacer que todos a su alrededor se sintieran calmados, sin duda resultado de crecer con Peter y sus hermanos. Probablemente era más un mecanismo de defensa que cualquier otra cosa.

Peter acarició la parte detrás de mi oreja, y me reí hasta que vi a Pablo acercándose. La misma urgencia que sentí cuando Peter quería volver a la cafetería me invadió, e instantáneamente me alejé de Peter y caminé tres metros y algo para interceptar a Pablo.

—Necesito hablar contigo. —Me dijo.

Miré hacia atrás y luego sacudí mi cabeza como advertencia. —Ahora no es un buen momento, Pablo. De hecho, es un muy, muy mal momento. Peter y Chris pelearon en el almuerzo y él todavía está un poco irritado. Necesitas irte.

Pablo vio a Peter y luego fijó su vista en mi, determinado. —Escuché lo que sucedió en la cafetería. No creo que estés consciente de en donde te estás metiendo. Peter es mala influencia, Lali. Todos lo saben. Nadie está hablando de cuan genial es que tú lo hayas cambiado… todos esperan que él haga lo que sabe hacer mejor. No sé lo que te ha dicho, pero no tienes ni idea de qué clase de persona es.

Sentí las manos de Peter en mis hombros. — ¿Porqué no le dices, entonces?

Pablo se encogió nervioso. — ¿Tienes idea de cuantas chicas humilladas he llevado a casa de fiestas luego de pasar horas encerradas con él? Te va a lastimar.

Los dedos de Peter se tensaron en respuesta, posé mis manos en las suyas hasta que se relajó. —Deberías irte, Pablo.

—Debes escuchar lo que te digo, La.

—No le llames así, joder. —Gruñó Peter.

Pablo no apartó sus ojos de los míos. —Estoy preocupado por ti.
—Lo aprecio, pero no es necesario.

Pablo sacudió la cabeza. —Él te ve como un desafío a largo plazo, Lali. Te tiene pensando que eres diferente a las otras chicas simplemente para llevarte a la cama. Se va a cansar de ti. Él posee la atención de un bebé.

Peter me rodeó, parándose frente de Pablo, tan cerca que sus narices casi se tocaban. —Te permití decir lo que querías. Mi paciencia se agotó. —Pablo trató de mirarme, pero Peter se inclinó en su dirección—. No se te ocurra mirarla. Mírame a mí, malcriado pedazo de mierda. —Pablo enfocó sus ojos en Peter y esperó—. Si se te ocurre al menos respirar en su dirección, me aseguraré de que te vayas cojeando a la escuela de medicina.  

Pablo tomó una par de pasos hacia atrás, hasta que estuve en su campo de visión. —Pensé que eras más lista que esto. —dijo, sacudiendo la cabeza antes de voltearse e irse.

Peter lo observó marcharse, luego se volteó y sus ojos encontraron los míos. —Sabes que eso es pura mierda, ¿verdad? No es cierto.

—Estoy segura que es eso lo que todos piensan. —Me quejé, atrayendo la atención de aquellos que iban pasando.


—Entonces les probaremos lo contrario.


CONTINUARÁ...

No hay comentarios:

Publicar un comentario