CELOS (Parte 1)
Desperté sobre mi
estómago, desnuda y enredada en las sabanas de Peter Lanzani. Mantuve mis ojos
cerrados, sintiendo como sus dedos acariciaban mi brazo y espalda.
Suspiró profundo,
contento, y habló en voz baja. —Te amo, Lali. Voy a hacerte feliz, lo juro.
La cama se hundió al
moverse, y luego sus labios se movieron en lentos y cortos besos hacia mi
espalda. Me quedé quieta, y justo cuando iba a alcanzar la piel debajo de mi
oreja, me abandonó y caminó hacia el baño al otro lado de la habitación. Sus
pasos se escuchaban tranquilos por el pasillo, y las tuberías chillaron con la presión
del agua en la regadera.
Abrí los ojos y me senté,
estirándome. Cada músculo en mi cuerpo dolía, músculos que ni siquiera sabía
que tenía. Sostuve la sabana contra mi pecho y miré hacia la ventana, viendo
como hojas amarillas y rojas caían en espiral desde las ramas hasta el suelo.
Su celular vibró en algún
lugar en el piso, y luego de buscarlo torpemente por el desastre de ropa en el
suelo, lo encontré en el bolsillo de sus jeans. En la pantalla sólo aparecía un
número, sin nombre.
— ¿Hola?
— Se encuentra… Se
encuentra Peter?
—Está en la ducha,
¿quieres dejarle un mensaje?
—Claro que lo está. Dile
que Megan llamó, ¿podrías?
Peter entró, amarrando la
toalla alrededor de su cintura salpicada de agua, sonreí y le tendí el
teléfono.
—Es para ti.
Me besó antes de mirar la
pantalla, y luego negó con la cabeza. — ¿Si? Era mi novia, ¿Qué necesitas,
Megan? —Escuchó por un momento para después sonreír—. Bueno, ¿Qué te puedo
decir? Pigeon es especial. —Luego de una larga pausa, rodó los ojos. Sólo me
podía imaginar lo que ella estaba diciendo—. No seas una perra, Megan. Escucha,
no puedes llamarme más… Bueno, el amor hace eso. —dijo, mirándome
cariñosamente—. Sí, con Lali. Es en serio Megan, no más llamadas… Hasta luego.
Lanzó el teléfono a la
cama, y se sentó a mi lado. —Estaba un poco molesta. ¿Te dijo algo?
—No, solamente preguntó
por ti.
—Borré los pocos números
que tenía en mi teléfono, pero supongo que eso no les impide seguir llamándome.
Si no lo averiguan por sí solas, yo se los aclaro.
Me miró con curiosidad, y
no pude evitar sonreír. Nunca había visto este lado de él. —Confío en ti, ¿lo
sabes?
Presionó sus labios con
los míos. —No te culparía si esperas que me gane tu confianza.
—Tengo que ir a la ducha.
Ya me perdí una clase.
— ¿Ves? Ya estoy siendo
una buena influencia.
Me levanté, y él tiró de
la sabana. —Megan dijo que este fin de semana va haber una fiesta de Halloween
en The Red Door. Fui con ella el año pasado, estuvo divertido.
—Estoy segura de ello.
—dije, levantando una ceja.
—Sólo digo que hubo
bastante gente. Tienen torneos en la piscina y bebidas baratas… ¿Quieres ir?
—En realidad no soy… No
soy de las que se disfrazan. Nunca lo he sido.
—Yo tampoco, simplemente
voy. —Se encogió de hombros.
— ¿Todavía vamos a los
bolos esta noche? —Pregunté, cuestionando si la invitación era sólo una excusa
para pasar tiempo a solas conmigo, lo cual ya no era necesario.
— ¡Claro que sí! ¡Y te
voy a patear el trasero, también!
—No esta vez. Tengo un
nuevo súper poder.
Se rió. — ¿Y cuál es?
¿Lenguaje rudo?
Me incliné para besar su
cuello, luego moví mi lengua hasta su oreja, besando su lóbulo. Se congeló en
su lugar.
—La distracción. —Murmuré
en su oído.
Agarró mis brazos y me
empujó sobre mi espalda.
—Vas a perderte otra
clase.
****
Finalmente, luego de
convencerlo de abandonar el apartamento a tiempo de ir a la clase de Historia,
corrimos al campus y nos deslizamos en nuestros asientos justo cuando el
profesor Cheney comenzaba.
Peter volteó su gorra de
béisbol hacia atrás y plantó un beso en mis labios, justo en frente de todos.
En el camino hacia la
cafetería, sostuvo mi mano con la suya, entrelazando nuestros dedos mientras
caminábamos. Se veía tan orgulloso de sostener mi mano, anunciándole al mundo
que finalmente estábamos juntos. Gastón lo notó, miró hacia nuestras manos y me
mostró una ridícula sonrisa. Él no fue el único, nuestra simple muestra de
cariño provocó miradas y murmullos de las personas mientras íbamos pasando.
En la puerta de la
cafetería, Peter inhaló su cigarro una última vez y me miró, notando mi
desconfianza. Eugenia y Nicolás ya estaban dentro, y Gastón había encendido
otro cigarro, dejándonos a mí y Peter solos al entrar. Estaba segura que el
rumor había alcanzado todo un nuevo nivel al momento en que Peter me besó en
plena vista de todos en la clase de Historia, y mi miedo de entrar a la
cafetería no me abandonaba.
— ¿Qué sucede, Pigeon?
—Preguntó, jalando de mi mano.
—Todos nos están mirando.
Llevó mis manos a su boca
y besó mis dedos.
—Se les va a pasar.
Solamente es el shock inicial. ¿Recuerdas cuando empezamos a salir juntos? Su
curiosidad murió luego de un tiempo, y se acostumbraron a vernos juntos. Vamos.
—dijo, y me jaló hacia adentro.
Una de las razones por la
cual escogí Eastern U fue por su modesta población, pero el desesperado interés
por escándalos que venía con ello era extenuante a veces. Era un completo
chiste; todos eran consientes de cuan ridículo era el rumor, pero aun así,
todos participaban en él.
Nos sentamos con nuestra
comida en los lugares de siempre. Eugenia me dio una sonrisa intuitiva. Ella
conversó como si todo estuviera normal, pero los jugadores de fútbol en la otra
punta de la mesa me miraban como si me estuviera quemando.
Peter golpeó mi manzana
con su cubierto. — ¿Vas a comerte eso, Pidge?
—No, puedes tenerla,
bebé.
Mis orejas ardieron
cuando la cabeza de Eugenia se giró bruscamente para verme.
—Simplemente salió.
—dije, sacudiendo la cabeza. Miré a Peter, y su expresión era una mezcla entre
amor y diversión.
Habíamos utilizado ese
término unas cuantas veces esa mañana, y no se me ocurrió que era nuevo para
todos los demás hasta que salió de mi boca.
—Acaban de alcanzar el
nivel de irritantemente lindo. —Eugenia sonrió.
Nicolás tocó mi hombro, —
¿Te quedarás esta noche? —Preguntó, sus palabras se mezclaban con el pan en su
boca—. Prometo no salir de mi cuarto a insultarte.
—Estabas defendiendo mi
honor, Nico. Estás perdonado. —dije.
Peter mordisqueó la
manzana y masticó, luciendo más feliz de lo que alguna vez lo había visto. La
paz en sus ojos había regresado, e incluso cuando docenas de personas miraban
cada uno de nuestros movimientos, todo se sentía… correcto.
Pensé en todo el tiempo
que había insistido en que estar con Peter era una mala decisión, y cuanto
tiempo había perdido tratando de ignorar todo lo que sentía por él. Viéndolo
del otro lado de la mesa, a sus suaves ojos marrones, y el hoyuelo bailando en
su mejilla mientras masticaba. No recordaba de qué estaba tan preocupada.
—Se ve espantosamente
feliz. ¿Te rendiste finalmente, Lali? —dijo Chris, codeando a sus compañeros de
quipo.
—No eres muy inteligente,
¿verdad, Jenks? —dijo Nicolás frunciendo el ceño.
Instantáneamente la
sangre subió a mis mejillas, miré a Peter, quien tenía una mirada asesina en
sus ojos. Mi vergüenza se deshizo a la vista de la ira de Peter, sacudí la
cabeza. —Sólo ignóralo.
Luego de unos tensos
segundos, sus hombros se relajaron un poco, tomó aire y asintió una vez. Luego
de un momento me guiñó.
Estiré mi brazo en la
mesa y deslicé mis dedos en los suyos. —Fue en serio lo que me dijiste anoche,
¿no?
Empezó a hablar, pero la
risa de Chris llenó la cafetería. — ¡Dios Santo! ¿Peter Lanzani está siendo controlado?
— ¿Fue en serio cuando me
dijiste que no querías que cambiara? —me preguntó, apretándome la mano.
Miré a Chris riéndose con
sus compañeros, y luego me volví a Peter. —Absolutamente. Enséñale a ese
imbécil algunos modales.
Una sonrisa diabólica se
extendió por su cara, y caminó hacia el final de la mesa, donde Chris se
sentaba.
Chris se tragó su risa y
el silencio se apoderó de la habitación.
—Oye, solo te estaba
haciendo pasar un mal rato, Peter. —dijo mirándolo.
—Discúlpate con Pidge.
—dijo Peter, fulminándolo con la mirada.
Chris me miró con
nerviosismo. —Sólo… Sólo estaba bromeando, Lali. Lo siento.
Lo miré mal y él subió la
cabeza hacia Peter, esperando su aprobación.
Cuando Peter se alejó,
Chris se rió y luego le susurró algo a Brasil. Mi corazón se aceleró cuando Peter
se detuvo abruptamente y sus manos se cerraron en puños a sus costados.
Brasil sacudió la cabeza
y bufó. —Cuando despiertes, Chris, sólo recuerda… que tú solito te lo buscaste.
Peter levantó la bandeja
de Gastón de la mesa y se la pegó a Chris en la cara, tumbándolo de su silla.
Chris trató de meterse bajo la mesa, pero Peter lo sacó por las piernas y
comenzó a golpearlo.
Chris se cubrió y Peter
lo golpeó en la espalda. Se arqueaba y volteaba, levantando sus manos al aire,
permitiéndole a Peter golpear varias veces su cara. La sangre comenzó a fluir y
Peter se levantó jadeando.
—Si te atreves a siquiera
mirarla, pedazo de mierda, te voy a romper tu jodida mandíbula. —Gritó Peter.
Me estremecí cuando Peter pateó a Chris una última vez.
La mujer que trabaja en
la cafetería corrió hacia fuera, sorprendida del desastre sangriento en el
suelo.
—Lo siento —le dijo Peter,
limpiándose la sangre de Chris en su mejilla.
Muchos de los estudiantes
se levantaron para ver mejor, otros permanecieron sentados mirando
entretenidos.
El equipo de fútbol sólo
miraba el cuerpo lánguido de Chris en el piso, sacudiendo sus cabezas.
Peter se volteó y Nicolás
se levantó de inmediato, agarrando mi brazo y la mano de Eugenia, y
arrastrándonos por la puerta, detrás de su primo. Caminamos la corta distancia
hasta Morgan Hall, y Eugenia y yo nos sentamos en los escalones de enfrente,
mirando Peter caminar de aquí para allá.
— ¿Estás bien, Pit?
—Preguntó Nicolás.
—Sólo… dame un minuto.
—Contestó, poniéndose las manos en la cadera mientras caminaba.
Nicolás se metió las
manos en los bolsillos. —Me sorprende que te hayas detenido.
—Pidge dijo que le
enseñara modales, Nico. No que lo matara. Necesité todo de mí para detenerme
cuando lo hice.
Eugenia deslizo sus
grandes lentes cuadrados de sol para mirar a Peter. — ¿Qué fue lo que dijo
Chris que te puso así, de todos modos?
—Algo que nunca volverá a
decir. —Respondió.
Eugenia miró a Nicolás,
quien se encogió de hombros. —No lo escuché.
Los puños de Peter se
tensaron de nuevo. —Voy a regresar adentro.
Nicolás tomó a Peter por
los hombros. —Tu chica está aquí afuera. No necesitas volver a entrar.
Peter me miró, forzándose
a sí mismo a calmarse. —Él dijo… todos piensan que Pidge ha… Jesús, no puedo ni
decirlo.
—Dilo de una vez.
—Murmuró Eugenia, mirando sus uñas.
Gastón apareció caminando
detrás de Peter, claramente encantado por toda la conmoción. —Cada chico de
Eastern U quiere con ella porque logró conseguir al indomable Peter Lanzani.
—Se encogió de hombros—. Es lo que están diciendo allí adentro, al menos.
Peter pasó por al lado de
Gastón, dirigiéndose a la cafetería.
Nicolás corrió hacia él,
tomándolo por el brazo. Peter le tiró un golpe pero Nicolás lo esquivó y mis
manos inmediatamente volaron a mi boca. Mis ojos fueron a Eugenia, que se
encontraba inafectada, acostumbrada a su rutina.
Sólo se me ocurrió una
cosa para detenerlo. Me levanté de las escaleras, corrí hacia él y me puse en
su camino. Le brinqué encima, enredando mis piernas en su cintura, él me
sostuvo por los muslos mientras yo tomaba su cara, plantando un largo y
profundo beso en sus labios. Pude sentir como su ira se iba desvaneciendo con
el beso, y cuando me separé supe que ya había ganado.
—No nos importa lo que
piensen, ¿recuerdas? No puedes empezar ahora. —dije, sonriendo con
confianza. Poseía un mayor efecto en él de lo que creía posible.
—No puedo permitirles
hablar así de ti, Pigeon. —dijo con su ceño fruncido. Me puso de nuevo en el
suelo.
Deslicé mi brazo dentro
del suyo, entrelazando nuestros dedos en su espalda. — ¿Así como? Ellos piensan
que tengo algo especial porque tú nunca te habías asentado antes. ¿No estás de
acuerdo con eso?
—Por supuesto que sí,
solamente no soporto el pensar en que cada tipo en este colegio quiere estar
contigo por eso. —Presionó su frente contra la mía—. Esto me va a volver loco.
Ya me puedo dar cuenta.
—No dejes que te afecten,
Peter. —dijo Nicolás—. No puedes pelear con todo el mundo.
Peter suspiró. —Todo el
mundo. ¿Cómo te sentirías tú si todo el mundo piensa en Eugenia de esa
manera?
— ¿Quién dice que no lo
hacen? —dijo Eugenia ofendida. Todos nos reímos y ella hizo una mueca—. No
estaba bromeando.
Nicolás la levantó por
las manos y besó su mejilla. —Lo sabemos, bebé. Dejé de ser celoso hace un
tiempo. No tenía tiempo de hacer nada más.
Eugenia sonrió en
apreciación y luego lo abrazó.
Nicolás poseía la
habilidad de hacer que todos a su alrededor se sintieran calmados, sin duda
resultado de crecer con Peter y sus hermanos. Probablemente era más un
mecanismo de defensa que cualquier otra cosa.
Peter acarició la parte
detrás de mi oreja, y me reí hasta que vi a Pablo acercándose. La misma
urgencia que sentí cuando Peter quería volver a la cafetería me invadió, e
instantáneamente me alejé de Peter y caminé tres metros y algo para interceptar
a Pablo.
—Necesito hablar contigo.
—Me dijo.
Miré hacia atrás y luego
sacudí mi cabeza como advertencia. —Ahora no es un buen momento, Pablo. De
hecho, es un muy, muy mal momento. Peter y Chris pelearon en el almuerzo
y él todavía está un poco irritado. Necesitas irte.
Pablo vio a Peter y luego
fijó su vista en mi, determinado. —Escuché lo que sucedió en la cafetería. No
creo que estés consciente de en donde te estás metiendo. Peter es mala
influencia, Lali. Todos lo saben. Nadie está hablando de cuan genial es que tú
lo hayas cambiado… todos esperan que él haga lo que sabe hacer mejor. No sé lo
que te ha dicho, pero no tienes ni idea de qué clase de persona es.
Sentí las manos de Peter
en mis hombros. — ¿Porqué no le dices, entonces?
Pablo se encogió
nervioso. — ¿Tienes idea de cuantas chicas humilladas he llevado a casa de
fiestas luego de pasar horas encerradas con él? Te va a lastimar.
Los dedos de Peter se
tensaron en respuesta, posé mis manos en las suyas hasta que se relajó.
—Deberías irte, Pablo.
—Debes escuchar lo que te
digo, La.
—No le llames así, joder.
—Gruñó Peter.
Pablo no apartó sus ojos
de los míos. —Estoy preocupado por ti.
—Lo aprecio, pero no es
necesario.
Pablo sacudió la cabeza.
—Él te ve como un desafío a largo plazo, Lali. Te tiene pensando que eres
diferente a las otras chicas simplemente para llevarte a la cama. Se va a
cansar de ti. Él posee la atención de un bebé.
Peter me rodeó, parándose
frente de Pablo, tan cerca que sus narices casi se tocaban. —Te permití decir
lo que querías. Mi paciencia se agotó. —Pablo trató de mirarme, pero Peter se
inclinó en su dirección—. No se te ocurra mirarla. Mírame a mí, malcriado
pedazo de mierda. —Pablo enfocó sus ojos en Peter y esperó—. Si se te ocurre al
menos respirar en su dirección, me aseguraré de que te vayas cojeando a la
escuela de medicina.
Pablo tomó una par de
pasos hacia atrás, hasta que estuve en su campo de visión. —Pensé que eras más
lista que esto. —dijo, sacudiendo la cabeza antes de voltearse e irse.
Peter lo observó
marcharse, luego se volteó y sus ojos encontraron los míos. —Sabes que eso es
pura mierda, ¿verdad? No es cierto.
—Estoy segura que es eso
lo que todos piensan. —Me quejé, atrayendo la atención de aquellos que iban
pasando.
—Entonces les probaremos
lo contrario.
CONTINUARÁ...
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