¡Hola! Aquí traigo el primer capítulo. Son caps bastante largos, por lo que muchos los voy a dividir en dos partes y subirlos por separado (en el mismo o en diferentes días... depende del tiempo que tenga). Y este libro está todo narrado por Lali, ya que el segundo estará narrado solo por Peter. Espero que os guste y disfrutéis leyéndolo tanto como lo hice yo! Besos.
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Bandera Roja (Parte 1)
Todo en la habitación
gritaba que no yo no pertenecía aquí. Las escaleras estaban en ruinas, la gente
estaba apretada hombro contra hombro, y el aire era una mezcla de sudor, sangre
y moho. Las voces se arremolinaban mientras gritaban números y nombres una y
otra vez, los brazos se agitaban y se hacían gestos para intercambiar dinero y
comunicarse a través del ruido. Me sumergí entre la multitud, siguiendo de
cerca a mi mejor amiga.
— ¡Guarda bien tu dinero
en tu billetera, Lali! —Me gritó Eugenia. Su amplia sonrisa brillaba aún en la
penumbra.
— ¡Quédate cerca!
¡Empeorará una vez que comience! —gritó Nicolás por encima del ruido. Eugenia
tomó su mano y después la mía mientras Nicolás nos dirigía a través del mar de
gente.
El balido agudo de un
cuerno de toro sonó en el aire lleno de humo. El ruido me sobresaltó, haciendo
que saltara, buscando el origen de estallido. Un hombre estaba parado en una
silla de madera, sosteniendo un fajo de billetes en la mano, el cuerno en la
otra. Él mantenía el plástico en los labios.
— ¡Bienvenidos al baño de
sangre! Si estás buscando Economía 101… ¡Estás en el jodido lugar equivocado,
mi amigo! Si buscas el Círculo, ¡Esto es Meca! Mi nombre es Adam, yo hago las
reglas y dirijo la pelea. Las apuestas terminan una vez que los oponentes estén
en el suelo. No se permite tocar a los combatientes, no ayudarlos, no cambios
de apuestas, y no entrar en el cuadrilátero. ¡Si rompen estas reglas, se les
partirá la madre y serán retirados de aquí sin su dinero! ¡Eso las incluye a
ustedes, señoritas! ¡Así que no utilicen sus puterías para estafar al sistema,
muchachos!
Nicolás negó con la
cabeza. — ¡Jesús, Adam! —gritó al maestro de ceremonias sobre el ruido, claramente
desaprobando la elección de palabras de su amigo.
Mi corazón latía en mi
pecho. Con un suéter de cachemir color rosa y unos pendientes de perlas, me
sentí como una maestra de escuela en las playas de Normandía. Le prometí a Eugenia
que podía enfrentar todo lo que se nos pusiera enfrente, pero en la zona cero
sentí la necesidad de agarrar sus delgados brazos con ambas manos. Ella no me
pondría en peligro, pero estar en un sótano con cincuenta o más chicos
universitarios borrachos, no estaba exactamente segura de nuestras
posibilidades de salir ilesas.
Después de que Eugeniaa
conociera a Nicolás en la clase de orientación de primer año, ella con
frecuencia lo acompañaba a las luchas secretas en los sótanos diferentes de la
Universidad de Eastern. Cada evento se llevaba a cabo en un lugar diferente, y
se mantenía en secreto hasta una hora antes de la pelea.
Debido a que yo
pertenecía a un círculo un poco más tranquilo, me sorprendió saber de un mundo
subterráneo en Eastern; pero Nicolás lo sabía aún antes de haberse matriculado.
Peter, el compañero de cuarto y primo de Nicolás, entró en su primera pelea
siete meses antes. Como estudiante de primer año, se rumoreaba que él era el
competidor más letal que Adam había visto en los tres años desde que creó El
Círculo. Comenzando su segundo año, Peter era invencible. Juntos, Peter y
Nicolás fácilmente pagaban el alquiler y las facturas con las ganancias.
Adam llevó el cuerno de
toro nuevamente a sus labios, y los gritos y el movimiento escaldaron a un
ritmo febril.
— ¡Esta noche tenemos un
nuevo retador! ¡El luchador estelar universitario de Eastern, Marek Young!
Los gritos siguieron, y
la multitud se apartó como el mar rojo cuando Marek entró en la habitación. Un
espacio circular fue formado, y la multitud silbó, abucheó y se burló del
rival. Él saltaba, sacudía el cuello hacia atrás y adelante; su rostro severo y
concentrado. La multitud se calmó y luego mis manos se alzaron a mis oídos
cuando la música sonó por los grandes altavoces en el otro lado de la
habitación.
— ¡Nuestro siguiente
combatiente no necesita presentación, pero porque me asusta hasta la mierda, lo
haré de todos modos! ¡Sacudan sus botas, chicos, y quítense sus bragas,
señoritas! ¡Les presento a Peter ―Mad Dog‖ Lanzani!
El volumen explotó cuando
Peter apareció en una puerta de la habitación. Él hizo su entrada, sin camisa,
relajado y natural. Echó a andar hacia el centro del círculo, como si se
estuviera presentado a otro día en el trabajo. Los músculos se extendían bajo
su piel tatuada mientras él chocó sus puños contra los nudillos de Marek. Peter
se inclinó y le susurró algo al oído a Marek, y el luchador luchó por mantener
su expresión severa. Marek se puso cara a cara con Peter y lo miró directamente
a los ojos. La expresión de Marek era asesina; Peter se veía ligeramente
divertido.
Los hombres tomaron unos
pasos hacia atrás, y Adam sonó el cuerno. Marek tomó una posición defensiva y
atacó a Peter. Me paré sobre la punta de mis pies cuando perdí mi línea de
visión, apoyándome de lado a lado y los hombros se estrellaban contra mí,
rebotándome de un lado a otro como pelota de ping pong. La parte superior de la
cabeza de Marek y Peter se hizo visible, por lo que continúe abriéndome camino
hacia adelante.
Cuando finalmente llegué
al frente, Marek cogió a Peter con sus gruesos brazos y trató de tirarlo al
suelo. Cuando Marek se inclinó con el movimiento, Peter estrelló su rodilla
contra la cara de Marek. Antes de que Marek pudiera evitar el golpe, Peter lo
atacó; sus puños hicieron contacto con la cara ensangrentada de Marek una y
otra vez.
Cinco dedos se hundieron
en mi brazo y me eché hacia atrás.
— ¿Qué demonios estás
haciendo, Lali? —dijo Nicolás.
— ¡No podía ver desde
allí! —grité.
Me volví justo a tiempo
para ver a Marek tirar un puñetazo. Peter se giró, y por un momento pensé que
había evitado otro golpe, pero hizo un círculo completo, estrellando su codo
derecho en el centro de la nariz de Marek. Sangre roció mi cara y salpicó la
parte superior de mi suéter. Marek cayó al suelo de cemento con un ruido sordo
y en un breve instante la habitación estuvo en completo silencio.
Adam lanzó una tela roja
cuadrada sobre el cuerpo quieto de Marek y la multitud estalló. El dinero
cambió de manos una vez más y las expresiones se dividían entre petulantes y
frustradas.
Me empujaron un poco con
el movimiento de ida y venida. Eugenia llamó mi nombre en algún lugar de la
parte de atrás, pero yo estaba fascinada por el camino rojo de mi pecho a la
cintura.
Un par de pesadas botas
negras se pararon frente a mí, desviando mi atención hacia el suelo. Mis ojos
viajaron hacia arriba; pantalones manchados de sangre, un par de cincelados
abdominales, un desnudo y tatuado pecho empapado de sudor y, finalmente, un par
de ojos cálidos color marrón. Alguien me empujó por detrás y Peter me tomó por
el brazo antes de caer hacia adelante.
— ¡Hey! ¡Aléjate de ella!
—gruñó Peter, empujando a cualquiera que se me acercara. Su expresión severa se
convirtió en una sonrisa al ver mi camisa, y luego secó mi cara con una
toalla—. Lo siento mucho, Pigeon.
Adam dio unas palmaditas
en la parte detrás de la cabeza de Peter. — ¡Vamos, Mad Dog! ¡Tienes un poco de
dinero esperando por ti!
Sus ojos no se apartaron
de los míos. — Es una lástima sobre el suéter. Se ve bien en ti. —En el momento
siguiente se vio envuelto por los fans, desapareciendo de la misma manera en la
que había llegado.
— ¿Qué estabas pensando
idiota? —me gritó Eugenia, tirando de mi brazo.
—Vine aquí para ver una
pelea, ¿no? —Sonreí.
—Tú ni siquiera deberías
estar aquí, Lali, —me regaño Nicolás.
—Tampoco Eugenia —le
dije.
— ¡Ella no trata de
meterse en el círculo! —Frunció el ceño.
—Vámonos.
Eugenia me sonrió y me limpió la cara. —Eres un grano en el
trasero, Lali. ¡Dios, te quiero! —Ella enganchó su brazo alrededor de mi cuello
y nos dirigimos hasta las escaleras y hacia la noche.
****
Eugenia me siguió hasta
mi habitación y luego se burló de mi compañera de cuarto, María. Inmediatamente
me quité la chaqueta con sangre, arrojándola al cesto de ropa sucia.
—Asqueroso. ¿Dónde has
estado? —preguntó María desde su cama.
Miré a Eugenia, quien se
encogió de hombros. —Sangrado por la nariz. ¿Nunca has visto una de las
hemorragias nasales de Lali?
María acomodó sus gafas y
sacudió la cabeza.
—Oh, lo harás. —Ella me
guiñó un ojo y luego cerró la puerta detrás de ella. Menos de un minuto
después, mi celular sonó. Por costumbre, Eugenia me enviaba un mensaje de texto
después de haber dicho adiós.
Pasaré la noche con Nico,
t veo mañana reina del cuadrilátero.
Miré a María, quien me
veía como si mi nariz se desangraría en cualquier momento.
—Ella estaba bromeando
—le dije.
María asintió con
indiferencia y luego miró hacia el desorden de libros sobre su colcha.
—Creo que voy a tomar una
ducha —le dije, agarrando una toalla y mi bolsa de baño.
—Alertaré a los medios de comunicación —bromeó María, manteniendo
su cabeza hacia abajo.
****
Al día siguiente, Nicolás
y Eugenia se unieron a mí para el almuerzo. Tenía toda intención de sentarme
sola, pero a medida que los estudiantes invadieron la cafetería, las sillas a
mí alrededor estuvieron llenas por los hermanos de fraternidad de Nicolás o los
miembros del equipo de fútbol americano. Algunos de ellos estuvieron en la
pelea, pero ninguno mencionó mi casi espectáculo en el cuadrilátero.
—Nico —dijo una voz.
Nicolás asintió con la
cabeza, y Eugenia y yo volteamos para ver a Peter tomar asiento al final de la
mesa. Fue seguido por dos voluptuosas rubias usando camisetas Sigma Kappa. Una
de ellas se sentó en el regazo de Peter y la otra se sentó junto él,
acariciando su camisa.
—Creo que he vomitado un
poco en mi boca —murmuró Eugenia.
La rubia en el regazo de Peter
se volvió hacia Eugenia. —Te he oído, puta.
Eugenia tomó su rollo y
lo arrojó al final de la mesa, rozando la cara de la chica. Antes de que la
chica pudiera decir otra palabra, Peter dobló sus rodillas, enviándola al
suelo.
— ¡Ay! —Chilló, mirando a
Peter.
—Eugenia es mi amiga.
Necesitas buscar otro regazo, Lex.
—¡Peter! —Se quejó ella,
poniéndose de pie.
Peter volvió su atención
a su plato, ignorándola.
Ella miró a su hermana y
resopló, después las dos se fueron de mano en mano.
Peter guiñó hacia Eugenia,
como nada hubiese pasado, llevándose otro bocado a la boca. Fue entonces cuando
me di cuenta de un pequeño corte en su ceja. Él intercambió miradas con Nicolás
y luego comenzó una conversación con uno de los chicos de fútbol frente a él.
Aunque los estudiantes en
la mesa habían disminuido, Eugenia, Nicolás y yo nos quedamos a hablar sobre
nuestros planes de fin de semana. Peter se levantó para irse, pero se detuvo en
nuestro extremo de la mesa.
— ¿Qué? —preguntó Nicolás
en voz alta, llevándose la mano a su oído.
Traté de ignorarlo lo
mejor posible, pero cuando miré hacia arriba, Peter me estaba mirando.
—Ya la conoces, Pit. ¿La
mejor amiga de Eugenia? Ella estaba con nosotros la otra noche —dijo Nicolás.
Peter me sonrió en lo que
supuse era su sonrisa encantadora. Él emanaba sexo y rebeldía con su pelo
castaño casi a rapa y brazos tatuados, y yo puse mis ojos en blanco en su
intento de coquetearme.
— ¿Desde cuándo tienes
una mejor amiga, Euge? —preguntó Peter.
—Desde tercer año de
secundaria —respondió ella, apretando sus labios juntos mientras sonreía en mi
dirección—. ¿No recuerdas, Peter? Tú arruinaste su suéter.
Peter sonrió. —Arruino
una gran cantidad de suéteres.
—Asqueroso —murmuré.
Peter hizo girar la silla
vacía a mi lado y se sentó, apoyando sus brazos delante de él. —Así que tú eres
Pigeon, ¿eh?
—No —le espeté—. Tengo un
nombre.
Parecía divertido por la
manera en que contesté, lo que sólo sirvió para enfadarme más.
— ¿Y bien? ¿Cuál es?
—Preguntó.
Di un mordisco por última
vez a la manzana, haciendo caso omiso de él.
—Entonces es Pigeon —se
encogió de hombros.
Miré a Eugenia y luego me
volví hacia Peter. —Estoy tratando de comer.
Peter se preparó para el
desafío que se le presentaba. —Mi nombre es Peter. Peter Lanzani.
Puse los ojos en blanco.
—Sé quién eres.
—Lo sabes, ¿eh? —dijo Peter,
levantando la ceja herida.
—No te hagas ilusiones.
Es difícil no darse cuenta cuando cincuenta borrachos están gritando tu nombre.
Peter se sentó un poco
más derecho. —Eso me sucede con frecuencia. —Puse los ojos nuevamente en blanco
y Peter se echó a reír—. ¿Tienes un tic o algo?
— ¿Un qué?
—Un tic. Tus ojos no
dejan de moverse. —Se echó a reír otra vez cuando me miró—. De hecho, esos son
unos ojos increíbles —dijo, inclinándose pocos centímetros hacia mi cara—. ¿Qué
color son? ¿Grises?
Miré a mi plato, dejando
que los largos mechones de mi cabello caramelo crearan una cortina entre
nosotros. No me gustaba la forma en la que me hacía sentir cuando estaba tan
cerca. No quería ser como las otras chicas en Eastern que se ruborizaban en su
presencia. No quería que me afectara de esa manera para nada.
—Ni siquiera pienses en
eso, Peter. Ella es como mi hermana —advirtió Eugenia.
—Bebé —dijo Nicolás—.
Acabaste de decirle que no. Ahora no parará.
—Tú no eres su tipo
—continuó ella.
Peter fingió estar
ofendido. — ¡Soy el tipo de todas!
Miré hacia él y sonreí.
— ¡Ah! Una sonrisa. No
soy un podrido bastardo después de todo —guiñó un ojo—. Fue un placer
conocerte, Pidge. —Caminó alrededor de la mesa y se inclinó al oído de Eugenia.
Nicolás lanzó una papa
frita a su primo.
— ¡Quita los labios de la
oreja de mi chica, Pit!
— ¡Me retiro! ¡Me retiro!
—Peter mostró sus manos en un gesto inocente.
Unas chicas siguieron
detrás de él, riendo y pasando sus dedos por su cabello para llamar su
atención. Él abrió la puerta para ellas y casi gritaron de deleite.
Eugenia se echó a reír.
—Oh, no. Estás en problemas, Lali.
—¿Qué te dijo? —pregunté,
cuidadosamente.
—Él quiere que la lleves
a casa, ¿verdad? —dijo Nicolás. Eugenia asintió y él negó con su cabeza—. Eres
una chica inteligente, Lali. Te lo digo ahora, si caes en su juego y terminas
enojada con él, no llegues a tomártelo en contra Eugenia y yo, ¿De acuerdo?
Sonreí. —No voy a caer en
su juego, Nico. ¿A caso parezco a una de esas Barbie para ti?
—Ella no caerá en su
juego —le aseguró Eugeniaa, tocando su brazo.
—Este no es mi primer
rodeo, Euge. ¿Sabes cuántas veces ha jodido las cosas para mí, porque él duerme
con la mejor amiga? ¡De pronto es un conflicto de intereses salir conmigo
porque es fraternizar con el enemigo! Te lo digo, Lali —me miró—, no le digas a
Euge que ella no puede salir conmigo porque caíste enamorada por los coqueteos
de Peter. Considérate advertida.
—Innecesario, pero se te
agradece, —le dije. Traté de asegurarle con una sonrisa, pero su pesimismo se
veía impulsado por los actos de Peter.
Eugenia me saludó con su
mano, yéndose con Nicolás mientras yo caminaba a mi clase. Entrecerré los ojos
ante el sol brillante, agarré las correas de mi mochila. Eastern era
exactamente lo que esperaba; desde las pequeñas aulas hasta las caras
desconocidas. Era un nuevo comienzo para mí; finalmente podía caminar a algún
lugar sin los susurros de los que sabían—o creían saber—acerca de mi pasado. Yo
era indistinguible como cualquier otra estudiante de primer año en su camino a
clase; sin miradas, sin rumores, sin lastima o criterios. Sólo la ilusión de lo
que yo quería que ellos vieran: vestida de cachemira, sin sentido alguno, Lali
Espósito.
Puse mi mochila en el
suelo y me derrumbé en la silla, inclinándome para tomar mi portátil de mi
bolso. Cuando me levanté para ponerla en mi escritorio, Peter se sentó en el
escritorio siguiente.
—Bien. Así puedes tomar
apuntes por mí—dijo. Mordía una pluma y me sonrió, sin duda su mejor sonrisa.
Le lancé una mirada de
disgusto. —Ni siquiera estás en esta clase.
—Qué si no. Por lo
general me siento allá —dijo, apuntando con la cabeza a la fila superior. Un
pequeño grupo de chicas me estaban mirando y me di cuenta de una silla vacía en
el centro.
—No tomaré notas por ti
—le dije, encendiendo mi computadora.
Peter se inclinó tan
cerca que podía sentir su aliento en mi mejilla. —Lo siento… ¿Te ofendí de
alguna manera?
Suspiré y sacudí la
cabeza.
—Entonces, ¿Cuál es tu
problema?
Mantuve mi voz baja. —No
me acostaré contigo. Debes darte por vencido ahora mismo.
Una sonrisa se formó en
su rostro antes de hablar. —No te he preguntado si dormirías conmigo —sus ojos
se dirigieron al techo en concentración—. ¿O sí?
—No soy una de esas
Barbie o una de tus groupies allá arriba —le dije, mirando a las chicas detrás
de nosotros—. No estoy impresionada por tus tatuajes, o tu encanto, o tu
forzada indiferencia, por lo que puedes detener tu plan, ¿De acuerdo?
—Está bien, Pigeon. —Él
era impermeable contra a mi rudeza—. ¿Por qué no vienes con Eugenia esta noche?
Reí ante su petición,
pero él se acercó más. —No estoy tratando de bolsearte. Sólo quiero pasar el
rato.
— ¿Bolsearme?
¿Cómo consigues tener sexo hablando de esa manera?
Peter se echó a reír,
sacudiendo su cabeza. —Sólo ven. Ni siquiera coquetearé contigo, lo juro.
—Voy a pensarlo.
El Profesor Chaney entró
y Peter se volvió al frente de la habitación. Una sonrisa permaneció en su
rostro, haciendo el hoyuelo en su mejilla notorio. Entre más reía, más quería
odiarlo, sin embargo era justo eso lo que hacía imposible odiarlo.
— ¿Quién me puede decir
cuál presidente tenía una amante? —preguntó Chaney.
—Asegúrate de escribir
eso —susurró Peter —. Necesitaré saber eso para las entrevistas de trabajo.
—Shh —le dije,
escribiendo cada palabra de Chaney.
Peter sonrió y se relajó
en su silla. Mientras la hora pasaba, él alternaba entre bostezar y apoyarse
contra mi brazo para mirar el monitor. Hice un esfuerzo tremendo para
ignorarlo, pero su proximidad y sus abultados músculos de su brazo lo hacían
difícil. Jugó con la pulsera de cuero negro alrededor de su muñeca hasta que
Chaney terminó la clase.
Me apresuré hacia la
puerta y el pasillo. Justo cuando me sentía a una distancia segura, Peter Lanzani
estaba a mi lado.
— ¿Has pensado en ello?
—preguntó, colocándose sus gafas de sol.
Una pequeña morena se
puso delante de nosotros, con los ojos abiertos de esperanza. —Hola, Peter.
—dijo, jugando con su pelo.
Me detuve, retrocediendo
por su tono de voz dulce y luego caminé a su alrededor. La había visto antes,
hablando normalmente en el área de los dormitorios de las chicas, Morgan Hall.
Su tono de voz sonaba más maduro y me pregunté por qué ella creía que Peter
encontraría su tono de niña atractivo. Ella balbuceó en una octava más alta por
un tiempo más hasta que él estaba nuevamente a mi lado.
Sacando un encendedor de
su bolsillo, él encendió un cigarrillo y exhaló una nube espesa de humo. — ¿En
dónde estaba? Ah, sí… tú estabas pensando.
Hice una mueca. — ¿De qué
estás hablando?
—¿Has pensando en venir?
—Si digo que sí, ¿Dejarás
de seguirme?
Consideró mi estipulación
y luego asintió. —Sí.
—Entonces iré.
—¿Cuándo?
Suspiré. —Esta noche. Iré
esta noche.
Peter sonrió y se detuvo
en seco —Genial. Te veré después, Pidge —gritó detrás de mí.
Doblé la esquina para ver
a Eugenia junto a Gastón fuera de mi dormitorio. Nosotros tres terminamos en la
misma mesa en clase de orientación para primer año, y supe que él sería la
tercera rueda a nuestra bien engrasada máquina. Él no era excesivamente alto,
pero aun así mucho más que mi metro con sesenta y cuatro centímetros. Sus ojos
redondos compensaban sus rasgos delgados y finos, y su pelo teñido por lo
general era estilizado por la parte delantera.
— ¿Peter Lanzani? Jesús,
Lali, ¿Desde cuándo comenzaste a pescar en la parte profunda? —dijo Gastón, con
desaprobación en sus ojos.
Eugenia sacó el chicle de
su boca en una larga cuerda. —Sólo lo estás empeorando por ignorarlo. Él no
está acostumbrado a eso.
— ¿Qué sugieres que haga?
¿Dormir con él?
Eugenia se encogió de
hombros. —Te ahorrará tiempo.
—Le dije que iría esta
noche.
Gastón y Eugenia
intercambiaron miradas.
— ¿Qué? Él prometió
dejarme de molestar si decía que sí. Tú irás esta noche, ¿verdad?
—Bueno, sí —dijo Eugenia—.
¿En verdad vendrás?
Sonreí y pasé junto a ellos hacia el
dormitorio, preguntándome si Peter podría cumplir su promesa de no
coquetear. Él no era difícil de descifrar; o él me veía como un reto, o lo
suficientemente un atractiva para ser una buena amiga. No estaba segura cuál me
molestaba más.
CONTINUARÁ...
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