miércoles, 19 de noviembre de 2014

Capítulo 8 (Parte 2)

RUMORES (Parte 2)


— ¡Levántate, Lali! —gritó Eugenia, sacudiéndome.

Toto lamió mi mejilla. — ¡Estoy levantada! ¡Estoy levantada!

— ¡Tenemos clases en media hora!

Salté de la cama. —He estado durmiendo por… ¿Catorce horas? ¿Pero por qué?

— ¡Sólo date un baño! ¡Si no estás lista en diez minutos, dejare tu trasero aquí!

— ¡No tengo tiempo de darme un baño! —dije, cambiándome la ropa con la cual me dormí.

Peter apoyó su cabeza en su mano y rió. —Son ridículas. No es el fin del mundo si llegan tarde a una clase.

—Lo es si eres Eugenia. Ella no se pierde una clase y odia llegar tarde —dije, tirando una camisa sobre mi cabeza, y metiéndome dentro de mis jeans.

—Deja que Euge se adelante. Yo te llevaré.

Caminé con un pie, mientras me ponía mis botas en el otro. —Mi bolsa está en su auto, Pit.

—Como sea —se encogió de hombros—. Sólo no salgas herida por llegar a tiempo a una clase —Él levantó a Toto, sosteniéndolo en su mano como un pequeño balón, siguiéndome en el pasillo.

Eugenia corrió conmigo hacia la puerta y entramos en el auto. —No puedo creer que él te haya regalado ese perrito —dijo ella, mirando hacia atrás mientras salía del estacionamiento.

Peter estaba de pie frente al sol de la mañana, en calzoncillos y descalzo, con los brazos cruzados por el frío. Él observaba a Toto oler el pasto en el patio como un padre orgulloso.

—Nunca he tenido un perro antes —dije—. Esto será interesante.

Eugenia miró a Peter antes de hacer avanzar su Honda. —Míralo —dijo, negando con su cabeza.

—Peter Lanzani: Sr. Mamá. Toto es adorable. Incluso tú te encariñarás con él.

—No puedes traerlo contigo al dormitorio, lo sabes. No creo que Peter haya pensado en eso.

—Peter dijo que él lo cuidara en el apartamento.


Ella arqueó una ceja. —Claro que lo dijo. Peter piensa en el futuro, tengo que darle crédito por eso —dijo, negando con su cabeza mientras pisaba el acelerador.  

Me tensé, pegándome en mi asiento por la velocidad.

Una vez que la adrenalina se absorbió en mi sistema, la pesadez de mi post-cumpleaños se apoderó de mi cuerpo. Eugenia me dio un codazo cuando la clase terminó, y la seguí hacia la cafetería.

Nicolás se encontró con nosotros en la puerta, y me di cuenta de inmediato que algo andaba mal.

—Euge —dijo Nicolás, agarrándola del brazo.

Peter corrió hacia donde estábamos, y agarrándose de sus caderas, respiró profundamente hasta que recuperó el aliento.

— ¿Hay una turba de mujeres enfadadas que te persiguen? —Me burlé.

Él sacudió su cabeza. —Estaba tratando de alcanzarte… antes de que… entraras —suspiró.
— ¿Qué está pasando? —pregunto Eugenia a Nicolás.

—Hay un rumor —comenzó Nicolás—. Todo el mundo está diciendo que Peter llevo a Lali a casa y… los detalles son diferentes, pero es bastante malo.

¿Qué? ¿Hablas en serio? —grité.

Eugenia rodó sus ojos. — ¿A quién le importa, Lali? La gente ha estado especulando sobre ti y Pit desde semanas. No es la primera vez que alguien dice que ustedes duermen juntos.

Peter y Nicolás intercambiaron miradas.

— ¿Qué? —dije—. Hay algo más, ¿No?

Nicolás hizo una mueca. —Están diciendo que te acostaste con Pablo en la casa de Brasil, y luego te fuiste con Peter… a casa, si sabes lo que estoy tratando de decir.

Mi boca cayó abierta. — ¡Grandioso! ¿Así que soy la zorra de la escuela ahora?

Los ojos de Peter se oscurecieron y su mandíbula se tensó. —Esto es mi culpa. Si se tratara de alguien más, ellos no estarían hablando de ti —Él entró a la cafetería con sus manos hechas puño a los costados.

Eugenia y Nicolás lo siguieron. —Espero que nadie sea tan estúpido como para decirle algo. —dijo Eugenia.

—O a ella. —agregó Nicolás.

Peter se sentó a unos asientos de distancia de mí, al lado de Franco. Espere que él me mirara, queriéndole ofrecer una sonrisa confortante. Peter tenía una reputación, pero yo dejé que Pablo me besara en el pasillo.

Nicolás me dio un codazo mientras miraba a su primo. —Sólo se siente mal. Probablemente está tratando de desviar el rumor.

—No tienes por qué sentarte allí, Pit. Vamos, siéntate aquí —dije, palmeando el espacio vacío en frente de mí.

—Escuché que pasaste un buen cumpleaños, Lali —dijo Chris Jenks, lanzando un trozo de lechuga al plato de Peter.

—No comiences con ella, Jenks —advirtió Peter, ceñudo.  


Chris sonrió, empujando hacia arriba sus redondas y rosadas mejillas. —Escuché que Pablo está furioso. Dijo que fue a su apartamento ayer, y tú y Peter seguían en la cama.

—Ellos estaban tomando una siesta, Chris —se mofó Eugenia.

Mis ojos se lanzaron hacia Peter. — ¿Pablo fue a verme?

Él se movió incómodo en su silla. —Te lo iba a decir.

¿Cuándo? —Espeté.

Eugenia se inclinó en mi oído. —Pablo escuchó el rumor, y fue a confrontarte. Traté de detenerlo, pero él caminó hacia el pasillo y… tuvo una idea totalmente equivocada.

Planté mis codos en la mesa, cubriendo mi rostro con mis manos. —Esto se pone cada vez mejor.

—Entonces, ¿Ustedes realmente no han entrado en acción? —Preguntó Chris—. Maldición, esto apesta. Pensé que Lali era la adecuada para ti después de todo, Pit.

—Es mejor que te detengas ahora, Chris —advirtió Nicolás.

—Si tú no duermes con ella, ¿Te importa si yo lo hago? —dijo Chris, riéndose con sus compañeros de equipo.

Mi cara ardió con la vergüenza inicial, pero luego Eugenia gritó en mi oído, reaccionando en respuesta a Peter saltando de su asiento. Él llegó hasta la mesa, agarrando a Chris por la garganta con una mano, y su otra mano hecha un puño en su camisa.

Una línea de personas se acercó a la mesa, y docenas de sillas se arrastraron por el suelo mientras las personas se levantaban para mirar. Peter lo golpeó repetidamente en el rostro, su codo echado hacia atrás en el aire antes de aterrizar cada golpe. La única cosa que Chris pude hacer fue cubrir su cara son sus manos.

Nadie tocó a Peter. Él estaba fuera de control, y su reputación hacía que todos tuvieran miedo de ponerse en su camino. Los jugadores de fútbol se agacharon y dieron un respingo mientras veían a su compañero ser asaltado sin piedad sobre el suelo.  

— ¡Peter! —grité, rodeando la mesa.
A medio golpe, Peter retuvo su puño, y luego soltó la camisa de Chris, haciéndolo caer al suelo. Él estaba jadeando cuando se dio la vuelta para mirarme; Nunca lo había visto tan sobresaltado. Tragué duro y di un paso hacia atrás mientras él pasaba a mi lado.

Di un paso para seguirlo, pero Eugenia agarró mi brazo. Nicolás la besó rápidamente, y luego siguió a su primo hacia la puerta.

—Jesús —susurró Eugenia.

Nos dimos la vuelta para ver a los compañeros de equipo de Chris recogerlo del suelo, y me encogí ante su cara roja e hinchada. La sangre brotaba de su nariz, y Brasil le entregó una servilleta de la mesa.

— ¡Ese loco hijo de puta! —gimió Chris, sentándose en la silla y llevando su mano hacia su rostro. Me miró, entonces—. Lo siento, Lali. Estaba sólo bromeando.

No tenía palabras para replicar. No podía explicar que había ocurrido.

—Ella no se ha acostado con ninguno de ellos —dijo Eugenia.


—Nunca sabes cuándo callarte, Jenks —dijo Brasil, disgustado.

Eugeniaa tiró de mi brazo. —Vamos. Vámonos.

Ella no perdió tiempo arrastrándome hacia su auto. Cuando ella encendió el motor, agarré su muñeca. — ¡Espera! ¿A dónde vamos?

—Vamos al apartamento de Nico. No quiero que él esté solo con Peter. ¿Lo viste? ¡Él ha pisado fondo!

— ¡Bueno, yo tampoco quiero estar cerca de él!

Eugeniaa me miró con incredulidad. —Obviamente, tenemos que hacer algo por él. ¿No quieres saber cómo está?

—Mi sentido de auto-preservación pesa más que mi curiosidad en este punto, Euge.

—Lo único que lo detuvo fue tu voz, Lali. Él te escuchará. Tienes que hablar con él.

Suspiré y solté su muñeca, cayendo contra el respaldo de mi asiento. —Está bien. Vemos.


Nos detuvimos en el estacionamiento, y Eugenia aparcó entre el auto de Nicolás y la motocicleta de Peter. Ella subió las escaleras, poniendo sus manos en sus caderas dramáticamente.  

— ¡Vamos, Lali! —gritó Eugenia, haciendo señas para que la siguiera.

Vacilante, finalmente la seguí, deteniéndome cuando vi a Nicolás bajar apresurado las escaleras para hablar en voz baja con Eugenia. Él me miró, negó con su cabeza, y entonces susurró algo otra vez.

— ¿Qué? —pregunté.

—Nico no… —dijo ella inquieta—. Nico, no creo que sea buena idea irnos. Peter está bastante molesto.  

—Quieres decir que él no cree que yo debería entrar —dije.

Nicolás tocó mi hombro. —No has hecho nada malo, Lali. Él sólo no… él no quiere verte justo ahora.

—Si yo no he hecho nada mal, ¿Entonces porque no quiere verme?

—No estoy seguro; no quiere hablarme sobre esto. Creo que esta avergonzado de perder el control frente a ti.

— ¡Perdió el control frente de toda la cafetería! ¿Que tengo yo qué hacer con esto?

—Más de lo que tú crees —dijo Nicolás, esquivando mis ojos.

Lo observé por un momento, y luego pasé entre ellos, subiendo corriendo las escaleras. A travesé la puerta para encontrar una sala vacía. La puerta de la habitación de Peter vacía, así que toqué.

— ¿Peter? Soy yo, abre.

—Vete, Pidge —gritó del otro lado de la puerta.

Me asomé para verlo sentado en el borde de la cama, frente a la ventana. Toto pateaba su espalda, no muy feliz de ser ignorado.

— ¿Qué pasa contigo, Pit? —pregunté. Él no respondió, así que me pare a su lado, cruzando mis brazos. Su quijada estaba tensa, pero no tenía esa expresión escalofriante que había tenido en la cafetería. Parecía triste. Del tipo profundo, sin esperanza.
— ¿No vas a hablarme sobre esto?

Esperé, pero permaneció en silencio. Me di la vuelta hacia la puerta y él finalmente suspiró. — ¿Recuerdas el otro día cuando Brasil se metió conmigo y tu saliste en mi defensa? Bueno… eso es lo que ocurrió. Sólo que me dejé llevar un poco.

—Estabas enojado antes de que Chris dijera algo —dije, volviéndome para sentarme a su lado en la cama.

Él continuó mirando por la ventana. —Quise decir lo que dije antes. Deberías irte, Pidge. Dios sabe que yo no puedo apartarme de ti.

Toqué su brazo. —Tú no quieres que me vaya.

La mandíbula de Peter se tensó de nuevo, y luego me envolvió con su brazo. Se detuvo por un momento, y luego besó mi frente, presionando su mejilla contra mi sien. —No importa cuán fuerte lo intente. Vas a odiarme cuando todo esté dicho y hecho.

Envolví mis brazos alrededor de él. —Somos amigos. No acepto un no por respuesta —cité.
Sus cejas se arquearon, y entonces me abrazó con ambos brazos, sin dejar de mirar por la ventana. —Te observo dormir un montón. Siempre pareces tan tranquila. No tengo ese tipo de tranquilidad. Tengo toda esta ira y rabia dentro de mí… excepto cuando te observo dormir.

—Eso fue lo que estaba haciendo cuando Pablo entro —continuó—. Yo estaba despierto, y él entró, y sólo estuvo de pie allí, con su mirada de shock en el rostro. Sabía lo que él pensaba, pero no quise aclararlo. No quise explicárselo porque quería que él creyera que algo ocurrió. Ahora toda la escuela cree que tú estuviste con ambos en la misma noche.

Toto hizo su camino hacia mi regazo, y froté sus orejas.

Peter alargó su mano para acariciarlo una vez, y luego puso su mano sobre la mía. —Lo siento.  

Me encogí de hombros. —Si él creyó ese rumor, esa es su culpa.

—Es difícil creer algo más cuando nos ve juntos en la cama.

—Él sabe que estoy quedándome contigo. Yo estaba completamente vestida, por el amor de Cristo.

Peter suspiró. —Probablemente estaba demasiado molesto como para darme cuenta. Sé que le gustas, Pidge. Debería habérselo explicado. Te debo mucho.

—No importa.

— ¿No estás enojada? —preguntó, sorprendido.

— ¿Es eso lo que te tiene tan molesto? ¿Pensaste que me enojaría contigo cuando me dijeras la verdad?

—Deberías estarlo. Si me estuvieran hundiendo por la mala reputación del alguien, yo estaría un poco encabronado.

—A ti no te importa el qué dirán. ¿Qué pasó con el Peter que le importa una mierda lo que los demás piensen? —me burlé, dándole un codazo.  

—Eso fue antes de ver la expresión en tu cara cuando escuchaste lo que todo el mundo estaba diciendo. No quiero que salgas lastimada por mi culpa.
—Tú nunca harías algo para lastimarme.
—Preferiría cortarme el brazo —suspiró.

Él se relajó apoyando su mejilla contra mi cabello. Yo no tenía una réplica, y Peter parecía haber dicho todo lo que necesitaba decir, así que nos sentamos en silencio. De vez en cuando, Peter me apretaba con más fuera a su lado. Me aferré a su camisa, sin saber cómo hacerlo sentir mejor que permitirle abrazarme.

Cuando el sol comenzó a subir, escuché un leve golpe en la puerta. — ¿Lali? —la voz de Eugenia sonó débil del otro lado de la madera.

—Entra, Euge —respondió Peter.

Eugenia entró con Nicolás, y sonrió al vernos, enredados en los brazos del otro. —Vamos por un poco de comida. ¿Tienen ganas de hacer una carrera hasta Pei Wei?

Agh. ¿Comida asiática nuevamente, Euge? ¿De verdad? —preguntó Peter.

Sonreí. Él sonó más como a sí mismo.

Eugenia lo notó, también. —Sí, de verdad. ¿Vienen o no?

—Me muero de hambre —dije.
—Claro que lo estás, no llegaste a almorzar —dijo, frunciendo el ceño. Se levantó, llevándome con él—. Vamos. Déjame conseguir algo de comida para ti.

Él mantuvo su brazo alrededor de mí, y no me soltó hasta que estuvimos dentro de Pei Wei.

Tan pronto como Peter fue al baño, Eugenia se inclinó hacia mí. — ¿Y? ¿Qué te dijo?

—Nada —me encogí de hombros.

Ella arqueó una ceja. —Estuviste en su habitación por dos horas. ¿Él no te dijo nada?

—Por lo general no lo hace cuando está molesto —dijo Nicolás.

—Tuvo que haber dicho algo —presionó Eugenia.

—Dijo que estaba un poco molesto por los rumores sobre mí, y que no le dijo a Pablo la verdad cuando él entró. Eso es todo —dije, jugando con la sal y la pimienta.

Nicolás negó con su cabeza, cerrando sus ojos.

— ¿Qué, bebé? —preguntó Eugenia, enderezándose.

—Peter es —suspiró, rodando sus ojos—, Olvídalo.

Eugenia tenía una expresión testaruda. —Oh, diablos, no, tú no puedes… —Ella se interrumpió cuando Peter se sentó y puso su brazo detrás de mí.

— ¡Maldita sea! ¿La comida no está aun?

Reímos y bromeamos hasta que el restaurant cerró, y luego entramos en el auto para regresar a casa. Nicolás cargó a Eugenia sobre su espalda para subir las escaleras, pero Peter se quedó atrás, tirando de mi brazo antes de seguirlos. Levanté la mirada hacia nuestros amigos, hasta que ellos desaparecieron tras la puerta, y entonces me ofreció una sonrisa triste. —Te debo una disculpa por lo de hoy, lo siento mucho.  

—Ya te has disculpado. Está bien.

—No, me disculpé por Pablo. No quiero que pienses que soy un psicópata que va por ahí atacando a las personas por la más mínima cosa —dijo—. Pero te debo una disculpa porque no te defendí por la razón correcta.
—Y eso sería… —incité.

—Me abalancé sobre él porque dijo que él quería ser el siguiente en la fila, no porque él bromeara contigo.

—Insinuar que hay una fila para acostarse conmigo es razón suficiente para defenderme, Pit.

—Ese es mi punto. Estaba enojado porque lo tomé como si él quisiera dormir contigo.

Después de procesar lo que Peter quería decir, agarré los costados de su camisa y presioné mi frente contra su pecho.

— ¿Sabes qué? No me importa —dije, levantando la mirada hacia él—. No me importa lo que la gente está diciendo, o si pierdes el control, o porque golpeaste a Chris en el rostro. La última cosa que quiero es tener una mala reputación, pero estoy cansada de explicar nuestra amistad a todos. Al diablo con ellos.

La mirada de Peter se tornó suave, y las comisuras de sus labios se curvaron. — ¿Nuestra amistad? A veces me preguntó si me escuchas por completo.

— ¿Qué quieres decir?
—Entremos. Estoy cansado.

Asentí, y él me abrazó contra su costado hasta que nos encontramos dentro del apartamento. Eugenia y Nicolás ya estaban encerrados en su dormitorio, y me deslicé dentro y fuera del baño. Peter estaba sentado con Toto afuera mientras me vestía con mi pijama, y después de media hora, ambos estábamos en la cama.  

Recosté mi cabeza en mi brazo, dejando salir un largo suspiro, relajándome. —Sólo dos semanas menos. ¿Vas a hacer un drama cuando me mude de regreso a Morgan?

—No lo sé —dijo. Pude ver su gesto atormentado, incluso en la oscuridad.

—Oye —toqué su brazo—. Estaba bromeando.

Lo observé durante un largo rato, respirando, parpadeando, y tratando de relajarse. Él se movió un poco y luego me miró. — ¿Confías en mí, Pidge?


—Sí, ¿Por qué?
—Ven aquí —dijo, tirando de mí contra él. Me puse rígida por un segundo o dos antes de recostar mi cabeza en su pecho.


Lo que sea que estaba pasando con él, me necesitaba cerca, y no podría hacer objetado algo incluso si hubiese querido. Se sentía bien estar acostada a su lado.



CONTINUARÁ...

2 comentarios:

  1. Amo esa nove. Cuando le va a decir que esta enamorado de ella? Plis subi otro cap! Masss

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