miércoles, 19 de noviembre de 2014

Capítulo 8 (Parte 1)

RUMORES (Parte 1)


Cuando mis ojos finalmente pudieron despegarse para abrirse, vi que mi almohada consistía en unos jeans y piernas. Peter estaba sentado con su espalda contra la bañera, su cabeza inclinada contra la fría pared. Él parecía tan incómodo como yo me sentía. Tiré la manta que tenía sobre mí y me levanté, jadeando ante mi horroroso reflejo en el espejo sobre el lavabo.
Parecía como muerta.  

El rímel corrido, lágrimas negras deslizándose por mis mejillas, labial manchando a través de mi boca, y mi cabello tenía dos grandes nudos a cada lado.

Sábanas, toallas y mantas rodeaban a Peter. Él había formado una suave cama para dormirme mientras yo expulsé los quince chupitos de tequila que había consumido la noche anterior. Peter había sostenido mi cabello lejos del retrete, y se sentó a mi lado toda la noche.

Abrí el grifo, colocando mi mano debajo del agua hasta obtener la temperatura que yo quería.

Limpié el desorden de mi cara, escuché un gemido desde el suelo. Peter se removía, frotó sus ojos y se estiró, y luego miró a su lado, entrando en pánico.  

—Estoy aquí —dije—. ¿Por qué no te vas a la cama? ¿Quieres dormir un poco más?

— ¿Estás bien? —dijo él, frotando sus ojos una vez más.

—Sí, estoy bien. Bueno, tan bien como se podría estar. Me sentiré mejor una vez que me dé un baño.

Él se levantó. —Superaste mis fiestas locas anoche, para que lo sepas. No sé de dónde vino esto, pero no quiero que lo hagas otra vez.

—Esto es más o menos con lo que crecí, Pit. No es la gran cosa.

Él tomó mi barbilla entre sus manos y limpió la mancha de rímel debajo de mis ojos con sus pulgares. —Fue una gran cosa para mí.

—Bien, no voy a hacerlo otra vez. ¿Feliz?

—Sí. Sin embargo, tengo algo que decirte, si prometes no asustarte.
—Oh, Dios, ¿Qué hice?

—Nada, pero necesitas llamar a Eugenia.

— ¿Dónde está?

—En Morgan. Ella discutió con Nico ayer.

Corrí hacia la ducha y comencé a tirar de mi ropa mientras Peter usaba el lavabo. Cuando salí del baño, Nicolás y Peter estaban sentados en la sala.

— ¿Qué le has hecho? —exigí.

La cara de Nicolás palideció. —Realmente está enojada conmigo.

— ¿Qué ocurrió?

—Estaba enojado porque te animó a beber tanto. Pensé que íbamos a terminar llevándote al hospital. Una cosa llevo a la otra, y lo siguiente que sé, estábamos gritándonos el uno al otro. Ambos estábamos borrachos, Lali. Dije cosas que quisiera no haber dicho —negó con su cabeza, mirando hacia el suelo.

— ¿Cómo qué? —dije, enojada.
—La insulté con unos nombres de los cuales no estoy orgulloso y entonces le dije que se marchara.

— ¿Dejaste que ella se fuera de aquí estando borracha? ¿Eres un idiota? —dije, agarrando mi bolso.

—Tranquilízate, Pidge. Él ya se siente suficientemente mal —dijo Peter.  

Terminé de sacar mi teléfono celular de mi bolso, marcando el número de Eugenia.

— ¿Hola? —respondió ella. Sonaba mal.

—Acabo de enterarme —suspiré—. ¿Estás bien? —Caminé hacia el pasillo por más privacidad, lanzando hacia atrás una mala mirada a Nicolás.

—Estoy bien. Él es un imbécil —Sus palabras fueron firmes, pero pude escuchar el dolor en su voz. Eugenia era una maestra enmascarando sus emociones, y podría engañar a cualquiera menos a mí.

—Siento no haberme ido contigo.

—Estabas casi desmayada, Lali —dijo molesta.
— ¿Por qué no vienes por mí? Podemos hablar de esto.

Ella respiró contra el teléfono. —No sé. Realmente no quiero verlo.

—Le diré que se quede dentro, entonces.

Hubo una larga pausa, y entonces escuché sus llaves tintinear en el fondo. —Está bien. Estaré allí en un minuto.

Entré en la sala, pasando mi bolso sobre mi hombro. Ellos me observaron abrir la puerta para esperar a Eugenia, y Nicolás brincó del sofá.

— ¿Ella va a venir?

—No quiere verte, Nico. Le dije que te quedarías dentro.

Él suspiró, y cayó contra el cojín. —Me odia.

—Voy a hablar con ella. Será mejor que tengas una increíble disculpa, sin embargo.

Diez minutos más tarde, la bocina de un auto sonó dos veces afuera, y cerré la puerta detrás de mí. Cuando llegaba al final de las escaleras, Nicolás pasó junto a mí hacia el Honda rojo de Eugenia, y se encorvó para verla a través de la ventana. Me detuve en seco, observando cómo Eugenia lo ignoraba observando al frente. Ella bajó su ventanilla, y Nicolás parecía estarse explicando, y entonces comenzaron a discutir. Decidí entra en la casa para darles privacidad.

— ¿Pigeon? —dijo Peter, trotando por la escalera.

—Esto no se ve bien.

—Me lo imaginaba. Vamos adentro —dijo, entrelazando sus dedos con los míos mientras subíamos las escaleras.

— ¿Fue tan malo? —pregunté.

Asintió. —Bastante malo. Salieron de la fase de luna de miel, sin embargo. Lo van a superar.

—Para ser alguien que nunca ha tenido una novia, parece que sabes sobre relaciones.

—Tengo cuatro hermanos y muchos amigos —dijo, sonriendo para sí mismo.

Nicolás entró pisoteando en el apartamento y cerró la puerta detrás de él. — ¡Ella es jodidamente imposible!
Besé la mejilla de Peter. —Esa es mi señal.

—Buena suerte —Peter sonrió.

Me deslicé dentro del auto de Eugenia, ella resopló. — ¡Él es jodidamente imposible!

Reí, pero ella lanzó una mala mirada en mi dirección. —Lo siento, —dije, forzando mi sonrisa a desaparecer.

Mientras conducía, Eugenia gritó y gritó y gritó un poco más. A veces lanzaba maldiciones a Nicolás, como si fuera él quien estuviera sentado en mi lugar. Yo me quede quieta, dejando que sacara su coraje como sólo Eugenia podía hacerlo.

— ¡Me llamó irresponsable! ¡A mí! ¡Como si yo no te conociera! Como si no te hubiera visto robarle a tu padre cientos de dólares para beber tequila. ¡Él no sabía de qué diablos estaba hablando! ¡Él no sabe cómo era tu vida! ¡Él no sabe lo que yo sé, y actúa como si yo fuera su hija en vez de su novia! —Descansé mi mano sobre la de ella, pero ella la apartó—. Él pensaba que tú serías la razón por la cual nosotros no podríamos funcionar, y entonces él termina haciendo el trabajo por sí solo. Y hablando de ti, ¿Qué diablo pasó anoche con Pablo?
El repentino cambio de tema me tomó por sorpresa. — ¿Qué quieres decir?

—Peter se la paso contigo toda la fiesta, Lali, y luego vas y te manoseas con Pablo. ¿Y tú preguntas porque todo el mundo está hablando de ti?

— ¡Espera un minuto! Le dije a Pablo que no deberíamos estar haciendo eso ¿Y qué importa si Peter se pasó conmigo la noche o no? ¡No estoy con él!

Eugenia miró hacia el frente, soltando una ráfaga de aire por la nariz.

Bien, Euge. ¿Qué es todo esto? ¿Estás enojada conmigo, ahora?

—No estoy enojada contigo. Sólo no quiero asociarme con completos idiotas.

Negué con mi cabeza, y luego miré fuera de la ventana antes de decir algo de lo que podría arrepentirme. Eugenia siempre había sido capaz de hacerme sentir como una mierda.

— ¿Por lo menos ves lo que está pasando? —preguntó—. Peter dejó de pelear. Él no sale sin ti. No ha traído más chicas a casa desde esas tontas gemelas… aún no ha asesinado a Pablo, y tú estás preocupada de lo que la gente va a decir. ¿Sabes porque te digo esto, Lali? ¡Porque es la verdad!

Me giré, mi cuello crujió lentamente mientras me volvía a su dirección, tratando de darle la más asesina mirada que conocía. — ¿Qué diablos te pasa?

—Estás saliendo ahora con Pablo , y tú estás tan feliz —dijo mofándose—. Entonces, ¿Por qué no estás en Morgan?

— ¡Porque perdí una apuesta, ya lo sabes!

— ¡Dame un respiro, Lali! Hablas sobre cuán perfecto es Pablo, tienes esas increíbles citas con él, hablas con él por horas al teléfono, y luego vas a dormirte al lado de Peter toda la noche. ¿Ves lo que está mal en esta situación? Si realmente te gustara Pablo, tus cosas estarían en Morgan ahora mismo.

Apreté mis dientes. —Sabes que yo nunca abandono una apuesta, Euge.

—Eso es lo que pensaba —dijo, retorciendo sus manos alrededor del volante—. Peter es lo que quieres, y Pablo es lo que crees que necesitas.

—Sé que parece de esa manera, pero…

—Es la manera que le parece a todo el mundo. Si no te gusta que las personas estén hablando de ti… cambia. Esto no es la culpa de Peter. Él ha hecho mucho por ti. Tú estás recogiendo lo que cosechaste, y Pablo está obteniendo los beneficios.  

— ¡Una semana atrás empaquetaste mis cosas y no querías que Peter se me acercara otra vez! ¿Ahora estás defendiéndolo?  

— ¡Mariana! ¡No lo estoy defendiendo, estúpida! ¡Estoy viendo por ti! ¡Ustedes están locos el uno por el otro! ¡Hagan algo al respecto!

— ¿Cómo es posible creer que yo debería estar con él? —Gemí—. ¡Se supone que debo mantenerme alejada de personas como él!

Ella apretó sus labios, claramente perdiendo la paciencia. —Has trabajado muy duro para separarte de tu padre. ¡Esa es la única razón por la cual incluso consideraste salir con Pablo! Él es lo completamente opuesto de Carlos, y crees que Peter va a lanzar a tierra todos tus esfuerzos. Él no es tu papá, Lali.

—Yo no he dicho que él lo sea, pero esta poniéndome en una situación segura de seguir sus pasos.

—Peter no te haría esto a ti. Creo que subestimas lo mucho que significas para él. Si tú se lo dices…

—No. No dejamos todo atrás para que todo el mundo aquí me mire como lo hicieron en Wichita. Vamos a centrarnos en el problema en cuestión. Nico está esperándote.

—No quiero hablar de Nico —dijo, frenando hasta detenerse en la luz.

—Él es miserable. Te ama.

Sus ojos se llenaron de lágrimas y su labio inferior tembló. —No me importa.

—Sí te importa.

—Lo sé —susurró, inclinándose en mi hombro.

Ella lloró hasta que la luz del semáforo cambió, y luego besé su cabeza. —Luz verde.

Ella se sentó recta, limpiándose la nariz. —Fui bastante cruel con él hace rato. No creo que quiera hablar conmigo ahora.

—Hablará contigo. Él sabe que estabas enojada.

Eugenia limpió su rostro, y luego lentamente cambió la direccional. Me preocupaba tomarme mucho tiempo para convencerla de regresar conmigo, pero Nicolás bajó la escalera corriendo antes de que ella apagara el motor.

Él abrió bruscamente la puerta del auto, inclinándose a sus pies. —Lo siento mucho, bebé. No debería meterme en lo que no me importa… por favor, no te vayas. No sé qué haría sin ti.

Eugenia tomó su rostro entre sus manos y sonrió. —Eres un cabrón arrogante, pero todavía te amo.

Nicolás la besó una y otra vez como si no la hubiera visto en meses, y sonreí por mi trabajo bien hecho. Peter estaba de pie en la puerta, sonriendo mientras yo me dirigía al apartamento.

—Y ellos vivieron felices para siempre —dijo Peter, cerrando la puerta detrás de mí.
Me desplomé en el sofá y él se sentó a mi lado, tirando de mis piernas hacia su regazo.

— ¿Qué haces hoy, Pidge?

—Dormir. O descansar… o dormir.

— ¿Puedo darte tu regalo primero?

Empujé su hombro juguetonamente. —Cállate. ¿Me has traído un regalo?

Su boca se curvó en una sonrisa nerviosa. —No es un brazalete de diamantes, pero pensé que te gustaría.

—Me encanta y aún no lo he visto.

Él levantó mis piernas de su regazo, y luego desapareció hacia el dormitorio de Nicolás. Arqueé una ceja cuando lo escuché murmurando, y luego salió con una caja. La dejó en el suelo, a mis pies, para abrirla.

—Apresúrate, quiero verte sorprendida —sonrió.

— ¿Qué me apresure? —pregunté, levantando la tapa.

Mi boca cayó abierta cuando un par de grandes ojos negros miró hacia mí.

— ¿Un perrito? —grité, llevando mis manos dentro de la caja. Levanté el oscuro bebé de cabello rizado hacia mi cara, y cubrió mi boca con cálidos y húmedos besos.

Peter sonrió radiante, triunfante. — ¿Te gusta él?

— ¿Él? ¡Lo amo! ¡Tengo un perrito!

—Es un Cairn Terrier. Tuve que manejar tres horas para recogerlo después de clases el jueves.

—Entonces, cuando dijiste que fuiste con Nicolás en su auto para comprar…

—Fuimos a conseguir tu regalo —asintió. — ¡Él es muy inquieto! —reí.

—Toda chica de Kansas necesita un Toto —dijo Peter, ayudándome a mantener a esa pequeña bola de pelos en mí regazo.  

— ¡Él parece como Toto! Así es como voy a llamarlo —dije, arrugando mi nariz hacia el inquieto perrito.

—Puedes tenerlo aquí. Yo me encargaré de él cuando vuelvas a Morgan —su boca se curvó en una media sonrisa—. Y eso me asegurara de que vengas a visitarlo varias veces al mes.

Apreté mis labios juntos. —Hubiera regresado, de todas maneras, Pit.

—Haría cualquier cosa por volver esa sonrisa en tu rostro ahora mismo.

—Creo que necesito una siesta, Toto. Si, tú también —susurré al cachorro.

Peter asintió, tirando de mí hacia su regazo, y luego levantándose conmigo en sus brazos. Con dificultad, él cerró las cortinas, y luego se dejó caer sobre su almohada.

—Gracias por quedarte conmigo anoche —dije, acariciando la suave piel de Toto—. No tenías por que dormir en el suelo del baño.

—Anoche fue una de las mejores noches de mi vida.

Me giré para ver su expresión. Cuando vi que él hablaba en serio, le disparé una mirada dudosa. — ¿Dormir entre un retrete y la bañera y en el frío y duro piso con una idiota vomitando fue una de tus mejores noches? Eso es triste, Pit.

—No, sentado contigo cuando estabas enferma, y tú durmiendo en mi regazo fue una de mis mejores noches. No fue cómodo, no dormí casi nada, pero estuve en tu decimonoveno cumpleaños contigo, y realmente eres dulce cuando estás borracha.

—Estoy segura que entre eructando y vomitando fui muy encantadora.

Él se acercó a mí, acariciando a Toto, quien estaba acurrucado en mi cuello. —Eres la única mujer que conozco que aún se ve increíble con la cabeza dentro del inodoro. Eso es mucho decir.

—Gracias, Pit. No haré que seas mi niñera otra vez.

Se apoyó contra su almohada. —Como sea. Nadie puede sostener tu cabello hacia atrás como yo.


Reí y cerré los ojos, dejándome caer en la oscuridad.



CONTINUARÁ...

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