CORTA ESTANCIA EN EL PECADO
Peter dejó nuestras
maletas y miró alrededor de la habitación. —Esto es lindo, ¿verdad?
Lo fulminé con la mirada
y él enarcó su ceja. — ¿Qué?
Empecé a desempacar mi
maleta y sacudí mi cabeza. Diferentes estrategias y la falta de tiempo llenaron
mi cabeza. —Estas no son vacaciones, Peter. No deberías estar aquí.
Al momento siguiente él
estaba detrás de mí, envolviendo sus brazos alrededor de mi cintura. —Yo voy a
donde tú vayas.
Ladeé mi cabeza en contra
de su pecho y suspiré. —Tengo que ir a la planta baja. Tú puedes quedarte aquí
si quieres o echarle un vistazo al show. Te veré más tarde ¿De acuerdo?
—Iré contigo.
—No te quiero allí, Pit.
—Una expresión de dolor cruzó su rostro, toqué su brazo—. Si voy a ganar
catorce mil dólares en un fin de semana necesito estar concentrada al máximo.
No me gusta quién voy a ser en esas mesas, y no quiero que tú lo veas, ¿Vale?
Él retiró mi cabello fuera
de mis ojos y besó mi mejilla. —De acuerdo, Pidge.
Peter saludó a Eugenia
mientras dejaba la habitación. Ella se acercó a mí en el mismo vestido que usó
en la fiesta. Me cambié por una falda corta dorada y un par de tacones,
estudiándome en el espejo. Eugenia llevó mi cabello hacia atrás y me pasó un
tubo negro.
—Necesitas al menos cinco
capas más de rímel, y ellos van a pedir tu identificación antes de que te des
cuenta si no usas un poco más de rubor, ¿Acaso has olvidado cómo se juega este
juego?
Arranqué el rímel de las
manos de Eugenia y pasé al menos otros diez minutos en mi maquillaje, cuando
terminé, mis ojos se empezaron a llenarse de lágrimas. —Maldita sea Lali, no
llores —me dije mirando hacia arriba mientras secaba la parte inferior de mis
ojos con un pañuelo desechable.
—No tienes que hacer esto
Lali, tú no le debes nada. —dijo ahuecando mis hombros mientras me
miraba al espejo una última vez —Él le debe dinero a Benny, Euge, si no lo
hago, lo matarán.
Su expresión era de
lástima, ya la había visto mirarme de esa manera muchas veces antes, pero esta
vez ella estaba desesperada. Lo había visto arruinar mi vida más veces de las
que ninguna de las dos podríamos contar.
— ¿Qué pasa con la
siguiente vez que lo haga? ¿Y la siguiente? No puedes seguir haciendo
esto.
—Él estuvo de acuerdo con
mantenerse lejos, Carlos Espósito es muchas cosas, más no un estúpido.
Caminamos por el pasillo
e ingresamos a un ascensor vacío. — ¿Tienes todo lo que necesitas? —Pregunté,
manteniendo las cámaras en mente.
Eugenia chocó su uñas con
la licencia de conducir falsa y sonrió. —El nombre es Candy, Candy Crawford.
—dijo en un falso acento sureño.
Extendí mi mano. —Jessica
James. Gusto en conocerte, Candy.
Ambas nos pusimos
nuestras gafas de sol y permanecimos con cara de póker mientras el ascensor se
abría, revelando las luces de neón y el bullicioso casino. La gente se movía en
todas las direcciones. Las Vegas era el infierno celestial, el único lugar en
donde podías encontrar bailarinas en ostentosos trajes y montones de
maquillaje. Prostitutas con una indumentaria aceptable, hombres de negocios en
lujosos trajes y familias enormes en la misma edificación.
Desfilamos a lo largo de
un pasillo alineado con cuerdas rojas y le entregamos nuestras identificaciones
a un hombre que tenía una chaqueta roja. Me observó por un momento y me quité
las gafas.
—Cualquier momento de hoy
sería genial. —dije con tono aburrido.
Nos devolvió nuestras
identificaciones y se hizo a un lado, dejándonos pasar, atravesamos los
pasillos en donde estaban las máquinas tragamonedas, las mesas de Black Jack.
Escaneé la habitación, observando las diferentes mesas de póquer, asintiendo
hacia una con viejos caballeros sentados en ella.
—Ésa. —dije,
contoneándome por el camino.
—Empieza agresiva Lali,
ellos no sabrán lo que se les viene encima.
—No. Ellos son de las
Vegas a la antigua, tengo que jugar inteligente esta vez.
Me acerqué a la mesa,
usando mi más encantadora sonrisa. Los locales podían oler a los estafadores a
millas de distancia, pero yo tenía dos cosas a mi favor que cubrían el olor de
cualquier cosas que pudiera levantar sospechas: juventud… y tetas.
—Buenas noches,
caballeros. ¿Les importa si me uno a ustedes?
Ellos no miraron en mi
dirección. —Seguro, pequeña. Toma asiento y procura verte bonita. Sólo no
hables.
—Quiero entrar. —dije
pasándole mis gafas a Eugenia—. No hay suficiente acción en las mesas de Black
Jack.
Uno de los hombres
masticó su cigarrillo. —Esto es una mesa de póquer princesa, cinco cartas.
Prueba tu suerte en las máquinas de ranura.
Me senté en la única
silla vacía, haciendo una demostración al cruzar mis piernas. —Siempre he
querido jugar póquer en las Vegas. Y tengo todas estas fichas… —dije, poniendo
mi montón de fichas en la mesa—, Y soy muy buena jugando en línea.
Los cinco hombres miraron
mis fichas y luego a mí.
—Hay una apuesta mínima,
cariño. —dijo el concesionario.
— ¿Cuánto?
—Cinco mil, dulzura.
Escucha… no quiero hacerte llorar. Hazte un favor y juega en las máquinas de
ranura.
Empujé hacia adelante mis
fichas, encogiéndome de hombros en el modo en que una chica temeraria y
excesivamente segura de sí misma haría antes de darse cuenta que acababa de
perder sus fondos para la universidad. Los hombres se miraron entre ellos. El
concesionario se encogió de hombros y tiró sus fichas.
—Jimmy. —dijo ofreciendo
su mano. Cuando la tomé él señaló a los otros—. Mel, Pauly, Joe y él es Winks.
—Miré hacia un hombre flaco que masticaba un palillo, y como había predicho, me
guiñó un ojo.
Asentí y esperé con falsa
anticipación mientras Jimmy repartía la primera mano. Perdí a propósito las dos
primeras, pero para la cuarta mano yo estaba arriba. No le tomaba tanto tiempo
a los veteranos de las Vegas descifrarme como había tomado Pepo.
— ¿Dijiste que jugabas en
línea? —Preguntó Pau.
—Con mi papá
— ¿Eres de aquí?
—Preguntó Jimmy
—Wichita. —Respondí
sonriendo.
—Ella no juega en línea,
se los dije. —dijo Mel, quejándose.
Una hora después, había
tomado veintisiete mil dólares de mis oponentes, y ellos estaban empezando a
sudar.
—Me retiro. —dijo Jimmy,
bajando sus cartas frunciendo el ceño.
—Si no lo estuviera
viendo con mis propios ojos, nunca lo habría creído. —Escuché detrás de mí.
Eugenia y yo nos dimos la
vuelta al mismo tiempo, mis labios estirándose a través de mi cara formando una
amplia sonrisa. —Agus. —Sacudí mi cabeza—. ¿Qué estás haciendo aquí?
—Es mi lugar el
que estás ocupando, Cookie. ¿Qué estás haciendo tú aquí?
Rodé mis ojos y me volví
hacia mis suspicaces nuevos amigos.
—Sabes que odio eso, Agus.
—Discúlpenos. —dijo Agus,
tirando de mí por el brazo para ponerme de pie. Eugenia me miró con cautela
mientras me estaba llevando unos cuantos pies lejos de la mesa
El padre de Agus manejaba
el casino, estaba más que sorprendida que él se hubiera unido al negocio de la
familia. Solíamos perseguirnos entre nosotros por los pasillos y escaleras del
hotel y siempre lo vencía cuando alcanzábamos los ascensores. Él había crecido
desde la última vez lo que lo había visto. Lo recordaba como un desgarbado
adolescente, pero el hombre que tenía al frente era sin duda un bien vestido
jefe de sala, para nada desgarbado y ciertamente apuesto. Seguía teniendo su
sedosa piel marrón y ojos verdes que recordaba, pero el resto de él era una
agradable sorpresa.
Su iris del color de las
esmeraldas resplandecía en las brillantes luces del casino. —Esto es
surrealista, pensé que eras tú cuando estaba caminando por tu mesa, pero no
podía convencerme a mí mismo que volverías aquí. Cuando vi a esa Campanita limpiando
la mesa, supe que eras tú.
—Lo soy. —Sonreí.
—Te ves… diferente.
—También tú, ¿Cómo está
tu padre?
—Retirado. —Sonrió—.
¿Cuánto tiempo te quedarás?
—Sólo hasta el domingo.
Tengo que volver a la escuela.
—Hola, Agus. —dijo Eugenia,
tomando mi brazo.
—Eugenia. —Se rió entre
dientes—. Debí haberlo sabido, ustedes son como la sombra de la otra.
—Si sus padres supieran
que la traje aquí, todo eso habría terminado hace mucho tiempo.
—Es bueno verte, Lali.
¿Por qué no me dejas comprarte la cena? — Preguntó, escaneando mi vestido.
—Me encantaría, Agus,
pero no estoy aquí por diversión.
Él tendió sus manos y
sonrió. —Tampoco yo. Muéstrame tu identificación.
Mi cara decayó, sabiendo
que tenía una pelea en mis manos. Agus no caería en mis encantos tan
fácilmente, sabía que tenía que decirle la verdad.
—Estoy aquí por Carlos.
Está en problemas.
Agustín asintió. — ¿Qué
tipo de problema?
—Los usuales.
—Me encantaría ayudar,
sabes que respeto a tu papá, pero sabes que no puedo permitirte quedarte.
Alcancé su brazo y lo
presioné. —Le debe dinero a Benny.
Agustín cerró sus ojos y
sacudió su cabeza. —Jesús.
—Tengo hasta mañana, Agus,
déjame quedarme hasta entonces.
Él puso la palma de su
mano en mi mejilla. —Te lo diré… si cenas conmigo mañana. Te daré hasta la
medianoche.
Miré a Eugenia y luego a Agustín.
—Estoy aquí con alguien.
Se encogió de hombros.
—Tómalo o déjalo, Lali. Tú sabes cómo se hacen las cosas por aquí, no puedes
obtener algo sin nada a cambio.
Suspiré derrotada. —Está
bien. Te veré mañana en la noche en Ferraos si me das hasta la medianoche.
Bajó su cabeza y besó mi
mejilla. —Fue bueno verte. Te veré mañana… cinco en punto, ¿de acuerdo? Estoy
en el piso a las ocho.
Sonreí mientras él se
alejaba, pero mi sonrisa pronto cayó cuando vi a Peter estudiando desde la mesa
de la ruleta.
—Oh, mierda. —dijo Eugenia,
tirando de mi brazo.
Peter fulminó a Agustín
con la mirada mientras él pasaba y luego vino hacia mí, metiendo las manos en
sus bolsillos y miró a Agustín, quien nos estudiaba desde la esquina de su ojo.
— ¿Quién era él?
Asentí en la dirección de
Agustín. —Él es Agustín Sierra, lo he conocido por un largo tiempo.
— ¿Cuánto tiempo?
Miré en dirección de la
mesa de póquer.
—Peter, no tengo tiempo
para esto.
—Supongo que tiraron la
idea del ministro de la juventud. —dijo Eugenia, mirando coquetamente en la
dirección de Agustín.
— ¿Ése es tu ex novio?
—dijo Peter, de repente muy enojado—. Pensé que habías dicho que él era de
Kansas.
Le disparé a Eugenia una
impaciente mirada y luego tomé el mentón de Peter y lo miré, acaparando toda su
atención.
—Él sabe que no soy lo
suficientemente mayor para estar aquí, Pit. Me dio hasta la medianoche, te lo
explicaré luego, pero por ahora tengo que regresar al juego, ¿de acuerdo?
La mandíbula de Peter se
tensó debajo de su piel, cerró sus ojos, tomando un profundo respiro.
—Muy bien, te veré a la
medianoche.
Bajó su cabeza para
besarme, pero sus labios fueron fríos y distantes.
—Buena suerte.
Sonreí mientras él se
mezclaba con la multitud, y luego volví mi atención a los hombres.
— ¿Caballeros?
—Toma asiento, Shirley
Temple. —dijo Jimmy—. Haremos que nuestro dinero regrese, justo ahora, no
apreciamos el ser estafados.
—Hagan lo peor. —dije
sonriendo, barajé las cartas y las repartí con precisión a cada jugador.
—Tienes diez minutos.
—Susurró Eugenia
—Lo sé. —dije
Traté de bloquear el
tiempo y la rodilla de Eugenia golpeando nerviosamente debajo de la mesa.
—Nunca he visto nada como
tu niña, has tenido casi un juego perfecto, y no tienes ningún consejero. —dijo
Paul.
Winks asintió, su alegría
se había evaporado. —Lo noté, ninguna sonrisa, incluso sus ojos permanecen
iguales, no es natural, todo el mundo tiene un consejero.
—No todos. —dijo Eugenia.
Sentí un par de manos muy
familiares en mis hombros, sabía que era Peter, pero no me di la vuelta, no con
tres mil dólares en medio de la mesa.
—Me retiro. —dijo Jimmy.
Aquellos que se habían
reunido alrededor de nosotros aplaudieron cuando bajé mi mano. Jimmy era el
único que estaba lo suficientemente cerca para tocarme con una pizca de
amabilidad. Nada que no pudiera manejar.
— ¡Increíble! —dijo Pau.
—Estoy fuera. —Joe se
quejó, levantándose y alejándose de la mesa.
Jimmy era un poco más
gracioso.
—Podría morir hoy y
sentir que he jugado con un oponente que de verdad vale la pena. Ha sido un
placer, Lali.
Me congelé. — ¿Lo sabías?
Jimmy sonrió, los años de
humo de cigarrillo y café manchando su gran sonrisa. —He jugado contigo antes,
hace 6 años, he querido una revancha por un largo tiempo. —Jimmy extendió su
mano—. Cuídate niña. Dile a tu papá que Jimmy Pescelli dice hola.
Eugenia me ayudó a
recoger mis ganancias, me volví hacia Peter, mirando mi reloj. —Necesito más
tiempo.
— ¿Quieres intentar en
las mesas de Black Jack?
—No puedo perder dinero, Pit.
Sonrió. —No puedes
perder, Pidge.
Eugenia negó con la
cabeza. —El Black Jack no es su juego.
Peter asintió. —Gané un
poco. Estoy arriba de los seiscientos. Los puedes tener.
Nicolás me pasó sus
fichas. —Sólo hice tres. Son tuyas.
Suspiré. —Gracias chicos,
pero aún me hacen falta cinco de los grandes.
Miré mire reloj y luego
alcé la vista para ver a Agustín acercándose.
— ¿Cómo te fue? —dijo
sonriendo.
—Aún me faltan cinco mil,
Agus, necesito más tiempo.
—Ya he hecho todo lo que
puedo, Lali.
Asentí, sabiendo que ya
había exigido mucho.
—Gracias por dejarme
quedar.
—Tal vez le puedo decir a
mi padre que hable con Benny por ti.
—Es el desastre de Carlos,
voy a pedirle que él se encargue del resto.
Agustín negó con su
cabeza. —Tú sabes que eso no pasará, Cookie, no importa cuánto tengas, si hace
falta algo de lo que él debe, Benny enviará a alguien. Tú mantente tan lejos de
él como puedas.
Sentí que mis ojos
quemaban. —Tengo que tratar.
Agustín se acercó, y
habló en voz baja: —Consigue un avión, Lali. ¿Me escuchaste?
—Te escuché. —dije
toscamente.
Agustín suspiró, y sus
ojos se llenaron de compasión. Me envolvió en sus brazos y besó mi cabello. —Lo
siento. Si mi trabajo no estuviese en juego, tú sabes que trataría de hacer
algo.
Asentí, alejándome de él.
—Lo sé. Hiciste lo que pudiste.
Elevó mi mentón con su
dedo. —Te veré mañana a las cinco. —Bajó su cabeza y depositó un beso en la
esquina de mi boca, y luego se fue sin decir una palabra.
Miré a Eugenia, quien
estaba observando a Peter. No me atreví a encontrarme con sus ojos; no podía
imaginar que tan enojada era la expresión en su rostro.
— ¿Qué es a las cinco?
—dijo Peter, su voz teñida con enojo mal disimulado.
—Ella estuvo de acuerdo
en cenar con Agustín si él la dejaba quedarse. No tenía opción Pit. —dijo Eugenia.
Podía deducir por el tono
de precaución de su voz que Peter estaba más que enojado, lo miré y él me
fulminó con la mirada con la misma expresión de traición que Carlos tenía en su
rostro la noche en que se dio cuenta que yo había tomado su suerte.
—Tenías una opción.
— ¿Alguna vez has tratado
con la mafia, Peter? Lo siento si tus sentimientos están heridos, pero una
comida gratis con un viejo amigo no es un precio alto que pagar para mantener a
Carlos vivo.
Podía ver que Peter
quería arremeter contra mí, pero no había nada que él pudiera decir.
—Vamos chicos, tenemos
que encontrar a Benny. —dijo Eugenia, tirando de mi brazo.
Peter y Nicolás nos
siguieron en silencio mientras caminábamos hacia al edificio de Benny. El
tráfico—de personas y carros—en la vía estaba empezando a concentrarse. Con
cada paso que daba, me sentía enferma, sentía un vacío en mi estómago, mi mente
corriendo, pensando en un argumento lo suficientemente convincente para hacer
entrar a Benny en razón. Para cuando tocamos la gran puerta verde que había
visto tantas veces, no tenía nada en mente.
No era una sorpresa ver
al enorme guardián, negro, atemorizante, y tan ancho como era de alto, pero yo
estaba aturdida de ver a Benny detrás de él.
—Benny. —Respiré
—Vaya, vaya… ya no eres
de Lucky Thirteen, ¿cierto? Carlos no me dijo lo llamativa que te has
convertido. He estado esperando por ti, Cookie. He oído que tienes un pago para
mí.
Asentí y Benny hizo un
gesto hacia mis amigos. Alcé mi mentón para fingir confianza. —Ellos están
conmigo.
—Me temo que tus
acompañantes tendrán que esperar afuera. —dijo el guardián en un anormal tono
bajo.
Peter me tomó del brazo
inmediatamente. —Ella no va entrar sola, voy con ella.
Benny observó a Peter.
Cuando Benny alzó la vista a su guardián y las esquinas de su boca se elevaron,
me relajé un poco.
—Es lo suficientemente
justo. —dijo Benny—. Carlos estará contento de saber que tienes a tan buen
amigo.
Lo seguí adentro,
volviéndome para ver la mirada preocupada en la cara de Eugenia. Peter mantuvo
firme su agarre en mi brazo, manteniéndose a propósito entre el guardián y yo.
Seguimos a Benny a un ascensor, ascendiendo cuatro pisos en silencio y luego
las puertas se abrieron.
Un gran escritorio de
caoba yacía en el medio de una vasta habitación. Benny cojeó hasta alcanzar una
silla y sentarse, gesticulando hacia nosotros para que tomáramos las dos sillas
vacías enfrente del escritorio. Cuando me senté, el cuero se sentía frío debajo
de mí, y me pregunté cuánta gente se habría sentado en la misma silla, momentos
antes de su muerte.
Estiré mi mano para coger
la de Peter y él me dio un apretón tranquilizador.
—Carlos me debe
veinticinco mil, confío en que tienes la cantidad completa. —Dijo escribiendo
algo en una libreta de notas.
—En realidad —hice un
pausa aclarándome la garganta—, me faltan cinco mil, Benny, pero tengo todo el
día de mañana para conseguirlos, y cinco mil no es un problema ¿Cierto? Tú sabes
que soy buena para eso.
—Mariana —dijo Benny,
ceñudo—, me decepcionas, conoces mis reglas mejor que eso.
—Por… Por favor Benny, te
estoy pidiendo que tomes los diecinueve mil y tendré el resto para ti mañana.
Los ojos de Benny iban de
Peter a mí y viceversa. Ahí fue cuando note el par de hombres que salieron de
las esquinas más oscuras de la habitación. El agarre de Peter en mi mano se
hizo más fuerte, contuve el aliento.
—Tú sabes que no tomo
nada a menos de que sea la cantidad completa. El hecho de que estés tratando de
darme menos de lo que es me dice algo. ¿Sabes lo que me dice? Que tú no estás
segura de que puedas obtener la cantidad completa.
Los hombres que estaban
en las esquinas se movieron otro paso hacia adelante. —Puedo obtener tu dinero
Benny. —Me reí nerviosamente—. Gané nueve mil en seis horas.
—Entonces me estás
diciendo que me traerás nueve mil en las próximas seis horas. —Benny nos sonrió
diabólicamente.
—El plazo es hasta la
medianoche mañana. —dijo Peter, mirando detrás de nosotros y luego a los
hombres que se aproximaban.
— ¿Qué estás haciendo
Benny? —Pregunté, mi postura rígida.
—Carlos me llamó anoche.
Dijo que te estabas encargando de su deuda.
—Le estoy haciendo un
favor. Yo no te debo dinero. —dije severamente, mis instintos de supervivencia
tomando vida.
Benny apoyó sus
rechonchos codos llenos de grasa en su escritorio. —Estoy considerando
enseñarle a Carlos una lección, además estoy curioso de ver cuán suertuda eres.
Peter se levantó de su
silla tirando me mí con él. Me llevó detrás de él, retrocediendo hasta la
puerta.
—Josiah está afuera de la
puerta, chico. ¿A dónde piensas que vas a escapar?
Estaba equivocada. Cuando
estaba pensando en persuadir a Benny para que viera la razón, debía haber
anticipado el deseo de Carlos de sobrevivir, y la afición de venganza de Benny.
—Peter. —Le advertí,
viendo como los secuaces de Benny se acercaban a nosotros.
Peter me empujó unos
cuántos pies detrás de él y permaneció de pie. —Espero que sepas, Benny, que
cuando me deshaga de tus hombres, no quiero ser irrespetuoso, claro está. Pero
estoy enamorado de esta chica, y no puedo dejar que la lastimes.
Benny estalló en una
ruidosa carcajada. —Te lo dejaré a ti hijo. Tienes las bolas más grandes que
cualquiera que hayan venido a través de esas puertas. Te prepararé lo que estás
a punto de enfrentar, el chico grande a tu derecha es David, y si él no puede
sacarte con sus puños, lo hará con el cuchillo que tiene en su funda. El hombre
a tu izquierda es Dane, él es mi mejor luchador. Tiene una pelea mañana, sólo
para que sepas, él nunca pierde. Te importaría si no te lastimas las manos,
Dane, tengo un montón de dinero en ti.
Dane le sonrió a Peter
con divertidos y salvajes ojos. —Sí, señor.
— ¡Detente, Benny! Puedo
conseguir tu dinero. —Lloré
—No… Esto se va a poner
bastante interesante. —Se rió entre dientes, sentándose en su silla.
David corrió hacia Peter,
mis manos volaron a mi boca. El tipo era fuerte, pero torpe y lento. Antes de que
David pudiera coger su cuchillo, Peter lo incapacitó, empujando la cara de
David directo hacia su rodilla, cuando Peter lanzó un puñetazo, no gastó
tiempo, lanzando cada pizca de energía que tenía en la cara del hombre. Dos
puñetazos y un codazo después, David yacía en el piso, en un charco de sangre.
Benny echó su cabeza
hacia atrás, riendo histéricamente golpeando su escritorio con el placer de un
niño viendo caricaturas en la mañana de un sábado. —Muy bien, ve por él Dane,
no te asustó, ¿cierto?
Dane se aproximó a Peter
cuidadosamente, con la concentración y la precisión de un luchador profesional.
Su puño voló a la cara de Peter con una velocidad increíble, pero Peter lo
esquivó, embistiendo con su hombro a Dane, utilizando toda su fuerza. Cayeron
contra el escritorio de Benny. Dane agarró a Peter con sus brazos, empujándolo
contra el piso. Se enfrentaron en el piso por un momento, pero luego Dane ganó
terreno, posicionándose para poder darle algunos puños a Peter, mientras él
estaba atrapado debajo de él en el piso. Cubrí mi cara, me era imposible mirar.
Oí un llanto de dolor y levanté la vista, para ver a Peter cerniéndose sobre
Dane, agarrándolo de su peludo pelo, golpeándolo puño tras puño en un lado de
su cabeza. La cara de Dane calló en el escritorio de Benny, para luego ponerse
de pie desorientado y sangrando.
Peter lo observó por un
momento, para luego atacar otra vez, usando toda su fuerza. Dane lo esquivó una
vez, consiguiendo golpear a Peter en la mandíbula con sus nudillos.
Peter sonrió y lo apuntó
con un dedo. —Esa fue tu oportunidad.
No podía creer lo que
acababa de escuchar. Peter había dejado que el matón de Benny lo golpeara. Él
lo estaba disfrutando. Jamás había visto a Peter pelear sin restricciones, era
un poco atemorizante verlo liberar todo lo que tenía en estos asesinos
entrenados y teniendo las de ganar. Hasta ese momento nunca me había dado
cuenta de lo que Peter era capaz de hacer. Con la risa molesta de Benny en el
fondo, Peter terminó de rematar a Dane, depositando su codo en el centro del
rostro de Dane, dejándolo fuera de juego antes de que golpeara el suelo. Vi su
cuerpo rebotar en la alfombra importada de Benny.
— ¡Eres asombroso!
¡Simplemente asombroso! —dijo Benny, aplaudiendo con placer.
Peter me empujó detrás de
él mientras Josiah atravesaba la puerta, con su masiva figura.
— ¿Debería encargarme de
esto, señor?
— ¡No! No, no… —dijo
Benny aún aturdido por la improvisada actuación—. ¿Cuál es tu nombre?
—Peter Lanzani. —dijo,
aun teniendo la respiración pesada, limpiando lo sangre de Dane y David de sus
manos en sus vaqueros.
—Peter Lanzani, creo que
puedes ayudar a que tú pequeña novia se salga de éste problema.
— ¿Cómo?
—Se suponía que Dane
pelearía mañana en la noche, tenía un montón de dinero para él, pero parece que
Dane no estará en forma para ganar la pelea. Te sugiero que tomes su lugar.
Gana y perdonaré los dólares faltantes de la deuda de Carlos.
Peter se volvió hacia mí.
— ¿Pigeon?
— ¿Estás bien? —Pregunté,
limpiando la sangre de su rostro. Mordí mi labio, sintiendo mi cara deformarse
con una mezcla de miedo y alivio.
Peter sonrió. —No es mi
sangre, no llores, bebé.
—Soy un hombre ocupado
hijo. —dijo Benny—. ¿Estás dentro?
—Lo hare. —dijo Peter—.
Dime el cuándo y el dónde, estaré ahí.
—Estarás peleando contra
Brock McMann, él no es un oponente fácil. Fue excluido de la UFC el año pasado.
Ese dato no afectó en lo
más mínimo a Peter. —Sólo dígame dónde tengo que estar.
La sonrisa de tiburón de
Benny cruzó su cara. —Me gustas, Peter Lanzani. Creo que seremos buenos amigos
—Lo dudo. —dijo Peter,
abriendo la puerta y manteniendo una postura protectora hasta que alcanzamos la
puerta principal.
— ¡Jesucristo! —Eugenia
lloró, viendo la sangre que salpicaba la ropa de Peter—. ¿Están bien chicos?
—Me tomó por los hombros y examinó mi rostro.
—Estoy bien. Tan solo
otro día en la oficina. Para ambos. —dije limpiando mis ojos.
Peter cogió mi mano y nos
dirigimos hacia el hotel con Nicolás y Eugenia detrás de nosotros. No muchos
repararon en el aspecto de Peter. Estaba cubierto de sangre y sólo uno que otro
parecía notarlo.
— ¿Qué rayos pasó ahí
adentro? —Finalmente preguntó Nicolás.
Peter se deshizo de su
ropa y desapareció en el cuarto de baño. La ducha se encendió y Eugenia me pasó
una caja de pañuelos.
—Estoy bien, Euge.
Suspiró y empujó la caja
hacia mí otra vez. —No, no estás bien.
—Este no es mi primer
encuentro con Benny. —dije, mis músculos doloridos por estar tanto tiempo
tensados en las últimas 24 horas.
—Es tu primera vez viendo
como Peter descarga toda su mierda en otra persona. —dijo Nicolás—. Lo he visto
antes, y no es lindo.
— ¿Qué pasó? —Eugenia
insistió.
—Carlos llamó a Benny. Le
dijo que yo me haría cargo de su deuda.
— ¡Lo voy a matar! Voy a
matar a ese hijo de perra. —gritó Eugenia.
—Benny no me estaba
haciendo responsable, pero dijo que iba a darle una lección a Carlos por enviar
a su hija a pagar su deuda. Él llamó a dos de sus malditos perros para que
fueran por nosotros y Peter los noqueó. A ambos. En menos de cinco minutos.
— ¿Entonces Benny los
dejó ir? —Preguntó Eugenia.
Peter salió del baño con
una toalla alrededor de su cintura, la única evidencia de la pelea era una
pequeña marca roja en su pómulo, debajo de su ojo derecho.
—Uno de los chicos que
eliminé tenía una pelea mañana en la noche. Tomaré su lugar y en recompensa Benny
perdonará lo que Carlos debe.
Eugenia se puso de pie.
—Esto es ridículo. ¿Por qué lo estamos ayudando? Él te lanzó directo a los
lobos. ¡Lo voy a matar!
—No si yo lo mato
primero. —Peter ardía de rabia.
—Tranquilízate, —le dije.
— ¿Entonces pelearás
mañana? —Preguntó Nicolás.
—En un lugar llamado
Zero. Seis en punto. Es Brock McMann, Nico.
—De ninguna manera. De
ninguna jodida manera. Pit. ¡El tipo es un maniático!
—Sí. —Peter sonrió—, pero
él no está peleando por su chica ¿cierto? —Peter me envolvió en sus brazos.
Besando la parte superior de mí cabello—. ¿Estás bien, Pigeon?
—Esto está mal. Esto está
mal en muchas maneras. No sé con quién de ustedes hablar primero para dejar
esto.
— ¿Me viste esta
noche? Voy a estar bien. He visto a Brock pelear antes. Él es duro, pero no
invencible.
—No quiero que hagas
esto, Pit.
—Bueno, yo no quiero que
tú vayas a cenar con tu ex novio mañana en la noche. Supongo que ambos tenemos
que hacer algo que no queremos para salvar al bueno para nada de tu padre.
Lo había visto antes. Vegas
cambiaba a las personas. Creando monstruos y hombres rotos. Era fácil dejar
que las luces y los sueños robados se filtraran en tu sangre. Había visto la
enérgica, invencible mirada en el rostro de Peter tantas veces crecer. Y la
única cura era un avión que nos llevará a casa.
****
Miré mi reloj otra vez.
— ¿Tienes que estar en
algún lugar, Cookie? —Preguntó Agustín, divertido.
—Por favor, deja de
llamarme así. Agus. Lo odio.
—También odié cuando te
fuiste. Y eso no te detuvo.
—Esta es una conversación
aburrida y sin sentido. Solamente cenemos, ¿de acuerdo?
—Muy bien, hablemos
entonces de tu nuevo chico. ¿Cuál es su nombre? ¿Peter? —Asentí y él sonrió—.
¿Qué estás haciendo tú con ese psicópata tatuado? Se ve como un rechazado de
The Manson Family.
—Se amable Agustín, o me
iré de aquí.
—No puedo superar lo
diferente que te ves. No puedo superar que tú estás sentada aquí, enfrente de
mí.
—Supéralo. —dije, rodando
los ojos.
—Ahí está. —dijo Agustín—.
La chica que recuerdo
Miré mi reloj. —La pelea
de Peter es en veinte minutos. Mejor me voy.
—Aún estamos esperando el
postre.
—No puedo Agus. No quiero
que él se preocupe acerca de si voy a aparecer o no. Es importante.
Sus hombros cayeron. —Lo
sé. Extraño los días en que yo era importante.
Dejé descansar mis manos
en las suyas. —Éramos sólo niños. Eso fue hace mucho tiempo.
— ¿Cuándo crecimos? El
que tú estés aquí es una señal, Lali. Pensé que nunca te vería de nuevo y aquí
estás. Quédate conmigo.
Negué con mi cabeza
despacio, vacilando. No quería herir a mi más viejo amigo. —Lo amo, Agus.
La desilusión oscureció
la pequeña sonrisa en su rostro. —Entonces es mejor que vayas.
Besé su mejilla y
abandoné el restaurante, cogí un taxi.
— ¿A dónde se dirige?
—Preguntó el taxista
—Zero.
El taxista se volvió
hacia mí, viéndome fijamente.
— ¿Está segura?
—Estoy segura. ¡Vamos!
—dije, lanzando el dinero sobre el asiento.
CONTINUARÁ...
No hay comentarios:
Publicar un comentario