miércoles, 12 de noviembre de 2014

Capítulo 2 (Parte 2)

CERDO (PARTE 1)

Caras conocidas ocupaban los asientos de nuestra mesa del almuerzo favorita. Eugenia se sentó en un lado de mí, Gastón en el otro, y el resto de los asientos fueron interceptados por Nicolás y hermanos Sigma Tau. Era difícil de escuchar con el ruido dentro de la cafetería, y el aire acondicionado parecía estar descompuesto nuevamente. El aire estaba cargado con el olor de comida frita y piel sudorosa, pero de alguna manera todo mundo parecía tener más energía de lo habitual.

—Hola, Brasil —dijo Nicolás, saludando al hombre que estaba sentado delante de mí. Su piel aceitunada y ojos color chocolate contrastaba con la gorra blanda del equipo de futbol de Eastern.

—Te perdí después del partido del sábado, Nico. Bebí una o seis cervezas en tu honor. —dijo con una amplia y blanca sonrisa.

—Te lo agradezco. Llevé a Euge a cenar. —dijo, inclinándose para besar la rubia cabellera de Eugenia.

—Estás sentado en mi silla, Brasil.
Brasil se volvió a ver a Peter parado detrás de él, y luego me miró a mí, sorprendido. —Oh, ¿es ella una de tus chicas, Pit?

—Absolutamente, no. —dije, sacudiendo la cabeza.

Brasil miró a Peter, quien lo miraba expectante.  

Brasil se encogió de hombros y luego tomó su bandeja al final de la mesa.

Peter me sonrió mientras se acomodaba en el asiento. — ¿Qué hay de nuevo, Pidge?

— ¿Qué es eso? —Pregunté, incapaz de apartar mi mirada de su bandeja. La comida misteriosa en su plato parecía una exhibición de cera.  

Peter se echó a reír y tomó un sorbo de su vaso de agua. —Las señoras de la cafetería me asustan. No criticaré sus habilidades culinarias.

No puede ignorar las miradas de los que estaban sentados en la mesa. El comportamiento de Peter despertaba su curiosidad, y reprimí una sonrisa al ser la única chica a la que habían visto insistir en sentarse cerca.
Ugh… el examen de Bio es después del almuerzo, —se quejó Eugenia.

— ¿Has estudiado? —Le pregunté.

—Dios, no. Pasé toda la noche tranquilizando a mi novio de que no dormirías con Peter.  

Los jugadores de fútbol sentados al final de la mesa detuvieron su desagradable risa para escuchar más de cerca, provocando a los demás estudiantes darse cuenta. Miré a Eugenia, pero ella no le importaba la culpa, empujando a Nicolás con el hombro.

—Jesús, Nico. Lo pasas tan mal, ¿eh? —preguntó Peter, lanzando un paquete de salsa de tomate a su primo. Nicolás no contestó, pero sonrió con diversión en dirección a Peter.  

Eugenia frotó su espalda. —Él va a estar bien. Sólo le tomará un tiempo para creer que Lali es resistente a sus encantos.

—No he tratado de seducirla —resopló Peter, pareciendo ofendido—. Ella es mi amiga.

Miré a Nicolás. —Te lo dije. No tienes nada de qué preocuparte.

Shepley finalmente me vio a los ojos, y al ver mi expresión sincera, sus ojos se iluminaron un poco.

— ¿estudiaste? —me preguntó Peter.

Fruncí el ceño. —Ninguna cantidad de estudio me va a ayudar con la Biología. Es algo que no puedo entender del todo.

Peter se puso de pie. —Vamos.

— ¿Qué?

—Vamos a tomar tus notas. Voy a ayudarte a estudiar.

—Peter …

—Levanta tu trasero, Pidge. Vas a aprobar ese examen.

Tiré una de las largas trenzas rubias de Eugenia mientras pasaba. —Nos vemos en clase, Euge.

Ella sonrió. —Te voy a guardar un asiento. Necesitaré toda la ayuda que pueda conseguir.

Peter me siguió hasta mi habitación y saqué mi guía de estudio mientras él abrió el libro. Me interrogó sin descanso, y luego aclaró algunas cosas que no entendía. En la forma en que él explicaba, los conceptos pasaron de ser confusos a obvio.

—… Y las células somáticas usan mitosis para reproducirse. Eso es cuando tienes las fases. Suenan como una especie de nombre de mujer: Prometa Anatela.

Me eché a reír. — ¿Prometa Anatelo?

Profase, Metafase, Anafase y Telofase.

—Prometa Anatelo, —repetí, asintiendo con la cabeza.

Golpeó mi cabeza con los papeles. —Lo tienes. Ahora sabes esta guía al derecho y al revés.

Suspiré. —Bueno… ya veremos.

—Te acompañaré a clase. Te cuestionaré en el camino.

Cerré la puerta detrás de nosotros. —No te enfadarás si repruebo el examen, ¿verdad?

—No reprobarás, Pidge. Tenemos que empezar antes del siguiente, sin embargo, —dijo, caminando junto a mí hacia el edificio de ciencia.

— ¿Cómo vas a darme clases particulares, hacer tu tarea, estudiar y entrenar para tus peleas?  

Peter se echó a reír. —No entreno para mis peleas. Adam me llama, me dice dónde es la lucha y voy.

Sacudí mi cabeza con incredulidad mientras él sostenía el papel delante de él para hacer la primera pregunta. Estuvimos a punto de terminar una segunda ronda de la guía de estudio cuando llegamos a mi clase.

—Patea sus traseros —él sonrió y me entregó las notas apoyándose en el marco de la puerta.

—Hola, Pit.

Me volví para ver a un chico alto, algo desgarbado, sonreírle a Peter en su camino al salón de clases.  

—Pablo —Peter asintió con la cabeza.

Los ojos de Pablo se iluminaron un poco cuando me miró, y él sonrió. —Hola, Lali.

—Hola. —dije, sorprendida de que él supiera mi nombre. Lo había visto en clase, pero nunca había hablado con él.

Pablo continuó a su asiento, bromeando con los que se sentaban junto a él. — ¿Quién es? —Le pregunté.

Peter se encogió de hombros, pero la piel alrededor de sus ojos parecía más tensa que antes. —Pablo Martínez. Es uno de mis hermanos de Sig Tau.

— ¿Estás en una fraternidad? —Pregunté, dudosa.

—Sigma Tau, al igual que Nico. Pensé que ya lo sabías. —dijo, mirando más allá de mí a Pablo.

—Bueno… no pareces el tipo de fraternidad. —le dije, mirando a los tatuajes en sus antebrazos.

Peter volvió su atención hacia mí y me sonrió. —Mi papá es un ex alumno, y todos mis hermanos son Sig Tau… es una cosa de familia.
— ¿Y ellos esperan que jures? —Le pregunté, escéptica.

—En realidad no. Sólo son chicos buenos —dijo, agitando mis papeles—. Es mejor que vayas a clase.

—Gracias por ayudarme —le dije, dándole un codazo. Eugenia pasó y la seguí a nuestros asientos.

— ¿Cómo te fue? —Preguntó ella.

Me encogí de hombros. —Es un buen tutor.

—Es un buen amigo, también.

Ella parecía decepcionada, y reí ante la expresión de su rostro.

Siempre había sido el sueño de Eugenia que ambas saliéramos con amigos en común, y chicos que fueran primos para ella era sacarse el premio mayor. Ella quería compartir la misma habitación cuando decidió venir conmigo a Eastern, pero veté su idea, con la esperanza de extender mis alas un poco. Una vez que terminó de hacer pucheros, se centró en la búsqueda de un amigo de Nicolás al cual presentarme.

El sano interés de Peter hacia mí había superado sus expectativas.  

Terminé rápidamente la prueba y me senté en las escaleras del edificio, esperando a Eugeniaa. Cuando ella se dejó caer a mi lado en derrota, esperé a que hablara.

— ¡Eso fue horrible! —Exclamó.

—Deberías de estudiar con nosotros. Peter lo explica muy bien.

Eugeniaa gimió y apoyó la cabeza en mi hombro.

— ¡Tú no fuiste ayuda en absoluto! ¿No podrías haberme dado un guiño de cortesía o algo así? —Enganché mi brazo alrededor de su cuello y caminé con ella hasta nuestro dormitorio.

****
Durante la siguiente semana, Peter me ayudó con mi trabajo de historia y me tuteó en Biología. Nos paramos juntos escaneando la lista de calificaciones fuera de la oficina del profesor Campbell. Mi número de estudiante estaba a tres puntos de la cima.

— ¡La tercera calificación más alta en el examen! ¡Bien hecho, Pidge! —Dijo, abrazándome. Sus ojos brillaban de emoción y orgullo, y un sentimiento extraño me hizo dar un paso atrás.

—Gracias, Pit. No podría haberlo hecho sin ti. —le dije, tirando de su camiseta.

Él me tiró sobre su hombro, abriéndose camino entre la multitud detrás de nosotros. — ¡Abran paso! ¡Muévanse, gente! ¡Vamos a darle paso a esta pobre mujer con un desfigurado, horrible y descomunal cerebro! ¡Ella es un jodido genio!

Me reí ante las expresiones divertidas y curiosas de mis compañeros de clase.

****

Como pasaban los días, nos vimos involucrados en los rumores sobre una relación. La reputación de Peter ayudó a calmar los chismes. Él nunca se había quedado con una chica más de una noche, así que cuantas más veces se nos veían juntos, más gente entendía nuestra platónica relación por lo que era. A pesar de las constantes preguntas de nuestro compromiso, el flujo de atención que Peter recibía de sus compañeros no cedió.  

Él siguió sentándose a mi lado en historia y comiendo conmigo en el almuerzo. No tomó mucho tiempo darme cuenta que me había equivocado sobre él, incluso mostrándome defensiva ante a los que no conocían a Peter como yo lo hacía.  

En la cafetería, Peter puso una lata de jugo de naranja delante de mí.  

—No tenías por qué haberlo hecho. Yo iba a tomar uno —dije, quitándome la chaqueta.

—Bueno, ahora no tienes que hacerlo. —dijo, mostrando el hoyuelo en la mejilla izquierda.

Brasil dio un resoplido. — ¿Ella te convirtió en mandilón, Peter? ¿Qué sigue después, abanicarla con una hoja de palmera, mientras usas un Speedo?  

Peter le lanzó una mirada asesina y salté a su defensa. —Tú no podrías llenar un Speedo, Brasil. Cierra tu estúpida boca.
— ¡Tranquila, Lali! ¡Estaba bromeando! —dijo Brasil, levantado sus manos.

—Sólo… no hables así de él. —le dije, frunciendo el ceño.

La expresión de Peter era una mezcla de sorpresa y gratitud. —Ahora sí que lo he visto todo. Acabo de ser defendido por una chica, —dijo, poniéndose de pie. Antes de irse con su bandeja, ofreció una mirada de advertencia a Brasil, y luego salió para reunirse junto a un pequeño grupo de fumadores fuera del edificio.

Traté de no mirarlo mientras reías y hablaba. Todas las chicas en el grupo sutilmente competían por el lugar al lado de él, Eugenia me golpeó con el codo en las costillas cuando se dio cuenta de que mi atención estaba en otra parte.

— ¿Qué ves, Lali?

—Nada. No estoy mirando nada.

Apoyó la barbilla en la mano y sacudió la cabeza.

—Son tan obvias. Mira a la pelirroja. Ella ha pasado sus dedos por el pelo tantas veces como parpadea. Me pregunto si Peter se cansa de eso.
Nicolás asintió con la cabeza. —Lo hace. Todo el mundo piensa que es un imbécil, pero si supieran la cantidad de paciencia que hace frente a todas las chicas que piensan que lo pueden domar… él no puede ir a ninguna parte sin ser molestado. Confía en mí; él es mucho más amable de lo que yo lo sería.

—Oh, como si no te gustaría. —dijo Eugenia, besando la mejilla de Nicolás.

Peter estaba terminado su cigarrillo fuera de la cafetería cuando pasé. —Espera, Pidge. Te acompaño.  

—No tienes que acompañarme a todas las clases, Peter. Sé cómo llegar por mí misma.

Peter fue fácilmente distraído por una chica con pelo largo y negro y una falda corta caminando mientras le sonrió. Él la siguió con la mirada y asintió con la cabeza en la dirección de la chica, arrojando su cigarrillo.

—Te veré más tarde, Pidge.

—Sí. —dije, poniendo los ojos en blanco mientras él trotaba hacia la chica.

El asiento de Peter permaneció vacío durante la clase, y me encontré a mí misma un poco enfadada con él por perder la clase por una chica a la que no conocía. El Profesor Chaney terminó la clase temprano, y me apresuré por el césped, consciente de que tenía que encontrarme con Gastón a las tres para entregarle las notas de La Música de Sherri Cassidy. Miré mi reloj y apresuré el paso.

— ¿Lali?

Pablo corrió por el césped hasta llegar a mi lado. —No creo que nos hemos conocido formalmente, —dijo, tendiéndome la mano—. Pablo Martínez.

Tomé su mano y sonreí. —Lali Espósito.

—Estaba detrás de ti cuando recibiste tu calificación de biología. Felicidades. —sonrió, metiendo las manos en los bolsillos.

—Gracias. Peter ayudó, o habría estado al final de la lista, créeme.

—Oh, ustedes son…

—Amigos.

Pablo asintió y sonrió. — ¿Te dijo que hay una fiesta este fin de semana?
—Por lo general sólo hablamos de biología y comida.

Pablo se echó a reír. —Eso suena como Peter.

En la puerta de Morgan Hall, Pablo escaneó mi cara con sus grandes ojos verdes. —Deberías venir. Será divertido.

—Hablaré con Eugenia. No creo que tengamos ningún plan.

— ¿Son un paquete?

—Hemos hecho un pacto este verano. No asistiremos a ninguna fiesta sin la otra.

—Inteligente. —asintió con la cabeza en señal de aprobación.

—Ella conoció a Nico en la clase de orientación, por lo que en realidad no he tenido que estar junto a ella tanto. Esta será la primera vez que necesitaré preguntarle, estoy segura que estará feliz de venir. —Me regañé internamente. No sólo estaba balbuceando, sino que había hecho obvio que yo no era invitada a fiestas.

—Genial. Nos vemos allí. —dijo. Él mostró su perfecta sonrisa de modelo de Banana Republic con su mandíbula cuadrada y su piel naturalmente bronceada, caminando por el campus.

Lo vi alejarse; él era alto, limpio, con una camisa apretada de vestir a rayas y jeans. Su cabello ondulado y rubio oscuro rebotaba cuando caminaba.

Me mordí el labio, halagada por su invitación.

—Ahora, él es más tu tipo. —dijo Gastón en mi oído.

—Él es lindo, ¿eh? —Le pregunté, sin poder dejar de sonreír.

—Diablos, sí, él es lindo… en la posición de misionero o algo así.

—¡Gastón! —Grité, golpeándolo en el hombro.

—¿Obtuviste las notas de Sherri?

—Sí, —dije, sacándolas de mi bolso. Él encendió un cigarrillo, lo sostuvo entre los labios y miró hacia los papeles.

—Jodidamente brillante. —dijo, escaneando las páginas. Él las dobló y guardó en su bolsillo—. Lo bueno es que las calderas de Morgan no están funcionando. Necesitarás una ducha de agua fría después de recibir miradas lascivas por ese alto chico.

— ¿Los dormitorios no tienen agua caliente? —Gemí.

—Eso es lo que cuentan. —dijo Gastón, deslizando su mochila sobre su hombro—. Me voy a Algebra. Dile a Euge que dije que no se olvide de mí este fin de semana.

—Yo le diré. —me quejé, mirando las paredes de ladrillo antiguo de nuestro dormitorio. Caminé a mi habitación, abrí la puerta y dejé caer mi mochila al suelo.

—No hay agua caliente. —murmuró María desde su lado del escritorio.

—He oído.

Mi celular sonó, lo abrí para encontrarme con un mensaje de Eugenia maldiciendo las calderas. Unos minutos después se oyó un golpe en la puerta.

Eugenia entró y se dejó caer sobre la cama, sus brazos cruzados. — ¿Pueden creer esta mierda? ¿Cuánto no estamos pagando y ni siquiera podemos tomar una ducha con agua caliente?

María suspiró. —Deja de quejarte. ¿Por qué no te quedas con tu novio? ¿No has estado quedándote con él, de todos modos?

Los ojos de Eugenia se enfocaron en María. —Buena idea, María. El hecho de que seas una perra es útil a veces.

María mantuvo sus ojos en el monitor de su computadora, sin inmutarse por el golpe de Eugenia.

Eugenia sacó su teléfono celular y envió un mensaje de texto con una velocidad y precisión asombrosa. Su teléfono sonó, y ella me sonrió. —Nos vamos a quedar con Nico y Peter hasta que arreglen las calderas.  

— ¿Qué? ¡No me quedaré! —Grité.

—Oh, sí que lo harás. No hay ninguna razón para que te quedes atrapada aquí, congelándote en la ducha cuando Peter y Nico tienen dos baños en su apartamento.

—No he sido invitada.

—Yo te estoy invitando. Nico ya dijo que estaba bien. Puedes dormir en el sofá… si es que Peter no lo está utilizando.

— ¿Y si lo está usando?

Eugenia se encogió de hombros. —Entonces puedes dormir en la cama de Peter.

— ¡De ninguna manera!

Ella puso los ojos en blanco. —No seas un bebé, Lali. Ustedes son amigos, ¿verdad? Si él no ha intentado nada hasta ahora, no creo que lo hará.

Sus palabras hicieron que mi boca se cerrara. Peter había estado a mí alrededor en una u otra manera todas las noches durante semanas. Había estado tan ocupada asegurándome de que todos notaran que sólo éramos amigos, que no se me había ocurrido que él realmente sólo estaba interesado en nuestra amistad. No estaba segura por qué, pero me sentí insultada.

María nos miró con incredulidad. — ¿ Peter Lanzani no ha intentado dormir contigo?
—Somos amigos. —le dije en tono defensivo.

—Lo sé, pero él ni siquiera ha… ¿intentado? Él ha dormido con todo el mundo.

—Excepto nosotras. —dijo Eugenia, mirándola—. Y tú.

María se encogió de hombros. —Bueno, nunca lo he conocido. Sólo he oído rumores.

—Exactamente. —le espeté—. Ni siquiera lo conoces.

María regresó a su monitor, ajena a nuestra presencia.

Suspiré. —Muy bien, Euge. Tengo que hacer las maletas.

—Asegúrate de empacar por unos días, quién sabe cuánto tiempo llevará arreglar las calderas. —dijo, muy emocionada.

El temor se apoderó de mí como si estuviera a punto de entrar al territorio del enemigo. —Ugh… bien.


Eugenia saltó cuando me abrazó. — ¡Esto será tan divertido!


CONTINUARÁ...

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