CARA DE PÓKER
Dos
mesas más atrás, una mesa del fondo. Eugenia y Nicolás apenas eran visibles
desde mi asiento, y yo encorvada, miraba fijamente hacia Peter quien miraba la
silla vacía que yo solía ocupar antes de sentarse en el extremo de la mesa. Me
sentía ridícula por esconderme, pero no estaba preparada para sentarme frente a
él por una hora entera. Cuando terminé mi comida, tomé una respiración profunda
y salí afuera donde Peter estaba terminando su cigarrillo.
Me
había pasado toda la noche tratando de formar un plan para volver a comenzar
donde estábamos antes. Si yo trataba nuestro encuentro de la manera que él
consideraba el sexo en general, podría tener una buena oportunidad. En el plan
corría el riesgo de perderlo, pero esperaba que su enorme ego masculino lo
obligara a jugar de la misma manera.
—Hey
—le sonreí.
Hizo
una mueca. —Hey. Pensé que estabas en el almuerzo.
—Tuve
que entrar y salir rápido, tengo que estudiar. —me encogí de hombros, haciendo
mi mejor esfuerzo por parecer casual.
—¿Necesitas
ayuda?
—Es
Cálculo. Creo que puedo manejarlo.
—Puedo
simplemente ofrecerte apoyo moral —sonrió, hundiendo su mano en el bolsillo.
Los músculos sólidos en su brazo se tensaron con el movimiento, y el recuerdo
de su flexión cuando se impulsaba en mi interior se repitió con gran detalle en
mi cabeza.
—Er...
¿Qué? —Pregunté, desorientada por el repentino pensamiento erótico que había
brillado en mi mente.
—¿Se
supone que debemos pretender que la otra noche nunca sucedió?
—No,
¿Por qué? —Fingí confusión y él suspiró, frustrado por mi comportamiento.
—No
sé... ¿Por qué tomé tu virginidad? —Se inclinó hacia mí, diciendo las palabras
en voz baja.
Rodé
los ojos. —Estoy segura de que no es la primera vez que desfloras una virgen, Pit.
Tal
como me temía, mi conducta despreocupada lo hizo enojar. —De hecho, lo fue.
—Vamos... Te dije que no quería
ningún tipo de rareza entre nosotros.
Peter tomó una última calada de su cigarrillo y lo arrojó al
suelo. —Bueno, si he aprendido algo en los últimos días, es que no siempre se
consigue lo que se quiere.
—Hey, La —dijo Pablo, besando mi
mejilla.
Peter fulminó a Pablo con una mirada asesina.
—¿Paso por ti a las seis? —dijo Pablo.
Asentí con la cabeza. —A las seis.
—Nos vemos en un rato —dijo,
continuando hacia la clase. Lo vi alejarse, con miedo a sufrir las
consecuencias de los últimos diez segundos.
—¿Vas a salir con él esta noche? —Demandó
Peter, su mandíbula notoriamente apretada bajo la piel.
—Te dije que me iba a invitar a salir
después de mi regreso de Morgan. Me llamó ayer.
—Las cosas han cambiado un poco desde
esa conversación, ¿no crees?
—¿Por qué?
Se alejó de mí, y tragué pesado
tratando de contener las lágrimas en su lugar. Peter se detuvo y se volvió hacia mí, leyendo mi cara. — ¡Es
por eso que dijiste que no te echaría de menos más tarde! Sabías que iba a
averiguar sobre Pablo y tú, y pensaste que... ¿qué? ¿Qué me olvidaría de ti?
¿No confías en mí, o no soy lo suficientemente bueno? Dime, ¡maldita
sea! ¡Dime qué carajo te hice para que hicieras esto!
Me mantuve firme, mirándolo fijamente
a los ojos. —No hiciste nada. ¿Desde cuándo el sexo es de vida o muerte
para ti?
—¡Desde que es contigo!
Miré a mi alrededor, al ver que
estábamos haciendo una escena.
La gente caminaba lentamente, mirando
y murmurando entre sí. Sentí que mis orejas ardían, y se extendía por todo mi
rostro, haciendo de mis ojos agua. Él cerró los ojos, tratando de recobrar la
compostura antes de hablar otra vez. —¿Es eso? ¿No crees que significó algo
para mí?
—Tú eres Peter Lanzani.
Negó con su cabeza, disgustado. —Si
no supiera mejor, pensaría que me estás echando mi pasado en cara.
—No creo que cuatro semanas
constituyan el pasado. —Su rostro se desfiguró y yo me reí—. ¡Estoy
bromeando! Peter, está bien. Estoy bien, estás bien. No hay necesidad de
hacer una gran cosa de esto.
Toda la emoción desapareció de su
rostro y respiró hondo por la nariz. —Sé lo que estás tratando de hacer. —Sus
ojos se desenfocaron por un momento, perdido en sus pensamientos—. Voy a tener
que probártelo, entonces. —Sus ojos se entrecerraron mientras miraba los míos,
decidido como estaba antes de una de sus peleas—. Si piensas que voy a volver a
joder a quién se ponga en frente, estás equivocada. No quiero a nadie más.
¿Quieres que seamos amigos? Bien, seamos amigos. Pero tú y yo sabemos que lo
que pasó no fue sólo sexo.
Pasó delante de mí y yo cerré los
ojos, exhalando el aliento que no sabía que había retenido. Peter me lanzó una mirada, y luego continuó a su próxima clase.
Una lágrima se escapó por mi mejilla y rápidamente la sequé. Tenía las miradas curiosas de mis compañeros
de clase sobre mi espalda mientras avanzaba hacia la clase.
Pablo estaba en la segunda fila, y me
deslicé al puesto junto a él. Una sonrisa se extendió por su cara. —Estoy
deseando que llegue esta noche.
Tomé aire y sonreí, tratando de
cambiar el ánimo que quedó por mi conversación con Peter.
—¿Cuál es el plan?
—Bueno, ya estoy instalado en mi
apartamento. Pensé que podríamos cenar allí.
—También estoy deseando que llegue
esta noche. —dije, tratando de convencerme a mí misma.
****
Con la negativa de Eugenia
para ayudarme, María fue la renuente elegida a ayudarme a escoger un vestido
para mi cita con Pablo. Tan pronto como lo puse sobre mi cabeza, me lo
arranqué, poniéndome un par de vaqueros en su lugar. Después de pensar en mi
fallido plan toda la tarde, no tenía cabeza para vestirme. Teniendo el clima
fresco en mente, me puse un delgado suéter cachemira de color marfil sobre una
camiseta marrón, y esperé en la puerta. Cuando el brillante Porsche de Pablo se
detuvo delante de Morgan, me abrí paso hacia afuera antes de que tuviera tiempo
para entrar.
—Iba a ir a buscarte.
—dijo, decepcionado mientras abría la puerta.
—Entonces, te ahorré un
viaje. —le dije, abrochándome el cinturón de seguridad.
Se deslizó a mi lado y se
inclinó, tocando cada lado de mi cara, dándome un suave beso en los labios.
—Whoa —respiró—. He echado de menos tu boca.
Su aliento sabía a menta,
su perfume olía increíble, sus manos eran cálidas y suaves, y se veía
fantástico en sus pantalones vaqueros y una camisa verde, pero no podía evitar
la sensación de que algo faltaba. Esa emoción que había en un principio estaba
notablemente ausente, y en silencio maldije a Peter por quitarme esa sensación.
Forcé una sonrisa. —Voy a
tomar eso como un cumplido.
CONTINUARÁ...
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